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Examen Parcial: Cultura e identidades andinas

Pregunta II
Alumna: Arantxa Gómez Maguiña (20153426)

De acuerdo al MINEDU (2019), el 16% de la población habla alguna de las 48 lenguas originarias
identificadas hasta la fecha. A pesar de ello, la lengua oficial del Estado es el castellano. Este factor
representa una serie de implicancias negativas toda esta población, las cuales pueden ser ilustradas a partir
del caso del quechua, la segunda lengua más hablada en el país ¿fuente?. La centralidad del problema recae
en la imposibilidad de poder ejercer una verdadera ciudadanía, debido a que “(...) el quechua en sí mismo no
es concebido como un derecho, sino solo como un instrumento que les permite a los quechuahablantes
satisfacer sus demás derechos mientras que no dominen la lengua de poder” (Zavala et al., pp.109, 2014).

Aunque habitualmente se centra la atención en aquellas prácticas que son más claras o notorias, la
discriminación por lenguaje o por la forma de expresión es bastante común. Estos discursos poseen la
capacidad de establecer y reforzar relaciones de poder en las prácticas sociales (Zavala y Back, 2017). Por
ejemplo, a nivel estatal aún se percibe su aprendizaje, uso y/o preservación desde una perspectiva de
inclusión. Este es el caso de Apurímac, desarrollado en la lectura Qichwasimirayku, donde los funcionarios
ven al quechua como un asunto problemático que es usado únicamente en contextos en los que se sienten
obligados a hacerlo, como las visitas a los centros poblados. Sin embargo, en aquellos casos que la gente
sabe castellano o no solicita que sea usado el quechua, no se utiliza.

En este sentido, no se toma en cuenta si las personas desean o no hablar en su lengua, solo se asume que lo
hacen por necesidad al no saber castellano. El hecho de solo usar quechua con quienes no entienden
castellano establece una relación tutelar con ellos, donde se posiciona al interlocutor como inferior, carente,
problemático, etc. (Zavala et. al, 2014). Este tipo de relacionamiento ocasiona que las personas quechua
hablantes dejen de usar su lengua cuando saben castellano e incluso se sienten ofendidas si se usa el quechua
para comunicarse con ellos cita?. Esto como resultado del ideario de que el quechua es sinónimo de retraso
y, por consiguiente, que hablar castellano es una forma de superación.

Esto se ve reforzado con otras prácticas discriminatorias. En el caso de Chapi, la marginalidad es entendida
solo por aquellos que han sufrido discriminación, exclusión o racismo, como los migrantes. Quienes al
poseer la lengua materna quechua, proceder de una comunidad rural y carecer de educación formal son
tildados de atrasados e ignorantes (Koc-Menard, 2017, capítulo 3, p. 118). Por ejemplo, a través del motoseo
se posiciona a los individuos a un orden social, “pues las creencias sobre la interferencia vocálica en el
español de los quechuahablantes se racializan y se utilizan para posicionar al otro como ‘indio’, con todas las
características peyorativas que eso implica en un país como Perú” (Zavala y Córdova, 2010, como se citó en
Zavala y Back, 2017). Así, los quechua hablantes no solo sienten miedo y/o vergüenza de hablar su propia
lengua, sino de no poder hablar castellano como lo haría alguien que creció con esta como lengua materna.
Lo cual repercute en su pleno desarrollo a nivel individual, estudiantil y profesional, pues se da en una
infinidad de espacios.

A partir de lo expuesto, se puede concluir que existe un discurso de inferioridad respecto al uso del quechua
y a sus usuarios que responde a la carga peyorativa que posee la lengua quechua. El derecho al quechua se ve
enmarcado a un uso de obligatoriedad que solo percibe el uso del quechua como una fase transitoria de la
cual el individuo tendrá que salir si no desea ser marginado. Se trata de un problema estructural que se
expresa en prácticas discriminatorias a nivel estatal, de la sociedad civil e incluso desde los propios
quechuahablantes. Estas condiciones generan una contraposición donde la lengua y todo aquello que esté
relacionado con esta es negativo mientras que el castellano implica modernidad y progreso. En esta medida,
se ven limitados a expresar su identidad libremente.

Desde mi carrera, Comunicación para el desarrollo, y experiencias que he tenido por investigaciones, trabajo
de campo y a partir de otros espacios, considero que una de las claves fundamentales para evitar que el
quechua sea un elemento de discriminación es la educación. En estudios generales, abordé el tema de la EBI
para una de mis investigaciones. El texto “Hacia una definición crítica de la EBI en el Perú” fue mi primer
acercamiento real a esta propuesta. Antes tenía la idea de que la EBI era una fórmula mágica, sin embargo,
pronto entendí que era un tema mucho más complejo.

Como ilustran Zavala y Córdova (2003), fue considerada como una educación remedial o compensatoria
para las zonas rurales en escuelas unidocentes, donde las contradicciones no vienen solo por parte del Estado
sino de los propios maestros. En este sentido, la EBI solo obedece a la aparente “necesidad” de brindar
educación a las zonas en las que solo hay quechuahablantes, cuando debería de responder al derecho de
cualquier persona ser educado en su lengua materna, aunque sepa hablar castellano. La EBI, sin embargo,
podría convertirse en una gran herramienta si se replantean los fundamentos con los que se está aplicando y
además expandirse a las ciudades..

Asimismo, sería imposible terminar con las prácticas discriminatorias si no se hace incidencia con aquellos
que no hablan las lenguas originarias. Es necesario entender que existe una responsabilidad compartida en
esta labor. Los estigmas alrededor de las lenguas originarias podrían ser atacados desde la educación
temprana, de tal manera que dejen de ser contempladas como elementos ajenos, sino como parte de nuestra
interculturalidad. En esta línea, no deben ser exortizadas, la valorización no debe responder a una necesidad
de “inclusión” o “preservación” pues ya forman parte de nuestra identidad como peruanos.

Finalmente, será necesario que el Estado posea tenga un rol activo en este proceso. Los planes, proyectos,
políticas, normativas, etc. deben ser realizadas desde un enfoque de derechos. Asimismo, es importante
descentralizar los servicios de forma que sean de calidad para todos, sin diferenciaciones. Pues, aunque no se
desarrolló a profundidad en la respuesta, las condiciones en las que viven muchas de las personas que hablan
lenguas originarias refuerzan la idea de “atraso” frente a la “modernidad” de la capital.

Nota 13
Si bien respondes la pregunta, la haces a través del uso de recursos bibliográficos, lo que no demuestra tu
manejo de la literatura,
Sobre el ej., inicias bien, pero te vas por las ramas. La idea era crear o basarte en un ej. De trabajo de campo,
pero no explicar de forma completa el ej. Ni dar las soluciones viables.

Referencias bibliográficas

MINEDU. (2019). Documento Nacional de del Perú Lenguas originarias.


http://www2.minedu.gob.pe/filesogecop/DNL-version%20final%20WEB.pdf

Zavala et. al. (2014). Qichwasimirayku: Batallas por el quechua.


http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/174303/Qichwasimirayku
%20batallas%20por%20el%20quechua.pdf?sequence=1

Zavala, V. y Córdova, G. (2003). VOLVER AL DESAFÍO: Hacia una definición crítica de la


educación bilingüe intercultural en el Perú. https://core.ac.uk/download/pdf/143610905.pdf

Zavala, V y Back, M. (Eds.) (2017). Racismo y lenguaje. Fondo editorial PUCP.

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