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Eje de la Literatura

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Eje de la Literatura

Con este gráfico podemos visualizar el lugar donde podemos ubicar a la


literatura, tema que nos ocupará esta unidad.

El diccionario de la RAE nos da dos acepciones de cultura: “Conjunto de modos


de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico,
industrial, en una época, grupo social, etc.”. Y la otra: “Conjunto de conocimientos que
permite a alguien desarrollar su juicio crítico”.

Al hablar de “grado de desarrollo” y de “juicio crítico”, la definición nos permite


señalar el fin que debe tener la cultura: hacernos crecer como personas. Dicho con
palabras de Juan Pablo II: “Una cultura que no transmite valores universales no es
verdadera cultura”.

Por otro lado, la definición de arte es esta: “Manifestación de la actividad


humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta
lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.” Y de las bellas artes
el diccionario dice: “Cada una de las que tienen por objeto expresar la belleza.”

Por último, la definición de literatura: “Arte que emplea como medio de


expresión una lengua.”

Entonces, cuando hablamos de Literatura, hablamos de arte, es decir, de un


fenómeno estético, de una manera de mostrar la belleza. Cada actividad artística (como
la pintura, la escultura, la música…) posee un medio expresivo que le es propio (la
pintura, las líneas y colores; la escultura, las formas y los volúmenes; la música, los
sonidos). El medio expresivo de la literatura es el lenguaje, es decir, es el arte que
aspira a lograr la belleza a través de la palabra; entonces podemos decir que el lenguaje
literario es un lenguaje creador que apela a las palabras para crear esa realidad
aparente que es la ficción estética. Y como el lector, por obra de la imaginación,
recompone esa realidad cuando lee la obra, decimos que se convierte en co-creador.
¿Por qué? Porque cada uno “crea” en su imaginación ese “mundo de papel” que leyó. Y es

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una creación individual, de cada lector. Si leemos un cuento en grupo y le preguntamos a


cada uno cómo se imagina al protagonista, aun si fue descripto en detalle, cada uno lo
imaginará a su manera, aunque sea en los pequeños detalles.

Los géneros literarios clásicos.

A los textos literarios se los divide tradicionalmente según una antigua


clasificación de Aristóteles en tres grupos, que reciben el nombre de géneros
literarios, que son: narrativo, lírico y dramático. Aunque los tres se pueden escribir
en prosa y en verso, lo más común es que la lírica se escriba en verso, y la narrativa y la
dramática, en prosa.

 En el género narrativo se cuentan hechos de una historia real o inventada


que le ocurren a alguien. Las formas narrativas más frecuentes son el
cuento y la novela.
 Las obras del género dramático son las obras de teatro: diálogos o
conversaciones entre varios personajes. Se escriben para ser
representadas ante el público en el escenario de un teatro.
 Las obras del género lírico, normalmente escritas en verso, expresan los
sentimientos más íntimos del autor, y se proponen provocar que el lector
también mire sus propios sentimientos. Es la forma más profunda que el
hombre tiene para expresarse.

Para pensar:

“...les quiero pedir a los chicos y a los jóvenes, con la autoridad que
me dan los años, que lean. Yo también he leído de chico, y fueron los
libros quienes me ayudaron a comprender y a querer la grandeza de
la vida. Quienes sembraron en mi alma lo que luego los años
pudieron expandir. (...)

Leer les agrandará, chicos, el deseo, y el horizonte de la vida.

Leer les dará una mirada más abierta sobre los hombres y sobre el
mundo, y los ayudará a rechazar la realidad como un hecho
irrevocable. Esa negación, esa sagrada rebeldía, es la grieta que
abrimos sobre la opacidad del mundo. A través de ella puede filtrarse
una novedad que aliente nuestro compromiso.”

Ernesto Sábato

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Género lírico
Para entrar en tema:

Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido


dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir,
crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural
lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza
el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

Mario Vargas llosa

Dicen que la poesía es un trabajo estéril y no sirve para nada. Es una pérdida de tiempo en este m un do
globalizado y amorfo, un desperdicio del intelecto una invención espiritual mal retribuida.
La poesía se emplea para aplacar las tormentas del alma redimir a una mujer o un hombre o llen ar
el corazón de ese sentimiento llamado “amor”. Puede, en dosis bien servidas, alimentar el espíritu,
asustar una soledad y alejar una tristeza. Sirve también para reflexionar acerca de si las piedras hablan o
si la luna es medicina para el mal de amores.
Por medio de la poesía podemos hacer hablar a las flores y voltear el cielo de cabeza, cam biar la
tarde de lugar. (...)
En fin, la poesía es útil de muchas maneras, pero sobre todo es instrumento p ara o bser varn os a
nosotros mismos. Porque cuando se concentra la atención intensamente, surge la p o esía y emp ieza la
aventura emocional de la palabra.

Hernández Oropeza: “Para qué sirve la poesía”.

1. Según Hernández Oropeza, la poesía sirve para muchas cosas. Explicá con tus palabras los
siguientes enunciados:
“Aplaca las tormentas del alma”.
“Asusta una soledad y aleja una tristeza”.
“La luna es medicina para el mal de amores”.
2. Completá con otras expresiones como las anteriores para qué más puede servir la poesía.
3. Investigá un poco y escribí la poesía o la canción que más te guste.

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Caligrama, ¿qué es?

El caligrama es un poema, frase o palabra en la cual la tipografía, caligrafía o el


texto manuscrito se arregla o configura de tal manera que crea una especie de imagen
visual (poesía visual). La imagen creada por las palabras expresa visualmente lo que la
palabra o palabras dicen. En un poema, este manifiesta el tema presentado por el texto
del poema.

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Calle solitaria

Amo el silencio humilde de esta calle


ennoblecida de árboles serenos
por donde nunca pasó otra alma
que no sea la del viento...
las nubes se detienen a mirarla
con sus ojos etéreos,
y saben, por la ausencia de las hojas,
si está en ella el otoño o el invierno.
Amo el silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde caminé tantos domingos
con mi pequeño huerto de recuerdos...
Cuando yo muera, amigo, habrá quedado
en esta calle lo mejor que tengo:
el rosal escondido de mis penas
y la música vaga de mis sueños...

Francisco López Merino

Lejos, en el andén

Una muchacha envuelta en un abrigo.


Ignoro a quién despide, pero la amo.
No es a mí a quien dice adiós
Con su mano enguantada, pero la amo.
Nunca sabré su nombre, pero la amo.
Sólo la veré esta vez en toda mi vida,
A través de un cristal empañado,
en un tren que parte, pero la
amo.
en un tren que parte, pero la a
en un tren que parte pero l
en un tren que parte,
en un tren que pa
en un tren qu
en un tren
en un t
en un
en

Luis Rogelio Nogueras

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Para interpretar

1. Observá la disposición visual de “Lejos, en el andén”. ¿Qué situación recrea?


2. Describí la personalidad del yo poético de “Calle solitaria” a partir de la representación que
hace de la calle.
3. Elegí cuál te parece el tema de “Arte poética III” y luego explicá el título del texto:
 El amor no correspondido
 La soledad del poeta
 La escritura misma del poema
4. En “Arte poética III”
 ¿Qué representa el espacio en blanco en el costado izquierdo del poema?

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 ¿Qué verso se refiere directamente a ese espacio?


 ¿Por qué en el verso final se dice que esa blancura es fatal?
5. ¿Qué relación hay entre los espacios en blanco y el significado de las palabras en los versos
uno y tres de “Hojas”?
6. Explicá La significación visual de los siguientes versos de “Hojas”:
d e s o r de n a d as [oculto] Sorpresivo
7. Encontrá y transcribí una metáfora del poema “Hojas”. Explicá si es pura o impura. ¿Cuál es
el elemento real?
8. ¿Pensás que el poema “Hojas” es ideal para leerlo personalmente o para escucharlo? ¿Por
qué?
9. Explicá con tus palabras por qué estos poemas son caligramas.

Para oír con los ojos

1. Reemplazá con los dibujos correspondientes las palabras del caligrama “Paisaje”.
2. Inventá todas las respuestas que se te ocurran para las siguientes preguntas:
 Si la luna del caligrama es “la luna donde te miras”, ¿qué otra cosa es la luna, además
de luna?
 ¿Por qué el árbol es más alto que la montaña y la montaña más ancha que la tierra?
 ¿Qué lleva el río cuando no lleva peces?
 ¿Qué pasaría con el pasto sino lo pintaran todos los años?
 Si el paisaje se pudiera leer de derecha a izquierda, ¿adónde conducirían las ovejas a
la canción?

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3. Agregale un verso a este caligrama. Ubicalo dentro del paisaje donde te parezca
conveniente.
4. Ahora producí tu propio caligrama.
5. Muchas palabras se pueden formar a partir de luna, con solo cambiar las consonantes: cuba,
cuna, dura, duna, etc. Con las nuevas palabras se podría decir:

Cruza la luna por una ruta de piedra dura,


de punta en blanco, nunca tan pura.

Ahora reemplazá las vocales de la palabra “peces”. Podés usar S o Z en lugar de C. ¿Cuántas
palabras podés formar? Armá una historia breve con esas palabras, como se hizo con luna,
en dos versos.

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Características de la poesía

Como ya dijimos, tradicionalmente, la poesía se distingue de los otros géneros


literarios por el modo de distribuir el texto sobre la página.
La poesía está formada por versos.
Cada línea de una poesía es un verso. Cuando los versos están agrupados forman
una estrofa.
Una estrofa puede estar formada por distinto número de versos.
Una poesía puede estar formada por una o varias estrofas.
El ritmo o musicalidad de la poesía se logra por medio de la rima y de la métrica.

La rima

Es la coincidencia de sonidos entre versos a partir de la última vocal acentuada


de cada uno.
Cuando coinciden todos los sonidos (tanto los vocálicos como los consonánticos) la
rima es consonante. Ejemplo: ala – Guatemala/ flor – amor.
Cuando sólo coinciden los sonidos vocálicos, la rima es asonante. Ejemplo: estrella
–mesa.
Algunas consideraciones:
 Cuando nos encontramos con un verso que no rima con ninguno, se llama
verso blanco o libre.
 La rima es una cuestión auditiva. Por eso, para considerar que dos versos
riman entre sí no pueden estar separados por más de dos versos, ya que
de lo contrario la coincidencia de sonidos no es registrada por el oído.
 La rima se marca con las letras del abecedario en forma ordenada: los
versos que riman entre sí se marcan con la misma letra, comenzando con la
A.

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 Los versos libres se señalan con la letra X.


 Si los versos tienen hasta 8 sílabas, se llaman versos de arte menor, y la
rima se señalará con letras minúsculas.
 Si los versos tienen 9 sílabas o más, se llaman versos de arte mayor, y la
rima se señalará con letras mayúsculas.

La métrica

Llamamos métrica a la cantidad de sílabas que posee un verso.


Para contar las sílabas de un verso, hay que tener en cuenta algunos aspectos,
por ejemplo:
 Si un verso termina con palabra grave, el número de sílabas no se modifica.
 Si un verso termina con palabra aguda o monosílabo, se suma una sílaba.
 Si un verso termina con palabra esdrújula, se resta una sílaba.

Licencias poéticas:
 Sinalefa: Enlace de vocales situadas una al final de la palabra y otra al
comienzo de la siguiente.
Ejemplo: suspiros se escapan (6)
͝
 Hiato: separación de las vocales de palabras continuas.
Ejemplo: el que / a mí cantaba la Misa cada día. (14)

 Sinéresis: contracción de dos vocales que no forman diptongo en una


misma sílaba.
Ejemplo: una almohadilla de olor. (7+1=8)
͝
 Diéresis: separación de dos vocales que forman diptongo. Se indican así ¨
Ejemplo: en un azul de arcaïcas mayúsculas. (12)

Según el número de sílabas

 En la métrica española existen cuatro tipos principales de versos: los de


arte menor, los de arte mayor, los compuestos de arte mayor y el
versículo.
 El arte menor está formado por los versos que tienen hasta ocho sílabas;
el arte mayor, por el contrario, está formado por los versos que tienen
nueve o más sílabas. Independientemente de estas dos clasificaciones,
está el llamado versículo, que es un verso irregular sin número fijo de
sílabas y por lo general tan largo que desborda el arte mayor.

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 En el arte menor los versos de dos sílabas se denominan bisílabos; de tres,


trisílabos; de cuatro, tetrasílabos; de cinco, pentasílabos; de seis,
hexasílabos; de siete, heptasílabos; y de ocho, octosílabos. Los versos más
usados del arte menor en castellano son, por este orden, el octosílabo (el
verso más fácil y natural del castellano, ya que coincide con el grupo fónico
menor del idioma, por lo cual ha sido usado durante toda la historia de la
literatura en lengua castellana, en el Romancero, en nuestro teatro clásico
y en gran número de estrofas), el heptasílabo, el hexasílabo y el
pentasílabo.
 En el arte mayor, los versos de nueve sílabas se denominan eneasílabos;
los de diez, decasílabos; los de once, endecasílabos; los de doce,
dodecasílabos; los de trece, tridecasílabos; los de catorce, alejandrinos o
tetradecasílabos.

Comprender e interpretar

Estados de ánimo

A veces me siento
como un águila en el aire.
(Pablo Milanés)

Unas veces me siento


como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento


como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,

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te mires al mirarte.

Mario Benedetti

1. Marcá métrica y rima.


2. ¿Por qué pensás que el amor no correspondido, los sentimientos de incomprensión,
dolor y soledad, o el deseo de inmortalidad son temas reiterados en la poesía?
3. Pensá en elementos que representen poéticamente estados de ánimo. Por ejemplo, el
mar, cuando está agitado, puede representar un corazón que también está agitado,
inquieto, sin paz.
 Lluvia:
 Árbol sin hojas:
 Día nublado:
 Agua transparente:
 Sol brillante:
 Fuego:
 Trueno:
 Piedras:
 Granizo:

El lenguaje poético

En los textos donde predomina la función poética del lenguaje, la intención del
emisor es provocar una experiencia estética en su receptor. Para eso, recurre a un
lenguaje más elaborado que el habitual, sugerente y rico en asociaciones provocativas.
Esta calidad artística de la expresión se logra por medio de los recursos literarios, los
sonoros y los gráficos.

Recursos literarios: figuras del discurso

El lenguaje poético se caracteriza por ser figurado, es decir, por poseer


significaciones sugeridas e indirectas y porque sus expresiones no deben ser tomadas
literalmente. Las figuras del lenguaje, también llamadas recursos literarios, permiten
que el mensaje adquiera rasgos estéticos. Entre las más comunes podemos mencionar:

 Imágenes sensoriales: Expresiones que nos permiten construir


representaciones mentales, establecidas a partir de lo percibido por los
distintos sentidos. De allí proviene su clasificación:

o Imagen visual estática: Estaba la mar en calma / la luna estaba crecida


o Imagen visual de movimiento: el jinete se acercaba / tocando el tambor
del llano...

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o Imagen visual cromática: el papagayo verde y amarillo / el papagayo


verde y azafrán...
o Imagen visual acromática: Brilla una estrellita en la noche del espacio.
o Imagen olfativa: Me gustan las fogatas; me gusta su fragancia / que en
otoño llenaba los parques de mi infancia:
o Imagen auditiva: Dentro de la fragua lloran, /dando gritos, los gitanos.
o Imagen táctil: Hincan sus uñas sin filo / en los bordados asientos...
o Imagen gustativa: Cáscaras de avellana, con una dulce semilla...

 Sinestesia: Aplicación de una sensación propia de un sentido a otro (Me dirigió


una mirada sonora y agria...)

 Personificación: Consiste en atribuirle cualidades o acciones humanas a un


elemento que no lo es, mediante la adjetivación (El viento melancólico golpeaba
los cristales), o través de los verbos (El viento susurraba historias de amor)

 La comparación: Consiste en relacionar dos elementos, uno real y uno evocado,


a partir de alguna cualidad o elemento en común, como la forma, el color, el
tamaño, etc. Esta relación se establece a través de un nexo comparativo (Sus
ojos oscuros cual dos escarabajos de cristal negro).

 La metáfora: Equivale a definir una cosa, evocando a otra, con la que tiene
alguna relación de similitud. La metáfora se diferencia de la comparación en que
el elemento real y el elemento evocado se dan por equivalentes, por lo que no se
usa nexo comparativo. Es metáfora impura cuando están presentes los dos
elementos (Tus ojos son dos luceros). Es metáfora pura cuando aparece sólo el
elemento evocado. (Los luceros de tu rostro me enamoran.)

 La antítesis: Presupone una contraposición de palabras o expresiones de


significado opuesto. (Prefiero tu dulce compañía antes que mi amarga soledad).

 La enumeración: Sucesión de elementos que pertenecen, generalmente, a la


misma clase gramatical, y que cumplen la misma función sintáctica (Lo definió
sincero, noble, altivo...)

 Hipérbaton: Alteración del orden normal de la frase. (De la ausencia teñiste tus
poemas)

 Aliteración: Repetición de uno o varios sonidos similares en el mismo verso o


estrofa: (En el silencio sólo se escuchaba / el susurro de las abejas que sonaban)

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Actividades de análisis literario

Unicornio

Mi unicornio azul ayer se me perdió


pastando lo dejé y desapareció
cualquier información bien lo voy a pagar
las flores que dejó, no me han querido hablar.

Mi unicornio azul ayer se me perdió


no sé si se me fue, no sé si se extravió
y yo no tengo más que un unicornio azul
si alguien sabe de él, le ruego información
cien mil o un millón yo pagaré
mi unicornio azul se me ha perdido ayer
se fue...

mi unicornio y yo hicimos amistad


un poco con amor, un poco con verdad
con su cuerno de añil pescaba una canción
saberla compartir era su vocación.

Mi unicornio azul ayer se me perdió


y puede parecer acaso una obsesión
pero no tengo más que un unicornio azul
y aunque tuviera dos yo sólo quiero aquel
cualquier información la pagaré
mi unicornio azul se me ha perdido ayer
se fue...

Silvio Rodríguez (canción)

Añil: pasta de color azul oscuro que se obtiene del arbusto llamado añil.

1. Claramente la pérdida del unicornio en esta canción de Silvio Rodríguez es un elemento


metafórico. ¿Qué pensás que puede significar?
2. Transcribí las palabras que, en esta poesía, forman la cadena léxica de:
a. Amistad
b. Pérdida
c. Creación poética
3. ¿Qué recursos reconocés? Marcalos y clasificalos.

El yo lírico
En las canciones y en los poemas se manifiesta el sentir de un yo lírico a través
de un lenguaje que prioriza el mensaje en sí (cómo se dice) antes que la vida íntima del
autor, aunque él tome referencias, temas, situaciones de ella, para hacer la poesía o la
canción.

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Esto sucede porque la voz que se expresa en el poema es la de un ser creado por
el autor, que también podría ser la voz de cualquier lector que se sienta identificado
con algo de lo expresado en el poema.

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,


contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,


y las orlas de reseda
y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.

...Ella dio al desmemoriado


una almohadilla de olor:
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas


obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.

...Ella, por volverlo a ver,


salió a verlo al mirador:
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.

Como de bronce candente


al beso de despedida
era su frente, ¡la frente
que más he amado en mi vida!

...Se entró de tarde en el río,


la sacó muerta el doctor:
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,


la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador:
¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!

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José Martí
1. Marcá la métrica.
2. Marcá la rima.
3. Transcribí los versos que manifiestan la presencia del yo poético. ¿Qué sentimientos
manifiesta ese yo lírico?
4. ¿Cuál es la causa de la muerte de la niña?
5. ¿Qué diferencias hay entre las estrofas que se inician con puntos suspensivos y las que no
comienza así? ¿Qué se cuenta en unas y qué en otras?
6. Caracterizá a la niña. Justificá con citas textuales.
7. Marcá todos los recursos poéticos.
8. Este poema nos cuenta una historia de amor. Reescribilo como si fuera un cuento. Agregá
todo lo que consideres necesario.

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Romance del Enamorado y la Muerte

Un sueño soñaba anoche,


soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca,
muy más que nieve fría.
-¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
-No soy el Amor, amante:
la Muerte que Dios te envía.
-¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
-Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy deprisa se calzaba,
más deprisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
-¡Ábreme la puerta blanca,
ábreme la puerta niña!.
-¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es debida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
-Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
-Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda

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Eje de la Literatura

para que subas arriba,


y si el cordón no alcanzara,
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
-Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.

1. Contá con tus palabras la historia que se narra en este poema.


2. ¿Qué sentimientos se expresan? Justificá tu respuesta.
3. ¿Es feliz o trágico el final? ¿Por qué?
4. ¿Quiénes son los personajes principales de este romance? ¿Cómo son?
5. ¿Cuál podría ser la enseñanza que surge a partir de esta historia?
6. ¿Cómo sintetizarías, en una sola oración el tema de este poema?
7. Determiná métrica y rima.

El romance
El romance es una clase de composición que surge, aproximadamente, en el siglo
XV, hacia el año 1400. Tiene una gran variedad temática, según el gusto popular del
momento y de cada lugar. Esos temas abarcan desde guerras entre valientes caballeros
hasta apasionantes historias de amor. Tampoco dejan de desfilar impensadas
traiciones, injusticias y crueles asesinatos. Asimismo, otros se destacan, no por la
historia que narran, sino por su gran lirismo y por lo refinado de los sentimientos que
expresan.
En cuanto a su aspecto formal, el romance es una serie indefinida de versos,
normalmente sin división estrófica, de versos octosílabos con rima asonante en los
versos pares.

Para escribir:
1. En este romance faltan algunos versos. Completalos, siguiendo el hilo de la historia, y
recordá que todos los romances tienen versos de ocho sílabas, y la rima es asonante
entre los versos pares.

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Romance de Rosalinda

A las puertas del palacio


de una señora de bien,
llega un lindo caballero
corriendo a todo correr.
Como el oro es su cabello,
______________________;
sus ojos, como dos soles
______________________.
- Que Dios os guarde, señora.
- Caballero, a vos también.
- Ofrecedme un vaso de agua,
_______________________.
- Tan fresca como la nieve,
caballero, os la daré.
que la juntaron mis hijas
______________________.
- ¿Son hermosas vuestras hijas?
- Como un sol de Dios las tres.
- Decidme, ¿cómo se llaman?,
si en ello gusto tenéis.
- La mayor se llama Elena,
y la segunda Isabel,
y la más pequeña de ellas
Rosalinda la nombré.
- Decid a todas que salgan,
que las quiero conocer.
- La mayor y la mediana
al punto aquí las tendréis.
Rosalinda, caballero,
______________________;
por vergüenza y cobardía
no quiere dejarse ver.
- Lindas son las dos que veo,
______________________,
pero más linda será
la que no se deja ver.
A las puertas del palacio
de la señora de bien,
llegan siete caballeros,
siete semanas después.
- Preguntadme, caballeros,
_______________________.
- Tres hijas como tres rosas
nos han dicho que tenéis,
la más pequeña de todas
_______________________,
que en los palacios reales
_______________________.

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Género narrativo

Llamamos narración al relato e uno o varios hechos que ocurren en un tiempo y


en un lugar determinados, y que le suceden a uno o más personajes.

El personaje que realiza las acciones más importantes de la historia se llama


protagonista; al que se opone sistemáticamente al protagonista se llama antagonista,
y al que lo ayuda sistemáticamente se llama deuteragonista. Además, hay personajes
secundarios, que intervienen en las acciones y personajes evocados, que son aquellos
que se nombran, pero no intervienen directamente.

La secuencia narrativa

Todas las narraciones tienen una estructura básica que comprende tres grandes
partes: una situación inicial, una complicación y una resolución. En la situación inicial
se presenta el marco de las acciones, a través de tres elementos: personajes, espacio
y tiempo. En la complicación se presenta un cambio respecto de la situación inicial, que
dificulta que el protagonista pueda lograr sus propósitos. El conflicto se resuelve en el
desenlace, a favor o en contra del protagonista. Algunas narraciones tienen final
abierto.

Las acciones de los personajes aparecen unidas por relaciones de tiempo: una
acción sucede antes, al mismo tiempo o después de otra. Decimos que esta es una
sucesión cronológica de los hechos.

Las palabras que se usan para expresar las relaciones de tiempo se llaman
conectores temporales y pueden ser de tres tipos:
 De anterioridad: antes que, al principio, primero...
 De simultaneidad: mientras tanto, al mismo tiempo...
 De posterioridad: después que, posteriormente, más tarde...

Por otro lado, las acciones también guardan entre ellas una relación de causa y
efecto: una acción se origina en una causa y determina una consecuencia. Decimos que
esta es una sucesión lógica de los hechos.

Para expresar estas relaciones se usan conectores:


 De causa: porque, como, ya que...
 De consecuencia: por lo tanto, entonces, por eso...

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Narrador:

Para que una historia sea contada, es necesario que exista alguien que la narre. A
esa voz de ficción, que no existe fuera de la historia, y que es creada por el autor, es
decir, por el escritor, se la llama narrador. El narrador se manifiesta de distintas
formas, por ejemplo, con comentarios que hace sobre los personajes y su manera de
actuar, y sobre opiniones que va dando acerca de los sucesos narrados. Veamos cómo
puede clasificarse el narrador de una historia:
 Según la persona gramatical:
 En primera persona: “Yo lo había conocido cuando apenas teníamos
tres años...”
 En tercera persona: “Ulises apuraba a sus amigos para que
embarcaran...”

 Según su grado de conocimiento acerca de los hechos narrados:

Primera persona Tercera persona


Protagonista: Testigo:
El narrador es también el personaje El narrador cuenta hechos de los que no
protagonista de la historia. participó, pero parece haber presenciado u
“Durante dos años que residí en aquel país oído. Puede contar lo que se ve o se escucha.
mantuve largas conversaciones con mi amo. Sabe menos que los personajes.
Aprendí muchas cosas de estos bondadosos Don Pablo extiende el periódico sobre la
seres.” (Los viajes de Gulliver, Jonathan mesa y lee los titulares. Por encima de su
Swift) hombro, Pepe procura enterarse. La señorita
Elvira hace una seña al chico. (La colmena,
Camilo José Cela)
Testigo: Omnisciente:
El narrador participa de los hechos narrados, El narrador no participa de la acción ni la
pero no es el personaje principal de la presencia, pero sabe más que los personajes:
historia. conoce lo que dicen, lo que piensan, lo que
La rápida ojeada de Sherlock Holmes captó sienten, sus motivaciones. También lo que
mi curiosidad y, al observar mis inquisitivas ocurrió en el pasado o lo que les sucederá en
miradas, mi amigo meneó la cabeza con una el futuro a los personajes.
sonrisa. (La liga de los pelirrojos, Arthur Ana ya estaba enferma cuando la sobrecogió
Connan Doyle) la catástrofe. Su enfermedad era
melancólica: sentía tristezas que no se
explicaba. La pérdida de su padre la asustó
más que la afligió al principio. No lloraba;
pasaba el día temblando de frío en una
somnolencia poblada de pensamientos
disparatados”. (La Regenta, Leopoldo Alas
Clarín)

2° Año Página 19
Eje de la Literatura

El retrato oval
Edgar Allan Poe

El castillo en el cual mi criado penetró a la fuerza para no permitirme pasar la noche al aire libre
estando yo gravemente herido, era uno de esos, mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto
tiempo levantaron sus soberbios muros en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la
imaginación de la señora Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido recientemente abandonado,
aunque temporariamente. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos
suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era ri co,
pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con
numerosos trofeos heráldicos de toda clase. También había un número verdaderamente prodigioso de
pinturas modernas, ricas de estilo, colocadas en marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron
profundo interés, quizá debido a mi incipiente delirio, aquellos cuadros colgados no solamente en las
paredes principales, sino también en muchos rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía
inevitables. Le pedí a Pedro que cerrara los pesados postigos del salón, pues ya era de noche, que
encendiera un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y que abriera
completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho. De se aba
que se hiciese esto para poder entregarme si no al sueño por lo menos alternativamente a la contemplaci ón
de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen, que había encontrado sobre la almohada, y que
contenía la crítica y la descripción de ellas.

Leí largo tiempo y contemplé las pinturas religiosas devotamente. Las horas huyeron, rápidas y
silenciosas, y llegó la medianoche. La posición del candelabro me molestaba, por eso e xte ndí l a mano con
dificultad, para no turbar el sueño de mi criado, y lo coloqué de modo que arrojase la luz de l l e no sobre e l
libro.

Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas ve l as
dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había cubierto hasta entonces con una
sombra profunda. Vi, envuelto en viva luz, un cuadro que no había visto antes. Era el retrato de una joven ya
próxima a ser mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué hice esto? No me lo pude explicar
al principio. Pero, mientras que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los
hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi
vista no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más se re na.
Al cabo de algunos momentos, volví a contemplar fijamente el cuadro.

No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido, porque el primer rayo de luz sobre e l l i e nzo,
había desvanecido el estupor delirante que había poseído mis sentidos, y me había regresado
repentinamente a la realidad de la vida.

El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. Se trataba sencillamente de un retrato de


medio cuerpo, y estaba hecho en lo que se llama, técnicamente, estilo viñeta. Había en él mucho de la
manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos,
se fundían en una sombra vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval,
magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco. Tal ve z no fuese ni la ejecución de la obra, ni la
inmortal belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina y profundamente. No podía cre e r que
mi imaginación, al salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva. Pero los de tal l e s
del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado
en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable
expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y
respeto, volví a colocar el candelabro a su primera posición. Habiendo así apartado de mi vista la causa de mi

2° Año Página 20
Eje de la Literatura

profunda agitación, me apoderé ansiosamente del libro que contenía la historia y descripción de los cuadros.
Busqué inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y singular
historia siguiente:

"Era una joven de extraordinaria belleza, tan amable como llena de alegría. Pero maldita fue l a hora
en que vio, amó y se casó con el pintor. Él tenía un carácter apasionado, era estudioso y austero, y ya se
había casado con su arte; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un ce rvati l l o,
todo lo amaba, nada odiaba salvo el arte, que era su rival. No temía más que a la paleta, los pinceles y demás
instrumentos inoportunos que le arrebataban el amor de su adorado. Fue, pues algo terrible para esta dama
oír al pintor expresar su deseo de retratarla. Pero ella era humilde y obediente, y se sentó paci e ntemente,
durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido
lienzo solamente por el cielo raso. El artista ponía su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día
en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que quiso ver
que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su muje r,
que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el
pintor, que tenía gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día
para trasladar al lienzo la imagen de la mujer que tanto amaba, la cual cada día se volvía más débil y
desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza
maravillosa, prueba palpable de la habilidad del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba.
Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre, porque el pintor
había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y rara vez levantaba los ojos de l l i e nzo,
ni aun para mirar el rostro de su esposa.

Y no quiso ver que los colores que esparcía sobre el lienzo se borraban de las mejillas de la que tenía
sentada frente a él. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y muy poco quedaba por hacer sólo
una pincelada sobre los labios y algún retoque en los ojos, el alma de la dama tembló aún, como la l l ama de
una lámpara que está a punto de extinguirse. Y entonces el pintor dio la última pincelada. Durante un
instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había realizado. Pero un minuto después, mientras aún
contemplaba su cuadro, se estremeció, se puso pálido de terror y gritó horrorizado:

-¡En verdad, esta es la vida misma!

Se volvió bruscamente para mirar a su amada: ¡Estaba muerta!".

Radcliff: Ann Radcliff (176 – 1823), novelista inglesa. Sus relatos, antecedentes de la novela gótica, se caracterizan por sus argumentos misterioso s y
sus atmósferas de terror.
Heráldico: relacionado con los escudos de nobleza, sobre todo los de origen familiar.
Arabesco: dibujos de adorno, compuestos por figuras geométricas, follajes y cintas.
Viñeta: dibujo o estampita que se pone de adorno en el principio o el fin de los libros o capítulos.
Sully: Thomas Sully (1783 – 1872), retratista inglés. Retrató a algunos de los presidentes estadounidenses de su época.
Morisco: relativo a los moros, habitantes de África, que invadieron España.
Vehemente: lleno de pasión, ardiente.

Actividades de comprensión y análisis

1. Tachá lo que no corresponda:


 En el cuento se narra una historia / se narran dos historias.
 El hombre entró al castillo porque estaba herido / cansado. Una vez adentro decidió
alojarse en el salón principal del edificio / en una torre apartada. Las paredes del castillo
tenían cuadros y escudos / velas. Sobre la cama / una mesa encontró un libro / un
pergamino que contenía la historia / el nombre de los cuadros.

2° Año Página 21
Eje de la Literatura

2. Hacé dos listas de palabras del cuento: las que se relacionan por su significado con la luz y
las que se relacionan con la oscuridad. (Campo semántico de luz y de oscuridad).
3. Reescribí estas frases, con palabras que utilices habitualmente:
“Las horas huyeron, rápidas y silenciosas...”
“...la arquitectura caprichosa del castillo...”
“Abismado en estas reflexiones...”
“...la luz se filtraba sobre el pálido lienzo”
4. Resaltá en el texto las palabras y expresiones que se refieren al castillo y su decoración.
5. Escribí siete adjetivos que te parecen adecuados para caracterizar al castillo.
6. Subrayá con dos colores distintos las palabras de los últimos párrafos del cuento que se
relacionen, por su significado, con la muerte y la vida.
Lleno de alegría – sombría – pálido lienzo – lúgubremente – luz – secaba la salud – se
consumía – vivo y ardiente placer – noche – día – débil – desanimada – el alma vaciló –
extinguirse – última pincelada – éxtasis – se puso pálido
7. Subrayá con tres colores diferentes los conectores de causa, consecuencia y temporales:
Por eso – primero – entonces – al mismo tiempo – porque – después – en ese momento –
más tarde – así que – pues – por lo que – antes – ya que – como – mientras – tiempo atrás –
entretanto – por lo cual
8. Completá con las acciones del cuento que funcionan como causas o consecuencias:

 El hombre no se podía dormir, así que___________________________________________


__________________________________________________________________________

 La luz de las velas iluminó inesperadamente un rincón de la sala, por eso _______________
__________________________________________________________________________

 Al hombre le llamó la atención el cuadro porque __________________________________


__________________________________________________________________________

 La joven odiaba la pintura ya que_______________________________________________


__________________________________________________________________________

9. Subrayá con rojo las causas y con azul las consecuencias de las siguientes oraciones:
“La posición del candelabro me molestaba, por eso extendí la mano con dificultad, para no
turbar el sueño de mi criado...”
“Le pedí a Pedro que cerrara los pesados postigos del salón, pues ya era de noche.”
“... no se permitió a nadie entrar en la torre, porque el pintor había llegado a enloquecer por
el ardor con que tomaba su trabajo...”
10. Si cambio el conector de causa por uno de consecuencia se altera el orden de la oración.
Mirá el ejemplo. En cada oración subrayá con rojo la causa y con azul la consecuencia.
Ella sonreía más y más, porque veía que el pintor experimentaba un vivo placer en su tarea.
conector de causa

Veía que el pintor experimentaba un vivo placer en su tarea por lo tanto ella sonreía más y más.
conector de consecuencia

11. Reescribí las oraciones del punto 9 cambiando los conectores de causa por los de
consecuencia y viceversa. Hacé los cambios necesarios en las oraciones.

2° Año Página 22
Eje de la Literatura

12. ¿Qué tipo de narrador tiene la historia del hombre herido? ¿Y en la del pintor y la joven?
Justificá transcribiendo citas textuales.
13. Completá el siguiente cuadro con la información del cuento.

Marco Tipo de narrador Conflicto


Historia del
hombre herido

Historia del
pintor y la joven

14. Identificá en el cuento fragmentos en los que el narrador:


a. Menciona las características de un ambiento u objeto.
b. Caracteriza a un personaje.
c. Narra acciones.
d. Realiza un comentario.
15. Reescribí el siguiente fragmento en tercera persona. Realizá todos los cambios necesarios.
Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por
subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví a colocar el candelabro a su primera posición. Habiendo así
apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé ansiosamente del libro que contenía la
historia y descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el
retrato oval, y leí la extraña y singular historia...



Pobres gentes
León Tolstoi

En una choza, Juana, la mujer del pescador, se halla sentada junto a la ventana, remendando una
vela vieja. Afuera aúlla el viento y las olas rugen, rompiéndose en la costa... La noche es fría y oscura, y el
mar está tempestuoso; pero en la choza de los pescadores el ambiente es templado y acogedor. El sue l o de
tierra apisonada está cuidadosamente barrido; la estufa sigue encendida todavía; y l os cacharros relucen, e n
el estante. En la cama, tras de una cortina blanca, duermen cinco niños, arrullados por el bramido del mar
agitado. El marido de Juana ha salido por la mañana, en su barca; y no ha vuelto todavía. La mujer oye el
rugido de las olas y el aullar del viento, y tiene miedo.

Con un ronco sonido, el viejo reloj de madera ha dado las diez, las once... Juana se sume en
reflexiones. Su marido no se preocupa de sí mismo, sale a pescar con frío y tempestad. Ella trabaja de sde l a
mañana a la noche. ¿Y cuál es el resultado? Apenas les llega para comer... Los niños no tienen qué pone rse
en los pies: tanto en invierno como en verano, corren descalzos; no les alcanza para comer pan de trigo; y
aún tienen que dar gracias a Dios de que no les falte el de centeno. La base de su alimentación es el pescado.
"Gracias a Dios, los niños están sanos. No puedo quejarme", piensa Juana, y vuelve a prestar atención a la
tempestad. "¿Dónde estará ahora? ¡Dios mío! Protégelo y ten piedad de él", dice, persignándose.

2° Año Página 23
Eje de la Literatura

Aún es temprano para acostarse. Juana se pone en pie; se echa un grueso pañuelo por la cab eza,
enciende una linterna y sale. Quiere ver si ha amainado el mar, si se despeja el cielo, si hay luz en el faro y si
aparece la barca de su marido. Pero no se ve nada. El viento le arranca el pañuelo y lanza un objeto contra l a
puerta de la choza de al lado; Juana recuerda que la víspera había querido visitar a la vecina enferma. "No
tiene quien la cuide", piensa, mientras llama a la puerta. Escucha... Nadie contesta.

"A lo mejor le ha pasado algo", piensa Juana; y empuja la puerta, que se abre de par e n par. Juana
entra.

En la choza reinan el frío y la humedad. Juana alza la linterna para ver dónde está la enferma. Lo
primero que aparece ante su vista es la cama, que está frente a la puerta. La vecina yace boca arriba, con l a
inmovilidad de los muertos. Juana acerca la linterna. Sí, es ella. Tiene la cabeza echada hacia atrás; su rostro
lívido muestra la inmovilidad de la muerte. Su pálida mano, sin vida, como si la hubiese extendido para
buscar algo, se ha resbalado del colchón de paja, y cuelga en el vacío. Un poco más lejos, al lado de la
difunta, dos niños, de caritas regordetas y rubios cabellos rizados, duermen en una camita acurrucados y
cubiertos con un vestido viejo.

Se ve que la madre, al morir, les ha envuelto las piernecitas en su mantón y les ha echado por
encima su vestido. La respiración de los niños es tranquila, uniforme; duermen con un sueño dulce y
profundo.

Juana toma la cuna con los niños; y, cubriéndolos con su mantón, se los lleva a su casa. El corazón l e
late con violencia; ni ella misma sabe por qué hace esto; lo único que le consta es que no puede proceder de
otra manera.

Una vez en su choza, instala a los niños dormidos en la cama, junto a los suyos; y echa la cortina. Está
pálida e inquieta. Es como si le remordiera la conciencia. "¿Qué me dirá? Como si le dieran pocos de sve los
nuestros cinco niños... ¿Es él? No, no... ¿Para qué los habré traído? Se enojará... Ahí viene... ¡No! Menos
mal..."

La puerta chirría, como si alguien entrase. Juana se estremece y se pone en pie.

“No. No es nadie. ¡Señor! ¿Por qué habré hecho eso? ¿Cómo lo voy a mirar a la cara ahora?" Y Juana
permanece largo rato sentada junto a la cama, sumida en reflexiones.

La lluvia ha cesado; el cielo se ha despejado; pero el viento sigue azotando y el mar ru ge , l o mi smo
que antes.

De pronto, la puerta se abre de par en par. Irrumpe en la choza una ráfaga de frío aire marino; y un
hombre, alto y moreno, entra, arrastrando tras de sí unas redes rotas, empapadas de agua.

-¡Ya estoy aquí, Juana! -exclama.

-¡Ah! ¿Eres tú? -replica la mujer; y se interrumpe, sin atreverse a levantar la vista.

-¡Vaya nochecita!

-Es verdad. ¡Qué tiempo tan espantoso! ¿Qué tal se te ha dado la pesca?

2° Año Página 24
Eje de la Literatura

-Es horrible, no he pescado nada. Lo único que he sacado en limpio ha sido destrozar las redes. Esto
es horrible, horrible... No puedes imaginarte el tiempo que ha hecho. No recuerdo una noche igual en toda
mi vida. No hablemos de pescar; doy gracias a Dios por haber podido volver a casa. Y tú, ¿qué has hecho sin
mí?

Después de decir esto, el pescador arrastra las redes tras de sí por la habitación; y se sienta junto a la
estufa.

-¿Yo? -exclama Juana, palideciendo-. Pues nada de particular. Ha hecho un viento tan fuerte que me
daba miedo. Estaba preocupada por ti.

-Sí, sí -masculla el hombre-. Hace un tiempo de mil demonios, pero... ¿qué podemos hacer?

Ambos guardan silencio.

-¿Sabes que nuestra vecina Simona ha muerto?

-¿Qué me dices?

-No sé cuándo; me figuro que ayer. Su muerte ha debido ser triste. Seguramente se le desgarraba el
corazón al ver a sus hijos. Tiene dos niños muy pequeños... Uno ni siquiera sabe hablar y el otro empieza a
andar a gatas...

Juana calla. El pescador frunce el ceño; su rostro adquiere una expresión seria y preocupada.

-¡Vaya situación! -exclama, rascándose la nuca-. Pero, ¡qué le hemos de hacer! No tenemos más
remedio que traerlos aquí. Porque si no, ¿qué van a hacer solos con la difunta? Ya saldremos ade lante como
sea. Anda, corre a traerlos.

Juana no se mueve.

-¿Qué te pasa? ¿No quieres? ¿Qué te pasa, Juana?

-Están aquí ya -replica la mujer descorriendo la cortina.

Acogedor: agradable cómodo.


Bramido: grito furioso del hombre cuando está furioso. También es la voz de algunos animales salvajes.
Amainado: aplacado sin fuerza.
Víspera: día que antecede a otro esperado.
Azotando: golpeando.
Mascullar: hablar entre dientes.

Actividades de comprensión y análisis

1. Completá los espacios en blanco con la información del cuento:

Juana, la mujer del ______________, vivía en una ________________ cerca del _____________. Ella
tenía ___________ hijos. Su marido había salido ____________________. Era una noche de
_____________ y no se podía dormir, por eso decidió _________________. Cuando entró a la casa
encontró _______________ y a sus ________________ cubiertos con una _________________. La
mujer decidió que _____________________ pero temía que su marido se enojara porque
______________________.

2° Año Página 25
Eje de la Literatura

2. Busquen en el cuento expresiones referidas a actitudes de seres inanimados que el narrador emplea
para caracterizar el lugar de la tormenta. Por ejemplo, aúlla el viento y las olas rugen.
3. Reescribí esas frases con otras palabras. Por ejemplo, El viento soplaba muy fuerte.
4. Ubicá la palabra lívido en el texto. Buscá y copiá el significado que corresponde al texto. Buscá e n e l
texto un sinónimo de esa palabra.

 

Los cuentos realistas y fantásticos

Todos los cuentos son creaciones imaginarias, o lo que también llamamos ficción
literaria. Sin embargo, algunos se clasifican como realistas, porque la forma en que
están narrados los hechos crea en el lector la “ilusión” de que todo lo que está leyendo
podría formar parte de la realidad, aunque sea en otro lugar, o en otro tiempo.

Por otro lado, los cuentos fantásticos presentan hechos sobrenaturales que
irrumpen en un mundo aparentemente normal y crean la incertidumbre en el lector,
hacen que el lector se pregunte si es realmente posible que “eso” que se narra, y que
escapa a lo que es “natural”, o “normal”, pueda llegar a ocurrir, lo cual significaría que
las cosas no son exactamente como las conocemos...

Para pensar:

1. ¿Por qué Juana está preocupada por su marido?


2. ¿En qué condiciones debe trabajar el pescador?
3. Marcá en el cuento “Pobres gentes” el conflicto central y la resolución.
4. Volvé al cuento “El retrato oval”. ¿Cuál de estas opciones te parece más adecuada para explicar lo
que ocurre?

 La joven murió de una enfermedad porque el pintor no la atendió a tiempo.


 La joven se murió de tristeza provocada por la indiferencia de su marido.
 El retrato absorbió el alma de la joven y, por eso, el cuadro tiene tanta “vida”.
 El cuento permite todas las interpretaciones anteriores porque intenta generar la duda en el lector.

5. ¿Por qué el cuento se titula “Pobres gentes”? ¿Y por qué pensás que la palabra gente se usa en
plural?
6. Marcá las opciones correctas. Justificalas con fragmentos tomados del cuento.

 ...no consultó con él su decisión.


 ...sabe que les será difícil mantener tantos niños.
 ...su esposo llegará cansado y malhumorado.
 ...esos hijos nos son suyos, y no deberían compartir el mismo techo.

2° Año Página 26
Eje de la Literatura

El punto de vista del narrador


El narrador cuenta la historia desde el punto de vista de un personaje, como si
mirara a través de sus ojos o sintiera lo mismo que él. Ocurre tanto con el narrador en
primera como en tercera persona. Si el punto de vista es desde el mismo personaje a lo
largo de toda la historia, se dice que es fijo. A veces puede cambiar, y se llama
variable.

1. Marcá en el texto los fragmentos en los que el narrador cuenta lo que piensa Juana.
2. Buscá y copiá los diminutivos que emplea el narrador de este cuento.
3. ¿Por qué pensás que usa diminutivos?
 Para indicar su tamaño pequeño.
 Porque le dan al narrador un tono afectuoso.
 Para darle ternura a la escena.
 Porque lo acercan al punto de vista de Juana.



El argumento

El argumento de una narración o película es el resumen de esa narración. Resumir


es transformar un texto para producir otro, más breve, que concentra la información
más importante del primero.
Cuando se realiza un resumen, es necesario tener en cuenta la organización del
texto que se va a resumir, es decir, observar si es predominante narrativo, descriptivo
o de opinión.

La salvación

Esta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los
jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la al ame da de l os
filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras
abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez de l triunfo, el artista advirtió en el
hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. "¿Cómo un ser tan ínfi mo"
-sin duda estaba pensando el tirano- "es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?" Entonce s un
pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. "Por
humildes que sean" -dijo indicando al pájaro- "hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros".
Adolfo Bioy Casares
Náyade: cualquiera de las ninfas que, según la mitología clásica, residían en los ríos y en las fuentes.

1. Generalmente, el título expresa el contenido global de un texto, lo que ayuda a determinar cuál es la
información principal que no deberá faltar en el resumen argumental. Explicá el significado del título
de este cuento.
2. ¿A qué información hacen referencia las partes subrayadas del texto? ¿Es información principal o
secundaria?

2° Año Página 27
Eje de la Literatura

3. ¿Las partes no subrayadas qué información brindan? ¿Son descripciones, comentarios del narrador,
palabras de los personajes, etc.?

Pasos para realizar el resumen de un texto narrativo:

 Leé el texto completo más de una vez.


 Prestá atención al título, ya que suele expresar el sentido global del texto.
 Subrayá las acciones principales.
 Encerrá entre paréntesis la información accesoria (por ejemplo, descripciones), y
los diálogos o palabras textuales de los personajes.
 Redactá un borrador a partir de lo subrayado.
 Uní las oraciones empleando conectores temporales y lógicos.
 Revisá la sintaxis, la puntuación y la ortografía y escribí la versión final.

1. Completá los espacios en blanco para producir el argumento de “Pobres gentes”


Juana, la mujer del pescador; ______________________________________________________.
En la cama, duermen _______________________; su marido _____________________________.
Ellos son ______________________ y a pesar de que ___________________________________,
apenas ________________________________.
Mientras espera la llegada de su esposo, ______________________________________________.
Al entrar a la habitación ___________________________________________________________
__________________________________. Entonces, Juana ________________________________
_______________________________________________. Pero presiente que _______________
_____________________________________ porque __________________________________.
Al rato, el hombre _______________________________________________________________
_________________________________________.

2. Realizá el resumen del cuento “La salvación”.


3. Con tu compañero de banco, escribí el argumento de “El retrato oval”.



El rey de la cumbre

Inició el ascenso, la mirada clavada en la cima. Había estudiado las rutas posibles: la normal, que no
ofrecía nuevos desafíos; y la que por fin tomó – la lateral -, debido a que su ladera de hierros y maderas
cruzadas era la más exigente. Poco a poco, las cumbres cercanas se empequeñecían, empujadas por él haci a
abajo. El panorama se desplegó: un amanecer en abanico. Desde allí controlaba todo lo que su vista podía
abarcar. En ese instante dejó de ser niño, dejó de ser hombre: contemplaba la libertad desde sus ojos.
Estaba en la cima, había encontrado el lugar elegido. Se preguntó – y supo que la incógnita se repetiría
muchas veces en su historia -: “¿Siempre es mejor estar más arriba?”
Y llegó el momento del descenso, de volver al plano acostumbrado, a los pasos seguros, al paisaje conoci do.
Sólo debía decidir cómo provocar a la ladera en el declive final. Optó por acostarse y sentir al ras esa brisa
constante en la cara.
Y su inspiración perduró hasta que aterrizó de panza en el arenero.
Se levantó, se sacudió. Como un exitoso escalador se despidió de esa montaña. No veía en ella hierros y
madera. Sí rocas, sí nieve, el vértigo de las alturas.

2° Año Página 28
Eje de la Literatura

Mientras se alejaba, sonreía con orgullo. Invitaba al resto de los juegos a que lo reverenciaran como a qui e n
era: el Rey de la Cumbre de la Plaza.
Fabián Zaionz
1. Escribí el resumen de “El rey de la cumbre”.


El monte de las ánimas

La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas; su tañido monótono y e te rno
me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.

Intenté dormir de nuevo; ¡imposible! Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al
que no sirve tirarle de la rienda. Por pasar el rato me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.

Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo
cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche.

Sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas.

-Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la
ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.

-¡Tan pronto!

-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de
sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de
los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

-No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has ve ni do a é l
desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré
esa historia.

Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos; los condes de Borges y de Alcudiel montaron e n sus
magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían la comitiva a
bastante distancia.

Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:

-Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves all í, a l a marge n
del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo
venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notabl e agravi o a
sus nobles de Castilla; que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron.

Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por al gunos años, y
estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde
reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres; los segundos

2° Año Página 29
Eje de la Literatura

determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con
espuelas, como llamaban a sus enemigos.

Cundió la voz del reto, y nada fue parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño
de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras; antes la te ndrían
presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería, fue una
batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres, los lobos a quienes se quiso exterminar tuvieron
un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas
desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte y e n cuyo atri o
se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse.

Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y
que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantásti ca
por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las cu lebras dan
horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pi es de l os
esqueletos. Por eso en Soria le llamamos el Monte de las Ánimas, y por eso he querido salir de él ante s que
cierre la noche.

La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo de l pue nte que da
paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporárseles l os
dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.

II

Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de
Alcudiel despedía un vivo resplandor iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de l a
lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.

Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso: Beatriz seguía con los ojos,
absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hogue ra chi spe ar
en las azules pupilas de Beatriz.

Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los
aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a l o l e jos con
un tañido monótono y triste.

-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso rompiendo el largo silencio en que se encontraban-; pronto vamos a
separarnos tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus
hábitos sencillos y patriarcales sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de
tu lejano señorío.

Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa
contracción de sus delgados labios.

-Tal vez por la pompa de la corte francesa; donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un
modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevase s una me moria
mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a
buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría

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Eje de la Literatura

sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo re gal ó a l a
que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?

-No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad.
Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo... que aún puede ir a Roma
sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven, que después de
serenarse dijo con tristeza:

-Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día de ceremonias y
presentes. ¿Quieres aceptar el mío?

Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.

Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y se volvió a oír la cascada voz de las viejas que habl aban
de brujas y de trasgos y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste monótono
doblar de las campanas.

Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a anudarse de este modo:

-Y antes de que concluya el día de Todos los Santos, en que, así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, si n
atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él clavando una mirada en la de su prima, que
brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico.

-¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre l os
pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro... Después, con una infantil expresión de
sentimiento, añadió:

-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste
que era la divisa de tu alma?

-Sí.

-Pues... ¡se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.

-¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó Alonso incorporándose de su asiento y con una indescriptible
expresión de temor y esperanza.

-No sé.... en el monte acaso.

-¡En el Monte de las Ánimas -murmuró palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-; en el Monte de las
Ánimas!

Luego prosiguió con voz entrecortada y sorda:

-Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces; en la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los
cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendentes, he l l evado
a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor, hereditario en mi raza. La
alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco s us guari das y

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Eje de la Literatura

sus costumbres; y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadi e di rá
que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso
como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche... esta noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las
campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a
levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡las ánimas!, cuya sol a vi sta
puede helar de horror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarle en e l torbe l li no
de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.

Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que cuando hubo
concluido exclamó con un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la
leña, arrojando chispas de mil colores:

-¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura,
noche de difuntos, y cuajado el camino de lobos!

Al decir esta última frase, la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender
toda su amarga ironía, movido como por un resorte se puso de pie, se pasó la mano por la frente, como para
arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigi éndose a l a
hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar entreteniéndose en revolver el fuego:

-Adiós Beatriz, adiós... Hasta pronto.

-¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó que re r de te ne rle, e l
joven había desaparecido.

A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante
expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó atento oído a aquel rumor que se debilitaba,
que se perdía, que se desvaneció, por último.

Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del
balcón y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.

III

Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio.
Alonso no volvía, no volvía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho.

- ¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho,
después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la iglesia consagra e n e l día de
difuntos a los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un
sueño inquieto, ligero, nervioso.

Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campan a, lentas,
sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos,
muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.

-Será el viento -dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía
cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un

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Eje de la Literatura

chirrido agudo prolongado y estridente.

Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando
por su orden, éstas con un ruido sordo y grave, aquéllas con un lamento largo y crispador. Después silenci o,
un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmul l o mon ótono de agua
distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vi e ne n,
crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas que casi se sienten,
estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota
no obstante en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil
ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio.

Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas
direcciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, oscuridad, las sombras impenetrables.

-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho -; ¿soy yo
tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conse ja
de aparecidos?

Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto vol vi ó a
incorporarse más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de l a
puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas
pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como made ra o
hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz
lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.

El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y
monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de
Soria, unas cerca, otras distantes, doblan tristemente por las ánimas de los difuntos.

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin de spuntó
la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de
insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del l e cho, y
ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cue rpo, sus ojos
se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto sangrienta y
desgarrada la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.

Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la
mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron
inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos,
entreabierta la boca; blancos los labios, rígidos los miembros, muerta; ¡muerta de horror!

IV

Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos si n pode r
salir del Monte de las Ánimas, y que, al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas
horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de l os nobl e s de Sori a
enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, cabal l e ros
sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmele nada, que

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Eje de la Literatura

con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de
Alonso.
Gustavo Adolfo Bécquer

1. Averiguá la biografía del autor.


2. El texto está organizado en cinco partes. Sintetizá brevemente lo que ocurre en cada una de ellas.
3. ¿Por qué conoce el narrador la historia? ¿Quién se la ha contado?
4. Alonso le explica a Beatriz una historia ambientada en la Edad Media. Esa historia trata sobre una
antigua batalla entre templarios y nobles de Soria ¿Qué desencadenó la enemistad entre ambos y l a
batalla que después tendría lugar?
5. ¿A quién pertenecía el monte de las ánimas?
6. Desde ese antiguo conflicto, ¿qué pasa cada noche de difuntos?
7. Describí las personalidades de Alonso y Beatriz con tres adjetivos, como mínimo para cada uno.
Justificá tu elección con citas textuales o hechos tomados de la historia. Explicá las reacciones de
Beatriz en la parte II. ¿A qué creés que se deben?
8. La noche de Difuntos está prohibido entrar en el monte de las ánimas ¿Por qué Alonso no respeta
esa prohibición?
9. ¿Cómo aparece la banda azul en la habitación de Beatriz?
10. Aunque Bécquer inventa muchas de sus Leyendas, siempre las quiere hacer pasar por autóctonas de
determinados lugares: Sevilla, Toledo, Soria, Castilla, etc ¿Por qué pensás que lo hace?
11. Marcá y clasificá algunos recursos literarios que reconozcas, como metáforas, personificaciones,
imágenes sensoriales.
12. Ahora que ya conocés el desenlace de la historia, interpretá y explicá el sentido de los ruidos que
escuchó Beatriz durante la noche de difuntos.
13. Los difuntos convertidos en fantasmas forman parte de las tradiciones de muchas culturas. Buscá
información al respecto; sobre todo, obras literarias, cuadros y películas en los que los fantasmas
tengan una presencia relevante. Redactá un breve texto acerca de lo que averiguaste, como un
informe.
14. ¿Qué sabes de los Templarios? Buscá información sobre ellos para exponerla en clase. ¿A qué cre e s
que se debe el que todavía hoy susciten el interés popular y se siga escribiendo acerca de ellos?
15. En la leyenda hay una frase descriptiva que, convertida en leitmotiv, o motivo recurre nte , apare ce
hasta cinco veces. Identificala y juzgá cuál puede ser su función en la leyenda.

Actividades para la expresión escrita.

1. ¿Creés en los fantasmas? Escribí un texto que tenga entre 80 y 100 palabras, explicando tus
motivos para creer, o no creer.
2. Narrá, en 3ª persona, la aventura trágica de Alonso en El Monte de las Ánimas cuando va a
buscar el pañuelo de su enamorada.



 Descubrió
 Ellos llegaron
 Dio un salto al vacío
 Se enamoró
 Murió
 Eran honrados
 Se pusieron alegres
 Reconocieron su culpa
 Se casaron

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Eje de la Literatura

 Pidieron ayuda

En el borde del barranco

La mujer apareció de golpe sobre la ruta y le hizo señas para que se detuviera. El hombre frenó en la
banquina unos metros más adelante. Ella se acercó y asomándose hacia adentro por la ventanilla, le dijo:

-¿Puede ayudarme? Mi auto se desbarrancó.

El hombre miró y descubrió un cartel arrancado y la huella profunda de unas ruedas que terminaban en el
vacío.

- Suba – le ofreció.

Pero ella dijo que iría a pie para mostrarle el camino.

El hombre la siguió hasta la curva. La vio parada en el borde del barranco, con el brazo extendido, inmóvil
por unos segundos.

Luego la perdió en la neblina.

Bajó de la camioneta y cerró con llave. En el fondo del monte divisó un automóvil rojo atorado en la male za.
Era un atardecer nublado y el verde de las plantas resplandecía.

- Señora - llamó.

Comenzó a descender lentamente porque la barranca era casi vertical. Resbaló dos veces antes de llegar y se
rompió el pantalón. Pensó en la mujer. Se preguntó cómo se las había arreglado en una pared tan escarpada.

- Señora – llamó otra vez.

Escuchó un llanto de niño que provenía desde el interior del auto. Se aproximó y a través de los vidrios
astillados distinguió en el asiento de atrás un bebé de mese s.

En el sitio del conductor había un cuerpo doblado sobre el volante.

El hombre tanteó las puertas pero estaban trabadas. Con cuidado, terminó de romper el parabrisas. Se
retorció hacia adentro, llegó hasta el niño y lo sacó. Lo apoyó en el pasto, envuelto en su campera.

Luego volvió por el conductor. Era la mujer que lo había detenido en la ruta. Empujó su cuerpo suave me nte
hacia el respaldo. En el peso comprendió que estaba muerta. Una muerta serena, sin muecas de dolor ni de
miedo. Sólo en los suaves labios morados se alargaba un suspiro de cansancio, porque su instinto de hembra
la había forzado a trabajar más allá de las jornadas humanas.

Jorge Accame

1. ¿Cómo clasificarías este cuento? Justificá tu respuesta.


2. Hacé una secuencia con los núcleos narrativos. Recordá enunciar cada uno comenzando con un
sustantivo abstracto.
3. ¿Cuál es el hecho extraordinario de esta historia?
4. ¿Qué explicación racional podrías encontrar para este hecho? ¿Y qué explicación sobrenatural
darías? ¿Cuál de las dos explicaciones elegirías para este cuento?

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Eje de la Literatura



Manos

Montones de veces —y a mi pedido— mi inolvidable tío Tomás me contó esta historia "de miedo" cuando yo
era chica y lo acompañaba a pescar ciertas noches de verano.

Me aseguraba que había sucedido en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. En Pergamino o Junín o
Santa Lucía... No recuerdo con exactitud este dato ni la fecha cuando ocurrió tal acontecimiento y —
lamentablemente— hace años que él ya no está para aclararme las dudas. Lo que sí recuerdo es que —de
entre todos los que el tío solía narrarme mientras sostenía la caña sobre el río y yo me echaba a su lado, cara
a las estrellas— este relato era uno de mis preferidos.

—¡Te pone los pelos de punta y —sin embargo— encantada de escucharlo! ¿Quién entiende a esta sobri na?
—me decía el tío—. Ah, pero después no quiero quejas de tu mamá, ¿eh? Te lo cuento otra vez a cambi o de
tu promesa...

Y entonces yo volvía a prometerle que guardaría el secreto, que mi madre no iba a enterarse de que él había
vuelto a narrármelo, que iba a aguantarme sin llamarla si no podía dormir más tarde cuando —de re gre so a
casa— me fuera a la cama y a la soledad de mi cuarto.

Siempre cumplí con mis promesas. Por eso, esta historia de manos —como tantas otras que sospe cho e ran
inventadas por el tío o recordadas desde su propia infancia— me fue contada una y otra vez.

Y una y otra vez la conté yo misma —años después— a mis propios "sobrinhijos" así como —ahora— me
dispongo a contártela: como si —también— fueras mi sobrina o mi sobrino, mi hija o mi hijo y me pidieras:

—¡Dale, tía; dale, mami, un cuento "de miedo"!

Y bien. Aquí va:

Martina, Camila y Oriana eran amigas amiguísimas.

No sólo concurrían a la misma escuela, sino que —también— se encontraban fuera de los horarios de las
clases. Unas veces, para preparar tareas escolares y otras, simplemente para estar juntas.

De otoño a primavera, las tres solían pasar algunos fines de semana en la casa de campo que la familia de
Martina tenía en las afueras de la ciudad.

¡Cómo se divertían entonces! Tantos juegos al aire libre, paseos en bicicleta, cabalgatas, fogones al
anochecer...
Aquel sábado de pleno invierno —por ejemplo—lo habían disfrutado por completo, y la al e gría de l as tre s
nenas se prolongaba —aún— durante la cena en el comedor de la casa de campo porque la abuela Odilia les
reservaba una sorpresa: antes de ir a dormir les iba a enseñar unos pasos de zapateo americano, al compás
de viejos discos que había traído especialmente para esa ocasión.
Adorable la abuela de Martina. No aparentaba la edad que tenía. Siempre dinámica, coqueta, de buen
humor, conversadora. Había sido una excelente bailarina de "tap". Las chicas lo sabían y por eso le habían
insistido para que bailara con ellas.

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Eje de la Literatura

—¿Por qué no lo dejan para mañana a la tardecita, ¿eh? Ya es hora de ir a descansar. Además, la abue l a no
paró un minuto en todo el día. Debe de estar agotada.

La mamá de Martina trató —en vano— de convencerlas para que se fueran a dormir a las cuatro y no sól o a
las niñas, porque la abuela tampoco estaba dispuesta a concluir aquella jornada sin la anunci ada se si ón de
baile. Así fue como —al rato y mientras los padres, los perros y la gata se ubicaban en la sala de estar a
manera de público— la abuela y las tres nenas se preparaban para la función casera de zapateo americano.

Afuera, el viento parecía querer sumarse con su propia melodía: silbaba con intensidad entre los árboles.
Arriba —bien arriba— el cielo, con las estrellas escondidas tras espesos nubarrones.

La improvisada clase de baile se prolongó cerca de una hora. El tiempo suficiente como para que Martina,
Camila y Oriana aprendieran —entre risas— algunos pasos de "tap" y la abuela se quedara e xhausta y muy
acalorada.

Pronto, todos se retiraron a sus cuartos.

Alrededor de la casa, la noche, tan negra como el sombrero de copa que habían usado para la función. Las
tres nenas ya se habían acostado. Ocupaban el cuarto de huéspedes, como en cada oportunidad que
pasaban en esa casa.

Era un dormitorio amplio, ubicado en el primer piso. Tenía ventanas que se abrían sobre el parque trasero
del edificio y a través de las cuales solía filtrarse el resplandor de la luna (aunque no en noches como
aquella, claro, en la que la oscuridad era un enorme poncho cubriéndolo todo).

En el cuarto había tres camas de una plaza, colocadas en forma paralela, en hilera y separadas por sólidas
mesas de luz.

En la cama de la izquierda, Martina, porque prefería el lugar junto a la puerta. En la cama de la derecha,
Camila, porque le gustaba el sitio al lado de la ventana.

En la cama del medio, Oriana, porque era miedosa y decía que así se sentía protegida por sus amigas.

Las chicas acababan de dormirse cuando las despertó —de repente— la voz del padre. Terminaba de vestirse
—nuevamente y de prisa— a la par que les decía:

—La abuela se descompuso. Nada grave —creemos—, pero vamos a llevarla hasta el hospital del pueblo
para que la revisen, así nos quedamos tranquilos. Enseguida volvemos. Ah, dice mamá que no vayan a
levantarse, que traten de dormir hasta que regresemos. Hasta luego.

¿Dormir? ¿Quién podía dormir después de esa mala noticia? Las chicas no, al menos, preocupadas como se
quedaban por la salud de la querida abuela. Y menos pudieron dormir minutos después de que oyeron el
ruido del auto del padre, saliendo de la casa, ya que a la angustia de la espera se agregó el miedo por los
tremendos ruidos de la tormenta que —finalmente— había decidido desmelenarse sobre la noche.

Truenos y rayos que conmovían el corazón.

Relámpagos, como gigantescas y electrizadas luciérnagas.

El viento, volcándose como pocas veces antes.

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Eje de la Literatura

—¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo! —gritó Oriana, de repente.

Las otras dos también lo tenían, pero permanecían calladas, tragándose la inquietud.

Martina trató de calmar a su amiguita (y de calmarse, por qué negarlo) encendiendo su velador. Camila hi zo
lo mismo.

La cama de Oriana fue —entonces— la más iluminada de las tres ya que —al estar en el medio de las otras—
recibía la luz directa de dos veladores.
—No pasa nada. La tormenta empeora la situación, eso es todo —decía Martina, dándose ánimo ella
también con sus propios argumentos.

—Enseguida van a volver con la abuela. Seguro —opinaba Camila.

Y así —entre las lamentaciones de Oriana y las palabras de consuelo de las amigas más corajudas —
transcurrió alrededor de un cuarto de hora en todos los relojes.

Cuando el de la sala —grande y de péndulo— marcó las doce con sus ahuecados talanes, las jovencitas ya
habían logrado tranquilizarse bastante, a pesar de que la tormenta amenazaba con tornarse inacabable.

Las luces se apagaron de golpe.

—¡No me hagan bromas pesadas! —chilló Oriana—¡Enciendan los veladores otra vez, malditas! —y
asustada, ella misma tanteó sobre las mesitas para encontrar las perillas.

Sólo encontró las manos de sus amigas, haciendo lo propio.

—¡Yo no apagué nada, boba! —protestó Camila.

—¡Se habrá cortado la luz! —supuso Martina.

Y así era nomás. Demasiada electricidad haciendo travesuras en el cielo y nada allí —en la casa— donde
tanto se la necesitaba en esos momentos...

Oriana se echó a llorar, desconsolada.

—¡Tengo miedo! ¡Hay que ir a buscar las velas a la cocina! ¡Hay que bajar a buscar fósforos y velas! ¡O una
linterna!

—"¡Hay que!" "¡Hay que!" ¡Qué viva la señorita! ¿Y quién baja, ¿eh? ¿Quién? —se enojó Camila—. Yo, ¡ni
loca!

—¡Yo tampoco! —agregó Martina—. Esta Oriana se cree que soy la Superniña, pero no. Yo también tengo
miedo, ¡qué tanto! Además, mi mamá nos recomendó que no nos levantáramos, ¿recuerdan?

Oriana lloraba con la cabeza oculta debajo de la almohada.

—Buaaaah... ¿Qué hacemos entonces? ¡Me muero de miedo! Por favor, bajen a buscar velas... Sean
buenitas... Buaaah...

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Eje de la Literatura

Martina sintió pena por su amiga. Si bien eran de la misma edad, Oriana parecía más chiquita y se
comportaba como tal. Se compadeció y actuó —entonces— cual si fuera una hermana mayor.

—Bueno, bueno; no llores más, Ori. Tranquila... Se me ocurrió una idea. Vamos a hacer una cosa para no
tener más miedo, ¿sí?

—¿Q--ué..? —balbuceó Oriana.

—¿Qué cosa? —Camila también se mostró interesada, lógico (aunque seguía sin quejarse, el temor l a hacía
temblar). Martina continuó con su explicación:

—Nos tapamos bien —cada una en su cama— y estiramos los brazos, bien estirados hacia afuera, hasta
darnos las manos.

Enseguida, lo hicieron.

Obviamente, Oriana fue la que se sintió más amparada: al estar en el medio de sus dos amigas y abrir los
brazos en cruz, pudo sentir un apretoncito en ambas manos.

—¡Qué suertuda Ori!, ¿eh? —bromeó Camila.

—Desde tu cama se recibe compañía de los dos lados...

—En cambio, nosotras... —completó Martina— sólo con una mano...


Y así —de manos fuertemente entrelazadas— las tres niñas lograron vencer buena parte de sus miedos.

Al rato, todas dormían.

Afuera, la tormenta empezaba a despedirse.

Gracias a Dios, la abuela ya se siente bien —les contó la madre al amanecer del día siguiente, en cuanto
retornaron a la casa con su marido y su suegra y dispararon al primer piso para ver cómo estaban las
chicas—. Fue sólo un susto. Como —a su regreso— las niñas dormían plácidamente, la abuela mi sma había
sido la encargada de despertarlas para avisarles que todo estaba en orden. ¡Qué alegría!

—Así me gusta. ¡Son muy valientes! Las felicito —y la abuela las besó y les prometió servirles el desayuno en
la cama, para mimarlas un poco, después de la noche de nervios que habían pasado.

—No tan valientes, señora... Al menos, yo no... —susurró Oriana, algo avergonzada por su comportami e nto
de la víspera—. Fue su nieta la que consiguió que nos calmáramos...

Tras esta confesión de la nena, padres y abuela quisieron saber qué habían hecho para no asustarse
demasiado.
Entonces, las tres amiguitas les contaron:

—Nos tapamos bien, cada una en su cama como ahora...

—Estirarnos los brazos así, como ahora...

—Nos dimos las manos con fuerza, así, como ahora...

2° Año Página 39
Eje de la Literatura

¡Qué impresión les causó lo que comprobaron en ese instante, María Santísima! Y de la misma no se libraron
ni los padres ni la abuela.

Resulta que por más que se esforzaron —estirando los brazos a más no poder— sus manos infantiles no
llegaban a rozarse siquiera.

¡Y había que correr las camas laterales unos diez centímetros hacia la del medio para que las chicas pudieran
tocarse —apenas— las puntas de los dedos!

Sin embargo, las tres habían —realmente— sentido que sus manos les eran estrechadas por otras, no bi e n
llevaron a la acción la propuesta de Martina.

—¿Las manos de quién??? —exclamaron entonces, mientras los adultos trataban de disimular sus propi os
sentimientos de horror.

—¿¿¿De quiénes??? —corrigió Oriana, con una mueca de espanto. ¡Ella había sido tomada de ambas manos!

Manos.

Cuatro manos más aparte de las seis de las niñas, moviéndose en la oscuridad de aquella noche al encuentro
de otras, en busca de aferrarse entre sí.

Manos humanas.

Manos espectrales.

(Acaso —a veces, de tanto en tanto— los fantasmas también tengan miedo... y nos necesiten...)

Elsa Bornemann

1. Algunos cuentos fantásticos comienzan con una introducción en la que el narrador afirma que los
hechos que va a contar –sucesos extraordinarios o sobrenaturales- ocurrieron realmente. Este
recurso refuerza la supuesta veracidad de la historia que va a narrar. Transcribí una cita que muestre
esta situación.

2. Para producir una atmósfera de suspenso –en una historia que al comienzo parece realista- se
emplean palabras que contribuyen a crear ese clima y a provocar un efecto de incertidumbre e n e l
lector. En “Manos”, esto se logra, por ejemplo, mediante el empleo de la palabra miedo, y de sus
sinónimos. Subrayá los sinónimos que encuentres, y las palabras que formen el campo semántico de
miedo.

3. El uso de los antónimos (palabras de significado contrario), también contribuye a crear el clima de l o
fantástico. ¿Cuáles encontramos en este cuento?

4. Identificá pares de palabras que tengan significado opuesto:


Insólito habitual tranquilidad notorio indiferencia calmo lógico inadvertido
irracional agitación asombro excitado

5. ¿Qué hecho extraordinario se produce en el cuento “Manos”?

2° Año Página 40
Eje de la Literatura

6. Con tu compañero de banco, escriban un marco adecuado para una historia fantástica de miedo y
caractericen a los personajes. Incluyan palabras de significados opuestos a los de las que apare ce n
abajo. Pueden realizar los cambios que necesiten.
Valiente sonriente habitada cuerdo luminoso acompañado día soleado susurrar
felicidad común blanco

Historias y narradores

1. En “Manos” se relata una historia –la de Martina y sus amigas- enmarcada dentro de otra
historia –la del tío Tomás y su sobrina-. Señalá con una X quién cuenta los hechos narrados.

 En la historia –marco:
___ el tío Tomás
___ la sobrina
___ alguien que no es un personaje

 En la historia enmarcada:
___ las amigas
___ la abuela
___ los padres
___ alguien que no es un personaje

2. Decidí para cada afirmación: historia-marco o historia-enmarcada:


o Participa de los hechos que narra
o No participa de los hechos que narra
o Emplea la primera persona gramatical
o Emplea la tercera persona gramatical
o Sabe todo lo que piensan, sienten, dicen y hacen los personajes.
o Conoce únicamente lo que a él le sucede y los hechos en los que interviene.
3. Subrayá con distintos colores la voz del narrador y la de los personajes. ¿Cómo diferenciás
ambas voces?

-¡Se habrá cortado la luz! –supuso Martina.

Las chicas acababan de dormirse cuando las despertó —de repente— la voz del padre. Terminaba de vestirse
—nuevamente y de prisa— a la par que les decía:
—La abuela se descompuso.

4. Continuá la lista con otros verbos que también suelen emplearse para introducir las voces de l os
personajes:
Responder, preguntar, exclamar...

5. Imaginá otro relato-marco que permita introducir la historia de Martina y sus amigas. Mante né
el mismo tipo de narrador. Incluí las voces de los personajes empleando algunos de l os ve rbos
de la actividad anterior.

2° Año Página 41
Eje de la Literatura

MIL GRULLAS

Naomi Watanabe y Toshiro Ueda creían que el mundo era nuevo. Como todos los chicos. Porque
ellos eran nuevos en el mundo. También, como todos los chicos. Pero el mundo era ya muy viejo e ntonce s,
en el año 1945, y otra vez estaba en guerra. Naomi y Toshiro no entendían muy bien qué era lo que estaba
pasando.
Desde que ambos recordaban, sus pequeñas vidas en la ciudad japonesa de Hiroshima se habían
desarrollado del mismo modo: en un clima de sobresaltos, entre adultos callados y tristes, compartiendo con
ellos los escasos granos de arroz que flotaban en la sopa diaria y el miedo que apretaba las reuniones
familiares de cada anochecer en torno a las noticias de la radio, que hablaban de luchas y muerte por todas
partes.
Sin embargo, creían que el mundo era nuevo y esperaban ansiosos cada día para descubrirlo.
¡Ah... y también se estaban descubriendo uno al otro! Se contemplaban de reojo durante la cami nata haci a
la escuela, cuando suponían que sus miradas levantaban murallas y nadie más que ellos podían transitar e se
imaginario senderito de ojos a ojos.
Apenas si habían intercambiado algunas frases. El afecto de los dos no buscaba las palabras. Estaban
tan acostumbrados al silencio...
Pero Naomi sabía que quería a ese muchachito delgado, que más de una vez se quedaba sin
almorzar por darle a ella la ración de batatas que había traído de su casa.
–No tengo hambre –le mentía Toshiro, cuando veía que la niña apenas si tenía dos o tres galletitas
para pasar el mediodía–. Te dejo mi vianda –y se iba a corretear con sus compañeros hasta la hora de
regreso a las aulas, para que Naomi no tuviera vergüenza de devorar la ración. Naomi... Poblaba e l corazón
de Toshiro. Se le anudaba en los sueños con sus largas trenzas negras. Le h acía tener ganas de crecer de
golpe para poder casarse con ella. Pero ese futuro quedaba tan lejos aún...
El futuro inmediato de aquella primavera de 1945 fue el verano, que llegó puntualmente el 21 de
junio y anunció las vacaciones escolares.
Y con la misma intensidad con que otras veces habían esperado sus soleadas mañanas, ese año los
ensombreció a los dos: ni Naomi ni Toshiro deseaban que empezara. Su comienzo significaba que te ndrían
que dejar de verse durante un mes y medio inacabable.
A pesar de que sus casas no quedaban demasiado lejos una de la otra, sus familias no se conocían. Ni
siquiera tenían entonces la posibilidad de encontrarse en alguna visita. Había que esperar pacientemente l a
reanudación de las clases.
Acabó junio, y Toshiro arrancó contento la hoja del almanaque...
Se fue julio, y Naomi arrancó contenta la hoja del almanaque...
Y aunque no lo supieran: “¡Por fin llegó agosto!”, pensaron los dos al mismo tiempo.
Fue justamente el primero de ese mes cuando Toshiro viajó, junto a sus padres, hacia la aldea de
Miyashima. Iban a pasar una semana. Allí vivían los abuelos, dos ceramistas que veían apilarse vasijas en
todos los rincones de su local.
Ya no vendían nada. No obstante, sus manos viejas seguían modelando la arcilla con la misma
dedicación de otras épocas. –Para cuando termine la guerra... –decía el abuelo. –Todo acaba algún día... –
comentaba la abuela por lo bajo. Y Toshiro sentía que la paz debía de ser algo muy hermoso, porque los ojos
de su madre parecían aclararse fugazmente cada vez que se referían al fin de la guerra, tal como a él se le
aclaraban los suyos cuando recordaba a Naomi.
¿Y Naomi?
El primero de agosto se despertó inquieta; acababa de soñar que caminaba sobre la nieve. Sola.
Descalza. Ni casas ni árboles a su alrededor. Un desierto helado y ella atravesándolo. Abandonó el tatami, se
deslizó de puntillas entre sus dormidos hermanos y abrió la ventana de la habitación. ¡Qué alivio! Una cáli da
madrugada le rozó las mejillas. Ella le devolvió un suspiro.
El dos y el tres de agosto escribió, trabajosamente, sus primeros haikus:

2° Año Página 42
Eje de la Literatura

Lento se apaga
el verano.
Enciendo lámpara y sonrisas.

Pronto florecerán
los crisantemos.
Espera, corazón.

Después, achicó en rollitos ambos papeles y los guardó dentro de una cajita de laca en la que
escondía sus pequeños tesoros de la curiosidad de sus hermanos.
El cuatro y el cinco de agosto se lo pasó ayudando a su madre y a las tías ¡Era tanta la ropa para
remendar!
Sin embargo, esa tarea no le disgustaba. Naomi siempre sabía hallar el modo de convertir en un
juego entretenido lo que acaso resultaba aburridísimo para otras chicas. Cuando cosía, por ejemplo,
imaginaba que cada doscientas veintidós puntadas podía sujetar un deseo para que se cumpliese.
La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el ruego de que
finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa de su papá, el pedido de que Toshi ro
no la olvidara nunca...
Y los dos deseos se cumplieron.
Pero el mundo tenía sus propios planes...
***
Ocho de la mañana del seis de agosto en el cielo de Hiroshima.
Naomi se ajusta el obi de su kimono y recuerda a su amigo: “¿Qué estará haciendo ahora?”.
“Ahora”, Toshiro Pesca en la isla mientras se pregunta: “¿Qué estará haciendo Naomi?”.
En el mismo momento, un avión enemigo sobrevuela el cielo de Hiroshima.
En el avión, hombres blancos que pulsan botones y la bomba atómica surca por primera vez un cie lo.
El cielo de Hiroshima.
Un repentino resplandor ilumina extrañamente la ciudad.
En ella, una mamá amamanta a su hijo por última vez.
Dos viejos trenzan bambúes por última vez.
Una docena de chicos canturrea: “Donguri-Koro Koro- Donguri Ko...” por última vez.
Cientos de mujeres repiten sus gestos habituales por última vez.
Miles de hombres piensan en mañana por última vez.
Naomi sale para hacer unos mandados.
Silenciosa explota la bomba. Hierven, de repente, las aguas del río.
Y medio millón de japoneses, medio millón de seres humanos, se desintegran esa mañana. Y con
ellos desaparecen edificios, árboles, calles, animales, puentes y el pasado de Hiroshima.
Ya ninguno de los sobrevivientes podrá volver a reflejarse en el mismo espejo, ni abrir nue vamente
la puerta de su casa, ni retomar ningún camino querido.
Nadie será ya quien era.
Hiroshima arrasada por un hongo atómico.
Hiroshima es el sol, ese seis de agosto de 1945. Un sol estallando.
***
Recién en diciembre logró Toshiro averiguar dónde estaba Naomi. ¡Y que aún estaba viva, Dios!
Ella y su familia, internados en el hospital ubicado en una localidad próxima a Hiroshima, como
tantos otros cientos de miles que también habían sobrevivido al horror, aunque el horror estuviera ahora
instalado dentro de ellos, en su misma sangre.
Y hacia ese hospital marchó Toshiro una mañana.
El invierno se insinuaba ya en el aire y el muchacho no sabía si era frío exterior o su pensami e nto l o
que le hacía tiritar.

2° Año Página 43
Eje de la Literatura

Naomi se hallaba en una cama situada junto a la ventana. De cara al techo. Ya no tenía sus trenzas.
Apenas una tenue pelusita oscura.
Sobre su mesa de luz, unas cuantas grullas de papel desparramadas.
–Voy a morirme, Toshiro... –susurró, no bien su amigo se paró, en silencio, al lado de su cama–.
Nunca llegaré a plegar las mil grullas que me hacen falta...
Mil grullas... o “Semba-Tsuru”, como se dice en japonés.
Con el corazón encogido, Toshiro contó las que se hallaban dispersas sobre la mesita. Sólo veinte.
Después, las juntó cuidadosamente antes de guardarlas en un bolsillo de su chaqueta.
–Te vas a curar, Naomi –le dijo entonces, pero su amiga no lo oía ya: se había quedado dormida.
El muchachito salió del hospital, bebiéndose las lágrimas.
***
Ni la madre, ni el padre, ni los tíos de Toshiro (en cuya casa se encontraban temporariamente
alojados) entendieron aquella noche el porqué de la misteriosa desaparición de casi todos los pape l e s que,
hasta ese día, había habido allí.
Hojas de diario, pedazos de papel para envolver, viejos cuadernos y hasta algunos libros parecían
haberse esfumado mágicamente. Pero ya era tarde para preguntar. Todos los mayores se durmieron,
sorprendidos.
En la habitación que compartía con sus primos, Toshiro velaba entre las sombras. Esperó hasta que
tuvo la certeza de que nadie más que él continuaba despierto. Entonces, se incorporó con sigilo y abrió el
armario donde se solían acomodar las mantas.
Mordiéndose la punta de la lengua, extrajo la pila de papeles que había recolectado en secreto y volvi ó a su
lecho.
La tijera, la llevaba oculta entre sus ropas.
Y así, en el silencio y la oscuridad de aquellas horas, Toshiro recortó primero novecientos ochenta
cuadraditos y luego los plegó, uno por uno hasta completar las mil grullas que ansiaba Naomi, tras sumarl e s
las que ella misma había hecho. Ya amanecía, el muchacho se encontraba pasando hilos a través de las
siluetas de papel. Separó en grupos de diez las frágiles grullas del milagro y las aprestó para que imi taran e l
vuelo, suspendidas como estaban de un leve hilo de coser, una encima de la otra.
Con los dedos paspados y el corazón temblando, Toshiro colocó las cien tiras dentro de su furoshiki y
partió rumbo al hospital antes de que su familia se despertara. Por esa única vez, tomó sin pedir pe rmi so l a
bicicleta de sus primos.
No había tiempo que perder. Imposible recorrer a pie, como el día anterior, los kilómetros que lo
separaban del hospital. La vida de Naomi dependía de esas grullas.
***
–Prohibidas las visitas a esta hora –le dijo una enfermera, impidiéndole el acceso a la enorme sala en
uno de cuyos extremos estaba la cama de su querida amiga.
Toshiro insistió: –Sólo quiero colgar estas grullas sobre su lecho, por favor...
Ningún gesto denunció la emoción de la enfermera cuando el chico le mostró las avecitas de pape l .
Con la misma aparentemente impasibilidad con que momentos antes le había cerrado el paso, se hi zo a un
lado y le permitió que entrara: –Pero cinco minutos, ¿eh?
Naomi dormía.
Tratando de no hacer el mínimo ruidito, Toshiro puso una silla sobre la mesa de luz y luego se subió.
Tuvo que estirarse a más no poder para alcanzar el cielorraso. Pero lo alcanzó. Y en un rato e staban
las mil grullas pendiendo del techo; los cien hilos entrelazados, f irmemente sujetos con alfileres.
Fue al bajarse de su improvisada escalera cuando advirtió que Naomi lo estaba observando. Tenía l a
cabecita echada hacia un lado y una sonrisa en los ojos.
–Son hermosas, Tosí-can... Gracias...
–Hay un millar. Son tuyas, Naomi. Tuyas –y el muchacho abandonó la sala sin darse vuelta.
En la luminosidad del mediodía que ahora ocupaba todo el recinto, mil grullas empezaron a
balancearse impulsadas por el viento que la enfermera también dejó colar, al entreabrir por unos i nst ante s
la ventana.

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Eje de la Literatura

Los ojos de Naomi seguían sonriendo.


***
La niña murió al día siguiente. Un ángel a la intemperie frente a la impiedad de los adultos.
¿Cómo podían mil frágiles avecitas de papel vencer el horror instalado en su sangre?
***
Febrero de 1976.
Toshiro Ueda cumplió cuarenta y dos años y vive en Inglaterra. Se casó, tiene tres hijos y es ge re nte
de sucursal de un banco establecido en Londres.
Serio y poco comunicativo como es, ninguno de sus empleados se atreve a preguntarle por qué,
entre el aluvión de papeles con importantes informes y mensajes telegráficos que habitualmente se juntan
sobre su escritorio, siempre se encuentran algunas grullas de origami dispersas al azar.
Grullas seguramente hechas por él, pero en algún momento en que nadie consigue sorprenderlo.
Grullas desplegando alas en las que se descubren las cifras de las máquinas de calcular.
Grullas surgidas de servilletas con impresos de los más sofisticados restaurantes...
Grullas y más grullas.
Y los empleados comentan, divertidos, que el gerente debe de creer en aquella superstición
japonesa.
–Algún día completará las mil... –cuchicheaban entre risas–. ¿Se animará entonces a colgarlas sobre
su escritorio?
Ninguno sospechaba, siquiera, la entrañable relación que esas grullas tienen con la perdida
Hiroshima de su niñez. Con su perdido amor primero.
Elsa Bornemann

Miyashima: pequeña isla situada en las proximidades de la “El día de los dos soles”
ciudad de Hiroshima Hiroshima, 6 de agosto de 1945.
Tatami: estera que se coloca sobre el piso, en las casas El día en que explotó la bomba atómica.
japonesas tradicionales. Los sobrevivientes lo recuerdan como el día
Haiku: breve poema de diecisiete sílabas, típico de la poesía en que hubo dos soles.
japonesa. La guerra mundial había terminado en
Obi: faja que acompaña al kimono. Europa. Sin embargo, el mando
Kimono: vestimenta tradicional japonesa, de amplias mangas, estadounidense decidió descargar la
bomba atómica para acelerar la rendición
largas hasta los pies y que se cruza por delante, sujetándose
de Japón. La primera bomba atómica
con una especie de faja llamada obi.
utilizada en un conflicto bélico contra una
Donguri-Koro Koro: Verso de una popular canción infantil población civil.
japonesa. “La bomba” detonó a 500 metros de altura.
Una nube roja se tragó a Hiroshima, la
bomba se transformó en una bola de
fuego, mientras se formó un gigantesco
hongo que tomó altura.

1. ¿Cuál es la situación inicial y el marco de este cuento? ¿Quiénes son los protagonistas? ¿Qué
relación los une? ¿Dónde viven? ¿En qué época ocurren los hechos?
2. En el primer párrafo dice que “...el mundo era ya muy viejo”. ¿Por qué, entonces, Naomi y Toshi ro
“...creían que el mundo era nuevo”?
3. ¿En qué se oponen, además, el mundo y los dos chicos enamorados?
4. El cuento no está constituido por un solo episodio sino por varios. El comienzo del pri me r e pi sodio
está marcado por la separación de los chicos enamorados. ¿Por qué se produce?

2° Año Página 45
Eje de la Literatura

5. ¿Cómo se resuelve?
6. ¿Qué cambios hay en relación con el tiempo y es espacio?
7. El cuento también presenta una división gráfica señalada por *** ¿Qué te parece que indica esta
marca?
8. Para reconocer el siguiente episodio es preciso ubicar un nuevo suceso y su marco. Ubicá en el
cuento un nuevo episodio. Explicá: qué sucede, cómo se resuelve, cuándo sucede y en qué lugar.
9. ¿Qué función cumple el siguiente fragmento en el cuento?
La aguja iba y venía, laboriosa. Así, quedó en el pantalón de su hermano menor el ruego de que
finalizara enseguida esa espantosa guerra, y en los puños de la camisa de su papá, el pedido de que
Toshiro no la olvidara nunca...
Y los dos deseos se cumplieron.
Pero el mundo tenía sus propios planes...
10. ¿Qué pensás, termina bien o mal el cuento? Justificá tu opinión.

Origami, papel e imaginación


El origami (de oru: plegar, y kami, papel) es un arte decorativo practicado
desde la Edad Media hasta hoy en Japón.
Esta terapia manual, que requiere concentración y paciencia, también estimula
la imaginación: un pedazo de papel sólo necesita ser creativamente plegado
hasta convertirse en una flor, un barco, una grulla o un complejo móvil
geométrico.
¿Te animás?

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