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Las

habichuelas
magicas

Biologia
Leysbel Simmons y
Camila Tremaria
Las Habichuelas Mágicas

Periquín vivía con su madre en una pequeña cabaña del bosque.


Después de que su madre se quedara viuda, la situación de la
familia empeoró tanto al punto de la madre pedir a Periquín a que
fuera a la ciudad para intentar vender lo único que poseían, una
vaca. El niño llevó la vaca atada con una cuerda, y en el camino se
encontró con un hombre que llevaba una bolsa de habichuelas.

El hombre explicó a Periquín que aquellas habichuelas eran


mágicas, y las ofreció en cambio de la vaca. Periquín aceptó el
cambio y volvió muy contento a su casa con la bolsa de
habichuelas. Su madre, disgustada, se puso a llorar. Contrariada,
ella cogió las habichuelas y las arrojó a la tierra.

Al día siguiente, cuando Periquín se levantó, fue grande su


sorpresa cuando al abrir la ventana notó que las habichuelas
habían crecido tanto que sus ramas se perdían de vista hacia el
cielo. Sin pensar dos veces, Periquín trepó por la planta, y subió lo
más alto que pudo, por encima de las nubes, donde encontró a un
país desconocido.

Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una


gallina que ponía huevos de oro cada vez que se la ordenaba.
Periquín pensó que con aquella gallina él y su mamá podrían tener
dinero para comprar comida. Entonces, esperó que el gigante se
durmiera, y muy despacito, se llevó a la gallina. Llegó a las ramas
de las habichuelas y descolgándose, tocó el suelo y volvió a la
cabaña. Su madre se puso muy contenta. Con los huevos que
ponía la gallina los dos vivieron tranquilos por mucho tiempo hasta
que la gallina se murió.

Periquín trepó otra vez por la planta y volvió al castillo. Escondido


detrás de una cortina, él pudo observar cómo el gigante contaba
las monedas de oro que sacaba de una bolsa. En cuanto se durmió
el gigante, salió Periquín a recoger las monedas de oro, y se echó

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TÍTULO DEL INFORME
a correr hasta la planta, y luego hasta su casa.

Con las monedas de oro, ellos tuvieron dinero para ir viviendo


mucho tiempo. Sin embargo, las monedas también se acabaron, y
Periquín escaló otra vez las ramas de la planta para ir al castillo del
gigante. De esta vez vio al ogro guardar en un cajón una cajita que,
cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de
oro.

En cuanto el gigante salió de la habitación, el niño cogió la cajita y


se la guardó. Desde su escondite, Periquín vio que el gigante se
tumbaba en un sofá, mientras un arpa tocaba sola sin que mano
alguna tocara sus cuerdas. Sonaba una preciosa música. Mientras
el gigante escuchaba aquella melodía, se fue cayendo en el sueño,
poco a poco. Periquín aprovechó la ocasión para coger el arpa y
echar a correr. Pero el arpa estaba encantada. Al ser tomada por
Periquín, empezó a gritar: - ¡Eh, señor amo, despierte usted, que
me roban!

El gigante se despertó de un sobresalto y empezó a perseguir a


Periquín que se daba cada vez más prisa. Al llegar a la planta, el
niño vio que el gigante también descendía por ella. No había
tiempo que perder. Así que mientras bajaba la planta gritó Periquín
a su madre, que le trajera urgentemente un hacha.

Su madre acudió con el hacha y Periquín, de un certero golpe,


cortó el tronco de la trágica habichuela. Al caer, el gigante se
estrelló, pagando así sus fechorías. Periquín y su madre vivieron
felices con la cajita que, al abrirse, dejaba caer una moneda de
oro.

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TÍTULO DEL INFORME
Las Habichuelas Mágicas (modificado)

Periquín era un científico que vivía con su madre en una pequeña


cabaña del bosque. Después de que su madre se quedara viuda,
la situación de la familia empeoró tanto al punto de la madre pedir
a Periquín a que fuera a la ciudad para intentar vender lo único
que poseían, una vaca. Periquín llevó la vaca atada con una
cuerda, y en el camino se encontró con un hombre que llevaba
una bolsa de habichuelas.

El hombre explicó a Periquín que aquellas habichuelas eran


mágicas, y las ofreció en cambio de la vaca. Periquín no le creyó
al principio ya el no creía en la magia, aceptó el cambio para
mostrarle al hombre que la magia no existía y volvió a su casa
con la bolsa de habichuelas. Su madre, disgustada, se puso a
llorar. Contrariada, ella cogió las habichuelas y las arrojó a la
tierra.

Al día siguiente, cuando Periquín se levantó, fue grande su


sorpresa cuando al abrir la ventana notó que las habichuelas
habían crecido tanto que sus ramas se perdían de vista hacia el
cielo. Y hay entendió que las habichuelas no eran mágicas, si no
que las semillas de guisantes tan solo necesitan humedad para
germinar. Sin pensar mucho, Periquín trepó por la planta, y subió lo
más alto que pudo, por encima de las nubes, donde encontró a un
país desconocido.

Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una


gallina que ponía huevos de oro cada vez que se la ordenaba.
Periquín pensó que con aquella gallina él y su mamá podrían
tener dinero para comprar comida. Entonces esperó que el
gigante se durmiera, y muy despacito, se llevó a la gallina. Llegó
a las ramas de las habichuelas y descolgándose, tocó el suelo y
volvió a la cabaña. Su madre se puso muy contenta con los
huevos que ponía la gallina.
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TÍTULO DEL INFORME
Los dos vivieron tranquilos, por mucho tiempo hasta que la gallina
falleció. Periquín trepó otra vez por la planta y volvió al castillo.
Escondido detrás de una cortina, él pudo observar cómo el
gigante contaba las monedas de oro que sacaba de una bolsa.
En cuanto se durmió el gigante, salió Periquín a recoger las
monedas de oro, y se echó a correr hasta la planta, y luego hasta
su casa.

Con las monedas de oro, ellos tuvieron dinero para ir viviendo


mucho tiempo. Sin embargo, las monedas también se acabaron, y
Periquín escaló otra vez las ramas de la planta para ir al castillo del
gigante. De esta vez vio al ogro guardar en un cajón una cajita que,
cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de
oro.

En cuanto el gigante salió de la habitación, el científico cogió la


cajita y se la guardó. Desde su escondite, Periquín vio que el
gigante se tumbaba en un sofá, mientras un arpa tocaba sola sin
que mano alguna tocara sus cuerdas. Sonaba una preciosa
música. Mientras el gigante escuchaba aquella melodía, se fue
cayendo en el sueño, poco a poco. Periquín aprovechó la ocasión
para coger el arpa y echar a correr. Pero el arpa estaba encantada.
Al ser tomada por Periquín, empezó a gritar: - ¡Eh, señor amo,
despierte usted, que me roban!

El gigante se despertó de un sobresalto y empezó a perseguir a


Periquín que se daba cada vez más prisa. Al llegar a la planta,
Periquín vio que el gigante también descendía por ella.

La madre al ver esto rápidamente Hirvió mucha agua y la calentó


hasta el punto de ebullición. No había tiempo que perder. Así que
cuando Periquín bajo de la planta, le dijo que la ayudara a verter
el agua, en cuestión de minutos la planta se cayó junto con el
gigante. Periquín y su madre vivieron felices con la cajita que, al
abrirse, dejaba caer una moneda de oro.

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TÍTULO DEL INFORME
Básicamente, la moraleja del cuento se basa en creer
en nuestros sueños y en otras formas diferentes de
resolver los problemas; es decir, en medidas
alternativas a las pensadas convencionalmente, que
transmite a los niños valores esenciales como los de la
humildad, el esfuerzo y la bondad.

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