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Referentes históricos
A finales del S. X, la Europa cristiana alcanzó una etapa de estabilidad gracias a: la tranquilidad política de los
distintos reinos; la implantación del feudalismo; y la supremacía de la Iglesia como institución y como foco cultural.
Este poder intelectual de lo religioso sirvió para estimular el culto de las reliquias, lo que propició la peregrinación a
lugares santos como Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela; lo que permitió abrir vías de comunicación
comercial y facilitar el carácter itinerante de los grupos maestros o artistas locales, que favorecieron la producción
artística.
En el S. VI se fundó la orden benedictina, basada en la idea de una vida consagrada a Dios. Los monjes benedictinos
debían guardar tres votos fundamentales: obediencia, castidad y pobreza. Este modelo contagio a la sociedad laica y
consiguió que la aristocracia feudal se relacionara con las grandes abadías para asegurarse la salvación eterna
mediante donaciones económicas.
Esto condujo a un enriquecimiento contrario al voto de pobreza, por lo que el monaquismo benedictino tuvo que ser
reconducido mediante la reforma cluniacense, iniciada en Cluny (Borgoña).
Los conjuntos monacales. Fijaron la distribución de todas las dependencias del recinto monacal. En los
monasterios los espacios importantes se estructuraron alrededor del claustro, un patio central ajardinado,
donde los monjes llevaban a cabo sus meditaciones personales.
En España, destaca los conjuntos monacales de Santa María de Ripoll, San Martín del Canigó…