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SEGUNDA PARTE:

EL PRESENTE DE LA LIJ
IBEROAMERICANA
La segunda Jornada del Congreso académico,
correspondiente al viernes 26 de febrero de 2010,
estuvo destinada a examinar el presente de la LIJ en
Iberoamérica. Aquí el panorama se amplió: además
de investigadores, autores e ilustradores, participaron
responsables de políticas culturales y de iniciativas de
promoción de la lectura, agentes esenciales para el
desarrollo de la LIJ.

Fue un día en el que desfilaron por la tribuna no


menos de 22 personas, con cuyas aportaciones fue
posible hacerse una idea de la complejidad y la
riqueza del momento actual.

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La literatura como discurso artístico

Liliana Bodoc (Argentina) Es extraño que podamos


Nació en la ciudad de Santa Fe, hablar de LIJ, que poda-
pero desde los cinco años vive en mos pensarla, amarla y
Mendoza. Estudió Licenciatura
en Letras en la Universidad de defenderla sin que poda-
Cuyo y ejerció la docencia en mos, en cambio, definirla
esa misma universidad. Publicó categóricamente. Y, menos
su primera novela, Los días
del Venado, en el año 2000. La aún, separarla con clari-
novela fue premiada por la feria dad de “la otra literatura”.
del libro de Buenos Aires, obtuvo
la mención especial de The White No sé por dónde pasa esa
Ravens en 2002 y sorprendió a definición o esa línea de-
la crítica porque había pocos
antecedentes en el género épico marcatoria. Lo que sí creo
en Argentina. En el año 2002 es que la singularidad de
publicó su secuela: Los días de la
la LIJ con relación a la li-
Sombra. En el año 2004 publicó
el tercer y último libro de la “Saga teratura para adultos es
de los Confines” (nombre de la como la trágica singularidad de los siameses: son dos por-
trilogía) con el nombre de Los
días del Fuego. En ese mismo que son uno. Un torso con dos cabezas que, a veces, se
año publicó el libro de cuentos ladran. Pero que, sin embargo, comparten la misma ma-
infantiles Sucedió en colores. teria y la misma energía. Y que ni siquiera pueden andar
De 2007 es su novela Memorias
Impuras, y en el 2008 publicó sin arrastrar a la otra tras de sí. Fenómeno que ocurre en
El espejo africano, Premio de ambas direcciones.
Literatura Infantil El Barco de
Vapor, de SM. Su última obra Quiero separarme de cualquier dogma y de casi todos los
(2009) es Presagio de Carnaval. axiomas excluyentes, porque no puedo sostenerlos ni en el
discurso ni en la práctica; excepto que realizara un fuerte
trabajo de deshonestidad intelectual.
Si defiendo la diversidad en la calle, también debo defen-
derla en la literatura.

“Hay que dejar que baile la belleza con los galanes más ina-
ceptables”
“No la obliguemos a tomar la píldora de la verdad como una
medicina”
“No soy rector de nada, no dirijo, y por eso atesoro las equi-
vocaciones de mi canto”
Pablo Neruda

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Me gusta recordar que la literatura es un arte. Me gusta recordar que la literatura infantil
y juvenil también lo es.
Ahora, su condición de disciplina artística la exime de ciertas modalidades y propósitos:
por ejemplo, la admonición, la información, la autoayuda, la terapia…
Y, en cambio, compromete a nuestra literatura con la poesía.
No hablo específicamente del género lírico: estrofas, rimas, verso pautado o libre. Hablo,
sí, del lenguaje poético, del que deviene de una poética y puede aceptar distintas voces y
distintos estilos: la sobriedad, el minimalismo, la parquedad, la abundancia, la brutalidad,
la dulzura.
Lo que no puede suceder es que tal propuesta, sencillamente, no exista. Es decir, que el
entramado que es un texto no esté sustentado, de principio a fin, según unas correspon-
dencias entre la forma y el contenido, entre lo dicho y lo callado, entre lo manifiesto y lo
latente. Decisión ética y estética del autor. O, en otras palabras: su poética.
Todas las formas del arte problematizan su materia prima. La música problematiza los
sonidos y los silencios; la pintura el color, la forma, la perspectiva… La literatura debe pro-
blematizar su materia prima, el lenguaje. De lo contrario corremos el riesgo de centrarnos
en el “qué” se cuenta y olvidar el “cómo” se cuenta. La literatura es un discurso artístico,
por lo tanto no puede haber primacía del contenido sobre la forma. Debe haber, más bien,
una adecuación, una alianza plena sin la cual el hecho literario desaparece.
Ahora, para que haya un lenguaje poético debe haber antes un pensamiento poético. Y
es con este concepto que yo deseo argumentar que niños y jóvenes deben leer literatura.
¿Por qué?
Porque el pensamiento poético es un modo de conocimiento tan serio y trascendente como
el pensamiento racional. El arte en general y la literatura en particular “conoce” y explica
la realidad de un modo particular y, como tal, insustituible. Un conocimiento que de nin-
gún otro modo podríamos adquirir. Y sin el cual crecemos con desventajas emocionales,
con limitaciones sensitivas. El arte ejercita, como ninguna cosa, la emoción, la imagina-
ción, la intuición, la capacidad de perdonar y de soñar.
Pablo Neruda dice, en El libro de las preguntas:
“¿De qué se ríe la sandía cuando la están asesinando?”
Y esto no es puro embeleso.
Es un modo de conocer la sandía que nadie más que un artista podría proponer. Con diez
palabras y dos signos de interrogación, el poeta propone una cantidad de asociaciones que
nos “descolocan”, nos ponen en el lugar de lo extracotidiano. Y por lo tanto nos obligan a

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movilizar los sentimientos y las capacidades adormecidas de nuestra psiquis y de nuestra
inteligencia.
Ese es, creo yo, el cometido del arte.
La literatura no puede sumarse, sin más, a las propuestas del mercado: rapidez, facilidad,
se usa y se tira, no duele, no salpica, no pesa. Entonces la literatura perdería su finalidad.
Leer un texto literario no es leer cualquier otra cosa. Porque el arte no tiene ningún paren-
tesco con la utilidad tal como en general la concebimos: un intercambio, una transacción,
unos resultados mensurables. Porque el tiempo de la literatura no es el tiempo que, a dia-
rio, ganamos, perdemos, ahorramos, invertimos… El tiempo que, al fin, en justa venganza,
nos pasa por encima.
Es en el arte y en el amor donde podemos percibir el tiempo como algo distinto del dinero.
Si leer dos páginas literarias lleva el mismo tiempo que leer dos libros sin valor estético
alguno, me quedo con las dos páginas arduas pero decisivas de la literatura.
No hay en esta afirmación una descalificación de otras lecturas, que bien pueden servir
como acceso; pero que jamás pueden sustituir la experiencia que genera el arte literario.
Termino pensando en el destinatario de este congreso. El niño, el joven…
Si estuviese aquí y pudiera pasar adelante el que baila sobre las teclas como un demonio.
La que se pinta los labios usando la pantalla como espejo.
El que acepta la vida y la muerte con la lógica de los efectos especiales.
La que se asusta por la promesa de su pubis.
El que se muerde la punta de la lengua para escribir.
El que escarba hasta el fondo de los bolsillos para ver si su moneda tuvo cría.
El del jeans desvalido.
La que sueña a la intemperie.
La del hambre.
El que se dibuja por el lado de afuera porque quiere dibujarse por el lado de adentro…
Si ellos estuvieran aquí, tal vez nos pedirían más coraje. Posiblemente nos dirían que ne-
cesitan y agradecen que escribamos cada línea como si quisiésemos, aunque no sea cierto,
cambiar el mundo. Y dárselos como nuevo para que puedan crecer.

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