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Lectura 3
Tema:
1
Cfr. Joseph Needham, La gran titulación -ciencia y sociedad en Oriente y Occidente, Madrid, 1977.
Esta visión eurocéntrica se expresa en la representación gráfica que hasta
hoy suele dar el mapamundi del atlas. A diferencia de la visión global que los
europeos desde el Renacimiento tienen de la tierra, la representación del
mundo del más sabio de los sacerdotes incas -para dar un ejemplo- no alcanza
mucho más allá del Tahuantinsuyo, en el mejor de los casos tiene noticia de la
existencia de otros pueblos hasta el Sur de Norteamérica, y el centro del mundo
se halla para él en su propia tierra, en Cusco (que significa en quechua ‘ombligo’
del mundo).
Todo lo que encuentran los europeos en su camino, lo ven, desde luego, a
partir de su perspectiva eurocéntrica, a partir de su punto de vista y a través de
sus concepciones: a partir del cristianismo y a partir de sus valores culturales.
Se sienten dueños de la verdad absoluta (algo que encuentra su sustentación en
la metafísica aristotélica, que sigue operando en el pensamiento occidental de la
cotidianidad hasta hoy) y desconoce por completo los valores y experiencias de
las otras culturas. Europa se siente la medida de todas las cosas, y de hecho
durante mucho tiempo lo es.Lo que no corresponde a esta medida ha de ser
ajustado a ella o ha de ser combatido hasta su eliminación2. Europa se propone
destruir las culturas de los pueblos que caen bajo su poder - culturas que desde
la perspectiva occidental no son consideradas como tales sino como
manifestaciones primitivas y bárbaras o atrasadas - y trata de imponerse como
`civilización'. Este propósito se lleva a cabo en las diferentes partes del mundo -
Norte y Suramérica, África, Asia, Australia y Oceanía - bajo circunstancias
históricas y sociales diferentes y no se logra de la misma manera en todas partes.
En mayor grado se logra en aquellas regiones donde los pueblos originarios son
casi aniquilados mediante el genocidio. Es el caso de Norteamérica. El caso de
Suramérica es distinto; allí el genocidio no es total y la población indígena es
integrada, en una estructura social feudal-colonial cuyo funcionamiento interno
durante siglos - y de cierta manera hasta el presente - sólo obedece parcialmente
a la lógica de la Modernidad Occidental. Allí se produce un encubrimiento de las
culturas arcaicas y tradicionales de América y a partir de allí una compenetración
cultural mutua, un proceso de transculturación muy fuerte. A esto se suma otro
2
Cfr. José María Arguedas, "La cultura: un patrimonio difícil de colonizar", en: Formación de una cultura nacional indoamericana,
México, 1975.
factor: la llegada de millones de esclavos de África, tanto a Suramérica como a
Norteamérica y el Caribe cuya población indígena había sido víctima del
exterminio, lo que agrega a los complicados procesos culturales que allí se
realizan un nuevo e importante elemento, que en algunos casos, como el de
Cuba y Haití, llega a ser determinante.
Haremos otro paréntesis para dar lugar a una reflexión sobre un fenómeno
ideológico que condiciona los procesos estéticos tanto en Europa como también
en mayor o menor grado en aquellas partes del mundo cuyas culturas arcaicas
o tradicionales han sido encubiertas o sustituidas por la Cultura Occidental: el
eurocentrismo.
En primer lugar, se trata de un fenómeno de Europa misma que tiene su origen
directo -como ya hemos explicado- en la época del Renacimiento y los siguientes
tres siglos de los llamados "descubrimientos geográficos ", aunque sus raíces
más remotas se encuentren probablemente en la Antigüedad grecorromana. A
pesar de haber sido diagnosticado y objetado por los intelectuales más
esclarecidos en todas partes del mundo, el eurocentrismo sigue operando. Hasta
hoy el llamado ‘Viejo Continente' no ha podido liberarse de las limitaciones de
esta visión del mundo, algo que no favorece su propia dinámica cultural
contemporánea.
En América Latina también tiene fuerza todavía esta ideología, pero se
inscribe en un contexto muy diferente, más complicado. Para Europa el
eurocentrismo constituye un anacronismo, que sin embargo le corresponde
como algo orgánico, relacionado con la lógica de todo su proceso histórico. En
América Latina, en cambio, el eurocentrismo, aparte de constituir también un
anacronismo, implica una "esquizofrenia" secular de la subjetividad cultural de
los seres humanos que proviene de una histórica dicotomía. Existe otra
idiosincrasia mestiza, autóctona, latente y potencialmente creadora, subyacente,
encubierta por la conciencia eurocentrista que se esfuerza por representar sin
suficiente fundamento real – o en otras ocasiones simplemente simula - una
pertenencia a la Cultura Occidental de la Modernidad El carácter contradictorio
y problemático de la identidad cultural latinoamericana, si bien es un fenómeno
general con origen en la condición colonial y su prolongación, la dependencia
neocolonial, no se presenta de manera pareja sino en muchas diferentes
variaciones e intensidades según países, regiones, grupos sociales y étnicos.
Durante la época colonial la clase dominante de América Latina está formada
por europeos cuya estadía en América es temporal. El eurocentrismo en ellos es
algo lógico. Los criollos, hijos de los españoles nacidos en las Indias, muchas
veces mestizos, son los primeros sujetos portadores de la ideología eurocentrista
americana. Su condición implica inevitablemente el que "alberguen dos almas
en su cuerpo": una oficial, cristiana, eurocentrista, la del padre español y otra
vergonzosa, escondida, la de la madre ( indígena o africana). A los valores y la
ideología del padre se les debía respeto y temor; era la ideología del poder, del
Estado, de la Iglesia;' de la `Santa Inquisición', de lo `superior'. El criollo se
identificaba con ella, la interiorizaba. La otra es una conciencia cultural 'inferior',
de la que se avergüenza, que por eso relega al más apartado rincón de su
mente, que procura ocultar frente a otras personas de su clase y respecto a la
cual se somete a una autocensura: la identidad cultural heredada de su madre o
-si ésta es una dama española- de su criandera indígena, negra o mestiza que
le cantaba canciones de cuna en otro idioma y en tonadas muy distintas a las
españolas o portuguesas. Es una identidad relacionada con las vivencias
infantiles de la naturaleza americana, de las costumbres de los peones y siervos
indígenas y esclavos africanos que trabajaban en las haciendas, una identidad
que incluye y admite elementos que no coinciden con las doctrinas de la Iglesia
y que por lo tanto son pecaminosos, tales como procedimientos curativos, lo
mágico y sus prácticas, ciertos ritmos, danzas y tonadas musicales, los mitos y
las leyendas, elementos en los cuales coexisten o se integran las culturas
indígenas americanas, las africanas y elementos populares y marginales
europeos de procedencia medieval, es decir elementos todos completamente
ajenos a la concepción cultural de la Modernidad.
Esta dicotomía cultural pasa, a través de los siglos desde la Conquista hasta
el presente, por un complicado proceso de modificaciones y cambios que se
manifiestan a nivel social por un lado y a nivel étnico, regional y nacional por el
otro. Pero por encima de la diversidad cultural entre naciones, regiones, etnias,
clases y grupos sociales etc., subsiste hoy el eurocentrismo como factor - si bien
fuertemente cuestionado y debatido en el ámbito intelectual y universitario -
todavía poderoso en la conciencia cultural cotidiana de los latinoamericanos.
Originalmente, en las épocas colonial y s republicana de los siglo XVI hasta
XIX, el eurocentrismo latinoamericano se limita casi exclusivamente a la clase
dominante y los círculos de personas que la rodeaban y cuyo status social no
era el más bajo. El eurocentrismo hacia parte de las estructuras del poder estatal
y eclesiástico en las Indias y su paradigma es la `Madre Patria'. A partir de la
Independencia se orientaba más hacia los paradigmas de Francia e Inglaterra
pero seguía imperando también en la época republicana. En este sentido el
eurocentrismo es una tradición ideológica esencial de las clases dominantes de
América Latina.
Ahora bien, España - punto de referencia del eurocentrismo
hispanoamericano durante la época colonial - no es, en los siglos XVI, XVII y
XVIII, la abanderada de la Modernidad que en aquellos años se está
configurando en Europa; al contrario, después del gran derroche de poder y
riqueza de la primera fase de la Conquista del enorme imperio mundial, después
de no enrutarse en la vía dé la acumulación del capital y de la industrialización,
convertida en país clerical, epicentro de la Contrarreforma y patria de la
Inquisición, se queda más y más a la rezaga del proceso evolutivo de la Cultura
Occidental Moderna, adoptando solo fragmentariamente algunos de sus rasgos
- especialmente en el campo de las formas estéticas - y conservando en general
características premodernas, de tipo medieval.
A diferencia de las corrientes ideológicas europeas de la Modernidad
Occidental, que son a la vez expresión y orientación del proceso de constitución
de este sistema cultural- lo que implica su oposición al feudalismo y al
clericalismo como reductos medievales premodernos y su compromiso con el
humanismo, la concepción del hombre como individuo libre, autónomo y
autoconsciente, como ciudadano, el eurocentrismo hispanoamericano, cuyo
paradigma inicial es España, hunde sus raíces en el feudalismo y clericalismo
coloniales.
He allí uno de los aspectos complicados e interesantes y en cierto sentido
paradójicos de la formación de la cultura latinoamericana: aunque el encuentro
cultural entre Europa y América es un eslabón constitutivo clave en la
concatenación de causas y efectos determinantes del proceso cultural de la
Modernidad Occidental, el proceso cultural latinoamericano es marcado desde
Europa misma (y no solamente- como suele creerse- a partir de lo africano y el
semidestruido sustrato cultural indígena) por elementos esencialmente
premodernos.
Y si bien, a partir del Movimiento de la Independencia, España deja de ser el
único paradigma y el eurocentrismo latinoamericano empieza a orientarse a
modelos que encarnan en mayor grado la Modernidad Occidental - sobre todo a
Inglaterra y Francia - no están dadas las condiciones para que los elementos
culturales de la Modernidad sean orgánicamente integrados como elementos
constitutivos y estructurales de la cultura latinoamericana: se introduce la
concepción de nación (tal como las naciones y estados nacionales europeos se
formaron como parte de la configuración de la Cultura Occidental de la Edad
Moderna) y se institucionalizan según este modelo los estados nacionales
latinoamericanos sin que se hubiera producido antes un proceso de formación
de naciones comparable al que se dio en Europa; en la práctica sigue operando
el criterio del regionalismo.
Las normas administrativas, políticas y jurídicas de los estadas
independientes son concebidos según modelos de la Modernidad Occidental,
pero la práctica administrativa, política y jurídica sigue hasta hoy funcionando en
parte según una lógica premoderna.
La ciencia y la tecnología occidental moderna, aunque oficialmente
instauradas como únicos paradigmas válidos, no sustituyen las diversas otras
formas de concebir y de conceptualizar la realidad, de llegar al conocimiento y
de aplicarlo. El mito y lo mágico siguen operando en América Latina y las
prácticas populares van absorbiendo elementos del conocimiento y de la
tecnología del Occidente Moderno sometiéndolos a una lógica premoderna.
En lo referente a lo estético, que sobre todo nos interesa, los principios
occidentales de la Modernidad -autonomía, exclusividad, búsqueda de la
trascendencia, objetualidad y la tendencia hacia la representación mimética- son
adoptados de manera parcial, epidérmica y tardíamente, en la segundad mitad
del siglo XIX ; es decir entre trescientos y cuatrocientos año más tarde que en
Europa y sólo en una esfera extremadamente elitista y aún mucho más
restringida que la esfera del `arte' en la Cultura Occidental Moderna de Europa.
Si bien, durante la Colonia, en los siglos XVI, XVII y XVIII (una excepción la
constituye Cuba donde la Colonia duró hasta 1898) fueron introducidas, junto
con la fe cristiana, diversas formas y prácticas estéticas europeas, así en la
música, la arquitectura, el diseño y la elaboración artesanal de objetos de uso
profano y religioso -incluyendo entre ellas las obras de pintura y escultura- su
función era esencialmente la propagación de la fe entre los llamados "salvajes",
"bárbaros" o "primitivos"- los indígenas americanos y los africanos traídos como
esclavos al "Nuevo Mundo"- y la creación de condiciones de vida lo más
similares posible a las de la patria ibérica para los representantes del poder
colonial y sus descendientes criollas en las 'extrañas y hostiles tierras de las
Indias'. De esta manera se generó la arquitectura colonial y lo que suele ser
llamado el `arte colonial', que hoy se pueden apreciar en las iglesias, conventos,
haciendas y construcciones antiguas y en diversos museos que poseen
colecciones de estas manifestaciones estéticas; la música -efímera por
naturaleza- ya no puede ser escuchada tal como sonó en aquella época, pero
existen referencias y descripciones en documentos históricos y algunas
partituras. En las manifestaciones que pertenecen al campo de la arquitectura
y las artes aplicadas- la orfebrería de custodias, relicarios y otros objetos
religiosos y profanos, la talla ornamental en madera y piedra para recubrir los
retablos y fachadas de las iglesias, los muebles de uso religioso y profano etc.
-se hace más obvia una creatividad innovadora y original, la influencia formal
indígena, la presencia de formas y abstracciones derivadas de la particular
configuración de la fauna y flora americanas o de las fantasías mitológicas en
las que se mezclan las creencias ibéricas con las autóctonas americanas. Estos
elementos por naturaleza no son autónomos, sino que tienen, como lo dice el
término de 'artes aplicadas', una funcionalidad orgánica dentro de la cultura que
en mucho se parece a la que tienen las manifestaciones estéticas plásticas
medievales europeas. La pintura y la escultura de bulto de la época colonial, en
cambio, suelen ser consideradas, equivocadamente, como `arte' en el sentido
occidental moderno, es decir como manifestaciones estéticas autónomas. En
la escala de las valoraciones artísticas el `arte colonial" sobre todo en cuanto
se trata de pintura, es calificado de dudosa calidad o de "bajo nivel" por su
carácter epigonal y por reproducir, en la mayoría de los casos con torpeza
ingenua y muchas veces también de manera incoherente, las formas de la
pintura europea de la época renacentista, manierista y barroca3. Esta manera
de comprender el `arte colonial' conduce, sin embargo, a la incomprensión de
su naturaleza, que es completamente diferente a la del 'arte' europeo que trata
de imitar. En primer lugar no es autónomo ya que cumple funciones religiosas
clara- y estrictamente delimitadas y muy similares a las que cumplió la pintura
del Medioevo tardío en Europa; los pintores y escultores coloniales pertenecen,
como en el Medioevo europeo, a los gremios de artesanos y con ello a los
estratos bajos de la sociedad y su actitud productiva es la del artesano 4; salvo
muy contadas excepciones- entre ellas la del escultor brasileño Aleijadinho - no
suelen tener pretensiones y propósitos de tipo estético-expresivo en el sentido
de la voluntad de conceptualizar y comunicar una determinada relación
estética- visual con la realidad extrasubjetiva. Sus procedimientos no incluyen
la observación de lo real, es decir, del entorno americano, y su representación
pictórica o plástica; consisten en la transposición mediante la copia de
imágenes de origen europeo y estampas impresas (grabados en cobre o
madera que empiezan a ser divulgados desde la época renacentista y que
llegan desde Europa); de las estampas incluso, en muchas ocasiones, son
recortadas las figuras que hacen falta en determinada pintura para pegarlas en
ella, junto con otras figuras procedentes de otras estampas o copiadas de
diversas pinturas importadas para luego cubrirlas de color y barniz, formando
de este modo cuadros inevitablemente incoherentes en su composición, sus
relaciones espaciales, la aplicación de la perspectiva y de los volúmenes, de
luz y sombra etc., -aspectos que en las imágenes que llegan desde Europa-
aunque suelen ser en la mayoría de los casos obras de pintores de segundo o
3
Cfr. Martha Traba, Histório abierta del arte colombiano, Bogotá 1984, pp. 9-60.
4
Cfr. Eugenio Barney-Cabrera, El arte en Colombia, temas de ayer y de hoy, Bogotá, 1980, pp. 33-46.
tercer rango-, generalmente son manejados con corrección y destreza, según
el canon naturalista
La escultura de bulto, en los virreinatos españoles de América comprende casi
exclusivamente las imágenes religiosas destinadas al culto. Sólo este hecho
implica que su carácter sea diferente al de la escultura europea de la
Modernidad. Aparte de algunos casos de trabajos en piedra se trata sobre todo
de tallas en madera que, a la usanza popular española, están policromadas y
revestidas de diferentes materiales aditivos. En este caso son recubiertas de
finas láminas de oro de no menos de veinte kilates y luego estofadas y
encarnadas, es decir, pintadas minuciosamente con pintura de óleo y, en las
partes de la vestimenta, raspadas con un fino garfio o punzón para resaltar el oro
y lograr, de esta manera, efectos naturalistas impresionantes, teatrales muy
pomposos y a veces - sobre todo en los casos de las figuras de Santos mártires-
patéticos y tremendistas. A partir del siglo XVIII las figuras se convierten en
simples maniquís revestidos de pesados y ricos ropajes, pelucas y pestañas de
pelo humano, lágrimas y ojos de vidrio etc., -siendo todos estos procedimientos
estéticos ajenos a la escultura en su forma de `arte' autónomo tal como existe
en la Cultura Occidental Moderna, pero igualmente ajenos a las manifestaciones
escultóricas precolombinas en piedra y cerámica con su alto grado de
abstracción o la escultura en madera africana con su figuración igualmente
tendiente a la abstracción. Los indígenas americanos y los africanos (en África)
producen para sus rituales y cultos también objetos estéticos (máscaras, fetiches
mágicos, amuletos, figuras que representan antepasados, relicarios etc.)
mediante el ensamblaje, es decir, mediante procedimientos aditivos de diversos
materiales de origen mineral, vegetal o animal (y que son muy distintos a los
`nobles' materiales de la escultura como 'arte' autónomo -el mármol, el bronce
etc.); estos ensamblajes tienen, sin embargo, estructuras formales tendientes a
la abstracción. Las figuras de bulto de uso religioso cristiano de los Virreinatos
españoles en América no tienen, en general, influencias indígenas o africanas
sino que son una reproducción de las imágenes religiosas españolas de su
misma época, es decir, participan de una tradición estética europea premoderna,
cuya inclinación hacia la representación mimética, sin embargo, es un fenómeno
en el que se refleja- quebrada por la particular situación religiosa de España y
por la ubiquidad de lo popular -la incipiente Modernidad Occidental. (Los
ensamblajes -tanto los de carácter mimético figurativo como los abstractos-
reaparecen como fenómenos estéticos vanguardistas en el siglo XX, en el Pop
Art y en otras tendencias).
La música juega en las Colonias un papel muy importante en la propagación
de la fe y está esencialmente en manos de los misioneros. Los padres Sánchez
de Aguilar y Francisco de Burgos (siglo XVII) fijan en sus escritos la función de
la música, que es, según ellos, la de enfatizar el sentido dogmático de las
festividades cristianas5. El objetivo específico de la enseñanza de la música en
las misiones es el de acercar a los indígenas a Dios y alejarlos de sus cultos
paganos. Para ello se introducen instrumentos musicales de Europa, se enseña
a tocarlos y a fabricarlos, se enseña el canto llano o gregoriano de la escuela
toledana mozárabe (una forma medieval musical de la liturgia que en España
perdura hasta el siglo XIV y que la Iglesia de ese país trata de revivir en el siglo
XVI; se basa en un sistema tonal: distinto al occidental de la Modernidad). Para
hacer accesible a los indígenas el mensaje cristiano de estos cantos (provistos
de textos religiosos traducidos a los idiomas americanos) los misioneros
permiten y estimulan en algunos casos la mezcla de elementos melódicos
autóctonos6. En el siglo XVIII se compone, en las Colonias, música eclesiástica
polifónica para voces y acompañamiento de instrumentos (órgano, arpa, bajón y
otros); es interesante que la anotación musical omita, originalmente, las barras
de compas "así que los ritmos de motetes y salves no se metían en el borceguí
de hierro de la medida moderna"7. Un sentido rítmico distinto al europeo de la
Modernidad sigue siendo hasta hoy una de las fundamentales particularidades
culturales del hombre latinoamericano, herencia de la cultura indígena, la
africana y la popular ibérica premoderna con fuertes componentes árabes,
norafricanas y gitanas. También las síncopas que aparecen en la música colonial
eclesiástica polifónica8 comprueban la influencia de estos elementos. "No se
usaban las partituras que comprendieran en un solo golpe de vista las voces, el
órgano y los instrumentos, sino papeles separados que apuntan el nombre de
5
Isabel Aretz, Síntesis de la etnomúsica en América Latina, Caracas., 1980, p.25
6
1bid. pp. 25-32.
7
José Ignacio Perdomo Escobar, Historia de la música en Colombia , Bogotá, 1980, p. 40
8
Loc. Cit.
los ejecutantes y sus voces, algunas veces monjas, y las fechas repetidas de sus
ejecuciones (....)"9, lo que es indicio del carácter actual, no objetual, de esta
música que no es compuesta con el fin de dejar una obra para la eternidad sino
para una práctica musical inmediata al servicio del culto religioso.
9
Loc. Cit.
10
Ibid., p. 17
La sociedad colonial es segregada. Al fondo de la sociedad, por debajo de la
base de la pirámide feudal colonial, se encuentran los esclavos de origen
africano. Como tales no hacen parte de esta pirámide, sino que pertenecen a
una categoría aparte, comparable a la de los animales de carga. Ellos, en
muchos casos oriundos de las antiguas y estéticamente refinadas culturas del
África Occidental, llegan a América despojados de todos sus bienes tangibles
llevando consigo sólo sus cadenas y su identidad cultural: la memoria de
costumbres, creencias, saberes regionales y su cosmovisión - todo ello
relacionado con sus cantos, danzas, ritos y narraciones políticas, que practican
entre ellos- en muchos casos contrariando las prohibiciones de la Iglesia-
mezclando de este modo entre sí tradiciones africanas de diferentes regiones,
pueblos, tribus y castas. Esta práctica cultural constituye para los africanos en
América, bajo las condiciones crueles y deshumanizantes de la esclavitud una
defensa existencial, una forma de solidaridad comunitaria y sobre todo una forma
de reconocerse a sí mismos como seres humanos en una práctica humana.
Obviamente esta práctica estético-cultural pantónoma, ubicua, de significado
inmanente, actual y con tendencia a las formas abstractas inicialmente no recibe
ninguna influencia occidental: ésta se introduce poco a poco con el catolicismo
que en algunas partes de las Colonias es asimilado a las estructuras ideológicas
de las religiones africanas sin que para éstas se produjera un mayor
traumatismo, formando de este modo las religiones afroamericanas sincréticas
(la santería y el abakuá en Cuba, el vudú en Haití, el candomblé en el Brasil,
para mencionar sólo las variaciones más conocidas) con sus respectivas formas
estético expresivas (gestos rituales, ritmo y música, danza, vestuario y
accesorios corporales, objetos de uso ritual, palabras y giros lingüísticos mágico-
religiosos, grafismo simbólico). En estas formas de transculturación con
predominio del elemento africano no hay lugar para el eurocentrismo.
Muy distinta es la situación entre los indígenas que tienen la vivencia
traumática de haber pasado - para expresarlo con una metáfora tomada de la
mitología cristiana - 'por el apocalipsis', es decir, haber vivido el final de todas
sus instituciones, concepciones, creencias, valores y poderes, de haber vivido el
derrumbe total de su mundo, de haber sido sometidos a los genocidios más
atroces e inenarrables, los inflemos dantescos de las minas de plata, oro, estaño
y cobre, de haber sido vencidos en la totalidad de su propio territorio y para
siempre, sin posibilidad de evasión hacia otras tierras `más allá', de haber sido
despojados de esta tierra para ellos sagrada y con la que les unía, como un
cordón umbilical, el sentimiento de su identidad cultural e individual. José María
Arguedas- profundo conocedor y agudo analista de los procesos psico-sociales
de los quechua del Perú - narra como a una persona que no posee tierra 'en la
sierra peruana se le llama 'huérfano"11. En grandes partes de los Virreinatos,
sobre todo en las zonas andinas, los indígenas - sometidos y convertidos al
cristianismo - forman el nivel inferior, el de los siervos sin libertad personal, en la
pirámide feudal. Esta situación de los indígenas los obliga a adoptar una actitud
fatalista de resignación y sumisión,- esperando justicia sólo en el "más allá "
cristiano o en otros casos una actitud de resignación aparente y de servidumbre
que disimula un resentimiento secular contra los conquistadores y sus
descendientes criollos, alimentado en secreto por la esperanza de la posible
llegada de la hora de la justicia aquí, en este mundo12. En estas condiciones los
indígenas asimilan, aparte de la religión, muchos elementos culturales
occidentales a su propia cultura prehispánica, que se caracteriza por un
esteticismo refinado y can fuerte tendencia a la abstracción: asimilan elementos
rítmicos y melódicos, diversos instrumentos musicales, piezas de vestimenta,
palabras y giros lingüísticos para denominar lo que antes no existía, formas
pictóricas, festividades con sus respectivos ceremoniales y rituales. La
creatividad y el fino sentido estético de los pueblos americanos logra transformar
estos elementos para incorporarlos armoniosamente a su propio mundo,
configurando de este modo la cultura popular indoamericana, multifacética, rica
en variaciones regionales y estilos, dinámica y creativa, dispuesta a incorporar
nuevas influencias y elementos, pero conservando siempre su identidad propia,
manteniéndola libre del eurocentrismo que caracteriza la actitud cultural criolla.
Esta cultura popular indoamericana, en la que pesan las milenarias tradiciones
estéticas de las civilizaciones americanas con sus concepciones de espacio y
tiempo, de color y sonido diferentes a las occidentales, se caracteriza por su gran
cantidad de instrumentos musicales - la mayoría de origen precolombino,
algunos de ellos transformaciones de instrumentos occidentales-capaces de
11
José María Arguedas y Alejandro Ortiz Rescaniere, "Besítz an Boden, postspanische Mythen und Weltb'rld he¡ den Ketschua-
indianern", en: KetschuaLyrik, Leipzig, 1976.
12
Ibid.
producir una gama sorprendente de sonoridades; por su maestría en el campo
de la cerámica, la orfebrería, la talla de piedra y madera y los tejidos textiles; por
la riqueza y fantasía inagotable de sus máscaras y trajes, de sus expresiones
danzarías e histriónicas que se despliegan en los carnavales y en las fiestas
católicas; por su poesía y muchas otras manifestaciones que es imposible
enumerar; estas manifestaciones estéticas se caracterizan por su pantonomía y
ubiquidad, por la inmanencia del sentido y la actualidad, la tendencia a la
abstracción se combina y complementa en ellas con la representación por medio
de la mimesis.
El eurocentrismo es, durante la época colonial, propiamente una actitud de los
estratos sociales elevados y tiene sus raíces en el feudalismo colonial y su
pirámide de lealtades cuya punta es formada por la metrópoli y, en última
instancia, por la misma corona.
En el feudalismo el siervo acepta profundamente el paternalismo de su amo,
el señor feudal; le es leal; se identifica con sus intereses, con su modo de ver el
mundo; piensa a partir de su punto de vista. Pero por más servil que sea, siempre
le queda algo de su propia sustancia humana de la cual no puede renegar por
completo y que permanece viva en el fondo de su ser como una semilla latente
de la que puede, si las circunstancias la permiten, brotar- una nueva
autoconciencia afirmativa de lo propio. El eurocentrismo latinoamericano, en
analogía; es un servilismo cultural ante la metrópoli, una identificación con sus
patrones culturales, sus valores éticos y estéticos, normas jurídicas, sus
principios políticos. Pero la propia identidad cultural continúa, como una corriente
subterránea llena de remolinos, viva y vigorosa, debajo de la superficie de la
ideología oficial, debajo de la cultura dominante.
Existe un importante documento que ilustra con gran claridad varios aspectos
y fenómenos acompañantes del eurocentrismo latinoamericano, un texto
redactado el 17 de enero 1803 en Guayaquil, Ecuador, por Alexander Von
Humboldt durante el gran viaje que realizó entre 1799 y 1804 por Venezuela,
México, Colombia, Ecuador y Perú (o más precisamente por los tres Virreinatos
que ocupaban los territorios de estos países).
Humboldt -científico, humanista, hombre de capacidades multifacéticas- fue
amigo de Simón Bolivar y enemigo del colonialismo. En las partes de sus escritos
sobre América que se refieren a los aspectos sociales en los Virreinatos - su
objeto principal eran los fenómenos naturales a cuya observación estaba
dedicado el viaje - Humboldt se muestra como partidario de los indígenas, negros
y mestizos pobres y critica de manera lúcida el carácter perverso del sistema
colonial poco antes de la Independencia: "Para un hombre sensible no pueden
ser agradables las Colonias europeas para una estadía permanente: Un hombre
sensible sufrirá allí más que un hombre formado. El último establecerá el
contacto con Europa, dispondrá de libros e instrumentos científicos, el interés
que despertará en él la naturaleza del trópico le hará olvidar la falta de cultura
científica en las Indias. Será fácil divulgar la ilustración en las Colonias, pero no
lo será, convertir los hombres allí en suaves, amables y sociables... ¿De dónde
proviene esta falta de moralidad, de donde viene este sufrimiento, este malestar
que siente toda persona sensible en las Colonias europeas? Esto viene del
hecho de que la idea misma de la Colonia es una idea inmoral, la idea de un país
obligado a pagar tributo a otro país, de un país al que se le permite alcanzar
únicamente un determinado grado de prosperidad, en el que la industria y la
ilustración no deben sobrepasar un determinado punto: Más allá de este punto
la Madre Patria - según la idea establecida - ganaría menos; más allá de esta
mediocridad la Colonia se haría demasiado fuerte, demasiado capaz de
sostenerse a si misma y se independizaría. Todo gobierno colonial es un
gobierno de la desconfianza. La autoridad no se reparte de tal manera que
beneficie la felicidad de los habitantes sino según la sospecha de que las
autoridades podrían unirse, podrían trabajar por el bien de la Colonia y podrían
convertirse en peligro para los intereses de la Madre Patria. Entre más grande
son las Colonias más consecuentes son los gobiernos europeos en su malicia
política, más aumenta la inmoralidad en las Colonias. Se busca la seguridad a
través de la discordia, se divide entre diferentes castas, y se atizan el odio y las
discrepancias entre ellas para luego lamentarse de este odio mutuo, se les
prohíbe unirse entre ellos en matrimonio, se protege la esclavitud para que el
gobierno, si un día fallan todos los otros medios, pueda hacer uso del último y
más cruel recurso de todos, el de armar a los esclavos contra sus amos, para
hacerlos ahorcar (a los amos) antes de verse ahorcado uno mismo por ellos, lo
cual en todo caso siempre ha de ser el final de esta terrible tragedia. Se reparten
puestos sólo a los arribistas y villanos que el hambre expulsó de Europa; se les
permite tratar públicamente con desprecio a las personas nacidas en las
Colonias; se envían funcionarios que chupan la sangre a los criollos a la vez que
hablan sin cesar de las posesiones que abandonaron en Europa para
establecerse en una tierra donde todo les disgusta, donde el cielo no es azul,
donde la carne no tiene sabor, donde todo es despreciable, sin embargo no se
van. Los funcionarios europeos de bajo origen y enriquecidos mediante el abuso
de la autoridad que se les ha encomendado, se ufanan de sus posiciones. En
reacción a esto los criollos también buscan condecoraciones y títulos con los
cuales la Madre Patria acaricia su vanidad aplicándoles a la vez suaves sangrías.
Esto mismo produce un odio mortal entre el europeo y el criollo; el hijo odia al
padre. En la medida en la que crece el odio hacia la Madre Patria, nace el amor
hacia la tierra nativa. Una se empeña en hacerse una idea falsa de todo. Caracas
y Lima son consideradas más cultas que Madrid, se empieza a amara las otras
naciones, enemigas de España, no hay nada que se desea con más fervor que
ver a Londres o Paris, pero envanecido por la grandeza de la casa paterna y el
respeto con el que la aristocracia se sabe hacer tratar en América uno se siente
desplazado y poco honrado y regresa a un país del cual se dice que en él se
puede vivir en libertad porque se puede maltratar sin castigo a los esclavos y
ofender a los blancos si son pobres. Los gobiernos europeos tienen tanto éxito
en la difusión del odio y de la discordia en las Colonias que allí casi no se
conocen las alegrías de las diversiones sociales; por lo menos toda forma
permanente de vida social para la cual es necesaria la reunión de varias familias,
es imposible. De esta situación surge una confusión de ideas y sentimientos
inconcebibles, una tendencia revolucionaria general. Pero este deseo se limita a
la expulsión de los europeos para hacerse luego mutuamente la guerra.
Un obispo ilustrado, el de Trujillo, con quien hablé sobre las causas de la
inmoralidad de las Colonias, me dijo en un tono muy enérgico: `es tan difícil para
un europeo seguir siendo un hombre honesto en este clima donde reina la
impunidad hasta dentro del clero, que todos los días ruego a Dios que no me
deje morir aquí, ya que sin duda seré condenado. "13
Estas observaciones de Humboldt muestran con claridad analítica varios
aspectos del accidentado proceso ideológico y cultural (con el eurocentrismo
13
Alexander von Humboldt, Lateinamerika am Vorabend der Unabhitngégkeitsrevolution, Berlin, 1982, pp. 63-64 (la
traducción al español del texto original, escrito en francés, es nuestra).
como principal ingrediente) de las clases dominantes latinoamericanas en un
momento crucial, en vísperas de la Independencia; sus apreciaciones resultan
proféticas respecto a las consecuencias que traería una independización de la
metrópoli ibérica: Latinoamérica, en el siglo XIX, se desgarra en interminables
conflictos y guerras intestinas.
14
Cfr. David Aifam Siqueiros, Derneuemezikanische Realismus, Dresden, 1975; o: Siqueiros, (Seleccion de escritos), Mexico 1974.
latinoamericano no ha estado ajeno al factor estético y en sus mejores
expresiones siempre ha tratado de ser buena literatura, mientras en los centros
de la Modernidad Occidental, en Europa, el auge del periodismo en el siglo XTX
es funcionalmente vinculado a la aparición de lo trivial literario, la literatura fácil
y comercial que allí es llamada de manera peyorativo "literatura de folletín".
Hay muchos otros ejemplos que podrían aducirse para mostrar la tendencia
que tienen aquellos fenómenos estéticos latinoamericanos que han adoptado el
carácter de `arte' en el sentido occidental moderno, hacia la pantonomía y la
ubiquidad, lo que va acompañado frecuentemente por una inclinación a la
actualidad y la abstracción (que se puede observar incluso en muchas obras y
manifestaciones que de una u otra manera se sirven de los cánones miméticos
de la Cultura Occidental Moderna).
En la cultura latinoamericana del siglo XX perdura aún la práctica estética
popular pre-moderna (baja el término de "folklore "), que sin embargo
frecuentemente se encuentra sesgada por elementos y formas de tipo occidental
moderno tales como una pretendida autonomía, objetualidad o representaciones
mediante cánones miméticos pre-establecidos. Paralelamente existe un 'arte'
profesional de tipo occidental moderno, que aún reclama el reconocimiento de
su esfera y de su espacio propio en la sociedad, y que por ello proclama su
autonomía, siendo en realidad frecuentemente sesgado por elementos y formas
de tipo premoderno como la pantonomia, la ubiquidad, la actualidad y la
abstracción.
En la cultura estética latinoamericana del siglo XX, como totalidad, se
conjugan y combinan, por lo tanto, la autonomía con la pantonomía, la
exclusividad con la ubiquidad, la transcendencia con la inmanencia, la
objetualidad con la actualidad y la mimesis con la abstracción, generándose de
esta manera una situación particular y novedosa para la creación estética, que
se diferencia mucho de la situación y el papel de lo estético en la Cultura
Occidental de la Modernidad en Europa.
El primero de los dos grandes cambios que se producen en la cultura estética
latinoamericana del siglo XX consiste, como hemos explicado, en una toma de
conciencia, por parte de muchos intelectuales y artistas, del valor de lo autóctono
lo que conduce, junto con otros factores más objetivos, a la nueva situación para
la producción estética que hemos descrito.
El segundo cambio grande tiene carácter contrario. Se trata del fenómeno
de desculturización y amnesia cultural al que ya nos hemos referido y que en las
últimas décadas de este siglo, bajo el irrefrenable impacto de las transmisiones
de los avanzados medios de comunicación, dominados por los consorcios
internacionales metropolitanos, aumenta aceleradamente, adquiriendo un
carácter masivo que antes no tenía. 1a condición fundamental que facilita este
proceso de desculturización es el secular eurocentrismo y la resultante actitud
cultural carente de una identidad afirmativa de los valores propios lo que a su
vez implica una disposición a adoptar servilmente, sin criterio y sin resistencia,
todos los productos, fenómenos y modas de la cultura comercial de masas,
emitidos por las metrópolis industrializadas (hoy el paradigma lo constituyen
especialmente los Estados Unidos, pero también todavía hasta cierto grado los
países de Europa Occidental y, en forma creciente, el Japón). El terreno para
esto es ideológicamente preparado por una concepción mistificadora y elitista
del `arte', un derivado simplificado del esteticismo europeo de finales del siglo
XIX y que prospera a lo largo de nuestro siglo, paralelamente y en su esencia
opuesto a aquella concepción que afirma los valores estéticos de lo
latinoamericano. Para esta concepción mistificadora, el `arte' es una `creación
de genios', `refinamiento sublime', `belleza inmortal', `inspiración divina',
`exaltación de lo eternamente humano', 'revelación de los más profundos
secretos del inconsciente' o de los `más altos valores espirituales', 'misterio',
`embriaguez' etc. Este discurso rápidamente se convierte, por la facilidad que
ofrece a toda clase de retórica sin necesidad de bases sólidas de conocimiento
y formación estética en elemento inherente a la ideología manejada por los
sectores dominantes. Desde allí -penetra, por múltiples canales, en la conciencia
y el inconsciente de las capas medias en crecimiento y también; aunque de
manera más mediatizada, de los sectores populares urbanos que se encuentran
en expansión, imponiéndoles, junto con el ambiente de la ciudad, unas nociones
que califican lo estético como algo 'superior' e inalcanzable y que corresponde a
cosas y hechos extraños con los cuales no se tiene contacto (el `arte') o `algo
que es 'cosa de los ricos' y de los europeos (los objetos de lujo importados, tales
como muebles, lámparas, porcelanas y cursilerías de toda clase),
desvalorizando a la vez las concepciones estéticas autóctonas originarias del
ambiente rural, devenidos en el largo proceso de transculturación pluriétnica de
los siglos anteriores, dejando, como consecuencia, un gran vacío cultural y una
confusión e incluso ausencia de criterios valorativos.
Este vacío cultural es llenado por la cultura comercial de masas que, divulgada
por las metrópolis altamente industrializadas; inunda a América Latina,
especialmente desde que los medios audiovisuales (televisión por varios
canales, por cable y por satélite; video) se generalizaron, alcanzando toda la
población urbana y parte de la rural. La desculturización de aquellas masas
empobrecidas, que recientemente (en el transcurso de una generación)
abandonaron el campo para buscar empleo y una `vida moderna' en las
ciudades, es el terreno propicia para generar, de este modo, paradigmas
culturales extraños al entorno real de América Latina, a sus tradiciones estéticas,
su ambiente natural y cultural en el campo y la ciudad, paradigmas que implican
la alienación y la pasividad estética así como la desaparición de gran parte de la
sensibilidad y diversidad conceptual de lo estético formal (visual, auditivo y táctil,
de cromatismo, espacio, volumen, textura, de tiempo, ritmo y tonalidad sonora)
heredada de las culturas que aportaron a la latinoamericana y evolucionada en
el gigantesco crisol de la transculturización de varios siglos. En aquellos ámbitos
de las sociedades latinoamericanas que padecen en mayor o menor grado
procesos de la desculturación y caen bajo el predominio de la cultura comercial
de masas, se afecta gravemente la capacidad estética como una de las
facultades fundamentales del hombre en cuanto ser cultural: la actividad estética
creativa desaparece, la recepción estética se hace pasiva y mecánica, la
sensibilidad perceptiva y emocional se embota, la capacidad de análisis y
conceptualización intelectual se embrutece y la facultad de goce estético se
debilita. Todo esto conduce a una nivelación y homogeneización en torno a la
trivialidad y a un empobrecimiento de la subjetividad de los individuos. Una señal
de ello es una disminución muy perceptible de la producción artesanal tradicional
(con alto grado de creatividad estética en el diseño y la factura) durante las
últimas décadas y su sustitución por una producción ramplona de artículos,
copiados generalmente de formas provenientes de la industria occidental
moderna, (muchos de ellos del ámbito del 'kitsch'), realizados de manera
imperfecta y de baja calidad, mediante microempresas. Esto es frecuentemente
incentivado por las políticas gubernamentales, orientadas a dar solución al
desempleo, sin que en la orientación de los estímulos, se tomen en cuenta, los
aspectos estéticos de esta producción y las consecuencias culturales que de ella
se derivan para la sociedad.
Tal vez el aspecto menos afectable por la cultura comercial de masas es,
hasta el momento, el relacionado con la corporeidad, el sentido rítmico danzarío
y musical de los latinoamericanos, especialmente en aquellas regiones que han
sido marcadas por los elementos culturales de origen africano y donde existe
generalmente una clara conciencia e incluso un orgullo respecto a esta
particularidad de la idiosincrasia colectiva.
La identidad cultural de América Latina ha sido constantemente cuestionada,
discutida, puesta en duda y en entredicho a lo largo del siglo XX, a raíz de su
cercanía con la cultura europea, mientras su particularidad ha consistido
precisamente en su inagotable capacidad para asimilar y transformar elementos
externos y para incorporarlos en un conjunto plural de subsistema .culturales y
estéticos, dándoles un sentido nuevo y distinto. Solamente en el campo del `arte',
tal como suele practicarse en las `Escuelas de Bellas Artes' y en algunas otras
instituciones de carácter elitista se encuentran -cada vez menos- algunos
fenómenos puramente epigonales de carácter eurocéntrico.
La cultura latinoamericana vive por sus raíces populares. Estas siempre han
sido fundamento generador de vitalidad y punto de referencia, para los más
diversos y complicados procesos estéticos de asimilación y tranculturación.
Actualmente, en estas últimas décadas del siglo XX, la cultura latinoamericana
se encuentra por vez primera en peligro de ser nivelada y paulatinamente
aniquilada, ya que la cultura comercial de masas, mediante los medios de
comunicación audiovisuales contemporáneos, llega ahora ampliamente a los
sectores populares, logrando afectar con ello las raíces mismas de la cultura
latinoamericana, al desvalorizarla en su especificidad y originalidad, algo que
antes no fue posible en la misma medida.
La vitalidad de la cultura latinoamericana se encuentra, sin embargo,, lejas de
ser quebrantada y existen grandes posibilidades para que ella se convierto, para
el siglo XXI, en un epicentro de nuevas formas y tendencias expresivas .y de un
nuevo papel de lo estético dentro del contexto cultural general en el mundo, ya
que su condición específica, la de ser desde hace siglos el producto de intensos
procesos de transculturación entre pueblos de varios continentes, es favorable a
la universalización, mientras en la cultura europea -por tradición mucho más
cerrada y centrada en sí misma - los procesos de mestizaje y transculturación, a
los que ella también se ve sometida en este siglo de manera creciente,
encuentran más resistencia, causan más traumatismos y son más lentos. En este
sentido podemos suponer que la situación estético-cultural de América Latina,
con tal que se logre construir espacios alternativos de resistencia al embate de
la cultura comercial de masas, constituye una ventaja y un punto de partida muy
fructífero para futuros procesos culturales de carácter universal.
15
Cfr. Shao Hanming y Wang Yunkun, "Reconstruyendo el pasado", y: Zhang Wei, "La Agonia del Rio", en: Beijing informa No.
4, Beijin, 1989, pp. 14-25.
original y novedosa las tradiciones poéticas y filosóficas locales (asiáticas
arcaicas) con las técnicas literarias occidentales (especialmente las de la
literatura rusa clásica) y un pensamiento moderno, que a raíz de un
cuestionamiento del estalinismo enfoca con valentía y honradez los problemas
del mundo actual. Esta literatura, que se está proyectando a nivel internacional
y cuyo representante más destacado es el novelista kirguizio Chínguiz
Aitmátov16, se puede comparar en varios aspectos al fenómeno de la literatura
latinoamericana contemporánea que igualmente alcanzó talla universal.
16
Cfr. Juliane Bámbula Díaz, "La literatura soviética de ayer y de hoy - acerca de Chinguiz Aitmatov", en: Margen Izquierda 9, Bogotá,
1986, pp. 42-43.
17
Cfr. Junichiro Tanizaki, "Elogio de la sombra", en: El Paseante 6, Madrid, 1987, pp. 8-27.
18
Cfr. imagenes en : Mathias Dietz y Michael MSnninger, Japan Design,KÜln, 1992.
Occidental Moderna, por ejemplo, en manifestaciones histriónicas tales como la
Danza Buto19, en el diseño gráfico, el diseño de objetos de uso, el diseño de
modas. Los fenómenos estéticos actuales de Japón, en general, son de gran
interés para el desarrollo de la práctica y teoría estéticas en el mundo de hoy ya
que muestran los riesgos y peligros que implica una asimilación ciega y acrítica
de lo occidental moderno, a la vez que demuestran la potencialidad renovadora
que albergan las culturas tradicionales no-occidentales para un desarrollo
estético futuro.
África a su vez, junto con otras regiones que fueron coloniales, como por
ejemplo la India, entró en el siglo XX en la fase final de su lucha por la
independencia y logró finalmente liberarse de la condición colonial directa,
desarticulando el imperio colonial en general. Esto implica para este continente
profundas mutaciones culturales que tocan a fondo también los problemas
estéticos. África tiene que recuperar, en la medida de lo posible su rico legado
estético-cultural, pisoteado y destruido por los regímenes coloniales europeos y
edificar sobre esta base una nueva cultura estética para el futuro. Pero -como
señala el escritor nigeriano Wole Soyinka- el camino no puede ser la idealización
y el restablecimiento sin crítica de la cultura y de los valores del pasado arcaico
sin tomar en cuenta las realidades y los valores contemporáneos del mundo y
los logros ideológicos y materiales de la Cultura Occidental20. Ninguna
problemática cultural muestra con tanta claridad coma la de África el carácter
limitado y limitante de las teorías estéticas occidentales cuyos conceptos no
dejan lugar para una comprensión de los fenómenos estéticos de este
continente.
19
Leonardo de Arrizabalaga, "Buto la danza macabra de Kazuo Ono", en: El Paseante 6, Madrid, 1987, pp. 71-76.
20
Cfr. Juliane Bámbula Díaz, "Wole Soyinka", en: Grafos S, Cali, 1986/ 87, pp. 26-29; también: Joachim Fiebach, Kunstprozesse
in Afrikv, Berlin,1979