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HELENA GUZMÁN
UNED (Madrid)
1. Tal vez la crítica filológica no se ha detenido a analizar con el suficiente detalle los
rasgos peculiares que presenta la figura de Helena en la Odisea. Está muy lejos tanto del
tipo que representa en la Ilíada como del que más tarde subirá a los escenarios de la Tra-
gedia. Ahora, en la Odisea, nuestra heroína ha vuelto a Esparta, a su punto de partida,
al hogar que un día abandonó, y lo ha hecho en compañía de su ultrajado esposo. Este
nuevo contexto supone una diferencia radical con la tensión emocional que generaba
su existencia en Troya. Suele decirse que ahora se ha convertido en una modélica ama
de casa, pero tampoco esto es del todo cierto. Helena en toda su historia narrativa es un
personaje complejo, en el que subyace siempre una inequívoca ambigüedad, aunque a
veces, como sucede en la Odisea, aparezca de forma menos diáfana.
Su intervención directa en el Canto IV, cuando Telémaco llega a la corte de Esparta
en busca de noticias de su padre, presenta unos rasgos que merecen un análisis detenido.
En un trabajo anterior1 destacábamos su actuación como maga, como dispensadora de
drogas que provocan el olvido, lo que en cierta medida la empareja a otros personajes
femeninos odiseicos, sobre todo Circe, aunque hay otros elementos diferenciadores, en
especial su intención última positiva de “alcanzar el olvido, que libera de los pesares”.
Pues bien, en esa misma escena del poema Helena pasa a servirse de otro recurso, y
también con la misma benefactora pretensión de hacer que los entristecidos asistentes
al banquete recobren el ánimo, olvidándose de los pesares que los rodean, en especial
lógicamente el joven Telémaco que, lleno de angustia, deambula por los reinos griegos
a la búsqueda de noticias sobre el paradero, incluso la simple subsistencia, de su padre
Odiseo. Este nuevo recurso de Helena es el relato, el contar una historia pasada, que
produce deleite. Estamos, pues, ante una Helena próxima a la figura de los aedos o, de
otro lado, a la función de las Sirenas. En todos esos contextos el relato se yergue como
elemento central activo, aunque luego, claro está, hay diferencias en los detalles, que
conviene precisar con rigor para que el cuadro resultante sea lo más preciso posible.
1
H. Guzmán, “Helena la maga (Odisea IV 219-233)”, en Ad amicam amicissime scripta, Ho-
menaje a la profesora María José López de Ayala y Genovés, UNED, Madrid 2005, pp. 69-76.
Y unos versos más adelante (356ss.) Telémaco lo afirma de forma más rotunda:
2
Utilizo la traducción de C. García Gual, Madrid, Alianza, 2004, salvo aportaciones puntuales
propias.
HELENA CONTADORA DE HISTORIAS (ODISEA IV 233-264) 407
“Así que ve dentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de
la rueca, y ordena a las criadas que se apliquen al trabajo. El relato (mu=qoj)
estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío ...”
“Madre mía, ¿por qué ahora le impides al muy fiel aedo que nos deleite, del
modo en que le impulsa su mente? ...”
“No son en nada culpables los aedos, sino que en cierto modo es Zeus el
responsable, quien da a los mortales comedores de trigo lo que quiere y como
quiere, a cada uno.”
3. En paralelo a la función del aedo, analicemos ahora el tipo de las Sirenas en el canto
XII. Estos seres mágicos también utilizan su canto para atraer a los navegantes: Circe
avisa a Odiseo de lo que se va a encontrar en su camino de vuelta, y le advierte de que
al pasar cerca de las Sirenas tape a sus compañeros los oídos con cera para que no las
escuchen; y que si él quiere oírlas, tendrá que pedir a sus hombres que le aten al mástil
de la nave y, aunque él se lo pida, no lo suelten (XII 41-44):
“para que puedas oír para tu placer la voz de las dos Sirenas.”
De otro lado, ellas le prometen, si se detiene, un agradable relato puesto que ellas
conocen todo lo que pasa en la Tierra (XII 189-191):
3
X. Mem. II, 6, 10-12:
– ou)k a)lla\ toiÍj e)p a)retv= filotimoume/noij ouÀtwj e)pv=don.
– sxedo/n ti le/geij toiau=ta xrh=nai e(ka/st% e)p#/dein, oiâa mh\ nomieiÍ a)kou/wn to\n e)painou=nta
katagelw½nta le/gein;
– ouÀtw me\n ga\r e)xqi¿wn t aÄn eiãh kaiì a)pelau/noi tou\j a)nqrw¯pouj a)f e(autou=, ei¹ to\n ei¹do/ta
oÀti mikro/j te kaiì ai¹sxro\j kaiì a)sqenh/j e)stin e)painoi¿h le/gwn oÀti kalo/j te kaiì me/gaj kaiì
i¹sxuro/j e)stin.
– “No, sólo cantaban así a los que se afanaban por la virtud.”
– “¿Quieres dar a entender que hay que encantar a cada uno con palabras tales que al oírlas no
vaya a creer que el recitador se está burlando de él?”
– “Sí, porque si a quien se sabe que es bajito, feo y enclenque se le elogiara diciendo que es alto,
hermoso y fuerte, se haría uno más aborrecible y espantaría a la gente de sí.”
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héroe griego caído ante los muros de Troya y hermano de Pisístrato el acompañante de
Telémaco. Se ha pasado, pues, de la desbordante euforia del comienzo a una tristeza de
la que parece que los héroes no van a poder salir.
Menelao propone dedicarse de nuevo a la cena y posponer para el día siguiente la
conversación sobre Odiseo. Y en ese momento Helena adopta dos medidas que coadyu-
van al olvido de la tristeza presente. Primero actúa como una maga: mediante bebedizos
mágicos trata de dominar la voluntad de los comensales, como ya analizamos en el tra-
bajo aludido al comienzo de estas páginas. Y en segundo lugar acude al poder seductor
del relato, en la idea de que el recuerdo de las hazañas de Odiseo supondrá un alivio
en medio de la desesperación por su ausencia. Y, así, de forma breve narra la entrada
subrepticia del héroe en Troya para obtener información con la que poder acabar con
la resistencia troyana.
“Así que ahora comed sentados en esta sala y gozad del relato.”
“Pues el dios, Zeus, ora a uno ora a otro concede el bien y el mal, puesto que
lo puede todo.”
“Al punto vertió en el vino que bebían una droga que borraba la pena y la
amargura y suscitaba olvido de todos los pesares.”
4.2. Hasta aquí es claro que Helena está desempeñando la función tradicional del
“contador de historias”, en paralelo al papel de los aedos y, de otro lado y con un valor
distinto, de las Sirenas. El rasgo que unifica a todos ellos es, en definitiva, el poder se-
ductor del relato, que conduce en último extremo al olvido de los pesares que agobian
al hombre, y esto en unos casos tiene un valor positivo (los aedos, Helena) y, en otros,
negativo (las Sirenas).
Pero al lado de ese plano general del motivo está la perspectiva específica de la
elección concreta de relato a que Helena procede, así como su versión de los hechos,
lo que nos llevará a un resultado más preciso del análisis.
Nuestra heroína, lógicamente, escoge una historia en torno a Odiseo porque piensa
que el recuerdo de su valentía levantará el ánimo de los comensales, entristecidos preci-
samente por el héroe de Ítaca. Y en concreto cuenta la entrada secreta de Odiseo dentro
de los muros de Troya en busca de información. Pero su narración es curiosa. Empie-
za, lógicamente, describiendo la actuación del héroe, donde quedan de manifiesto sus
rasgos centrales, inteligencia y valentía: se disfraza, de forma que pasa desapercibido a
los troyanos; luego, intenta engañar igualmente a Helena, aunque en este punto fracasa;
finalmente, tras dar muerte a numerosos troyanos, sale de la ciudad indemne llevando
abundante información al campamento griego. Una actuación plenamente característi-
ca de Odiseo. Tras oírla todo el mundo quedaría entusiasmado ante la valía del héroe,
precisamente ahora añorado. Así, de alguna forma la tristeza por su ausencia quedaría
aliviada ante el recuerdo de su heroísmo.
Pero Helena, en medio de ese homenaje a Odiseo, no desaprovecha la oportunidad
de destacar igualmente su intervención meritoria en el episodio. Así, pone énfasis en
cómo el héroe griego consiguió pasar inadvertido a todos los troyanos menos a ella, y
a pesar de que había intentado engañarla con su característica astucia. Luego pasa al
capítulo de la complicidad con Odiseo, y en definitiva con la causa de los griegos: lo
atiende, lo encubre y bajo juramento promete no revelar los planes que él ha terminado
por confesarle. Finalmente, el amplio cierre de la narración se centra en ella misma:
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frente a las restantes troyanas, que lloraban amargamente la dureza de la guerra, ella,
sabedora de los planes futuros, se alegraba en su corazón ante el ya inminente triunfo de
las armas griegas, lo que significaba el final de un penoso episodio que había empezado
por culpa de Afrodita, cuando la diosa le infundió la locura de abandonar a los suyos.
Su intervención en esta escena es un nuevo ejemplo de la complejidad de nuestra
heroína, en permanente tensión entre el contexto griego y el troyano, como ya quedaba
bien destacado en la Ilíada.
4.3. A la luz del análisis realizado, podríamos proceder a algunas reflexiones generales.
En la escena comentada asistimos a una intervención de Helena en la que adopta el
papel de esos personajes contadores de historias, con las que se persigue deleitar a la
concurrencia a fin de conseguir el olvido, lo que va a suponer un alivio en las preocu-
paciones que agobian a los oyentes. Pero en este caso la puesta en práctica del recurso
corre a cargo de una mujer, lo que supone una diferencia tajante con el mundo aséptico
de los aedos pero un acercamiento al de las Sirenas, de las que a su vez se diferencia en
su intención positiva. E igualmente importante es la narración en primera persona, como
participante en la acción que ahora se cuenta, lo que abre la puerta a una intencionalidad
más concreta, de forma que el relato se vuelve un punto tendencioso.