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Retiro Espiritual de sacerdotes, Caripe del Guácharo

(15-19 de noviembre de 2010)


Primera Conferencia /Precisión del método y del estilo de este retiro
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“Hijo, tú siempre estás conmigo,


y todo lo mío es tuyo…”
(Lc. 15, 31)

Retiro Espiritual de sacerdotes, Caripe del Guácharo


(15-19 de noviembre de 2010)

P. Daniel Albarrán
(Facilitador y Director del Retiro)
Título:
“Hijo, tú siempre estás conmigo,
y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)

Retiro Espiritual de sacerdotes de la Diócesis de Barcelona, Caripe del Guácharo


(15-19 de noviembre de 2010)

Autor: P. Daniel Albarrán

Email: dalbarranu@hotmail.com

Página web: daniel-albarran.blogspot.com

Nota:
En el retiro hubo un enriquecimiento del grupo respecto a la interpretación de la
parábola. Una vez terminado el retiro se añadieron algunos elementos nuevos al
análisis, fruto de la rica expereincia de trabajo de equipo y de reflexión.
Primera Conferencia /Precisión del método y del estilo de este retiro
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Primera conferencia

Precisión del método y del estilo de este retiro

Para comenzar nuestros días de retiros, vamos a precisar


el camino que vamos a andar, con la asistencia del Espíritu Santo,
que nos ha de conducir, según se puede parafrasear del evangelio
de San Lucas cuando dice que Jesús fue al desierto después del
bautismo en el Jordan. Dice el evangelista que Jesús “era
conducido por el Espíritu en el desierto” (cfr. Lucas 4, 1-14). Esa
afirmación de Lucas implica la asistencia trinitaria. Va al desierto,
pero conducido.
También nosotros. Vamos al retiro con la certeza de estar
conducidos. Eso nos evitará cualquier posibilidad de sucumbir
ante las penurias que nos vengan en el desierto. Y tomemos como
parecido a desierto, como lugar solitario y lejos de la civilización
y de nuestros mundos cotidianos, el lugar del retiro espiritual de
este año (Caripe del Guácharo). Y como experiencia de
“conducido”, el hecho de no hacer una separación de nuestra
realidad sacerdotal, en comunión con la Iglesia de todos los
tiempos, al cumplir el mandato canónico de realizar retiro
espiritual una vez al año (cfr. Canon 276, # 4). Y ya eso, nos da la
certeza de la sumisión, y la experiencia de cumplir lo que nos
corresponde, en total y absoluta obediencia. Eso nos asegura la
“conducción del espíritu en el desierto”; y más aún, de estar
“lleno de Espíritu Santo”, como en el caso de Jesús (cfr. Lc. 4, 1),
para cumplir el mandato del Padre, en el caso de Jesús, en y con el

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Espíritu; y por el mandato de la Iglesia, en el caso nuestro,


también asistidos por el Espíritu, que es al fin y al cabo obra suya,
que no es otra cosa que la misma de la Iglesia.
Eso por una parte.

El objetivo:

Por la otra, vamos a precisar el objetivo de lo que vamos a


hacer “en el desierto”. San Mateo precisa que “para ser tentado
por el diablo” (Mt. 4,1), en el caso de Jesús. En nuestro caso, no
tanto para semejante reto y compromiso, sino porque es preciso
que según Tradición de la Iglesia, volvamos a tomar conciencia
de que hemos sido llamados y enviados (cfr. todo el capítulo 15
del evangelio de San Juan). Y esto nos precisa el objetivo. Es
decir, para volver a hacer contacto con la misión a la que hemos
estado siempre vinculados. La tentación podría presentarse en el
caso de que se nos olvide que no es nuestra, ni mucho menos, la
misión y tarea, sino que es de otro, de quien es la iniciativa. Y si
por debilidad nuestra hayamos invertido el orden, al colocar como
nuestro lo que no es, y nos hayamos aferrado a esa pretensión;
entonces, podamos recapacitar y comprender que el núcleo de
toda tentación es apartar a Dios para que pase a ser secundario,
o incluso superfluo y molesto, poniendo orden en nuestro mundo
por nosotros solos, sin Dios (cfr. Joseph Ratzinger (Benedicto
XVI), Jesús de Nazaret, Primera parte, desde el Bautismo a la
Transfiguración, Editorial Planeta, Bogotá, 2007, p. 52).

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Primera Conferencia /Precisión del método y del estilo de este retiro
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Ese es el objetivo de nuestro retiro espiritual, por lo menos


en este año. Colocar en orden las cosas, y poner en claro otra vez,
como siempre ha de ser el objetivo de todos los retiros, “y poner
las cosas en su santo lugar”, como se decía cuando de niño se
jugaba en nuestras canciones infantiles, pero por muy ciertas para
nuestra tarea de siempre.

Posible tentación:

El diablo muestra ser un gran conocedor de las Escrituras,


sabe citar el Salmo con exactitud; todo el diálogo de la segunda
tentación aparece formalmente como un debate entre dos expertos
de las Escrituras: el diablo se presenta como teólogo, añade
Joachim Gnilka. El diablo cita el Salmo 91: «Porque a sus
ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te
llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra»
(Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret, pp. 59-60).
Ya tenemos precisado el objetivo.
Ahora vamos a precisar el método.

El método:

1) Aplicaremos el método de la relación; es decir, de un


punto pasaremos al siguiente en la búsqueda y del encuentro, pero
con un objetivo claro, por supuesto (la riqueza de la parábola del
hijo pródigo en relación de sentido unitario de la Revelación).

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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2) Procuraremos partir de cero y en ascendente. Paso a


paso en conexión relacional (dialéctica, de menos a más). Será el
método de encontrar-encontrando (o de aprender-aprendiendo). O
sea, la aplicación de la sorpresa. Aquí haremos uso del recurso
intuitivo de la insinuación de poeta, que vibra y descubre que todo
es un sacramento, porque todo le habla de algo más allá de lo que
se ve a simple vista (cfr. Hermann Hesse, El diario de Badem; El
artista y el bien común, en Carta del santo padre Juan Pablo II a
los artistas, Vaticano, 4 de abril de 1999, Pascua de
Resurrección).
3) Esto requerirá mucha humildad de parte de todos.
Sobre todo, porque se tratará de aplicar el método de la mayéutica
(hacer parir la mente, según Sócrates: “yo sólo sé, que no sé
nada”), para lo que haremos y aplicaremos el método de la
pregunta (cfr. Hans Dieter Bastian, Teología de la pregunta), y
nos soportaremos en la duda metódica (Renato Descartes:
“pienso, luego existo”). Esto nos llevará a aprender y a descubrir
cosas nuevas. Para eso la humildad, porque nos va a exigir el
renunciar a lo que ya sabemos de antemano, para disponernos a la
apertura. Ese va a ser nuestro recorrido.
Proponemos el método y la modalidad judía de oración y
meditación: el dáat (sabiduría (o intuición), entendimiento y
comprensión: jojmá-dáat-biná), hasta con su movimiento
cadencioso con todo el cuerpo (Salm 35, 10: “Todos mis huesos
dirán: “Oh, el eterno, ¿quién como Tú…”). O lo que es lo mismo
de “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt

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Primera Conferencia /Precisión del método y del estilo de este retiro
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6, 4; cfr. Mt. 22, 37; Lc. 10, 27). (haga click aquí para ver la
figuración del dáat, en presentación)

El tema:

“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…”


(Lc. 15, 31), tomado de la parábola del hijo pródigo.
Con toda su aplicación de sentido unitario de la Escritura,
donde Jesucristo, la Revelación del Padre, es el centro, y al que va
todo el Antiguo y el Nuevo Testamentos.
Cada vez que tratamos la parábola del hijo pródigo, no
deja nunca de conmovernos, y cada vez que la escuchamos o la
leemos tiene la capacidad de sugerirnos significados siempre
nuevos (cfr. Ángelus del Papa Benedicto XVI, Plaza de San
Pedro, domingo 14 de marzo de 2010, IV domingo de Cuaresma).

Pasos:

1. Una mirada a la parábola del hijo pródigo (San


Lucas 15, 1-3. 11-32).
2. Estudio comparativo de los personajes de la
parábola.
3. Aplicaciones y enriquecimientos.

Propósito:

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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1) Hacer “Teología Bíblica” (cfr. Optatam totius, 16),


teniendo como única fuente las Sagradas Escrituras,
especialmente el evangelio de San Lucas.
2) Hacer teología; y desde ahí, hacer espiritualidad. Ya
que no se puede hacer auténtica espiritualidad, si antes no se tiene
y se hace una buena teología. De hecho, la espiritualidad
verdadera es pura teología, pero con la especificidad de que tiene
que ser bíblica; es decir, desde la Biblia y con sentido de fe, que
es la base de todo (cfr. Dei Verbum, Presbyterorum ordinis,
Sacrosanctum concilium, etc.; véase la bibliografía).

Metodología:

A través de las ponencias: dos en las mañanas, y una en la


tarde. Y con la ayuda de material audiovisual, además del material
escrito que todos tendrán como apoyo (haga click aquí para ver
toda la presentación en diapositivas).

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Segunda Conferencia /La parábola del hijo pródigo
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Segunda conferencia

La parábola del hijo pródigo

Existen pasajes de los Evangelios que nos sorprenden por


su riqueza, tanto de imágenes, como de lecciones. El pasaje de la
parábola del hijo pródigo es uno de ellos. Además, es en la
parábola del hijo pródigo en donde se manifiesta de manera más
precisa y clara la misericordia, y donde está como en resumen el
mensaje de Jesús. Sin descartar, por supuesto, las
Bienaventuranzas, las otras dos parábolas de mayor peso, en ese
sentido, son la historia del buen samaritano, y el relato del rico
epulón y el pobre Lázaro, según la mentalidad de San Lucas.
Vamos a intentar adentrarnos en la parábola del “hijo
pródigo”.
Dejémonos invadir de todas las sorpresas. Busquemos
todos los recovecos que nos permita la osadía de estar inquietos, y
veamos por qué caminos nos puede llevar.
Lo primero que tenemos que hacer, ciertamente, es
colocar el texto que vamos a estudiar. Dice:

Jesús les dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el
menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me
toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos
días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.


Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un
hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y
tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a
sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el
estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le
daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos
jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo
aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está
mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra
ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de
tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre;
cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y,
echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su
hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no
merezco llamarme hijo tuyo."Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo
en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y
matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba
muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el
baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado
el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se
indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba
persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años
como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi
nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis

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Segunda Conferencia /La parábola del hijo pródigo
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amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus


bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El
padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es
tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba
muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado."»(San Lucas 15, 1-3. 11-32).

Impresiones y notas de la parábola (todas las posibles en


lluvia de ideas).

Justificación de este intento:

“El que consagra su vida a reflexionar sobre la Ley del


Altísimo… busca la sabiduría de todos los antiguos y dedica su
tiempo a estudiar las profecías; conserva los dichos de los
hombres famosos y penetra en las sutilezas de las parábolas;
indaga el sentido oculto de los proverbios y estudia sin cesar
las sentencias enigmáticas. Presta servicio entre los grandes y
se lo ve en la presencia de los jefes; viaja por países
extranjero, porque conoce por experiencia lo bueno y lo malo
de los hombres” (Eclesiástico 39, 1-4; el negrillas es mío).
Eso intentaremos:

“PENETRAR en las sutilezas de las parábolas;


INDAGAR el sentido oculto de los proverbios y
ESTUDIAR sin cesar las sentencias enigmáticas”.

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Además, se trata de oír-no oír, y de ver-no ver, que es el


sentido y el misterio de las parábolas según el mismo Jesús (cfr.
San Lucas 8, 10).

Repetimos lo que se dijo:

Cada vez que tratamos la parábola del hijo pródigo, no


deja nunca de conmovernos, y cada vez que la escuchamos o la
leemos tiene la capacidad de sugerirnos significados siempre
nuevos (cfr. Ángelus del Papa Benedicto XVI, Plaza de San
Pedro, domingo 14 de marzo de 2010, IV domingo de Cuaresma).

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Tercera Conferencia /Personajes de la parábola del hijo pródigo
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Tercera conferencia

Personajes de la parábola del hijo pródigo

Son cuatro los personajes activos en la parábola: el padre


de los dos muchachos, el hijo menor, el hijo mayor; y el mozo, a
quien el hijo mayor le pregunta, cuando regresa del campo y oye
la fiesta.
Hay otros personajes implícitos, por lo menos dos o tres
grupos: los amigos con quienes el hijo menor despilfarró su
herencia, por un lado. Por otro, “con prostitutas” (Lc. 15,30), en
quienes gastó la herencia, según lo dice el hijo mayor. Hay que
sumar también al dueño de los puercos, donde fue a trabajar el
hijo menor. Deberíamos contar también a los puercos, por
supuesto.
Existe otro personaje implícito, y no nombrado para nada,
pero que se supone en la parábola; es la madre de los dos
muchachos, y la esposa del hombre que tenía los dos hijos. Para
nada se le nombra, pero es de suponer que juega un papel, aunque
sea sumiso.

Actitud de cada uno de los personajes de la parábola del hijo


pródigo:

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Cada uno de los personajes, ya sea de manera individual,


ya de manera grupal, tiene un comportamiento en esta parábola.

La actitud del padre:

El padre de los dos hijos, tiene varias actitudes: la primera


es la de ser sumiso y obediente a la voluntad y decisión del hijo
menor. No contradice para nada la iniciativa del hijo menor. Le
respeta su decisión. Por el contrario, accede a su petición, al
repartir de hecho la herencia. También le respeta su decisión de
irse, con herencia y todo.
La otra actitud del padre es activa, ya que, según se
desprende de la parábola, estaba pendiente del regreso de su hijo.
Lo dice el texto: “cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y
se conmovió” (Lc. 15, 20). Lo que podría pensarse que el padre
estaba pendiente todos los días esperando si veía venir al hijo de
regreso. Actitud activa y pasiva al mismo tiempo. Porque al estar
pendiente, lo hacía estar activo y ansioso; pero, pasiva, porque
esperaba que la iniciativa, igualmente, de regresar la tomara el
mismo hijo, que, así, como se fue; así, regrese, pero por iniciativa
suya, en ambos casos. Y aquí, se podría encontrar un opuesto: lo
que quería el padre, por un lado; pero, lo que respetaba, por otro,
independientemente de lo que le hubiese gustado. Bonito ese
detalle de los opuestos, en el padre del hijo menor.
Y esa actitud pasivamente-activa del padre hace que la
parábola sea muy enternecedora, por lo menos, en esa primera
parte. Quiere una cosa, pero respeta. No impone. Deja hacer. Pero

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Tercera Conferencia /Personajes de la parábola del hijo pródigo
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espera que las cosas se den por si solas, sin forzarlas. Pareciera
que su amor de padre así lo hace sufrir y respetar, al mismo
tiempo. Tal vez.
Pero, antes de avanzar en la actitud del padre,
quedémonos un tiempo en esta parte de la parábola. Preguntemos
a la misma Biblia y a la costumbre del pueblo de Israel para
descubrir qué elementos habrían de ser de utilidad para
comprender estos elementos evidentes en la parábola, pero
ocultos de manera inmediata para nuestros ojos, pero subyacente
en la historia del pueblo de Israel, y que se comprende desde esa
visión de su historia.
Así, preguntémonos la edad del hijo menor, y de por qué
le pide a su padre lo que le corresponde de la herencia. ¿Por qué
esa exigencia del hijo; y por qué esa sumisión del padre? ¿Qué le
favorecía al hijo, para actuar así; y que le obligaba al padre para
acceder a la petición del hijo? ¿El padre no podía negarse a la
solicitud del hijo?
En el caso del hijo menor, ¿podría vérsele como un hijo
rebelde, al exigirle al padre la parte de la herencia, primero; y,
después, por el hecho de marcharse? Si se le consideraría un hijo
rebelde, el padre podría apelar a la ley que le permitía hacerse
respetar.

La ley, respecto a un hijo rebelde:

1
Dice e libro de Deuteronomio (21, 18-21) , que:
1
Véase también Proverbios 23, 22.

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Si un hombre tiene un hijo indócil y rebelde, que desobedece a


su padre y a su madre, y no les hace caso cuando ellos lo
reprenden, su padre y su madre lo presentarán ante los
ancianos del lugar, en la puerta de la ciudad, y dirán a los
ancianos: "Este hijo nuestro es indócil y rebelde; no quiere
obedecernos, y es un libertino y un borracho". Entonces todos
los habitantes de su ciudad lo matarán a pedradas. Así harás
desaparecer el mal de entre ustedes, y todo Israel, cuando se
entere, sentirá temor.

¿Sería este el caso, con el hijo menor de la parábola?


¿Sería por eso que el papá prefirió quedarse callado, porque de lo
contrario, tendría que denunciarlo? Y denunciarlo, significaría la
muerte de su hijo, según la ley. Tal vez, era mejor para el padre
que se fuera.
Por lo que se desprende de la parábola, el hijo menor
entraba en la clasificación de los denunciables, porque dice que
2
“derrochó su fortuna viviendo perdidamente ” (Lc. 15, 13), según
la parábola; es decir, que era “un libertino y un borracho”, según
lo que determinaba el libro de Deuteronomio.
Por otro lado, el hijo podría haber salido indócil y rebelde
(cfr. Deuteronomio 21, 18), como consecuencia de no haber
aplicado las máximas en la educación, ya que según el libro del
Eclesiástico (30, 7-13):

2
Depende del año de la edición de la Biblia de Jerusalén, de la que estamos tomando el texto
de la parábola, ya que según la edición del año 1975 dice que “malgastó su hacienda viviendo
como un libertino”.

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Tercera Conferencia /Personajes de la parábola del hijo pródigo
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El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le


conmoverán sus entrañas. Caballo no domado, sale indócil,
hijo consentido, sale libertino. Halaga a tu hijo, y te dará
sorpresas; juega con él, y te traerá pesares. No rías con él,
para no llorar y acabar rechinando de dientes. No le des
libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores.
Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando
es niño, no sea que, volviéndose indócil, te desobedezca, y
sufras por él amargura de alma. Enseña a tu hijo y trabaja en
él, para que no tropieces por su desvergüenza.

Este elemento implícito en la parábola es realmente


interesante. Sobre todo, por el silencio y la sumisión del padre,
respecto a la solicitud del hijo. ¿No sería, más bien, un reproche
para el padre, la actitud rebelde del hijo? ¿No estaría recogiendo
la cosecha de la crianza de su hijo; y la rebeldía del hijo, no sería
una evidencia de la mala crianza del padre? Esto es novedoso, por
lo menos pareciera darnos un elemento para ilustrarnos mejor
todo el contenido y su gran implicación de la parábola en
cuestión.
Si es así, entonces, la actitud del padre era doblemente
activa, y de pasiva no tiene nada. Podría verse como pasiva
porque se somete a la petición del hijo; pero, podría verse como
terriblemente activa, al tener que ceder inevitablemente a la
voluntad del hijo, porque si no, el resultado final tendría que ser la
muerte del hijo. Pero, si estaba mal criado, no era por falta de
amor. Ahí podría estar el lado débil del papá, que se confirma en

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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el hecho de que deja que su hijo se vaya. Porque prefiere verlo


irse, que verlo muerto. ¡Maravilloso! ¡Sorprendente! Prevalece el
amor de padre, por sobre todo, podría decirse. Pero pareciera que
el padre tiene una cierta debilidad, no tanto de amor, sino de
flaqueza moral hacia el hijo, al que podría verse como mal-criado;
y eso incumbe una responsabilidad.
Entonces, era preferible que el hijo se fuera. Era mejor
verlo partir. Eso explica la actitud aparentemente pasiva del
padre, por un lado; y, por otro, la salida del hijo. Eso también
explica el silencio del hermano mayor. Porque podría ser un
reconocimiento implícito del comportamiento del hermano
menor, que a todas estas, podría ser, como dice el libro de
Deuteronomio, una desvergüenza para el padre.

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Cuarta Conferencia /El hijo menor
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Cuarta conferencia

El hijo menor

La actitud del hijo es siempre la misma. Es decidido en lo


que hace. Quiere la herencia que le corresponde y habla sobre
ella, porque es su derecho. Además, pide adelanto de lo que le
toca para irse de la casa.
Esto nos lleva a descubrir algunas características de su
personalidad.

Muchacho decidido:

Llama la atención el carácter decidido del hijo menor. Tal


vez, tendría mucho de rebeldía. El solo hecho de pedir la herencia
y de marcharse indican, sin duda, que quería ser independiente.
Aquí surgen muchas preguntas y cuestionamientos: ¿Dónde
estaba lo malo en quererse independizar de la familia? ¿No podría
verse esa manera del muchacho menor, como un comportamiento
de madurez, a pesar de todo? En este punto de las preguntas,
podría relacionarse el deseo de ser independiente del hijo menor,
con la experiencia del éxodo. Si es así, ¿entonces, dónde estaba lo
malo, si, más bien, se trataba de seguir un patrón de conducta

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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vivida y experimentada por todo el pueblo, como el hecho de


salir?
Se descubren de inmediato los opuestos, en esta parte de
la parábola, por parte del hijo menor: quedarse-salir; obediencia-
desobediencia; sumisión-independencia. Y si se aplica lo de la
experiencia del éxodo, entonces estaría el siguiente opuesto:
esclavitud-liberación, que es la clave misma del éxodo. En su
caso, ¿se trataría de una liberación, cosa que implicaba una salida
de la casa del padre? ¿No sería eso mismo la experiencia del
jardín del Edén, incluyendo la expulsión, como realidad necesaria,
por eso el éxodo, como experiencia de liberación y de
independencia? Ya existen otros opuestos, desde un comienzo de
la misma parábola: hijo menor-hijo mayor; padre-hijo; anciano-
muchacho; pedir (en el caso del hijo menor)-no pedir (en el caso
del hijo mayor).
En el caso de encontrar parentesco con la experiencia del
Jardín del Edén, estaría aplicándose la libertad. Pero con una
diferencia en la parábola, y es que el hijo menor no fue expulsado,
sino que fue de su iniciativa el partir.

No quería estar sometido:

No solamente se trataría de la libertad, en este caso como


consecuencia de la rebeldía. Algo más estaría pasando en la casa.
¿Por qué tendría que irse, si todo, en un supuesto afirmativo, todo
estaba bien? ¿No se dice, acaso, que un extremo genera el otro
extremo?

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Cuarta Conferencia /El hijo menor
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Algo no debería andar bien en la casa. El ser el hijo


menor, en algo le traía problemas. Tal vez, la eterna y constante
comparación con el hijo mayor, que era el modelo a seguir. Tal
vez, esa comparación lo tendría al borde, y se vería obligado
consigo mismo a no soportar más y a liberarse. ¿No habrá ahí, un
paralelismo y parecido con la historia y cuento teológico de Caín
y Abel, en donde Abel era el modelo; además, Yahvé, no prefería
las ofrendas y sacrificios de Abel, a pesar de que Caín era el
mayor? (cfr. Gn. 4, 4-8).
Algo le estaría molestando al hijo menor. Porque si estaba
bien en la casa, ¿por qué esa rebeldía? ¿O, es que el hecho de salir
y de separarse de la casa del Padre, es ya un hecho natural de
independencia en el ser humano, aun teológico, querido por Dios,
como en el caso del Adán y Eva en el Jardín del Edén? Entonces
tienen razón los judíos de los últimos tiempos al considerar que a
Dios hay que superarlo, y además eso le gusta a Dios (cfr. Freud,
con la idea del complejo de Edipo; Erich Fromm, en su libro El
humanismo judío; y Federico Nietzsche con su libro Así habló
Zaratustra, entre otros).

Sabía lo que quería y por eso pidió su herencia:

Por otro lado, están los siguientes planteamientos: en el


caso de que sea viable el relacionar esa salida del muchacho con
la experiencia del éxodo, sería posible y exacta la relación
diferencial, como es lógico, siempre y cuando el muchacho
hubiese invertido lo que le había dado el padre como herencia,

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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para surgir, y ser totalmente independiente; pero no fue así. Ya


que lo gastó todo y “derrochó su fortuna viviendo perdidamente”
(o, “viviendo como un libertino”, (cfr. Lc. 15,13), como dice la
parábola. No invirtió materialmente hablando. No se niega, que a
nivel de experiencia personal, con toda seguridad, habría de ser
una experiencia grandísima. Por lo menos, pudo comparar y
comprender la diferencia de vida, de la de antes, a la de ahora
como extranjero y empleado ajeno. Bien dicen que solemos
llamar “experiencia” no a otra cosa que a nuestros propios errores
(cfr. En uno de los capítulos de la serie de los Simpsons).

Rebelde:

Por los elementos de la propia parábola, sin duda, que el


hijo menor, era mala conducta. Por un lado, se atreve a contrariar
a su padre; por otro, se va de la casa; después, derrochó todo.
Aquí hay que anotar que “pródigo” significa una persona que es
generosa y dadivosa, que es disipador, gastador, que desperdicia
su hacienda en gastos inútiles (es fácil ser pródigo con la fortuna
ajena), que gasta sin moderación. Así, por lo menos, aparece
3
definido en la Enciclopedia Espasa-Calpe . Joachim Jeremías
(biblista) y otros autores llaman a esta parábola la “parábola del

3
En todo el Antiguo Testamento aparecen solo tres veces la palabra “pródigo” (2 Sam. 23, 20
y 1 Cron. 11, 22, referidos a Benaías, pródigo en fuerza y en heroísmo). La tercera aparece en
Eclsiástico 16, 11, referido a Dios, pródigo en ira. Y en el Evangelio de San Lucas, en el
capítulo 15, cuando habla de la parábola, el titulado aparece como “el hijo perdido y el hijo
fiel”, y el subitulado dice “el hijo pródigo” (véase Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer,
Bilbao, 1975).

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Cuarta Conferencia /El hijo menor
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padre bueno”; Pierre Grelot y Joseph Ratzinger (Papa Benedicto


XVI), proponen que a esta parábola se le llame la “parábola de
los dos hermanos” (cfr. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús
de Nazaret, p. 243).

Dadivoso (pródigo):

Aquí es donde aparece el otro grupo de los personajes de


la parábola. Es el grupo de los amigos con quienes gastó su
fortuna el hijo menor, incluyendo las “malas mujeres” (o,
prostitutas, según la edición de 1975 de la Biblia de Jerusalén),
como dijera el hijo mayor. Es con este grupo que el hijo menor se
ha mostrado pródigo; es decir, generoso, dadivoso, gastando lo
que era suyo porque era la parte de la herencia, pero que no le
había costado, sino al padre.

Echado pa’lante (decidido):

Finalmente, termina cuidando cerdos, cosa abominable


para un judío, contrariando aún más el orgullo de la familia y del
padre. El hijo al trabajar en tierra extranjera y criando cerdos,
completa su rebeldía en contra de la familia. Contraría así a la
familia haciendo todo lo contrario del orgullo de su comunidad,
aun los preceptos religiosos, que era, entre otras cosas, criar
cochinos, animal que no comía. Trabajaba en lo que era
abominable para un judío. Esto aumenta y completa la total
rebeldía del muchacho hacia su familia y su padre.

24
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

Pero es de notar que el muchacho no se cruza de brazos.


Busca trabajo y trabaja, aun cuando sea en contra de lo que
aprendió en su familia, que era criar cerdos.

25
Quinta Conferencia /Más sobre el hijo menor
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Quinta conferencia

Práctico y leal consigo mismo:

Es sobre este punto que el muchacho menor recapacita.


Punto crucial en su orgullo y dignidad (cfr. Dives in misericordia,
5e-f). Comienza a sentir la añoranza de la casa del padre.
Ciertamente, es por causa del hambre. Pero es el hambre lo que le
hace recapacitar sobre sus principios y que por conveniencia, le
hacen pensar en sus orígenes. Y podría decirse que se pudo haber
aplicado la norma de Deuteronomio 23, 18-19, al recordar tal vez,
que le decía que: “No llevarás a la casa de Yahvé tu Dios don de
prostituta ni salario de perro, sea cual fuere el voto que hayas
hecho: porque ambos son abominación para Yahvé tu Dios ”. En
ese momento estaría comenzando en el muchacho el auto-
encuentro. El volverse sobre sí mismo.

Calculador:

Comienza, entonces, a planificar su regreso.


Se podría estar aplicando a sí mismo el cruel
descubrimiento de la verdad expresada en la experiencia sabia de
sus mayores y contenida en la catequesis familiar de lo aprendido,
4
por ejemplo en el libro de Eclesiástico 9,6 , o el libro de los
Proverbios 29, 3, donde se aconsejaba, que “el que ama la

4
“A prostitutas no te entregues, para no perder tu herencia”

26
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

sabiduría, da alegría a su padre, el que anda con prostitutas,


disipa su fortuna”.
Tal vez, en esa experiencia del hambre y de necesidad,
vuelve el recuerdo de sus orígenes: de la familia, del templo, de su
religión, del hogar, de las tradiciones. Ronda la idea y la decisión
del retorno.

Su experiencia de ser hijo:

Un elemento tenía el muchacho a su favor.


Ese elemento era la certeza del cariño que le tenía el
padre. Quizás, por e so era que actuaba como estaba actuando
desde un principio. Sabía que el padre tenía su debilidad frente a
él: lo amaba, lo quería. Y, quizás, este sería el punto débil del
padre; y, a la vez, el punto fuerte del hijo. Se valía de esa realidad.
Estaba seguro. Se podría decir que el hijo menor, tal vez, por ser
el menor, era el consentido. Y podría decirse, muy a la ligera, por
supuesto, que manipularía al papá. El caso es que el muchacho se
dice a sí mismo lo que le va a decir al papá cuando regrese:
“Padre…”, con la consiguiente parte del discursito que iba a decir
para terminar de ablandar el corazón del viejo: “he pecado contra
el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Diplomático y buen político:

El muchacho menor, el pródigo, la pensaba muy bien.


Todo lo calculaba. Nada lo dejaba al azar. Se las sabía todas,

27
Quinta Conferencia /Más sobre el hijo menor
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como se dice. Volvía a aparecer su astucia. Le diré “Padre”, dice


el texto que se dijo que iba a decir. Y enseguida la segunda parte
del chantaje “ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Con la primera
confesión y reconocimiento lo ablandaría. Y con la segunda parte,
lo chantajearía. El viejo no aguantaría tantas emociones juntas, en
un mismo momento. Y remataría, por si la segunda no hiciera el
efecto esperado, con la tercera, que sería infalible: “trátame como
a uno de tus jornaleros”. Con todos estos tres pases y elementos,
el muchacho volvería a ponerse al viejo en la palma de la mano,
en caso de que hubiese algún distanciamiento. Pero, estaba seguro
que todo le era favorable. Por eso piensa en el regreso y lo
planifica todo.

Experiencia de exitoso:

Todo parece indicar que así era. Por eso el muchacho pide
la parte de la herencia. Sabía que se la iban a dar. Tal vez, estaba
muy seguro de que el padre no iba a ser capaz de aplicar lo que
mandaba la norma del libro de Deuteronomio, de denunciarlo.
Quizás, por eso mismo, el muchacho tomó la determinación,
igualmente, de regresarse a la casa. Porque sabía que su padre lo
iba a recibir. El muchacho menor, tal vez, sabía esa verdad. Por
eso actuaba como actuaba, en ambos casos: en la de irse, y en la
de regresarse. Podría pensarse también, por otra parte, de las
muchas partes que ya tiene en nuestro análisis, en que la salida y
la partida del muchacho no fue de mala manera; si no, ¿cómo se
explicaría que él pensase mínimamente en regresar y en esperar

28
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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que lo recibieran? Esta sería una carta bajo la manga que el


muchacho tenía. Y se iba a valer de eso para entrar por lo bajito a
la casa del padre, con el pretexto de que lo recibiera como un
empleado más. Inteligente, sin duda. Por ahí iría poco a poco
ganándose a los que trabajarían en la casa, y con posible
seguridad, volvería a ganarse al padre… Y ya en esta expresión
hay otro opuesto, ya no en la parábola, sino en nuestra manera de
presentar lo que se está presentando… posible-seguridad; como
diciendo tal vez-pero seguro…

La realidad… la circunstancia: el hambre:

Queda como en tela de juicio el verdadero arrepentimiento


del muchacho. Porque lo que determina la decisión de regresarse
a la casa, es el hecho de que está pasando hambre. Así lo dice la
parábola: “Le entraban ganas de llenarse el estómago de las
algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi
padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de
hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”. El
arrepentimiento es consecuencia del hambre. Se podría decir, que
es más conveniencia y necesidad que dolor de conciencia, que es
una de las claves del arrepentimiento.

29
Sexta Conferencia /La experiencia del Éxodo
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Sexta Conferencia

La experiencia del Éxodo


(Antropología teológica)

A este punto de nuestro camino, llegamos a una relación


interesante. Porque tenemos que relacionar el hambre que tenía el
muchacho de la parábola, con el hambre del pueblo de Israel,
cuando lo del éxodo (Ex. 16, 2-4). Y no solamente con el caso de
la protesta del pueblo en contra de Moisés, sino también con la
experiencia del árbol del bien y del mal, del que comieron Adán y
Eva. Entonces, las preguntas que nos hacíamos anteriormente, al
respecto, cobran sentido y razón. Porque se ve la relación que
existe, de hecho, entre la parábola del hijo pródigo con el Éxodo,
y la experiencia del árbol prohibido.
Esto es una gran sorpresa.
En el caso del éxodo, los israelitas protestan contra
Moisés. Dice el libro del Éxodo, que, “toda la comunidad de los
israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el
desierto. Los israelitas les decían: «¡Ojalá hubiéramos muerto a
manos de Yahvé en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos
junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta

30
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

hartarnos! Vosotros nos habéis traído a este desierto para matar


de hambre a toda esta asamblea.» (Ex. 16, 2-4).
Parece sarcástico e irónico que hayamos descubierto que
lo que origina las ganas de regresar del hijo menor de la parábola
del hijo pródigo, sea el hambre. No pareciera que fuera un dolor
de corazón, o un cargo de conciencia respecto a la ofensa
realizada al padre; sino que, más bien, fuera el dolor producido
por el hambre. Lo de la ofensa al padre, pareciera que es la excusa
y el pretexto justificado para fundamentar el regreso, porque,
como dice el texto, fue, primero y principalmente el hambre. Ya
que si del muchacho dependiera, a él “le entraban ganas de
llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y
nadie le daba de comer”. La cosa estaba bien fea para el
muchacho. Viene, entonces, la comparación. Y todo respecto a la
comida. No de otra cosa. Así lo dice el texto: “Recapacitando
entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre”.
En la casa de su padre hay comida de sobra. Estaba
pasando hambre. No es justo. Mejor se regresa. Y se regresa. Y se
encuentra una conexión con la experiencia del Éxodo,
definitivamente.
Ahora bien: ¿dónde está lo malo que así sea; es decir, que
sea el hambre lo que origina y conlleva la toma de decisión de
regresar? Si se está cómodo y bien, no hay necesidad. Mientras
que si se carece, se siente la pobreza, la necesidad y la urgencia.
Sobre todo, que se lleva a comparar que antes se estaba mejor. Y,

31
Sexta Conferencia /La experiencia del Éxodo
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¿por qué no regresar? Mas, si se sabe que el cariño es seguro por


parte del padre.
Todo se daba para poder regresar. Se estaba pasando
trabajo y hambre. Antes estaba mejor. Ahora no se está mejor.
No lo corrieron de la casa. Se fue porque quiso, por
iniciativa propia. El padre no lo botó. Además, es el hijo menor.
Con toda seguridad el consentido. No hay otra que regresar. Y
también la excusa se prestaba para que el regreso fuese un éxito:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Todo a favor del regreso. No había que esperar. Lo dice la
parábola: “Se puso en camino adonde estaba su padre”.
Una de las características de su personalidad, es que es
decidido. Otra, es que sabe lo que quiere. Al principio quería la
herencia para irse a gastarla. Ahora, quiere es tener el estómago
lleno y no pasar hambre.
¿Estas dos características del hijo pródigo, no estarán
relacionadas con la experiencia de algunas de las curaciones por
parte de Jesús, que nos cuenta el evangelista San Mateo (20, 29-
34), en donde Jesús pregunta a los ciegos de Jericó: “¿Qué
queréis que os haga?… Dícenle: Señor, que se abran nuestros
ojos”?
Saber lo que se quiere es muy importante. El hijo menor
estaba muy claro en lo que quería.

32
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Séptima conferencia

El regreso

Lo demás se da por sí sólo: “cuando todavía estaba lejos,


su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al
cuello y se puso a besarlo”.
Por lo visto, las cosas salieron mejor de lo que se
esperaba. Fiesta y todo por el regreso.
Un último detalle del regreso a la casa, es que el
muchacho no hizo completa la confesión de “arrepentimiento” al
papá, al regreso. La parábola dice que el muchacho cuando
recapacitó y se dio cuenta de la diferencia suya con la de los
empleados de su casa, y que era el hambre, porque esa fue la
comparación… el muchacho se hizo esta reflexión para decírsela
al papa: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no
merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus
jornaleros”.
Se dan tres elementos interesantes en esa reconsideración
de la idea del regreso. Por un lado, había un reconocimiento de
haberse equivocado: “Padre, he pecado contra el cielo y contra
ti”.
Por otra parte, él mismo se imponía una condición, o una
especie de castigo: “ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

33
Séptima Conferencia /El regreso
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Y por último, pone distancia, o quiere ponerla, en el


momento en que se preparó el discurso: “trátame como a uno de
tus jornaleros”.
Pero cuando el papá sale, y le da el abrazo y los besos,
como que se dio cuenta, que era mejor omitir esa otra parte del
discurso que se había preparado.
Esa condición de distancia estaba de más, y no hacía falta.
Y, entonces, lo único que le dijo al papa, fue: “Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Lo
de ir a ocupar el puesto como un empleado o jornalero, en ese
momento, ya no le era atractivo. Volvía a estar seguro de su punto
fuerte, y que, a su vez, era el punto débil del papá: estaba seguro
de que lo amaba. Y hasta se podría decir que volvía a
aprovecharse.
Todo le salía bien al hijo menor. Sin duda.
¿En cuanto a lo del reconocimiento del hijo de haberse
equivocado en “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”, no
habrá implícitamente una relación con el dato teológico de Adán y
Eva, en el libro del Génesis, en donde Adán no reconoce nada,
sino que, por el contrario le echa la culpa a Eva, y Eva, a su vez, a
la serpiente… y en donde, en definitiva la culpa es de Dios, que
creó todo?
Sin duda que hay alguna relación y referencia a esos datos
teológicos, pues no debemos olvidar que toda la Biblia hay que
leerla en sentido de Escritura; es decir, en un sentido global y de
unidad (cfr. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret,
pp. 15, 243-252; Juan Pablo II, Discurso de su santidad el papa

34
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Juan Pablo II sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia,


Roma, 23 de abril de 1993. Acta Apostolicae Sedis LXXI, Roma,
1979; Pontificia Comisión Bíblica, La Interpretación de la Biblia
en la Iglesia, Roma, 15 de abril de 1993).
El hijo menor asume su error, y lo reconoce. Adán y Eva
lo evaden y echan culpas a otros (cfr. San Agustín, La ciudad de
Dios; también el libro La culpa es de la vaca).
Estos datos son, realmente, interesantes. Muy distinto
hubiera sido si el hijo menor comienza a defenderse. Pero en los
rasgos de su personalidad no cabe esa característica, pues dijimos
que el muchacho era echao pa’lante y decidido.
Otro detalle útil de resaltar es, que el padre no le dice nada
al muchacho, ni en reproche, ni en recibimiento. Por supuesto,
que el abrazo y los besos lo dicen todo. Pero, en todo caso, solo
hay ese detalle como gesto, y no como palabra; a diferencia con el
hijo mayor. Y aquí podría estar un elemento subyacente en toda la
parábola.

35
Octava Conferencia /La edad del hijo menor
________________________________________________________________

Octava conferencia

La edad del hijo menor

Nos preguntábamos sobre la edad del hijo menor, llamado


popularmente el hijo pródigo. Esto podría ser de mucha
importancia. ¿Sería menor de edad? ¿A qué edad se sería mayor?

¿A qué edad se fue?:

A los trece años, el varón. Y la mujer, a los doce años. Y


son responsables de sus actos y decisiones.
A los veinte años era apto para ir a la guerra, como de
pagar los impuestos o la contribución para el templo, y contado
entre los levitas o sacerdotes (cfr. 2 Crónicas 3, 17; 25:5;
Números 1,3; 26, 2).
¿En cuanto a los doce años del Niño Jesús cuando se
perdió en el Templo, habrá alguna referencia a que todavía no
tenía los trece, y por eso el evangelista San Lucas 2, 51 dice que
“bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos”? ¿Habrá
alguna referencia implícita en que todavía no era adulto, en caso
del Niño Jesús; y habrá alguna diferencia con el hijo menor de la
parábola del hijo pródigo, que ya tendría los trece, y que el padre
no pudo someter, como en el caso del niño en el templo? El caso

36
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

es que los dos relatos los cuenta el mismo evangelista, siendo de


su exclusividad. Aunque pareciera que la referencia a doce años,
en el caso del Evangelista San Lucas, sea, por el contrario, a una
referencia de nuevo poderío e imperio (cfr. las siguientes citas 1
Crónicas 12, 39-41; 1 Samuel 30, 7-12; Éxodo 10, 20-24; Éxodo
5, 1-5; Génesis 14, 1-6; 40, 1-13; 42, 1-17; Primer libro de los
Macabeos 1, 7; Nehemías 5, 14; 2 Reyes 21, 1; 2 Reyes 3, 1; 1
Reyes 16, 23; Génesis 14, 1-6).

¿Cuánto tiempo le duraría la fortuna?:

Otro detalle sería preguntarnos sobre la fortuna misma y


su grosor. ¿Cuánta sería la parte de la herencia que le
correspondió y se llevó; y qué tan grande sería ese dinero, y en
cuánto tiempo lo gastaría todo? ¿Cuánto tiempo de farra y de vida
“libertina” (cfr. Lc. 15,13) pudo vivir?

¿Qué edad tendría cuando se regresó?:

Con toda seguridad ya no tenía la misma edad de cuando


salió de la casa de su padre. Calculemos un año más, por medida
pequeña. Y si se fue a los trece, ya tendría 14 años cuando
regresó. Si es así, entonces, 14 es múltiplo de 7. Y 7 es un número
de mucha importancia para la cultura judía.
Así, por ejemplo, tenemos que en 7 días Dios creó el
mundo. El día séptimo descansó de todo cuanto había hecho, y
vio que todo estaba bien (cfr. Gn. 2, 1-3). El día séptimo era el día

37
Octava Conferencia /La edad del hijo menor
________________________________________________________________

de precepto y descanso según la Ley. El año séptimo se tenía que


dejar descansar la tierra, por un año. Al séptimo año un judío
estaba en la obligación de perdonar la deuda a su vecino judío
(aunque después el maestro de la Ley, Hilel, presentó la
posibilidad de no perdonar la deuda, sino de no cobrar intereses
por ese año, y al año siguiente volver a contraer la deuda habida;
(cfr. Armand Puig, Jesús, una biografía).

¿Cuánto tiempo duraría trabajando?:

Otro detalle es el tiempo que duraría trabajando en la


crianza de los cochinos. ¿En cuánto tiempo gastaría su fortuna; y
cuánto tiempo tardaría en buscar trabajo; y cuánto tiempo duraría
trabajando?
Entonces, el dato del tiempo, y el dato de la edad del
muchacho, parece un tema subyacente pero de mucha
importancia. Esto nos lleva a preguntar algunas cosas elementales,
además de las que ya se han apuntado. Así es válido cuestionar
sobre a qué edad se toma conciencia de sus propios actos; y a qué
edad tomó conciencia el hijo menor; sobre todo, a qué edad
relacionó su experiencia actual con la anterior, en donde, por lo
menos comía bueno y barato…
Por otro lado, tendríamos que preguntarnos la edad del
padre, y las condiciones físicas del viejo.
Pareciera que esa referencia del tiempo es importante.
¿Habrá alguna relación con el tiempo-destiempo del libro del

38
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

5
Eclesiastés ; es decir en lo de hay tiempo para sembrar, tiempo
para recoger; tiempo para tirar piedras, tiempo para recogerlas;
etc.?

5
Ya, en ese solo extracto del libro del Génesis hay varios opuestos: cielos-tierra; luz-
oscuridad; día-noche.
Si seguimos, sólo con el libro del Génesis, seguimos encontrando los opuestos: Tierra-mares
(seco-agua, Gn. 1,10); Adán-Eva; macho-hembra (cfr. Gn. 1,27); árbol de la ciencia del bien y
del mal (Gn. 2,9); Edén-desierto; Abel-Caín... En los mismos Evangelios: luz-tinieblas (cfr.
prólogo de San Juan), verdad-mentira, verdad-engaño (Jn. 1,47; 8, 44...), subir-bajar (Jn. 1,51),
carne-espíritu (Jn. 3,6, y otros muchos), Padre-Hijo (cfr. todos los Evangelios), siervo-amo;
asalariado-dueño; nacimiento-muerte; luz (vida)-tiniebla (muerte); vida-muerte; viejo-nuevo;
señor-esclavo, oír-guardar, ver-no ver, oír-no oír, entender-no entender, vid-sarmiento, siervo-
amigo, poblado-desierto, uno-legión, judío-pagano, cruz-vida, cruz-resurrección. Y, así, en
toda la Biblia. Para no seguir detallando los opuestos, citemos el libro del Eclesiastés, en donde
hay un gran resumen de los opuestos, con el famoso de tiempo-tiempo (tiempo-destiempo), y,
así, queda todo aclarado: Eclesiastés 3 (sin obviar todo el capítulo 2 del mismo libro del
Eclesiastés, por supuesto).

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Novena Conferencia /El hijo mayor
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Novena conferencia

El hijo mayor

Ahora veamos al hijo mayor.


Este muchacho pareciera tener todas las de perder,
inicialmente. Las cosas parecen no favorecerle. Y todo porque es
el hijo mayor, entre otras cosas, y por la actitud que asumió
cuando regreso el hermano menor.
Por lo general, se toma partido desde un comienzo. Se
engrandece el amor del padre y su preferencia desmedida por el
hijo menor. Desde nuestro análisis, no se deja uno de sorprender
al ver lo inteligente, astuto y decidido que era el hijo menor.
Sorprendentemente calculador. Y todo le salía de maravilla. Ser el
hijo menor tenía sus ventajas. Y más en aquella familia, por lo
visto.
No sucedía lo mismo con el hijo mayor. Sobre todo,
cuando se trata del regreso del “pequeño de la casa”. El no haber
querido entrar, de buenas a primeras a la casa, tras la música y la
fiesta, le crean una mala impresión. Le crean mala fama. Casi
siempre se piensa que era un egoísta.
Al igual que se hizo con el hijo menor, al buscar algunas
características de su personalidad, hagamos igual con el hermano
mayor.

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Pero, veamos qué hay de sorprendente y novedoso en el


comportamiento del hijo mayor. Y ver, si tenía o no razón para
asumir la posición que tomó cuando lo del regreso del hermano.

Es el primogénito:

Comencemos del comienzo.


¿Qué ventajas tenía ser el primogénito en una familia
judía? ¿Qué obligaciones, deberes y derechos tenía ser el hijo
mayor?
Para empezar, es que tenía que ser el modelo de la familia.
Tenía que ser el ejemplo a seguir. Tremenda responsabilidad.
En cuanto a los derechos, el primogénito tenía derecho a
la herencia, aun cuando fuera hijo de una mujer que no amara.
Pero si fuera el primogénito, por el solo hecho de serlo, ya le
correspondía detentar el derecho de la progenitura, según el libro
de Deuteronomio 21, 15-17. Decía la norma:

Si un hombre que tiene dos mujeres, ama a una y a la otra no, y


las dos le dan hijos, pero el primogénito es hijo de la mujer que
no ama, cuando reparta la herencia entre sus hijos, no podrá
considerar como primogénito al hijo de la mujer que ama, en
perjuicio del verdadero primogénito. Él deberá reconocer
como primogénito al hijo de la mujer que no ama, dándole dos
partes de todo lo que posee, porque este hijo es el primer fruto
de su vigor, y por eso le corresponde el derecho de
primogenitura.

41
Novena Conferencia /El hijo mayor
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Hijo de madre desconocida, tal vez esclava:

Eso, en caso de que el hijo mayor de la parábola del hijo


pródigo haya sido hijo de una mujer no amada. Porque ese detalle
no lo especifica la parábola. Era simplemente el hijo mayor. Aquí
cabría inmediatamente una pregunta: ¿sería esa realidad la que no
le daba seguridad al hijo mayor, en relación al padre; y, en
cambio, si la pudiese haber tenido el hijo menor, como en el caso
de Abraham-Sara y Agar-Ismael? (cfr. Gn. 16). ¿No tendría ya el
hijo mayor una desventaja respecto al hermano menor, que era
evidente, que gozaba de la predilección del papá?

Persona pasiva, tal vez persona modelo de hijo:

No se puede negar que hay en el hermano mayor una


cierta pasividad, desde un comienzo. Sólo se le ve activo al final,
aparentemente según la parábola. Tal vez, cuando sus beneficios y
sus conveniencias se ven perjudicadas. Tal vez. Y es aquí cuando
se descubre una natural rivalidad, que podría estar plasmada en la
experiencia bíblica de Caín y Abel. Porque hasta en ese relato es
clara la preferencia por uno de los dos por parte de Dios. Y vuelve
a repetirse en la parábola del hijo pródigo la preferencia por el
hijo menor, como en el caso de Caín y Abel, siendo el mayor Caín
(cfr. Gen. 4, 1-2) y el preferido Abel. ¿No se estará repitiendo,
teológicamente, el contenido de la revelación del libro del
Génesis? ¿Habrá conexión con el contenido de la parábola,
específicamente en el caso de los dos hijos, y de la evidente

42
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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preferencia por uno de ellos? En la parábola el hijo mayor sale


favorecido, porque en el libro de Génesis, Caín se toma las cosas
más en serio, al matar al hermano. Mientras que en la parábola del
hijo pródigo, simplemente, el muchacho se negó a entrar a la
fiesta. No más.

Hace valer sus derechos:

La postura del hijo mayor es de admirar, desde este nuevo


enfoque, por lo menos, en este momento. Ya que el hijo mayor
muestra su inconformidad con la realidad que estaba pasando en
su casa, y con su papá, al decirle, que: “Mira: en tantos años
como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca
me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos;
y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con
malas mujeres, le matas el ternero cebado”. ¿Dónde está lo malo
que el muchacho mayor manifestara su malestar? ¿No estaría
resaltándole al padre el hecho de su fidelidad y sumisión, que
podrían verse como bondad de hijo? ¿No sería, acaso, el hijo
bueno, el hijo modelo? ¿No estaría, reclamando que no había sido
valorado por su ejemplo? ¿Va a tener preferencias y va a ser
injusto, si de comportamiento se trata; y por méritos ya tiene más
que suficientes para merecer todo el respeto y consideración?
¿Estaba, o no estaba en su derecho de decir lo que dijo al buscar
poner las cosas en sus respectivos lugares; y los lugares eran que,
el hermano menor era un despilfarrador y mal hijo; en cambio, él,
el mayor, era el ejemplo y el modelo de la familia?

43
Novena Conferencia /El hijo mayor
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Décima conferencia

Victima de una injusticia

Se complica la parábola. Pero nos abre nuevos horizontes.


Pareciera que prevalecieran las contradicciones, tanto en el caso
de Caín y Abel, como en el caso del hijo mayor y el hermano
menor, en relación a la preferencia del padre. Es evidente que no
encuadran con lo debe ser lógico en el orden de las cosas. Esta
puede ser la gran sorpresa del contenido de la parábola del hijo
pródigo, sobre todo, teniendo en cuenta que el único evangelista
que cuenta esta parábola es San Lucas. Y conociendo la temática
de este autor no es de extrañar su rica y entrelazada relación
compendiada con todo el Antiguo Testamento. De hecho, es
propio del evangelio de San Lucas encontrar compendios
comprensivos del Antiguo Testamento colocados como
continuación en su temática cristológica. Así, encontramos en el
evangelio de San Lucas, en el caso de la Virgen María, por citar
uno, una estrecha conexión con los textos del Antiguo Testamento
(cfr. 1 Sam. 2, 1-10), que en la temática de San Lucas es
6
continuación y prolongación .

La justicia-injusticia: mayor complicación:

6
Véase, por ejemplo la continuidad de Salmos 2, 18; Isaías 61, 10; Levítico 18, 3; Salmos 18,
3;; Isaías 40, 29; Salmos 113, 9; Isaías 54, 1; 2 Reyes 5, 7; Deuteronomio 32, 39; Sabiduría 16,
13; Tobías 131, 2; Job 9, 6; 38, 6; Salmos 98, 9

44
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

Es, en todo caso, desconcertante el rompimiento de toda


lógica humana el procedimiento de Dios, en el caso de sus
preferencias. Ya queda pautado así desde un comienzo con la
historia (o cuento teológico) de Caín y Abel, y la preferencia de
Dios. Pareciera que se confirmara con la aplicación profunda de la
parábola del hijo pródigo. Y hasta se pudiera encontrar alguna
conexión con el libro de Job, al relacionar a Job con el hermano
mayor, en una injusticia a todas vista más que clara, por lo menos
considerada por el propio hermano mayor. Si es así, es, entonces,
una sorpresa maravillosa lo que contiene esta parábola. Entonces,
el tema principal de la parábola del hijo pródigo es la
contradicción de Dios, según los parámetros humanos. Porque se
rompe toda lógica. El hermano mayor, como victima y afectado
en sus patrones de comportamiento, no es otra cosa que el mismo
Job, a quien le cometen una gran injusticia. Y esto es un misterio
que no tiene respuesta ni explicación. De allí, que como recurso
literario, se busque personificar en forma de cuento en el caso de
Job, y en forma de parábola en el hermano mayor de la parábola
del hijo pródigo, para buscar explicación a lo que como injusticia
no tiene sentido desde cualquier explicación humana, sino como
“MISTERIO”.
Sorpresa de sorpresas. Ahora se podría entender lo que
dice el libro del Eclesiástico 39, 1-4, cuando dice que las
7
parábolas son enigmas , y que hay que intentar penetrar en ellos.

7
“el que consagra su vida a reflexionar sobre la Ley del Altísimo… busca la sabiduría de
todos los antiguos y dedica su tiempo a estudiar las profecías; conserva los dichos de los

45
Décima Conferencia /Victima de una injusticia
________________________________________________________________

Y esta parábola es más que un enigma. Es un hechizo que


envuelve y subyuga al comprender (el primer elemento de la
aplicación del método judío de oración: Jojmá: intuición, o
sabiduría) lo que se está comprendiendo (el segundo paso del
método judío: Biná: entendimiento), para quedarnos cada vez más
sorprendidos (el tercer paso del método judío del dáat: dáat,
8
propiamente) . Desde nuestro análisis, ciertamente, esto es un
descubrimiento y una maravillosa sorpresa. Además, se trata de
oír y no oír, de ver y no ver, por eso el significado profundo de las
parábolas, como responde Jesús a sus apóstoles de por qué
hablaba en parábolas, según el mismo San Lucas 8, 10 y sus
paralelos, aplicándose una vez más un opuesto, como patrón de
interpretación (oír-no oír; ver-no ver).
Pero, volvamos en lo que íbamos.

Víctima de intereses de familia:

Por otra parte, por ser el hijo mayor gozaba de la


progenitura. Pero no por eso era una garantía, porque la podía
perder, como en el caso de Jacob y Esaú (cfr. Gen. 27). Y este
nuevo elemento vuelve a colocarnos en un hallazgo que nos hace
ver la parábola del hijo pródigo con más respeto y admiración.

hombres famosos y penetra en las sutilezas de las parábolas; indaga el sentido oculto de los
proverbios y estudia sin cesar las sentencias enigmáticas. Presta servicio entre los grandes y
se lo ve en la presencia de los jefes; viaja por países extranjero, porque conoce por
experiencia lo bueno y lo malo de los hombres” (Eclesiástico 39, 1-4; las negrillas son mías).
Véase también Salm. 78, 2.
8
O sería lo mismo que “escucha Israel, amarás al Señor tu Dios…”

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

Precisamente, porque hay muchos elementos implícitos y


fascinantes. Es, entonces, cuando comienza a aparecer un
personaje no nombrado para nada en la parábola, y que es posible
su existencia, desde estas nuevas perspectivas. Es el puesto de la
mujer o de las mujeres del padre de los dos hijos de la parábola
del hijo pródigo. Porque, no es de descartarse la posibilidad de
que hayan sido hijos en diferentes madres, como en el caso de
Abraham-Agar-Sara, e Ismael-Isaac (cfr. Gn. 16). Eso es posible.
Pero en el caso de que no haya sido así, sino que ambos hayan
sido de una misma madre, no podemos pasar por alto la
experiencia de la usurpación de la progenitura en el caso de Esaú,
a quien le fue robada por parte de Jacob, con total y absoluta
complicidad y obra de la madre, Rebeca.
¿Y, si en el caso de la parábola del hijo pródigo, la madre
se confabularía a favor del hijo menor, en desventaja hacia el hijo
mayor? Esa posibilidad abre mucho camino. Y ayuda a
comprender un poco al hermano mayor. No tanto porque el hijo
menor le hubiese usurpado la progenitura al hermano mayor, sino
porque el menor se hubiese adelantado para sacar ventaja, como
ventaja había sacado Jacob en la historia de la bendición de Isaac
a Esaú, como iniciativa y obra de Rebeca (cfr. Gn. 16:1-4, 15).

La injusticia, tema recurrente en la Biblia:

Se complican las cosas.


Pero abren horizontes para comprender, tal vez, un poco al
hermano mayor. Tal vez, el hijo mayor debería pasar de ser

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Décima Conferencia /Victima de una injusticia
________________________________________________________________

juzgado como egoísta, a ser visto, más bien, como victima de las
circunstancias. Y ¿qué relación habrá de fondo con el libro de
Job, en donde el personaje también es victima de una injusticia?
Job reclama su derecho. También lo hace el hijo mayor de la
parábola. Las cosas no estaban claras, según Job. Tampoco para el
hijo mayor. Y eso que ambos eran modelos y ejemplos. ¿No
estará latente la misma idea en ambos casos? Pareciera que si.
Un detalle que hace la diferencia con el recibimiento del
hijo menor, por parte del padre en relación al hijo mayor es, que
sucede un diálogo entre el hijo mayor y el padre. Cosa que no se
da con el hijo menor. Allá se da el recibimiento, y no hay palabras
para el hijo menor, sino la orden para que le pongan el anillo y lo
vistan bien (cfr. Lc. 15, 22-23). Mientras que con el hijo mayor
hay un diálogo y un gesto (cfr. Lc. 15, 31). El diálogo es para que
el hijo mayor reconsidere su postura; esas son las palabras. Y el
gesto, es la espera por la respuesta. No sucede igual con el hijo
menor. Sólo el gesto de amor, sin palabras. Como con el hijo
mayor, en el diálogo, igual sucede con Job: hay un diálogo y una
espera, a pesar de que Job no es reconocido en la injusticia que se
le estaba cometiendo por parte de Dios, en la apuesta de Dios con
el Satán (cfr. Jb. 1, 6ss; Daniel Albarrán, Los zapatos de Job), y
en la que Job reclama, igualmente, su derecho; y por el contrario,
Dios apabulla a Job con la muestra de su poderío (cfr. Jb. 42, 1-6).
Ante esa realidad, Job reconoce y descubre, al mismo tiempo, que
no conocía a Dios, sino de oídas, y no lo han visto sus ojos, como
para comprender que Dios nunca va a reconocer que se está
cometiendo con su situación una gran injusticia, fruto de una

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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apuesta; en donde ninguno de los apostadores reconoce, ni haber


ganado, ni haber perdido; ni siquiera de tener otra reunión para
deshacer o por dar por terminada la apuesta (cfr. Jb 1, 6ss).
Otro detalle en cuanto al hijo mayor, es que cuando
comienza la parábola a hablar propiamente de él, dice que
“estaba en el campo” (cfr. Lc. 15, 25).
A este punto de nuestro avance, surgen muchas preguntas
y cuestionamientos, como: ¿Será lo de que la misericordia de
Dios, en el caso del padre de los dos muchachos, es un misterio?
¿Será que se sigue la idea en la parábola de la aparente injusticia
de Dios, como en el caso de Caín y Abel, en cuanto a lo de la
preferencia del sacrificio que estos hacían? Una cosa queda clara:
la astucia. En el caso de Esaú y de Jacob, con la ayuda de Rebeca,
la madre. ¿Habrá alguna relación con la exclusión del hijo mayor
de Abraham en la esclava, en el caso de Ismael e Isaac, en donde
la madre de Isaac expulsa a la madre de Ismael? (cfr. Gn. 16:1-4,
15). También queda claro la astucia del hijo menor, respecto a la
manipulación del padre. Además, el tema de la astucia es un tema
presente en toda la Biblia; y sobre esa astucia se basa toda la
historia del pueblo de Israel. Véase, por ejemplo, la historia de
Abraham que hace pasar a su mujer como su hermana ante el
Faraón (cfr. Gn. 12, 10-20), para sacar ventajas; el caso del
nacimiento de Esaú y de Jacob, en el que Jacob agarraba el talón
de Esaú (cfr. Gn. 25, 24-28); la venta de la progenitura de Esaú
por un guiso (cfr. Gn. 25, 29-34); la usurpación de la progenitura
por parte de Jacob (cfr. Gn. 27); etc. Además, el mismo Jesús en
algunas de las parábolas exalta la astucia y la viveza, como en el

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Décima Conferencia /Victima de una injusticia
________________________________________________________________

caso de la misma parábola del hijo pródigo, o en la parábola del


administrador astuto (cfr. Lc. 16, 1-13). Por otro lado, hay otra
gran injusticia en el caso de María la Virgen en la anunciación, en
relación a la objeción en la comparación con el padre de Juan el
Bautista; en ambos casos hay una objeción, y en uno se es
benevolente, y en el otro se recibe un castigo, al quedarse mudo
(cfr. Lc. 1, 5-38).
¿No se dará esa misma experiencia en Jesús, en el caso del
grito en la cruz? ¿No será la misma experiencia del hermano-hijo
mayor de la parábola del hijo pródigo, que a su vez, pareciera ser
la misma experiencia de Job, con la de Jesús en la cruz; en donde
la injusticia de Dios es, justamente, su propia justicia, que es
“misericordia”, que supera toda dimensión de comprensión
humana; y todo ello oculto y dicho en esa maravillosa parábola,
en donde pareciera que hay conexión del hijo mayor con la
experiencia de la cruz de Jesús?

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Décima primera conferencia

El alegato del hijo mayor

El caso es que el hijo mayor manifiesta su inconformidad


con el comportamiento de su padre, en relación al hijo menor, y
no quiere entrar a la fiesta. No quiere sumarse en la celebración.
Y, entonces, le habla al padre en forma de reproche al marcar
distancia, poniendo las cosas en su justo lugar. Le dice, en forma
de reproche “ese hijo tuyo”. Como diciendo: “ese si es hijo tuyo;
yo no”; “ese es tu consentido”. Suena a reproche. Yo no cuento
para ti. Y aquí, aparece en otra forma la misma expresión que
Caín usa cuando Dios le pregunta por Abel, según Génesis 4, 8-9:
“Caín, dijo a su hermano Abel: «Vamos fuera.» Y cuando estaban
en el campo, se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató.
Yahvé dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó:
«No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?”. Se marca la
distancia en ambos casos. Porque en ambos casos se trata,
igualmente, de progenitura, como de preferencias. Tal vez, la
preferencia determinaba la progenitura. Y en ambos casos, se veía
una injusticia.
La experiencia bíblica del guardar distancia para hacer la
diferencia también se da en el caso de Adán y Eva, cuando
después de haber comido del árbol del bien y del mal, Adán se
desmarca de Eva y le dice a Dios: “La mujer que me diste por

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Décima primea Conferencia /El alegato del hijo mayor
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compañera me dio del árbol y comí.” (Gen. 3,9). Ese


distanciamiento se repite en la parábola del hijo pródigo.

El reclamo del hijo mayor:

El reproche del hijo mayor puede verse también como una


bofetada, no en sentido literal, por supuesto, sino como ofensa o
reclamo al propio padre. Podría verse también como si le
estuviera diciendo: ese hijo tuyo, que es muy distinto a mí, y que
es mala conducta, es así, porque tú lo malcriaste. Por eso es así.
Por eso actúa así. Tú eres el culpable. Y podría verse un reclamo
y un recordatorio, según se dijo, que podría ser la máxima del
libro del Eclesiástico (30, 7-13), al recordarle la sentencia:
“Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino.
Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas; juega con él, y te traerá
pesares. No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de
dientes”.
Esa posibilidad comprometía más al padre. Porque, o lo
recibía, o no lo recibía. Si no lo recibía, tenía que denunciarlo,
según la ley. Y lo amaba, por sobre todo. Consentido o no, era su
hijo, el menor. Era mejor recibirlo. Volvía a ganar el hijo menor.
Y volvía a perder-ganando el padre. Y con ello, vuelve un
opuesto, de lo que es muy común en las Sagradas Escrituras.
Si el padre no lo recibía tenía que denunciarlo. Eso
significaría la muerte del hijo y el reconocimiento por parte del
padre de haberlo mal criado. Una doble afrenta para el padre. Un
doble dolor, entre ellos el fracaso como padre. Era mejor

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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recibirlo. Era mejor hacer una fiesta por su regreso. O sea, era
mejor hacer como si el hijo se había ido de viaje sin haber dado
problemas en la casa, y hacer fiesta porque había regresado. Así
todo quedaba arreglado. Recibe al hijo y queda bien con la
sociedad, porque, de lo contrario tiene que reconocer que su hijo
menor es mala conducta y mala cabeza. Vuelve el hijo menor a
sacar ventaja y vuelve a salir airoso y con las suyas. Inteligente y
astuto, sin duda, el muchacho menor. Mucho. Y lo coronan con
anillo y sandalias nuevas, para colmos de la contradicción. Como
diciendo, para remates de males, en la ironía que ya contiene la
viveza y la astucia del hijo menor, en detrimento del derecho
burlado del hermano mayor. Como para sacarle en cara al
hermano mayor que era clara la burla. Y descarada. Triste y cruel
para el hermano mayor.

Restauración de las cosas:

Un nuevo elemento aparece en el final de la parábola, que


es muy bonito y útil de resaltar, a pesar de toda las contrariedades
para el hermano mayor. Es el hecho de la afirmación y
confirmación del papá hacia el hijo mayor, al decirle: “Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo”. Con esa
afirmación podría considerarse dos cosas: por un lado, que el hijo
mayor no haga problemas, porque, si es por la progenitura, él la
tiene segura por ser el hijo mayor. Muy bonita confirmación que
debería darle mucha seguridad al hijo mayor. Por otra parte,
podría considerarse la idea de que ya la herencia está repartida. Es

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Décima primea Conferencia /El alegato del hijo mayor
________________________________________________________________

decir, ya el hijo menor se llevó lo suyo; y lo que queda es todo del


hijo mayor, porque la herencia había sido repartida cuando el
menor había hecho la petición. Había repartido la herencia. A
cada uno le había dado lo que correspondía. Y lo que quedaba era
del hijo mayor. ¿Dónde estaba el problema que el hermano mayor
estaba haciendo, entonces, podría estar diciéndole esas cosas al
papá? Como diciéndole: “No seas tontito, muchacho…. Quédate
tranquilo, que todo lo tuyo está seguro”. Además, sería una
petición por parte del padre al hijo mayor de que comprendiera el
aprieto en que se hallaba él como padre, pues no podría denunciar
a su hijo menor.
Esa parte de la parábola es muy tierna y consoladora para
el muchacho mayor. Y aquí vuelve a aparecer el personaje de Job,
que al final es restituido en todo. Bonito. Hermoso ese
descubrimiento implícito de la parábola del hijo pródigo.
Entonces, tiene estrecha relación esta parábola con el libro de Job.
No se puede negar. Esta confirmación de esa conexión entre Job y
el hijo mayor nos entusiasma, porque se estaba presentando esa
relación con mucha timidez y temor. Pero no se puede negar que
están en la misma conexión. Para alegría en este estudio y
análisis.

El recordatorio del Padre:

Viene la parte final de la parábola. El hermano mayor


coloca las cosas en el orden que tenían que estar. Entre “ese hijo
tuyo” y él, el hermano mayor, hay una gran diferencia. Por eso

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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marca la distancia. La hay. Entonces, aparece el padre, que ya le


ha pedido que “por favor, que entienda que la cosa es muy
complicada”, que seda, que acepte al hermano. Por eso le dice:
“porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba
perdido, y lo hemos encontrado”. En esa afirmación del papá, hay
ya una petición doble. “Si lo aceptas y lo recibes como tu
hermano, me haces un favor a mí”, casi pareciera que le estuviera
diciendo. Porque si no lo acepta, hay que explicar que no se fue
de viaje de buena manera, sino que era mala conducta; y,
entonces, por consecuencia legal, también el padre va a tener que
dar cuentas a la justicia de los ancianos del pueblo. Todo dependía
del hermano mayor.

El padre depende de la decisión del hijo mayor:

Ahora, las cosas cambian de perspectiva y de enfoque.


Ahora, es el hermano mayor el bueno. Y al decir el bueno, es en
todo el sentido de la palabra, aun cuando la primera idea que nos
hacemos del hermano mayor es que es egoísta. Pero no. Es el
bueno. Por eso “su padre salió e intentaba persuadirlo”, dice la
parábola. Ahora bien, ¿A persuadirlo de qué; a convencerlo de
qué; a hablar de qué; a pactar qué? Es el colmo. Además de todo
lo que se la ha hecho en su perjuicio… Pero, en algo tiene el
padre las de perder en esa situación, respecto al hijo mayor. Esto
hace ver al padre doblemente comprometido, como se hallaba
Dios frente a Job, en su no explicación de por qué lo había puesto
en la situación que lo tenía, si Job, era en todo un hombre

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Décima primea Conferencia /El alegato del hijo mayor
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ejemplar. No está malo ser bueno. Aquí hay que reconsiderar la


postura que asumimos frente al hijo mayor, que siempre ha tenido
las de perder, frente a la astucia y viveza del hijo menor. Siempre
hemos mirado como egoísta al hermano mayor. ¿En verdad, lo
era? ¿Dónde está el mal de ser bueno, y el hijo mayor era bueno y
fiel, con todo y todo? Igual que en el caso de Job… ¿Dónde está
su mal, en la fidelidad? ¿No es, acaso, la fidelidad referida a la
relación pueblo escogido-Yahvé; y no era fiel, acaso, Job en su
situación, como fiel el hijo mayor de la parábola? ¿Dónde está el
mal que se le atribuye al hijo mayor?

El jardín del Edén:

En esta última parte de la parábola del hijo pródigo hay


una reminiscencia bíblico-teológica que es necesario resaltar. Al
padre decirle al hijo mayor “Hijo, tú siempre estás conmigo, y
todo lo mío es tuyo”, hay implícitamente una conexión con la
experiencia del Jardín del Edén, en donde a Adán y a Eva les
estaba permitido todo (cfr. Génesis 2, 7-10, 15-17), pero donde
existía el recordatorio del árbol prohibido, del que no deberían
comer. En este punto de la parábola el padre está haciéndole al
hijo un recordatorio, que es teológico: Cuidado, no pases el
límite. Cuidado hijo. Todo te está permitido. Eres el dueño, pero
párate. Frénate. Eres libre, sin embargo. Por eso, “su padre salió
e intentaba persuadirlo”. Y se está repitiendo teológicamente la
experiencia bíblica del Jardín del Edén y la experiencia del
pecado. A este punto, el hijo mayor estaba en toda la frontera,

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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entre el recordatorio del árbol prohibido y su libertad de escoger.


Momento sublime es este el de la parábola. Si es bonito y
enternecedor el recibimiento y el abrazo del padre y del hijo
menor en el regreso; es sublime el momento del encuentro del
padre con el hijo mayor. Por eso dice la parábola que “su padre
salió e intentaba persuadirlo”. Ahora le correspondía al hijo
mayor decidir. Es entonces, cuando en este momento de la
parábola debe irrumpir, pero tipo fanfarria repetitivamente, nada
más, la sonata in fuga de Joan Sebastian Bach, o el aleluya de
Händel (en el caso de dárnosla de finos y cultos, porque podría un
redoblar de tambores y de maracas), porque es el momento
culmen y de éxtasis de la parábola del hijo pródigo. Y es para
llorar, para enmudecer, porque hemos llegado a lo máximo, como
si fuese una pieza musical de esos clásicos que posee la
humanidad como patrimonio cultural. Porque es un patrimonio
cultural también la parábola del hijo pródigo; es decir, le
corresponde a todas las culturas y civilizaciones de todos los
tiempos. Por eso es patrimonio.

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Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
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Décima segunda conferencia

Momento culmen de la parábola

A partir de ahí comienza el silencio descendente del


espíritu que ha disfrutado toda la secuencia de las notas musicales
entretejidas sabiamente, en manos de una mente prodigiosa que
las enlaza para llevarnos al éxtasis, y desde ahí retornar
suavemente y con dulzura a la cotidianidad de la vida diaria; pero
transformados interiormente por el influjo penetrante de la gloria
experimentada en la experiencia recién vivida de amor eterno…
Maravillosa la parábola del hijo pródigo. Y maravilloso este auto-
encuentro en ese encuentro maravilloso… Justo aquí debería
sonar la fanfarria musical para resaltar la parte más importante de
la parábola. Aquí está lo máximo y la plenitud de la parábola, a
pesar de lo enternecedor que pueda resultar el abrazo entre el
padre y el hijo menor, y en lo mucho que se ha insistido en ese
detalle. En ese momento del abrazo habría que aplaudir por la
jugada perfecta del hijo menor. Le había salido todo muy bien.
Todo bien calculado. Y mejor de lo que se esperaba. Una jugada
perfecta de astucia y de inteligencia. Pero, en el momento del
diálogo entre el padre y el hijo mayor, habría que levantarse y
aplaudir a rabiar, con los pies y con las manos, al mismo tiempo,
con chiflido y griterío alborozado, porque es el diálogo y el

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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encuentro entre el bien y el bien y el uso de la libertad, en donde


vuelven a encontrarse el Creador y la criatura, para redimir la
historia de Adán y Eva, con el recordatorio del Jardín del Edén,
para ser dueños otra vez del Jardín, de donde se había sido
expulsado. Y todo en clave de misterio para quedar enmudecido
como lo quedara Job (42, 2-6), frente al apabullamiento de Dios
por el misterio de lo creado y con su reconocimiento humilde y
realista, al decir:

Sé que eres todopoderoso: ningún proyecto te es irrealizable.


Era yo el que empañaba el Consejo con razones sin sentido. Sí,
he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que
me superan y que ignoro. Yo te conocía sólo de oídas, mas
ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me
arrepiento en el polvo y la ceniza.

Y, así, los dos momentos son muy importantes en la


parábola, tanto el abrazo del padre y el hijo menor que regresa,
como el encuentro en el diálogo del padre con el hijo mayor.
Ambos son de igual importancia. No uno más que el otro. Los dos
en igual intensidad; pero, en donde el segundo momento es la
parte comprensiva en su totalidad, para colocar en igualdad de
condiciones a los dos hijos, porque ambos son hijos del mismo
padre, y a ambos les reitera su dignidad de hijos. Y
dignificándolos en sus puestos como hijos, el padre reitera su
condición de padre, sin perder en nada, ni en su preferencia, ni en
su predilección. Por eso, dice la parábola que, en el primer caso,

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Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
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“cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y,


echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”(al hijo
menor); y en el segundo, la misma parábola dice que “su padre
salió e intentaba persuadirlo” (al hijo mayor). Así, el padre
recupera su autoridad y respeto, sin perder en nada, (que nunca
había perdido), su realidad de padre reafirmada en su relación con
sus dos hijos, sin ninguna diferencia de uno y otro (cfr. Dives in
misericordia, 6a). Así lo dice maravillosamente la parábola:
“Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor
traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los
pies; traed el ternero cebado y matadlo”. Con ello está colocando
en su lugar a su hijo como hijo, y así, siendo fiel a su amor, es fiel
a su paternidad (cfr. Dives in misericordia, 6ª)).
Simultáneamente, la misma parábola, sin hacer diferencia
mantiene la misma línea de acción del padre, en el caso del hijo
mayor; dice: “El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y
todo lo mío es tuyo”. Como se mantiene la misma acción y se
reitera en ambos casos la misma realidad, el padre reafirma lo que
pudiese haberse desviado en su sentido e importancia, al decir de
la misma parábola, que el padre dijo: “deberías alegrarte, porque
este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y
lo hemos encontrado”. Y, así, el padre da el mismo trato a los dos
hijos, al reconocerles su dignidad y filiación y paternidad, al
mismo tiempo. Queda, así, todo en su lugar: el padre y los hijos;
los hijos (que son hermanos) y el padre; y, su puesto en la familia,
reconocido en uno con el anillo y las sandalias nuevas, y en el
otro, en que todo era suyo por ser siempre fiel.

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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¡Bella la parábola del hijo pródigo! ¡Exquisita….!


Un detalle que no se puede omitir en este final del
análisis, y es el hecho de la comida, que es el centro de todo el
encuentro y desencuentro de la parábola. Y no sólo de la parábola,
sino todo el compendio comprensivo de la revelación, sin
discontinuidad ni ruptura, sino estrechamente unido. Quedando
así la conexión del evangelista San Lucas con la parábola del hijo
pródigo en unidad de revelación con el libro del Génesis. En el
caso del Génesis (2, 16-17), fue por una comida: “De cualquier
árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del
bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él,
morirás sin remedio”. En el caso de la parábola del hijo pródigo
(el despilfarrador, el dadivoso, el desprendido), se repite la idea
de la comida: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen
abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre”. El
hijo menor regresa y le hacen un banquete: matan para él “el
ternero cebado”, dice la parábola. Está clarita la misma idea de la
comida. Y cuando el hijo mayor regresa el alegato es, igualmente
la comida: “a mi nunca me has dado un cabrito para tener un
banquete con mis amigos”. Y no quería entrar a la fiesta que le
daban a su hermano, para quien habían matado “el ternero
cebado”.
Llama la atención la referencia constante a la misma idea:
la comida. En el libro del Génesis y en el evangelio de San Lucas,
en este caso. En Génesis con la prohibición de no comer. En la
parábola del hijo pródigo en la invitación del padre a ambos hijos
para comer. En Génesis se puede comer de todo, pero hay una

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Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
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prohibición que del árbol prohibido, no. En la parábola hay una


insistencia, en el caso del hijo mayor, pero, igualmente, el
recordatorio de no pasar las fronteras. Interesante esa conexión.
Pero más interesante cuando inmediatamente se piensa en la
última cena de Jesús con sus discípulos, en donde vuelve a
realizarse el escenario justo en una comida. Habría que hacer un
estudio detallado de ese triángulo: Génesis-parábola del hijo
pródigo-última Cena (Eucaristía).
En este sentido, algunos autores/pensadores hacen la
relación del hijo pródigo con Jesús, como por ejemplo, Henri
Nouwen. Pero esa relación parece muy forzada, y si seguimos lo
que hemos descubierto en este estudio y análisis, no deja de ser
una visión muy espiritualista, a pesar de la gran popularidad que
ha tenido ese libro (Henri J. M. Nouwen, El regreso del hijo
pródigo, meditaciones ante un cuadro de Rembrandt, 27ª edición,
PPC, Editorial y Distribuidora, SA, Madrid, 1992); sin olvidar
que, al fin y al cabo, son unas reflexiones que el autor hace frente
a la experiencia subjetiva y personal ante el cuadro de Rembrandt.
No se puede negar, sin embargo, que es muy enriquecedor el
aporte que hace Nouwen en su libro al detallar, como lo hace, el
cuadro de Rembrandt, con todo su recorrido biográfico. Es de
hacer notar que en ninguna otra parte y ningún otro autor, tan solo
que cite a Nouwen, hace la relación de Jesús como el hijo
pródigo. En ningún documento oficial del Magisterio de la Iglesia
aparece esa relación Jesús-Hijo pródigo. Es sólo una manera de
ver, como dice el mismo Nouwen, en su visión y experiencia
frente al cuadro de Rembrandt; y que por otra parte, no deja de ser

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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una experiencia subjetiva y muy enriquecedora respecto al


cuadro, por supuesto.
Dice, Nouwen:

“Me estoy acercando ya al misterio de que el propio Jesús se


convirtiera en hijo pródigo para nuestra salvación. Abandonó
la casa de su Padre celestial, se marchó a un país lejano dejó
todo lo que tenía y volvió con su cruz a casa del Padre. Todo lo
que hizo, no como hijo rebelde, sino como hijo obediente, sirvió
para llevar de nuevo a casa a todos los hijos perdidos de Dios.
El mismo Jesús, que contó la historia a los que le criticaban
por tratar con pecadores, vivió el largo y doloroso camino que
describe”… “Considerar a Jesús como el hijo pródigo va más
allá de la interpretación tradicional de la parábola. Sin
embargo, esconde un gran secreto. Poco a poco voy
descubriendo lo que significa decir que mi condición de hijo y
la condición de hijo de Jesús son uno, que mi regreso y el
regreso de Jesús son uno, que mi casa y la casa de Jesús son
una. No hay otro camino hacia Dios que no sea el camino que
Jesús recorrió. Aquél que contó la parábola del hijo pródigo es
la Palabra de Dios que “se hizo carne, y habitó entre nosotros,
y nosotros vimos su gloria” (Jn 1,1-14).

Algunos que han estudiado a Henri Nouwen, como


Michael Forden, con el libro de la biografía de Nouwen, titulado,
Wounded Prophet, descubre cosas que ayudan a comprender
algunas cosas útiles de considerar respecto a sus ideas. Pero, no
por ello, no deja de ser muy valioso lo que Nouwen hace para ver

63
Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
________________________________________________________________

y descubrir en la pintura de Rembrandt, titulada "El regreso del


hijo pródigo", que con su ayuda nos permite descubrir detalles
muy interesantes del cuadro, como el detalle de las manos del
padre (lo femenino-masculino), el de los dos pies, el descalzo y el
con calzado roto; el del hijo mayor (representando a los fariseos),
de pie y con su bastón hasta el suelo; la cabeza rapada del hijo
prodigo; el manto del padre; la frente iluminada del padre; el
manto del hijo mayor…etc. Pero es un aporte para ver e
interpretar el cuadro, como tal. Tal vez ese libro de Henri Nouwen
podría equipararse al libro de Dan Brow, El Código Da Vinci, al
permitirnos un mayor acercamiento a las dos obras de arte, tanto
la de Rembrandt, por un lado; como la de Da Vinci, por otro, en el
caso del cuadro de “La última cena.
Pero volviendo a la parábola, todo termina en suspenso.
No dice la parábola que el hijo mayor hubiese aceptado entrar a la
fiesta. Queda en el supuesto.
Y todo termina en suspenso. No dice la parábola que el
hijo mayor hubiese aceptado entrar a la fiesta. Queda en el
supuesto.
Y todo queda bajo el suspenso del misterio, como misterio
es todo el misterio de la vida… como es un misterio el éxito de la
astucia e inteligencia del hijo menor de la parábola del hijo
pródigo y del sufrimiento del hermano mayor, ante un hecho
palpable de injusticia… repitiéndose la fuerza del opuesto de
éxito-fracaso… (de aquí en adelante, en este capítulo, se añadió
después del retiro, pues las reflexiones del grupo
enriquecieron más la interpretación de la parábola)...En

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

donde, el éxito ha sido del hijo menor, y el fracaso del hermano


mayor de la parábola… Y donde pareciera que se resaltara la
celebración del exitoso, del astuto… en donde, definitivamente, el
exitoso en todo su sentido, no es más que el mismo padre, porque
no daña a ninguno de los hijos, sino que los enaltece, y con ello,
tampoco se daña a sí mismo, como padre, justo con ambos hijos.
Maravilloso encuentro y re-encuentro. Y con ello, igualmente,
todo queda en su justo lugar, ya que no quedan mal parados los
judíos, quienes le criticaban a Jesús, sino que quedan enaltecidos
y reconocidos en el hermano mayor; justamente en la maravillosa
idea del diálogo entre el padre y el hijo mayor, y por la
experiencia del diálogo, que ya se había dado en la historia, al ser
escogidos como pueblo predilecto de Dios, y que como
conocedores y sabedores de esa misma experiencia, tienen en su
mano decidir (referencia bíblica y teológica con el libro del
Génesis), quedando a la expectativa esa misma experiencia-
respuesta, en la respuesta como la expectativa que queda abierta
en la parte final de la misma parábola… Maravilloso ese
momento, entonces, de la parábola, como un elemento más de la
rica experiencia de “la sinfonía de la Palabra”, como
manifestación y revelación del mismo Dios (cfr. Verbum Domini,
del Santo Padre Benedicto XVI, La Palabra de Dios en la vida y
en la Misión de la Iglesia, septiembre, memoria de san Jerónimo,
del año 2010, Dimensión cósmica de la palabra, No. 8 y
siguientes).
Además, justo en ese momento podría pensarse en la
experiencia límite de fronteras del propio apóstol San Pablo, en

65
Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
________________________________________________________________

aquello de “el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo,


no” (cfr. Rm. 7,18. como experiencia de la inclinación natural al
pecado; cfr. Comisión Teológica Internacional, En busca de una
ética universal: nueva mirada sobre la ley natural, 2009), y da a
los hombres, mediante la gracia, la participación a la vida divina y
la capacidad de superar el egoísmo. Y todo ello se da, justamente,
por el diálogo (el Logos, que es el mismo Cristo, con lo que se
hizo todo, según el prólogo del Evangelio de San Juan (cfr. Jn,
1,3; Col. 1, 15-16; Heb. 11, 3), y que se está dando en ese
momento maravilloso de la parábola. De manera, que se podría
pensar que en ese momento tan importante de la parábola, tal vez
el más importante de todos (pero ignorado y no descubierto), se
está dando, o está por darse, el momento cristológico por
excelencia, en la espera de la decisión y de la respuesta del hijo
mayor. Y sea ahí, en ese momento del diálogo entre el padre y el
hijo mayor, el momento teológico y bíblico de la experiencia de la
libertad del Jardín del Edén. Por eso sea el momento culmen de
toda la parábola. Es el momento del redimir o de repetir la historia
del pecado, pero depende de la respuesta del hijo mayor, que
queda en suspenso, como es característica del recurso literario de
una parábola, a diferencia de un cuento, que si tiene un final feliz;
mientras que en la parábola, queda en suspenso, como queda el
resultado de todo lo que queda abierto en ese final no concluso ni
cerrado.
En ese momento pueda que se esté repitiendo la misma
experiencia de Jesús en la cruz, en el grito de Jesús: “¡Dios mío,
Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”(Mt. 27, 46), en la

66
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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inconformidad del hijo mayor, en, “Mira: en tantos años como te


sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya… (cfr. Lc. 15, 29-
31). Con la diferencia en que Jesús, en el momento de la cruz,
según San Lucas, Jesús se abandona al decir y completar lo que
queda en expectativa y en veremos en la parábola. En Jesús, en el
momento culmen de la Redención, hay un abandono en:“Padre,
en tus manos pongo mi espíritu” y dicho esto expiró” (Lc. 23,
46); mientras que en la parábola, queda abierto, porque no se sabe
la respuesta del hijo mayor. Por eso queda en suspenso, porque se
completa en la cruz y en el grito de abandono de Jesús. Es,
entonces, un momento cristológico, el suspenso de la respuesta
del hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, donde la respuesta
del hermano mayor, sea el momento más importante de toda ella.
Tal vez en ese momento esté por darse la experiencia
perfecta de la confianza ciega en el Padre por parte del hijo
mayor, y pueda que se suceda su lucha interna al recordar
justamente que “tu palabra, Señor, es eterna, más estable que el
cielo”, y la fidelidad del Señor dura “de generación en
generación” (Sal 119,89-90); y, quien construye sobre esta
palabra edifica la casa de la propia vida sobre roca (cfr. Mt
7,24). Y pueda que se esté dando la agonía y el sufrimiento, en el
opuesto de obedecer-desobedecer de la fe y de la confianza, por
sobre todo, y a pesar de todo, y resuene en su memoria de que
“Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu palabra” (cfr.
Sal 119,114) y, como san Pedro, esté por darse la experiencia de
la confianza, a pesar de los pesares, en: “Por tu palabra, echaré
las redes” (cfr. Lc. 5,5). O que sería lo mismo de la experiencia de

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Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
________________________________________________________________

fe de Abraham en la historia del sacrificio de Isaac, existiendo


entre esos elementos bíblicos una gran conexión en la
permanencia de la misma idea teológica.
Tal vez. Solo como posibilidad. Quizás.
Sobre todo porque la misma objeción del hijo mayor es
ese mismo recordatorio, al decir que “en tantos años como te
sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya” (Lc. 15, 29)… No
va a ser ahora que le vaya a desobedecer, porque no le va a
desobedecer, ya que queda implícita la respuesta, precisamente en
lo que él siempre ha sido fiel, y que vuelve a colocar como su
fundamento en “sin desobedecer nunca una orden tuya”.
Quedando sobreentendido que si el padre le está pidiendo eso, eso
mismo hará, porque se trata de “nunca haberle desobedecido”; y
justo ahora, menos. Maravillosa esa parte de la parábola que
queda en suspenso, pero que ya está resuelta en el propio alegato
del hijo mayor, en donde está su solución. Diálogo que se da, al
regreso del campo (cfr. Lc. 15, 25), como apunta la parábola, y en
donde pareciera haber una referencia al propio Jesús, quien en su
perfecta humanidad, realiza la voluntad del Padre en cada
momento; escucha su voz y la obedece con todo su ser; porque
conoce al Padre y cumple su palabra (cfr. Jn 8,55; 12,50; 17,8);
siendo así, el hombre verdadero, que cumple en cada momento no
su propia voluntad sino la del Padre; y con ello ratificar la misma
afirmación del evangelista San Lucas de que “iba creciendo en
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (cfr.
Lc 2,52), para marcar una vez más la diferencia con el hijo menor;
en donde la edad y el sometimiento como obediencia, hacían la

68
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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diferencia y la clave de la interpretación, a esas alturas de la


misma parábola del hijo pródigo, en su total manifestación y
revelación (cfr. Lc 5,1). Reafirmándose siempre que crecía, como
cabía la posibilidad de crecimiento en ese momento del diálogo.
Por eso la importancia del diálogo, quedando implícito el
planteamiento cristológico del evangelista, para convertirse en su
constante en todo el evangelio (cfr. el Huerto de los Olivos, y en
la cruz, simultáneamente, en una unidad teológica, por supuesto),
y en donde el silencio y la espera de la respuesta del hijo mayor,
pueda ser el mismo silencio de la “Cristología de la Palabra” en
su plenitud en el designio del Padre (cfr. Verbum Domini, del
Santo Padre Benedicto XVI, números 10 y siguientes,
especialmente los números 13 y 14), para convertirse esa parte de
la parábola, en un momento culmen de la Revelación.
Así pareciera en nuestros hallazgos y especulación
bíblico-teológica, precisamente en esa parte de la parábola en
cuestión, en donde ese silencio ante la respuesta no sea, nada más
y nada menos, que un momento netamente trinitario, en donde el
silencio ante la respuesta sea la misma presencia del Espíritu
Santo.
Es maravilloso este encuentro y hallazgo. Revelador.
Pero, esto continúa. Tiene que continuar porque no hay de
otra.

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Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
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Estaba en el campo y, al volver…


(Lc. 15, 25)
(este capítulo se añadió después del retiro, como consecuencia de
la reflexión enriquecida en los mismos retiros)

A estas alturas de la parábola y de nuestro análisis, es


necesario resaltar lo que la misma parábola apunta, casi de
manera superficial, pero que es de importancia gravitacional sobre
la que gira todo el sentido subliminal y escondido de la parábola.
Es la referencia y el dato de que el hijo mayor estaba en el campo
y volvía de él (cfr. Lc. 15, 25). Esto nos obliga a echar un vistazo
a ese detalle. Al detalle del campo.
Este descubrimiento nos permite ubicar mejor,
precisamente, al hermano mayor, para sorprendernos todavía más.
¿Qué representa el campo, en este caso de la parábola?
¿Habrá alguna relación con la idea del Jardín del Edén, del libro
del Génesis (cfr. G. 2, 8-10, 15)? ¿Será la experiencia
permanente de jardín en la Biblia, como en los casos del libro
Cantar de los Cantares 5, 1, 6, 2,11? El jardín es el lugar del
diálogo y del encuentro, del amor; como también lo es el
Getsemaní, como el jardín de la agonía; como también el lugar del
sepulcro donde Jesús resucitado se encuentra con María
Magdalena (cfr. Jn. 19, 41; 20, 15).
El hombre fue colocado en el jardín del Edén como
huésped de Dios (cfr. Gn. 3, 8), y el recordatorio del árbol

70
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

prohibido no es una limitación para la libertad humana, sino que


es la revelación de una condición indispensable para la comunión
entre el hombre y Dios. Recordatorio de que el hombre es
“huésped”, y no dueño. Y la comunión no se puede dar si el
hombre como huésped trata de convertirse en dueño del jardín. Es
el respeto de esa condición. Por eso el recordatorio en el árbol
prohibido. Se trata de respetar las normas de la hospitalidad.
Según Génesis 2, 9, los árboles son hermosos de ver y buenos de
comer, por eso el hombre puede vivir en el jardín como un
huésped. La tentación va precisamente sobre esa misma idea, pues
la mujer se dio cuenta de que el árbol tentaba el apetito, era una
delicia de ver y deseable para obtener la sabiduría (cfr. Gn. 3,6).
Y aquí está la diferencia, en que siendo huéspedes en el jardín,
pretenden disponer de la creación contrariando la norma de no
comer del árbol, que era, precisamente, el recordatorio. El pecado
es, precisamente, la violación de esa norma.
Antes, igualmente, estaban desnudos (cfr. Gn. 2, 25), pero
no sentían vergüenza, porque estaban seguros y confiados.
Mientras que después, hay inseguridad y desconfianza, y miedo
de ser engañados. Entonces, el jardín, que es el lugar de la
revelación de la amistad, se convierte en lugar de ocultamiento.
Los árboles del jardín, en lugar de revelar al Señor (cfr. Sal 19, 1),
sirven para esconderse de él. Y, así, el lugar del diálogo se
transforma en lugar de huida. Dice en el caso del libro del Génesis
que ante el paseo de Dios por el jardín, en el lugar del diálogo,
dice que Adán tuvo miedo y se escondió (cfr. Gn, 3, 10), (cfr.

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Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
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Franceso Rossi de Gasperis, La roca que nos ha engendrado, pp.


41- 56).
¿Tiene algo que ver todo esto con la idea, apenas sugerida,
de que el hijo mayor regresaba del campo? ¿De qué campo estaría
hablando el evangelista San Lucas, y qué relación tendrá con el
hecho de estar en el jardín del Edén? ¿Será esa la clave de toda la
parábola, con la afirmación y detalle de que el hijo mayor estaba
en el campo y, al volver…(cfr. Lc. 15, 25), estará diciendo que
estaba en lo que correspondía la voluntad de Dios, en medio del
jardín, como el huésped? ¿No estará implícita la idea del libro del
Génesis, de después de la creación del ser humano, del mandato
de Dios de ser fecundos y multiplicarse y henchir la tierra y
someterla, de mandar en los peces del mar y en las aves de los
cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra (cfr. Génesis 1,
27-28)?
¿Y, en ese regreso, es que sale el padre a su encuentro,
precisamente para darse la experiencia del diálogo, porque el hijo
mayor estaba en condición de diálogo, y no tenía ni miedo, ni
vergüenza, ni se asustaba del padre, como se asustara Adán
cuando Dios paseara por el jardín? ¿Será por eso que el padre sale
a su encuentro a dialogar y a pactar con el hijo mayor, y a esperar
que el hijo mayor decidiera? La encíclica Verbo Domini
(noviembre de 2010), en el número 22, dice que en esa relación de
diálogo, mediante este don de su amor, donde se supera toda
distancia, nos convierte en sus “partners”, haciendo al hombre
capaz de escuchar y de responder.

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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Pareciera repetirse la misma idea, de varias maneras, en


esa parte de la parábola: 1) el hijo mayor estaba en el campo (cfr.
Lc. 15, 25); 2) su padre salió e intentaba persuadirlo (cfr. 15, 28);
3) MOMENTO DEL DIÁLOGO: a) tantos años que te sirvo, sin
haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes (cfr. Lc. 15,
29); b) “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es
tuyo” (cfr. 15, 31).
Pareciera que se repitiera la misma idea. ¿Será que es en
eso en lo que quiere insistir el evangelista? ¿Será esa la parte
central de la parábola? ¿Será ese el momento del recordatorio del
diálogo del jardín del Edén, y el campo y el regreso de él (cfr. Lc.
15, 25), como la clave de la interpretación, en donde de a tú a tú
se da una relación franca, directa y sincera, de padre a hijo, en
recíproco y mutuo conocimiento, de cara a cara? ¿Será, por eso,
que el padre salió a conversar con su hijo; y ahora no era la
excepción, sino que era costumbre entre ellos, y por eso el hijo
mayor sin temor del padre mantuvo con él la conversación, que
dice la parábola que tuvieron?
Todo pareciera indicar que este momento es muy
importante en toda la parábola.
Pareciera.
Y todo como que llevara a pensar que en esa experiencia
de relación y de diálogo, el hijo mayor, iría a realizar la petición
del padre. Porque no sería ahora que iría a desobedecerlo, ya que
él mismo pone la clave de esa misma experiencia en, “sin haber
desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes” (cfr. Lc. 15, 29);
y por eso mismo, el padre salió a su encuentro a conversar con él

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Décima segunda Conferencia /Momento culmen de la parábola
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(cfr. 15, 28); precisamente, porque el hijo mayor estaba en el


campo y regresaba de él (cfr. Lc. 15, 25). Estaba en el jardín.
Pero podría no estarlo; o querer, por su respuesta, no querer estar
más en el jardín, cosa que es impensable por su propia respuesta.
Entonces, estaba en ese preciso momento en un momento límite
de fronteras. Por eso el diálogo padre-hijo mayor. Aquí estaba la
diferencia con el hermano menor, ya que no está en nuestras
manos el crear el jardín, pero si el desierto; aunque podemos con
el arrepentimiento y la penitencia querer volver al jardín (cfr.
Franceso Rossi de Gasperis, La roca que nos ha engendrado, el
capítulo “La alianza en el desierto”, pp. 61-73), como pareciera
que fue lo que hizo el hermano menor.
En ese mismo detalle que apunta la parábola, de que el
hijo mayor estaba en el campo y, al volver…(cfr. Lc. 15, 25), y
después de preguntar del por qué de la música y de la fiesta (cfr.
Lc. 15, 26-27), se apunta otro elemento útil, y es que el hijo
mayor “se irritó y no quería entrar” (Lc. 15, 28). En ese irritarse
(cfr. Lc. 15, 28), hay un indicativo de que el hijo mayor estaba en
todas las fronteras de dejar de ser huésped para convertirse en
dueño. ¿Por qué tenía que irritarse, si no era, sino un hijo más,
aún cuando fuera el hijo mayor? Tal vez, en ese hecho de
irritarse ya había un traspasar justamente las fronteras, o a punto
de pasarla. Y para que no se pasara realmente, fue que, como dice
la parábola, su padre salió a suplicarle (cfr. Lc. 15, 28b).
Por de más de interesante ese nuevo elemento.
Entonces, en medio de lo malo, a pesar de todo, es muy
bueno el regreso del hermano menor, y sobre todo la fiesta que le

74
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

hacen, porque le permiten al hermano mayor ubicarse en el jardín,


como tiene que ser. Es un huésped. No es el dueño. Aún cuando
se haya irritado. El hecho del diálogo que se da con el padre,
indican que el hijo mayor toma conciencia de sus límites, y el
padre con la salida a su encuentro y la conversación, le ayudan a
colocar cada cosa en su lugar. Y todo por culpa del hermano
menor (o gracias a él), porque se repite la experiencia de que
“Dios escribe recto con líneas torcidas”; y que en la dimensión de
la fe, aún lo malo es bueno, porque en la experiencia de la
resurrección, todo se redimensiona y cobra sentido, a pesar de los
pesares.
Todo parece indicar que es así, por lo menos a esa altura
de la parábola del hijo pródigo.

75
Estaba en el campo y, al volver…
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Penúltima conferencia
(La conferencia que nos permitirá conectar para llegar al tema
central de todo el retiro espiritual de este año)

Datos a resaltar:

De todo lo que se ha visto y descubierto de la parábola del


hijo pródigo (“parábola del padre bueno”, o “parábola de los dos
hermanos” (cfr. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de
Nazaret, p. 243), y que se nos estaba permitido, como se dijo, y se
citó la sentencia del libro del Eclesiástico 39, 1-4, para ahondar su
comprensión… de todo eso, se desprenden algunas ideas, como,
igualmente ya se dicho, y que es necesario resaltar justo ahora
para, con ello, llegar a la parte central de nuestro retiro espiritual,
que es justamente “Padre rico en misericordia” (Ef. 2, 4), desde
la experiencia relacional y comprensiva de la parábola del hijo
pródigo.
Así tenemos, que:

En cuanto al hijo menor:

1. Es evidente la viveza y la astucia del hijo menor.


2. El hijo menor siempre sabía lo que quería y quiso. Muy
decidido.

76
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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3. El hijo menor tenía muy marcada la experiencia de la


filiación y de la fidelidad por parte del Padre. Por eso
regresa.
4. No tiene nada que perder; y si mucho que ganar con el
regreso.

En cuanto al hijo mayor:

1. Es el primogénito.
2. Tenía una obligación moral de ser el modelo de la familia
y el apoyo del padre. Y lo era.
3. No quiere recibir al hermano menor.
4. Se niega a entrar a la fiesta.
5. Reclama sus derechos. Pareciera que se siente atropellado
en sus derechos, a pesar de ser ejemplar. Esto es lo
novedoso. Pareciera haber de fondo la idea del siervo
sufriente de Isaías, y algo del sufrimiento de Job.

En cuanto al Padre:

1. Respetuoso de la decisión del hijo menor.


2. Angustiado por el regreso del hijo.
3. Amoroso y espontáneo.
4. Expansivo en su afecto.
5. No recrimina. No guarda rencor.
6. Generoso.
7. Conciliador. Sale a negociar con el hijo mayor.

77
Estaba en el campo y, al volver…
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8. No discrimina.
9. Diferencia a un hijo de otro: al menor lo abraza y besa,
como recibimiento, pero no le dice ninguna palabra: sólo
gesto, sin palabra. Con el hijo mayor entra en un diálogo:
palabra y gesto (¿por qué esa diferencia?).
10. Justo.
11. Escucha y respeta.
12. Da su apreciación con respeto, a pesar de pensar distinto
en cuanto al hijo mayor (disiente del hijo mayor).
13. Expone. No se impone.
14. No presiona y deja que el hijo mayor escoja según su
criterio. Y espera (tal vez, la parte más importante de la
parábola, y muy poco aprovechada, teniendo en cuenta el
criterio de unidad de toda la Biblia, que es Revelación, y
toda ella en perfecta y maravillosa unidad).

Todo esto nos tiene que llevar al inicio de la parábola, sobre


todo a la circunstancia. Y la circunstancia era que “todos los
publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre
recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces
esta parábola…” (Lc. 15, 1 y siguientes), la de la oveja perdida, la
de la dracma perdida, la del hijo pródigo, y la del administrador
infiel. La circunstancia es que acoge a los pecadores y come con
ellos, y por eso es criticado.

78
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

Última conferencia
(La más importante de todas, por ser la meta de llegada)

«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los


hombres en quienes él se complace.»
(Lucas 2, 8-16)

Ya para terminar, y sabiendo que estamos llegando a donde


íbamos (estamos llegando a Pénjamo, diría la canción mexicana),
es necesario aplicar todo lo que se tiene que aplicar, según el
lineamiento de la Iglesia. Sólo así podremos salir ilesos, en cuanto
a caídas, del desierto en el que estuvimos y vinimos. En ese
sentido, sin ningún daño, porque íbamos conducidos por el
Espíritu (cfr. Lc. 4, 1), pero haciendo la acotación de que no
íbamos a buscar ser tentados, a diferencia de Jesús (cfr. Mt. 4,1),
sino a volver a confirmar una vez más nuestra dependencia y a
ratificar el misterio de nuestro llamado. Siempre en clave de
fidelidad y de lo que no somos dueños, sino, apenas unos
enviados; porque el que manda es otro. O sea, que fuimos porque
nos mandaron. Y si nos mandaron es porque es de otro el encargo.
Ni siquiera Jesús hacía nada por su cuenta, en cuanto a su mensaje
y obra, sino porque había sido enviado (cfr. Jn. 8, 28); mucho
menos nosotros (cfr. Jn. 20, 23; Hch 2, 1-4; etc.).

79
Estaba en el campo y, al volver…
________________________________________________________________

En ese sentido, como ya se ha dicho, que no se puede leer


la Biblia si no se tiene claro el sentido de la globalidad de toda la
Escritura, que es la Revelación, que se da plenamente en Cristo,
porque quien lo ha visto a Él, ha visto al Padre (cfr. Jn. 14, 9-11).
Además, todo lo de Dios en función del hombre; es decir, que
todo la comprensión teológica es en clave antropocéntrica (cfr.
Redemptor hominis, Dives in misericordia, y Dominum et
vivificantem).
Desde esos dos datos fundamentales, es que, entonces, se
puede hacer cualquier intento de comprensión, y se nos permite
intentar ahondar. Y preguntar… (cfr. Hans Dieter Bastian,
Teología de la pregunta).

La gloria a Dios:

¿En qué consiste la gloria de Dios y la gloria a Dios? En


que el hombre tenga paz. Ya lo condiciona el propio evangelista.
¿Cuál es la alabanza a Dios, en que cantemos himnos y recitemos
los cánticos de la alabanza en donde aparezca a cada instante la
palabra Dios o su paralelo, y digamos alabado sea su nombre,
ahora y por siempre, o frases parecidas?
La alabanza es la constante de todo el evangelio de San
Lucas, sin duda. ¿Pero, la alabanza como actitud o respuesta
constante de actitud religiosa? De hecho, en varios apartados del
mismo evangelio de San Lucas, aparece la alabanza, como
sorpresa después de algunas acciones concretas de Jesús. Por citar
algunos, por ejemplo: Zacarías, cuando se le soltó la lengua, en el

80
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

nacimiento de Juan el Bautista (Lc. 1,64); Simeón y la profetisa


Ana, en el Templo, cuando la presentación del niño (Lc. 2,28;
38); el paralítico de la camilla (Lc. 5,25-26); la resurrección del
hijo de la viuda de Naím (Lc. 7,16). Y, así, todos los otros casos
del mismo Evangelio (Lc. 13,13; 17,15; 18,43; 19,37; 24, 53). Ese
dato constante en el Evangelio de San Lucas, también presente en
el caso del anuncio a los pastores, ¿no obedecerá a un tema
preferido en San Lucas? ¿No tendrá un propósito específico,
como el de resaltar la admiración y la alabanza a Dios, como tema
recurrente en todo el Evangelio?
¿Pero en eso consiste la gloria a Dios, a pesar de que sea
una constante en el evangelio de San Lucas? ¿Será que se debe
despertar en el ser humano, en clave relacional, la admiración y la
alabanza?
E el evangelista encontramos de inmediato la razón de la
gloria a Dios: que el hombre tenga paz. Ya lo dice el evangelista:
«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en
quienes él se complace.»

En la tierra paz a los hombres:

No es otra la gloria de Dios, sino que el hombre tenga paz.


Y esa paz se realiza en el niño que acaba de nacer y que es
el objetivo de la noticia de los ángeles a los pastores.
Independientemente que los pastores sean los humildes o los
pobres. Esa es una espiritualización del texto. El contenido
teológico está en que si el hombre tiene paz, esa es la gloria de

81
Estaba en el campo y, al volver…
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Dios. Y, ahora, se va a realizar la gloria, en el niño de Belén, que


acaba de nacer (según la noticia de los ángeles).
La gloria de Dios se hace carne: toma la condición
humana. Ahora se realiza la gloria de Dios.
En el niño de Belén, se realiza la paz del hombre y la
gloria de Dios.
Maravilloso intercambio: Dios es glorificado en el Hijo,
porque el Hijo es la paz del hombre (y en clave de la cruz, donde
se completa de manera definitiva la misericordia del Padre, a
través del Hijo, en el Espíritu).
En el Hijo se plenifica el hombre: porque le va a traer la
paz, que el hombre requiere; y eso es la gloria de Dios.
De allí se desprende que si el hombre no tiene paz, Dios
no va a ser glorificado. Pero, como el Hijo se hace carne, ya se
realiza el plan de Dios, que no es otra cosa que para el hombre.
No para Dios, sino para el hombre, porque es en clave
antropológica como insiste la encíclica Redemptor hominis,
especialmente (sin perder la conexión con la Dives in
misericordia, Dominum et vivificantem, porque van unidas en la
misma idea).
Pero, todo, desde el niño de Belén: la Encarnación.
Ahora bien: ¿de qué paz en el hombre es la gloria de
Dios? ¿Qué paz ha perdido el hombre, que ahora la vuelve a
recuperar, a través del nacimiento del niño en Belén?
Sabemos que la paz está en el niño que nace en Belén.
Nos lo anuncia así el evangelista San Lucas a través del recurso
literario del anuncio de los ángeles a los pastores. Fruto de la

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
_____________________________________________________________

inspiración divina y de la Revelación de los que el autor lucano es


objeto e instrumento.

La conexión con la parábola del hijo pródigo:

Ya se dijo en el apartado titulado como Momento culmen de


la parábola, en la página 58 y siguientes, respecto al abrazo del
padre al hijo menor, por una parte, como del diálogo del padre
con el hijo mayor, por otra, de la importancia y maravilla de la
parábola del hijo pródigo. Pero volvamos y digamos lo que ya se
dijo, para encontrar la relación de la parábola del hijo pródigo (o
con el título con el que se le pueda llamar, después de su estudio y
comprensión), con el himno de los ángeles ante la noticia a los
pastores (cfr. Lc 2, 8-16), porque los dos momentos son muy
importantes en la parábola, tanto el abrazo del padre y el hijo
menor que regresa, como el encuentro en el diálogo del padre con
el hijo mayor. Ambos son de igual importancia. No uno más que
el otro. Los dos en igual intensidad; pero, en donde el segundo
momento es la parte comprensiva en su totalidad, para colocar en
igualdad de condiciones a los dos hijos, porque ambos son hijos
del mismo padre, y a ambos les reitera su dignidad de hijos. Y
dignificándolos en sus puestos como hijos, el padre reitera su
condición de padre, sin perder en nada, ni en su preferencia, ni en
su predilección. Por eso, dice la parábola que, en el primer caso,
“cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y,
echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”(al hijo
menor); y en el segundo, la misma parábola dice que “su padre

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Estaba en el campo y, al volver…
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salió e intentaba persuadirlo” (al hijo mayor). Así, el padre


recupera su autoridad y respeto, sin perder en nada, (que nunca
había perdido), su realidad de padre reafirmada en su relación con
sus dos hijos, sin ninguna diferencia de uno y otro. Así lo dice
maravillosamente la parábola: “Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en
la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y
matadlo”. Con ello está colocando en su lugar a su hijo como hijo.
Simultáneamente, la misma parábola, sin hacer diferencia
mantiene la misma línea de acción del padre, en el caso del hijo
mayor; dice: “El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y
todo lo mío es tuyo”. Como se mantiene la misma acción y se
reitera en ambos casos la misma realidad, el padre reafirma lo que
pudiese haberse desviado en su sentido e importancia, al decir de
la misma parábola, que el padre dijo: “deberías alegrarte, porque
este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y
lo hemos encontrado”. Y, así, el padre da el mismo trato a los dos
hijos, al reconocerles su dignidad y filiación y paternidad, al
mismo tiempo. Queda, así, todo en su lugar: el padre y los hijos;
los hijos (que son hermanos) y el padre; y, su puesto en la familia,
reconocido en uno con el anillo y las sandalias nuevas, y en el
otro, en que todo era suyo por ser siempre fiel.
Una pregunta para terminar: ¿No será esa la exultación del
gozo del himno de los ángeles en la «Gloria a Dios en las alturas
y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»
(Lucas 2, 8-16), y que es, al fin y al cabo, la misma persona de
Jesús-Cristo, quien nos comunica que el Padre es “rico en

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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misericordia”; y que, igualmente, es un misterio, aun para


aquellos que se las daban como se la daban, según dijimos que
eran las circunstancias de la parábola del hijo pródigo?
Lo curioso de lo curioso, es que esos dos pasajes son de
exclusividad del evangelista San Lucas, bien llamado y
considerado el evangelio de la misericordia (cfr. Joseph Ratzinger
(Benedicto XVI), Jesús de Nazaret).

Nota final:

Estuvimos en el desierto.
Sabíamos a lo que íbamos (o veníamos).
Ahora, terminemos como lo hace el evangelista San Lucas (4,
14-15), después de las tentaciones, que, “Jesús volvió a Galilea
con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región.
Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan” (cfr. Mateo 4,
12-17; Marcos 1, 14-15). Pero, sin ocultar ni omitir la afirmación
anterior del mismo evangelista, que es clave en toda su
comprensión teológica al decir que “Una vez agotadas todas las
formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento
oportuno” (Lc. 4, 13; en ese sentido es muy importante el aporte
que hace Mel Gibson en su película La Pasión, que más bien,
debería llamarse el diablo o la tentación en toda la pasión de
Cristo).
Y con este final, enlazamos todo con la cruz de Cristo,
como referencia del misterio de la fe (cfr. el pensamiento
paulino), que es donde se resuelve todo el misterio del Dios-

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Estaba en el campo y, al volver…
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hombre (Emmanuel), ya que todo lo de Dios es en clave


antropocéntrica, según las encíclicas sobre el Padre (Dives in
misericordia), sobre el Hijo (Redemptor hominis), y sobre el
Espíritu Santo (Dominun et vivificantem), bien clasificadas como
las encíclicas sobre la Trinidad. Con ello queda todo abierto para
reflexionar y ahondar sobre el hecho de la pasión de Cristo en la
cruz, sobre todo desde el grito que según Mateo, fue: “¡Dios mío,
Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”(Mt. 27, 46); y, según
Lucas, “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” y dicho esto
expiró” (Lc. 23, 46). Y donde todo se resume como “Dios, que es
rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,
precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros
pecados, nos hizo revivir con Cristo —¡ustedes han sido salvados
gratuitamente!— y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar
con él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos
futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene
en Cristo Jesús” (Ef. 2, 4-7).
Todo ello, y todo esto, con la dulce y reconfortante
afirmación del padre que le recuerda al hijo mayor de “Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31).
Poniendo con ello todo en su santo lugar, tanto en justicia como
en misericordia, a pesar de que no aparecen esas dos palabras de
manera expresa, pero si implícitamente, en la parábola del hijo
pródigo (cfr. Dives in misericordia, 6 completo); o en palabras de
San Pablo respecto, a que, “el amor es paciente, es servicial; el
amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no
procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no

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“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…” (Lc. 15, 31)
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tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino


que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo
cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás.
Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia
desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras
profecías, limitadas” (1 Cor. 13, 4-8).

Todo como para llorar de gozo profundo e intuitivo, y


exultar, igualmente, como con los ángeles: “Gloria a Dios en las
alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se
complace” (Lucas 2, 8-16).
Amén. Amén.

87
Bibliografía

Armand Puig, Jesús, una biografía, Traducción de David Salas


Mezquita, Edhasa, Buenos Aires, 2007.
Biblia de Jerusalén, Revisada y aumentada, Desclée de Brouwer,
Bilbao, 1975.
Daniel Albarrán, La Crisis del Rey David; Lo que aparece en los
evangelios (pero que no se dice) Tomo I y II, Barcelona,
2005; Así en la tierra como en el cielo (reflexiones de
poeta sobre el Padrenuestro), Barcelona, 1990; Y
comieron del árbol, Barcelona, 2001; El Cristo que he
buscado (a propósito de las Bodas Sacerdotales, no
publicado todavía); ¡Milagro! ¡Milagro!;. Los zapatos de
Job, impreso en los talleres de Impre Pres, Pto. La Cruz,
2010; Material para retiros espirituales, 2006; Debajo de
la matica, impreso en los talleres Litho, C. A., Pto. La
Cruz, 2009 (todos estos libros se pueden leer en Internet,
en scribd.com (Daniel Albarrán).
Encíclicas: Dives in misericordia, Redemptor hominis,
Dominun et vivificantem.
Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, del Santo
Padre Benedicto XVI, La Palabra de Dios en la vida y
en la Misión de la Iglesia, memoria de San Jerónimo,
septiembre 2010.

88
Francesco Rossi De Gasperis, SJ, La roca que nos ha engendrado
(Dt.32,18), Ejercicios en Tierra Santa, Editorial Sal terrae,
Santander, 1996.
Giordano Frosini, Spiritualitá e teologia, Edizione Dehoniame,
Bologna, 2.000.
Hans Dieter Bastian, Teología de la pregunta, Editorial Verbo
Divino, Navarra, 1975
Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Jesús de Nazaret, Primera
parte, desde el Bautismo a la Transfiguración, Editorial
Planeta, Bogotá, 2007.
Juan Pablo II, Discurso de su santidad el papa Juan Pablo II
sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia, Roma,
23 de abril de 1993. Acta Apostolicae Sedis LXXI, Roma,
1979.
Pontificia Comisión Bíblica, La Interpretación de la Biblia en la
Iglesia, Roma, 15 de abril de 1993.

89
Índice

Precisión del método y del estilo de este retiro......................5


El objetivo:......................................................................... 6
Posible tentación:............................................................... 7
El método:.......................................................................... 7
El tema:.............................................................................. 9
“Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo…”
(Lc. 15, 31), tomado de la parábola del hijo pródigo......... 9
Pasos:................................................................................. 9
Propósito:........................................................................... 9
Metodología:.................................................................... 10
La parábola del hijo pródigo................................................ 11
Personajes de la parábola del hijo pródigo...................... 15
Actitud de cada uno de los personajes de la parábola del
hijo pródigo:..................................................................... 15
La actitud del padre: ........................................................16
La ley, respecto a un hijo rebelde:................................... 17
El hijo menor........................................................................21
La experiencia del Éxodo.....................................................31
El regreso............................................................................. 34
La edad del hijo menor........................................................ 37
El hijo mayor........................................................................41
Victima de una injusticia..................................................... 46
90
El alegato del hijo mayor..................................................... 53
Momento culmen de la parábola.......................................... 60
Estaba en el campo y, al volver…....................................... 72
«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres
en quienes él se complace.»................................................. 82
Bibliografía.......................................................................... 91
Índice....................................................................................93

91

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