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La Santa Inquisición

La Inquisición fue establecida en la Edad Media (siglo XIII) y fue dirigida por la Iglesia católica
romana. Estaba compuesta por tribunales que juzgaron a todos aquellos que atentasen contra
las doctrinas (conjunto de leyes) de esta institución. Todos los sospechosos fueron perseguidos
y enjuiciados, y aquellos que fueron condenados, cumplían condenas que podían variar desde
la prisión temporal o perpetua hasta la muerte en la hoguera, donde sus condenados eran
quemados vivos en plena plaza pública.
Los perseguidos, no recibieron el derecho a saber quién emitió la denuncia, pero por otro lado,
estos podrían decir los nombres de todos sus enemigos en esta investigación de corte
medieval. Con el tiempo, esta forma de juicio fue ganando cada vez más fuerza y fue tenida en
cuenta los países europeos tales como Francia, Italia, Portugal y España. Sin embargo, en
Inglaterra, no había ningún firmamento de estos tribunales.

La Inquisición española
fue una institución fundada en el año 1478 por los Reyes Católicos en España. El conocimiento
de esta institución es fundamental para conocer la problemática de los judíos y de los
conversos que existía en los reinos peninsulares en la Baja Edad Media y para conocer como se
desarrolló la sociedad española durante la Edad Moderna. La Inquisición española investigó a
conversos, moriscos, protestantes, etc. y todas aquellas prácticas que iban en contra de la
ortodoxia de la Iglesia católica. Esta institución funcionó durante varios siglos, aunque será
entre finales del siglo XV y el siglo XVII cuando tendrá una mayor actividad. En esta entrada
explicaré sus orígenes, su devenir a lo largo del tiempo y su organización. De esta forma se
podrá conocer a esta famosa institución española y comprenderás mejor la vida de las
minorías étnico-religiosas en España durante la Edad Moderna.

La Inquisición en la Edad Media


La Inquisición pontificia fue creada en el año 1233 por el papa Gregorio IX mediante la bila
papal Excommunicamus. En su origen era una institución eclesiástica especial dedicada a la
persecución, detención, juicio y castigo de la herejía.

Las causas de la creación de la Inquisición española

La razón principal de la creación de la Inquisición española fue para combatir la herejía de los
judaizantes, es decir, para ocuparse de los judíos conversos. Ya se ha comentado en otra
entrada de este número de la revista digital de La Crisis de la Historia de los problemas que
hubo en la sociedad con los judíos durante la Edad Media, que llevó a actos de violencia, como
las masacres de 1391. Como consecuencia de esta situación de intolerancia y persecución
hacia los judíos, muchos de estos se convirtieron al cristianismos, pasando a ser cristianos
nuevos.
Continuaron habiendo enfrentamientos entre los cristianos viejos y los conversos. Los cristianos
viejos denunciaban con frecuencia a los cristianos nuevos y los acusaban de judaizar, a veces
con razón y otras veces solamente por odio y temor. El odio hacia el judío era un sentimiento
arraigado dentro de la sociedad medieval. Hubieron enfrentamientos que acabaron en sangre,
como los de Toledo en 1467 y Córdoba en 1473.

John Lynch señala que muchos enfrentamientos se produjeron entre cristianos nuevos y judíos.
La razón era que los nuevos cristianos estaban obsesionados con demostrar su nueva fe y así
eliminar sospechas de judaizar, por lo que en ocasiones llegaban a ser los más radicales contra
los judíos.

Tomás de Torquemada, el primer inquisidor general

fue el primer inquisidor general de la


Inquisición española. Este primer inquisidor
general forma parte de la leyenda negra de
España, ya que se le acusó de fanático religioso
y de ser gran severo con los herejes y los
conversos. Su periodo como inquisidor general
también fue el periodo con mayor violencia del
tribuna inquisitorial, aumentando así la leyenda
negra de este primer inquisidor.

Sin embargo, no se conoce mucho en relación a


su biografía. Solamente se destaca que tuvo
antepasados conversos, que era piadoso,
sombrío, austero, difícil de corromper y de gran
integridad.

Torquemada ayudo a convertir a la Inquisición


española en una institución eficaz, autónoma e
independiente de Roma. Como inquisidor general había recibido el poder de poder modificar
las normas de la Inquisición pontifica para adaptarla a la Inquisición española que el papa
había aprobado. En definitiva, institucionalmente la Inquisición se convertía en un instrumento
del estado independiente del poder de Roma.

La Inquisición española en la Edad Moderna

Los inicios de la Inquisición fueron muy severos. En estos primeros años tras su implantación
hubieron muchos juicios y condenas a muertes. Tras este duro periodo, el número de
condenados a muertes disminuyó, aunque hubieron épocas con distinta actividad. Es por ello
que diversos hispanistas, como Joseph Pérez o Henry Kamen, han dividido la actividad de la
Inquisición española en diversos periodos.

Un primer periodo sería esa fase de inicio dura, con numerosas ejecuciones que acaeció desde
su implantación hasta el final del siglo XV. En esta fase la represión fue dura por su proximidad
con el conflicto social existente con los judíos y con los conversos y que acabaría con el exilio o
la conversión forzosa de los judíos.

Un segundo periodo ocurriría en la primera mitad del siglo XVI, con un menor número de
ejecuciones. Con la llegada de Carlos I, que en los inicios de su reinado tenía su ideal erasmista,
muchos conversos confiaron con esperanza que el nuevo monarca aboliera esta institución.
Pero el devenir de los acontecimientos en el interior de España y en Europa no ayudaron a que
se eliminara esta institución ya que aparecía un nuevo problema para la religión católica: el
luteranismo. Durante este segundo periodo la Inquisición, además de ocuparse de los
conversos y de los moriscos, vigilaron los brotes protestantes que iban apareciendo, aunque
escasos, en los reinos peninsulares.

Un tercer periodo llegaría en la segunda mitad del siglo XVI. La Inquisición española se
ocuparía principalmente del problema morisco y de los focos protestantes que iban
surgiendo. Los principales procesos contra los protestantes se realizarían a inicios del reinado
de Felipe II, siendo los más importantes los que sucedieron en Valladolid y Sevilla. Estos
procesos acabarían prácticamente con los intentos de implantar un protestantismo en España.
Por otro lado, la Inquisición luchaba contra los moriscos, cuyas tensiones aumentaban,
acabando con la insurrección de las Alpujarras a finales de los años 60 del siglo XVI y con la
expulsión de los moriscos en 1609, durante el reinado de Felipe III.

El fin de la Inquisición española

Los ilustrados españoles propondrían en la segunda mitad del siglo XVIII una reforma de esta
institución española. Las ideas ilustradas no veían con buenos ojos los métodos inquisitoriales y
lo que esta institución representaba. Por este motivo, el santo oficio, ante la llegada de estas
nuevas ideas, se dedicaría a combatir a los ilustrados.

Pero con la llegada de las tropas napoleónicas a España llegaba una nueva edad. En 1808
Napoleón anuló el tribunal de la Inquisición en España. Las Cortes de Cádiz de 1812 también
abolieron esta institución. Ninguna de las 2 Españas que estaban luchando en la Guerra de la
Independencia querían a esta vieja institución.

Pero con el fin de la guerra, la vuelta del rey Fernando VII y la vuelta de las ideas absolutistas de
este rey Borbón, la Inquisición fue restaurada. Durante el Trienio liberal (1820 – 1823) fue otra
vez abolida, ya que los liberales eran contrarios a esta vieja institución que era símbolo de la
España absoluta. Finalmente, la Inquisición fue abolida el 15 de julio de 1834 mediante Real
Decreto durante la regencia de María Cristina, madre de la reina Isabel II, que por entonces
era menor de edad. Era el fin definitivo de la Inquisición española, que había existido en España
durante 356 años.
Las torturas más sanguinarias y crueles
de la Santa Inquisición

El potro

Tristemente, «el potro» fue una de las máquinas de tortura más conocidas de la Edad
Media. Su sencillez, su facilidad de construcción y, finalmente, su efectividad a la hora de
lograr que el reo confesase (o dijese al pie de la letra lo que los inquisidores querían
escuchar) hizo que fuera una de las máquinas más famosas durante aquella época. Y no
solo en el ámbito religioso. «Se llamaba así al caballete o potro triangular sobre el que
se ponía a los acusados que no querían c Su funcionamiento era simple, pero eficaz. Para
causar el mayor dolor posible al preso, se le ubicaba sobre una mesa que contaba
con cuatro cuerdas. Cada una de ellas, para atar sus brazos y piernas. «Las cuerdas de las
muñecas estaban fijas a la mesa y las de las piernas se iban enrollando a una rueda
giratoria. Cada desplazamiento de la rueda suponía una extensión de los mismos»,
destaca Primitivo Martínez Fernández en «La Inquisición, el lado oscuro de la Iglesia». El
dolor que producía en los huesos era sumamente insufrible y, si las vueltas a aquella
maléfica rueda eran demasiadas, podía provocar el desmembramiento de las
extremidades.
Usualmente, este tormento solía tener dos partes. La primera duraba varias vueltas y
buscaba amedrentar al preso. Posteriormente, se paraba la máquina y se instaba a la
víctima a «hablar». Si no aceptaba, se continuaba hasta que lo hiciese. Con todo, algunos
autores son partidarios de que había un nivel más de interrogatorio. Este duraba
presuntamente varios días y, tras él, el reo solía fallecer. Fuera como fuese, la víctima
podía ser cruelmente estirada hasta 30 centímetros. A su vez, destaca que, si no
obtenían la confesión deseada, también podían recurrir a aplicar otros castigos al sujeto
allí tumbado mientras el potro surtía su efecto (por ejemplo, quemar sus costados con
fuego -siempre considerado purificador-).
El aplasta pulgares

El aplasta pulgares era un instrumento metálico en el que se introducían los dedos de las
manos y los pies. A continuación, mediante un tornillo se le daban varias vueltas hasta
que los apéndices acaban totalmente destrozados. Tenía un origen veneciano y la
mayoría de los textos lo definen como un utensilio sencillo, pero sumamente doloroso .

El tormento del agua

era uno de los más imaginativos. Su utilidad era tal que, en la actualidad, algunas
agencias de inteligencia lo siguen utilizando. Contaba con varias versiones, pero la más
básica consistía en tumbar a la víctima sobre una mesa, atarle las manos y los
pies, taparle las fosas nasales (en la mayoría de los casos) y, finalmente, introducirle
una pieza de metal en la boca para evitar que la cerrase bruscamente. A continuación, y
tal y como señala Muñoz en su obra, se le metían «ocho cuartos de líquido» por el
gaznate. La sensación de ahogamiento era insoportable y, en muchas ocasiones, hacía
que la víctima se quedase inconsciente. «La muerte usualmente ocurría por distensión o
ruptura del estómago»

Con el paso de los años, esta tortura se fue perfeccionando hasta e l punto de lograr una
sensación totalmente horrible en la víctima. Esta se lograba, principalmente,
introduciendo un trapo de lino hasta su garganta y echando agua a través de él. «El agua
se filtraba gota a gota a través del húmedo lienzo, y a medida que se introducía en la
garganta y en las fosas nasales, la víctima, cuya respiración era a cada instante más
difícil, hacía esfuerzos por tragar aquella agua y aspirar un poco de aire. Más a cada uno
de sus esfuerzos que imprimían a su cuerpo, una convulsión dolorosa

La pera vaginal, oral o anal

Como su propio nombre indica, este instrumento de tortura tenía forma de pera
(estrecho en una punta y ancho en la otra) y se introducía en la boca, la vagina o el ano
de la víctima. La oral se aplicaba a «predicadores heréticos y reos de tendencias
antiortodoxas» la vaginal a las mujeres culpables de «relaciones con Satanás o con uno
de sus familiares» y la anal a los «homosexuales pasivos». Una vez en el interior,
comenzaba el suplicio, pues se abría m La pera era forzada dentro de la vagina, ano o
boca.
Una vez dentro de la cavidad, era entonces expandida al máximo girando un tornillo. La
cavidad en cuestión resultaba irremediablemente mutilada, casi siempre ocasionando la
muerte», determina el divulgador histórico Martín Careaga en su obra «La santa
Inquisición». Además del dolor que causaba cuando se abría, en sus paredes exteriores
contaba con unas púas que desgarraban el interior de la boca, la vagina o el ano del
afectado provocando severas hemorragias.
ediante un tornillo generando un dolor inmenso en el preso.
La garrucha

Esta tortura era conocida en la vieja Europa como «estrapada», aunque en España fue
importada como «la garrucha». Su funcionamiento, al igual que el del potro, era
bastante sencillo y no requería de un gran equipamiento técnico, pero no por ello era
menos dolorosa. La tortura consistía, simple y llanamente, en atar las manos del preso
por detrás de su espalda. A continuación, se alzaba a la víctima varios metros del
suelo (tirando de sus muñecas) mediante un sistema de poleas. Una vez en alto, llegaba
el castigo. «Finalmente, se le dejaba caer. La longitud de la cuerda estaba medida para
que no se golpeara con el suelo, pero la sacudida le dejaba descoyuntado»

y, al igual que el potro, contaba con varias partes. En la primera, se suspendía a la


víctima unos seis pies (unos 2 metros) sobre el suelo y se la dejaba caer desde allí. Este
procedimiento, según Muñoz, provocaba desgarramientos en el húmero y dislocaba la
clavícula. Después de esta «primera toma de contacto» con «la garrucha», se
preguntaba al prisionero si quería confesar sus pecados a la Santa Inquisición. Si así lo
hacía, el tormento se daba por finalizada. En caso contrario volvía a empezar, aun que de
una forma un poco más dolorosa.

En esa posición [cuando estaba suspendido] hierros de aproximadamente cuarenta y


cinco kilogramos eran atados a los pies. Los verdugos entonces halaban la cuerda y
soltaban bruscamente a la víctima, sujetándole fuerte antes de que tocase el piso» El
proceso se repetía una y otra vez. Si la víctima aguantaba la tortura y rehusaba confesar,
los torturadores la llevaban a una plataforma donde le quebraban los brazos y las
piernas hasta que moría
La cuna de Judas

era un artilugio que estaba formado por dos elementos. El primero era un sistema de
poleas que permitía alzar a una persona en el aire. El segundo, una pequeña pirámide de
madera cuya punta estaba sumamente afilada. La tortura consistía en levantar a la
víctima en el aire y dejarla caer repetidamente y con fuerza sobre la base del artefacto
para que su ano, vagina o escroto se desgarrasen. El verdugo, además, podía controlar el
dolor que sufría el afectado controlando la altura a la que se ubicaba el prisioner o.

Una curiosa variante de la cuna de Judas se llevaba a cabo utilizando agua y ubicando al
afectado totalmente atado apoyado con varios pesos en los pies sobre la pirámide. «Era
un tratamiento frecuentemente utilizado contra las mujeres acusadas de ser brujas. En el
juicio por agua contra las brujas, se suponía que el agua, siendo un elemento “ inocente y
puro”, haría flotar a la víctima si era inocente, pero si era culpable, entonces se hundiría.
Lo cual evidentemente siempre sucedía, pues nadie podía flotar en esa posición .
La doncella de hierro

Este castigo era uno de los más crueles, aunque se sospecha que no llegó a utilizarse de
forma tan usual como el potro debido a su severidad. Para llevar a cabo la tortura de la
«doncella de hierro» se introducía al preso en un sarcófago con forma humana con dos
puertas. Este artilugio contaba con varios pinchos metálicos en su interior que, cuando
se cerraba el ataúd, se introducían en la carne del reo. Curiosamente, y en contra de lo
que se cree, estas «agujas» gigantescas no acababan con su vida, aunque le causaban un
dolor increíble y hacían que se desangrase poco a poco. Pero eso sí, no le atravesaban
de lado a lado, como se muestra en algunas películas.
A su vez, era algo precario como elemento para lograr que los herejes confesaran, pues
no había forma de aumentar progresivamente el dolor que causaba. «Había pocos
sarcófagos y en realidad estaban pensados para infundir terror. Cualquiera de las
torturas precedentes, aunque de apariencia más modesta, permitía una aplicación de
intensidad variable, según las necesidades, mientras que la doncella no permitía
graduaciones
La sierra

La «sierra» era uno de los castigos más brutales que se podían perpetrar contra un prisionero.
Usualmente estaba reservado a mujeres que, en palabras los inquisidores, hubiesen sido
preñadas por Satanás. Para lograr acabar con el supuesto niño demoníaco que llevaban en su
interior, los responsables de cometer la tortura colgaban a la hechicera boca abajo con el ano
abierto y, mediante una sierra, la cortaban hasta que llegaban al vientre. «Debido a la posición
invertida en que se colgaba a la víctima, el cerebro aseguraba amplia oxigenación y se impedía
la pérdida general de sangre. La víctima, por ello, no perdía la consciencia hasta llegar al
pecho», completa Careaga. Aunque no era una tortura que buscara una confesión, su crudeza
hace que no pueda ser olvidada en esta lista.
La Santa Inquisición en el Perú
El 25 de enero de 1569 el rey Felipe II establece en Lima y México el Tribunal de la Santa
Inquisición, con el objetivo de proteger a la población de las prédicas y prácticas contrarias a la
fe católica.

El encargado de instalarlo en nuestro país fue el virrey Francisco de Toledo en 1570.

El Tribunal utilizaba la tortura como mecanismo para “purificar el alma” y lograr la confesión
del inculpado.

Una vez declarado culpable, la persona recibía un castigo, llamado “auto de fe”, que era
ejecutado en la Plaza de Armas ante el público.

Las penas iban desde azotes hasta ser quemados vivos en la hoguera. Fue abolido en 1820
durante las batallas en pro de la Independencia.

El tribunal de la santa inquisición


Llamado también Tribunal del Santo Oficio, fue establecido en el Perú en 1570 durante el
gobierno del virrey Toledo. Su objetivo fue velar por los intereses de la Iglesia católica,
combatiendo las herejías, la brujería y las religiones ajenas a la fe católica. Los indios estaban
fuera de su jurisdicción.

Estaba integrado por un fiscal, un comisario, y tres inquisidores. Durante sus investigaciones se
aplicaba la tortura como mecanismo de “purificación del alma” para obtener la confesión del
inculpado. Una vez declarado culpable, el tribunal sentenciaba el castigo que debía padecer el
infeliz. La sentencia recibía el nombre de “AUTO DE FE”, sentencia que era ejecutada por el
poder secular en la plaza de Armas de Lima, en presencia de las más conspicuas autoridades
virreinales. Las penas iban desde azotes, hasta ser quemados vivos en la Hoguera inquisitorial.
Durante los 244 años de vigencia, 371 prersonas fueron sentenciadas a diferentes penas, 32 de
las cuales murieron quemadas en la hoguera, aunque hay autores que elevan esta cifra a 59.

Fue un instrumento de coacción contra la libertad de pensamiento, vale decir, un medio


opresivo contra aquellos que no pensaban como el Estado y la Iglesia, convirtiéndose de este
modo, en una de las instituciones más represivas e intolerantes de la colonia. Horroriza el
número de víctimas que en Europa y el Perú pasaron por las manos de la Inquisición.

Esta nefasta institución fue abolida en España en virtud de la aplicación de la Constitución


Liberal de Cádiz en 1812; y en el Perú durante el gobierno del Virrey Abascal, en 1814. El
alborozo desatado en Lima por la supresión de esta deplorable institución fue de tal magnitud,
que el pueblo limeño no dudó en destruir sus instalaciones.

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