Está en la página 1de 7

Indice

1.- Introducción. 2 ¿Qué es la filosofía del Derecho? 3.- Necesidad


de una filosofía del Derecho práctica 4.- Necesitamos una filosofía
del Derecho que cautive. 5.- Conclusiones. Referencias
bibliográficas.
______________________________________________________
_________
1.- Introducción
El estudio de la filosofía del Derecho permite conduce a la
adquisición de nuevo conocimiento que me permite entender de una
manera integral y holística el Derecho. Cuando nos referimos a
nuevo conocimiento no hacemos alusión a profundizaciones
teóricas o dogmáticas sobre el estudio de esta disciplina, sino al
conocimiento que suministra herramientas o instrumentos
metodológicos para enjuiciarla de manera crítica. En este sentido,
surgen dos preguntas capitales: a) ¿Qué es el derecho? y b)
¿Cómo debe ser del derecho?

Desde luego los propósitos o motivaciones particulares de quien


muestra interés por la filosofía del Derecho pueden ser diversos.
Algunos buscan un espacio que les permita la reflexión académica
filosófica para producir nuevo conocimiento; otros buscan fines
utilitaristas pragmáticos para su quehacer profesional. Para quienes
nos dedicamos a la aplicabilidad cotidiana del Derecho, lo que
esperamos conocer son pautas orientadoras, fruto de la reflexión no
solamente científica, sino también filosófica, que nos permitan
entender la dinámica, por ejemplo, de un sistema procesal en
particular y cómo debería ser, en todo caso.
En este sentido, intento, en el presente ensayo, esbozar algunas
ideas sobre la necesidad de una filosofía práctica, capaz de
suministrar ideas claras y útiles para la mejor aplicabilidad de la
norma jurídica en cada caso concreto. Y esto se logra, cuando el
aplicador jurídico no solamente tiene clara la idea de lo que es el
Derecho que está aplicando, sino fundamentalmente cómo debe
serlo.

2.- ¿Qué es la filosofía del Derecho?


Si la Filosofía es entendida como el estudio o análisis crítico de la
realidad, el objeto de la filosofía del Derecho viene a ser el
quehacer jurídico, entendido como producto histórico, constituido
por un sistema de normas que persiguen fines ética y políticamente
defendibles. En este sentido, la filosofía del Derecho centra su
atención analítica en el contenido la norma jurídica (de Asis,
2021:4), en tanto instrumento principal del sistema jurídico, y de la
justicia, en cuanto postulado teleológico. De modo que la filosofía
del Derecho no solamente se encarga del estudio reflexivo,
profundo e integral de todo aquello que describe cómo es el
Derecho, sino también -y probablemente lo más importante- sobre
lo que debe ser (cómo debe ser el Derecho).

Siguiendo a Bobbio , la filosofía del Derecho, a diferencia de las


ciencias jurídicas, se manifiesta como la toma de posición frente a
la realidad jurídica; es decir, es prescriptiva. Para este autor, el
objeto sobre el cual reflexiona la filosofía del Derecho está
constituido por la teoría del derecho que comprende el significado y
el sentido del Derecho (responde a la pregunta qué es el derecho);
la teoría de la justicia que gira en torno a una cuestión finalista
(responde a la pregunta cómo debe ser el derecho) y las teorías
jurídicas, básicamente las referidas a la aplicabilidad de la norma,
como la argumentación jurídica,  están vinculadas con la aplicación
del derecho (responden a la pregunta cuál es el sentido del
derecho). Son, por tanto, estos tres campos sobre los cuales la
filosofía del derecho dirige su atención.

Ahora bien, para el maestro Pérez Luño (2008: 23) la filosofía del
Derecho se presenta como una disciplina bifronte, dado que es una
convergencia de dos formas de conocimiento, como son: el
filosófico y el jurídico. En este contexto, refiere que se trata de una
disciplina de encrucijada que encuentra sentido cuando el análisis
del Derecho no se reduce al empleo exclusivo de los métodos
cognoscitivos jurídicos o solamente de los filosóficos; sino que,
cobra sentido y es útil cuando confluyen tanto el conocimiento
científico de la disciplina jurídica como los postulados de la filosofía.
La filosofía del Derecho no debe agotarse en la reflexión, en el
análisis y construcción de enunciados abstractos y metafísicos; sino
que debe estar conectada, tanto con el conocimiento que
suministran las teorías jurídicas, como también con la realidad
jurídica (Pérez Luño, 2008: 23); es decir, con aquello que constituye
el derecho vivo.

3.- Necesidad de una filosofía del Derecho práctica


Una teoría debe contribuir a la solución de los problemas concretos,
si no cumple con esta finalidad, pierde trascendencia, relevancia y
utilidad. El conocimiento es útil porque nos permite tener una visión
más clara y precisa de aquello que nos rodea y, por tanto,
desenvolvernos de la mejor manera posible. La filosofía del
Derecho, por tanto, no debe agotar sus esfuerzos en la construcción
de teorías metafísicas sobre el ser del derecho, sino que debe
contribuir básicamente a suministrar los fundamentos teóricos que
permitan al operador jurídico, llámese juez, fiscal, abogado, etc.
actuar con mejor criterio al momento de hacer frente a un
determinado problema donde el derecho entra en juego.

El Derecho cobra importancia y trascendencia cuando entra en


acción, cuando un aplicador jurídico, frente a un determinado
fenómeno social, tiene que decidir. Así por ejemplo, la autoridad
política toma una decisión con relación a un problema público que
es de su competencia resolverlo; sin embargo, el sentido decisorio
no solamente responde – o al menos no debe serlo- a una
motivación de pura conveniencia política, sino también debe
considerar el marco jurídico normativo imperante en ese momento.
De igual modo, cuando un juez resuelve un litigio o una
controversia, no se limita sin más a construir enunciados o
proposiciones subsuntivas, desprovistas de contenidos materiales,
sino que debe explicitar las razones que respaldan el sentido de su
decisión; es decir, debe justificar.

La filosofía del Derecho, por tanto, puede suministrar el


conocimiento metajurídico que permita al operador del Derecho
tomar una decisión que no solamente se ajuste a los parámetros
formalistas que el ordenamiento jurídico establece, sino que debe
estar en concordancia con aquellos postulados teleológicos
generales que subyacen o justifican el propio sistema normativo.
Así pues, veamos, por ejemplo, en un proceso penal, donde se
tiene que decidir sobre la libertad de un ser humano, en primer
lugar, qué duda cabe, los instrumentos inmediatos de los que se
valen tanto el juez como los demás sujetos procesales, vienen a ser
las disposiciones normativas de corte procesal y penal. Sin
embargo, lo que la sociedad espera de la decisión es que esta sea
justa. Aquí ya surge la primera cuestión: ¿cuándo una decisión es
justa?

Para pretender responder a la pregunta de ¿cuándo una decisión


judicial, por ejemplo, es justa? se requiere conocimientos
adicionales de los que el sistema procesal suministra. Es necesario
desentrañar, en el caso del proceso penal, la finalidad del mismo.
La dogmática procesal, si bien da cuenta de una serie de principios
y de técnicas que orientan y organizan el proceso, incluso puede de
forma explicita establecer el fin que persigue, también es cierto que
se agota en enunciados o formulaciones, como el de la “búsqueda
de la verdad”. Entonces, si la finalidad del proceso, por ejemplo, es
la “búsqueda de la verdad” como sostiene la denominada corriente
racionalista (Ferrer Beltrán, 2020: 112), el operador jurídico se
formula naturalmente preguntas cómo las siguientes ¿Qué es la
verdad? Y el debate sobre este tema naturalmente desborda la
dogmática o teoría procesal, incluso la teoría del derecho (Gascón
Abellán, 2004: 66). Es un tema propio de la epistemología (Laudan,
2013: 23).

Lo que un operador del derecho espera como aporte de la teoría del


conocimiento no son las engorrosas disquisiciones teóricas y
abstractas, sino conceptos orientativos concretos, claros y
razonables que permitan no solamente asumir y defender una
determinada posición, sino -lo más importante- justificarla; es decir,
suministrar razones en favor de la aserción que se defiende. Por
ello, la filosofía del Derecho tiene que tener una orientación
pragmática. El juez, el abogado, el fiscal, los aplicadores del
derecho, en general, buscan información accesible, relevante y
digerible; lo que no quiere decir, que se pretenda prescindir de la
riguridad epistémica exigida desde luego.

4. Necesitamos una filosofía del Derecho que cautive


La filosofía del Derecho, además de centrarse en el análisis del
“ser” (análisis ontológico), formular proposiciones meta teóricas de
“cómo debe ser” (reflexión axiológica y teleológica), suministrar
conocimiento digerible por el operador jurídico para que éste tome
una decisión mejor justificada, también debe constituir un foco de
motivación que incentive el interés por el estudio de las disciplinas
filosóficas como la epistemología, la ética, la axiología, etc.

Hoy por hoy, las decisiones jurídicas requieren estar lo


suficientemente respaldadas en buenas razones; es decir,
justificadas. Pero ¿qué es justificar? La justificación como concepto
es un tema eminentemente epistemológico. De igual modo, la
verdad como concepto y fenómeno es un tema epistemológico. Por
tanto, por ejemplo, en este extremo, nos preguntamos, cuál es la
teoría de la verdad que mejor justificación posee para resolver un
proceso penal o civil. ¿Será la “verdad como coherencia”? ¿la
“verdad como consenso”? o ¿la “verdad como correspondencia”?
Es obvio que el derecho (llámese teoría del derecho o dogmática
procesal) no puede responder a estas preguntas de manera
satisfactoria. Solamente será posible recurriendo a la epistemología.

De igual modo, cuando reflexionamos sobre la justicia, en tanto


contenido moral, las estructuras del conocimiento jurídico no son
suficientes para proveer de una respuesta sólida sin correr el riesgo
de caer en falacias argumentativas. Requerimos alimentarnos de
postulados axiológicos que con mayor autoridad nos suministran las
teorías sobre la justicia.

Finalmente, el derecho se manifiesta como una actividad


argumentativa por excelencia (Atienza, 1997: 26) y en esta
perspectiva, el producto final, aquel que llega al destinatario no es el
que es producido en la fábrica (legislador), sino el que es procesado
por los distintos agentes que intervienen en la cadena de
comunicación o tránsito; es decir, por los aplicadores del Derecho.
Por tanto, lo que se espera es que ese producto llegue con un valor
agregado; sin embargo, ello no sucede siempre; a veces, en lugar
de estar purificado y mejorado, termina siendo deformado, incluso
sin contenido. Entonces, la filosofía del Derecho también debería
comprometerse con la corrección del razonamiento argumentativo
que caracteriza al Derecho, en tanto actividad dinámica cuando
entra en acción. Lo que estamos intentando decir es que la filosofía
del Derecho debe promover el empleo de las reglas de la lógica, a
fin de que la estructura del razonamiento que se construye cuando
se decide aplicar la norma no padezca de falencias de validez
formal. De hecho, la aplicación correcta de la lógica no garantiza la
validez material de la decisión; para lograrlo se requiere algo más.
Se necesita premisas epistémicamente justificadas.

5.- Conclusiones
a) La filosofía del Derecho es un área del conocimiento humano de
valiosa importancia para el jurista, dado que le permite conocer el
ser del derecho, como también formular teorías dirigidas a la
corrección del sistema normativo.

b) La filosofía del Derecho requiere acercarse al aplicador jurídico,


con un lenguaje claro, asertivo y motivador.

c) La filosofía del Derecho debe persuadir al aplicador del Derecho


para que se interese en el estudio de aquellas disciplinas filosóficas
que proveen de los insumos teóricos al derecho, como son la
epistemología, la ética, la lógica.

Referencias Bibliográficas
De Asis, D., & De Asis, R. (2021). Significado y función de la
Filosofía del Derecho (material de enseñanza del Máster en
Filosofía jurídica y política). Madrid: Tirant formación.

Atienza, M. (1997). Derecho y argumentación. Bogotá: Universidad


Externado de Colombia.
Ferrer Beltrán, J. (2020). Prueba y racionalidad de las decisiones
judiciales. Pachuca de Soto, Hidalgo, México: CEJI.

También podría gustarte