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Voz off: Gracias por venir, por estar aquí. Esta invitación tiene como objetivo
dejar, heredar una suerte de conferencia para el futuro ¿cercano o lejano?
difícil saberlo. Quizás la audiencia del futuro especte algo de lo que aquí,
hoy, frente a ustedes suceda. Algo ojalá poético. Digamos, poesía producida
por cuerpos vivos.
Me gustaría pedirle a esa audiencia de ese futuro incierto que, por las dudas,
imaginen que ya estamos muertas y en el presente habitamos, de manera
eterna, en un espacio que los griegos llamaban: Los prados de Asfódelos. No
es un cielo ni un infierno, evidentemente. En Grecia, no se limitaban solo a
lo binario, bien y mal. No. Los prados Asfódelos, son un lugar post mortem,
sin tiempo. Similar a lo que sería hoy el perfil de cualquier red social de
algún fallecido o fallecida que aún circula en la web, y que nadie se anima a
cerrar. Los prados Asfódelos son un lugar del que se puede entrar y salir,
solo hay que pagar el precio de borrar, olvidar quién fuiste antes y partir de
cero. Por su puesto, hay algunas que nos quedamos, siempre.
A su vez, quienes van y vuelven, se convierten en viajeras del tiempo,
mensajeras de un futuro desconocido que estamos siempre ávidas de oír.
Estamos lanzando hoy, aquí, una flecha hacia el futuro, apuntando hacia el
pasado.
Aprovechamos también de pedirles a ustedes, la gente del presente, sí, a
ustedes, quienes están ahí en sus casas, que apaguen sus teléfonos
celulares para no romper esta convención, enfoquen y nos presten atención,
la forma más rara de generosidad que existe. Muchas gracias.
2. PATRONES CLÁSICOS
La experta / Su:
Buenas tardes, es un honor estar aquí en esta sala de teatro junto a
ustedes. Comencemos. Grecia. Somos herederos y herederas de Grecia.
Nuestra cultura, querámoslo o no,
se ha pensado a sí misma en base a cánones y paradigmas
que vienen desde Grecia. Grecia, ha determinado lo bello
lo lésbico y homoerótico, lo democrático. Y es sobre este último punto, lo
democrático, en lo que quisiera detenerme un momento.
Grecia nos hereda el concepto de la democracia. Sistema político que, en
teoría, defiende la soberanía del pueblo y, también en teoría, defiende el
derecho del pueblo, mayoría, a elegir y controlar a sus gobernantes,
minoría. Así entonces en la sociedad ateniense,
una sociedad esclavista
los gobernantes son elegidos por el pueblo, pero entiéndase que el
(masculino) pueblo, son hombres blancos, Dueños de: tierras, mujeres,
niños, niñas, niñes esclavas, animales y plantas.
Por lo tanto, en este sistema “democrático” son ellos los que toman las
decisiones, representan las voluntades de cerca de un 70% de la población,
que no los ha elegido y que resulta invisibilizada.
Como es sabido, a las mujeres de entonces,
de la clase que fuesen, no se les estaba permitido (slide) hablar en público,
discutir sobre política, participar de las actividades de la polis, ser dueñas de
la tierra ni tampoco, asistir al teatro.
Menos actuar, se subentiende. Aunque sus voces, acciones y gestos, eran
representadas por dramaturgos y actores, hombres.
Las mujeres son un grupo humano grande y diverso. Solo quisiera
detenerme un poco en este enredo. Desanudar esta pequeña hebra. En este
universo, el griego, ser mujer esclava, pobre o reina no era lo mismo.
Aclaremos: No ES lo mismo. Evidentemente y para ser precisa en esto,
quisiera reiterar que ser mujer esclava,
pobre o reina no era lo mismo.
No ES lo mismo. Tampoco lo es en el universo actual.
Las mujeres no somos todas iguales, aunque históricamente,
por no tener los mismos derechos, hemos sido consideradas minorías. A
pesar de ser mayoría.
En la actualidad chilena, por ejemplo, somos al 51% de la población. Los
(masculinos) números lo ratifican. Pero bueno, volveremos a las cifras al
final de este informe.
Volviendo a Grecia, detengámonos en este punto: “las reinas”
tampoco la tenían tan fácil. Aún cuando fueran hijas de dioses o semidioses
no se salvaban del escarnio público y moral a causa de sus acciones o
decisiones. Siempre ha habido razones para culpar a las mujeres, siempre
hay razones para culpar a las mujeres,
más aún a las insumisas. Durante el proceso de elaboración de este informe,
nos hemos decantado para poder demostrar que no hay ningún personaje
mujer en la antigüedad, ni niñas, ni esclavas,
ni reinas, ni diosas que salgan bien paradas en la "iluminada" sociedad
ateniense. Bueno, ninguna ninguna, no, hay una ejemplar. Las expertas aquí
presentes representaremos ante uds.
el caso arquetípico de “la mujer ejemplar”.
La Experta / Jo: Pero, como es sabido, detrás de una gran mujer siempre
hay esclavas. La mujer que espera y sus esclavas han sido, entonces,
nuestro objeto de representación.
Euríclea: Bueno este es el hilo que quiero tirar precisamente. Ese día
Penélope, su madre y jefa de estado de Ítaca, se encontraba de buen ánimo
por lo que decide bajar desde sus aposentos privados, acompañada de sus
esclavas al gran salón del palacio donde se encontraba, como era habitual,
una multitud de pretendientes bebiendo. Es entonces cuando un aedo canta
sobre las vicisitudes y penurias que viven los héroes griegos para regresar a
su hogar. Como se imaginarán, para mi señora este es un tema en extremo
difícil, ya que le recuerda a su amado, el divinal Odiseo, protagonista de este
relato. Es por esta razón que pide, en voz alta, como la jefa de estado que
es, y sin querer serlo desde que se fue su amado Odiseo, pide en voz alta
que cambie la canción, que escoja algo más alegre para cantar.
Experta / Su:
Es ese mismo momento que el adolescente Telémaco tiene la tupé de
increparla y citaremos textual este fragmento de la Odisea para remarcar la
importancia de estas palabras:
Telémaco: kai na frontíseis ti dikí sou douleiá, ton argaleió kai ton afró,
Subt: y ocúpate de tus labores propias, del telar y la rueca,
Experta / Su: Esta escena, por breve e insignificante que parezca, es una
escena fundacional en la historia de la humanidad. No solo es la primera
vez, documentada, que un hombre manda a callar a una mujer, a su
mismísima madre, en público. Sino, el génesis, el origen del hombre como
poseedor, según su criterio claro está, de que será el portador de la verdad,
la palabra, el relato de la historia.
Las esclavas.
Penélope estornuda.
C, S y J: Salú, mi señora.
Penélope: Sí, eso, salud. (Haciendo un gesto a la Esclava 1 de que le pase lo
que tiene de una vez. Ella saca de sus ropas una botella de licor. Pen élope
toma con sed) Mucho mejor así.
¡Kyría!
Min páreis chrónia apó ti zoí sou.
Válte ti zoí se chrónia. Kalýteros…
Penélope le devuelve la botella a E1, se trata de recostar, se le enreda el
velo.
Penélope niega con la cabeza con cara de asco. Esclava 3 le pega un codazo
a Esclava 1, que le vuelve a pasar la botella. Penélope vuelve a tomar con
sed. Le devuelve la botella a Esclava 1
J: Ya, mi señora.
S: La dejamos, mi señora.
C: Estaremos aquí al ladito, mi señora.
S: Cuidándola, mi señora.
C: Hilando, mi señora.
J: Copuchando, mi señora.
Jo: No sabíamos, mientras jugábamos con él en la playa que apenas alcanzara la
adolescencia nos iba a matar a sangre fría. De haberlo sabido, ¿lo habríamos ahogado,
entonces? Habríamos podido hundir su pequeña cabeza, todavía inocente, en el agua
con nuestras infantiles manos de niñera, todavía inocentes, y culpar de lo ocurrido al
mar.
J: Si nuestros amos
C: O los hijos de nuestros amos , o un noble que estaba de visita
S: O los hijos de un noble que estaba de visita
querían acostarse con nosotras, no podíamos negarnos.
C: No servía de nada llorar, no servía de nada decir que estábamos enfermas.
J: Si nos quedábamos dormidas, nos despertaban a patadas.
Todo eso nos pasó cuando éramos niñas.
Si éramos hermosas, nuestra vida era aún peor.
J: Pero debió de oírlo mal, o quizá fuera el oráculo el que oyó mal, los dioses
además de andar violando mujeres transformados en cuerpos de animales
bestiales y hermosos, suelen hablar entre dientes, porque no se trataba del
sudario de mi padre, sino del de mi suegro. Sin embargo, mi padre cometió
una estupidez al intentar ahogar a la hija de una Náyadeth. Ya lo dije: el
agua es nuestro elemento, un medio donde nos desenvolvemos bien. Una
bandada de patos salvajes vino a rescatarme y me llevó hasta la orilla. Tras
un presagio así, ¿qué podía hacer mi padre? Me acogió de nuevo y me
cambió el nombre: pasé a llamarme patita. Si, patita.
C: ¿Y el casamiento, mi señora?
Penélope: Nuestra cama está hecha de madera de olivo torcida, hay un pilar
que todavía tiene sus raíces en la tierra. Mi Odiseo, me dijo que si alguien se
enteraba de la existencia de ese pilar, él sabría que yo habría dormido con
otro hombre, y entonces, él se enojaría muchísimo, y tendría que cortarme
en trocitos con su espada o colgarme de la viga del techo.
Todas se ríen.
C: Cuéntenos, mi señora.
Penélope: Muchos
Helena:¿Muchos?
Penélope: Ella conocía el número exacto. Siempre le había llenado de satisfacción que
la cifra fuera insignificante comparada con las pirámides de cadáveres troyanos que se
amontonaban a su puerta.
Aedo: Parecía ser que el barco estaba con dificultades para regresar.
Euríclea: Pudieron ser también todas juntas. Da igual, los aedos, empezaron
a correr los chismes sobre esto, cocinando lentamente la imposibilidad del
divinal Odiseo de llegar, de regresar a Ítaca.
Su/esclava: La razón daba igual, ya que cualquiera de éstas podía dar como
resultado su muerte.
COMIENZA EL SUEÑO
Euríclea: ¿Quiénes?
Penélope: Ellos.
Tendremos que incurrir en muchos gastos, Euríclea.
Atenderlos saldrá caro.
Lo anotaré todo diariamente y haré informes.
Cada semana la cuenta de todo lo gastado.
Cuando vuelva Odiseo, se sentirá orgulloso de mí.
Aquí están todos los cuadernos, está todo detallado aquí.
Le diré.
10 años de detalles.
Te debe parecer extraño, te debe parecer un atrevimiento,
pero permíteme presentarte estos 20 años de boletas,
El informe de una mujer que… te ha sabido esperar.
Y al amanecer, di inicio a mi plan.
S: Bueno ya.
P: Entendí todo.
P: ¿Está Euríclea?
C: No, mi señora.
J: Por suerte, mi señora.
S: ¿Deshacer?
P: Es un decir.
P: Si.
P: Gracias.
P: No exactamente.
P: Por lo mismo. Yo, piadosa, voy a tejer el sudario con el que lo envolver án
tras su muerte. Voy a hablar con ellos y les pediré tiempo, que esperen a
que termine esta sacra labor para dar el veredicto de con quién me casaré.
J: Calientes, mi señora.
J: Pero ese tejido no le tomará más que un par de semanas frente al telar,
mi señora.
S: ¿Y mi reina, mi señora?
Lo único realmente mío. Para una mujer que no tiene nada, un hijo es lo
único propio, es su pequeña y miserable emancipación.
Silencio.
J: No se aflija, mi señora.
Silencio.
S: Y 20 años, mi señora.
C: Ay, mi señora.
S: Sola, mi señora.
J: Aislada, mi señora.
J: Ejemplar, mi señora.
Sí, volvió, sí, qué alegría saber que valió la pena la espera, pero con su
llegada también llegó la tragedia. PIE FUNEBRE
J: ¿Lloraste?
Euríclea: ¡Mi señora, ellos querían matarlas a todas! ¡Tuve que elegir
algunas! A las más impertinentes. A las que habían sido groseras y
maleducadas. Las que se burlaron de mí. Es bien sabido que eran unas
putas.
Penélope: Mis ojos y mis oídos entre los pretendientes, pensé, pero no lo
dije. Las que me habían ayudado a deshacer el sudario por las noches. Me
daba cuenta, por primera vez, que no le había revelado mi plan a Euríclea.
Euríclea: Se les habían subido los humos. El divinal Odiseo nunca hubiera
permitido que unas insolentes continuaran sirviendo en palacio. Él nunca
habría confiado en ellas. Y ahora baje. Su esposo la está esperando.
Euríclea: Doce.
Penélope: ¿Doce?
Euríclea: Doce.
Penélope: ¿Te has dado cuenta que, desde hace un rato, han estado
proyectando pantallas con números y títulos? Como sentencias del tiempo.
Euríclea: Diez.
J: (interpretando a Euríclea)
C: (interpretando a Penélope)
¿Qué?
J: (interpretando a Euríclea)
¡Sí, ha regresado!
C: (interpretando a Penélope)
J: (interpretando a Euríclea)
Carla (interpretando a Penélope): ¡En ese caso, Euríclea querida, tú eres la
única que puede salvarme, y salvar también el honor de Odiseo! Como él
mamó de tus pechos, ancianos ahora, eres la única en quién confiará, estoy
segura.
Jo: Esclavas.
Penélope: ¡Sentía tanta lástima por ellas! Casi todas las criadas...
Jo: Esclavas.
Penélope: Casi a todas las esclavas las violaban, tarde o temprano; eso era
un hecho deplorable, pero habitual en la vida de palacio. Para Odiseo, lo que
obró en contra de ellas no fue que las hubieran violado, sino que las
hubieran violado sin su permiso.
Jo: Pero decir que las violaron sin permiso, ¿no es una redundancia?
Su: Los zánganos hicieron con nosotras lo que se les antojó. Luego Odiseo y
Telémaco, sin motivo alguno y a sangre fría, nos colgaron.
Carla: ¡Oh, Furias! ¡Oh, Euménides! ¡Vosotras sois nuestra única esperanza!
¡Os suplicamos inflijáis el castigo y llevéis a cabo nuestra venganza! ¡Sed
nuestras defensoras, nadie nos defendió cuando aún estábamos vivas!
Furia, furia ¡Furias! Eso sentimos cada vez que nos matan. Hoy, ayer,
anteayer. Y si tiene que arder todo, que arda. Y la que quiera quemar que
queme y la que no; que no estorbe.
Jo: Sin duda hubiera cambiado, una reina que muere en la horca es
recordada, las esclavas no.
Su: Evidentemente y para ser precisa en esto, quisiera reiterar que ser
mujer esclava, pobre o reina no era lo mismo. No ES lo mismo. Ni antes ni
ahora.
Penélope: ¿Qué tendría que hacer para que me perdonen? ¿Dejar de esperar
a mi marido? ¿Abortar al guaguito femicida?
Carla: “... luego Euríclea llamó a las mujeres y les contó lo sucedido; tras lo
cual salieron de sus habitaciones con antorchas en la mano y rodearon a
Odiseo, le besaron la cabeza y los hombros y cogieron las manos”. Cuando
leo esto, pienso que lloraron de terror al ver lo cerca que estuvieron de la
muerte. Silencio y obediencia, su única posibilidad de sobrevivir.
Quisiera decirle al público del presente que ni ayer, ni hoy las mujeres
mueren. A las esclavas; las matan, Telémaco y Odiseo las matan. Día tras
día, siglo tras siglo, a las mujeres las matan. Son hombres que matan a
mujeres. Nos matan.
Su:
Miles de años atrás,
cuando todavía éramos pueblos nómades
las mujeres cuidaban del fuego.
También de las crías, por cierto.
Y los hombres, cazaban.
Esa misma tarde, después de 2800 años decide, por primera vez, tomar la
botella de “aguas del olvido”. Mira bien la inscripción y observa que en
realidad dice” aguas de la memoria”.
Penélope sin respuestas, aterrada, pero a la vez con un extraño baño de
claridad, se encontraba por primera vez dispuesta a desmoronar su castillo y
dejar a su príncipe guerrero, con un miedo profundo de que al volver a nacer
pudiera perder todos los privilegios de su clase, miedo a nacer con peor
suerte y encarnar tantas atrocidades que aquella tarde escuchó de boca de
las antiguas esclavas, hoy expertas.
De pronto cree que ha despertado. Observa que delante de ella hay una
pantalla y pronto entiende que a través de ésta hay muchas personas
observándola, esperando saber ¿Qué va a hacer ahora? ¿Qué es lo que
realmente ha comprendido? Penélope, luego de un profundo silencio que
pareció durar 2800 años, acepta que no tiene respuestas, lo único que sabe
es que ya no basta con arder de furia 2800 años más. Los mira y dice,
hagamos silencio: ¿Escuchemos ahora el canto de Las Furias?