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IES SALVADOR RUEDA DEPARTAMENTO DE FILOS OFÍA

MATERIA: CRIMINOLOGÍA NIVEL: 1º DE BACH

LECCIÓN 3: HISTORIA DE LA CRIMINOLOGÍA (I)


INTRODUCCIÓN

La Criminología nació como disciplina científica, al igual que otras ciencias


sociales y biológicas, durante la segunda mitad del siglo XIX. Ello no significa
que la infracción y el delito no hayan preocupado a los seres humanos desde
antiguo, pero siglos más atrás estos comportamientos se interpretaban de
forma precientífica, atribuyéndolos generalmente a la influencia de fuerzas
mágicas, espirituales o cósmicas.

Desde la eclosión de las ciencias modernas, a lo largo de los siglos XIX y XX,
entre las que se halla también la Criminología, diversos pensadores e
investigadores de múltiples países han debatido y analizado científicamente
los problemas criminales y los esfuerzos sociales para erradicar los delitos.
Como resultado de este empeño sucesivo y acumulativo, la Criminología
dispone actualmente de conocimientos relevantes en diversos campos,
teóricos y aplicados.

Pero las obras humanas son hasta cierto punto inseparables de quienes las
hicieron y de las épocas en que se gestaron, por ello en este tema se prestará
especial atención a la historia de la Criminología, incluida la criminología
española no sin antes hacer una breve mención a la situación de la Europa
preindustrial en relación a la consideración del delito.

1.- LOS DELITOS EN LOS TIEMPOS PREINDUSTRIALES

En la Europa preindustrial los delitos más graves, aquellos que recibían la


máxima pena, eran de naturaleza religiosa o delitos contra la propiedad de los
gobernantes o de la aristocracia. Actualmente, dichas transgresiones o bien no
son consideradas delitos o constituyen ofensas menores.

Así, por ejemplo, la herejía (la proclamación de doctrinas religiosas distintas


de la Cristiandad), el sacrilegio (robar o dañar la propiedad de la Iglesia) y la
blasfemia (decir el nombre de Dios en vano o hablar en tono negativo de
cuestiones religiosas) fueron durante mucho tiempo sancionables con la
muerte en muchas partes de Europa. Cazar o pescar, talar árboles o arbustos o
coger frutas en las tierras del rey o de la aristocracia eran también ofensas
capitales siempre que proviniesen del vulgo.

El asesinato de un plebeyo por otro no se consideraba normalmente tan grave


como los delitos anteriores; el culpable podía a menudo expiar su culpa con el
pago de una cierta cantidad de dinero a los parientes de la víctima. Sin
embargo, la familia de la víctima se tomaba a veces la justicia por su mano y
mataba al asesino.

Un problema de este tipo de castigo, normalmente conocido como venganza


de sangre, era que la familia del primer asesino podía volver a responder,

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originándose así una cadena de asesinatos. En algunas zonas, como el sur de


Italia, la práctica de venganza de sangre ha pervivido hasta el siglo XX y aún es
utilizada como una manera de hacer “justicia” entre “familias criminales” rivales
en los Estados Unidos.

A tenor de estos hechos históricos cabe preguntarse ¿cómo eran las cárceles
en estos tiempos, o, cuál fue su origen?

Antes del siglo XIX la cárcel rara vez era utilizada para castigar los delitos,
tanto en Europa como en Estados Unidos. La mayoría de las ciudades,
independientemente de su tamaño, tenían una cárcel local, pero eran
normalmente muy pequeñas, incapaces de albergar a más de tres o cuatro
prisioneros al mismo tiempo. Se empleaban para “enfriar” a los borrachos
nocturnos y, ocasionalmente, como lugares donde los acusados aguardaban el
juicio. En las grandes ciudades europeas existían prisiones de cierto tamaño; la
mayoría de los internados allí eran criminales condenados que esperaban su
ejecución.

Estas instituciones eran muy diferentes de las que se construyeron en gran


número desde principios del siglo XIX en adelante. La disciplina carcelaria era
laxa o inexistente. En ocasiones, los que iban a ser ejecutados eran enviados a
los calabozos y sólo veían al carcelero antes de ser ejecutados, pero lo más
frecuente era que la atmósfera de la prisión fuera de una increíble libertad para
los estándares modernos.

Jonathon Atholl, un historiador del delito, describió la vida en Newgate, una


de las primeras prisiones de Londres. Era un lugar animado y lleno de vida, con
constantes visitas a todas las horas del día. En 1790 un condenado tenía un
balón en la prisión, un hecho aparentemente nada infrecuente:

El té se servía a las 4 de la tarde con música de violines y flautas, tras lo cual la compañía
bailaba hasta las 8, hora en la que se servía una cena fría. La fiesta terminaba a las 9, la hora
normal de cerrar la prisión.

Las principales tipos de penas para el delito hasta el siglo XIX consistían en
atar al acusado a un tronco y azotarle, marcarle con hierro candente o colgarle.
Estos castigos se hacían normalmente en público, y acudían numerosas
personas. Los que iban a ser ahorcados podían decir un discurso, justificando
sus acciones o proclamándose inocentes. La gente les animaba, les abucheaba
o les silbaba, según el juicio que les merecieran las manifestaciones del
acusado.

 PRISIONES E INTERNADOS
En realidad, las modernas cárceles tienen su origen no en las prisiones y
calabozos de otras épocas, sino en las casas de trabajo (también
conocidas como “hospitales”). Las casas de trabajo datan del siglo XVII
en la mayoría de los países europeos, y se establecieron durante el
período en el que el feudalismo estaba en decadencia y muchos
agricultores no podían conseguir trabajo en el campo, por lo que se

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convertían en población errante. En las casas de trabajo se les daba


comida pero se les obligaba a pasar casi todo el tiempo en la
institución, donde trabajaban muy duro. Sin embargo, las casas de
trabajo se convirtieron además, en lugares en los que se internaba a
otros grupos que nadie estaba preparado para cuidar: los enfermos, los
ancianos, los disminuidos psíquicos y los enfermos mentales.
Durante el siglo XVIII las prisiones, los internados y los hospitales se
fueron gradualmente diferenciando entre sí. Los reformadores se
opusieron a las penas tradicionales, considerando que la privación de
libertad era un modo más eficaz de castigar las acciones delictivas. El
asesinato fue reconocido como el crimen más grave, el derecho a la
libertad individual se introdujo en el sistema político, y asesinar a
alguien el mayor ataque contra los derechos del individuo.
A su vez, se comenzó a considerar que en las cárceles se podían
aprender buenos hábitos de disciplina y conformidad y la idea de
castigar a la gente en público fue desapareciendo progresivamente, por
lo que las ejecuciones fueron desapareciendo de la escena pública.
El comportamiento del enfermo mental se empezó a concebir como
evidencia de un tipo de trastorno (el concepto de enfermedad mental
apareció por primera vez a finales del siglo XIX) y lo que antes se
consideró “locura” se medicalizó, pasó a manos de la profesión médica.

2.- ORIGEN HISTÓRICO DE LA CRIMINOLOGÍA: ILUSTRACIÓN Y


ESCUELA CLÁSICA.

El origen de la Criminología y de la justicia penal moderna se fraguó en la


Ilustración, desde finales del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII, y se
concretó en la denominada escuela clásica.

A partir de las nuevas ideas de pensadores como Hobbes, Locke,


Montesquieu, Voltaire o Rousseau, comenzaron a ser conceptos clave del
mundo moderno el imperio de la razón, la libertad e igualdad de todos los
hombres. Estas ideas dieron pie a grandes cambios sociales y políticos como la
Revolución Francesa y los procesos de independencia de Estados Unidos y de
los países Iberoamericanos.

Especialmente importante aquí es el concepto, acuñado entonces, del contrato


social. Según este planteamiento, las leyes, que rigen los comportamientos
individuales y las relaciones sociales, serían resultado del contrato social, o
acuerdo implícito ente los ciudadanos acerca del bien común; resolverían las
discrepancias que pudieran surgir entre los intereses generales, de la
sociedad, y lo intereses particulares, de los individuos.

Estas nuevas ideas de la Ilustración, contribuyeron a una nueva concepción de


las instituciones sociales y políticas y de la organización social en su conjunto.

Y también, por lo aquí nos incumbe, comportaron una manera diferente de


interpretar y prevenir los delitos, y de castigar a los delincuentes. Los dos

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pensadores más destacados e influyentes fueron el italiano Cesare Beccaria y


el británico Jeremy Bentham. Además, pronto estas muevas ideas
impregnaron las leyes penales de los nuevos regímenes post-revolucionarios,
como por ejemplo, el Código Penal francés de 1791, y posteriormente otros
códigos penales como el ruso o el español.

2.1- CESARE BECCARIA (1738-1794)

Cesare Bonesana, Marqués de Beccaria, es la gran figura de la Escuela clásica


de Criminología. Su obra más importante, De los delitos y de las penas, fue una
de las más influyentes de la época, aunque al igual que otros libros destacados
de la historia del pensamiento, fue pronto incluido por la Iglesia Católica en el
Índice de Libros Prohibidos.

De los delitos y de las penas fue publicado en español diez años más tarde, en
1774, y también prohibido por un edicto de la Inquisición en 1782, no
volviéndose a editar hasta 1820.

La obra de Beccaria constituyó en su época una propuesta reformadora de la


sociedad, en contra de la arbitrariedad, la ilegalidad y los abusos de poder que
caracterizaban ampliamente a la justicia de su tiempo. Aunque De los delitos y
de las penas, no es un tratado teórico sobre las causas de la delincuencia, sino
fundamentalmente un ensayo racional acerca de cómo prevenir los delitos
mediante las penas, existe una idea beccariana del delito, que puede
entreverse a lo largo de la obra.

Las principales ideas de Beccaria sobre la delincuencia y la manera de prevenir


los delitos son las siguientes:

1. La naturaleza del delito reside en su nocividad social; el daño de la sociedad


es la verdadera medida de los delitos.
2. El estudio científico de los delitos. La sociedad debería estudiar, mediante
las ciencias, las fuentes de los delitos y, antes de aplicar penas, utilizar los
medios necesarios para prevenirlos.
3. La libertad y la educación previenen la delincuencia pues la tendencia a
delinquir es inversamente proporcional a la libertad y a la educación de la
que disfrutan los hombres.
4. El fin de las penas no debe ser otro que impedir que el reo ocasione nuevos
males a los ciudadanos y retraer a los demás de cometer otros iguales.
5. Cuanto más pronta y más próxima al delito cometido sea la pena, tanto
más justa y más útil será.
6. La suavidad del sistema penal deberá ser directamente proporcional al
estado de desarrollo social que tiene una determinada comunidad.
7. La pena más eficaz no es la pena de muerte, que no debería aplicarse sino
la pérdida de libertad.
8. Las leyes deberían también prevenir los delitos recompensando las buenas
acciones de los hombres.

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Aunque la obra de Beccaria esencialmente plasma una teoría sobre el control


de los delitos mediante las penas, también puede vislumbrarse en ella una
concepción hedonista de la motivación delictiva, probablemente adoptada de
los filósofos utilitaristas de la época, que, como Helvétius, consideraban que
el egoísmo era el motivo principal del comportamiento.

2.2- JEREMY BENTHAM (1748-1832)

Jeremy Bentham es uno de los grandes filósofos del utilitarismo, y el primero


que escribió sobre los principios del fin de la pena con detalle. Fue también el
creador del primer sistema penitenciario que inspiró la primera prisión celular,
donde los presos estaban aislados.

Transcurridos veinticinco años de la aparición del impactante libro de Beccaria,


el británico Jeremy Bentham publicó, en 1789, su Introducción a los principios
de la moral y la legislación, establece los siguientes principios sobre la
conducta humana y el control penal:

1. El comportamiento de los hombres se halla sometido a la evitación del dolor


y la obtención del placer. ellos determinan lo que hacemos, lo que decimos
y lo que pensamos.
2. Por ello, el principio básico que rige el comportamiento humano es la
utilidad, que aprueba y desaprueba las acciones según que tiendan al logro
de la felicidad o la prevención de infelicidad.
3. El placer y el dolor pueden ser suministrados a los hombres desde cuatro
fuentes sancionadoras distintas: la física, la moral o popular, la política y la
religiosa.
4. Todas las leyes tienen como objetivo principal prevenir el daño a los
individuos o las comunidades, compensando dicho daño mediante la
asignación de una pena, con los siguientes propósitos:
 Prevenir la comisión de toda clase de delitos.
 Si no se lograra prevenirlos, al menos inducir al delincuente a
realizar un delito menos dañino.
 Efectuar la prevención del modo más barato posible.

5. Proporción entre los delitos y las penas.

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