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Analicemos el movimiento del espíritu en su auto producción. El mundo del espíritu rompe
con los condicionamientos, se produce a sí mismo como una segunda naturaleza, que no es
un artificio, sino el resultado de un largo proceso (§4). Al romper con los
condicionamientos se vuelve una voluntad libre. Su libertad radica, en la exteriorización de
la voluntad que se objetiva y afirma en una alteridad2, se da en sí y por sí, existiendo como
realidad y necesidad; aquí surge la eticidad (§187). Pero la sustancia ética, alcanza su
consumación exterior en el Estado, que es la encarnación de la eticidad y el espíritu, es
donde se da la unión de la independencia individual y la sustancialidad universal (§33). En
este punto ya Derecho y Deber no se presentan como enfrentados. Deber: universal,
sustancial y Derecho: existencia de lo sustancial, aspecto de la particularidad (voluntad
libre particular), su terreno es el espíritu y su punto de partida la voluntad libre (§4).
1
Este desgarramiento se vivencia en todos los ámbitos de la actividad humana.
2
Obs §7: “La voluntad (la libertad) es esa infinitud que se explaya, no hay nada objetivo que pueda anularla;
porque aquello que aparece otro para la voluntad es sí mismo que se ha producido como negatividad de sí
misma” Se pasa aquí de la indeterminación del yo (cerrado sobre sí) a la determinación, en la forma de un
contenido, la voluntad quiere, pero quiere algo. Esto es la “Dialéctica de la Voluntad” que aparece
desarrollada entre §5, §6 y §7.
Surge el momento en que lo universal apareced en la forma de lo otro de sí (como
momento de la individualidad), la universalidad se muestra plenamente en una
universalidad concreta, no se aniquila la diferencia, se la integra en un todo y esta
operación llega a su plenitud con el Estado, en él no hay nada que no se realice, es la plena
espiritualidad.
Por ello el deber no se impone frente al yo, quien a su vez debe imponer su derecho, son lo
mismo. Mantenerse en la antinomia es colocarse en la posición de un sujeto que se abstrae,
que arbitrariamente se desprende de la universalidad a la cual pertenece ontológica y
políticamente (§7 Obs.).
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En el despliegue, objetivación libre de la voluntad, que radica en su dialéctica (explicado en la nota 2), el
querer no se vuelve sobre sí mismo, sino que remite a una instancia más general, esta instancia es la
cultura, el ethos. Es afirmarse como miembro de una comunidad. Si esto no se da, el sujeto no se objetiva y
su voluntad opera motivada por algo distinta de sí, no hay ética, puesto que la portadora de eticidad es la
voluntad. (Remitimos a §20, §21 y §23, donde Hegel explica la manera en la cual objetivo y subjetivo
aparecen como dos caras de un misma moneda, siendo la historia su exteriorización más plena y como el
despliegue libre de la voluntad, debe remitir a lo otro de sí, que es la cultura )