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INFORME DE UNA MUJER QUE ARDE

Dramaturgia Isidora Stevenson


1. ANTES DE EMPEZAR / AL PÚBLICO DE ZOOM/ AL PÚBLICO EN
PRESENTE.

Voz off: Gracias por venir, por estar aquí. Esta invitación tiene como objetivo
dejar, heredar una suerte de conferencia para el futuro ¿cercano o lejano?
difícil saberlo. Quizás la audiencia del futuro especte algo de lo que aquí,
hoy, frente a ustedes suceda. Algo ojalá poético. Digamos, poesía producida
por cuerpos vivos.
Me gustaría pedirle a esa audiencia de ese futuro incierto que, por las dudas,
imaginen que ya estamos muertas y en el presente habitamos, de manera
eterna, en un espacio que los griegos llamaban: Los prados de Asfódelos. No
es un cielo ni un infierno, evidentemente. En Grecia, no se limitaban solo a
lo binario, bien y mal. No. Los prados Asfódelos, son un lugar post mortem,
sin tiempo. Similar a lo que sería hoy el perfil de cualquier red social de
algún fallecido o fallecida que aún circula en la web, y que nadie se anima a
cerrar. Los prados Asfódelos son un lugar del que se puede entrar y salir,
solo hay que pagar el precio de borrar, olvidar quién fuiste antes y partir de
cero. Por su puesto, hay algunas que nos quedamos, siempre.
A su vez, quienes van y vuelven, se convierten en viajeras del tiempo,
mensajeras de un futuro desconocido que estamos siempre ávidas de oír.
Estamos lanzando hoy, aquí, una flecha hacia el futuro, apuntando hacia el
pasado.
Aprovechamos también de pedirles a ustedes, la gente del presente, sí, a
ustedes, quienes están ahí en sus casas, que apaguen sus teléfonos
celulares para no romper esta convención, enfoquen y nos presten atención,
la forma más rara de generosidad que existe. Muchas gracias.
2. PATRONES CLÁSICOS

La experta / Su:
Buenas tardes, es un honor estar aquí en esta sala de teatro junto a
ustedes. Comencemos. Grecia. Somos herederos y herederas de Grecia.
Nuestra cultura, querámoslo o no,
se ha pensado a sí misma en base a cánones y paradigmas
que vienen desde Grecia. Grecia, ha determinado lo bello
lo lésbico y homoerótico, lo democrático. Y es sobre este último punto, lo
democrático, en lo que quisiera detenerme un momento.
Grecia nos hereda el concepto de la democracia. Sistema político que, en
teoría, defiende la soberanía del pueblo y, también en teoría, defiende el
derecho del pueblo, mayoría, a elegir y controlar a sus gobernantes,
minoría. Así entonces en la sociedad ateniense,
una sociedad esclavista
los gobernantes son elegidos por el pueblo, pero entiéndase que el
(masculino) pueblo, son hombres blancos, Dueños de: tierras, mujeres,
niños, niñas, niñes esclavas, animales y plantas.
Por lo tanto, en este sistema “democrático” son ellos los que toman las
decisiones, representan las voluntades de cerca de un 70% de la población,
que no los ha elegido y que resulta invisibilizada.
Como es sabido, a las mujeres de entonces,
de la clase que fuesen, no se les estaba permitido (slide) hablar en público,
discutir sobre política, participar de las actividades de la polis, ser dueñas de
la tierra ni tampoco, asistir al teatro.
Menos actuar, se subentiende. Aunque sus voces, acciones y gestos, eran
representadas por dramaturgos y actores, hombres.
Las mujeres son un grupo humano grande y diverso. Solo quisiera
detenerme un poco en este enredo. Desanudar esta pequeña hebra. En este
universo, el griego, ser mujer esclava, pobre o reina no era lo mismo.
Aclaremos: No ES lo mismo. Evidentemente y para ser precisa en esto,
quisiera reiterar que ser mujer esclava,
pobre o reina no era lo mismo.
No ES lo mismo. Tampoco lo es en el universo actual.
Las mujeres no somos todas iguales, aunque históricamente,
por no tener los mismos derechos, hemos sido consideradas minorías. A
pesar de ser mayoría.
En la actualidad chilena, por ejemplo, somos al 51% de la población. Los
(masculinos) números lo ratifican. Pero bueno, volveremos a las cifras al
final de este informe.
Volviendo a Grecia, detengámonos en este punto: “las reinas”
tampoco la tenían tan fácil. Aún cuando fueran hijas de dioses o semidioses
no se salvaban del escarnio público y moral a causa de sus acciones o
decisiones. Siempre ha habido razones para culpar a las mujeres, siempre
hay razones para culpar a las mujeres,
más aún a las insumisas. Durante el proceso de elaboración de este informe,
nos hemos decantado para poder demostrar que no hay ningún personaje
mujer en la antigüedad, ni niñas, ni esclavas,
ni reinas, ni diosas que salgan bien paradas en la "iluminada" sociedad
ateniense. Bueno, ninguna ninguna, no, hay una ejemplar. Las expertas aquí
presentes representaremos ante uds.
el caso arquetípico de “la mujer ejemplar”.

La Experta / Vivi: La irreprochable, la fiel por excelencia, la célebre por su


inteligencia y lealtad. La eterna anfitriona, la discreta, la prudente, la divina,
la mujer perfecta, la mujer piadosa, la mujer que espera. Es justamente en
ella, en la intachable Penélope en quien nos detendremos porque es LA
mujer que la antigua Grecia exalta, es LA mujer que la antigua Grecia
venera y glorifica.

La Experta / Jo: Pero, como es sabido, detrás de una gran mujer siempre
hay esclavas. La mujer que espera y sus esclavas han sido, entonces,
nuestro objeto de representación.

La Expera / Carla: El coro de esclavas es una cita, y un abierto homenaje, al


uso de los coros en el teatro clásico. La costumbre de parodiar la acción
principal, aparecía siempre en las obras satíricas, -las que eran presentadas
antes de las obras dramáticas serias.
Pareciera ser, y aquí nos adentramos en nuestra hipótesis, pareciera ser que
la única manera que ha tenido y tendrá el pueblo de tener voz, es el pueblo
en su (Del femenino) colectividad, en grupo. La puebla unida.

(Entra pantalla título la “odisea invisible”)


3. LA ODISEA INVISIBLE.

Experta que deviene en Penélope:


A la mujer que espera la conocemos por la célebre obra de Homero, La
Odisea. Escrita se cree, durante el siglo VIII AC. Hace aproximadamente
2.800 años. En La Odisea, seamos claras, la mujer que espera es solo una
acompañante.
En Grecia, Penélope es venerada y glorificada, sí. Pero no tanto como para
que le den una tragedia propia, no.
Está a la sombra del divinal, en cuyo honor es titulada la obra de Homero
"La Odisea". Es más, quedó el concepto, fundó una palabra: odisea. La
odisea de Odiseo, es heroica. La odisea de la mujer que espera, invisible.
¿La conocen? ¿La Odisea?
La Odisea es el relato épico de las aventuras, desventuras y peripecias a las
que tuvo que enfrentarse el divinal Odiseo, el magnánimo Odiseo durante los
10 largos años que se demoró en regresar a Ítaca, junto a la intachable
Penélope y su adolescente hijo Telémaco.
Sin embargo, en la Odisea no se contabilizan los otros 10 años que la mujer
que espera lo esperó, mientras duraba la Guerra de Troya.
Es decir, la mujer que espera, lo esperó los 10 años de la Guerra de Troya y
los 10 años del regreso de Odiseo que se relata en La Odisea. Son en total,
20 años en los que la virtuosa y leal Penélope lo esperaba, lo honraba, lo
reemplazaba en la administración del estado, mientras resistía el acoso
creciente e implacable de los cientos de zánganos usurpadores que querían
desposarla, tomando todo lo que el divinal poseía. Todo esto a vista y
paciencia del ya adolescente heredero.
Disculpen ustedes que me alargue, que me detenga aquí, pero necesito tirar
de este hilo.
El adolescente y, a veces insoportable Telémaco... pero solo a veces
insoportable Telémaco, y quiero dejar en claro que lo insoportable es propio
de lo adolescente, no es un mal hijo, es un buen niño, un poco mimado, s í.
Pero bueno, el pobre es hijo único, criado casi por su abuela y esa nodriza y
su padre ausente. Ya saben. Prosigo. El joven e inexperto Telémaco tuvo el
desacierto, sin querer, el poco tacto de… Frente a estos aprovechadores y
tragadores de carne, porque eso hacían, estaban echados en un salón, todos
juntitos los machotes apostando quien se quedaba con su madre y todo lo
de ella, que en realidad no era de ella, si no que era la herencia de Odiseo a
Telémaco. Mientras eran entretenidos por los aedos que no eran sino los
cantantes, trovadores, contadores de historias de la época. El joven e
inexperto Telémaco tuvo el desacierto, sin querer, el poco tacto de mandarla
a callar.
4. EL RELATO ESTARÁ A CARGO DE LOS HOMBRES

Euríclea: Bueno este es el hilo que quiero tirar precisamente. Ese día
Penélope, su madre y jefa de estado de Ítaca, se encontraba de buen ánimo
por lo que decide bajar desde sus aposentos privados, acompañada de sus
esclavas al gran salón del palacio donde se encontraba, como era habitual,
una multitud de pretendientes bebiendo. Es entonces cuando un aedo canta
sobre las vicisitudes y penurias que viven los héroes griegos para regresar a
su hogar. Como se imaginarán, para mi señora este es un tema en extremo
difícil, ya que le recuerda a su amado, el divinal Odiseo, protagonista de este
relato. Es por esta razón que pide, en voz alta, como la jefa de estado que
es, y sin querer serlo desde que se fue su amado Odiseo, pide en voz alta
que cambie la canción, que escoja algo más alegre para cantar.

Penélope: ¡Allázeis to tragoúdi!

Experta / Su:
Es ese mismo momento que el adolescente Telémaco tiene la tupé de
increparla y citaremos textual este fragmento de la Odisea para remarcar la
importancia de estas palabras:

Telémaco: “Mitéra mou, pígaine mésa sto spíti


Subt: “Madre mía, vete adentro de la casa

Telémaco: kai na frontíseis ti dikí sou douleiá, ton argaleió kai ton afró,
Subt: y ocúpate de tus labores propias, del telar y la rueca,

Telémaco: kai diatázei tis ypirétries na ergastoún sti douleiá.


Subt: y ordena a las esclavas que se apliquen al trabajo.

Telémaco: I istoría tha eínai sti frontída ton andrón,


Subt: El relato estará al cuidado de los hombres,

Telémaco: kai páno ap 'óla dikó mou.


Subt: y sobre todo al mío.
Telémaco: Étsi i kyvérnisi tou spitioú eínai dikí mou tóra “.
Subt: Mío es, pues, el gobierno de la casa ahora”.

Experta / Su: Esta escena, por breve e insignificante que parezca, es una
escena fundacional en la historia de la humanidad. No solo es la primera
vez, documentada, que un hombre manda a callar a una mujer, a su
mismísima madre, en público. Sino, el génesis, el origen del hombre como
poseedor, según su criterio claro está, de que será el portador de la verdad,
la palabra, el relato de la historia.

Las esclavas.

C-: Tranquila, mi señora.


S: No llore, mi señora.
J: No sufra, mi señora.
S: Ay, mi señora.
J: Disculpe que se lo diga, mi señora, es un malcriado, mi señora. (Penélope
deja de llorar. Gesto de reprobación) Disculpe, mi señora.
C: (Prestándole ropa a E3) Se le salió mi señora. Es de cariño, mi señora.
S: No es culpa suya, mi señora. Así son los adolescentes, mi señora.
J: Es que él no podía ser menos, mi señora, en medio de tanto señor, mi
señora.
C: Tanto varón buscando señora, mi señora.
S: Y usted, ahí, tan señora, mi señora.
J: Hay que decir, que de mirarla, parece señorita, mi kyria (mira a cámara y
hace pausa).
C: Entonces el señorito, trató de demostrar, mi señora, delante de los
señores, mi señora, que ya es todo un señor, mi señora.
S: Por protegerla, mi señora.
J: Por cuidarla, mi señora. (mira a cámara y hace pausa).
C: ¡Y el señorito fue bien señor, mi señora! Siéntase orgullosa, mi señora.

Penélope estornuda.

C, S y J: Salú, mi señora.
Penélope: Sí, eso, salud. (Haciendo un gesto a la Esclava 1 de que le pase lo
que tiene de una vez. Ella saca de sus ropas una botella de licor. Pen élope
toma con sed) Mucho mejor así.
¡Kyría!
Min páreis chrónia apó ti zoí sou.
Válte ti zoí se chrónia. Kalýteros…
Penélope le devuelve la botella a E1, se trata de recostar, se le enreda el
velo.

C: ¿La ayudo, mi señora?

Penélope niega con la cabeza.

S: ¿Se quiere sentar, mi señora?

Penélope niega con la cabeza.

J: ¿Un vasito de agua, mi señora?

Penélope niega con la cabeza con cara de asco. Esclava 3 le pega un codazo
a Esclava 1, que le vuelve a pasar la botella. Penélope vuelve a tomar con
sed. Le devuelve la botella a Esclava 1

J: Ya, mi señora.
S: La dejamos, mi señora.
C: Estaremos aquí al ladito, mi señora.

Penélope se recuesta, suave y delicada. Cierra los ojos.

S: Cuidándola, mi señora.
C: Hilando, mi señora.
J: Copuchando, mi señora.

Penélope se ha dormido. Las tres criadas se aproximan a cámara, hablando


más bajo.

C: ¿Cuántas lágrimas pueden salir de ese par de ojos?


J: Cuando despierte podríamos decirle que nos cuente sobre su primera
noche con el divinal.
C: Eso, así se pene contenta y se distrae.
S: ¡Si! Ojalá que no se haya muerto el divinal, ahí no para de llorar nunca
más la pobre.
C: No digais eso. Si te oye…
J: Yo creo que va a dormir hasta mañana, con todo lo que tomó.
C: Cállate la boca, vicha.
J: ¿Qué me venís a haceros callar? ¡Ella pues, la Telémaca!
C-E1: Yo me quedé de una pieza ¡Los coturnos!
S: Así son los hijos hombres, malagradecidos. Ella lo crió así.
J: ¿Ella? Ella no ha criado a ese niño ni un solo día.
S: Entre la abuela y la nodriza lo tienen así.
J: Igual como tenían al divinal antes que se fuera, dejándola tan sola, mi
señora.
5. MI HIJO HOMBRE/ EL HEREDERO

Euríclea: Cuando el joven Telémaco estaba aburrido de esos pretendientes


flojos -que yo nunca entendí por qué mi señora no echó a la calle antes-.
Bueno, cuando el joven Telémaco se aburrió, se escapó sin permiso de mi
señora a buscar noticias del divinal. Y cuando volvió, llegó distinto, me di
cuenta. Pero, mi señora, no se enteró hasta esa noche...

Penélope: (Irritada por lo que ha escuchado de Euríclea, cambiando de


tema) Por si no les hubiera quedado claro, acá en los Prados de Asfódelos,
estamos todes muertes. Bien muertes. La diferencia es que algunes no nos
hemos ido nunca, desde nuestra última muerte estamos acá. Pero otres, les
que toman de las Aguas de Olvido, vuelven allá, como la reencarnación ¿La
conocen? Bueno, elles, les que toman de esas aguas vuelven a nacer en otra
época, una siguiente -porque el tiempo de la reencarnación siempre es hacia
el futuro, nunca hacia el pasado- entonces quienes toman, cuando mueren,
vuelven a los Prados y nos actualizan de como anda todo allá. No recuerdan
quienes fueron antes ni sus otras vidas, pero nosotres, quienes no nos
hemos ido nunca, sí recordamos. Estamos actualizades, incluso para hablar
pero, no nos olvidamos ¡de nada! Mi Telémaco, por ejemplo, es diputado.
Imagínense, mi Telemaquito, todo un republicano. Pero no puedo felicitarlo,
no entendería. No quiero ponerlo nervioso.

Euríclea: Y luego, el joven Telémaco junto al divinal, dieron muerte a esos


zánganos pretendientes que mi señora no quiso echar. Dieron muerte a ellos
y a las esclavas de mi señora. Perdón, no quise hacer un spoiler. Disculpen.
Es la pasión, el ímpetu. Sepan ustedes disculpar.
6. MIS ESCLAVAS COCHINAS

C :(Cantando) Si llorábamos, nadie nos secaba las lágrimas.

Jo: No sabíamos, mientras jugábamos con él en la playa que apenas alcanzara la
adolescencia nos iba a matar a sangre fría. De haberlo sabido, ¿lo habríamos ahogado,
entonces? Habríamos podido hundir su pequeña cabeza, todavía inocente, en el agua
con nuestras infantiles manos de niñera, todavía inocentes, y culpar de lo ocurrido al
mar.

C: (Cantando) Si llorábamos, nadie nos secaba las lágrimas.

Su:Nosotras también fuimos niñas.


Nuestros padres nos vendían o dejaban que nos robaran.
Estos padres no eran dioses, ni semidioses, ni ninfas ni Náyadeth.
Nos ponían a trabajar en el palacio cuando todavía éramos niñas;
trabajábamos como esclavas, de sol a sol,
y no éramos más que niñas.
Yo, desde que tengo memoria, trabajo.
Mi primer recuerdo y mi primer trabajo, fueron a los 6 años.

C: (Cantando) Si llorábamos, nadie nos secaba las lágrimas.


Nos decían que no teníamos madre.
Nos decían que no teníamos padre.
Nos decían que éramos flojas.
Nos decían que éramos cochinas. Éramos cochinas.
Las cochinadas eran nuestra preocupación, nuestro tema, nuestra especialidad,
nuestro delito.
Éramos niñas cochinas.

C: (Cantando) Si llorábamos, nadie nos secaba las lágrimas.

J: Si nuestros amos
C: O los hijos de nuestros amos , o un noble que estaba de visita
S: O los hijos de un noble que estaba de visita
querían acostarse con nosotras, no podíamos negarnos.
C: No servía de nada llorar, no servía de nada decir que estábamos enfermas.
J: Si nos quedábamos dormidas, nos despertaban a patadas.
Todo eso nos pasó cuando éramos niñas.
Si éramos hermosas, nuestra vida era aún peor.

TODAS (cantando): Si llorábamos, nadie nos secaba las lágrimas.

Penélope: (Mirando de lejos a las esclavas)


Ellas eran mis ojos y mis oídos en el palacio, y fueron ellas quienes me ayudaron a
deshacer lo tejido, en plena noche y con las puertas cerradas con llave, a la luz de las
velas, durante años.
Sus “sí, mi señora” y “no, mi señora” estaban al borde de la risa, como si ni ellas ni yo
pudiéramos tomarnos en serio su actitud servil. Vivi las imita y esclavas se van
indignadas
Aquí abajo, aquí abajo en Los prados de Asfódelos, donde habitamos quienes ya no
estamos, convivimos con quienes van naciendo y muriendo. Cuando llegan
de una vida “recién terminada” yo me acerco para escuchar lo que dicen,
porque hay que estar al día, quienes vuelven a nacer, cuando mueren nos
traen las últimas novedades, modas, personajes, chismes. Nada cambia
mucho, es impresionante. Cambian los paisajes pero, los problemas son los
mismos. Por eso, yo prefiero quedarme acá. Y bueno, porque Odiseo
siempre está por volver, vuelve, y vuelve a salir y yo, como ya saben, soy
una experta en espera.
Algunas de mis esclavas, las que aún no se han ido, andan juntas todavía,
entre las sombras, las que no han viajado al futuro, van en grupo y escapan
corriendo cuando me acerco a ellas. Me rehúyen como si yo les hubiera causado una
herida terrible. Pero yo jamás les habría hecho daño. Al menos no voluntariamente.
Corriendo no es la palabra más adecuada. Sus piernas en realidad no se mueven. Sus
pies, que todavía se agitan, no tocan el suelo. Esa es la última imagen que tengo de
ellas en vida. Sus pies agitándose a la altura de mis ojos, combatiendo con la soga que
les quitó el aliento.
7. YO, “LA PATITA”, NO TAN LINDA COMO HELENA.

Penélope recuperándose del brutal recuerdo de la muerte de sus criadas.


IMAGEN VIVI GRANDE Y JO A UN LADO
Penélope: Ahora que estoy muerta lo sé todo. Hubiera preferido no saber,
pero sé.
Mi padre era el rey de Esparta; mi madre, una náyade. El agua es el
elemento de las náyades, es un medio donde nos desenvolvemos bien.
Lamentablemente el llanto exagerado e incontrolable es una característica
típica de las hijas de las náyades. Pasé como mínimo una cuarta parte de mi
vida terrenal deshaciéndome en lágrimas. Deshaciéndome.
Afortunadamente, en mi época llevábamos velo, me fue muy útil para
disimular los, casi siempre, ojos hinchados y enrojecidos. Siendo yo todavía
una criatura, mi padre ordenó que me lanzaran al mar. Mientras viví, nunca
supe por qué lo había hecho pero, ahora sé que un oráculo predijo que yo
tejería su sudario. Seguramente pensó que si me mataba él a mí primero,
ese sudario nunca llegaría a tejerse y por tanto él viviría eternamente.

J: Pero debió de oírlo mal, o quizá fuera el oráculo el que oyó mal, los dioses
además de andar violando mujeres transformados en cuerpos de animales
bestiales y hermosos, suelen hablar entre dientes, porque no se trataba del
sudario de mi padre, sino del de mi suegro. Sin embargo, mi padre cometió
una estupidez al intentar ahogar a la hija de una Náyadeth. Ya lo dije: el
agua es nuestro elemento, un medio donde nos desenvolvemos bien. Una
bandada de patos salvajes vino a rescatarme y me llevó hasta la orilla. Tras
un presagio así, ¿qué podía hacer mi padre? Me acogió de nuevo y me
cambió el nombre: pasé a llamarme patita. Si, patita.

Penélope: No me acuerdo del día ese, cuando intentó ahogarme. Es a ese


episodio, o mejor dicho, al posterior conocimiento de él, es al que atribuyo
mi prudencia. Bueno, y a los consejos de mi madre que, como buena
náyade, sólo sabía usar metáforas acuáticas: “El agua no ofrece resistencia.
El agua fluye. Cuando sumerges la mano en el agua, lo único que notas es
una caricia. El agua siempre va a donde quiere, y al final nada puede
oponerse a ella. Las gotas de agua pueden erosionar la piedra. No lo olvides,
hija mía. Recuerda que eres mitad agua. Si no puedes atravesar un
obstáculo, rodéalo. Es lo que hace el agua”. I ABAJO ESCLAVAS ARRIBA
Entrar. Todas se ríen a carcajadas. Las esclavas se hacen las inocentes,
riéndose con pudor. Penélope intenta imitar las carcajadas de las esclavas.

C: ¿Y el casamiento, mi señora?

J: ¿Y qué fue lo más romántico de la primera noche, mi señora?

Penélope: Nuestra cama está hecha de madera de olivo torcida, hay un pilar
que todavía tiene sus raíces en la tierra. Mi Odiseo, me dijo que si alguien se
enteraba de la existencia de ese pilar, él sabría que yo habría dormido con
otro hombre, y entonces, él se enojaría muchísimo, y tendría que cortarme
en trocitos con su espada o colgarme de la viga del techo.

J y S: (A coro) ¡Ay, qué romántico, mi señora!

C: ¿Qué pensó cuando lo vió por primera vez? Mi señora.

Penélope: Que tenía las piernas cortas.

Todas se ríen a carcajadas.

Penélope: Y lo seguí pensando siempre, incluso en los momentos más


solemnes. Y me daba ganas de reír. (recibir aceite)

Todas se ríen.

Penélope: Por suerte se usaba el velo.

Todas se ríen a carcajadas.

Penélope: Pero si sólo tenía catorce años. (Dar vuelta pantalla)

J: ¿Y la primera noche, mi señora? (Volar)

C: Cuéntenos, mi señora.

Penélope: Bueno, yo le conté la historia de cómo estuve a punto de


ahogarme y de cómo me rescataron unos patos. A él le interesó mi relato,
hasta me hizo preguntas y se mostró comprensivo, es decir, hizo todo lo que
una espera que haga una persona que la escucha. “No te preocupes”, me
dijo. “Yo jamás arrojaría a una mujercita tan preciosa al mar”. Entonces me
largué a llorar. Lloré, lloré un buen rato. Ustedes saben. Y bueno, Odiseo me
consoló como era de esperar tratándose de la noche de bodas.
J: ¿Y la vida juntos, mi señora?

Penélope: Odiseo estaba contento conmigo. Claro que estaba contento, le


había dado un hijo, nuestro Telémaco. “Helena todavía no ha tenido ningún
hijo”, dijo un día, lo cual debería haberme alegrado. Y me alegraba. Pero,
por otra parte, ¿por qué volvía Odiseo a pensar en ella? ¿Acaso nunca había
dejado de pensar en Helena?

Estaba, un día, no hace mucho, paseando entre los Prados de Asfódelos ,


reflexionando sobre el pasado, cuando vi acercarse a Helena. La seguía su
habitual horda de espíritus, todos muy masculinos, todos muy excitados. Ella ni siquiera
los miraba, aunque evidentemente era consciente de su presencia. Mi prima siempre
ha tenido un par de antenitas invisibles, pero muy poderosas, que perciben hasta el
más leve olorcillo a hombre.

Helena: Hola, Patita. Voy a darme un chapuzón ¿Vienes?

Penélope: Mientras caminábamos a la laguna, me preguntó la muy…


preguntona.

Helena:) Dime, Patita ¿a cuántos hombres asesinó Odiseo por tu culpa?

Penélope: Muchos

Helena:¿Muchos?

Penélope: Ella conocía el número exacto. Siempre le había llenado de satisfacción que
la cifra fuera insignificante comparada con las pirámides de cadáveres troyanos que se
amontonaban a su puerta.

Helena: Eso depende de lo que entiendas por “muchos”. Ya nos veremos.


Disfruta. Cuá, cuá cuá.
8. EL FOLKLORE DEL FUTURO

En respuesta a Penélope y su queja sobre Odiseo y las dudas sobre Helena.


J canta:

Trabajar fuera de la casa


de ocho a cinco de la tarde,
Más 2 horas en la locomoción
A la ida y a la vuelta
las mujeres (casadas) vuelven a la casa
hartas y cansadas,
sin ganas de hacer ningún trabajo más.
sin ganas de hacer ningún trabajo más.
sin ganas de hacer ningún trabajo más.
Y cuando el marido vuelve,
encuentra todo desordenado,
la casa sucia,
la comida sin hacer,
las tareas sin hacer,
los niños peleando,
la esposa sin arreglar y de mal humor,
y su hogar tan desagradable
que no es raro que se vaya al bar
y se convierta en un borracho.
Y en la noche más trabajo,
pon de tu parte y atención si se queja.
No vaya a ser cosa que con todo
Se busque a otra…
Yo solo sueño con algún robot,
un electrodoméstico
Que pueda, al menos, aspirar.

J: La intención, mi señora no ha sido molestarle, solo entregarle este arte


callejero, recogido en unos de mis viajes por el tiempo.
Mi intención, mi señora, es haceros sentiros menos mal, mi señora. Hay
mujeres, señoras, mi señora que lo pasan y pasarán, muy pésimo, mi
señora. Con el señor en la casa y todo.
Pucha no se puso muy contenta. También podría contarle un chiste.
- Mi mujer se ha escapado con mi mejor amigo
- Oh, ¿quién es?
- No sé, pero sea quien sea ahora es mi mejor amigo

Una mujer le dice al doctor:


-Doctor, tengo complejo de fea.
-De complejo, nada!

¿Cuantas feministas hacen falta para cambiar una ampolleta?


Ninguna, porque no van a cambiar nada.
9. SOBRE CÓMO ME CONVERTÍ EN UNA OLLA A PRESIÓN

Su/ Experta:La leal Penélope al divinal Odiseo lo esperaba,


lo lloraba, lo reemplazaba en la administración del estado.
Quisiera detenerme aquí, porque este reemplazo ES PARTICULAR, estamos
hablando de un gobierno encabezado POR ESTA MUJER
sin matanzas, ni inflación, ni escasez.
ESTA MUJER era entonces, realmente, una olla a presión:
eficiente, capaz de “cocinar” diversos temas,
optimizando el tiempo y la energía.
Por supuesto, cuando volvió el divinal, llegó a gobernar como hombre,
COMO HÉROE DE GUERRA el y sus códigos de guerra,
lenguaje de guerra y actitud de guerra.

Aedo: Parecía ser que el barco estaba con dificultades para regresar.

Su/esclava: Que los dioses estaban enojados,

JO/esclava: que la geografía era compleja,

Carla/Euríclea: que el clima no acompañaba, que el navío no había resistido


una tormenta, que el divinal habría naufragado...

JO/esclava: Y también, que alguna criatura de naturaleza femenina y divina


lo tendría retenido como esclavo sexual en una isla perdida en mar
Mediterráneo.

Euríclea: Pudieron ser también todas juntas. Da igual, los aedos, empezaron
a correr los chismes sobre esto, cocinando lentamente la imposibilidad del
divinal Odiseo de llegar, de regresar a Ítaca.

Su/esclava: La razón daba igual, ya que cualquiera de éstas podía dar como
resultado su muerte.

JO/esclava: Día a día aumentaba la presión al interior de la isla. Esta noticia


tendría consecuencias. Su ánimo estaba a punto de evaporarse del todo.
Penélope se gira frente a cámara con los ojos cerrados, maquillados como
ojos con pupilas sobre los párpados, hace señas como una azafata.

Penélope: Esa noche después de comer mientras intentaba no escuchar lo


que cantaban los aedos sobre Odiseo; mientras tomaba un poco de vino e
intentaba distraerme en cualquier conversación poco interesante con tal de
no oírlos, salí, en realidad me escapé, las reinas no podemos andar solas por
ahí, nunca. Me senté en la escalinata de piedra de la entrada, apoyé la
cabeza, así de lado contra la columna y me dormí.

Entonces, tuve un sueño ¿Se los puedo contar?

COMIENZA EL SUEÑO

Despierto de golpe, despierto de golpe dentro del sueño.


Miro al cielo y cientos de Pájaros gritan desesperados.
Mientras gritan, vuelan, se alejan.
De pronto, empiezo a ver lo que ven los pájaros,
veo todo desde arriba.
Desde arriba, veo a muchas mujeres trabajando, muchas
y de pronto, soy una de ellas.
Somos miles de mujeres
con palas, azadones, horquetas, rastrillos,
miramos hacia el cielo siguiendo a los pájaros que nos sobrevuelan gritando.
En ese momento, paramos de trabajar.
De pronto, alrededor todo es fuego.
Las mujeres se montan en sus herramientas,
se sientan con los palos entre sus piernas y salen volando.
Ahí ya no soy un pájaro, tampoco mujer de la tierra
ni una trabajadora.
Soy yo.
No sé para donde moverme, no sé cómo escapar.
El fuego está a punto de tocarme los pies.
No quiero ser una mujer que arde, pienso en el sueño.
Mis gruesas lágrimas, como una cascada,
mojan mis pies, protegen mis pies.
Soy agua, pienso. De alguna manera estaré a salvo.
No quiero ser una mujer que arde, pienso en el sueño.
Miro el fuego con valentía, se me queman las pupilas.
De pronto despierto, dentro del sueño todavía y estoy acá, en el palacio.
Estoy en Ítaca.
Nunca he entendido el placer que provoca el fuego.
Se me acerca Euríclea.

Euríclea: está gritando, mi señora.

Penélope: Me dice. Ya, le digo. Me voy a la cama pronto.

Euríclea: No corresponde, mi señora.

Penelope: Me dice. No le contesto.

Penélope: Ya está amaneciendo, ha sido una noche eterna


y ya no sé si estoy durmiendo o estoy despierta.
Vuelvo a apoyar la cabeza en el muro de piedra.
Miro cómo amanece en Ítaca.
Veo como empieza a aclarar el cielo.
De pronto el mar se emblanquece,
una luz blanca que casi no me deja abrir los ojos.
No es fuego, son barcos.
Cientos de barcos de velas blancas se acercan a la orilla.
Ya están aquí.
Abro los ojos de golpe ¿ha sido un sueño? ¿una visión? Cuando tengo
visiones, sueños sobre el futuro, me queman, aquí y no descanso hasta
tener el control del presente.
¡Euríclea! Grito. ¡Euríclea! grito de nuevo.

Penélope: Entendí, vienen llegando.

Euríclea: ¿Quiénes?

Penélope: Ellos.
Tendremos que incurrir en muchos gastos, Euríclea.
Atenderlos saldrá caro.
Lo anotaré todo diariamente y haré informes.
Cada semana la cuenta de todo lo gastado.
Cuando vuelva Odiseo, se sentirá orgulloso de mí.
Aquí están todos los cuadernos, está todo detallado aquí.
Le diré.
10 años de detalles.
Te debe parecer extraño, te debe parecer un atrevimiento,
pero permíteme presentarte estos 20 años de boletas,
El informe de una mujer que… te ha sabido esperar.
Y al amanecer, di inicio a mi plan.

FIN DEL SUEÑO.

Las esclavas tejen en la pieza de Penélope, mientras esta duerme. Penélope


despierta de golpe.

Penélope: (Despertando) ¡¡¡¡¡¡Euríclea!!!!!!

Las esclavas, sin soltar el tejido.

S: ¿Está bien, mi señora?

J: No la molestes. No ves que viene despertando.

S: Bueno ya.

C: ¿Quiere aguita mi señora?

J: Oye, catete. Déjala tranquila.

S: Si después anda de mal humor, va a ser culpa tuya.

P: Entendí todo.

S: ¿Cómo dijo, mi señora?

P: ¿Está Euríclea?

C: No, mi señora.
J: Por suerte, mi señora.

P: Esto es lo que vamos a hacer.

C: ¿Con qué mi señora?

P: Con los zánganos, así nos vamos a deshacer de ellos…

S: ¿Deshacer?

P: Es un decir.

C: ¿Tiene un plan, mi señora?

P: Si.

J: ¿La dejan hablar?

P: Gracias.

J: Mi señora ¿hay que tomar nota?

C: Pero si no sabí ni escribir.

J: Aquí (tocándose la sien)

P: No, tejan, eso es lo que haremos.

S: ¿Vamos a seguir tejiendo, mi señora?

P: No exactamente.

C: ¿Cómo dijo, mi señora?

P: Lo único que los zánganos respetarán será la muerte de un hombre,


mayor, que alguna vez fue el macho alfa de la manada: el antiguo rey de
Ítaca, mi suegro.
J: ¿Pero él no se había retirado al campo, a vivir su vejez, mi señora?

P: Por lo mismo. Yo, piadosa, voy a tejer el sudario con el que lo envolver án
tras su muerte. Voy a hablar con ellos y les pediré tiempo, que esperen a
que termine esta sacra labor para dar el veredicto de con quién me casaré.

C: Ellos están impacientes, mi señora.

J: Calientes, mi señora.

S: Y ellos, mi señora, con todo respeto, mi señora, ya dan por muerto al


divinal, mi señora.

C: Cállete la boca, vicha.

P: Por lo mismo necesito ganar tiempo.

J: Pero ese tejido no le tomará más que un par de semanas frente al telar,
mi señora.

P: Yo tejeré durante el día y destejeremos juntas durante la noche.

C: ¡Entonces, no va a estar nunca listo!

Las esclavas celebran la ocurrencia de su señora.

P: Ustedes serán mis cómplices, mis amigas.

Las esclavas se ríen, discretas.

J: (A “público”) O eso quiso creer olla. Ella.

10. ESTAR A-ISLADA, UN ESCENARIO PERFECTO

Durante la siguiente escena, las esclavas con cuerdas al cuello, se muestran


como espectros, fotos de muertos, dejando ver la materialización del
crimen del cual fueron víctimas. Tejen manta de pies colgando, las van
levantado al terminar sus textos. Penélope como si se defendiera.
Penélope: Mi estado de mujer aislada, partió llegando a la isla de Ítaca: no
podía hacer cosas porque era una mujer de clase alta.

C: ¿Y no tenía amigas, mi señora?

Penélope: No podía tener amigas. Siempre les ha incomodado ver mujeres


juntas.

S: ¿Y mi reina, mi señora?

Penélope: Mi suegra y la nodriza solo me criticaban, entonces no eran un


panorama muy tentador y por supuesto, no podía siquiera criar a mi hijo,
que era algo realmente mío.

Lo único realmente mío. Para una mujer que no tiene nada, un hijo es lo
único propio, es su pequeña y miserable emancipación.

Silencio.

J: No se aflija, mi señora.

Silencio.

Penélope: Estaba en una isla. Me sentía una isla. A-islada. Completamente


a-islada. Solo las noches con Odiseo me hacían sentir acompañada.

Las esclavas se ríen avivándole la cueca. Penélope les sigue la corriente.

Penélope: Cálidamente acompañada.

Todas se ríen juntas.

C: ¡Qué rico! Lástima que se fue, mi señora.

S: Y 20 años, mi señora.

J: No es poco 20 años, mi señora.

Penélope: De pronto llevaba más tiempo esperando, que en ninguna otra


circunstancia de mi vida, era famosa.
Era una famosa experta en espera.

C: Ay, mi señora.

Penélope: Bueno las esclavas también me cuentan, ahora, aquí en los


prados de Asfódelos como se relató esa espera en el futuro y como al
aislamiento lo volvieron romántico y se lo contaron a las niñas. Me contaron,
por ejemplo, la historia de una princesa encarcelada en una torre…

S: Sola, mi señora.

J: Aislada, mi señora.

C: Que espera a su príncipe, mi señora.

J: Igualita que usté, mi señora.

Penélope: ¿Ese es un cuento para niñas? Me parece increíble que la espera y


el aislamiento se hayan puesto de moda.

S: Si, su espera es famosa, mi señora.

J: Ejemplar, mi señora.

C: Las princesas hermosas de los (masculino) cuentos están siempre


aisladas en torres, mi señora.

S: O en bosques rodeadas de gnomos, cantándole a los enanos, mi señora,


porque en los cuentos de niñas siempre el dolor de una princesa va a ser
causada por otra mujer, mayor, vieja, fea, envidiosa y cochina, mi señora.

Penélope: ¡La soledad y el aislamiento! Nefasta manera de hacer dormir a


las niñas. 20 años aislada, sin amigas, odiada por las mujeres que me
antecedían ¡20 años de espera para ser un ejemplo!

Sí, volvió, sí, qué alegría saber que valió la pena la espera, pero con su
llegada también llegó la tragedia. PIE FUNEBRE

Las esclavas levantan las escobas de traperos manchado con sangre.


Cambia el tono de la escena.

Penélope: Poco, muy poco me importó la masacre de esos zánganos, solo


escuché de lejos sus gritos y ellas, las esclavas, cuando hubo terminado
todo, limpiaron su sangre del suelo, de los muros, de los tapices, de los
cielos. Hasta ahí todo bien, todo normal: amor, protección, autoridad, todo
lo que se espera de un rey. La tragedia vino al amanecer. Odiseo se paró de
la cama sin que me diera cuenta. Había quedado exhausta luego de nuestro
reencuentro. Él, no había perdido la práctica. Nada de su cuerpo me pareció
como lo recordaba. Supongo que él también pensó eso de mí. Me esmeré
esa noche. Besé cada una de sus cicatrices, pero había algo en él, como un
velo en su mirada que le impedía verme como antes. 20 años no pasan en
vano, pensé. Me dieron ganas de llorar pero, extrañamente, no lloré. Nada
me importaba, él estaba ahí, de vuelta, en Ítaca. Me dormí abrazada a él.
Cuando desperté estaba sola. Pero al ver su espada me calmé. Estará abajo con
su madre, con Telémaco, pensé y con toda calma me vestí y me peiné. Me puse mis
mejores aceites. Cuando bajé, todo fue horror. Frente a mis ojos, ellas, mis niñas. Sus
pies, frente a mis ojos, todavía agitándose, todavía tibios. Esa fue la última imagen
de ellas. Esa es la última imagen que tengo de ellas en vida. Sus pies
agitándose a la altura de mis ojos, combatiendo con la soga que les quitó el
aliento. Pero nadie, nunca, ha reparado en esta parte de la historia. Nunca
nadie habló del asesinato en manos de Odiseo y de Telémaco, de mis
cómplices, de mi única compañía. Esos son los costos del regreso de la
guerra, 20 años después, del hombre volviendo a su tierra.

J: ¿Lloraste?

Penélope: No. (Llora)

Unos días después, Euríclea puso el tema. Yo no tenía la más mínima


intención de hablar de eso.

Euríclea: ¡Mi señora, ellos querían matarlas a todas! ¡Tuve que elegir
algunas! A las más impertinentes. A las que habían sido groseras y
maleducadas. Las que se burlaron de mí. Es bien sabido que eran unas
putas.

Penélope: ¿Las que habían sido violadas?

Euríclea: Sí, ellas.

Penélope: Mis ojos y mis oídos entre los pretendientes, pensé, pero no lo
dije. Las que me habían ayudado a deshacer el sudario por las noches. Me
daba cuenta, por primera vez, que no le había revelado mi plan a Euríclea.
Euríclea: Se les habían subido los humos. El divinal Odiseo nunca hubiera
permitido que unas insolentes continuaran sirviendo en palacio. Él nunca
habría confiado en ellas. Y ahora baje. Su esposo la está esperando.

J: ¿Al menos te mostraste molesta?

Penélope: No correspondía, él era el rey, yo ya había entregado el cargo. Me


mordí la lengua. Es asombroso que todavía me quedara lengua, después de
la frecuencia con que había tenido que mordérmela a lo largo de aquellos
años. Tal vez por eso no hay tragedia con mi nombre, para tener una
tragedia con tu nombre hay que desafiar a alguien, a algo. Y no, no es mi
caso. ¿Cuántas cuelgan?

Euríclea: Doce.

Penélope: ¿Doce?

Euríclea: Doce.

Penélope: ¿Mis doce?

Penélope (a público): Podría haber una explicación más siniestra. ¿Y si


Euríclea hubiera sabido del acuerdo que yo tenía con las esclavas? ¿Y si
sabía que espiaban a los zánganos obedeciendo mis órdenes, y que yo les
había ordenado que se comportaran con rebeldía? ¿Y si las eligió a ellas y las
hizo matar por el resentimiento de haber sido excluida del plan de sudario y
por su deseo de conservar su privilegiada relación con Odiseo? 

Euríclea: Las doce.

Penélope: ¿Te has dado cuenta que, desde hace un rato, han estado
proyectando pantallas con números y títulos? Como sentencias del tiempo.

Euríclea: No he sido yo, mi señora.

Penélope: ¿Te acuerdas en qué número íbamos?

Euríclea: Diez.

Penélope: Terminémoslo, ya.

Euríclea: Aún faltan dos.


Penélope: ¿Para qué?

Euríclea: Para el final.

Penélope: ¿Doce? (Euríclea a público) Ahora que estamos llegando al final


me gustaría poder compartir otra versión. Siempre hay muchas versiones,
como le gusta al Dios Rumor y, hasta el momento, no se nos ha preguntado
la nuestra. Llevo casi una hora haciendo de bruja, sirviendo a la historia de
la reina, la representante de la clase gobernante. Para el respetable público
presente, hemos preparado, humildemente, esta pequeña representación.

Carla muestra un cartel hecho a mano que dice:

Las esclavas presentan


“Penélope en peligro”

J: (interpretando a Euríclea)

¡Niña querida! ¡Ponte la túnica! ¡Rápido!

¡Ha regresado el divinal! 

C: (interpretando a Penélope)

¿Qué?

J: (interpretando a Euríclea)

¡Sí, ha regresado!

C: (interpretando a Penélope)

Por sus cortas piernas me pareció reconocerlo a lo lejos.

J: (interpretando a Euríclea)

Ay mi querida, se va a armar un buen lío.


C: (interpretando a Penélope) Por dejarme llevar por el deseo; ¿me va a
descuartizar? Mientras él con toda criatura que se le cruzó de regreso aquí,
disfrutando… ¿qué creía, que yo al cumplir con mi deber me limitaría?
Mientras él a diosas y muchachas colmaba de halagos, ¿creía que yo,
secándome como pasa, esperaría?

J (interpretando a Euríclea): Mientras tú fingías tejer, en tu sacra labor, ¡lo


que hacías en realidad era en la cama trabajar! ¡Y ahora él, para
decapitarte, tiene motivos de sobra!

C (interpretando a Penélope, a su amante): ¡Rápido! ¡Baja por la escalera


secreta! (A Euríclea) Yo me quedaré aquí sentada, fingiendo congoja y
aflicción. ¡Ayúdame con la túnica! (Pausa) ¿Qué esclavas saben de esto? 

J (interpretando a Euríclea): Tan sólo las doce que la ayudaron, mi señora.


Han sido ellas las que por la noche hacían entrar y salir a escondidas a los
zánganos, mi señora. ¡Hay que hacerlas callar, o acabarán por delatarla, mi
señora!

Carla (interpretando a Penélope): ¡En ese caso, Euríclea querida, tú eres la
única que puede salvarme, y salvar también el honor de Odiseo! Como él
mamó de tus pechos, ancianos ahora, eres la única en quién confiará, estoy
segura. 

J (interpretando a Euríclea): ¿Qué quiere que haga, mi señora?

C (interpretando a Penélope): ¡Acúsalas de esclavas desleales!

J (interpretando a Euríclea): ¡Mi señora!

C (interpretando a Penélope): Di que… que ayudaron a los zánganos a


robarse la herencia de Telémaco. No, di que son corruptas, descaradas,
putas, indignas de ser las criadas de semejante amo.

J (interpretando a Euríclea): Son unas niñas, mi señora.

C (interpretando a Penélope): ¡Son repugnantes, perversas y cochinas, y las


colgarán por ello!

11. Las Furias


Penélope: ¿Culparme a mí? ¿No fui también yo una víctima? ¿Una simple
sobreviviente? ¿Habría cambiado algo la historia si me hubieran colgado
también?

Su: Tuviste la opción de elegir, las esclavas no.

Penélope: ¿Eso me transforma en culpable del desafortunado ahorcamiento


de mis doce criadas?. 

Jo: Esclavas.

Penélope: ¡Sentía tanta lástima por ellas! Casi todas las criadas...

Jo: Esclavas.

Penélope: Casi a todas las esclavas las violaban, tarde o temprano; eso era
un hecho deplorable, pero habitual en la vida de palacio. Para Odiseo, lo que
obró en contra de ellas no fue que las hubieran violado, sino que las
hubieran violado sin su permiso.

Jo: Pero decir que las violaron sin permiso, ¿no es una redundancia? 

Penélope: Claro, pero ¿qué podría haber hecho yo? 

Su: Los zánganos hicieron con nosotras lo que se les antojó. Luego Odiseo y
Telémaco, sin motivo alguno y a sangre fría, nos colgaron.

Jo: ¡Exigimos justicia! ¡Exigimos un castigo! ¡Apelamos a la ley de los delitos


de sangre! ¡Invocamos a las Furias! 

Carla: ¡Oh, Furias! ¡Oh, Euménides! ¡Vosotras sois nuestra única esperanza!
¡Os suplicamos inflijáis el castigo y llevéis a cabo nuestra venganza! ¡Sed
nuestras defensoras, nadie nos defendió cuando aún estábamos vivas!

Furia, furia ¡Furias! Eso sentimos cada vez que nos matan. Hoy, ayer,
anteayer. Y si tiene que arder todo, que arda. Y la que quiera quemar que
queme y la que no; que no estorbe.

Penélope: ¿Hasta cuando me culparán? ¿Hasta cuando seguiremos culpando


a las mujeres? ¿No fui yo acaso otra víctima? ¿Una sobreviviente más? 

Su:En el universo, el griego, ser mujer esclava, pobre o reina no era lo


mismo. Aclaremos: No ES lo mismo.
Penélope: ¿Habría cambiado algo la historia si me hubieran colgado
también?

Jo: Sin duda hubiera cambiado, una reina que muere en la horca es
recordada, las esclavas no.

Su: Evidentemente y para ser precisa en esto, quisiera reiterar que ser
mujer esclava, pobre o reina no era lo mismo. No ES lo mismo. Ni antes ni
ahora.

Penélope: ¿Qué tendría que hacer para que me perdonen? ¿Dejar de esperar
a mi marido? ¿Abortar al guaguito femicida?

Jo: Al menos, haber dicho algo de la muerte de tus esclavas. ALGO.

12. Las doncellas no mueren; las matan.


Jo: Para continuar con otras ficciones posibles, permítanos pensar que
algunas esclavas, de tanto reencarnarse una y otra vez en esclavas, lograron
quebrar su propio destino y convertirse en expertas en lenguaje y cifras, con
las que poder narrar hoy, su tragedia invisibilizada. 

Su: En la recién editada traducción de “La Odisea” de Samuel Butler, la más


fiel de las versiones homéricas según J.L. Borges, el Canto XXII, está
titulado “Las doncellas mueren ahorcadas”. Luego de esto, solo 5 líneas se
toman el autor y el traductor en relatar el ahorcamiento y continuar con la
exagerada devoción al héroe de guerra. 

Carla: “... luego Euríclea llamó a las mujeres y les contó lo sucedido; tras lo
cual salieron de sus habitaciones con antorchas en la mano y rodearon a
Odiseo, le besaron la cabeza y los hombros y cogieron las manos”. Cuando
leo esto, pienso que lloraron de terror al ver lo cerca que estuvieron de la
muerte. Silencio y obediencia, su única posibilidad de sobrevivir. 

Quisiera decirle al público del presente que ni ayer, ni hoy las mujeres
mueren. A las esclavas; las matan, Telémaco y Odiseo las matan. Día tras
día, siglo tras siglo, a las mujeres las matan. Son hombres que matan a
mujeres. Nos matan. 

Su: 
Miles de años atrás, 
cuando todavía éramos pueblos nómades  
las mujeres cuidaban del fuego. 
También de las crías, por cierto. 
Y los hombres, cazaban. 

Las mujeres se alejaban un poco del fuego 


para recolectar lo que pillaran. 
Y enterraban ciertos alimentos 
para protegerlos de los animales. 
Así se reveló la agricultura. 

De esa misma manera, de puro vivir, 


las mujeres comprendieron que luego del acto sexual, 
venían las crías. 

Este último saber se lo guardaron. 


Hasta que fue descubierto su secreto.
El sometimiento y los asesinatos de mujeres, son la venganza por ese
secreto.
No lo digo solo yo, solamente
lo dirán miles a lo largo de la historia. 
Los hombres someten y masacran a las mujeres como respuesta a la
libertad de éstas sobre su cuerpo. 

Carla: Desde Penélope y la Odisea han pasado ya más de 2800 años. La


historia de persecución y masacre contra las mujeres, organizadas o no, se
ha repetido una y otra vez.
Para la exposición del siguiente cuadro, que nos es imposible representar,
necesitan observar los datos como si se tratara de muchachas reales, de
carne y hueso, que sufren de verdad, 
que son víctimas de la injusticia real. Aunque les resulte perturbador. No son
solo cifras, estadísticas, porcentajes. Son mucho más reales que el dinero.

PROYECCIÓN DE LAS CIFRAS.

Vivi: Esa tarde, luego que Penélope se ve enfrentada a escuchar y ver el


informe que las esclavas, ahora expertas, tenían para decirle; en esta
especie de juicio al que asiste, estoica y no sin terror a responder, una vez
más, por las acciones de su esposo. Escucha y, acepta por primera vez, el
horrible e inmovilizador peso de su culpa. Acepta también, por primera vez,
que no tiene respuestas. Dándose cuenta que ante esta violencia
sistemática, mil veces repetida, ella fue para la historia un instrumento, un
palo con el que pegar a otras mujeres.

Esa misma tarde, después de 2800 años decide, por primera vez, tomar la
botella de “aguas del olvido”. Mira bien la inscripción y observa que en
realidad dice” aguas de la memoria”. 
Penélope sin respuestas, aterrada, pero a la vez con un extraño baño de
claridad, se encontraba por primera vez dispuesta a desmoronar su castillo y
dejar a su príncipe guerrero, con un miedo profundo de que al volver a nacer
pudiera perder todos los privilegios de su clase, miedo a nacer con peor
suerte y encarnar tantas atrocidades que aquella tarde escuchó de boca de
las antiguas esclavas, hoy expertas. 

Convencida de que era posible romper el aislamiento, para encontrarse con


otros, escuchar y accionar. Convencida, de que después de 2800 años, algo
tendrá que cambiar. Penélope bebió de esa cicuta misteriosa. 

De pronto cree que ha despertado. Observa que delante de ella hay una
pantalla y pronto entiende que a través de ésta hay muchas personas
observándola, esperando saber ¿Qué va a hacer ahora? ¿Qué es lo que
realmente ha comprendido? Penélope, luego de un profundo silencio que
pareció durar 2800 años, acepta que no tiene respuestas, lo único que sabe
es que ya no basta con arder de furia 2800 años más. Los mira y dice,
hagamos silencio: ¿Escuchemos ahora el canto de Las Furias?

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