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El documento critica la respuesta del gobierno colombiano a las protestas actuales. Señala que no es falta de empatía, sino desprecio, corrupción, estupidez, racismo, clasismo y aporofobia por parte de la élite gobernante hacia los indígenas, campesinos, estudiantes y otros grupos que protestan. Finalmente, indica que el gobierno está haciendo todo lo posible por acallar estas voces disidentes y vaciar las calles de manifestantes.
El documento critica la respuesta del gobierno colombiano a las protestas actuales. Señala que no es falta de empatía, sino desprecio, corrupción, estupidez, racismo, clasismo y aporofobia por parte de la élite gobernante hacia los indígenas, campesinos, estudiantes y otros grupos que protestan. Finalmente, indica que el gobierno está haciendo todo lo posible por acallar estas voces disidentes y vaciar las calles de manifestantes.
El documento critica la respuesta del gobierno colombiano a las protestas actuales. Señala que no es falta de empatía, sino desprecio, corrupción, estupidez, racismo, clasismo y aporofobia por parte de la élite gobernante hacia los indígenas, campesinos, estudiantes y otros grupos que protestan. Finalmente, indica que el gobierno está haciendo todo lo posible por acallar estas voces disidentes y vaciar las calles de manifestantes.
desprecio Iván Benavides, el reconocido músico y productor colombiano, opina sobre la ruptura social que se vive en Colombia en estos días de paro.
En pleno siglo XXI, el imaginario de la rancia clase terrateniente
colombiana sigue anclado en el feudalismo o disfrazado en el imaginario de una “tecnocracia” desarrollista que sueña con unicornios tecnológicos y aspira a ser Silicon Valley, pero no conoce el Valle de Sibundoy, ni entiende la realidad de un país que desesperadamente alza su voz.
No es falta de empatía, es la corrupción rampante como forma
principal de “gobernabilidad”. Hoy ya no corre solo mermelada, corren ríos de sangre.
No es falta de empatía, es estupidez y todos sabemos que la
estupidez puede ser más peligrosa que la maldad. La combinación de maldad y estupidez que hoy ostenta la alianza en el poder está teniendo consecuencias devastadoras. Su narrativa es una narrativa de guerra.
El conflicto armado les es funcional para mantener políticas de
seguridad represivas, que les sirve para conservar el status quo y mantener y ampliar su poder. Harán lo necesario para no perder sus privilegios. No están dispuestos a ceder un ápice.
El discurso soterrado del derecho de los ciudadanos de bien a
defender la propiedad, desencadenó el paramilitarismo y propició alianzas non sanctas con poderosas estructuras del narcotráfico. No solo buscan hacer trizas el acuerdo de paz, a su paso hacen trizas la verdad, la frágil institucionalidad, la esperanza, la vida misma.
No es falta de empatía, es racismo estructural. Ni el gobierno ni los
medios consideran a los indígenas como ciudadanos, el uso de lenguaje excluyente es una forma de violencia simbólica. Sorprende, además, que sea el ministro de Cultura uno de los primeros en tildar a los indígenas de vándalos. Ya sabemos cómo las palabras pueden desencadenar odio y vamos viendo las consecuencias.
No solo buscan hacer trizas el acuerdo de paz, a su paso
hacen trizas la verdad, la frágil institucionalidad, la esperanza, la vida misma Estamos siendo testigos en directo de lo que ocurre después de cada trino de uno de los más poderosos hombres de Colombia. Decía Hanna Arendt, citando los documentos de Nuremberg, que las órdenes eran “intencionalmente vagas y formuladas con la esperanza de que quien las recibía reconocería la intención del que expresaba la orden y actuaría conforme a ello”. En medio de tanta confusión, cada día parece más claro quién da las órdenes, quienes son los escribanos y quienes ejecutan.
No es falta de empatía, es clasismo y es aporofobia, rechazo al
pobre, al indígena, al afro, al estudiante y al campesino; a los artistas, a los jóvenes que se manifiestan… todos tildados de vándalos. Harán lo posible por acallar sus voces, por vaciar las calles.