Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esquema:
a) La era hegiriana
c) La semana musulmana
e) Regla de conversión
----------------------
La religión musulmana reconoce una sola ley divina revelada, la Šari‘a. Esta Šari‘a
cubre tres dominios:
El dominio religioso propiamente dicho (dïn), que engloba todo aquello que trata de
la obediencia a Dios.
1
Nuestro agradecimiento a los profesores de la Escuela de Religiones, Ecumenismo y Sectas “San
Vicente Ferrer” de la Facultad de Teología de Valencia que nos han permitido hacer públicos estos
contenidos. Para este bloque concretamente al profesor D. Riay Tatari.
Y una dimensión normativa, que trata de la observancia de los ritos elaborados por
las grandes escuelas jurídicas (maðahib) de entre las cuales el musulmán ha de
elegir una a seguir si no es apto para poder deducir de forma directa de los textos
originales.
También hay que romper, de entrada, con una tradición que, a partir de una
pretendida etimología, atribuye a esta religión un tono fatalista. Es verdad que en
la simplicidad lapidaria de su expresión, las "dos profesiones de fe" valen como
pacto y como compromiso.
Todas las datas del calendario islámico son determinadas a partir de la observación
del ciclo lunar. También año a año se observa el nacimiento de la luna nueva para
determinar los días de las fiestas musulmanas.
a) La era hegiriana
Los meses islámicos están designados por su nombre árabe según el orden
siguiente:
1er mes: Muhárram; 2º: Sáfar; 3º: Rabï‘ l-awwal; 4º: Rabï‘ zani; 5º: Ÿumadà l-ulà; 6º:
Ÿumadà zanía; 7º: Ráÿab; 8º: Ša‘bán; 9º: Ramadán; 10º: Šawwal; 11º: dul ca‘da; 12º:
dul hiÿÿa.
c) La semana musulmana
El día del viernes es el día de descanso en los países islámicos, (iaum al-ÿum‘a día de
la asamblea) es un día importante para los musulmanes. La comunidad acude a las
grandes mezquitas (ÿámi‘) para celebrar la oración solemne del ÿum‘a durante la
cual todas las actividades profesionales y comerciales cesan.
Los días de la semana llevan el nombre árabe: assabt, al-áhad, al-iznáin, azzulazá,
alarbi‘á, aljamís, alÿum‘a.
Para todos los musulmanes las dos únicas fiestas son la fiesta de la ruptura del
ayuno (‘id al-fitr) y la fiesta del sacrificio (‘id al-adhà), denominada también ‘id al-
kabir y es la fiesta que culmina la peregrinación a la Casa de Dios.
e) Regla de conversión
G = H+622-(H/33)
H = G-622+[(G-622)/32]
Así, para convertir el año gregoriano 1995, el cálculo es el siguiente:
H = 1995-622+[(1995-622)/32] = 1415 «año hegiriano».
Su asesinato (656) abrió una nueva crisis, cuyas consecuencias fueron graves para
la comunidad islámica; elegido califa, 'Alí no pudo hacerse reconocer por sus
rivales, el más poderoso de los cuales era Mo'awiya, primo de 'Uzmán y gobernador
de Siria: en la descendencia de Muhammad se enfrentaban la rama del mayor
(hachemita) y la rama del menor (omeya).
'Alí consiguió triunfar sobre Talha y az-Zubair, con quienes se había aliado 'Aicha,
la joven viuda del Profeta; esta, hecha prisionera en la «batalla del Camello» (del
nombre de la montura de 'Aicha), fue reenviada a Medina. Pero al poco tiempo el
hábil Mo'awiya llegó a desposeer a 'Alí sin vencerlo: habiéndose entablado una
batalla Siffin (658), los sirios apelaron al juicio del Corán y 'Alí acepto el
«arbitraje de Adroh», causa de la defección de los jariyíes («sublevados»);
después, dejándose engañar por Mo'awiya, renunció a sus derechos. Sus fieles no
aceptaron esta defección: serán los chiítas, para quienes 'Alí - asesinado más
tarde en Kufa por los jariyíes, contra quienes él se esforzaba en vano en combatir
(661) - será el mártir del Islam.
Bajo los cuatro primeros califas - «los que guían por el verdadero camino»
(râchidún)-, el Islam conoció una expansión triunfal. Una vez la península pacificada
(represión de algunos falsos profetas), los musulmanes se lanzaron a la conquista,
Mas los califas omeyas se enfrentaron a la hostilidad de los medios medineses, que
les reprochaban su abandono de las tradiciones del Profeta y que concediesen un
excesivo interés a los asuntos temporales. Sobre todo, tuvieron que hacer frente a
la oposición creciente de los chiítas, que no cesaban de defender los derechos de
Yazîd, y mas tarde 'Abd al Malik, ayudado por su lugarteniente al-Hajjâj, pudiendo
también contra un anticalifa, 'Abd-Allah b. az-Zubair, que se levantó en Hidjaz y
había conseguido ganarse por un momento Iraq a favor de su causa.
3. El califato abasí.- Instalado en Iraq, con Bagdad como capital, la dinastía abasí
se apoyó en los iranios, quienes desempeñaron un importante papel en la
Administración, como los Barméquidas, célebres visires de los califas. Estos,
convirtiéndose en restauradores de la Tradición ofendida por los usurpadores,
pretendieron reunir en su persona el poder temporal y el espiritual más
estrechamente que sus predecesores. En realidad, lejos de volver a las costumbres
primitivas, no hicieron mas que acrecentar el ceremonial áulico iniciado ya por los
califas de Damasco y fueron considerados aún más usurpadores por la masa.
Pero desde la mitad del siglo IX empezó la decadencia, debida a razones tanto
internas como externas. Entre las primeras, preponderancia de mercenarios turcos
en la guardia del califa y de su jefe, «emir de emires» y verdadero dueño del
palacio - agitación jariyita, revueltas aliadas en el Hidjaz en 762, 786 (matanza de
Fajj), 814 (extensión del movimiento al Iraq)-, desequilibrio social debido al brusco
desarrollo económico, engendrando la miseria de las clases bajas, a quienes
seducirá el programa social de las sectas chiítas extremistas y que explican los
desordenes sucesivos; entre 877 y 833 se sublevan los esclavos negros del Bajo
Iraq (Zanj), quienes bajo la dirección de un supuesto aliada, se apoderan de Basora;
después, de 901 a 906, Siria e Iraq son devastados por bandas llamadas
«cármatas» (en realidad, ismaelitas); finalmente, la sublevación popular de
artesanos y campesinos fomentada por Hamdan Qarmat acabó con la constitución
del estado de Bahrein, gobernado sucesivamente por Abu Sa'id, quien consiguió
apoderarse de Basora y de Kufa (913), y después por Abu Tahir, quien saqueó La
Meca (930) Y estuvo apunto de tomar Bagdad.
Las causas externas tienden a la dislocación del imperio, del que poco a poco se
separan las provincias extremas, queden o no nominalmente vinculadas al califa de
Bagdad. En Occidente, independencia del emirato andalusí, fundado en 756;
aparición en el Magreb de reinos prácticamente autónomos: rustémida en el centro
(761-907), idrisida en Marruecos - fundado por un alida, Idris, el único escapado
de la matanza de Fajj (788-828)-, aglabí en Ifriqiya (Túnez actual) (800-905). En
Oriente, aparición en el Jorasán de reinos iranios: tahirida (820-73), saffárida
(873-902), y samánida (902-99), que favoreció el renacimiento de las letras iranias
y, llamando a los mercenarios turcos, provoco el desarrollo de la primera dinastía
turca musulmana - la de Mahmud de Gazna (999-1030), mecenas y jefe militar,
cuya obra maestra fue la islamización del norte de la India-; en Egipto y Siria,
formación de los Estados tulúnida (879-905), fundado en Fustat por un esclavo
turco, jefe militar emancipado, y después ijchidida (935-69), y del reino hamdanida
de Saif ad-Daula (944-67) en Alepo (célebres escritores y poetas: al-Farabi, al-
Mutannabi).
ibérica, con la ayuda de los beréberes y de los árabes sirios se había apoderado de
Córdoba (756) sometiendo a la mayor parte de la península (el Ándalus de los
árabes); en 929 su emirato, que había transmitido a sus descendientes, fue
convertido en califato por 'Abd-ar-Rahman III (912-61). Durante los siglos X y XI
el Ándalus, donde las tradiciones sirias se mantenían vivas, conoció una refinada
cultura, que no sólo rivalizó con éxito con su iniciadora oriental, con la que quedó
fielmente vinculada, sino que también «supo imponerse fuera de los limites
musulmanes y determinó en parte la evolución del pensamiento del saber europeo
de los siglos anteriores al Renacimiento» (E. Lévi-Provençal).
5.El califato fatimí.- A fines del siglo IX, en el momento en que la agitación chiíta
sacudía todo el Próximo Oriente musulmán, el imam oculto de la secta ismaelita,
'Obaid-Allah, que se declaraba descendiente del profeta a través de su hija
Fátima, encargó a su propagandista Abu 'Abd-Allah que preparase su ascensión al
poder; habiendo este conseguido ganarse el favor de los beréberes en
peregrinación a la Meca, los siguió a la Pequeña Cabilia (894): desde allí marcho
contra los aglabíes y se abrió la ruta hacia Kairuán (marzo de 909), en donde
después de diversas peripecias, presentándose 'Obaid-Allah como el mahdi
esperado por todos los chiítas, entró triunfador (diciembre de 909). El entusiasmo
provocado por su llegada fue de corta duración. Las medidas brutales empleadas
por el mahdi para atraer la población al chiísmo y los procesos fiscales abusivos, a
los que tuvo que recurrir para preparar una expedición hacia Oriente, provocaron
la terrible revuelta del beréber jariyí Abu Yazid, «el hombre del asno», quien hizo
peligrar (936-47) el poder de los primeros califas fatimíes (Abu-I-Qasim y al-
Mansur).
nómadas que se extendieron por el norte de África como «un ciclón devastador»
(G. Marcais), conmoviendo la vida política, social y económica del Magreb; en
Oriente, ataques de los seljúcidas, quienes se apoderaron de Siria y de Jerusalén
(1070) un siglo antes de que el curdo Salah-ad-Din despojase a los fatimíes de su
ultimo dominio: Egipto (1171).
6.El poder seljúcida.- Después del «siglo ismaelita del Islam» (L. Massignon), la
mitad del siglo XI señala un cambio decisivo en la historia del mundo musulmán: la
aparición en el primer plano de la escena política de los turcos seljúcidas, sunnitas.
Expulsando al chiísmo hasta entonces preponderante (buyíes y fatimíes),
impusieron en los países conquistados nuevos modos de pensar y de vivir, sin
esperar a Occidente, en donde Berbería se liberaba de la tutela oriental. Desde
entonces, «Oriente y el Magreb se vuelven la espalda» (J. Sauvaget).
Esclavos turcos de los sultanes ayyubitas, en 1250 los mamelucos habían asesinado
a su dueño y habían ocupado su puesto. La dinastía bahrita (1257-1382),
representada por Baibars, reconoció y albergó en El Cairo a los descendientes del
califa, haciendo sobrevivir así la ficción califal; derribada por su guardia
circasiana, fue sustituida por la dinastía burgita, que duró hasta la conquista
otomana (1382-1517). Fue el sultán mameluco Baibars quien, aprovechándose de las
dudas de los cruzados, detuvo la invasión mongol y la hizo retroceder al otro lado
del Éufrates.
Túnez, abdalwadí en Tlemcén y mariní en Fez (durante cierto tiempo este último
poseyó toda Berbería). A pesar de los esfuerzos de estas dinastías la reconquista
progresó y a principios del siglo XV fueron los cristianos quienes atravesaron el
estrecho: establecimiento portugués en Marruecos y entrada de Carlos Quinto en
Túnez. En contrapartida, la cristiandad se replegaba sin cesar en Oriente, donde
los otomanos tomaban Constantinopla (1453) e invadían el este de Europa. Estos
mismos otomanos extendieron entonces su dominio sobre Egipto e Ifriqíya hasta
Argel (1575). Únicamente Marruecos se libró de su influencia, conservando su
propia civilización, la cual, estrechamente ligada desde el siglo XII a del Ándalus,
recibió el nombre de hispanomarroquí.
En Irán, los timúridas habían sido derrotados por los fundadores de la dinastía
safévida (1501-1736); esta constituyó un Estado nacional chiíta, que adoptó
oficialmente la doctrina de los duodecimanos y que perdura aún hoy. La dinastía
logró su apogeo con Cháh-'Abbás (1587-1629), quien hizo de su capital Ispahán una
de las más bellas ciudades del mundo musulmán, y logró reconquistar por cierto
tiempo el Iraq y las ciudades santas del chiísmo. Después de la invasión afgana, que
derribó a los safévidas, Persia cayó en la anarquía, que continuó bajo la dinastía
turcotomana de los qadjar.
El imperio otomano, que duró seis siglos y debía dar nacimiento en los tiempos
modernos al más poderoso Estado musulmán, debe su nombre al jefe de una tribu
turca (emparentada con los seljúcidas), Osmán, quien, partiendo de Bitinia,
consiguió extender poco a poco su dominio en detrimento de mongoles y bizantinos.
Por un momento interrumpida por Tamerlán, la expansión otomana no tardó en
tomar nuevo vigor: toma de Constantinopla por Mahomet II e invasión de la Europa
balcánica, conquista de Siria y Egipto bajo los mamelucos por Selim I (1512-20) y,
finalmente, dominio de Iraq por Solimán el Organizador (1520-66). Entonces el
imperio se extendió desde las puertas de Viena hasta el Nilo, desde Bagdad hasta
Túnez y Argel, ocupadas por corsarios turcos y con sus grandes ciudades
sembradas de mezquitas de cúpulas y minaretes turcos hanefitas, testimoniando,
como Estambul, el pleno desarrollo del arte de los otomanos.
Pero desde le siglo XVIII empezó la decadencia. Europa reaccionaba con sus
ejércitos y con sus mercaderes, quienes, en virtud de acuerdos llamados
Capitulaciones (1536-1740) inundaban los puertos turcos con productos
manufacturados occidentales; el imperio se resentía de su gran extensión, así como
del desorden de las finanzas y de la indisciplina de los jenízaros. El mundo
musulmán había perdido su antigua vitalidad: los otomanos lo sostenían, pero sin
poder suscitar un despertar de la civilización, que habían contribuido a apagar y
que se adormecía, tanto en el dominio intelectual como en el económico, en los que
la Europa industrializada ejercía sus estragos.
10. La época moderna.- El siglo XIX y principios del XX (hasta 1914) vieron el
declinar y la disgregación progresiva del imperio otomano.
Los musulmanes del mundo forman la cuarta parte de la población mundial que
alcanzó seis millones de habitantes en octubre de 1999.
Europa considera al Islam la segunda religión después del cristianismo. Cuenta con
35 millones de musulmanes; 13 millones de ellos viven en la Unión Europea.