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Alertas vecinales
25 julio, 2022

Es difícil saber cuál de nuestros vecinos está más complicado: ¿Perú o Argentina?
En medio de la crisis global que arrasa con la popularidad de todos los gobernantes,
Pedro Castillo y Alberto Fernández enfrentan situaciones límite. En Perú, los
problemas son principalmente políticos; en el caso argentino, la debacle económica
tiene a los bandos de un gobierno bicéfalo enfrentados en una disputa de poder que
los paraliza.

Con cuatro investigaciones en la Fiscalía, una popularidad en los suelos y sin una
bancada fuerte, la debilidad de Castillo es evidente. Los recambios ministeriales son
un síntoma de ello, y la salida del ministro del Interior, Mariano González, el sexto
en un año, refuerza la percepción de que el Presidente no sabe, o no puede, nombrar
a personas que ayuden a dar gobernabilidad. El caso de González, sin embargo, fue
distinto a los anteriores (que estaban en la mira de la justicia), pues el saliente
ministro acusó a Castillo de despedirlo por tomar medidas para perseguir a tres
personas de su entorno que están prófugas.

Las acusaciones de obstrucción a la justicia y de encubrimiento personal requieren


pruebas contundentes de la Fiscalía, pero por ahora causan revuelo al sumarse a
otras tres investigaciones contra el Presidente, por supuestamente liderar una
organización criminal que cobraba coimas en licitaciones de obras públicas, presunto
plagio de su tesis universitaria y supuesto tráfico de influencias en ascensos en la
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policía y FF.AA. Su situación judicial es un obvio obstáculo para el desempeño del


gobierno, a lo que se suma el comportamiento de un Congreso —y de una clase
política— que da un espectáculo lamentable de incapacidad para encontrar una
salida viable a la crisis.

Vacancia, adelanto de elecciones o una reforma constitucional que permita abrir un


proceso penal contra el Presidente son las opciones que se barajan, pero, en una
situación de desprestigio de todas las instituciones, cualquiera de ellas tendría que
pasar la “prueba de la blancura” para adquirir legitimidad ante la ciudadanía.

En Argentina, las pugnas al interior del gobierno son conocidas, y se resumen en


“Alberto versus Cristina”. La vicepresidenta, que antes que nada busca solucionar
sus problemas judiciales, no ha tenido pudor en atacar arteramente a la Corte
Suprema, en un escrito público que abrió más aristas a la crisis general.

Para el Presidente, lo primero es la economía, pero eso no se puede solucionar sin


algún programa concreto. Más bien, se reacciona a los síntomas, como el alza del
dólar que dejó pálidos a los saltos de la divisa en Chile. Desconcertado, el gobierno
busca negociar con la oposición de centroderecha, que no está dispuesta a hacerlo
con un gobierno dividido. “Que se pongan de acuerdo entre ellos, presenten un plan,
dejen de emitir moneda y bajen el gasto”, exigen para cualquier diálogo, y que este
sea en el Congreso.

Mirar hacia afuera a veces aclara el panorama interno y enciende alarmas de hasta
dónde se puede llegar con populismo y políticos que solo persiguen intereses
particulares. (El Mercurio)

Tamara Avetikian

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