12/9/22, 22:34 ¿Tu Jefe Tóxico es Activamente Tóxico o Pasivamente Cómplice?

ESTRATEGIA DE LIDERAZGO

¿Tu Jefe Tóxico es

Activamente Tóxico o
Pasivamente Cómplice?
Timoteo R. Clark Contribuyente
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Escribo sobre liderazgo, cultura y cambio como disciplinas aplicadas.

2 de marzo de 2021, 18:09 EST

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Cada organización tiene una cultura, y cada cultura está

moldeada por el comportamiento modelo de sus líderes. Si
pensamos en la cultura como un continuo, podríamos etiquetar
un extremo como “saludable y constructivo” y el otro como
“nocivo y destructivo”. Al otro lado del final insalubre y
destructivo está la zona tóxica, un entorno hostil donde los

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patrones abusivos de interacción infligen daño mental, emocional

y psicológico. 

Una cultura tóxica se caracteriza por luchas internas, drama,

abuso y, a menudo, comportamiento ilegal. Además del daño
psíquico devastador que una cultura tóxica puede causar a los
empleados, también puede amenazar la viabilidad de una
organización a través de la pérdida de productividad y el bajo
rendimiento.

El continuo de la cultura

La mayoría de los comportamientos tóxicos son sutiles. La

sutileza es más segura que la toxicidad abierta porque
proporciona negación. Por ejemplo, existen formas moderadas de
intimidar, acosar, discriminar o avergonzar públicamente. ¿Por
qué degradar o menospreciar abiertamente cuando puede hacerlo
en privado o suavemente? Son los actos descarados los que
meten a la gente en problemas. Un menú de comportamientos
sutiles podría incluir ignorar una pregunta, desatender una
necesidad visible, no proporcionar retroalimentación
deliberadamente para mantener la ambigüedad, retener tiempo y
atención, excluir a alguien de una reunión o conversación, o
simplemente acumular trabajo bajo la apariencia de una
apreciación fingida. .

Estos y mil ejemplos más hacen que una cultura tóxica sea fácil
de perpetuar. Y, sin embargo, para los empleados estas
violaciones de la decencia humana son dolorosas y debilitantes.
Los actos sutiles pueden no ser tan visibles, pero pueden
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marginar, avergonzar y castigar con la misma eficacia que los

actos más agresivos.

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inmigración

¿Qué tan comunes son los cultivos tóxicos?

Dada la naturaleza seria de los cultivos tóxicos, es fácil suponer

que son poco comunes. Eso sería un gran error. El mes pasado,
mi empresa, LeaderFactor, realizó una encuesta global de
empleados en la que le preguntamos a 961 empleados de una
variedad de industrias y organizaciones: "¿Alguna vez ha
trabajado en una cultura tóxica?" Casi nueve de cada diez (86%)
de los encuestados dijeron que sí. Ese es un porcentaje
sorprendentemente más alto de lo que muchas personas
suponen. Lamentablemente, los cultivos tóxicos son más que
comunes; están rampantes. 

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El jefe activamente tóxico vs. el jefe pasivamente

cómplice

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En nuestra investigación con empleados que habían trabajado en

ambientes tóxicos, descubrimos una distinción crucial: algunos
empleados tenían jefes tóxicos activos, mientras que otros tenían
jefes cómplices pasivos. Un jefe activamente tóxico se involucra
personalmente en un comportamiento tóxico. Después de un
episodio abusivo, la mayoría de los jefes activamente tóxicos
están más preocupados por su imagen que por el daño que han
causado a sus víctimas. Casi siempre despiadados, tienden a
centrarse en la gestión de impresiones. En lugar de asumir la
responsabilidad de su comportamiento, intentan influir en las
percepciones de los demás y controlar el flujo de información a
medida que interactúan con aquellos que no están directamente a
su cargo. Se enfocan en la presentación positiva de sí mismos
para contrarrestar cualquier retroalimentación negativa que
pueda estar circulando sobre ellos. 

Los jefes activamente tóxicos suelen estar motivados por una

ambición desenfrenada y restricciones éticas suspendidas. Ellos
persiguen egoístamente sus agendas personales sobre las
espaldas de aquellos que les reportan. Y para agregar otra capa de
engaño, a menudo reconocen públicamente el valor y la
contribución de sus empleados.

Los jefes cómplices pasivos, por otro lado, representan el lado

negligente del liderazgo. Permiten episodios abusivos y toleran
ciclos de maltrato a través del comportamiento habilitador de ser
pasivos, distantes o ausentes. En resumen, permiten que otros se
involucren en comportamientos tóxicos sin consecuencias. Los
jefes cómplices pasivos tienen varias motivaciones para evitarlos.
Algunos creen que el miedo que otros inducen a través del
comportamiento tóxico es productivo y proporciona
responsabilidad que ellos mismos no pueden o no están
dispuestos a proporcionar. Algunos se sienten intimidados por
los miembros tóxicos de sus equipos y, a pesar de su poder
posicional, ceden a la influencia de los acosadores y abusadores.

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Finalmente, algunos jefes pasivamente cómplices están

preocupados por otras cosas, y es ese distanciamiento lo que los
hace peligrosos. 

El jefe pasivamente cómplice puede ser un arrendador ausente,

creando un vacío de poder ocupado por otros miembros del
equipo que se convierten en los líderes de facto. A menudo, es la
negligencia y la falta de comunicación lo que más devasta a los
empleados. Los que están en el extremo receptor sienten el
aguijón del silencio y el vacío de la validación. Por ejemplo, hablé
con un gerente de compras de una gran corporación que dejó su
organización debido a una negligencia extrema. Me dijo que su
jefe no le dio ni una pequeña migaja de retroalimentación. Podía
vivir sin reconocimiento, pero no sin apreciación básica. 

Eliminar el jefe activamente tóxico

Según nuestra investigación, menos del 5 % de los jefes

activamente tóxicos se enfrentarán a su propio comportamiento,
reconocerán el daño que han causado y se esforzarán
fervientemente por cambiar y corregir las cosas. Un alto
porcentaje de jefes activamente tóxicos son profundamente, si no
patológicamente, narcisistas. Justifican repetidamente su
conducta dañina hasta que desactivan permanentemente el
sistema de alarma humano que llamamos conciencia o sentido
moral. Una vez que llegan a ese punto, cualquier remordimiento
residual es un mero bache.

Específicamente, los jefes activamente tóxicos tienden a mostrar

uno o una combinación de tres patrones comunes de desvío:
negación, culpa y excusa. Los jefes tóxicos en negación se niegan
a reconocer su propio comportamiento. Aquellos que culpen
señalarán las infracciones de otros en un intento de minimizar
sus propias fallas. Aquellos que demuestran excusas a menudo
reconocen su comportamiento como "fuerte" o "firme", pero lo
racionalizan como la única forma de obtener el desempeño
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requerido de los demás. O señalan los altos estándares, el estrés y

un bajo margen de error como una licencia para la mala
educación y la descortesía. Incluso he visto a algunos jefes
activamente tóxicos etiquetar su comportamiento depredador
como "coraje", con la afirmación de que son los únicos que están
dispuestos a tener las conversaciones difíciles que se requieren
para responsabilizar a los demás.

Tres patrones de desviación

Entrenar al jefe pasivamente cómplice

Por el contrario, los jefes cómplices pasivos a menudo son fáciles

de entrenar. Como ilustra la siguiente figura, podemos pensar en
la capacidad de entrenamiento como una función de la
autoconciencia y la voluntad. Si ambas dimensiones son altas
(cuadrante superior derecho), el jefe cómplice pasivo se
desarrollará rápidamente y superará las desventajas de su
comportamiento habilitador. Si el individuo tiene una gran
voluntad pero poca conciencia de sí mismo, esa voluntad
eventualmente conducirá a una mayor conciencia de sí mismo y
lo más probable es que el individuo haga un progreso constante.
Por otro lado, si el jefe es consciente de sí mismo pero carece de
voluntad, la falta de voluntad se convertirá en un factor limitante
y ralentizará significativamente el progreso del individuo.

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Finalmente, si el jefe pasivamente cómplice está bajo en ambas

cuentas, él o ella está “arrastrándose” o simplemente atascado. 

La Evaluación de la Entrenabilidad

Para resumir, casi nunca hay una solución para un jefe

activamente tóxico. En casi todos los casos, deben ser destituidos
de sus cargos debido a su falta de voluntad para reconocer y
asumir la responsabilidad de su comportamiento. Los jefes
pasivamente cómplices, por otro lado, son frecuentemente
entrenados si se les da retroalimentación honesta y la
oportunidad de mejorar. Los equipos y las organizaciones no
superan a sus jefes, los reflejan. Es por eso que las fuentes de
toxicidad deben identificarse y eliminarse o entrenarse.

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Timoteo R. Clark Seguir

Soy el director ejecutivo de LeaderFactor, una firma global de

transformación de cultura y liderazgo que fusiona contenido, tecnología,...
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