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Créditos
Índice
Personajes
Prólogo
Consideraciones acerca de los
diferentes conocimientos
Reglas del método
Reglas de la moral provisional
Bases de la metafísica
Cuestiones de filosofía natural
Panorama del conocimiento
Epílogo
Situado en el centro de una
tesitura histórica única en
Europa, este hombre
tranquilo, cuyos designios,
como explica en las
Meditaciones metafísicas
(1641), no fueron nunca otros
que tratar de reformar sus
propios pensamientos y
edificar sobre un terreno que
pudiera considerar propio, se
refugia en Holanda para
dedicarse “seriamente y con
libertad a destruir en general
todas mis opiniones
antiguas”. Nada más, pero
tampoco nada menos. Con su
gesto riguroso y libre, ejemplo
de una vocación filosófica a
la altura de los tiempos
modernos, que está presente
en todos sus textos, ya sea en
las Reglas para la
dirección del espíritu
(1628), los Principios de la
filosofía (1644) y, cómo no,
en el Discurso del método
(1637), sin duda el prólogo
más justamente célebre de la
tradición filosófica occidental,
Descartes cambió
irreversiblemente su rumbo.
Aunque los escritos que lo
seguían, que tratan
cuestiones de dióptrica,
meteorología y geometría,
han sido relegados al estudio
de los especialistas en la
erudición cartesiana, el
Discurso sigue teniendo, a la
vuelta de casi 380 años, la
frescura y la radicalidad
propias de los productos de
los ingenios superiores.
Diríase, contraviniendo el
pensamiento cauteloso de su
autor, que la integración de
este breve y espléndido texto
en el canon de la filosofía
occidental ya ha dejado de
ser objeto de duda.