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Cronología Reyes y Profetas del Reino Unido y Dividido de Israel

Las secciones anteriores de este artículo han abarcado la historia de Egipto y


Mesopotamia hasta el siglo VII AC. Esta sección trata de los 120 años de la
historia de Israel bajo sus primeros tres reyes, cada uno de los cuales reinó
aproximadamente 40 años (2 Sam. 5: 4; 1 Rey. 11: 42; Hech. 13: 21).  Las
secciones XII y XV tratarán la historia de los reinos separados de Judá e Israel.
Desde su invasión a Canaán, los hebreos habían crecido lentamente en poder y se
habían arraigado por medio de luchas continuas con las naciones que vivían
dentro y alrededor de Palestina.  Habían vivido en el país durante unos tres siglos
y medio cuando sintieron la necesidad de un gobierno unificado. Hasta ese
entonces habían sido guiados por hombres dirigidos por el Espíritu, llamados
jueces, sin la seguridad de que continuaría una dirección competente después de
la muerte de cada juez. Desde el punto de vista político estrictamente humano el
deseo popular de tener una monarquía hereditaria, expresado en tiempos de
Samuel (1 Sam.  8: 5), no era sino natural. Si Israel había de alcanzar su
propósito, debía poseer el país en forma permanente; y a fin de conseguirlo,
necesitaba la unidad, la continuidad de la dirección y un gobierno estable. Esta
eventualidad había sido prevista por Moisés, quien estableció los principios en
armonía con los cuales deberían gobernar los reyes (Deut. 17: 14-20).

Saúl (1050 -1011 AC). “40 Años Apx”:

El reino permaneció débil debido a la inexperiencia y falta de madurez de


carácter del joven rey. Su sucesor, David, guerrero infatigable y político capaz,
levantó un imperio formidable.  Aunque no podía compararse con los imperios
situados sobre el Nilo y el Eufrates, era impresionante, y ejerció el control de la
mayoría de las naciones de Palestina y Siria. Formado por el genio de David bajo
la bendición de Dios, ayudado por la debilidad de las otras naciones grandes de
su tiempo, el imperio de Israel permaneció intacto por más o menos medio siglo.
Las debilidades se hicieron evidentes aun bajo el reinado relativamente pacífico
de Salomón, y su reino se desmenuzó cuando la muerte eliminó la mano fuerte
del rey.
Sin embargo, además del recuerdo de un pasado glorioso bajo dos grandes reyes,
fue de valor permanente el establecimiento de Jerusalén como centro religioso y
político para la nación. El significado de su nombre, "ciudad de paz", ha ejercido
una influencia mágica en la mente del pueblo hebreo de todas las generaciones.
Puesto que las promesas de la venida del Mesías estaban relacionadas por la
Inspiración con la casa real de David, nunca se perdió de vista la idea de un reino
establecido y guiado por Dios. 
Saúl (c. 1050-1011 AC).
Saúl, hijo del benjamita Cis, hombre escogido por Dios a causa de su naturaleza
profundamente religiosa (1 Sam. 10: 7, 10, 11; 14: 37), su humildad (1 Sam. 10:
22) y una tendencia a la generosidad (1 Sam. 11: 13), primeramente fue ungido
en secreto por Samuel (1 Sam. 10: 1), proclamado rey en Mizpa (1 Sam. 10: 17-
24), y confirmado en su cargo en Gilgal después de tener éxito en el rescate de
Jabes de Galaad de manos de los amonitas (1 Sam. 11). Su reino consistió en una
unión algo débil de tribus que lo seguían como rey en tiempos de emergencia,
pero que fuera de eso decidían sus asuntos internos sin interferencia de un
gobierno central. A principios de su reinado, su actuación difirió poco de la de un
juez. Aún después de ser proclamado rey, entre otras cosas todavía cuidaba su
propio ganado.
Sin embargo, la idea de una monarquía real se desarrolló gradualmente. Saúl
tenía el plan de que su reino fuese hereditario. En su capital, construyó un castillo
en el predio de una hectárea, "Gabaa de Saúl", ahora Tell el-Fûl, a unos 61/2 km
al norte de Jerusalén. Su ciudadela de dos pisos que medía aproximadamente 52
m por 35 m, cuyos muros exteriores tenían de 1,80 a 2,10 m de espesor, ha sido
excavada por W. F. Albright. Con sus muros fortificados y torres en las esquinas,
representa la construcción hebrea típica de la época. La sala más grande, que era
probablemente la sala de audiencia donde David tocaba su lira ante el rey, medía
unos 2,10 por 7,60 m.
Fue Saúl quien creó el primer ejército regular, aunque pequeño, mantenido por
Israel. Constaba de 3.000 hombres ubicados como guarnición en tres ciudades (1
Sam. 13: 2), con su tío -o tal vez primo- Abner, como comandante en jefe (1
Sam. 14: 50).
El nuevo rey, instalado en el trono durante el período difícil cuando los filisteos,
apoyados en sus armas y experiencia militar superiores, trataron de subyugar a
los hebreos, a menudo se halló luchando contra ellos como también contra otras
naciones. Dio la primera prueba de sus condiciones de general cuando rescató de
los amonitas la ciudad de Jabes de Galaad, en Transjordania (1 Sam. 11: 1-11).
También sostuvo guerras victoriosas contra los amalecitas (1 Sam. 15: 4-8) y los
idumeos en el sur, los moabitas en el este, y los arameos del Estado sirio de Soba
(1 Sam. 14: 47).
Con todo, la amenaza permanente para la existencia de Israel provino de los
filisteos (1 Sam. 14: 52), que mantuvieron guarniciones en varias ciudades
hebreas, aun en algunas cercanas a la capital de Saúl. Los filisteos tenían el
monopolio de la manufactura y afilación de armas y herramientas, de manera que
en determinado momento en todo Israel solamente Saúl y Jonatán poseían armas
de hierro (1 Sam. 13: 19-22). Aterrorizaron de tal manera a los hebreos, que éstos
se vieron obligados habitualmente a refugiarse en cuevas y lugares inaccesibles
de las montañas (vers. 6).
La primera gran victoria israelita sobre los filisteos, la que causó su expulsión de
la región montañosa oriental, fue más bien un episodio militar que una batalla
real. Cuando los filisteos habían ocupado las colinas de Benjamín y habían
tomado a Micmas, los israelitas retrocedieron en desorden (vers. 5-11). Micmas
queda a 11 km al norte de Jerusalén, a una altitud de 620 m sobre una colina que
domina la profunda garganta del Wadi ets-Tsuwenît hacia el sur, que formaba el
paso de Micmas. Mientras Saúl estaba acampado con 600 hombres en Gabaa,
separado de los filisteos por el Wadi ets-Tsuwenît, Jonatán y su escudero
descendieron por la roca Sene en la cual estaba construida Gabaa, cruzaron el
wadi, y luego escalaron la escarpada roca Boses, sobre la cual estaban acampados
los filisteos en Micmas (1 Sam. 13: 15, 23; 14: 4, 5). El ataque sorpresivo de
Jonatán en el campamento filisteo creó gran confusión, la que aumentó cuando
los hebreos acudieron en ayuda de Jonatán; entonces los filisteos huyeron
aterrados (1 Sam. 14: 11-23). 
El primer gran encuentro entre los hebreos y los filisteos durante el reinado de
Saúl se realizó en la región montañosa occidental entre Soco y Azeca, a mitad de
camino entre Jerusalén y Ascalón.  La victoria de David sobre Goliat en esa
ocasión fue el comienzo de una gran serie de victorias sobre los odiados filisteos.
Los principales resultados fueron una mayor libertad para los hebreos y
considerable riqueza obtenida del saqueo a los filisteos (1 Sam. 17).
Por desgracia para la nación y la casa real, Saúl, que tenía un carácter
indisciplinado, se hizo despótico después de sus victorias. A causa de su
violación de la ley levítica y de órdenes divinas, no sólo perdió el reino sino
también el juicio. Sus últimos años -no se sabe cuántos- pasaron bajo la sombra
de la locura, que a su vez lo llevó a continuas tentativas de matar a David, de
quien él sabía estaba destinado a ser su sucesor. Habiendo perdido la amistad y la
mano guiadora de su viejo consejero Samuel (1 Sam. 15: 17-23, 35), cometió
crímenes de los más necios y atroces, tales como la matanza de los sacerdotes
inocentes de Nob (1 Sam. 22: 11-21), y hasta intentó matar a su propio hijo
Jonatán (1 Sam. 20: 30-33). Aunque conocido por su celo en desarraigar el
espiritismo, pidió consejo a una bruja el día antes de su muerte (1 Sam. 28: 3-25).
En una batalla reñida en las montañas de Gilboa, en el extremo oriental de la
llanura de Esdraelón, Saúl y sus hijos perdieron la vida luchando contra los
filisteos (1 Sam. 31: 1-6). Esa batalla fue tan desastrosa que todas las ganancias
del largo reinado de Saúl se perdieron ante los filisteos, quienes una vez más
ocuparon las ciudades de Israel y arrojaron a los aterrorizados habitantes a sus
antiguos refugios de las montañas (vers. 7).

David (1011 - 971 AC) “40 Años Apx”.

Después de la muerte de Saúl, David fue coronado rey sobre Judá en Hebrón (2
Sam. 2: 3, 4). En tiempos pasados había sido capitán en el ejército de Saúl, y por
un tiempo fue yerno de Saúl (1 Sam. 18: 27), pero había vivido como proscrito
en los bosques y las cavernas de las montañas del sur de Judá, y en una ciudad
filistea durante los últimos años del reinado de Saúl (1 Sam. 19 a 29). David,
ungido secretamente por el profeta Samuel poco después del rechazo de Saúl
como rey, estaba excepcionalmente dotado como guerrero, poeta y músico (1
Sam. 17; 2 Sam. 1: 17-27; 1 Sam. 16: 14-23). Era también profundamente
religioso, y aunque cayó en un grave pecado, se arrepintió y recuperó el favor
divino (ver el Sal. 51). Por lo tanto, se le confirmó el trono a perpetuidad a él y a
su posteridad, lo que culminaría con el reino eterno del Mesías, que fue
descendiente de David según la carne (Rom. 1: 3).
Los primeros siete años del reinado de David se limitaron a Judá, mientras que
Is-boset, cuarto hijo de Saúl, reinó sobre el resto de las tribus desde su capital,
Mahanaim, en Transjordania. Las relaciones entre los dos reyes rivales fueron
amargas, e hicieron crisis en forma de luchas y derramamientos de sangre (2
Sam. 2: 12-32). Abner, comandante del ejército de Saúl, era el que realmente
sostenía el trono de Is-boset, hombre débil que cayó víctima de unos asesinos
inmediatamente después que Abner le retiró su apoyo (2 Sam. 3 y 4). Su
verdadero nombre parece haber sido Es-baal, "hombre de Baal" (1 Crón. 8: 33; 9:
39), lo que sugiere que cuando nació, Saúl se había alejado tanto de Dios que
adoraba a Baal. Al escritor inspirado de 2 Samuel, este nombre le resultaba tan
vergonzoso que nunca lo usó; por eso a Es-baal, "hombre de Baal", siempre
prefirió llamarlo Is-boset, "hombre de vergüenza".
David había hecho de Hebrón su capital, y allí, después de la muerte de Is-boset,
fue coronado rey sobre todo Israel, lo cual señaló el fin de la breve dinastía de
Saúl.  Después que David hubo reinado durante siete años y medio, se propuso
establecer una nueva capital. Demostró notable sabiduría política al elegir como
capital una ciudad que hasta ese momento no había pertenecido a ninguna tribu, y
que por lo tanto sería aceptable para todos. Al conquistar la fortaleza Jebusea de
Jerusalén, en la frontera entre Judá y Benjamín, y al establecer el centro político
y religioso del reino en una ubicación central, lejos de las principales carreteras
internacionales que atravesaban el país, David demostró una previsión política
digna de encomio.  Desde entonces Jerusalén ha sido una ciudad importante y ha
desempeñado un papel destacado en la historia del mundo.
El reinado de David se distingue por una cadena ininterrumpida de victorias
militares. Derrotó repetidas veces a los filisteos (2 Sam. 5: 17-25; 21: 15-22; 23:
13-17) y logró libertar completamente a Israel de la influencia de ellos. Los
limitó a una región costera próxima a las ciudades de Gaza, Ascalón, Asdod, Gat
y Ecrón. También subyugó a los moabitas, amonitas y edomitas (2 Sam. 8: 2, 14;
10: 6 a 11: 1; 12: 26-31; 1 Crón. 18: 2, 11-13; 19: 1 a 20: 3), y sometió a los
arameos de Damasco y Soba (2 Sam. 8: 3-13; 1 Crón. 18: 5-10). Otras naciones
procuraron su amistad mediante el envío de presentes -como lo hizo el rey de
Hamat (2 Sam. 8: 9, 10) -o mediante la firma de tratados, como en el caso del rey
fenicio de Tiro (2 Sam. 5: 11). De esta manera David pudo reinar sobre toda
Palestina occidental y orienta, con excepción de la región costera, e
indirectamente también sobre grandes secciones de Siria. Prácticamente todo el
territorio entre el Eufrates y Egipto era administrado por los gobernadores de
David, o le era favorable, o le pagaba tributo.
La política interna de David no siempre tuvo tanto éxito como su política
exterior. Para fijar impuestos o para hacer un cálculo del potencial humano de su
reino, hizo levantar un censo que ofendió a Joab, su general, y también a Dios (2
Sam. 24; 1 Crón. 21 y 22). David, como otros estadistas fuertes antes y después
de él, también cayó ocasionalmente víctima de sus concupiscencias -véase por
ejemplo el episodio de Betsabé (2 Sam. 11: 2 a 12: 25)-, y como polígamo
compartió los tristes resultados de esa costumbre. Uno de sus hijos cometió
incesto (2 Sam. 13); otro, Absalón, llegó a ser fratricida y más tarde se rebeló
contra su propio padre, pero murió en la batalla que siguió (2 Sam. 13 a 19). La
rebelión del benjamita Seba también causó serias dificultades y derramamiento
de sangre (2 Sam. 20); y poco antes de la muerte de David, Adonías, uno de sus
hijos, hizo un intento infructuoso para ocupar el trono mediante una revolución
en el palacio (1 Rey. 1). Sin embargo, la recia personalidad de David, junto con
el resuelto apoyo de los que le fueron leales, le permitió vencer todas las fuerzas
divisivas. El reino fue transferido a Salomón como una sólida unidad.
La lealtad básica de David para con Dios y su disposición a arrepentirse y aceptar
el castigo por el pecado, le ganaron el respeto de los profetas Natán y Gad, y le
atrajeron promesas y bendiciones divinas de una naturaleza singular.  No pudo
realizar uno de sus mayores deseos: construir un templo para el Dios que amaba.
Sin embargo, se le prometió que construiría el templo su hijo, cuyas manos no
estaban manchadas de sangre como las suyas. Por lo tanto, David compró el
terreno, mandó hacer el plano y reunió los fondos para ayudar a Salomón en la
realización del plan (2 Sam. 7; 1 Crón. 21: 18 a 22: 5).

Salomón (971 – 931 AC) “40 Años Apx”.

Salomón, tercer gobernante del reino unido de Israel, cuyo nombre era también
Jedidías, "al cual amó Jehová" (2 Sam. 12: 24, 25), parece haber seguido la
costumbre oriental de tomar un nombre para ocupar el trono: Salomón,
"pacífico". Su reinado hizo que este título no fuese sólo apropiado, sino también
popular.
Por razones no especificadas, Dios escogió a Salomón para que fuese el sucesor
de David, y éste lo proclamó rey durante una revolución de palacio que tenía el
propósito de colocar en el trono a su hermano mayor Adonías (1 Rey. 1: 15-49).
Aunque Salomón pareció al principio demostrar clemencia para con Adonías, no
se olvidó del incidente. Por lo general, el menor error que cometieron los
opositores de Salomón les costó la vida. De ahí que tanto Joab, instigador del
complot, como Adonías fueran finalmente ejecutados, mientras que Abiatar, el
sumo sacerdote, fue depuesto (1 Rey. 2).
Demostrando una piedad desusada para sus años, y comprendiendo al parecer la
dificultad de sus problemas políticos, Salomón pidió a Dios sabiduría en la difícil
tarea de gobernar el nuevo imperio.  Su sabiduría, de la cual tenemos ejemplos en
los Proverbios, Eclesiastés y Cantares, excedió a la de todos los demás sabios
famosos de la antigüedad (1 Rey. 3: 4 a 4: 34). Esta fama atrajo a su corte a los
intelectuales de varias naciones. De esas visitas, la de la reina árabe de Sabá
parece haber sido la que hizo mayor impresión sobre sus contemporáneos (1 Rey.
4: 34; 10: 1-10).
El reino que Salomón heredó de su padre se extendía desde el golfo de Akaba, al
sur, hasta casi el Eufrates, al norte. Nunca antes ni después tuvo tanta extensión
el territorio israelita. Siendo que tanto Asiria como Egipto estaban muy débiles
en esta época, Salomón no encontró verdadera oposición de parte de sus vecinos,
y aprovechando esa situación, se aventuró en grandes empresas comerciales por
tierra y por mar que le reportaron riquezas nunca antes vistas por su pueblo. De
ahí que el esplendor de su reinado se hiciera legendario, como lo testifica Mat. 6:
28, 29.
Puesto que los fenicios ya controlaban el comercio del Mediterráneo, Salomón se
dirigió hacia el sur y realizó empresas comerciales con Arabia y el Africa
oriental, llevando a cabo sus expediciones marítimas con la ayuda de marinos de
Tiro (1 Rey. 9: 26-28). La ciudad de Ezión- geber en el golfo de Akaba no sólo
sirvió de puerto principal para estas expediciones, sino también, aparentemente,
como un centro comercial del cobre extraído en el Wadi Arabá (la zona entre el
mar Muerto y Ezión-geber). Como además controlaba muchas rutas comerciales
terrestres, Israel llegó a ser el gran mercado de compra y venta de carros y lino
egipcios, caballos de Cilicia y diversos productos de Arabia.  Prácticamente nada
entraba en Egipto desde el oriente, o en Mesopotamia desde el suroeste, sin
enriquecer los cofres de Salomón (1 Rey. 4: 21; 10: 28, 29).
El rey emprendió también grandes construcciones. Sobre el monte Moriah, en el
norte de la antigua Jerusalén, edificó una acrópolis que comprendía el magnífico
templo, edificado en 7 años (1 Rey. 6: 37, 38), y su propio palacio, cuya
construcción llevó 13 años (1 Rey. 7: 1). También construyó el millo'o "relleno",
que algunos creen que estuvo entre Sion y Moriah, y reparó el muro de Jerusalén
(1 Rey. 9: 15, 24). A lo largo del país se construyó una cadena de ciudades para
sus carros a fin de garantizar la seguridad nacional, y esto requirió un gran
ejército regular y muchos caballos y carros, costosos rubros del presupuesto
nacional (1 Rey. 4: 26; 9: 15-19; 10: 26; 2 Crón. 9: 28). Las excavaciones de
Gezer y Meguido han comprobado plenamente estas afirmaciones bíblicas.
Para sus múltiples empresas, el rey dependía del trabajo forzado (1 Rey. 5: 13-
18; 9: 19-23), y de los fenicios, para conseguir obreros adiestrados y marineros (1
Rey. 7: 13; 9: 27). Los magníficos proyectos de construcción y las grandes
exigencias del ejército fueron una carga tan pesada para la economía israelita,
que aun los inmensos   ingresos de Salomón resultaron insuficientes para
financiar el programa, con el resultado de que en una ocasión tuvo que ceder 20
pueblos galileos a Fenicia en pago de la madera y del oro que necesitaba (1 Rey.
9: 10-14). 
Siguiendo la costumbre de los monarcas orientales, Salomón tuvo un gran harén,
y procuró fomentar la buena voluntad internacional casándose con princesas de la
mayoría de las naciones circunvecinas, incluso Egipto, y permitió que se
edificasen en Jerusalén santuarios dedicados a deidades extranjeras (1 Rey. 11: 1-
8). La princesa egipcia, que trajo como dote la ciudad de Gezer que su padre
había conquistado de los cananeos, parece haber sido su reina favorita por cuanto
le construyó un palacio separado (1 Rey. 3: 1; 9: 16, 24).
Pero la gloria exterior del reino, el suntuoso ceremonial de la corte, las nuevas y
poderosas fortalezas en todo el país, el fuerte ejército y las grandes empresas
comerciales no podían ocultar el hecho evidente de que el imperio de Salomón
estaba por desintegrarse. Había inquietud entre los israelitas a causa de los altos
impuestos y el trabajo forzado requerido, y las naciones subyugadas sólo
esperaban una señal de debilidad para independizarse de Jerusalén. Aunque la
Biblia sólo menciona por nombre a tres rebeldes que se manifestaron en abierta
oposición a Salomón: Hadad edomita, Rezón hijo de Eliada, y el efrainita
Jeroboam (1 Rey. 11: 14-40), los sucesos que ocurrieron inmediatamente después
de la muerte de Salomón implican que debe haber habido considerable
desasosiego aun durante su vida.
Los escritores bíblicos, que se preocuparon más de la vida religiosa de sus
héroes, dan como razón principal de la decadencia del poder de Salomón y la
desintegración de su imperio, el hecho de que el rey se hubiera apartado del
camino recto de sus deberes religiosos. Aunque había construido el templo de
Jehová y en su dedicación ofreció una oración que reflejaba profunda experiencia
espiritual (1 Rey. 8: 22-61), cayó en una poligamia e idolatría sin precedentes (1
Rey. 11: 9-11) que provocaron la prosecución de una política insensata que
apresuró la caída de su reino.
No bien hubo cerrado los ojos Salomón, las tribus de Israel se separaron en dos
bandos y varias de las naciones sometidas proclamaron su independencia.

Reino de Israel, 931-722 AC

Roboam (931 – 913 AC). “18 Años Apx”

Con Roboam, el imprudente hijo de Salomón, el reino hebreo unido llegó a su fin
para nunca resurgir. Cuando Roboam fue a Siquem para la coronación, se enteró
del descontento profundo que existía entre sus súbditos a causa de las excesivas
cargas de impuestos y el trabajo forzado que su padre había introducido.
Rechazando las advertencias de consejeros experimentados para que accediese a
las demandas razonables del pueblo, lo amenazó con aumentar sus cargas; de esta
manera provocó la franca revuelta de sus súbditos del norte y del este bajo la
dirección de Jeroboam. Siendo quizá hijo de una mujer amonita, Roboam imitó a
su padre al tener un numeroso harén y al fomentar la adoración de dioses
paganos, con todos sus ritos abominables (1 Rey. 14: 22-24; 2 Crón. 11: 21).

Jeroboam.

Quien al enterarse de la muerte de Salomón había regresado del destierro (1 Rey.


12: 1-20).
Aunque atendió el consejo del profeta Semaías de no luchar contra sus hermanos
al separarse las diez tribus, es evidente que Roboam sostuvo posteriormente
varias guerras sangrientas con Jeroboam (1 Rey 12: 24; 14: 30). También en su
quinto año sufrió el ataque histórico de Sheshonk (Sisac) I de Egipto (1 Rey. 14:
25-28), respecto del cual todavía da testimonio el relieve de la victoria de
Sheshonk que se halla en el muro del templo de Karnak. Este ataque puede
explicar por qué el rey de Judá fortaleció las defensas de una cantidad de pueblos
que protegían los caminos que llevaban a Jerusalén (2 Crón. 11: 5-12).

Abiam (913-911 AC). “02 Años Apx”

El siguiente rey, Abiam, reinó brevemente (913-911 AC), sostuvo una guerra con
Jeroboam I e imitó a su padre en todos sus vicios (1 Rey. 15: 1-8).

Abiam (911 - 869 AC). “42 Años Apx”

Con Asa, hijo de Abiam, llegó nuevamente al trono un buen rey (911-869 AC).
Eliminó la influencia de su abuela, que había levantado una imagen para Asera, y
desterró a los sodomitas como también el culto de los ídolos (vers. 10-13).
Después de los primeros años pacíficos de su reinado, que dedicó a reformas
religiosas, Asa fue atacado por los etíopes comandados por Zera, que eran
probablemente cusitas de la costa oriental del mar Rojo (2 Crón. 14: 9-15).
Cuando Baasa de Israel ocupó parte del norte de Judá, probablemente 36 años
después de la división del reino (2 Crón. 16: 1), Asa no se atrevió a enfrentar al
ejército septentrional con sus propias fuerzas inferiores en número, sino que
indujo a Ben-adad de Siria a atacar y debilitar a Israel. Por esta falta de fe en la
ayuda de Jehová, Asa fue severamente reprendido por el profeta Hanani (vers. 1-
10).
Los últimos años de Asa se caracterizaron por su mala salud (vers. 12), y por lo
tanto designó a su hijo Josafat como corregente, según lo indican los datos
cronológicos.
Desde Josafat hasta Ocozías (872-841 AC). “31 Años Apx”

Josafat (872-848 AC) continuó las reformas religiosas de su buen padre. Aunque
no quitó todos los altos, se lo encomia por haber ordenado que los levitas y
sacerdotes recorriesen el país para predicar la ley (1 Rey.22: 43; 2 Crón. 17: 7-9).
El terminó la larga querella entre Judá e Israel al aliarse con la dinastía de Omri,
y casó al príncipe heredero Joram de Judá con Atalía, hija de Acab (2 Rey. 8: 18,
26), unión que por desgracia abrió la puerta para el culto de Baal en Judá. Josafat
también ayudó a los reyes del norte en sus campañas militares. Con Acab fue
contra Ramot de Galaad (2 Crón. 18: 28), y con Joram, rey de Israel, contra
Moab (2 Rey. 3: 4-27). También luchó contra una fuerte confederación de los
idumeos, moabitas y amonitas (2 Crón. 20: 1-30). Por otra parte, algunas
naciones, como los filisteos y los árabes, quedaron tan impresionadas con las
hazañas de Josafat que procuraron su amistad. Su intento de restablecer las
expediciones de Salomón a Ofir fracasó cuando sus barcos naufragaron en Ezión-
geber (vers. 35-37).

HUBO UNA UNIÓN ENTRE JOSAFAT Y JORAM

Joram (854-841 AC). “13 Años Apx”

No debe ser confundido con su contemporáneo, Joram de Israel, compartió el


trono con su padre Josafat. No se dice nada bueno de Joram. Influido por su
esposa malvada e idólatra, fomentó el culto a Baal en Judá (2 Rey. 8: 18), riñó
infructuosas guerras con los filisteos y los árabes (2 Crón. 21: 16, 17; 22: 1), y
murió de una enfermedad incurable, según lo había predicho Elías (2 Crón. 21:
12-19).

Ocozías (841 AC).

Siguió los caminos corruptos de sus padres, acompañó a su tío Joram de Israel en
una guerra infructuosa contra los sirios (2 Rey. 8: 26-29), y fue mortalmente
herido en el complot de Jehú contra Joram de Israel. Murió en Meguido, adonde
había huido para restablecerse (2 Rey. 9: 14-28) 
Los reyes de Israel; Jeroboam I (931-910 AC).
Al separarse de la dinastía de David, todas las tribus hebreas salvo Judá y
Benjamín llamaron a Jeroboam, exiliado político que acababa de volver de
Egipto, adonde había huido de Salomón (1 Rey. 12: 19, 20). Jeroboam era un
caudillo efrainita que había servido a Salomón como capataz de una cuadrilla de
obreros ocupados en trabajos de construcción en Milo. Resentido por la política
interna de Salomón, se había rebelado. Animado por el profeta Ahías de Silo, es
evidente que se volvió osado en su oposición y fue probablemente denunciado
ante Salomón, por lo que huyó a Egipto para salvar la vida (1 Rey. 11: 26-40).
Jeroboam I reinó sobre el reino septentrional como su primer rey durante 22 años
(931-910 AC).  Hizo de Siquem su primera capital, pero más tarde la trasladó a
Tirsa. Tirsa no ha sido identificada aún definitivamente, pero puede haber estado
en el montículo actual de Tell el-Fâr'ah, a unos 11 km al noreste de Nablus. Se
han llevado a cabo excavaciones en este montículo que es más grande que el de
Meguido, pero no se han hallado aún indicios definidos para lograr su
identificación.
Jeroboam tuvo que sostener continuas guerras con sus vecinos descontentos del
sur, primero contra Roboam y luego contra Abiam (1 Rey. 14: 30; 15: 7). Su
tierra parece también haber sido devastada durante la campaña del rey egipcio
Sheshonk, aunque la Biblia sólo menciona a Judá y a Jerusalén como víctimas
del ataque. Sin embargo, la evidencia demuestra claramente que Sheshonk
también invadió el reino septentrional, porque inscribió los nombres de muchas
ciudades del norte en su relieve de Karnak. También se descubrió una estela de la
victoria de Sheshonk en las ruinas de la ciudad de Meguido, perteneciente a
Jeroboam. Puede ser que Jeroboam no hubiera cumplido las promesas hechas a
Sheshonk, y así hubiera provocado esta acción militar emprendida contra él. De
lo contrario no es claro por qué Sheshonk, que había otorgado asilo a Jeroboam
como refugiado político, se volviera tan rápidamente contra él una vez que llegó
a ser rey.
Por razones políticas, Jeroboam introdujo ritos y prácticas religiosas que
constituyeron una desviación del culto puro a Jehová. En Bet-el y Dan construyó
templos e hizo dos becerros para representar a Jehová en forma visible (1 Rey.
12: 27-31). Durante dos siglos el culto de estos becerros de oro fue conocido
como el "pecado de Jeroboam". De todos sus sucesores en el trono de Israel,
excepto tres, se dice que lo siguieron en esta apostasía. La inscripción de un
fragmento de alfarería hallado en Samaria proyecta una luz curiosa sobre este
culto de un becerro. Tiene el nombre de un hombre llamado Egelyau, que
significa "Jehová es un becerro", lo que demuestra que los israelitas adoraban a
Jehová bajo la forma de un novillo de la misma manera en que los cananeos
creían que su dios El era un toro.
Jeroboam también cambió el mes principal de fiestas -el séptimo del calendario
eclesiástico hebreo- al octavo (vers. 32, 33). El estudio de la cronología israelita
también pareciera indicar que entonces se introdujo un calendario civil que
comenzaba en primavera [del hemisferio norte], a diferencia del que se usaba en
el reino meridional, donde el año civil comenzaba en el otoño. Siendo que los
reyes del sur usaban el sistema del año de ascensión al trono al calcular los años
de su reinado, Jeroboam introdujo el sistema egipcio que no toma en cuenta el
año de la ascensión al trono, y probablemente lo hizo sin otra razón que la de ser
diferente.
Jeroboam, que comenzó su reinado como rebelde contra Roboam, y que también
se rebeló contra Dios y su forma de culto, estableció su reino sobre el
fundamento más débil posible. Esto fue cierto tanto en sentido político como
espiritual. Ni su dinastía, que llegó a su fin con la muerte de su hijo, ni ninguna
de las dinastías  posteriores, duraron más que unos pocos años. El reino de Israel
tuvo 10 dinastías y 20 reyes en los 208 años de su existencia. Además, la nación
nunca escapó del callejón sin salida respecto a la religión al cual la condujo
Jeroboam. Hundiéndose cada vez más profundamente en el lodo de la idolatría e
inmoralidad paganas, fue despedazada por sus enemigos, Siria y Asiria, y
finalmente desapareció.

Desde Nadab hasta Zimri (910-885 AC). “25 Años Apx”

El impío reinado de Nadab (910-909 AC), hijo de Jeroboam, se interrumpió


cuando fue asesinado por Baasa en la ciudad filistea de Gibetón.  Así terminó la
primera dinastía (1 Rey. 15: 25-29). Este terrible precedente se repitió vez tras
vez, hasta que diez dinastías distintas hubieron reinado sobre Israel. Baasa (909-
886 AC) continuó hostigando a Judá, pero perdió el territorio que había ganado
cuando fue atacado por Ben-adad de Damasco, que había recibido cohecho de
Asa, rey de Judá (1 Rey. 15: 16 a 16: 7). La dinastía de Baasa terminó como la
anterior. Su hijo Ela (886-885 AC) fue asesinado por Zimri, uno de sus generales,
en su capital Tirsa, después de un reinado de menos de dos años (1 Rey. 16: 8-
10). Zimri ocupó su corto reinado de sólo siete días en matar a todos los parientes
y amigos de Baasa. Entonces Omri, otro general de Ela que fue proclamado rey
por el ejército israelita, ocupado en ese momento en una campaña contra los
filisteos, marchó contra Tirsa y tomó la ciudad. Comprendiendo que la
resistencia era inútil, Zimri rehusó rendirse a Omri, prendió fuego al palacio y
pereció en las llamas (vers. 11-18).

Omri (885-874 AC).

Omri llegó a ser el fundador de una dinastía, cuatro de cuyos reyes ocuparon el
trono a través de un período de 44 años (885-841 AC). Al principio Omri tuvo
que luchar con otro aspirante al trono, Tibni, que tenía considerable apoyo de
parte del pueblo. Sólo después de cuatro años de lucha interna, Omri pudo
exterminar a Tibni y a sus seguidores (vers. 21-23). Esto resulta claro por las
declaraciones cronológicas de los vers. 15 y 23, que asignan los 7 días del
reinado de Zimri al año 27 de Asa, y la ascensión de Omri al trono -como
monarca único- al año 31 de Asa.
El reinado de 12 años de Omri fue políticamente más importante que lo que
indican los registros bíblicos. Al escoger una ubicación estratégica para su
capital, Samaria, hizo por Israel lo que David había hecho al elegir a Jerusalén.
Esta colina, de unos 120 m de altura, estaba situada en una llanura en forma de
taza y podía ser defendida con facilidad. Aparentemente nunca fue tomada por la
fuerza de las armas, y sólo se rindió por falta de agua o alimento. Las
excavaciones han confirmado el hecho insinuado en los registros bíblicos de que
el sitio no había sido habitado antes del tiempo de Omri.  Al trasladar su capital a
ese lugar, él comenzó a construir grandes defensas que fueron completadas por su
hijo Acab.
No se sabe si Omri personalmente tuvo encuentros con los asirios, pero durante
los siguientes 100 años los registros asirios se refieren a Israel como "la tierra de
la casa de Omri", aun mucho después de que hubo desaparecido la dinastía de
Omri. Su personalidad, su éxito político o sus empresas comerciales lo deben
haber hecho famoso a la vista de sus contemporáneos y de las generaciones
posteriores.
Omri entabló relaciones cordiales con sus vecinos fenicios, y casó a su hijo Acab
con Jezabel, hija del rey de Tiro. Esta alianza introdujo el culto de Baal y Asera
en Israel en un grado anteriormente desconocido (1 Rey. 16: 25). También
concedió franquicias económicas a Damasco y permitió que comerciantes sirios
tuviesen puestos en los bazares de Samaria (1 Rey. 20: 34). Puesto que Israel
recibió privilegios similares en Damasco sólo después de una victoria militar
sobre los sirios, parece que  Omri fue vencido por los sirios, les cedió cierta parte
de su territorio y les otorgó las concesiones económicas mencionadas.
Sin embargo, Omri pudo subyugar a Moab, como lo admite la larga inscripción
de la famosa Piedra Moabita, donde Mesa rey de Moab dice: "Omri, rey de
Israel, afligió muchos días a Moab, porque Quemos estuvo airado con su tierra"
(ver t. I, pág. 128).  Cuán valiosa fue la posesión de Moab para Israel puede verse
por el tributo pagado por Moab a Acab, hijo de Omri.  Se dice que dicho tributo
ascendió -probablemente cada año- a "cien mil corderos y cien mil carneros con
sus vellones" (2 Rey. 3: 4).

Acab (874-853 AC). “21 Años Apx”

Con Acab, el siguiente rey, llegó al trono de Israel un gobernante débil.  No tenía
fuerza para resistir a su esposa fenicia de recia voluntad, que estaba resuelta a
exaltar al máximo su propia religión.  Al traer desde su patria hasta la mesa real a
centenares de sacerdotes y profetas de Baal y Astarté, al introducir los ritos
inmorales del sistema de culto cananeo y al perseguir y matar a los adoradores
del verdadero Dios, Jezabel causó una crisis religiosa de primera magnitud (1
Rey. 18: 4, 19).  A causa de esta crisis, y debido a que algunos de los más
grandes dirigentes espirituales del AT, Elías y Eliseo, vivieron y trabajaron en
Israel en esa época, la Biblia dedica mucho espacio a Acab.
Elías fue llamado por Dios para luchar por la supervivencia de la verdadera
religión.  Una larga sequía de tres años y medio, predicha por el profeta como
castigo de Jehová, llevó la tierra de Acab al borde de la ruina económica.  La
sequía llegó a su fin con la victoria de Elías sobre los sacerdotes de Baal en el
monte Carmelo, donde se realizó una competencia entre el poder de Jehova y el
de Baal (vers. 17-40).  Pero mientras reinó Acab, floreció el culto pagano de
Baal.  Es notable que Acab no se atreviera a dar nombres de Baal a sus hijos;
todos los nombres conocidos de éstos: Ocozías, Joram y Atalía, contienen la
forma abreviada de Jehová.  Sin embargo, sus súbditos tuvieron menos
escrúpulos en esto.  Numerosos nombres personales de ese período y otros
subsiguientes estaban relacionados con Baal -Abibaal, Baala, Baalzamar,
Baalzakar y otros- según lo demuestran las inscripciones de fragmentos de
alfarería hallados al excavar en Samaria.
Acab se hizo famoso por la "casa de marfil" que construyó (1 Rey. 22: 39; Amós
3: 15).  Gran número de placas de marfil hermosamente talladas, que se hallaron
en la excavación en Samaria, revelan que el interior de su palacio probablemente
estuvo decorado con marfil.  Los diseños son semejantes a los que se hallan en
decoraciones hechas con marfil en Siria y Asiria.
Como guerrero, Acab tuvo un éxito limitado.  Dos veces derrotó a los sirios.  El
botín de estas dos guerras victoriosas lo enriqueció mucho, y le valió concesiones
económicas en Damasco (1 Rey. 20: 21, 34).  De ahí que, por un tiempo, llegase
a ser uno de los monarcas más poderosos al occidente de Asiria.  Cuando
Salmanasar III avanzó por Siria, Acab se unió con sus anteriores enemigos para
hacer causa común contra los asirlos, y reunió más carros que cualquiera de los
aliados.  Esto se ve en la lista que da Salmanasar de sus adversarios en la batalla
de Qarqar, conservada en una inscripción histórica grabada en una roca en la
parte superior del Tigris.  La inscripción declara que de los 3.940 carros que
peleaban contra los asirios, 2.000 pertenecían a Acab, mientras que los otros 10
aliados habían reunido solamente 1.940. De los 52.900 soldados de infantería,
Acab proporcionó 10.000. Cuando la batalla de Qarqar detuvo el avance de
Salmanasar, Acab, consciente de su fuerza, se volvió inmediatamente contra
Damasco para recuperar la posesión de la ciudad de Ramot de Galaad, en
Transjordania; pero perdió la vida en esa batalla (1 Rey. 22). 

Ocozías y Joram (853-841 AC).”12 Años Apx”

Durante el corto reinado del hijo de Acab, Ocozías (853-852 AC), que fue tan
corrupto como había sido su padre, no sucedió nada de importancia, salvo tal vez
la expedición abortada a Ofir hecha en cooperación con Josafat de Judá (2 Crón.
20: 35-37).  Puesto que Ocozías no tuvo hijos, lo sucedió en el trono su hermano
Joram (852-841 AC).  En sus días se rebeló Mesa de Moab, y emprendió una
expedición militar en cooperación con Josafat de Judá, con resultados desastrosos
para Moab.  Sin embargo, Israel no pudo restablecer su dominio sobre dicho país,
según lo da a entender el registro bíblico (2 Rey. 3: 4-27) y lo afirma la
inscripción de la Piedra Moabita.
Joram sostuvo varias guerras contra los sirios.  Gracias a la intervención del
profeta Eliseo, dos veces se evitó un desastre inminente (2 Rey. 6 y 7), pero el
intento de Joram de recuperar a Ramot de Galaad de manos de los sirios fracasó,
así como había fracasado el de su padre Acab.  Herido por Hazael de Siria, fue a
la fértil Jezreel para recuperarse, y allí fue asesinado por Jehú, el comandante de
su ejército.  Este último procedió a extirpar a toda la familia de Omri, incluso
Jezabel, y luego usurpó el trono (2 Rey. 8: 28, 29; 9: 24 a 10: 17).
La dinastía de Jehú (841-752 AC).

Jehú (841-814 AC). “27 Años Apx”

Que había sido ungido por un mensajero de Eliseo en Ramot de Galaad, no sólo
puso fin a la dinastía idólatra de Omri sino que erradicó el culto de Baal hasta
donde le fue posible.  Por este celo justiciero fue encomiado por el profeta, y se
le prometió que sus descendientes se sentarían sobre el trono de Israel hasta la
cuarta generación (2 Rey. 10: 30).  Por consiguiente, su dinastía reinó sobre el
país durante unos 90 años, casi la mitad del período de existencia de la nación. 
Sin embargo, Jehú no terminó con el culto del becerro de Jeroboam, y su reforma
por lo tanto fue incompleta.
Rompiendo con la política de sus predecesores, Jehú voluntariamente se hizo
vasallo de Salmanasar III y pagó tributo tan pronto como ascendió al trono.  Este
suceso está representado en los cuatro lados del obelisco negro de Salmanasar,
ahora en el Museo Británico.  El rey hebreo -el primero de quien existe una
representación de su misma época- aparece arrodillado ante Salmanasar, mientras
que su séquito lleva como tributo "plata, oro, un tazón de saplu de oro, una vasija
de oro con fondo puntiagudo, vasos de oro, baldes de oro, estaño, un báculo para
rey y puruhtu de madera" (aún se desconoce el significado de las palabras en
cursiva).  Probablemente Israel cambió su política para con Asiria a fin de
obtener la ayuda de ésta contra Hazael de Siria, principal enemigo de Israel.
Los 17 años del reinado de Joacaz (814-798 AC) se caracterizaron por guerras
continuas contra los sirios, los cuales oprimieron a Israel, primero bajo Hazael, y
luego bajo su hijo Ben-adad III (2 Rey. 13: 1-3).  El resultado fue que Israel
perdió mucho de su territorio y su ejército, de manera que sólo le quedaron 10
carros, 50 jinetes y 10.000 infantes (vers. 7).  Una comparación de los 10 carros
de Joacaz con los 2.000 de Acab revela la gran pérdida de poder que había
sufrido el reino en 50 años.  No se sabe quién rescató a Israel de su triste suerte,
porque no se identifica al "salvador" del vers. 5. Puede haber sido su hijo Joás
(ver vers. 25), un rey de Asiria,  alguna otra persona.
El siguiente rey de Israel, Joás (798-782 AC), tuvo más éxito en sus guerras
contra los sirios que el que había tenido su padre, y al vencerlos tres veces
recuperó todo el territorio perdido por Joacaz (vers. 25).  Desafiado por Amasías
de Judá, contra su voluntad tuvo que luchar contra el reino del sur: la primera
guerra en 100 años entre las dos naciones hermanas.  Venció al ejército de Judá
en la batalla de Bet-semes, tomó cautivo al rey, y entró victoriosamente en
Jerusalén.  Derribó parte de las  defensas de la ciudad, y se llevó vasos del
templo, tesoros reales y algunos rehenes a Samaria (2 Rey. 14: 8-14).
Los datos cronológicos exigen una corregencia entre Joás y su hijo, Jeroboam II,
durante unos 12 años, la única corregencia de la cual haya evidencia en Israel.
Joás puede haber tomado esta medida por prudencia política.  Conociendo el
peligro que experimenta un Estado cuando repentinamente queda vacante el
trono, probablemente designó a su hijo Jeroboam como gobernante asociado y
sucesor cuando comenzó sus guerras de liberación contra Siria.  Así quedaba
asegurada la continuidad de la dinastía aun cuando el rey perdiera la vida durante
una de sus campañas.
Se registran 41 años de reinado de Jeroboam (793-753 AC), incluyendo 12 años
de corregencia con su padre, Joás.  Por desgracia poco se sabe de su reinado, que
evidentemente fue próspero.  La Biblia sólo dedica siete versículos a su vida
(vers. 23-29), pero ellos indican que recuperó tanto territorio perdido, que su
reino casi igualó en extensión al imperio de David y Salomón.  Con excepción
del territorio ocupado por el reino de Judá, la extensión de su reino era
prácticamente la misma que la de aquellos grandes reyes.  Restauró el gobierno
israelita sobre las regiones costeras y las del interior de Siria, conquistó Damasco
y Hamat, y ocupó el sur de Transjordania hasta el mar Muerto, lo que significa
probablemente que hizo tributarios de Israel a Amón y Moab.  Estas grandes
ganancias sólo fueron posibles porque Asiria atravesaba por un período de
debilidad política y no pudo interferir.
Jeroboam II fue evidentemente un gobernante fuerte, pero careció de la prudencia
y la previsión de su padre.  De ahí que no tomara ninguna medida para garantizar
la continuidad de su gobierno, y su reino se derrumbó casi inmediatamente
después de su muerte.  Su hijo Zacarías sólo reinó seis meses (753-752 AC), y
cayó víctima del complot asesino de Salum (2 Rey. 15: 8-12).  Así terminó la
dinastía de Jehú, y de allí en adelante el reino volvió rápidamente a la impotencia
política que lo había caracterizado durante la mayor parte de su corta historia.

Los Reyes de Judá.


El reino de Judá desde 841 a 750 AC.

Desde Atalía hasta Azarías (Uzías).

El período que consideramos ahora abarca la historia de Judá, y es


contemporáneo con la dinastía de Jehú en Israel.  El fin del reinado de Azarías
(Uzías) no ocurrió en 750 AC, pero esta fecha señala el principio aproximado del
nuevo imperio asirio, cuando Israel y Judá quedaron fatalmente implicados en las
conquistas asirias, cada vez más abarcantes.  Siendo que Jotam, hijo de Azarías,
fue nombrado corregente con su padre en 750 AC, esta fecha es un hito
conveniente para este estudio de la historia del reino de Judá.
Cuando Ocozías de Judá fue muerto por Jehú en 841 AC, Atalía, la madre de
Ocozías, se apoderó del trono durante seis años.

Atalía (841-835 AC). “7 Años Apx”.

Hija de la cruel e inescrupulosa Jezabel de Israel, hizo exterminar a "toda la


descendencia real" a fin de asegurar su propio gobierno.  Sin embargo, sus
secuaces pasaron por alto al principito Joás, que fue rescatado por el sumo
sacerdote Joiada y su esposa Josaba, hermana del extinto rey (2 Rey. 11: 1-3).

Joás (835-796 AC). “39 Años Apx”

Educado en el hogar de Joiada, fue puesto en el trono por éste a la edad de siete
años, y el ejército mató a la malvada reina Atalía (2 Rey. 11: 4-21).  Mientras el
joven rey permitió que Joiada guiase sus asuntos, actuó en una forma prudente y
piadosa; eliminó el culto a Baal y realizó extensas reparaciones en el templo (2
Rey. 12: 1-16; 2 Crón. 24: 1-14).  Sin embargo, después de la muerte de Joiada,
Joás se volvió indiferente, y hasta hizo morir apedreado a Zacarías, hijo de su
benefactor, por haberle reprochado sus malas obras (2 Crón. 24: 15-22).  Cuando
Hazael de Damasco marchó contra Joás, éste trató de apaciguarlo dándole
algunos  de los tesoros del templo.  Este acto de cobardía, junto con el asesinato
de Zacarías y agravios domésticos y religiosos, evidentemente dio como
resultado una profunda oposición.  Fue asesinado por sus propios siervos y
sepultado en la ciudad de David, pero no en los sepulcros reales (2 Rey. 12: 17-
21; 2 Crón. 24: 25).

Su hijo Amasías (796-790 AC). “6 Años Apx”


Eliminó primeramente a los asesinos de su padre y se consolidó en su puesto. 
En sus planes para reconquistar a Edom, que antes había pertenecido a Judá,
contrató a 100.000 mercenarios, pero más tarde los despidió por indicaciones de
un varón de Dios.  Con sus propias fuerzas judías obtuvo una victoria sobre los
edomitas y conquistó la capital edomita, Sela o Petra.  Mientras tanto, los
mercenarios despedidos saqueaban las ciudades del norte de Judá.  Como
resultado de su victoria sobre los edomitas, Amasías se ensoberbeció y desafió a
Joás de Israel para que pelease con él.  Esta imprudencia tuvo resultados
desastrosos, porque Judá se convirtió prácticamente en un vasallo de Israel. 
Habiéndose apartado también del verdadero Dios, perdió la confianza de su
pueblo.  Fue asesinado en Laquis (2 Crón. 25: 1-28).
A Amasías le sucedió su hijo Azarías, cuyo segundo nombre -probablemente
nombre de gobierno- fue Uzías (790-739 AC).  Su reinado se describe como justo
y próspero.  Fomentó el desarrollo económico del país (2 Crón. 26: 10), y reunió
un ejército grande y bien equipado (2 Crón. 26: 11- 15).  Esto le permitió llevar a
cabo campañas victoriosas contra los filisteos y árabes (vers. 7), y recuperar a
Elat (Ezióngeber) sobre el golfo de Akaba (2 Rey. 14: 22), como también,
probablemente, el territorio edomita que se hallaba entre Judá y el golfo
mencionado.  Los amonitas creyeron prudente comprar su favor por medio de
obsequios (2 Crón. 26: 8).  Durante su reinado debe haber ocurrido un gran
terremoto que fue recordado durante siglos como un suceso extraordinario (Amós
1: 1; Zac. 14: 5).
La debilidad política de Egipto y Asiria, que había ayudado a Jeroboam II a hacer
de Israel una nación próspera y poderosa, favoreció igualmente a Uzías, con el
resultado de que en 750 AC los dos reinos combinados tenían aproximadamente
la misma extensión que habían tenido los reinos de David y Salomón.  Este fue el
último período de prosperidad hebrea.  La ascensión al trono de Tiglat-pileser en
745 AC y el renacimiento consiguiente del imperio asirio señalaron el principio
de una rápida decadencia del poder tanto de Israel como de Judá.
Los últimos años del reino de Israel (752-722 AC), desde Salum hasta Oscas.

Después del asesinato de Zacarías de Israel, último rey de la poderosa y longeva


dinastía de Jehú, siguió un período de 30 años de anarquía y decadencia política,
que causó la rápida disolución y la extinción final del reino.  Salum, el asesino de
Zacarías, después de un reinado de sólo un mes (752 AC) fue, a su vez, asesinado
por Manahem (2 Rey. 15: 8-15).  Manahem (752-742 AC) fue un gobernante
cruel que sofocó toda oposición a su gobierno con medidas extremadamente
severas (vers. 16).  Es seguro que para entonces se habían perdido
definitivamente los extensos territorios sirios que Jeroboam II había dominado
una vez, aunque esto no se menciona en la Biblia.  Reconociendo que no podría
resistir el poderío de Asiria, Manahem procedió con la mayor sabiduría posible
en esas circunstancias, y pagó voluntariamente ingentes sumas de tributo a fin de
que Tiglat-pileser III lo dejase en paz.  Este último estaba entonces restaurando el
dominio asirio de grandes secciones de territorio sirio.  El tributo de Manahem,
recogido de la población mediante un impuesto especial, se menciona tanto en la
Biblia (vers. 19, 20) como en los registros asirios. 
Pekaía, hijo de Manahem, pudo retener el trono sólo durante dos años (742-740
AC), cuando fue asesinado, como muchos otros reyes de Israel antes de él.  Su
asesino, Peka, que computó sus años de reinado desde el tiempo de la ascensión
de Manahem al trono, según lo indican los datos cronológicos, puede haber
tenido relación con la dinastía de Jehú o con el rey Salum, y por lo tanto
desconoció a los dos últimos gobernantes al incluir los 12 años de reinado de
éstos como parte de su propio reinado.  Otra posible explicación de los problemas
planteados por los datos cronológicos de Peka puede ser que reinó sobre una
parte insignificante del país y no reconoció a Manahem ni a Pekaía como
gobernantes legítimos.  Fueran cuales fuesen sus razones para usurpar los años de
reinado de sus antecesores, es muy cierto que sólo disfrutó de unos ocho años de
reinado absoluto (740-732 AC).
Peka abandonó la política proasiria de sus predecesores y afirmó una alianza
antiasiria con Rezín II de Damasco y otros gobernantes sirios.  Luego avanzó
contra Judá para obligarla a participar en la liga antiasiria.  Esta campaña se
conoce como la guerra siroefrainita.  Aunque los confederados infligieron
grandes daños a Judá y se anexaron parte de su territorio, no lograron su
propósito.  Acaz de Judá solicitó y recibió la ayuda de Tiglat-pileser de Asiria,
quien penetró en el reino de Peka, ocupó la mayor parte de Galilea y Galaad, y
deportó a los habitantes de estas regiones hacia el oriente (2 Rey. 16: 5-9; 15: 27-
29).  Esta inesperada invasión asiria quebrantó la alianza forzosa entre Israel y
Siria, tanto más cuanto que Tiglat-pileser también marchó contra los sirios,
conquistó a Damasco, y capturó al rey Rezín II (732 AC).  Siria y las partes
conquistadas de Israel, convertidas entonces en provincias asirias, fueron
administradas después por gobernadores asirios.
Oseas (732-722 AC).
El infortunado reinado de Peka finalizó en el desastre a manos de un asesino,
Oseas, que ascendió al trono de Israel como su 20.º y último rey (732-722 AC). 
Tiglat-pileser III afirma haber puesto a Oseas en el trono, e indica que el
gobierno de Peka fue derrocado por sus súbditos como resultado de su desastrosa
política.  Oseas pagó fuertes tributos a Tiglat-pileser para que éste lo tolerara
como rey vasallo de Asiria.  La cantidad del tributo anual debe haber sido una
carga casi insoportable para el pequeño Estado, que entonces constaba de sólo
una porción insignificante del reino anterior, y por esta razón Israel se rebeló.  La
desesperación puede haber sido el motivo principal de Oseas para formar, contra
Asiria, una impotente alianza con So, débil rey de la 24.º dinastía de Egipto, que
gobernaba parte de ese país en esa época.  Salmanasar V, que mientras tanto
había sucedido en el trono de Asiria a su padre, Tiglat-pileser III, sitió a Samaria
y tomó esa ciudad fuertemente fortificada después de tres años (2 Rey. 18: 10).  
La caída de la ciudad ocurrió probablemente en el último año de Salmanasar V
(723-722 AC).  Sargón 11, que en inscripciones muy posteriores afirma haber
tomado a Samaria durante el primer año de su reinado, probablemente no tenía
derecho a hacer esa afirmación, por lo menos como rey.  Evidentemente era el
comandante del ejército de Salmanasar, y como tal pudo haber realizado la
conquista de la ciudad y la deportación de los 27.290 cautivos israelitas.
La caída de Samaria señaló el fin del reino septentrional de Israel después de una
historia trágica de poco más de dos siglos.  Concebida y nacida en el espíritu de
la rebelión, no tenía posibilidades de sobrevivir.  Veinte reyes, con un promedio
de 10.5 años de reinado, ocuparon el trono, 7 de ellos como asesinos de sus
predecesores.  El primer rey -Jeroboam- había introducido un culto corrupto,
levantando representaciones idolátricas de Jehová, y todos los gobernantes que lo
sucedieron lo imitaron en este "pecado", añadiendo algunos el culto de Baal y
Astarté.  Si no  hubiese sido por el ministerio incansable de reformadores tales
como Elías, Eliseo y otros profetas, el reino de Israel no habría durado lo que
duró.
El reino de Judá de 750 a 731 AC, desde Azarías (Uzías) hasta Jotam.
Después de un reinado largo y próspero, Uzías contrajo lepra, que le vino como
castigo por haber entrado en el templo a ofrecer incienso (2 Crón. 26: 16-20).  Su
hijo Jotam entonces fue designado como corregente (2 Rey. 15: 5), medida sabia
para garantizar la continuidad de la dinastía.  La política de nombrar como
corregente al príncipe heredero fue seguida por más de un siglo desde Amasías
hasta Manasés.
El registro de la lepra de Uzías muestra que se imponía una cuarentena al que
contraía esa enfermedad, y que hasta del rey se requería que se sometiese a un
aislamiento riguroso en vida y que se le daba una sepultura separada cuando
moría.  En 1931 se halló una tablilla en la colección del Museo Arqueológico
Ruso del Monte de los Olivos en Jerusalén, que contiene la siguiente inscripción
en arameo: "Hasta aquí fueron traídos los huesos de Uzías, rey de Judá -¡no
disturbéis!" La forma de la escritura muestra que la tablilla fue grabada alrededor
del tiempo de Cristo o poco antes, probablemente cuando, por alguna razón
desconocida, los huesos de Uzías fueron trasladados a un nuevo lugar de reposo.
Jotam (750-731 AC), después de haber gobernado por su padre leproso durante
12 años, en su 16.º año nombró a su hijo Acaz como gobernante. Jotam vivió
sólo cuatro años más (ver 2 Rey. 15: 33 cf. vers. 30).  Como su padre, Jotam fue
un gobernante comparativamente recto.  Los tres profetas hebreos
contemporáneos, Isaías, Oscas y Miqueas probablemente ejercieron una buena
influencia sobre él.  Fue testigo de la invasión frustrada de Rezín, rey de Siria, y
Peka rey de Israel (vers. 37), y probablemente por esta razón designó a Acaz
como corregente; pero la mayor amenaza contra la existencia de Judá apareció
después de esta época.
Acaz (735-715 AC).
Acaz, hijo de Jotam, permaneció impasible frente a la influencia de los profetas y
adoró a los ídolos.  "Y aun hizo pasar por fuego a su hijo... Asimismo sacrificó y
quemó incienso en los lugares altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol
frondoso" (2 Rey. 16: 3, 4).  Desconfiando, y rechazando la ayuda divina en la
guerra siroefrainita (Isa. 7: 3-13), se volvió a Tiglat-pileser III y compró su ayuda
con tesoros tomados del templo y del palacio (2 Rey. 16: 7, 8).  Cuando Tiglat-
pileser conquistó a Damasco, Acaz apareció en su séquito.  En Damasco se
familiarizó con el culto asirio y procedió inmediatamente a introducirlo en su
propio reino.  Por lo tanto, envió desde Damasco instrucciones a Jerusalén para
que le preparasen un altar asirio, como el que había visto allí.  Este nuevo altar
reemplazó al que había levantado Salomón para los holocaustos, y fue usado
durante algún tiempo (vers. 10-16).
Acaz, como sus predecesores, parece haber nombrado a su hijo Ezequías (729-
686 AC) como corregente cuando vio que el reino de Judá se vería envuelto
probablemente en dificultades con Asiria.  Existe considerable información
respecto al reinado de Ezequías tanto en la Biblia como en fuentes seculares.  Los
sucesos descritos en 2 Rey. 18 al 20 tienen un paralelo en Isa. 36 al 39 y 2 Crón.
29 al 32.  En Jer. 26: 17-19 se da otra información respecto a los mensajes del
profeta Miqueas en tiempos de Ezequías, y las inscripciones de Sargón II y
Senaquerib sirven como fuentes de información, ajenas a la Biblia, para las dos
campañas asirias de dicho período. 
Ezequías (729-686 AC).
Ezequías fue un buen gobernante e inició una serie de reformas religiosas,
probablemente después de la muerte de su malvado padre en  715 AC.  Por esto
lo elogia mucho el escritor bíblico (2 Rey. 18: 3, 4).  También estableció una
fiscalización sobre regiones de Filistea, fortaleció el sistema de defensa nacional,
y fomentó el comercio y la agricultura al construir almacenes y apriscos para los
ganados (2 Rey. 18: 8; 2 Crón. 32: 28, 29).  Una notable realización técnica de su
reinado fue la excavación de un túnel de 582 m de longitud, desde el manantial
de Gihón en el valle del Cedrón hasta un estanque más bajo dentro de la ciudad
de Jerusalén (2 Crón. 32: 4, 30; 2 Rey. 20: 20).  De esa manera le aseguró a
Jerusalén una provisión continua de agua.  Aún ahora, después de más de 2.500
años, las aguas de Gihón fluyen por este túnel hasta el estanque de Siloé.
En 1880, unos niños que caminaban en las aguas del túnel descubrieron,
accidentalmente, una inscripción grabada en la roca una vez que se concluyó la
obra.  Esta inscripción, que se halla ahora en el Museo Arqueológico de
Estambul, dice así:
[El túnel] fue perforado.  Y ésta fue la manera en que fue cortado.  Mientras [los
obreros] estaban aún [levantando] hachas, cada uno hacia su vecino, y mientras
faltaba cortar todavía tres codos, [se oyó] la voz de uno que llamaba al otro, pues
había una grieta en la roca del lado derecho [y en el izquierdo].  Y cuando el
túnel fue perforado, los picapedreros dieron hacha contra hacha, cada uno hacia
su compañero; y el agua fluyó desde el manantial hasta el estanque por 1.200
codos, y la altura de la roca sobre las cabezas de los picapedreros era de 100
codos.
Sin embargo, Ezequías es mejor conocido por su fe en Jehová en ocasión de una
de las invasiones de Judá hecha por Senaquerib, que terminó con la destrucción
milagrosa de un gran ejército asirio.  Ezequías había heredado de su padre el
sometimiento al vasallaje asirio, pero mientras los reyes asirios estaban ocupados
en Mesopotamia, Ezequías fortaleció sus defensas con la esperanza de sacudir el
yugo asirio con la ayuda de los reyes etíopes de la XXV dinastía egipcia.  El
profeta Isaías se opuso vehementemente a tal política (Isa. 18: 1-5; 30: 1-5; 31: 1-
3), pero no pudo disuadir a Ezequías.  El rey estaba resuelto a romper con Asiria
a cualquier precio, y por eso cortó sus relaciones con el imperio.  Como
resultado, experimentó varias invasiones asirias.
Sin embargo, la primera invasión de Palestina hecha por Sargón II no fue
acompañada de graves resultados. Judá no perdió más que su región costera. 
Entre tanto, Isaías caminaba por las calles de Jerusalén, y solemne, aunque
infructuosamente, proclamaba sus profecías contra Egipto y sus aliados (Isa. 20). 
El primer gran golpe llegó en 701 AC, cuando Senaquerib invadió a Palestina. 
Su ejército pasó por el país como una aplanadora dejando tras sí sólo destrucción
y ruina.  Demasiado tarde, Ezequías cambió de política y envió tributo a
Senaquerib en Laquis.  Sin embargo, Senaquerib exigió la rendición
incondicional de Jerusalén.  Sus propias palabras confirman que no tomó la
ciudad, pues no pretende más que haberle puesto sitio.  Sucesos ocurridos en
otras partes de su vasto dominio evidentemente se volvieron más apremiantes,
por lo cual levantó el sitio y regresó a Asiria.
La enfermedad de Ezequías, descrita en 2 Rey. 20, debe haber ocurrido alrededor
del mismo tiempo que la invasión asiria de su 14.º año, 15 años antes de su
muerte (2 Rey. 18: 13; 20: 6; 18: 2).  El hecho de que Isaías, al prometerle la
curación a Ezequías, le asegurase también que la ciudad no sería tomada (2 Rey.
20: 6), implica que la enfermedad ocurrió poco antes de la campaña de
Senaquerib.  Esto explica por qué Ezequías fue tan cordial con los mensajeros de
Merodac-baladán (Marduk-apaliddina), rey exiliado de Babilonia a quien, como
enemigo acérrimo de Asiria, probablemente Ezequías consideró como un
bienvenido y posible aliado en su lucha por la independencia.  Sin embargo,
Isaías, que lo había amonestado contra una alianza con  Egipto, se oponía de la
misma manera a que se aliara con el rey de Babilonia en el exilio.
Unos diez años más tarde, cuando Taharka, rey de Egipto, había subido al trono,
Senaquerib despachó primero una carta en la que exigía la rendición de
Ezequías.  El rey dejudá, apoyado por Isaías, rehusó esa demanda y vio
recompensada su fe con la segura promesa de la intervención divina, hecha por
Isaías.  El gran ejército asirio sufrió un terrible desastre frente a las puertas de
Jerusalén (2 Rey. 18 y 19).
Desde Manasés hasta Josías (697-609 AC).
Durante sus últimos 15 años de vida, Ezequías probablemente se dedicó a
reconstruir su devastado país.  Unos 10 años antes de su muerte designó a su hijo
Manasés como corregente, como lo indican los datos cronológicos.  El largo
reinado de Manasés, de 55 años (697-642 AC), estuvo lleno de maldad. 
Reconstruyó los altares de Baal, sirvió a Astarté, practicó la hechicería, sacrificó
niñitos y "adoró a todo el ejército de los cielos" (2 Crón. 33: 1-10).  Los reyes
asirios Esar-hadón y Asurbanipal mencionan a Manasés como vasallo.  Debe
haberse rebelado en algún momento, porque uno de estos dos reyes asirios
aprisionó "con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia"
(vers. 1 1).  Aunque parece extraño que los asirios lo llevasen a Babilonia, en vez
de Nínive, debe recordarse que los reyes asirios de esta época consideraban a
Babilonia como su segunda capital.  El delito de Manasés no debe haber sido tan
grave, porque Dios le perdonó y lo restauró a su puesto (vers. 12, 13).   Mientras
tanto, funcionarios asirios habían administrado el país y probablemente lo habían
saqueado cabalmente.  Gracias a un documento de dicha época, resulta claro que
Manasés, al regresar de Babilonia a Judá, encontró al país extremadamente
empobrecido.  En ese documento se hace notar que la tierra de Amón pagó un
tributo de 2 minas de oro, y Moab, 1 mina de oro, mientras que la pobre Judá
sólo pagó 10 minas de plata. Las aflicciones que experimentó Manasés, por lo
menos lo indujeron a convertirse (vers. 12-20).
A su hijo Amón (642-640 AC), tan impío como él antes de su conversión, lo
mataron sus siervos después de un breve reinado de dos años (2 Rey. 21: 19-26; 2
Crón. 33: 21-25).
El joven hijo de Amón, Josías (640-609 AC), ascendió al trono al ser asesinado
su padre.  Siendo de inclinación religiosa, introdujo una cantidad de reformas.  A
la temprana edad de 15 ó 16 años comenzó a abolir los altos, las columnas
sagradas paganas y los altares de Baal (2 Crón. 34: 3).  Mientras se realizaban
trabajos de reparación en el templo durante el 18.º año del reinado de Josías (623-
622 AC), se halló "el libro de la ley" (ver PR 289).  Al familiarizarse con sus
preceptos, inició una erradicación completa del paganismo y la idolatría en todo
el reino de Judá y regiones adyacentes del anterior reino de Israel (2 Rey. 22 y
23; 2 Crón. 34: 6, 7).  Esto indica que había establecido algún control político
sobre un territorio que, desde 722 AC, había sido provincia asiria.  Debido a la
impotencia de Asiria después de la muerte de Asurbanipal en 627 AC (?) y la
rápida desintegración del imperio asirio, el antiguo territorio de las diez tribus
parece haber caído en manos de Josías como una manzana más que madura. 
Dedicó su poder e influencia a efectuar reformas religiosas en toda Palestina, y
podría haber tenido éxito si no hubiese sido por su muerte prematura.  
Este breve examen de la historia de Judá durante el tiempo del nuevo imperio
asirio, desde los últimos años de Azarías hasta Josías, revela un cuadro sombrío. 
Aunque Judá escapó de la triste suerte sufrida por el reino del norte, el país fue 
desangrado por los pesados tributos exigidos por Asiria.  En días de Ezequías se
experimentó una liberación gloriosa y milagrosa, pero aun entonces se pagó un
precio terrible por errores políticos anteriores, y Judá se halló devastada desde un
extremo hasta el otro.  Sólo Jerusalén escapó a la destrucción.  Los escritores de
la Biblia, que contemplan la historia política de su nación a la luz de la fidelidad
o desobediencia a Dios, muestran cómo las muchas desgracias que sufrió Judá
fueron resultado de la apostasía.  Siendo que la mitad de los reyes que reinaron
durante este período fueron infieles a Dios, no es sorprendente que no hubiera
prosperado la nación.

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