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sobre un hecho posible, eso no pasa en la historia de Chile, hasta al día de hoy no puede
ser así y no debe pasar, es necesario mantener los puntos de vistas diferentes, sin embargo
cuando una mirada alcanza niveles de agresión, persecución o manía que son procesos
destructivos como se está viendo en la actualidad, pasa a ser algo más que indignante.
Algo que nos dejó como aprendizaje la crisis del 18 de octubre fueron las instancias
de tiempo y espacio para la organización y un pensar, cuestionar el y los sistemas y de ahí
generar propuestas más aterrizadas a cada contexto, esto sin olvidar nuestra memoria y
componente histórico, como diría Foucault (1990) el presente de la conducta está siempre
en dialéctica con su propio pasado. Vimos como en las asambleas y juntas de colectivos, de
vecinos, de personas que se acercaron a participar y proponer su visión desde su
cotidianidad, validando su propio malestar expresado muchas veces con rabia, pena y
angustia. De esta manera, pensamos en los aparatos regulatorios que posibilita el capital y
economía que se limita con aportes conductistas. Pensar y cuestionar entonces los marcos
regulatorios para que existan las condiciones necesarias para que la mejora de la
producción eficiente no sea contradictoria a la dignidad de las personas.
Sin embargo se ha dado pie para donde se buscan alternativas mágicas y se cae en
tomar medidas superficiales, es parte del estado mental maniaco en Chile esto se potencia
debido al poder que tiene la iglesia predominante, sus estructura o modo de operar que
caracteriza a las sociedades latinoamericanas y es el ‘’ser bondadoso’’ entonces ofrecen
una especie de parche curita por ser ‘buenas personas’ sintiéndose en sintonía con lo
correcto cuando realmente es una respuesta distorsionada, alejándose del hacerse cargo
con sus debidos procedimientos e ir por el camino de la responsabilidad, con la sensación
de que aquello, como lo que sucedió en dictadura no va a volver suceder, sin embargo
¿sigue sucediendo?
Como vemos en la industria de felicidad en relación al ámbito de la Salud Mental en
Chile, se siguen las lógicas funcionalistas, se necesitan de personas que se recuperen de
manera casi automática, los pacientes tampoco se escapan de buscar las respuestas
rápidas que avala el mercado, todo el aparato de la psiquiatría busca tapar el síntoma, y en
efecto disminuyen el síntoma pero no se hacen cargo del síntoma porque el modelo
biomédico está relacionado con la hegemonía del capitalismo, que prefiere dar "pastillas
para la felicidad" ahora obviamente disfrazado o puesto de otra manera, se prefiere dar
clonazepam, pastillas para la ansiedad, regulación del sueño, por esto mismo, se ahorra
tiempo y si el tiempo no fuese un factor para escuchar las demandas de las personas y
todos los actores pudieran plantear y discutir sus puntos con la misma importancia, sería
distinto.
Bien vemos cómo esta cotidianidad se presenta de manera distinta en cada estrato
social y no es casualidad, pues nuestros marcos regulatorios, como normas, la distinciòn
entre lo público y lo privado todo esto fue construido y enmarcado en nuestra constitución
que regula lo que algunos pueden o no hacer, esta diferencia captura interpretaciones de
las vivencias de manera subjetiva la cual se ha tirado a partir, aunque entendamos que
tanto componentes objetivos y como subjetivos implican finalmente en las prácticas y
estrategias que afectarán el bienestar subjetivo. Entre las conversaciones y prácticas se
constituyen los discursos sociales con nuestra capacidad de agencia que es nuestra
capacidad de cambiar las situaciones del entorno.