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Trabajo Práctico Evaluativo de 1er año

1) Leer la teoría
2) Realizar un resumen del tema
3) Realizar un esquema con las características más importantes del tema qué contenga si sólo hay un
responsable, cómo se puede evitar y/o tratar, etc.
4) Buscar dos noticias periodísticas nacionales que hagan referencia a esta temática: se puede imprimir y
debajo de cada noticia colocar con tus palabras de qué se trata; o copiar sólo el título, link y debajo con tus
palabras explicar de qué se trata.
 ¿qué reflexión tenés acerca del tema?
 ¿Sabías lo que era realmente Bullying?
 ¿Alguna vez fuiste víctima? ¿cómo te sentiste? ¿lo hablaste con un mayor?
5) El Trabajo será defendido oralmente frente al docente

El término bullying en los últimos años se volvió muy popular, lo escuchamos en los medios de comunicación, lo
usamos y leemos en las redes sociales, lo vemos en las películas, lo charlamos entre padres, madres y maestros/as.
Pero, ¿a qué nos referimos realmente cuando hablamos de bullying? ¿A qué  tipo de maltrato se refiere?¿Hay
formas de prevenirlo?
El bullying o también llamado acoso escolar, es un comportamiento prolongado de insulto verbal, rechazo social,
intimidación psicológica y/o agresión física de un/os niño/s o niña/s hacia otro/a, que se convierte en blanco de
humillación y reiteradas agresiones. Esto sucede en un entorno que puede ser virtual (ciberbullying) o físico (el aula,
el patio, el club, la casa).
Para que haya bullying tiene que existir la presencia de espectadores que avalan la agresión con complicidad, bajo
amenaza o miedo de ser el próximo en recibir las agresiones, creándose un pacto de silencio.
El bullying se da entre pares en edad escolar. Una relación que debería ser de igual a igual, comienza a estructurarse
jerárquicamente, determinando una posición de inferioridad y otra de superioridad. 
Además de alguien que lidera el hostigamiento y alguien que es el blanco del acoso, en una situación de bullying es
fundamental la presencia de un público testigo que apruebe el maltrato activa o pasivamente. Para estos
espectadores es más simple dejarse llevar por lo que hace una mayoría, seguir la corriente de las situaciones de
acoso. Pero si alguien se propone intervenir, hablar sobre su desacuerdo, mencionar que está mal hacer sufrir al otro
y asistir a quien es agredido, hay muchas posibilidades de que sea de ayuda para finalizar las prácticas hostigadoras.
Hablamos de bullying cuando el hostigamiento es sostenido, reiterado y siempre dirigido a la misma persona que,
generalmente, comienza a manifestar una seria caída de su autoestima. Los participantes de la situación están
obligados a verse seguido o diariamente, por eso el afectado siente que no hay escapatoria.
 Este tipo de agresiones se dan generalmente lejos de la mirada adulta. Pero la ausencia del adulto no requiere
necesariamente de la falta de presencia física, es necesario mirar más allá de las agresiones directas. Señales que
pueden detectar los padres, madres o personas a cargo en quien es hostigado son: cambios de humor, retraimiento,
llanto inmotivado, irritabilidad, trastornos del sueño (insomnio, pesadillas, quieren dormir más que antes) o incluso
alguna manifestación somática como dolor abdominal, dolor de cabeza, alergias, fiebre o síndrome del domingo a la
tarde (no quieren ir al colegio y se enferman).
Por otro lado manifestaciones que se pueden ver en la escuela son: cambios abruptos en el rendimiento académico,
no querer formar grupos de trabajo, no querer pasar al pizarrón o participar en clase en voz alta, pedir ir al baño
constantemente o faltar a clases, que corporalmente se los vea “achicados” cuando se sientan, como si no
estuvieran. Por eso es importante que no pasen desapercibidos.
No todo lo que duele es bullying. Hay muchas acciones y actitudes que pueden ser difíciles de manejar, pero que no
significan que hay una situación de hostigamiento. Como tener un grupo de mejores amigos, hacer juntadas entre
algunos o algunas, pelearse, enojarse por los resultados de un partido o juego, ponerse apodos entre todos, dañar a
alguien sin querer y pedir disculpas, no querer ser amigo/a de alguien o no aceptarlo en redes sociales, no sentir
afinidad por determinada niña o niño entre otras situaciones cotidianas.
 Con la repercusión del la palabra bullying y al usuarla en situaciones que no tienen una intencionalidad de agredir y
son puntuales, se corre el riesgo de banalizar el término. Esto contribuye a que se naturalice la agresión cuando es
acoso y hostigamiento cueste más identificarlo y sea más difícil comunicarlo para quien realmente lo está sufriendo.
Debemos separar lo que son bromas y chistes, que intentan generar risa o diversión en todos aquellos que
participan, de lo que son burlas que discriminan, ridiculizan y exponen, mostrando el defecto, la comparación o la
falta.
 Cuando cargadas, bromas y burlas comienzan a generar conflicto y sufrimiento, es hora de considerar la situación y
abordar el tema con seriedad. El límite es siempre uno y es muy claro: si alguien sufre, no es gracioso. Esto que el
otro siente es transmitido por los gestos, uno de sufrimiento debería ser suficiente para detener una acción dañina.
Es una cuestión de enseñar a poner la mirada en el otro, desarrollar la empatía y a relacionarse desde el amor.
 Maestros/as, padres y madres deben estar preparados para reconocer que en los vínculos entre chicos y chicas
existe la posibilidad de que haya hostigamientos. Realizar acciones en el aula para desarrollar la empatía, el
conocimiento del otro, el manejo de emociones e impulsos, la comunicación asertiva y la expresión de ideas y
sentimientos, y la escucha son imprescindibles.
Es responsabilidad del que está al frente en el aula generar un grupo en el que se pueda hablar, compartir y sobre
todo que tenga los sentidos abiertos para percibir e intervenir a la primera agresión.
 Desde el rol de los adultos no podemos asegurarnos que ningún niño/a o adolescente no sufra, pero sí está en
nuestras manos facilitar las condiciones para que el aula sea un espacio de respeto y escucha, en donde todos y
todas se sientan igual de valorados e importantes. Debemos generar entornos de confianza.
Para reducir el acoso en los colegios es fundamental lograr una atmósfera general que no acepte el hostigamiento, la
prevención es responsabilidad de toda la comunidad escolar. Todos los que trabajan en la escuela deben estar
formados y capacitados para actuar en caso de detectar signos de acoso. En el caso de padres y madres, nunca
deben desconfiar de lo que sus hijos/as les cuentan, si estos se animan a hablar, necesitan confiar en que los van a
ayudar sin perder la calma.
Por último, desde los pares, es imprescindible que no se callen si están viendo una situación de hostigamiento: el
silencio le da más fuerza al hostigador. Pueden acercarse al compañero/a que sufre de bullying para brindarle su
apoyo, aunque sea con unas simples palabras, para que no se sienta solo/a.

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