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entre otros pontífices, ha recordardo, en más de una ocasión, san Juan Pablo II (cf., por
ejemplo, el nùmero 54 de la Carta Encíclica Centesimus Annus del 1º de mayo de 1991).
2. Respecto de la Doctrina Social como ciencia o, si se prefiere, la Doctrina Social de
la Iglesia y la “cuestión epistemológica”, digamos, solamente, que resulta un desafío
intelectual interesante explicar de qué manera puede predicarse la locución “Doctrina Social
de la Iglesia” tanto del Magisterio eclesial como de los autores que se han ocupado de la
misma.
3. Respecto de la Doctrina Social de la Iglesia en la unidad de la Teología como
ciencia, cabe nuevamente observar, como afirmación a desarrollar, que la perspectiva
formal es la divina sobrenatural.
4. Respecto de la Doctrina Social de la Iglesia como ciencia teórica y práctica, se
abre el gran capítulo de la relación entre contemplación/teoría y la praxis cuya
conducción debe responder a la naturaleza propia del orden social y a los principios de
reflexión, tanto sobrenaturales como naturales.
5. Respecto de la superioridad de la Doctrina Social de la Iglesia como Sacra Doctrina
sobre las otras ciencias que se ocupan de lo social, conviene apuntar que, esta superioridad
se da tanto en la instancia especulativa como práctica. Al fin de cuentas, ella se justifica
por la formalidad específica de la consideración que formula la Sacra Doctrina y su finalidad
salvífica.
6. Respecto de la Doctrina Social de la Iglesia como sabiduría conviene remarcar, y
nunca resultará superfluo hacerlo en días en lo que se seculariza la naturaleza de la misma
doctrina, la mirada sobrenatural y la finalidad anexa vinculada a la historia de la
salvación que es propia de la Sacra Doctrina.
7. Respecto de Dios como fin último de la Doctrina Social de la Iglesia, nos ubicamos
en la misma línea argumentativa en favor de su carácter de Sacra Doctrina. La Doctrina Social
de la Iglesia es instrumento de evangelización en orden a la consecución de la
bienaventuranza eterna.
8. Respecto del carácter argumentativo de la Doctrina Social, debe recordarse -sin
resultar exhaustivos en el desarrollo de este concepto-, que ella reflexiona, como se dijo
arriba, a partir de los principios de orden revelado y natural. En el mismo sentido, el
carácter paradigmático de la obra de santo Tomás de Aquino es un faro seguro que la Iglesia
ha prescripto a lo largo de los siglos sin interrupción.
9. Por último, respecto de la Doctrina Social de la Iglesia y la Sagrada Escritura, debe
decirse que la Palabra divina es el “alma de la teología”, como ha recordado la
Constitución Dogmática Dei Verbum (18 de noviembre de 1965) del Concilio Vaticano II
en el número 24 en el contexto de la Tradición apostólica, de acuerdo al mismo documento
conciliar en los números 8 y 9.
Como puede apreciarse, la aplicación de la noción de Sacra Doctrina de acuerdo a santo
Tomás de Aquino a la Doctrina Social de la Iglesia se trata de un asunto inagotable en que,
si se repiten las nociones, es debido, entre otros motivos, al carácter orgánico del Catolicismo.
Cf. CASTAÑO, S. R., El Estado como realidad permanente, Buenos Aires, La Ley, 2003.
“Dada la existencia de un fin común, llamamos sociedad a aquella realidad práctica
constituida para su consecución. Se la define, pues, como una pluralidad de personas unidas
para conseguir mancomunadamente un fin común” (p. 17). El autor adhiere a la definición
de sociedad proporcionada por Santo Tomás de Aquino: “adunatio hominum ad aliquid
unum communiter agendum/perficiendum” (Contra impugnantes Dei cultum et religionem 2, 2).
EL PRINCIPIO DE FINALIDAD
Santo Tomás de Aquino expone el “develamiento de la estructura íntima de la realidad,
fruto de su detenida observación y estudio. (…). [Santo Tomás] descubre, en el dinamismo
teleológico de todo agente, una pluralidad de fines que lo impulsan a actuar, los cuales se
encuentran organizados y estructurados armoniosa y jerárquicamente entre sí” (Büren, R.
von, p. 114).
“Recurriendo al auxilio de las ricas puntualizaciones que no ofrece el acervo filosófico
perenne, asumimos especialmente una de las divisiones tradicionales sobre el tópico. Es la
que distingue en el plano de la intención del agente: el ‘fin objetivo’ o ‘finis qui’ (nominativo:
qué), el ‘fin formal’ o ‘finis quo’ (ablativo: cómo) y el ‘fin subjetivo’ o ‘finis cui’ (dativo: a quién
o para quién). El fin objetivo, es el fin en sí mismo, el fin por antonomasia que provoca el
despliegue o movimiento del dinamismo teleológico del agente; el fin formal es el camino a
través del cual, el acto, el modo o la manera de consecución o posesión del bien objetivo, y
el fin subjetivo es el recipendario o beneficiario que participa del bien objetivo. Es el sujeto
que carece de una perfección y se beneficia por la operación del agente. Sujeto que puede ser
el propio agente y otro distinto de él” (Büren R. von, p. 114).
“El médico que se esfuerza en sanar al enfermo tiene como fin objetivo la salud de este;
como fin subjetivo, al enfermo mismo; y como fin formal, su restablecimiento” (Millán
Puelles, A., Fundamentos de Filosofía, 14° edición, Madrid, Rialp, p. 528).
Mag. Germán Masserdotti – Una introducción a la Doctrina Social de la Iglesia 4
LO QUE NO ES LA DSI1. La DSI: 1. no es una filosofía social (Büren, Ricardo von, 90);
2. no es una ciencia social (Id., 90-93); 3. no es una utopía (Id., 93-94); 4. no es una ideología
(Id., 94-95); 5. no está encarnada en Latinoamérica por las teologías de la liberación –TL-
(Id., 95-97); 6. no es una estrategia contra el avance del comunismo (Id., 97); 7. no es un
híbrido formado de ideologías diversas (Id., 98); 8. no es un conglomerado de hermosos
consejos morales sin contenidos de obligatoriedad (Id., 99).
1Cf. BÜREN, RICARDO VON (2013), La Doctrina Social de la Iglesia y la pluralidad de sus fines, Tucumán, Editorial
UNSTA, 89-100.