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1. Redacte un texto coherente uniendo las oraciones del modo más adecuado. Para ello siga los
siguientes pasos:
En mi opinión, yo creo que la universidad te tiene que hacer un hombre de bien, desarrollando tu persona;
la formación no solo tiene que ver con el trabajo sino también tu sentir de humano. Para ello, esta institución
debe fomentar el intercambio continuo entre nosotros los alumnos y nuestros queridos profesores, de esta
forma ambos nos enriquecemos. Los primeros ciclos en la universidad son decisivos para uno, pues te
introducen en esta nueva forma de vivir.
Fragmento 2
El sótano de la igualdad
Durante cientos de años, la mujer ha sido discriminada y relegada a un segundo plano.
Obligada a criar a los hijos y satisfacer a sus maridos. El dormitorio y la cocina eran
los espacios reservados para ella. Pero también es cierto que el hombre quedaba
relegado, en el plano emocional, al sótano; en la más absoluta soledad.
El hombre tenía que ocultarse bajo la máscara del varón frío, competente y varonil,
muy varonil. El conocido macho-man. La frase de que “los hombres no lloran” se repite
incluso hoy. Aunque, por suerte, cada vez menos.
Hemos vivido en un sistema machista que ha mantenido reprimidas y recluidas a las
mujeres en el hogar. Pero tampoco se puede negar que estaba apoyado y sostenido
por un sistema matriarcal que lo sostenía y lo fomentaba. La madre era el centro del
cariño y de las emociones familiares, mientras que el padre tenía muy difícil mostrar
sus sentimientos, por lo que se veía obligado en muchas ocasiones a tener otra vida
fuera del hogar.
En medio de los cambios sociales que se producen en el siglo XXI, los hombres se
encuentran desorientados. Hay hombres que sufren en silencio; humillados, con su
autoestima anulada, menospreciados de manera continua. No saben qué papel deben
desempeñar. Sus madres, a finales del siglo pasado, les enseñaron a rechazar todo
aquello que tenía que ver con la figura del hombre dominante y frío; a respetar a las
mujeres para que no las hiciesen sufrir tanto como sus padres o maridos les habían
hecho sufrir a ellas.
Las mujeres han adquirido los derechos que les correspondían como ciudadanas, con
mucho esfuerzo, pero sin perder su feminidad. Los hombres del siglo XXI son
conscientes de esta igualdad, han ganado en sensibilidad, y tratan de hacerla efectiva
repartiéndose las tareas del hogar o el cuidado de los hijos. Sin embargo, desde
pequeños, se les ha exigido que renuncien a la prepotencia o a la independencia,
características que se asocian con los siglos de dominación machista.
Los siglos de dominación del hombre han creado un sentimiento de culpabilidad a
muchos varones del que algunas mujeres de carácter iracundo y talante agresivo
sacan partido. Ejercen un machismo dado la vuelta.
La igualdad y la violencia de género se tratan de forma sexista en España cuando, en
los medios de comunicación y en la calle, los casos de violencia de género o de malos
tratos siempre se refieren a los que sufren las mujeres a manos de sus parejas. No se
habla de los casos –que se producen con mucha más frecuencia de la que
imaginamos- en que un hombre es humillado, maltratado psicológicamente, golpeado
e incluso asesinado por su pareja. Uno de los últimos datos registrados, el Consejo
General del Poder Judicial español denuncia que, en 2004 de cien víctimas de violencia
de género, 16 fueron hombres. El maltrato de una mujer a un hombre también es
violencia de género.
Según el Instituto de la Mujer, en el 2003 las mujeres presentaron 17 009 denuncias
por delitos de malos tratos frente a las 3 527 de los hombres. El número de víctimas
femeninas es mayor y también lo son sus denuncias. Sin embargo, el creciente
porcentaje de hombres agredidos por su pareja tampoco debería dejarnos indiferentes.
No hay duda de que ellas son las más afectadas por este problema, pero tampoco hay
que olvidar a los hombres que se encuentran en su misma situación. No todos los
maltratadores son hombres, ni todas las víctimas mujeres.
Muchos aguantan situaciones de desprecio, en soledad, por el amor que tienen a sus
parejas o a sus hijos. Callan por vergüenza, por miedo o porque sienten tocado su ego
masculino. Si queremos que la igualdad entre hombres y mujeres sea real, tampoco
debemos perder de vista los problemas que sufren los hombres de hoy.