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Blautora: Xiao Hong (i911, China ~ 1942, Hong Kong), escrtora muy conocida durante la cada del treintapor sus novelas ycuentos. Nacidaen una familia de propietarios terratenientes, Xiao Hong abandon la casa ‘Tos 19 aftos para escapar de un matrimonio arreglado. En 1934 dio ‘érmino a su primera novela, ttulada Shengsichang (Campos de vida yy muerte), Esta fue elogiada por cl consagrado Lu Xun, quicn ayud6 a su publicacién en 1935, colaborando adems con cl prefaco, A partir de ese momento su obra fue bien considerada por a critic. En 1936 se tasladé a Jpn para incentar curarse de la tuberculosis y separarse de Xiao Jun, quien por afios habia sido su compatiero. En 1a10se radios en Hong Kong, donde terminé de escribir Historias del fo Hulan, su novela mis conocida, Muere de tuberculosis en 1942 Xiao Hong Primavera en la pequefia ciudad Traducido por Miguel Angel Petrecca Libros del Ciudadano 2M Lom PALABRA DE LA LENGUA YAMANA QUE SICNIFICA Sol Xiao Hong Primavera en la pequefa ciudad [texto impresol / Xiao Hong: Migue! Ange! Petrecca (traductor) ed. LOM ediciones; Santiago, 2018. 68 p.; 17x 9.em, (Coleccién Libros del Ciudadano). 'san: 978-956-00-1131-2 1.Novelas chinas |. Titulo. Il. Serie. ewer: 895.35 — dd 21 ‘curTeR: X6p. Fuente: Agencia Catalogréfica Chilena © LOMepiciones Primera edicién, diciembre 2018 | mpreso en 2.000 ejemplares Este libro conté con el apoyo a latraduccién de la Embajada de la Repiblica Popular China en Chile. 150M: 978-956-00-131-2 EpIctOw ¥ compostciOn LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago TELEFONO: (56-2) 2860 68 00 ometom.c|| wurtom cl Tipograffa: Karmina Registro: 12.018 IMPRESO EN LOS TALLERES DE LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile Sl ied ges mes PRIMAVERA EN LA PEQUENA CIUDAD Laplanicie en el tercer mes del afio empezaba yaa brotar: el verde aparecia aquiy alld, como sila tierra se pusiera un vestido. El pasto en las afueras de la ciudad debfa dar varias vueltas antes de irrumpir ala superficie, y en lapunta de los tallos se vefan aun las cscaras reven- tadas de las semillas: brotes de una pulgada emergian gozosamente del cuero de la tierra. El pastorcito, al levantar un trozo deladrillo al pie del muro, encontraba un pequefio brote, y al volver a casa le decfa a su madre: «{Hoy ha brotado el pasto!». La madre respondia ale- gremente: «jDebe ser en algiin lugar al soll». Las semillas blancas del ramo de novia, como piedritas, rodaban por la tierra, y los nifios en la planicie las recogian de a montones. El diente de le6n brotaba, las ovejas balaban sin parar, los cuervos volaban sobre los bosques de dlamos, y cada dia hacia un poco mas de calor que el anterior: cada dfa era un poco mas interesante que el anterior. La pelusa de los sauces volaba por el cielo y la tierra como copos de algod6n. La gente en la calle la atra- paba con las manosy los copos se enredaban solos en la ropa. En los caminos, el pasto y la bosta mezcla- dos emanaban un olor penetrante. De lejos Ilegaba el ruido de una piedra lanzada contra un barquito... Un eco vacio. Los rios se des- congelaban, los pedazos de hielo uno tras otro se liberaban penosamente y luego flotaban corriente abajo. Los cuervos, posados sobre un bloque, buscaban peces para comer o una rana que siguiera hibernando. El tiempo se volvia célido de golpe, y aunque mis tarde el frio aun podia volver, pues aquella era apenas una falsa primavera, al menos esos dias hacia calor. La primavera, con un grito vehemente, lanzaba su llamado de una orilla ala otra. La ciudad era invadida por la pelusa del sauce. Antes de que los olmos hubieran ama- rilleado, se veia a esa pelusa volar por calles y callejones, como copos de una nieve densa. La primavera llegaba, y todo el mundo, como si hubiera esperado desde hacia tiempo una insurreccién que tendria lugar esa noche, se aprestaba, con la revuelta en el coraz6n, a participar de ese asalto. La primavera soplaba hasta el coraz6n de cada uno con su llamado ysuembrujo. Yo tenia una tia materna que estaba ena- morada de uno de mis primos. Cuando uno dice «tia» piensa en un familiar muy préximo, en la hermana de la madre por ejemplo. Pero esta tia, en realidad, no era pariente: era la hija de la madrastra de mi madrastra. Uno supondria que tendria tal vez alguna relacién de sangre con mi madrastra, pero tampoco. Porque esta abuela mia habia venido a la casa de mi abuelo después de ser viuda muchos afios. La tia Cui era una hija que habia tenido mi abuela en otro matrimonio. La tia Cui tenia una hermana dos afios menor que ella. Debja tener diecisiete o die- ciocho, mientras que mi tia tendria dieciocho 0 diecinueve. Mi tia no era especialmente hermosa, pero tenia encanto, caminaba con aplomo y gracia y hablaba con una claridad que irradiaba una emoci6n serena. Cuando extendia una mano para tomar una cereza, parecia como si sus dedos se compadecieran de lacereza: 1a tomaba muy suavemente, como si temiera hacerle dafio. Cuando alguien desde atrds la llamaba por su nombre, si en ese momento estaba caminando por la calle, se detenia, y si estaba comiendo, dejaba el plato y luego giraba la cabeza a un lado, casi sin torcer el cuerpo, y juntaba despacio los labios, como si tuviera algo que decir pero decidiera callarselo. Encuantoa la hermana menor de mitia, ya no recuerdo su nombre. En todo caso, era una persona que hablaba y refa mucho, un poco atolondrada, nada que ver con su hermana. Bastaba que una tela se pusiera de moda, floreada o verde, roja o violeta, para que, sin pensarlo demasiado, la comprara y se hiciera un vestido. Con el vestido puesto se iba de visita a la casa de los parientes, y cuando la gente le elogiaba la tela, ella siempre decia que le habfa regalado otra pieza igual a la hermana. Cuando yo iba ala casa de miabuelo mater- no, no habia ninguna chica de mi edad con la cual jugar, asi que mi abuela siempre llamaba ami tia para que me hiciera compafifa. Latia Cui vivia en el patio de atrds, separada apenas porun tabique de madera, asi que bastabacon llamarla, y ella escuchaba y venia. Aunque el patio del abueloy el dela tia estaban separados s6lo por ese tabique, no habia puerta que los comunicara, asi que tenia que salir a la calle, darla vueltay entrar porla puerta de adelante. Aveces, la tia Cui se acercaba primero al tabi- que, se comunicaba conmigo a través de una ranura, y luego volvia a su cuarto a acicalarse antes de salir a la calle, dar la vuelta y venir a Jo de su madre. La tia Cui me estimaba mucho, porque yo iba a la escuela y ella no. Pensaba que para cualquier cosa yo debfa ser mis inteligemte, y siempre tenia un monton de asuntos que discutir conmigo, porque queria saber qué opi- naba. En la noche, cuando me quedaba en lo del abuelo, ella se quedaba también, haciéndo- me compaiifa. Siempre, desde el momento que nos acostébamos, nos poniamos a conversar, y pasdbamos la mitad de la noche hablando. No sé cémo, nuestras conversaciones parecian no acabar nunca. Alprincipio hablabamos acerca dela ropa, de cémo debia llevarse, qué célor usar, qué tela, o por ejemplo si en la calle habia que andar rapido o lento. A veces, durante el dia, compraba un broche y por la noche lo sacaba para que lo viéramos, y me preguntaba si me parecia lindo o no. En ese entonces, unos quince aiios atrds, no sabiamos como se ves- tian las chicas en otros lugares, pero en esa ciudad no habia ninguna muchacha que no ‘tuviera un chal de lana. Habiaazules y violetas y de muchos otros colores, pero la mayorfa era bord. Casi todos los chales que veiamos por la calle eran bordé. Por mas que hubiera también muchos verdes y rojos, ningiin color estaba tan de moda como el bordo. Lahermana de mi tia tenia uno, mitia tenia uno, y todas mis compafieras de la escuela, 0 casi todas, lo mismo. Hasta mi abuela, que no se interesaba en esos temas, llevaba uno de esos chales, aunque el de ella era azul, por- que no se animaba a usar aquel color tan ala moda. Porque, al fin y al cabo, era grande yay correspondia que dejara su lugar alas jovenes. También hubo otra vez que se pusieron de moda los zapatitos de lana, y la hermana de mi tia fue sin tardanza a comprarse un par. Porque era una persona atropellada, ala que no le importaba lo que estaba bien o mal: bastaba que alguien tuviera algo para que ella loquisiera también. Los demas usaban la ropa, peroen cuanto ala hermana de mitia, conesa manera atolondrada que tenia, parecia como si laropa la usara a ella. Solo era fielal principio de tener todo lo que habia que tener. Asf que la hermana de Cui se compré los zapatos de lana, se los calz6, se puso a correr por lacasa, y al rato, en uno de los zapatos, la borla que lo decoraba arriba se solté y quedé bailoteando, agarrada al zapato por un hilito. Era gracioso: parecia como si tuviera un datil atado al zapato, porque este era bordé, como un datil. Todos se burlaban de ella y le decian: iqué répido se te rompicron! Latia Cui, en cambio, no se habia compra- do un par todavia. No terminaba de decidirse. Cuando aparecia algtin producto nuevo, fuera Joque fuera, nunca corria a comprarlo. Tal vez en su interior ya le habia echado el ojo hacia tiempo, pero por afuera daba la impresién contraria, como de rechazo. Recién después de que muchas personas hubieran comprado parecia interesarse. 13 Por ejemplo esos zapatos de lana. En la noche, mientras charlabamos, me pregunté mi opinién. Yo le dije que me parecian hermosos, y queen laescuela muchas compafieras tenian un par. Ala mafiana siguiente me pidié que la acompaiiara de paseo, sin decirme qué iba a comprar, y en la primera tienda estuvo largo rato mirando esto y lo otro antes de pregun- tarme por los zapatitos de lana. En ninguna de las tiendas en las que entrabamos habia:en todas se habian agotado. Yo me daba cuenta de que esto era una manera engafiosa que tenian los duefos, como diciendo: normalmente tenemos de todo, pero hoy casualmente esta cosa que quieres no nos quedé. Le sugeria ala tia Cui que nos fuéramos, que seguramente en otra tienda habria. Habiamos tomado un coche para venir desde la casa del abuelo, en el final dela calle, hasta el centro. Bajamos en la primera tienda que vimos y, por supuesto, le pagamos ahi mis- mo al chofer. Cuando hubiéramos comprado las cosas y estuviéramos listas para volver, llamariamos otro coche, ya que no sabiamos cuanto nos tomaria. Si veiamos algo que nos gustara, aunque no lo necesitaramos, quizds también lo comprariamos, 0 tal vez nos de- morariamos un rato, aun cuando, habiendo comprado todo, ya no hubiera necesidad, 0 tal vez, aunque el objetivo fueran los zapa- tos, terminariamos comprando, en medio de nuestra chachara sin fin, un montén de cosas innecesarias. Aquel dia despedimos al cochero y entra- mos en la primera tienda. En otras grandes ciudades tal vez sea diferente, pero en la mia siempre era igual: una tomaba el coche, paga- ba, para que el cochero fuera libremente en busca de otros clientes, pero cl cochero con frecuencia se quedaba esperando en |a puerta, y cuando salias te invitaba a subir de nuevo. Como en esa primera tienda no tenian lo que buscabamos, nos pusimos a mirar otras cosas, de seda y de lana, de lana y de seda. A diferencia de las madres, que cuando iban a luna tienda compraban esto para hacer una fra- ‘ada, esto para hacer una chaqueta acolchada, anosotras las telas de algod6n no nos interesa- ban -no nos interesaban ni las frazadas ni las chaquetas acolchadas-. Las madres pasaban un mes sin ir a una tienda, y en cuanto entra- ban decian «esto es barato, comprémoslo», 0 «aquello no es caro, también comprémoslo». Por ejemplo, una tela estampada, que recién podria usarse en verano, las madres la com- praban tal vez en medio del invierno, con la excusa de que estaba barata y de que siempre podria ser util. Nosotras éramos diferentes. fbamos todos los dias a las tiendas, y todos los dias estébamos en busca de algo lindo. En general, no usdbamos ni pensdbamosen cosas preciosas o de valor. Aquel dia por ejemplo compramos un montén de encajes con abalorios de colores y Ientejuelas. No era facil imaginar una ropa que combinara con esos encajes, aunque tal vez ni habfamos pensado en eso: tal vez habiamos seguido apenas un impulso. Compribamos y deciamos: «bien». La tia Cui decia «bien», y yo también decia «bien». Cuando volvimos acasa, desplegamos todo ante los demas ala espera de comentarios, pero ninguno sabia mucho qué decir, y nos agarré una desilusion. Levantamos rapido las cosas de la mesa, se las sacamos de las manos y guardamos todo de vuelta. No entendian nada, dijimos. No merecian que les mostraramos. 16 «Vamos a hacer una tinica de terciopelo rojo con dorado y vamos a coserle este encaje de abalorios negros». «Este es para regalar...». Deciamos algo por decir, ya que por dentro sentiamos una gran desilusién, pues lo mas probable era que aquellas cosas que nos gus- taban tanto no vieran nunca més la luz. Enuna ciudad pequefia como la nuestra no habia muchas tiendas, y encima la desazén de no encontrar lo que buscdbamos nos hacia ir tal vez mas rapido, asi que al rato, salvo por dos 0 tres tiendas, ya habiamos visitado to- das. Pero esas dos o tres eran justamente las tiendas a las que no ibamos mucho porque eran mds pequefias y tenfan poca mercaderia Pensdndolo mejor, era seguro que ahi tampoco habria. Entramos a una de esas tiendas pequefias, y, en efecto, habia tres o cuatro pares, pero to- dos eran o muy chicos o muy grandes, y de un color feo. La tfa Cui querfa comprar igual. A mi Me parecié extrafio: zpor qué se empecinaba sino le gustaban y no habia nada que valiera la pena? Le dije me opinién y volvimos a casa sin comprar. 7 | AL ae Oa ee: rls spat | Alos dos dias yo me habia olvidado com- pletamente de los zapatos, cuando la tia Cui, de golpe, me propuso salir de nuevo. Me di cuenta en ese momento de su secreto: que se habia enamorado de esos zapatitos desde el principio, pero que no habia dicho nada. Esa era su forma de amar: parecia como si fuera capaz de llevarse el secreto de su afeccién ala tumba, sin abrir la boca, como si en el mundo no hubiera una sola persona a la que valiera la pena contarle. Los copones de nieve revoloteaban afuera mientras mi tia y yo, envueltas en mantas de cuero, sentadas dentro del coche, partiamos en busca de aquellos zapatos. El chofer, ahi en lo alto, en el pescante, se bamboleaba y canturreaba, con una voz ronca, una cancién: «Ay, ay ay ay». El viento ululaba en nuestros oidos y los grandes copos que caian del cielo nos nublaban la vista. El cielo a lo lejos se escondia detras de un velo de nubes, y yo dentro de mi rogaba que la tia Cui pudiera encontrar aquellos zapatitos que tanto queria. Con todo mi coraz6n esperaba que obtuviera lo que deseaba.. 18 El centro de la ciudad aparecia difuso alo lejos. Casi no se veia gente andando por las calles silenciosas. Entramos en un negocio tras otro a preguntar. Yo, ms ansiosa que ella, queria conseguir los zapatos sin mAs tardanza. Interrogaba minuciosamente alos empleados, explorando hasta la mas infima posibilidad, y alentaba a la tia Cui a no dejar ni una tienda sin visitar. Mi entusiasmo repentino la des- concertaba: no entendia de dénde venia. A mi me tenian sin cuidado sus sospechas. Lo Gnico que meimportaba era encontrar en esa peque- fia ciudad un par de esos zapatitos de lana. ‘Sdlo nuestro coche, cargando la ilusién de la tia Cui, corria claro y veloz por la calle. La nieve habia empezado a caer mas fuerte: no se veia nadie alrededor, nadie salvo nosotras, apurando al cochero y yendo de un lado para otro. Asi hasta que se hizo muy tarde. No habiamos podido encontrar los zapatos en ninguna parte. La tfa Cui me miré recto a los jos y dijo: «Es mi destino...» Yo quise hacerme laadulta y decir algo para consolarla, pero an- tes de que encontrara las palabras adecuadas ella se largé a llorar. 19 Mas tarde la tia Cui empez6 a quedarse seguido en mi casa. Fra mi madre la que la invitaba, porque la hermana de latia se habia comprometido y temfan que, cuando el casa- miento se concretara, la tia, encontrandose de golpe sola, sufriera. Porque en su familia eran pocos: estaba su viejo abuelo, de més de sesenta afios, ms una tia politica, que era viuda, y su hija. En tanto «primas», hubiera sido de esperar que pasaran el tiempo juntas, pero sus personalidades eran muy diferentes: siempre habian sidoun poco como elaguay el aceite. Su prima, yo la habfa visto, pasaba todo eldia sentada en la casa haciéndole compafiia ala madre, vestida siempre con ropa oscura, el rostro negro. La madre lavaba ropa, ella lavaba ropa. La madre loraba, y ella lloraba. Tal vez lloraban juntas a su padre muerto, o tal-vez lloraban lo pobres que eran. Eso nadie podia saberlo. a1 Formaban parte de la misma familia, pero mientras la tia Cui y su hermana parecian las sefioritas de una familia adinerada, aquella prima tenia todo el aspecto de una campesina. Esto le daba a Cui el derecho a quedarse con frecuencia en casa. Un afio después del compromiso, su her- mana se casé y dejé la casa. Habja llevado un tren de vida casi fastuoso durante ese afio, gracias al regalo que habia enviado la fami- lia del novio por el compromiso. En nuestra pequeiia ciudad no se usaban los grandes billetes, sino unos bonos de cien o de mil cuartillos, emitidos por un banco privado. Su hermana habia recibido de regalo alrededor de treinta mil o cuarenta mil. Asi que de golpe se habia encontrado con una pequefia fortuna en las manos, y un dia compraba una cosa, y al siguiente otra. Compré un broche tras otro, un monton de cintas para el pelo, pendientes, un reloj extranjero, y todo tipo de cosas. Cada vez que salia a la calle, acompafiada siempre por su hermana mayor, era ella la que pagaba ahora. La tia Cui queria pagar, pero lahermana nunea se lo permitfa, y a veces delante de la gente la frenaba cuando iba a sacar el dinero, yel resultado era un tira y afloja embarazoso, porque la tia Cui, en tanto hermana mayor, tenja la sensacion de que le habian arrebatado, de un dia para otro, una especie de derecho. Pero en cuanto al compromiso en si, la tia Cuino sentia nada de celos. Habia visto al fu- turo marido de su hermana. No era nada buen mozo: alto, de tinica azul y chaqueta negra con botones, parecia un comerciante o un pequefio caballero de provincias. Ademds que lata Cui era todavia muy joven, no pensaba ni enmarido ni en casamiento. Por eso, aunque la hermana se Ilenaba dfa tras dia de mds cosas, y tenia dinero, la tia no se habia detenido a pensar mucho en por qué tenia dinero. Hasta elmomento en que la hermana dejo la casa, no lehabia prestado muchaatenciéna la cuestién del «compromiso», e incluso después de que se fue, siguid igual. Aun asi, a menudo se sentia sola. A causa del ambiente familiar tan desola- do, ella y la hermana andaban siempre juntas de un lado para otro, como si fueran gemelas. Yahora una de las dos se habia ido. Hastaasu abuelo le daba ldstima verla tan sola. Asi que después de que su hermana se ha- bia casado, mitia volvia muy pocoa su casa. Se \j quedaba siempre en lo de sumadre, y a veces mi madrastra también la acogia en nuestra casa. La tia Cui era muy inteligente, y sabia tocar el taishogoto, un instrumento japonés que se habfa puesto de moda en China unos afios antes, y también sabia tocar la flauta y la flauta traversa. Pero sobre todo tocaba aquel instrumento japonés. Siempre, después de la cena, cuando mi tio se encontraba en casa, nos poniamos a tocar algiin instrumento: flautas, uaverseras, taishogoto, armonio, mandolina, més algiin salterio, Ninguno verdaderamente occidental. La tia Cui también empezé a participar de esas ocasiones tan animadas. Tocé una can- cién y en seguida se combiné perfectamente con todo el mundo. Para nosotros era como si unnuevo estilo se hubiera agregado al reperto- rio que, de tanto tocar dia tras dia, ya sabiamos de memoria. Asi que en seguida redoblamos nuestros esfuerzos, y el que tocaba la traver- sera soplaba ahora con mas impetu, haciendo que la membrana sobre el segundo agujero temblara al limite y sacandole unos chillidos agudisimos. Mi hermano menor, que tenia diez afios, tocaba la armonica, sacudiendo la 4 cabeza como si fuera a tragarsela, aunque a esta altura a nadie le interesaba qué es lo que estaba tocando. Cuando todos se dejaban llevar asi de golpe, parecia que lo tinico im- portante era hacer ruido. Y el que estaba con el armonio, a fuerza de tocar vez mas rapido, al final quizas ya le erraba a las teclas, pero olpeaba los pedales cada vez mis rapido, ha- clendo aullar el instrumento, como si tuviera ganas de romperlo, como si quisiera hacerlo pedazos. La cancién que tocaban era tal vez «Las flores del ciruelo». La habian tocado no sé cudntas veces sucesivamente, y nadie parecia dispuesto a detenerse. Al final, sin embargo, todos se fueron cansando. Unos perdian el ritmo, otros la melodia, y asi, en medio de las tisas generales, finalmente se detuvieron. Aun en medio de una cancién tan alegre, ho sé por qué, todo el mundo sentia una ligera tristeza. Tal vez era que la alegria extrema en- gendraba la pena, haciéndonos reir hasta que hos salian las lagrimas, sin dejar de sonreir. En ese momento miramos hacia la puerta. Mi hermano mas pequefio, que apenas habia aprendido a caminar, se habia unido también al grupo, cargando un enorme y viejo acor- 25 de6n. Todo el mundo sabia que ese acordeén estaba roto, asi que al verlo estallaron las risas y volvié la alegria. Miprimo (el hijo de mitio) tocaba muy bien el piano, pero era aun mejor con la flauta. La dejé sobre la mesa yle dijo ala tfa Cui: «Prueba til». Latia Cui se puso de pie, sin decir palabra, yse fue rdpido asu cuarto. Mi primo se quedé largo tiempo con la vista fija en la cortina. Cuando se quedaba en casa, la tia dormia con- migo. En las noches de luna llena, en el cuarto todo iluminado, la tia y yo nos quedabamos hblando hasta que cantaban los gallos y nos parecfa que recién habfa pasado la media- noche. Al escuchar los gallos, deciamos: «A dormir, rapido. Va a amanecer». A veces, apenas se habia dado vuelta en la cama cuando me preguntaba: «{No te parece que no es bueno que una persona se case muy joven? 20 tal vez no @s bueno que las muchachas se casen muy jdvenes?». Habiamos hablado de muchisimas cosas antes, pero nunca de esto. Hablabamosen general de cémo habia que vestirse, de cémo elegir los zapatos 0 cémo combinar los colores, Si por ejemplo habia- mos comprado lana, discutfamos qué trama convenfa a ese hilo; y si habiamos comprado a un sombrero, tenfamos que encontrarle algiin pequeiio defecto para discutir. Aunque no fuera importante o no tuviera nada que ver, la critica era obligatoria. A veces llegabamos mas lejos en nuestra conversacién: alguna prima mayor o menor que se habia comprometido, 0 lahija de algtin pariente que se habfa casado;0 sinoalgiin chisme, algo escuchado, como por ejemplo las desavenencias de un matrimonio nuevo. En nuestra zona habia desde hacia tiempo escuelas de estilo occidental; varias elemen- tales, pero ninguna universidad. Sélo habia una secundaria para varones, que era a me- nudo tema de conversacién. No sélo la tia Cui, sino también la abuela, las tias paternas, las muchachas en general, todas hablaban de los estudiantes de aquella secundaria, que se veian tan occidentalizados. Llevaban pantalo- nescon la botamanga subida unos centimetros ytenfan siempre un good morningen laboca, 0 se decian uno al otro: «da, da, da», lo cual, al parecer, era ruso. ¥ lo més raro era que no sentfan verguenza cuando vefan a una mujer. Esto todo el mundo lo criticaba, diciendo que no era como antes. Los estudiantes, en otra 28 ¢poca, se ruborizaban de inmediato a la vista de una mujer. Mi familia podria decirse que era de las mas abiertas, porque otro tio y mi hermano mayor habian ido a Pekin, a Haerbin y a lugares asia estudiar. Eso les habia ensanchado el horizon- te, yal volver a casa siempre estaban contando de las companeras que tenian en la escuela. Esta cuestién era muy novedosa, y al principio todo el mundo lo veia como algo sub- versivo. Mas tarde, en parte porque mi tio, que ra muy considerado en la familia, se carteaba menudo con sus compaiieras, y en parte por- que mi padre habia estado en el Kuomintang y participado de la revoluci6n, la «reforma» se habia generalizado en nuestra familia. Por @80 en casa todo era mas bien libre. Se tratara de ir al parque a pasear o de ver las farolas el dia quince del primer mes del afio, no habia Separaci6n entre hombres y mujeres, ibamos todos juntos. Ademas, en mi casa habian (mado una cancha de tenis donde se jugaba dela mafiana a la noche, y venfan varones de tras ramas de la familia y jugibamos todos juntos. Pero eso es otra historia. Volviendo ala tia Cui, esta habia escuchado muchas historias acerca de estudiantes que se casaban. Incluso en nuestra zona habia habido ya varios casos desafortunados. Algunos se casaban y no volvian nunca a la casa; otros, traian una esposa y la dejaban viviendo en un cuarto mientras ellos se encerraban a vi- vir en su estudio. Cada vez que salia el tema, la mayorfa de las veces la gente se ponfa del lado de las mujeres: decian que alos hombres se les arruinaba la cabeza de tanto leer y no podian ni ver a sus esposas iletradas, tan di- ferentes de sus compafieras de escuela, Estos hombres despreciaban a sus esposas y se la pasaban quejandose de la falta de libertad en los matrimonios. Pero desde la antigiiedad habfa sido asi: el padre daba el amén y la madre buscaba la pareja. Lamentablemente ahora todos querian libertad. Mira, decian, mira si noson libres, y salian con la historia de alguno que no volvia nunca a casa o que guardabaala esposa en otro lugar. Todo esto era por culpa de los libros. La tia Cui habia oido muchas de esas discusiones, y debia ser que por dentro las consideraba injustas, que me pregunté si no me parecfa que era muy malo no estudiar. Por Supuesto yo respondi que si, que me parecia malo. Ademas, ella podia ver que en nuestra asa tanto los hombres como las mujeres iban la escuela, y las hijas de nuestros parientes también. Esa era la raz6n por la que ella me admiraba, porque yo habia ido a la escuela. Al poco tiempo, sin embargo, la tia Cui ae comprometié. Sucedié poco después del casamiento de su hermana. Yolo habia visto a su futuro marido en casa de mi abuelo materno. Era bajito y pequefio, vestia una tunica azul acolchada y chaqueta Negra con botones, y en la cabezala chapka plea de los cocheros. Ese dfa la tfa Cui también estaba, pero no sabia quién era esa persona. Supondria que era un huésped cualquiera venido del campo. La abuela me llamé aparte ¢hun momento y me conté que era el futuro esposo de la tia Cui. Poco después la tia Cui se encontré con una pequefia fortuna en las manos. La familia de ‘i prometido era mas rica que la del esposo de su hermana menor. La suegra era viuda y Se dedicaba a cuidar a ese hijo tinico, que 3 tenia recién diecisiete afios y estudiaba en una escuela privada en el campo. La madre le explicaba a la tfa Cui que no importaba que fuera un poco bajo, porque todavia era chico, y en dos 0 tres afios iba a llegar a una altura normal. No tenia por qué estar triste, le decfa: con que la familia de su marido tuviera plata era suficiente. La «dote», de mas de cien mil cuartillos, ya habia sido pagada. La abuela per- sonalmente se la habia entregado ala tia Cui, y habian estipulado ademas otra condicién, esto es, que no podia llevarse a su esposa antes de tres afios. Con la excusa de que el esposo, todavia era muy chico, la tia pretendia aplazar aun mas el casamiento. Tras el compromiso, entonces, la tia Cui tenia dinero, y ahora, cada vez.que llegaba algo nuevo, sibien no puede decirse que se abalan- zara.a buscarlo, siempre al cabo de un tiempo lo terminaba comprando, y una podia estar segura de encontrarlo en sus cajones. Aquel verano la tiltima moda eran unos vestidos gris, plateados, y el de la tia Cui era siempre el mas lindo, porque habia comprado unos cuantos, y después de usar uno varias veces ya no lo querfa olo dejaba para usar en casa, y salia con 32 tno nuevo. En esa época también estaban de moda unos pendientes largos, y la tia Cuitenia dos pares, uno con piedras rojas y el otro con pledras verdes, mientras que mi madre sdlo tenfa un par, y yo también. Se podia ver que la tia Cui tenia dinero. Por entonces también se habian empeza- doa poner de moda los zapatos con taco. En Westra ciudad, sin embargo, pocas mujeres losusaban. Sin contar a mi madre, que habia comenzado a usarlos hacia ya un tiempo, la otra debia ser la tia Cui. No era necesariamente porque mi madre tuviera plata o los zapatos {eran caros, sino porque las mujeres de la ciudad no eran modernas hasta ese punto, ‘0 mejor dicho, les costaba aceptar las ideas fevas. El primer dia que se puso los zapatos, mi tia Cui se Ja veia insegura al caminar. Al segundo dia, sin embargo, ya se habia acos- tumbrado. Al tercer dia, o a partir del tercer tla, incluso pod{a correr sin problemas. Y whora, ademas, su forma de caminar tenia tnucho més encanto. Algunas veces ibamos a jugar al tenis también, s6lo que ella era incapaz de darle a lupelota, salvo cuando se dirigia hacia su cara 3 y tenia que cubrirse con la raqueta para evitar el golpe. ¥ la raz6n era que, en cuanto entraba alacancha, ya fuera que se quedara paradaen el fleje o dentro de un cuadrado, no se movia para nada. A veces se quedaba a un costado con la raqueta, mirando el paisaje. Especial- mente cuandotodo el mundo habia terminado de jugar, y unos com{an y otros se lavaban la cara, ella se quedaba parada sola delante de una pequefia cerca de bambi, contemplando absorta hacia el contorno lejano de la ciudad de Haerbin. Hubo una vez que fui con 1a tia Cuide visita a otra casa, porque en el clan de mi madre alguien se habia casado. La esposa nueva era de las «ocho banderas», es decir, manchii, y los manchties si que tienen sentido de la celebracién. Todas las muchachas casadas del clan tenian que estar presentes, y todas debian estar acicaladas de la manera mas bella posible. Entre los chinos, creo, no hay ocasiones de interaccién tan animadas, 0 tal vez es que yo era chica en ese entonces y cualquier cosa me impresionaba. Por ejemplo la vestimenta de las mujeres: todas estaban. vestidas con tanto esmero como una mujer a4 ‘ecidental en una soirée. Todas sin excepcién tenfan unos chaquetones bordados, largos y sin abertura adelante, como era la usanza entre las manchies. En la mayorfa de los casos era bordé, pero también habia parpura @ incluso de un rosa violaceo. Y los motivos del bordado eran flores de loto, rosas, pinos won bambies y cerezos; en una palabra, era fealmente un lujo. ‘Todas ten{an el cutis cubierto de polvo de arroz y los labios pintados de rosa. Cada vez que un invitado legaba a la puerta de entrada, salfan en fila a recibirlo. Eran tias por el lado del hermano de mi madre. Una tras otra se deercaron a saludarnosa miyamitia Cui, que parecia conocerlas bien. A tal la lamaba «mi ta mayor», a tal otra «mi tia cuarta», y asi. A mfencambio todas me parecian iguales, como las figuras con las que jugaba de chica, hechas ¢on papel de colores recortado. Una igual ala otra, idénticas, con sus tinicas coloridas de #80, sus rostros blancos y sus labios pintados. Latia Cui entré espectacularmente y fuea sentarse cerca de un enorme espejo. Las mu- Jores se agolparon alrededor para observarla, mo si nunca hubieran visto tanta belleza. Todas estaban con la boca abierta aquel dia: decian que lucia hermosa como una magnolia recién florecida; yo, en cambio, la preferia en su version habitual. La tia Cui nunca se ponia maquillaje, pero ese dia sf y levaba una tunica de raso azul acolchado, bordada en dorado, que habia sido preparada especialmente para su casamiento. Dejé que se formara a su alre- dedor un circulo de admiradoras, hasta que empez6 a sentirse incémoda y se puso de pie como si quisiera echarse a correr, y abriéndo- se paso de manera decidida, desaparecié en los cuartos interiores. Adentro, sin embargo, estaba la alcoba nupcial, asi que las «tias» exclamaron al tinisono: «Hermana Cui, no te preocupes. Fl afio que viene serds una hermo- sa novia. Pero si quieres ir mirando...». Ese dia, mientras comiamos y bebiamos, muchas invitadas venian desde otros cuartos y se quedaban absortas mirando a la tia Cui. La tia Cui dejaba los palitos en el aire como si estuviera pensando algo, y guardando su compostura habitual las miraba con dulzura. Era como sino se diera cuenta que la estaban observando especialmente. Otras, después de admirarla un buen rato, mostraban de repente 36 Wh semblante frio, como si estuvieran por decir algo pero al final decidieran callarselo. Se miraban un instante, sonreian y seguian comiendo. a un invierno, apenas habia pasado el afio que la tia Cui se quedé en casa. hijo de mi tio, del hermano mayor de mi al que yo llamaba mi hermano, estaba lose en la casa. i hermano era muy buenmozo. Tenia ‘tecta, los ojos muy negros, una boca sa y el pelo siempre perfecto. Era muy tenia un andar desenvuelto. En todo clan no debia haber un hombre mas que mi hermano. invierno, en la universidad habia vaca- , asi que venia a casa a descansar. Poco después, las clases recomenzarian y que irse de nuevo a Haerbin, donde ba. tros conciertos de musica, natural- , Se abrian a este nuevo participante, y también la tia Cui participaba, todo era. -animado. Por ejemplo mi madre, que no entendia de estas cosas, también estaba pre- sentey observaba, sentada a unlado, y hastala cocinera y las criadas hacfan una pausa en su_ trabajo y miraban, menos como si escucharan_ miisica que como si observaran unas perso- nas, La sala estaba repleta y el sonido de ts instrumentos debia llegar hasta los vecinos mas lejanos. Al dia siguiente, de hecho, los” vecinos cajan por casa a preguntar. j «zAyer a lanoche el cumpleafios de quién festejaban?». «Bra para darle la bienvenida a nuestro hermano», respondiamos. Asi que en nuestra casa habia un ambiente muy jovial y divertido. Poco después, el dia quince del primermes del afi, legé la fiesta de las linternas. En mi familia, desde que mi padre habia apoyado la revolucién, siempre que habia algo divertido Jo hacfamos juntos, hermanos y hermanas, y si habia algo interesante para ver, lo mismo. Los ocho o nueve que seriamos en total, contando a mi hermano, mis hermanos menores, mi tia, mas mi tio que nos guiaba, corrimos a campo traviesa hacia la avenida, a 40 de la luna. El camino estaba resbaladizo ejo,y era dificil mantener el equilibrio. ‘varones corrian adelante, mientras noso- més lentas, ibamos quedando rezagadas. a tanto se daban vuelta para mirarnos y de nosotras, tratandonos de sefioritas, iéndonos que nos moviamos mas lento una anciana. La tia Cui y yo, enlazadas, bamos con decisién, pero cada dos por una de las dos seresbalaba, y asi seguimos, que al final mi hermanoy los otros vinie- N a sostenernos. Sostener, sin embargo, es lemasiado decir: mas bien avanzamos todos nidos en linea. _Alrato llegamos ala ciudad y encontramos is calles cubiertas de farolas. Habia un verda- fo mar de gente. Y habia también danzas ‘leones, bailes de barcos en tierra, bailes de ones, cantos y danzas populares, y todo bullicio que producia vértigo y era inabar- able hacer un inventario. No habia manera ‘llegar a ver todo, porque las cosas parecian se un momento frente alos ojos antes de \parecer, y un rato después venia otra, y ego otra. Tal vez no fuera para tanto, peroa aba nuestra familia, todos querian hablar nosotros, y en el camino de vuelta a casa ‘sumaron otros dos. mime parecia que en el mundo no podia haber un espectaculo mas espléndido. En las puertas de las tiendas habia unas grandes antorchas que parecian cocoteros, una mas brillante que la otra. El duefio de la tienda a la que entramos era un amigo de mi padre, asi que nos recibieron calurosamente y nos ofrecieron té, dimsums, mandarinas y bolas de arroz. Pero quién pensaba en co- mer? El coraz6n nos latia desbocado apenas sentiamos los tambores. Y es que los tambores y las trompetas, afuera, parecian no tener fin, pues apenas unos se alejaban, ya se escucha- ban otros. Mas alld de lo que uno pensara sobre a uno de ellos, todos eran muy urbanos su manera de vestir. Vestian trajes, tenian ros de fieltro y usaban unos abrigos llegaban hasta las rodillas, dejando las as libres. Eran muchos mas lindos que 9s abrigos extraiios, como grandes tunicas colchadas, que se usaban en nuestra ciudad, i como unos grandes mianpao. Ademis, n el cuello, tenian bufandas, naturalmente le seda o de lana y todas cubiertas de moti- os decorativos, que les daban un aire aun hermoso e imponente. A la tia Cui todos os le parecian buenosmozos. Mi hermano mbién usaba traje y también, por supuesto, ecia buenmozo, asi que en el camino ella 9 paraba de mirarlo. Como la ciudad no era muy grande, nos encontrébamos con muchos conocidos que habian venido también a ver las farolas. Entre ellos, muchachos de nuestra ciudad que estu- diaban en Haerbin. Mi hermano los conocia, y yo también los conocia, porque para entonces los dos habfamos ido a Haerbin a estudiar. Asi que en cuanto nosencontrabamos con alguno, se sumaba a nuestro grupo. Salian a mirar las farolas y al rato volvian adonde estabamos y hablaban con mitioy mi hermano. Yo me daba cuenta de que, a causa del ascendente del que Porlo general, la tia Cuitomaba muchisimo mpo para peinarse, puesno le gustaba dejar un cabello suelto. Se aseguraba primero de arse todo el maquillaje de la cara antes de mpezar a maquillarse de nuevo, y no termi- a hasta que no estaba ciento por ciento 42 satisfecha. Al dia siguiente de la fiesta de las farolas se peiné aun més lentamente de lo habitual. Mientras se peinaba, daba vueltas a algo en su cabeza. Normalmente, casi por regla, cada mafiana a la hora del desayuno habfa que Ilamarla dos o tres veces antes de que viniera, Esa mafiana hubo que amarla cuatro veces. Mi tio en su juventud habfa sido una especie de paladin que montaba a caballo y manejaba armas, y todavia entonces a pesar de sus cincuenta afios seguia teniendo buen porte, Todos queriamos mucho a nuestro tio, y el tio nos queria. Era él quien nos habia ensefiado todo lo que sabiamos de poemas, canciones y literatura. La tia Cui vivia en casa y mi tio también la querfa. Aquel dia el desa- yuno habfa comenzado y la tia Cui, a pesar de haberla llamado varias veces, todavia no salia. Mi tio dijo entonces «Lin Daiyu...», ..y todos nos largamos areira carcajadas pensandoenla heroina de la novela Suerio en el pabellén rojo. Al salir, se encontré con ese cuadro y nos pregunté de qué nos reiamos, Como no qui- simos decirle, se dio cuenta de que era ella cl objeto de nuestra risa y dijo: 44 ‘«Diganme ya. Si no me dicen, no voy a t en todo el dia. Ustedes saben leer y ir y yo no sé nada. No se burlen de mi». Deesa manera siguié protestando un rato, lasta que mi hermano le explicé de qué nos 10s. Mi tio, a quien la situacién habia ‘0 incémodo delante de sus hijos, bebid poco mis y desaparecid. Desde entonces la tia Cui tenia en la cabeza idea de estudiar. El problema era: 3a dénde ir una muchacha de veinte aiios como ? En una escuela primaria no habia alum- de su edad, y no podia asistir a unaescuela ia sino podia ni leer. Asi que seguia como pre en casa, ‘Todos los dias nos entreten{amos hasta tar- ‘tocando las cuerdas y las flautas y jugandoa cartas. Todos participabamos, incluyendo tio, mi hermano y mi madre. La tfa Cui no trataba de manera especial i hermano, y mi hermano la trataba igual a cualquiera de nosotros. Lo tinico, cuando hermano contaba una historia, la tia Cui pre prestaba un poco més de atencién ie nosotros. Eso debfa ser porque era un poco mas grande y, naturalmente, en cuanto a capacidad de comprensién, estaba més cerca de mi hermano. También mi hermano era ligeramente mas deferente hacia ella que hacia nosotros. Por ejemplo, cuando hablaba conlatfa Cui, siempre decia «si», mientras que, con nosotros era mas bien: «correcto». Esoen apariencia tenfa que ver con el hecho éequela tia Cui era nuestro huésped, y ademés estaba, en teoria, generacionalmente por encima de él, apesar de ser de la misma edad. sin embargo hubo una noche, después de lacena, que los dos desaparecieron, Cada dia después de comer por lo general tenfan lugar nuestros conciertos. Aquella noche, tal vez porque mitiono estaba, y porlo tanto no habia nadie que guiara, después de la comida cada uno se fue por su lado, En la sala no qued6 nadie. Pensé en buscar a mi hermano menor para jugar al ajedrez, pero no lo encontré por ningin lado y me puse a tocar el harmonio sola en la sala de estar, hasta que me aburri. Habfa un gran silencio en lasala, y en cuanto cerré la tapa del harmonio escuché unas voces que parecian venir desde el cuarto de atris 0 desde mi cuarto. Pensé que debia ser la tia Cui, y se me ocurrié ir buscarla para jugar a las cartas. Pero cuando entré al cuarto, corriendo, me encontré no slo a la tia Cui sino también a mi hermano. La tia Cui se puso rapido de pie alverme y dijo: «Vamos a jugar a algo». Mihermano dijo: «Si, vamos a jugar al ajedrez. Vamos». Salieron del cuarto y nos pusimos a jugar js tres, y esta vez mi hermano, que en general pre me ganaba, perdia todo el tiempo. Me fararo, pero ala vez estaba muy contenta. Poco después, se terminaron las vacaciones invierno yy yo volvia la escuela en Haerbin. hermano no vino conmigo, porque en el er semestre habia estado un poco enfer- y aunque habia pasado un tiempo en el ital reponiéndose, mi tio le sugirié que tomara dos meses mas de vacaciones y se edara en casa. Acerca de cémo siguieron después las co- pen casa, yo ya no sé tanto. Sdlo supe lo que hermano y mimadre me contaron. Después que me fui, la tia Cui siguié en la casa. Después mi madre me conté también algo que habia pasado antes de que la tia Cui se comprometiera. En mi clan habia otrotio, her- mano menor de mi padre, que tenia la misma edad de mi hermano, Era tartamudo, no muy bucnmozo, y estudiaba en la misma escuela que mi hermano. El también habia venido a casa, pero Ta tia Cui no lo habia llegado a ver. ‘Aquella vez mi abuela materna habia sugerido que lo casaran con a tia, y la otra abuela habia rechazado de plano lapropuesta, diciendo que era hija de una viuda, algo que no era de buen augurio, y ademds no habia recibido una bue- na educacién familiar. Encima el padre habia muerto y la madre se habia casado de nuevo: una mujer decente no se casa dos veces. No queria saber nada con la hija de una mujer asi. Pero mi madre deca: eran casi de la misma edad, yla familia de él tenia plata. En esa casa Ja tia Cui hubiera gozado de una buena vida. No hubiera sufrido. La tia Cui sabia todo esto, y ahora una vez mas, al ver ami hermano, debia pensar que él la miraba también de esa manera. Ella misma consideraba que no tenia un buen destino, y ahora ya se habia comprometido. Era la novia alguien. Ademis, hija de una viuda que habja casado de vuelta. La tia Cui debia petirse esto varias veces al dia. No podia jidarlo. Después del compromiso, en menos de lo que canta un gallo pasaron tres afios, y lleg6 una nota pidiendo que estuviera lista para el casa- miento. La madre de la tia Cui vino a buscarla con la idea de levarsela para preparar el ajuar. ‘La tia Cui cay6 enferma en cuanto escuché la joticia, pero a los pocos dias la madre se la levé igual a Haerbin. La persona encargada de acompafiarla a comprar el ajuar era justamente un compafiero escuela de mi hermano que este le habia yresentado. Vivian en la zona de Qinjiagangen ‘bin. Era una zona muy linda donde estaba mayorfa de los extranjeros de la ciudad. El dormitorio de los estudiantes era calido y las camas eran de estilo occidental. Gracias a la ‘carta de presentacién que le habia dado mi hermano, la tia Cui fue tratada como unacom- Pafiera mds. Como ademas los estudiantes, habiendo aprendido las maneras de los rusos, se comportaban muy caballerosamente con Jas mujeres, la tia Cui fue tratada con mucha deferencia y recibié varias invitaciones para comer e ir al cine, Cuando tomaban un coche siempre la hacian subir primero y luego le da- ban la mano para bajar. Cada movimiento que hacia, siempre habia alguien a su servicio. En ‘cuanto se sacaba el abrigo alguien lo tomaba en sus manos, y si se le ocurria decir en voz alta que iba a abrigarse, se lo trafan de vuelta y la ayudaban a ponérselo. No hace falta decir que la tia Cui no tenia ningiin apuro en comprar el ajuar. Aquellos deben haber sido los fas més felices de toda su vida. Habia egado a la conclusién de que la gente que habia ido a la universidad era mejor. Eran educados, trataban cortésmente alas mujeres y nunca, nunca serian capaces de pegarle a la esposa, como hacia su cufiado con su hermana. Después de aquel viaje a Haerbin para comprar el ajuar, la tfa Cui tenia aun menos ganas de casarse. Sentia terror de s6lo pensar enese hombrecito feo. Cuando volvié, mima- dre una vez més la invit6 a que se quedara en nuestra casa, porque la suya, decia mi madre, era oscura y fria, y le daba pena que estuviera tan sola. Nuestra casa era un hogar con calor. Poco después, su madre termin6 por darse cuenta que la tia no tenia ningun entusias- mo respecto del casamiento, pues ni habia confeccionado el vestido, ni habia comprado un montén de pequefias cosas que tenia que comprar. Empezé a insistirle cada vez mas para que hiciera lo que tenia pendiente, y final- mente decidié mandarla a buscar para tenerla cerca y poder aleccionarla a gusto, pues creia que los jévenes necesitaban ser aleccionados todo el tiempo para no desviarse de la buena senda. Y sobre todo en un caso como el de ella, ya que el dia del casamiento se acercaba: debjan faltar apenas dos o tres meses. Para su sorpresa, sin embargo, cuando la madre vino allevarse ala tia, esta se negé rotundamente airsey finalmente anuncié, con mucho coraje, que queria estudiar. Dijo que queria estudiar y que no pensaba en casarse. Alprincipio la madre no queria saber nada, pero al final, como la tia insistia en que sino ladejaban estudiar no se casaba, supo que iba en serio y pensé en un monton de cosas que le dieron miedo. No habia otra opcién que dejarla hacer su voluntad. Le contrataron un viejo maestro, instalaron un escritorio en una habitacién vacia de su casa y empez6 a tomar clases alli con otras muchachas del vecindario. La tia Cui de dia estudiaba; de noche volvia a lacasa de la madre. No hacia mucho desde que habia empeza- do aestudiar cuando: empez a toser y a estar todo el dia taciturna. La madre le preguntaba qué le pasaba. {No estaba contenta con al ajuar que le habian comprado? :Queria venir a nuestra casa? Le hizo todas las preguntas imaginables, pero a cada pregunta la tia Cui sacudia la cabeza y no decia nada. Pasaron unos dias mas, y mi madre fue a ver alatia Cui, acompafiada por mi hermano. La primera impresién que tuvieron al verla era que estaba mucho mas palida, y mi madre sentencid que no ibaa vivir mucho mas. Todo el mundo opinaba que era por el cansancio de tanto estudiar, y también su madre dijo que era el estudio, y que no era nada importante: siempre, antes de casarse, las muchachas adelgazaban un poco, para luego engordar una vez casadas. Ylatia Cui asentia con la cabeza y sonreia, sin decir ni que sini queno. Seguia estudiando pero no venia a nuestra casa, aunque mi madre Jahabia mandado a buscar varias veces. Decia que no tenia tiempo. La tia Cui se veia cada vez mas flaca. Mi hermano fue dos veces a visitarla a lo de su madre. Comia, bebia, presentaba sus respetos ala familia, y eso era todo. Bl decia que iba a ver ala madre, ya que ahi donde viviamos no era posible que un hombre joven visitara a una muchacha. Cuando volvia de esas visitas, no trafa ninguna alegria o tristeza nuevas. Se ponia como siempre a jugar a las cartas 0 al ajedrez con los demas. Latfa Cuimés tarde yano tuvo fuerzas para seguir levantada y empez6 a guardar cama. Al enterarse de que estaba enferma, la familia del novio queria concretar el casamiento cuanto antes, pues ya que habian gastado plata, gno era una pena si se moria? Cuando la tia Cui supo eso, su enfermedad se agravé aun més y asu vez la familia, al saber que la enfme dad se agravaba, estaba aun mas ansiosa por concretar el casamiento. Porque habia una creencia segiin la cual una novia, al casarse, se curaba milagrosamente. La tia Cui, enterada de esto, sélo esperaba morir rapido. Hacialo posible por arruinar su salud, pues su ‘inica esperanza era morir cuanto antes. Mimadre pensaba en a tia Cuiy ledecfa a mihermano que fuera avisitarla. ¥ fueella de hecho la queal finallo mands, “con laexcusa de llevarle un dinero para que le entregara. Era, debfadecirle, para que se comprara algo rico de comer. Mi madre se daria cuenta que Jos j6venes eran demasiado timidos, que tal vera él le daba vergiienza ir por su propia iniciativa a ver a la tia, y que la tia tal vez tenia muchas ganas de verlo, pues hacia tiempo que no se veian. Por otro lado, al ver la resistencia de la tia Cuia casarse, mimadre desde hacia un tiempo sospechaba de ambos. No era bien visto que un hombre fuera especialmente a visitar a una mujer. En nuestra ciudad no existia esa costumbre. Asi que mi madre le dio ese pequefio regaloy mi hermano fue. Aquel dia, en casa de la tia Cui no habia nadie. Solo estaba una prima para recibir aeste visitante joven al que no habia visto nunca. Antes siquiera de preguntar el motivo dela visita, le dijo que esperara un momento, que iba a buscar al abuelo, y salié. Daba por supuesto que, tratandose de un hombre, de- bia ‘venir en busca de su abuelo. Habia salido disparada sin detenerse siquiera a escuchar el nombre del visitante. “Mihermano se preguntaba dénde estaria Jatia Cui, siestaria tal vez en aquel cuarto de adentro, cuando la tia, que debia haber escu- pride la voz, dijo que entrara. Mi hermano entr6, se sent en el borde de la cama donde estaba acostada y pens6 en tocarle la frente para ver la temperatura. «Estas un poco mejor?», preguntd. Apenas tendié la mano, ella se la agarré en el aire de golpe y se deshizo en lagrimas. Parecia como si toda ella se volcara en ese Hanto. Mi hermano no estaba preparado para algo asf y tuvo de pronto mucho mie- do. No sabia qué decir o hacer. No sabia si debia proteger la posicién de la tia ola suya. Mientras tanto, se escuchaban ruidos afuera; en cualquier momento iban aabrirla puerea Tenia que ser el abuelo, La tia Cui, sonriendo con aplomo, dijo: «Qué bueno que viniste. Seguramente mi hhermana mayor te dijo que vinieras. Siempre pienso en ella, $é que ella me quiere bien, y me da pena no poder ir a verla... No puedo re- tribuirle... Pero siempre me voy acordar delos dias que pasé en su casa... Tal vez para ella no ‘eramucho, pero para mi era muy importante... Nunca podré olvidarme... Ahora, no sé por qué, enlo tinico que pienso es en morirloantes posible. Para qué vivir un dia mas...? Todo el mundo debe pensar que soy caprichosa... Pero no es eso... No sé por qué, aquella familia ha sido buena conmigo. Sé que me tratarian muy bien, pero simplemente no quiero ir. Ya de chica era asi... Cuando habia algo que no me gustaba, no queria hacerlo... Este caracter ha sido mi desgracia siempre. :Acaso una puede hacer siempre lo que quiere... Es ridiculo... Gracias... Qué bueno que mi hermana se acuerde de mi... Por favor dile que no estoy sufriendo como se imagina... También estoy contenta...»-la tia Cui sonrié amargamente-. «Bstoy tranquila. Tuve todo lo que deseaba.». Mi hermano, totalmente perplejo, trataba de encontrar algo que decir, cuando entro el 58 abuelo. Miro el rostro ardiente de mi tia y le dijo ami hermano que Tos honraba con su visita y que le agradeciera también a mi madre. Que le dijera que no debia preocuparse: en breve, la tia Cui estarfa bien y podria casarse. Mi hermano miré ala tia Cuiy s porla Puerta. Esa fue la tiltima vez que la vio, Mas tarde, cuando hablaba de ella, a menudo le caian unas lagrimas. No entendia por qué habia muerto, y todo el mundo estaba igual- mente perplejo. Coda Cuando volvi a casa, para las vacaciones de primavera, mi madre me dijo: «Sila tia Cui no queria casarse, era posible arreglarlo, Bastaba que me hubieran dicho.» Elpasto ya ha brotado en la tumba delatia Cui, recubriendo aqui y all la tierra con un verde palido en el que a menudo se ve pastar una cabra blanca. La primavera invade otra vez las calles y callejones de la ciudad, La tibieza y el sol regresan. Porla calle se ve gente que pasa con cestas vendiendo diente de le6n y ajo silvestre, y sobre todo chicos que, siguiendo los ritmos de la estacién, arrancan las ramas nuevas del sauce para hacer, torciéndolas, unas flautas con las que van silbando por la calle. El tono es mas agudo o mas grave segiin el grosor de Ja flauta. Por todas partes, por las calles y los callejones, se escucha ese chiflido, y es como sila primavera regresara siguiendo el convite de esa musica. Pero esto no dura mucho, y en un abrir y cerrar de ojos los silbidos ya no se escuchan, yen seguida empieza a volar la pelusa de los ‘sauces, y por todas partes se ve flotar la samara de los olmos. En miciudad natal, la primavera es rapida. Después de cinco dias sin salir, uno encuentra que los arboles han brotado, y en otros cinco dias les crecen las hojas, y en otros cinco dias estin tan verdes que uno casino los reconoce. Le hace a una preguntarse si se trata del mismo Arbol de hace dos dfas. Una se responde que si, que por supuesto. La primavera es répida como si corriera. Bs como si la gente pudiera verla acercarse corriendo desde lejos, hasta cllugar donde se encuentra, para SusurTarnos aloido apenas un «aqui estoy» y luego desaparecer. Es como sila primavera estuviera apurar disima, como sila estuvieran llamando desde todas partes, como si, en caso de demorarse un instante, el sol pudiera palidecer y la tierra secarse y petrificarse. Y especialmente los Arboles, es como si no pudieran aguantar ni un segundo, y como si la primavera, en caso de demorarse en algtin lugar, pudiera echar a perder un montén de vidas. ePor qué no viene un poco mas temprano ta primavera?

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