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La posesión

PID_00286499

Juan Pablo Pérez Velázquez

Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 4 horas


© FUOC • PID_00286499 La posesión

Juan Pablo Pérez Velázquez

Doctor en Derecho por la Univer-


sidad Pablo de Olavide de Sevilla
(2013) con la calificación de sobre-
saliente cum laude por unanimidad,
y obtención del premio extraordina-
rio del doctorado. Licenciado en De-
recho por la Universidad de Sevilla
(1995-2000). Profesor de Derecho
Civil desde el año 2008, siendo ac-
tualmente profesor contratado doc-
tor en la Universidad Pablo de Olavi-
de de Sevilla. Su actividad investiga-
dora comprende prácticamente to-
dos los sectores del derecho civil, y
muy especialmente el derecho patri-
monial y el derecho de sucesiones.
Es autor de más de treinta publica-
ciones en forma de monografías, ar-
tículos jurídicos en revistas, obras
colectivas y manuales. Letrado del
Ilustre Colegio de Abogados de Se-
villa desde 2002.

El encargo y la creación de este recurso de aprendizaje UOC han sido coordinados


por la profesora: Mònica Vilasau Solana

Primera edición: febrero 2022


© de esta edición, Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC)
Av. Tibidabo, 3943, 08035 Barcelona
Autoría: Juan Pablo Pérez Velázquez
Producción: FUOC
Todos los derechos reservados

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mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita
del titular de los derechos.
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 7

1. La posesión........................................................................................... 9
1.1. Configuración, concepto y funcionalidad .................................. 9
1.2. El fundamento de la protección posesoria ................................. 11
1.3. La posesión como hecho y como derecho ................................. 11
1.4. El corpus y el animus como elementos de la posesión ................. 13

2. Clases de posesión.............................................................................. 14
2.1. Posesión natural y posesión civil ................................................ 14
2.2. Posesión en concepto de dueño y posesión en concepto
distinto de dueño ........................................................................ 15
2.3. Posesión en nombre propio y posesión en nombre ajeno. El
servidor de la posesión ............................................................... 16
2.4. Posesión mediata y posesión inmediata ..................................... 17
2.5. Posesión de buena fe y posesión de mala fe ............................... 19
2.6. Posesión viciosa y posesión tolerada .......................................... 20

3. Estructura de la situación posesoria............................................ 22


3.1. Sujetos de la posesión ................................................................. 22
3.2. Objeto de la posesión ................................................................. 23
3.2.1. Posesión de las cosas ..................................................... 23
3.2.2. Posesión de derechos ..................................................... 24

4. Adquisición de la posesión.............................................................. 25
4.1. Modos originarios de adquirir la posesión ................................. 25
4.2. Modos derivativos de adquirir la posesión ................................. 26

5. Conservación de la posesión........................................................... 28

6. Extinción o pérdida de la posesión............................................... 29

7. Recuperación de la posesión........................................................... 31

8. Presunciones posesorias.................................................................... 32
8.1. Presunción de buena fe .............................................................. 32
8.2. Presunción de continuidad del concepto posesorio. La
inversión o interversión del concepto posesorio ........................ 33
8.3. Presunción de legitimación posesoria ........................................ 34
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8.4. Presunción de continuidad en la posesión ................................. 35


8.5. Presunción de posesión de los muebles dentro del inmueble
que se posee ................................................................................ 35

9. La adquisición a non domino del art. 464 del Código Civil.... 37

10. Tutela de la posesión........................................................................ 40

11. Suspensión de obra nueva............................................................... 43

12. Liquidación del estado posesorio.................................................. 44


12.1. Adquisición de los frutos por el poseedor de buena fe ............... 44
12.2. Adquisición de los frutos por el poseedor de mala fe ................. 45
12.3. Régimen jurídico de los gastos ................................................... 45
12.4. Responsabilidad por deterioros o pérdidas ................................. 47

Resumen....................................................................................................... 48

Bibliografía................................................................................................. 49
© FUOC • PID_00286499 5 La posesión

Introducción

Una de las necesidades más primarias del hombre es la tenencia y el disfrute


de las cosas. El derecho atiende esta realidad cotidiana y compleja mediante
la figura de la posesión, de la que Ihering (1926) afirmaba que era «el juguete
que el hada del derecho ha puesto en la cuna de la doctrina». Iremos compro-
bando cómo el contacto físico con las cosas inviste al poseedor de una situa-
ción ventajosa en el tráfico y en el proceso. Advertiremos que el estudio de la
teoría de esta institución no es fácil: estamos ante una materia calificada como
controvertida por la doctrina científica.

La materia posesoria aglutina situaciones diferentes y heterogéneas. Por


medio de esta figura, el ordenamiento jurídico protege la tenencia de
la cosa, el poder efectivo que se ejerce sobre esta, tenga o no el tenedor
un derecho.

Pensad que, si bien habitualmente se tiene algo, es decir, se posee en virtud


de una causa jurídica, de un título que justifica la posesión, también existen
situaciones posesorias carentes de dicha causa jurídica.

Por ejemplo, Carlos tiene el coche que le regaló su madre, María tiene el piso que arrendó
a Pablo, Jesús tiene la finca de su difunta mujer porque esta se la dejó en usufructo, Ana
tiene el abanico que se encuentra en la calle, Pedro tiene la casa abandonada que ocupa,
Carmen tiene la falda que hurtó en unos grandes almacenes.

Tan diferentes situaciones fácticas evidencian que la mera tenencia de algo es el único
nexo que las aglutina: todos son poseedores y, por ello, podrán ampararse en los meca-
nismos de defensa de la posesión, las acciones posesorias, anteriormente denominadas
«interdictos».

Ningún poseedor, ni siquiera el que para serlo ha violado la ley, puede ser
privado violentamente de la cosa poseída. Como veremos, la posesión otorga
al poseedor el derecho a seguir poseyendo ius possessionis; por consiguiente,
solo podrá ser privado de la tenencia de la cosa mediante los medios jurídicos
oportunos.

Sin embargo, la posesión, además de cumplir ese importante cometido como


institución jurídica autónoma, desempeña una fundamental función de legi-
timación. Pensemos que la posesión y la inscripción registral son los meca-
nismos de los que se sirve el derecho para la� protección� de� la� apariencia
jurídica, y esta, para algunos autores, no es solo un principio informador de
algunas instituciones, sino un principio general del derecho.
© FUOC • PID_00286499 6 La posesión

En virtud de la apariencia, el poseedor está legitimado para ejercitar el derecho


que dicha apariencia manifiesta o publica y, al mismo tiempo, permite que los
terceros puedan confiar en dicha apariencia, como advertiréis al estudiar los
efectos de la posesión de buena fe de los bienes muebles.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar que la posesión cumple otra fun-


ción relevante, al ser la situación jurídica que posibilita que, con el paso del
tiempo, quien no era propietario ni titular de un derecho real pueda llegar a
serlo, y de este modo, la apariencia posesoria interina se transforma en reali-
dad�jurídica�definitiva.

Las normas�reguladoras�de�la�posesión en nuestro derecho reflejan modelos


diferentes de concebir esta institución, según las distintas etapas del pensa-
miento jurídico. Así, hay reglas de origen romano, de raíz germánica, de mar-
cada influencia canónica, otras se deben a elaboraciones llevadas a cabo por
juristas del derecho común y, a la vez, se advierten en algunas normas criterios
empíricos y, en otras, reglas de más reciente elaboración.
© FUOC • PID_00286499 7 La posesión

Objetivos

Con el estudio de este módulo se deberán alcanzar los objetivos siguientes:

1. Conocer la realidad fáctica regulada por el derecho.

2. Comprender los preceptos del Código Civil a partir de los perfiles históri-
cos indispensables.

3. Reconocer las diferentes nociones posesorias que se han consolidado sobre


la materia.

4. Comprender la relevancia de la posesión de buena fe.

5. Perfilar de manera sucinta la adquisición, conservación, extinción y liqui-


dación del estado posesorio.

6. Comprender las importantes funciones que la posesión cumple en nuestro


derecho.
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1. La posesión

1.1. Configuración, concepto y funcionalidad

Partimos de la conceptuación de la posesión como poder que tiene una per-


sona con relación a una cosa o cosas –también respecto a los animales–, que
se encuentra reconocido y protegido por el ordenamiento jurídico, con inde-
pendencia de la razón jurídica de su tenencia. Con ello, se está aludiendo a
situaciones muy diversas, que abarcan desde el propietario, el usufructuario,
el acreedor pignoraticio, el arrendatario, y hasta al mero ocupante. Todas estas
situaciones tienen en común la tenencia de la cosa, pero en algunos casos se
basa en un título de derecho real (propietario, usufructuario, acreedor pigno-
raticio); en otros, en un título de un derecho personal (arrendatario), y tam-
bién en una carencia de título (el mero ocupante –okupa–), y hasta el ladrón
en cuanto ejerce de hecho el control fáctico sobre la cosa.

En nuestro ordenamiento, la posesión es un concepto funcional puesto que


cumple tres funciones:

1)�Especial�tutela�jurídica�que�tiene�todo�poseedor�con�la�llamada�defensa
o�tutela�interdictal. Esta función se recoge en los arts. 441 y 446 CC.

«En ningún caso puede adquirirse violentamente la posesión mientras exista un poseedor
que se oponga a ello. El que se crea con acción o derecho para privar a otro de la tenencia
de una cosa, siempre que el tenedor resista la entrega, deberá solicitar el auxilio de la
Autoridad competente» (art. 441).

«Todo poseedor tiene derecho a ser respetado en su posesión; y si fuere inquietado en


ella, deberá ser amparado o restituido en dicha posesión por los medios que las leyes de
procedimiento establecen» (art. 446).

(1)
A partir de la entrada en vigor de la Ley de Enjuiciamiento Civil del año 2000, Art. 250.1.4º LEC.
los tradicionales interdictos se denominan simplemente «acciones para rete-
ner o recuperar la posesión».1 Ved también

Esta singular función protec-


Comprende el contenido de los preceptos aludidos que quien se comporta co- tora será estudiada posterior-
mente con más detalle en el
mo dueño de una cosa, aunque no lo sea, es protegido frente a perturbaciones apartado «Tutela de la pose-
sión».
o despojos que provengan de terceros o del propietario de la cosa, sin necesi-
dad de probar su dominio, sino que basta la tenencia de la cosa. Igualmente,
se concede protección a quienes poseen la cosa en concepto distinto de dueño
(por ejemplo, usufructuario, arrendatario, precarista); y se concede tal protec-
ción, aunque el verdadero dueño de la cosa sea el autor de la perturbación.
© FUOC • PID_00286499 10 La posesión

Ana es la propietaria de una bicicleta que Benito le roba y que posteriormente vende
a Carmen, quien la compra de buena fe por doscientos euros.

Desde el plano jurídico, Carmen no es propietaria puesto que ha adquirido de Benito,


que no lo era, y que por lo tanto no podía transmitir un derecho que no tenía. No
obstante, la posición de Carmen es acreedora de cierta protección jurídica. Si, pos-
teriormente, Carmen es perturbada o despojada de su posesión por un tercero, por
ejemplo, por Daniela, podrá reaccionar frente a dicho despojo alegando exclusiva-
mente su condición de poseedor –sin título– y reclamar la restitución de la bicicleta.
Daniela no podrá alegar frente a la demanda de Carmen que no es verdadera propie-
taria, puesto que la defensa de Carmen es independiente de que tenga título o no.

Incluso podría darse la situación de que el despojo contra Carmen fuera realizado
por Ana, que es la verdadera propietaria de la bicicleta, y que, a los pocos días de
haber sufrido el robo de esta, ve a Carmen paseando con su bicicleta. Pues incluso en
este supuesto, Carmen se encuentra protegida frente a la perturbación o el despojo
llevado a cabo por la verdadera dueña de la bicicleta. El único medio del que dispone
Ana para recuperarla es acudir a los tribunales de justicia.

2)� Función� de� legitimación, lo que significa que determinados comporta-


mientos exteriores respecto de una cosa permiten que una persona pueda ser
considerada como titular de un derecho sobre esta y pueda ejercitar las facul-
tades derivadas de este derecho, sin más base que la apariencia y sin necesidad
de probar su titularidad. Esta función de la posesión deriva del art. 448 CC al
establecer que «el poseedor en concepto de dueño tiene a su favor la presun-
ción legal de que posee con justo título y no se le puede obligar a exhibirlo»
y del art. 464 CC al señalar que «la posesión de los bienes muebles, adquirida
de buena fe, equivale al título». Esta característica únicamente es predicable
de la posesión en concepto de dueño.

«Bajo el prisma de la función legitimadora, diríamos que la posesión es la situación jurí-


dica que legitima a una persona en virtud de la apariencia para ejercitar el derecho que
dicha apariencia manifiesta o publica, o permite a los terceros confiar en ella» (Díez-Pi-
cazo y Gullón, 2016).

Federico posee una finca rústica destinada al cultivo de algodón en concepto de due-
ño, y se comporta como propietario. Dicha finca también fue cultivada por su padre,
por lo que resulta razonable que frente a todos sea considerado propietario de la finca.

Lo anterior conlleva que Federico pueda ejercitar todas las facultades propias de un
dueño, como por ejemplo cultivar el algodón y venderlo, o incluso arrendar dicha
finca. Y, además, goza a su favor de una presunción iuris tantum de que es titular del
derecho en cuyo concepto posee. Por lo tanto, quien pretenda sostener que Federico
no es el verdadero propietario de la finca deberá acreditarlo mediante la destrucción
de dicha presunción.

(2)
3)�Permite�convertir�en�dominio�la�posesión�que�no�ostenta�título, cuando Arts. 1940 y ss. CC.
ha sido quieta, pacífica e ininterrumpida durante el tiempo señalado por la
ley mediante la figura de la usucapión.2

«La relación fáctica que ha durado el lapso de tiempo señalado por la ley es el soporte
imprescindible de tal instituto, bien en su modalidad de usucapión extraordinaria, en la
que no se necesita título alguno, bien en la de ordinaria, en la que se purga el vicio o
defecto del título en cuya virtud hemos adquirido la propiedad o derecho real sobre una
cosa» (Díez-Picazo y Gullón, 2016).
© FUOC • PID_00286499 11 La posesión

Continuemos con el primer ejemplo, en el que Ana sufrió el robo de su bicicleta por
parte de Benito, y este posteriormente se la vendió a Carmen, que la compró de buena
fe por doscientos euros.

Afirmamos que desde el plano jurídico Carmen no se convierte en propietaria de la


bicicleta, ya que ha adquirido de Benito que no lo era, y que por lo tanto no podía
transmitir un derecho que no tenía. No obstante, si durante tres años Carmen posee
la bicicleta en concepto de dueña y de buena fe, es decir, en la creencia de que había
adquirido la bicicleta al verdadero dueño, además de tratarse de una posesión públi-
ca, pacífica e ininterrumpida, acabará adquiriendo por usucapión la propiedad de la
bicicleta (art. 1955.1 CC).

1.2. El fundamento de la protección posesoria

(3)
Según Savigni (1845), un sector de la doctrina mantiene que el ordenamiento Por ejemplo, art. 1956 CC.
jurídico protege la posesión porque supone la preservación de la paz social,
es decir, una manifestación de la regla de convivencia de que nadie puede to-
marse la justicia por su mano; si bien esto, como señala Roca i Trias (1994), no
es totalmente cierto si se tiene en cuenta que la posesión se adquiere también
por actos violentos, aunque esta violencia tenga determinadas consecuencias
impeditivas de la producción de algunos efectos jurídicos.3 Por otro lado, en la
línea de Ihering (1926), se resalta que el fundamento no es otro que la protec-
ción del propio derecho de la propiedad (que, de manera indirecta, beneficia
también a los poseedores que no sean propietarios) y se basa en que lo normal
y frecuente es que quien se comporta como propietario lo sea, por lo que el
ordenamiento opta por proteger de entrada a los poseedores, sin perjuicio de
dejarles después desprovistos de esa tutela si se demuestra que no eran mere-
cedores de esta.

Supone, en definitiva, un modo de publicidad de los derechos reales, una pro-


tección de la apariencia jurídica basada en los hechos, y precisamente en torno
a esa creencia basada en la apariencia, se podrá permitir, incluso, que deven-
gue en un auténtico derecho real a través de la posesión prolongada pública-
mente (caso de la usucapión).

1.3. La posesión como hecho y como derecho

Considerada como mera tenencia, la posesión es un hecho jurídico, un mero


hecho al que el ordenamiento jurídico le atribuye determinadas consecuen-
cias jurídicas. Y si entre dichas consecuencias está el de atribuirle al poseedor
acción para reaccionar contra el despojo o perturbación, no puede sino con-
cluirse que dicha posesión otorga al poseedor el derecho a continuar poseyen-
do hasta que otra persona le venza en un procedimiento judicial.

Poseer significa ejercitar el señorío de hecho sobre una cosa, aunque la deten-
tación material del bien no encuentre causa o justificación en un título que
habilite al poseedor para seguir siéndolo. En tal caso, suele afirmarse que el
poseedor tiene el ius�possesionis (derecho a la posesión o a seguir teniendo),
aunque carezca de ius�possidendi (derecho a poseer). Esto configura el derecho
© FUOC • PID_00286499 12 La posesión

–ius possesionis– a seguir poseyendo hasta que otro le venza en juicio, con lo
que cede ante el ius possidendi; es decir, ante al derecho a poseer la cosa que
tiene el propietario o titular de cualquier otro derecho real de cuyo contenido
la posesión forme parte.

El ius possidendi o posesión como derecho es el «derecho a poseer» que


tiene quien según la ley debería poseer, como el propietario o el usu-
fructuario. Con la expresión ius possesionis o posesión como hecho, sin
embargo, se hace referencia al «derecho a seguir teniendo» del que goza
el poseedor de la cosa, con independencia de cuál sea su legitimidad
para poseer.

Pues bien, la acción�reivindicatoria es una acción protectora del dominio que


se basa en el ius�possidendi, y se interpone por el propietario no poseedor con-
tra quien posee la cosa o el animal indebidamente. Estas acciones se tramitan
en juicios de los llamados «petitorios» y su finalidad es la de obligar al deman-
dado a restituir la cosa o el animal que poseía de manera indebida. Para que
proceda la acción reivindicatoria, es necesario que se demuestre la existencia
de un título que funde al derecho a poseer del demandante (dominiun actoris),
que haya una posesión injustificada del demandado (contraria possessio) y que
exista identidad de la cosa objeto de acción (eadem ratio).

(4)
Las acciones�posesorias –anteriormente denominadas «interdictos»–,4 se ba- según la terminología de la LEC
1/2000, «acciones de tutela suma-
san en el ius�possesionis, esto es, en el derecho a seguir poseyendo, y su finali- ria de la posesión».
dad es la de proteger a cualquier poseedor que se hallare en la tenencia de una
cosa, realizando total abstracción de su legitimidad para poseerla. Se ventilan
en juicios posesorios caracterizados por su rápida tramitación y por limitar
su objeto al puro hecho posesorio, es decir, con independencia de cualquier
cuestión relacionada con la titularidad legítima de la cosa objeto del proceso.
Estos interdictos, especialmente los de retener y recobrar, son medios judicia-
les de tutela o defensa puramente posesoria.

La distinción entre el ius possidendi o posesión como derecho y el ius possesionis


o posesión como hecho la ilustran Díez-Picazo y Gullón (2016) con el siguiente
ejemplo:

«A ha comprado una finca a B sabiendo que no es su propietario y la posee como due-


ño, no hay duda de que estará amparado frente a todos contra las perturbaciones de su
posesión. Pero ante la reivindicación de la cosa por su verdadero propietario no podrá
alegar su ius possessionis, porque el derecho a poseerla de aquel (ius possidendi) deriva de
un título (derecho real de propiedad) superior».
© FUOC • PID_00286499 13 La posesión

1.4. El corpus y el animus como elementos de la posesión

En la doctrina tradicional, se ha venido manteniendo que en la posesión con-


fluyen dos elementos, uno material, el corpus; y otro intencional o espiritual,
el animus.

Originariamente, el corpus se configuraba como el señorío sobre una cosa,


donde era necesaria la tenencia material de esta. Sin embargo, un sector de la
doctrina (Lacruz Berdejo, 2005; Alonso Pérez, 1986 y Coca Payeras, 1991; entre
otros), con base en los arts. 430, 438 y 462 CC, entiende que de estos puede
deducirse que el corpus no se identifica de manera absoluta con la detentación
material de un bien, o sea, que la falta de contacto físico, directo o inmediato
con el objeto no excluye la posesión.

El corpus consiste más bien en una relación de poder –dominación–


consciente sobre una cosa, animal o derecho, que no implica, necesa-
riamente, una actuación constante y continuada por parte del poseedor,
sino que basta la posibilidad de influir de forma permanente sobre el
bien y servirse de este con arreglo a su destino.

En ocasiones, tal vínculo de dominación se manifiesta a través del contacto


físico directo, pero en otras no es así, y depende, entre otras circunstancias,
de la naturaleza del objeto poseído. Esta forma de interpretar el corpus permite
explicar determinados supuestos, algunos de estos contemplados en el Código
Civil, en los que la posesión existe aun faltando todo contacto físico del sujeto
con el objeto sobre el que recae. En concreto, aunque no son los únicos, en
los supuestos contemplados en los arts. 460.4 y 440 CC.

El animus es de carácter espiritual. Originariamente, se identificó con el ani-


mus domini; es decir, el designio de poder como propietario o comportarse co-
mo tal.

Actualmente, el animus se entiende como ius possidendi o voluntad de


mantener, o seguir manteniendo, la relación de poder respecto de una
cosa, animal o derecho.

Como elemento interno es de muy difícil prueba, con lo que tal circunstancia,
unida a la evolución que ha experimentado el concepto del corpus –que tam-
bién se conecta a la voluntad del poseedor–, ha aproximado ambos elementos
posesorios, de manera que el animus se detecta a través del corpus. Corpus y
animus se manifiestan de ordinario unidos y, a su vez, mediante la apariencia
exterior.
© FUOC • PID_00286499 14 La posesión

2. Clases de posesión

Lo que denominamos clases de posesión no es otra cosa que la descripción de


las distintas situaciones en las que la persona puede hallarse frente a la cosa,
animal o derecho que posee.

2.1. Posesión natural y posesión civil

«Posesión natural es la tenencia de una cosa o animal, o el disfrute de un derecho por una
persona. Posesión civil es esa misma tenencia o disfrute unidos a la intención de haber
la cosa, animal o derecho como suyos» (art. 430 CC).

Ambas posesiones están protegidas por los interdictos.

La posesión� natural va acompañada de la voluntad de poseer, pero no en


concepto de titular de un derecho real, que se reconoce en otra persona. Son
ejemplos de esto las del depositario, comodatario o arrendatario, que no tienen
la intención de hacer la cosa, animal o derecho como suyos.

Ana vive en una casa en el campo que ha arrendado a la dueña, Francesca, a cambio
de una renta mensual.

Ana tiene la tenencia de la casa, se trata de una posesión natural, ya que a través de
esa tenencia no se va a convertir en propietaria, al reconocer, precisamente mediante
el pago de una renta mensual, que la dueña de la casa es Francesca.

La posesión�civil comprende la tenencia de la cosa más la intención de ser


titular del derecho, con independencia de la legitimidad del título. Es decir,
que se suscite en los demás la apariencia de que se es titular del derecho del
que se trate.

Francisco salió a dar un paseo en bicicleta por el parque; allí se encontró a Lucas, un
antiguo compañero del colegio, y se pusieron animosamente a rememorar su época
estudiantil. Después de un largo rato de conversación decidieron ir a una cafetería
cerca del parque a tomar un café, y resultó que Francisco se olvidó la bicicleta en el
parque. Carolina, paseando por el parque, se encontró la bicicleta, se la llevó a su
casa y la usa diariamente para ir a trabajar, por lo que se comporta frente a terceros
como propietaria de esta, aunque en realidad pertenece a Francisco.

Carolina tiene una posesión civil, ya que a la tenencia de la bicicleta une la intención
de hacerla suya.
© FUOC • PID_00286499 15 La posesión

Alejandra y su marido Alberto están en paro y viven desde hace cinco años en un piso
abandonado en situación de okupas. La reactivación del mercado inmobiliario les ha
supuesto un problema, ya que la entidad propietaria acaba de vender precisamente
el piso que ocupan a un matrimonio que, obviamente, pretende echarlos.

Habida cuenta de la ilegalidad de la situación de Alejandra y su marido Alberto, ¿pue-


den�ser�considerados�como�poseedores�desde�un�punto�de�vista�jurídico?

Efectivamente. Hay que tener en cuenta que la posesión es un estado fáctico, esto
es, se trata del simple hecho de detentar la aprehensión física de un bien mueble o
inmueble, con total independencia de cuál sea la titularidad real de este. Por lo tanto,
aunque Alejandra y su marido Alberto no sean propietarios del piso, es un hecho
indiscutible que ejercen su posesión sobre este. No en vano, frente a la posesión civil,
que exige el comportamiento del poseedor como dueño o titular de un derecho, existe
la posesión natural, que es precisamente la que tiene el matrimonio en este caso (art.
430 CC).

Sobre la distinción entre posesión natural y posesión civil afirman Díez-Picazo


y Gullón (2016) que:

«[...] carece de consecuencias en orden a su protección, pues sabemos que todo poseedor
está legitimado para la interposición de las acciones posesorias. Sin embargo, sí las tiene
en orden a la adquisición del dominio por prescripción adquisitiva o usucapión (ordinaria
o extraordinaria), ya que han de asentarse necesariamente sobre la posesión civil».

2.2. Posesión en concepto de dueño y posesión en concepto


distinto de dueño

«La posesión en los bienes, en los animales y en los derechos puede tenerse en uno de
dos conceptos: o en el de dueño, o en el de tenedor de la cosa, animal o derecho para
conservarlos o disfrutarlos, perteneciendo el dominio a otra persona» (art. 432 CC).

La interpretación del artículo citado ofrece dos opiniones en la doctrina:

1) la de quienes consideran que solo posee en concepto de dueño el titular del


derecho real de propiedad, y
2) la de quienes equiparan la palabra dueño a titular de un derecho real.

En defensa de esta última interpretación se argumenta que el art. 447 CC se-


ñala que solo la posesión que se adquiere y disfruta en concepto de dueño sir-
ve para adquirir el dominio, y que los arts. 1940 y 1941 CC indican que puede
adquirirse por usucapión tanto la propiedad como los demás derechos reales.

«El artículo 432 puede interpretarse en el sentido de que admite la posibilidad de que
sobre una misma cosa recaigan varias posesiones. Junto a la posesión en concepto de
dueño se pueden colocar todas las demás que se ejercen en un concepto distinto, que
pueden ser tan amplios como relaciones jurídicas quepan sobre la cosa (usufructo, uso,
habitación, etc.) Lo decisivo es el reconocimiento del dominio a otra persona, a la que
habrá que restituir la cosa» (Díez-Picazo y Gullón, 2016).
© FUOC • PID_00286499 16 La posesión

Debe quedar claro que la posesión en concepto de dueño no conlleva que se


posea creyéndose dueño de la cosa; la creencia determina que nos encontre-
mos ante un poseedor de buena o mal fe; por lo tanto, puede darse la circuns-
tancia de ser poseedor en concepto de dueño y de mala fe, esto es, con cono-
cimiento de que carece de derechos sobre la cosa que pertenece a otra persona.

María es poseedora, a título de mera depositaria, de unas alhajas que su amiga Carmen
le ha dejado.

¿Es�María�poseedora�en�concepto�de�dueña?

María no es poseedora en concepto de dueña. La posesión en los bienes, animal o


derechos puede tenerse en uno de estos dos conceptos: o en el de dueño o en el de
tenedor de la cosa, animal o derecho para conservarlos o disfrutarlos, perteneciendo
el dominio a otra persona (art. 432 CC). María ostenta la posesión como mera de-
positaria, es decir, es una mera tenedora de la cosa, pero el dominio pertenece a su
amiga Carmen. Por otro lado, es posible que en virtud de una relación obligatoria
(arrendamiento o depósito) una persona entregue a otra una cosa, a fin de que la
tenga en su poder durante un cierto tiempo y se la restituya después.

Leonardo es arrendatario de un piso desde hace más de diez años.

¿Es�Leonardo�poseedor�a�título�de�dueño?

No. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la situación de Leonardo (arrenda-
tario), salvo excepciones discutibles (contratos de arrendamientos urbanos inscritos
en el Registro de la Propiedad), es la de titular de un derecho de crédito, no de un
derecho real propiamente dicho (como sería la de un usufructuario). Por otro lado,
según la interpretación doctrinal más extendida, solo se considera como poseedor a
título de dueño a aquel que actúa como titular de un derecho real (art. 432 CC). Así
pues, cabe concluir que el arrendatario de una vivienda es en principio poseedor en
concepto diferente del de dueño, puesto que no es titular de un derecho real.

2.3. Posesión en nombre propio y posesión en nombre ajeno. El


servidor de la posesión

«La posesión se ejerce en las cosas, en los animales o en los derechos por la misma persona
que los tiene y los disfruta, o por otra en su nombre» (art. 431 CC).

La posesión en nombre propio es la que ejerce en las cosas una persona para sí,
disfrutando de esta en primera persona. Puede ser un poseedor en concepto de
dueño o en un concepto diferente (por ejemplo, arrendatario, usufructuario,
superficiario, habitacionista, etc.). En este segundo caso, aunque el poseedor
reconozca el dominio en otra persona, no por ello se convierte en un poseedor
en nombre ajeno. En la posesión en nombre ajeno hay un reconocimiento de
que actúa como gestor o representante del dueño.

A juicio de un sector de la doctrina, en el supuesto recogido en el art. 431 CC


se pueden englobar dos hipótesis.
© FUOC • PID_00286499 17 La posesión

1) La hipótesis que contemplaría al representante del poseedor que posee en


virtud de un título que implica reconocer la posesión en otro. No es un verda-
dero poseedor, sino una persona que ejercita actos posesorios en nombre de
otro; no concurren dos posesiones, sino una única posesión que es ejercida
por otra persona en nombre del poseedor (posesión�mediata).

2) La hipótesis mantenida por quienes ven en el art. 431 CC la consagración Servidor de la posesión
en nuestro ordenamiento de la figura del servidor�de�la�posesión propia del
Sería el caso del chófer respec-
Código Civil alemán, donde se mantiene que, si alguien ejercita por otro el to al coche de su dueño o el
señorío de hecho sobre una cosa en la casa o empresa de este o en una situa- empleado de una tienda res-
pecto de las mercancías.
ción análoga, en cuya virtud ha de seguir las instrucciones de este último re-
feridas a la cosa, solo este es poseedor. En definitiva, el servidor de la posesión
simplemente tiene un contacto físico con la cosa, es el ejecutor material de la
posesión que otro tiene. No se considera poseedor y carece de la protección
interdictal.

Por ello, el art. 431 no señala dos clases de posesión, sino que alude al hecho
de que una misma posesión puede ser ejercida de dos maneras: por el propio
titular o por otro en su nombre, pero solo el primero es poseedor.

«En el artículo 431 puede entenderse que están englobadas dos figuras: la del represen-
tante del poseedor y la del servidor de la posesión. Se aproxima este al poseedor inme-
diato, pues en ambos casos existe una relación jurídica que los liga con el poseedor en
concepto de dueño y las respectivas posiciones están jerarquizadas, pero en el caso del
servidor la relación es además personal, pues hay en ella un deber de obediencia a las
instrucciones» (Díez-Picazo y Gullón, 2016).

Cuando Fabiola firmó su contrato de trabajo con la empresa Preferent, S. A. recibió un


iPad mini, ya que, al ocupar el puesto de representante de la citada sociedad, tendría
que viajar mucho, y era conveniente que dispusiera de un dispositivo electrónico de
pequeño tamaño que pudiera transportar fácilmente. Fabiola, en realidad, nunca lo
usó para tal fin, sino que se lo dio a su hijo para que se entretuviera en casa. El marido
de Fabiola siempre le reprochó esa conducta, ya que, según su parecer, ella no es su
dueña y no puede disponer como quiera del iPad. Fabiola, por su parte, le dice que
no es su propietaria, pero sí poseedora a título de dueña.

¿Es�cierto?

No es cierto. Fabiola es, en estrictos términos jurídicos, una poseedora en nombre


ajeno (art. 431 CC) y, más concretamente, una servidora de la posesión. Esta figura es
una construcción de la dogmática alemana y sirve para identificar a aquella persona
que, sin ser poseedor ni comportarse como tal, tiene la cosa en virtud de la relación
jurídica que la une con el poseedor.

2.4. Posesión mediata y posesión inmediata

Como afirma Albaladejo García (2016), «es inmediata la que se tiene directa-
mente, sin mediador posesorio. Es mediata la que se tiene a través (por media-
ción) de la posesión de otro».

Señalamos el supuesto de que, en virtud de una relación obligatoria, una per-


sona entregue a otra una cosa a fin de que la tenga en su poder durante un
cierto tiempo y se la restituya después. En tal caso, quien recibe la cosa se
© FUOC • PID_00286499 18 La posesión

convierte en poseedor�inmediato y ejerce el señorío de hecho sobre esta –el


arrendatario o el depositario–, mientras que es poseedor�mediato quien en-
tregó la cosa y a quien debe ser restituida, por lo que su posesión se ejerce sin
contacto físico con la cosa –el arrendador o el depositante–.

Lucas acaba de lograr un importante éxito profesional: ha sido nombrado profesor


de arqueología de una prestigiosa universidad norteamericana. Antes de partir hacia
su nuevo destino, le deja en depósito a un buen amigo suyo, Óscar, una pequeña
colección de estatuillas de origen maya, de escaso valor patrimonial, ya que sabe que
tendrá problemas si pretende llevárselas a Estados Unidos.

¿Lucas�tiene�algún�tipo�de�posesión�sobre�las�estatuillas?

Puesto que Lucas se encuentra en Estados Unidos, y obviamente carece de cualquier


contacto físico con las estatuillas, podríamos pensar que ha perdido su posesión por
completo, ya que nadie puede detentar un bien desde la distancia. No obstante, hay
que tener en cuenta que existe una modalidad posesoria denominada «posesión me-
diata», que implica la existencia de una posesión por medio de otro, esto es, por me-
diación o intermediación. Pues bien, precisamente en este caso puede pensarse que
el depositante (al igual que el arrendador de un bien mueble o inmueble) goza de
la posesión mediata del bien depositado, mientras que el depositario o arrendatario
goza de la posesión inmediata y directa sobre el bien.

A diferencia de la posesión inmediata, que no admite grado, la mediata puede


escalonarse no solo en dos, sino en tres o sucesivos grados. Por ejemplo, el
dueño de la cosa la da en usufructo y el usufructuario la arrienda; el arrenda-
tario, a su vez, la da en depósito o la presta a un tercero. Se admiten, por lo
tanto, una cadena de relaciones posesorias provisionales específicas sobre la
misma cosa, y se distingue el poseedor�del�derecho (propietario) del poseedor
material de la cosa o animal. En tal caso, todos menos el último poseen me-
diatamente. Como dice Roca i Trias (1994), esto es resultado «de la posibilidad
de desgajamiento de la posesión de una cosa en tantas posesiones distintas
como facultades pueden recaer sobre ella».

En ocasiones, el Tribunal Supremo ha sostenido que la distinción entre la po-


sesión mediata e inmediata tiene su base positiva en el art. 432 CC. Marín
Velarde (2015) indica que el Tribunal Supremo ha empleado esta distinción
para justificar:

1) Por un lado, que el propietario que no posee la finca, «poseedor mediato»,


pueda entregar la cosa y cumplir el requisito de la traditio, necesario en nuestro
derecho para la adquisición de la propiedad y de los demás derechos reales.

2) Por otro, para explicar que dicho propietario es un poseedor real de la finca
y, por ello, está legitimado para el ejercicio de la acción de desahucio, y pue-
de recuperar la posesión de la que disfruta el poseedor inmediato, cuando la
relación jurídica de la que esta derivaba se había extinguido.

Como afirman Díez-Picazo y Gullón (2016):


© FUOC • PID_00286499 19 La posesión

«Algunos problemas ha suscitado la protección judicial de ambas posesiones. Es claro


que el poseedor inmediato está legitimado para pedir la tutela de su posesión frente a
los ataques de tercero porque es un poseedor. Sin embargo, se cuestiona si el poseedor
mediato podrá también ejercitar las acciones posesorias frente al tercero que ataca la
posesión inmediata. Igualmente se ha discutido de que se defienda el poseedor inmediato
de las perturbaciones o despojos provenientes del mediato, o viceversa».

La cuestión podría resolverse aplicando la tesis de Roca i Trias (1994):

«Hay posesiones distintas, según sea el objeto de la posesión. En consecuencia, no es


necesario introducir la distinción en el sistema español, por aceptarse la desintegración
de las facultades sobre la cosa (arts. 431 y 432 CC). Esta es, además, una consecuencia de
la admisión de la posesión de derechos (art. 437 CC) y de la posibilidad de desgajamiento
de la posesión de una cosa en tantas posesiones distintas como facultades pueden recaer
sobre ella».

2.5. Posesión de buena fe y posesión de mala fe

«Se reputa poseedor de buena fe al que ignora que en su título o modo de adquirir exista
vicio que lo invalide. Se reputa poseedor de mala fe al que se halle en caso contrario» (art.
433 CC).

La buena fe, de entrada, supone la ignorancia de la irregularidad de la situa-


ción en la que se encuentra el poseedor. Sin embargo, esta ignorancia no es
suficiente; es preciso valorar también lo que el sujeto ha hecho, o ha podido
hacer para encontrarse en esa situación, o salir de esta. Por ello, solo es de
buena fe una ignorancia que responda a un modo de actuar honesto, basado
en un error excusable. La buena fe se presume siempre; se trata de una pre-
sunción iuris tantum que admite prueba en contrario; sin embargo, la mala fe
debe probarse por quien la alegue.

La posesión�de�buena�fe exige la concurrencia de dos elementos:

1)�Uno�de�carácter�objetivo:�el�título. Es poseedor de buena fe quien ignora


que el negocio o acto de adquisición que ha realizado no ha surtido plenos
efectos por existir en este un vicio cualquiera.

2)� El� de� carácter� subjetivo� lo� constituye� la� ignorancia� de� su� ineficacia.
Poseedor de mala fe es quien conoce que el título que ostenta no legitima para
poseer –porque es nulo–, o bien conoce que posee sin título.

La valoración del comportamiento del poseedor, en cuanto a su buena o mala


fe, tiene importantes consecuencias jurídicas. Señalamos, seguidamente, algu-
nos supuestos importantes:

1) En el régimen de prescripción adquisitiva o usucapión, al establecerse plazos


más cortos y facilitarse así la adquisición del que posee la cosa de buena fe. El
art. 1950 CC, al ocuparse de la buena fe en la usucapión, indica que «consiste
en la creencia de que la persona de quien recibió la cosa era dueño de ella, y
podía transmitir su dominio».
© FUOC • PID_00286499 20 La posesión

2) Cuando un poseedor de cosa ajena es vencido en juicio y tiene que devol-


ver la cosa a su dueño, tiene lugar lo que se llama «la liquidación de estado
posesorio», y el Código concede un trato más favorable al poseedor de buena
fe en lo relativo a la adquisición de frutos y abono de gastos mejoras.

3) En la aplicación del principio de legitimación, al disponer el art. 464 CC que


«la posesión de los bienes muebles, adquirida de buena fe, equivale al título».

Carolina posee una finca plantada de naranjos en virtud de una donación realizada
en documento privado por su tía Victoria, pero ignora que es nula la donación de
inmuebles, al no haberse formalizado en escritura pública tal como previene el art.
633 CC.

Por lo tanto, Carolina es una poseedora de buena fe. Por el contrario, si Carolina po-
seyera la finca alegando que le ha sido donada por su tía Victoria, pero es perfecta-
mente conocedora de que en realidad fue donada a su hermano Jacinto, la posesión
de Carolina sería de mala fe.

2.6. Posesión viciosa y posesión tolerada

El Código Civil, en su art. 441, prohíbe o excluye que la posesión se adquiera


con violencia. Dice el referido precepto que:

«En ningún caso puede adquirirse violentamente la posesión mientras exista un poseedor
que se oponga a ello. El que se crea con acción o derecho para privar a otro de la tenencia
de una cosa, siempre que el tenedor resista la entrega, deberá solicitar el auxilio de la
Autoridad competente» (art. 441 CC).

Por su parte, el art. 444 CC dispone que:

«Los actos meramente tolerados, y los ejecutados clandestinamente y sin conocimiento


del poseedor de una cosa, o con violencia, no afectan a la posesión».

El art. 1492 añade que:

«No aprovechan para la posesión los actos de carácter posesorio ejecutados en virtud de
licencia o por mera tolerancia del dueño».

«Es posesión viciosa la adquirida mediante despojo del poseedor anterior, es decir, sin o
contra su voluntad (como cuando se le sustrae la cosa subrepticiamente o se le arrebata
por la fuerza); en otro caso es no viciosa» (Albaladejo García, 2016).

La posesión�viciosa es la posesión violenta y clandestina; sin embargo, según


el art. 460.4 CC, el poseedor que la sufre mantiene la posesión durante el plazo
de un año, transcurrido el cual se crea una posesión nueva con pérdida de
la condición de poseedor del que la tenía con anterioridad. En consecuencia,
como dice Lasarte Álvarez (2018):

«Resulta verdaderamente insuperable dejar de calificar como posesión incluso la mera


tenencia material de la cosa por parte del despojante. El despojante, pues, habrá de ser
considerado como un poseedor de hecho, cuya posesión como hecho se encuentra inter-
dictalmente protegida frente a terceros que, a su vez, pretendieran privarle de la tenencia
de la cosa».
© FUOC • PID_00286499 21 La posesión

La pregunta que seguidamente se plantea es si esa protección la puede o no


tener frente al propio despojado o sucesor que pretenda recuperar la cosa vio-
lenta o clandestinamente. La doctrina se encuentra dividida.

Planteamos el mismo supuesto reseñado en relación con la posesión natural, en el


que Alejandra y su marido Alberto viven de okupas.

Los nuevos propietarios, aconsejados por un amigo, piensan que lo mejor para echar
a los ocupantes es cambiar la cerradura del piso cuando ambos salgan a la calle. ¿Pue-
den�llevar�a�cabo�tal�actuación?

La respuesta a esta cuestión es categóricamente negativa. El art. 441 CC establece


de manera clara lo siguiente: «En ningún caso puede adquirirse violentamente la
posesión mientras exista un poseedor que se oponga a ello. El que se crea con acción o
derecho para privar a otro de la tenencia de una cosa, siempre que el tenedor resista la
entrega, deberá solicitar el auxilio de la Autoridad competente». Como puede verse,
esta norma prohíbe lo que se denomina como «autotutela» del poseedor, consistente
en la posibilidad de que este recupere su posesión por sí mismo y sin intervención
judicial. Pues bien, esto es precisamente lo que ocurre en este caso, puesto que el acto
de cambiar la cerradura es un medio de adquisición violenta de la posesión frente a los
poseedores actuales del piso. En el fondo, el art. 441 CC es una norma que introduce
la «civilización» en el ordenamiento jurídico, al impedir que una persona, por mucha
razón que pueda tener, lleve a cabo actos unilaterales y sin respaldo judicial frente a
una persona que está ejerciendo la posesión de manera pública y pacífica.

Entre otros autores, Albaladejo García (2016) enuncia como clasificaciones dis-
tintas las de la posesión viciosa y no viciosa y justa e injusta, y afirma que la
justa e injusta se producen «cuando posee el que tiene derecho a poseer; en
otro caso, la posesión es injusta. Así tiene una posesión justa, pero viciosa, el
dueño que recupera violentamente la posesión que había perdido indebida-
mente».

Por su parte, la tolerancia no es un vicio de la posesión, lo único que indica es


que el poseedor tolerado no es un poseedor en concepto de dueño.

Ernesto es un ingeniero extremeño al que acaban de trasladar, por razones empresa-


riales, a Bilbao. El traslado le preocupa mucho, ya que tiene entendido que Bilbao
es una ciudad muy cara y con una oferta habitacional restringida. Su padre le ofrece
una solución óptima: ha hablado con su amigo Aitor, que vive en Bilbao desde hace
treinta años, que le ha comunicado que tiene un pequeño estudio en un barrio de
las afueras que le cede gratuitamente durante el tiempo que sea necesario hasta que
encuentre algo en alquiler.

¿Qué�tipo�de�posesión�tiene�Ernesto�sobre�el�estudio?

Se trata de una posesión asentada en relaciones extrajurídicas (no existe contrato al-
guno entre el propietario y el poseedor) establecidas por razón de buena voluntad
y, en este caso, amistad con un tercero. Esta posesión se conoce con el nombre de
«precario», se basa en la mera tolerancia del poseedor real e implica, en cuanto si-
tuación posesoria contemplada en el art. 444 CC, la tenencia física de un bien sin
título aparente. Resulta muy importante destacar que los actos meramente tolerados,
esto es, los realizados por su dueño sin intención real de otorgar la plena posesión,
no afectan a la posesión sobre los bienes cedidos, lo cual tiene mucha importancia,
fundamentalmente, a efectos de usucapión (en otras palabras, el precarista no puede
adquirir por usucapión).
© FUOC • PID_00286499 22 La posesión

3. Estructura de la situación posesoria

3.1. Sujetos de la posesión

En cuanto a la capacidad para poseer, de la mano del art. 443 CC se observa de


manera expresa que para la adquisición de la posesión no se requiere la plena
capacidad de obrar.

«Toda persona puede adquirir la posesión de las cosas. Los menores necesitan de la asis-
tencia de sus representantes legítimos para usar de los derechos que de la posesión naz-
can a su favor. Las personas con discapacidad a cuyo favor se hayan establecido medidas
de apoyo pueden usar de los derechos derivados de la posesión conforme a lo que resulte
de estas» (art. 443 CC).

La duda que plantea el precepto es la de incluir las cosas y no los derechos. Esto
provoca división en la doctrina: mientras que una parte se muestra partidaria
de la exclusión al venir justificada por la relativa dificultad e imposibilidad
de discernimiento de menores y personas con discapacidad, otra manifiesta
lo contrario. Entre estos últimos se encuentra Lasarte Álvarez (2018), quien
afirma que:

[Es] «discutible y antagónica con la regla generalmente aceptada en sede de adquisición


de la propiedad mediante ocupación. En efecto, si se acepta que la ocupación pueda ser
llevada a efecto por cualquier persona que tenga aptitud psíquica suficiente para adquirir
la propiedad de una cosa carente de dueño, convirtiéndose, pues, en propietario, no se
acierta a ver cuáles puedan ser las razones que avalen la restricción interpretativa aludida
respecto de la posesión».

Las personas jurídicas pueden adquirir la posesión en virtud del art. 38 CC


en cuanto que de forma expresa establece que «las personas jurídicas pueden
adquirir y poseer bienes de todas clases».

Por su parte, es imposible que una misma cosa la tengan simultánea e íntegra-
mente varias personalidades distintas, fuera de los casos de indivisión, según
lo establecido en el art. 445 CC. Por lo tanto, solo prevalecerá una posesión,
aunque sea provisionalmente sobre las demás posesiones aparentemente con-
currentes. Para solucionar los conflictos que puedan suscitarse en la práctica,
el mismo precepto 445 CC establece unas reglas de determinación:

«La posesión, como hecho, no puede reconocerse en dos personalidades distintas, fuera
de los casos de indivisión. Si surgiere contienda sobre el hecho de la posesión, será pre-
ferido el poseedor actual; si resultaren dos poseedores, el más antiguo; si las fechas de las
posesiones fueren las mismas, el que presente título; y, si todas estas condiciones fuesen
iguales, se constituirá en depósito o guarda judicial la cosa, mientras se decide sobre su
posesión o propiedad por los trámites correspondientes».
© FUOC • PID_00286499 23 La posesión

Los anteriores criterios determinarán quién detentará provisionalmente la po-


sesión de la cosa, hasta que se decida el litigio mediante el correspondiente
procedimiento judicial.

Por último, debe indicarse que, aunque el art. 445 CC solo hable de indivisión Cotitularidad
de la posesión como hecho, la cotitularidad puede recaer también sobre la
Por ejemplo, varios arrendado-
posesión como derecho. res como poseedores media-
tos en un contrato de arrenda-
miento.
3.2. Objeto de la posesión

(5)
Arts. 431, 432, 437, 437 y 462.
Este apartado responde a la pregunta de qué es lo que se posee. En nuestro de-
recho, pueden ser objeto de posesión tanto las cosas como los derechos, siem-
pre que sean susceptibles de apropiación, y los animales, con las limitaciones
establecidas en las leyes, según determinación del art. 437 CC, a más de otros
preceptos que lo confirman.5

Por lo tanto, están excluidas de la posesión las cosas que están fuera del co-
mercio y aquellas otras que carezcan de autonomía o individualidad propias.

3.2.1. Posesión de las cosas

(6)
Son objeto de posesión todas las cosas materiales o corporales que puedan es- Art. 1271 CC.
tar sometidas a nuestra voluntad y control, ya consideradas en su individua-
(7)
lidad (por ejemplo, una vivienda o un coche), como las partes integrantes de Art. 339 CC.

una cosa autónomamente considerada (por ejemplo, un piso constituido en


régimen de propiedad horizontal), o un conjunto de cosas consideradas como
universalidad (una colección de monedas o una biblioteca). Quedan exclui-
das de la posesión las cosas que están fuera del comercio de los hombres por
ley debido a su carácter inmoral o ilícito,6 así como los bienes de dominio pú-
blico.7 Esto ocurre cuando por la propia naturaleza de la cosa no sea posible
aprenderla y cuando jurídicamente tampoco se produzca esa apropiabilidad.

La posesión de los bienes inmateriales (creaciones intelectuales, marcas, pa-


tentes) ha planteado dudas en la doctrina. Para algunos autores, estos bienes
no son susceptibles de auténtica posesión, debido a que no es posible la tenen-
cia material, ni su goce exclusivo, ya que pueden disfrutarlo simultáneamente
varias personas. Otros consideran que las cosas inmateriales se poseen a través
de la posesión del título que la justifica, o por la inscripción en los registros
correspondiente. Para Roca i Trias (1994), o bien se trata de una posesión de
derechos, como sucede con los casos de propiedad intelectual e industrial, o
bien se trata de los productos del ejercicio de estos derechos y entonces la po-
sesión tiene por objeto la obra producida.
© FUOC • PID_00286499 24 La posesión

3.2.2. Posesión de derechos

(8)
El art. 437 CC establece que pueden ser objeto de posesión tanto las� cosas Art. 1940 CC.
como�los�derechos�que�sean�susceptibles�de�apropiación, con lo que surge
la dificultad de determinar qué derechos pueden ser objetos de esta. En prin-
cipio, pueden considerarse incluidos en esta fórmula, «derechos susceptibles
de apropiación», los derechos reales de goce y de garantía, exceptuando la hi-
poteca, e incluso determinados derechos de obligación que implican el ejer-
cicio de un poder sobre una cosa, como el arrendamiento, el comodato o el
depósito. La posibilidad de posesión de estos últimos derechos significa que
su poseedor podrá disfrutar del régimen de protección interdictal, aunque no
podrá usucapir,8 salvo que se produzca la interversión del concepto posesorio.

Poseedor de un derecho es quien se comporta como un titular; es decir,


el sujeto que tiene o ejerce el poder que corresponde a ese derecho.

No son susceptibles de posesión:

1) Los derechos que se agotan en un solo acto, como el derecho de retracto.

2) Los derechos que carecen de contenido patrimonial, como los derechos de


la personalidad, los derechos políticos o los derechos de familia.

3) Los derechos que no conllevan posesión, como la nuda propiedad, o el


ejercicio de un derecho que no supone la tenencia de la cosa, aunque tenga
la publicidad que le otorga el Registro de la Propiedad o el Registro de Bienes
Muebles; es el caso del titular de un derecho de prenda sin desplazamiento de
la posesión o del acreedor hipotecario.
© FUOC • PID_00286499 25 La posesión

4. Adquisición de la posesión

Del art. 438 CC puede deducirse que la posesión puede adquirirse de las si-
guientes formas:

(9)
1) Mediante la ocupación material de las cosas o animales carentes de posee- Art. 610 CC.
9
dor.

(10)
2) Mediante la tradición o entrega de la cosa al nuevo poseedor, incluyendo Art. 609 CC.
10
las tradiciones fingidas.

3) La adquisición por ministerio de ley.

(11)
4) La adquisición judicial de la posesión, en la que se incluye, entre otros casos, Vid. art. 250.1.3 LEC.
el tradicionalmente llamado «interdicto de adquirir» en favor del poseedor
que ha adquirido a título de herencia, que en la actualidad se tramita por el
cauce del juicio verbal.11

(12)
5) La adquisición hereditaria mediante la posesión civilísima.12 Art. 440 CC.

Por otro lado, el art. 439 CC contempla la posibilidad de una adquisición po-
sesoria por medio de representante.

A la posesión suele aplicarse la clasificación de la adquisición en modos ori-


ginarios y modos derivativos. La adquisición� originaria de los derechos se
funda en un acto unilateral del adquirente, de modo que no se basa en el de-
recho del anterior titular, sino que se adquiere ex novo (ocupación material y
el hecho de quedar las cosas sometidas a la acción de nuestra voluntad). Por
el contrario, la adquisición�derivativa es aquella que se produce por cesión
o traspaso de otra persona (posesión judicial, la traditio y la adquisición here-
ditaria de la posesión o posesión civilísima).

4.1. Modos originarios de adquirir la posesión

La adquisición de la posesión, tanto por la ocupación material de la cosa o


derecho, como por el hecho de quedar la cosa o derecho sujeto a la acción
de la voluntad del adquirente, son supuestos de posesión natural adquirida
de modo originario que, como afirman Díez-Picazo y Gullón (2016), «prácti-
camente vienen a ser uno mismo, ya que no hay duda de que la ocupación
material implica también la sujeción a la voluntad de la cosa ocupada».
© FUOC • PID_00286499 26 La posesión

Subrayan dichos autores «la impropiedad de la expresión legal “ocupación


material del derecho poseído”»:

«Es obvio que un derecho no puede ser susceptible de aprehensión material como una
cosa corpórea. Hay que interpretar, por tanto, que el Código civil se refiere al ejercicio
directo sobre la cosa que es objeto de aprehensión del poder correspondiente al derecho
objeto de posesión. Así, por ejemplo, el usufructuario adquiere la posesión de su derecho
de usufructo cuando ejercita materialmente sobre la cosa usufructuada el señorío de he-
cho que le consiente su derecho» (Díez-Picazo y Gullón, 2016).

Modos originarios de adquirir

Como ejemplos de este modo de adquisición de la posesión, pueden indicarse los si-
guientes: la adquisición de los frutos de la cosa, ya sean naturales, industriales o civiles;
la ocupación de bienes abandonados; o incluso, como señala Serrano-Fernández (2019),
«supuestos de aprensión ficticia como, por ejemplo, cuando el perro cobra una pieza de
caza, o cuando me hago con las llaves de un local donde se guardan unas mercancías».

4.2. Modos derivativos de adquirir la posesión

El último inciso del art. 438 CC comprende los modos derivativos de adquisi-
ción de la posesión por los actos propios y formalidades legales para adquirir
tal derecho aglutinando supuestos heterogéneos como:

(13)
1)�La�traditio�o�entrega�de�la�cosa. Dicha entrega o traditio supone el des- Art. 1462 CC.
plazamiento de la posesión de un sujeto a otro, de modo que el adquirente o
(14)
accipiens recibe la posesión del transmitente. Puede ser real o fingida. La pri- Art. 1463 CC.

mera implica poner la cosa en poder y posesión del adquirente;13 la segunda


(15)
Art. 1464 CC.
conlleva la realización de actos que no llevan consigo el contacto físico de la
cosa; por ejemplo, el otorgamiento de escritura pública de venta, o el mero
acuerdo de voluntades,14 o por la entrega de los títulos de pertenencia.15

2)�La�adquisición�hereditaria�de�la�posesión�o�posesión�civilísima. La po-
sesión civilísima la adquiere el heredero ipso iure u ope legis en el momento de
la muerte del causante, sin necesidad de aprehensión material de la cosa.

«La posesión de los bienes hereditarios se entiende transmitida al heredero sin interrup-
ción y desde el momento de la muerte del causante, en el caso de que llegue a adirse la
herencia. El que válidamente repudia una herencia se entiende que no la ha poseído en
ningún momento» (art. 440 CC).

Como afirman, entre otros, Díez-Picazo y Gullón (2016), «el artículo 440 se
refiere solo al heredero y no es en cambio aplicable a los legatarios de cosas
determinadas propias del testador (arts. 882 y 885)».

Se requiere por lo tanto la condición de heredero; se consolida con la acep-


tación de la herencia como acto de formalidad; y en caso de repudiación ha
de entenderse que no la poseyó nunca. Además, es necesario que el causante
fuera poseedor de los bienes que dejó a su muerte, con independencia de que
ostentara una posesión mediata o inmediata. El heredero se coloca en la mis-
© FUOC • PID_00286499 27 La posesión

ma posición jurídica que tenía el causante, es decir, hay una verdadera suce-
sión y no una posesión ex novo en su favor. Como excepción, dispone el art.
442 CC que:

«El que sucede por título hereditario no sufrirá las consecuencias de una posesión viciosa
de su causante, si no se demuestra que tenía conocimiento de los vicios que le afectaban;
pero los efectos de la posesión de buena fe no le aprovecharán sino desde la fecha de la
muerte del causante».

Misael, que ha fallecido recientemente, era un gran aficionado al tiro al plato con
escopeta, por lo que era titular de una importante colección de armas. Su única y
universal heredera es su sobrina Clotilde, que al momento de aceptar la herencia
se da cuenta de que una escopeta muy valiosa de la marca Vicenzo Bernardelli ha
sido sustraída ilegalmente del caudal hereditario por Fernando, amigo de la familia
y que disponía de llave del armero de Misael. Clotilde consulta a su amigo Macario,
abogado de profesión, si puede ejercitar la acción posesoria, y este le contesta que no,
que al no haber llegado a poseer físicamente dicha arma no puede ser considerada
poseedora de esta.

¿Es�correcta�la�respuesta�de�Macario?

El razonamiento no es adecuado. Clotilde, como heredera de Misael, adquiere por


ministerio de ley la posesión en el mismo momento de la muerte del causante ex art.
440 CC. Se trata de la llamada «posesión civilísima» y, como puede verse, permite
que la heredera de la persona fallecida adquiera la posesión de los bienes desde el
mismo momento de su muerte, sin que haga falta un acto de apoderamiento físico
inmediato, siempre y cuando llegue a aceptar la herencia, claro está.

En el art. 4116 CCCat se indica que «el heredero que acepta la heren-
cia solo tiene su posesión si la toma, y se entiende que continúa la del
causante sin interrupción». A diferencia del art. 440 CC, en Cataluña se
exige para que continúe la posesión la toma de esta, extremo determi-
nante a efectos de la usucapión.

3)�La�adquisición�judicial�de�la�posesión. Es la que se logra a través del pro-


cedimiento regulado en el art. 250.1.3 LEC.
© FUOC • PID_00286499 28 La posesión

5. Conservación de la posesión

Aunque a priori pudiera parecer innecesario hablar de la conservación de la


posesión como categoría autónoma, al considerarse que la posesión se conser-
va en tanto que se mantengan los supuestos de la adquisición y no se produz-
can los de su pérdida, hay situaciones en las que subsiste la posesión a pesar
de que no se den los supuestos de adquisición de esta.

Lo anterior encuentra su fundamento legal en el art. 466 CC, que indica que:

«El que recupera, conforme a derecho, la posesión indebidamente pérdida, se entiende


para todos los efectos que puedan redundar en su beneficio que la ha disfrutado sin
interrupción».

«Coexisten dos posesiones: la material del despojante y la incorporal del despojado, que
mantiene el ius possessionis mientras pueda aún prevalecer sobre el primero en el inter-
dicto. Y, si efectivamente prevalece, esa posesión sin tenencia le sirve como si hubiera
conservado ésta todo el tiempo, en el mismo concepto y con idénticos efectos» (Pablo
Contreras).

Los arts. 444, 461 y 465 CC contemplan supuestos de conservación de la po-


sesión sin la permanencia de los elementos determinantes de la adquisición.
© FUOC • PID_00286499 29 La posesión

6. Extinción o pérdida de la posesión

«El poseedor puede perder la posesión: 1.º Por abandono de la cosa. 2.º Por cesión hecha
a otro a título oneroso o gratuito. 3.º Por destrucción o pérdida total de la cosa, o por
quedar esta fuera del comercio. 4.º Por la posesión de otro, aun contra de la voluntad del
antiguo poseedor, si la nueva posesión hubiera durado más de un año» (art. 460 CC).

Ha de hacerse constar que los dos primeros supuestos obedecen a causas volun-
tarias, mientras que los restantes se producen de manera involuntaria. Igual-
mente, se subraya en la doctrina que la enumeración no es exhaustiva, y se
señalan a modo de ejemplo aquellos supuestos de posesión basados en la ce-
lebración de cualquier tipo de contrato en los que el transcurso del tiempo
pactado conlleva la pérdida de la posesión para el poseedor inmediato; o en
la eventualidad de que el poseedor actual haya de ceder, por cualquier razón,
frente al poseedor de mejor derecho.

1)�Abandono�de�la�cosa�o�del�animal. Se produce cuando el poseedor deja Abandono de la cosa


o se desprende voluntariamente del poder físico de la cosa o del animal, sin
Por ejemplo, cuando el propie-
necesidad de que implique el apoderamiento simultáneo por otra persona. tario de un mueble lo deja en
Esta causa de extinción de la posesión, como afirman Díez-Picazo y Gullón un contenedor de basura.

(2016), «obedece a que no puede existir entonces posesión, pues no se ejercita


un señorío sobre la cosa, ni se tiene voluntad de ejercitarlo. Falta, pues, tanto
el corpus como el animus». El abandono conlleva una voluntad abdicativa que
no se presume, y que deberá probarse por aquel al que le interese que la cosa
o el animal se encuentre en una situación de abandono.

2)�Cesión�hecha�a�otro�a�título�oneroso�o�gratuito. Tiene también carácter


voluntario, en el que el poseedor cede su posesión a otra en virtud de un título
oneroso o gratuito. Como indica Serrano-Fernández (2019):

«No es suficiente el mero acuerdo de las partes, sino que es preciso el desplazamiento
efectivo en la tenencia de la cosa por cualquiera de las formas de traditio. La cesión de la
posesión es consecuencia o derivación de un previo título, oneroso o gratuito, el cual es
posible que sea nulo. También en este caso el cedente pierde la posesión y el cesionario
la adquiere, sin perjuicio de las acciones que pudieran darse entre ellos».

3)�Por�destrucción�o�pérdida�de�la�cosa,�por�muerte�o�pérdida�del�animal
o�por�quedar�la�cosa�o�el�animal�fuera�del�comercio. La destrucción o pér-
dida total de la cosa extingue la posesión, puesto que no es posible ejercer el
señorío sobre esta. Dicha extinción física de la cosa puede producirse por un
acto voluntario del poseedor o de un tercero.

«La posesión de la cosa mueble no se entiende perdida mientras se halle bajo el poder
del poseedor, aunque este ignore accidentalmente su paradero» (art. 461 CC).
© FUOC • PID_00286499 30 La posesión

Por consiguiente, la desaparición, pérdida o extravío de los bienes muebles no


conlleva la pérdida de la posesión, sino que se mantiene el derecho del posee-
dor siempre que la cosa se halle bajo su poder. No lo estará definitivamente si
sale de su esfera de influencia o las circunstancias hacen a la cosa totalmente
irrecuperable. Al respecto, señala Lasarte Álvarez (2018) que:

«La pérdida total es equiparada por el artículo 460.3º a la situación que acarrea “quedar
la cosa fuera del comercio”, a su extracomercialidad. Dicha equiparación es, con todo,
problemática y resulta sumamente dudosa, pues a efectos posesorios es difícil concluir
que la extracomercialidad sobrevenida acarree la pérdida de la posesión, al menos como
hecho, de forma necesaria y concluyente».

4)�Por�la�posesión�de�otro�con�una�duración�superior�a�un�año,�o�despojo
posesorio. Dispone el art. 460.4 CC que el poseedor puede perder su posesión
«por la posesión de otro, aun contra la voluntad del antiguo poseedor, si la
nueva posesión hubiera durado más de un año». El plazo coincide con el esta-
blecido en el art. 1968.1 CC, que establece un año como plazo de prescripción
para interponer las acciones para retener y recobrar la posesión. Pero no es
suficiente con perder la posesión durante un año, sino que es preciso que otro
poseedor la adquiera y su posesión dure, a su vez, al menos un año. Durante
ese periodo de tiempo, coexisten dos posesiones: la del sujeto que aun care-
ciendo de todo contacto físico con la cosa sigue siendo poseedor (la posesión
incorporal del despojado) y la de otro sujeto, que no tiene ninguna relación
jurídica con el primero y tiene la tenencia de la cosa (posesión del despojante).
Una vez que se cumple el plazo de un año y un día desde que el despojante
adquirió la posesión, el despojado pierde la suya. Como es lógico, la posesión
del otro a la que se refiere el precepto debe ser una posesión incompatible con
la que pueda perder el poseedor actual, porque de lo contrario nos hallaríamos
ante un supuesto de cesión.

[La posesión del despojante] «tiene una situación posesoria dentro del año que ha de ser
amparada y respetada frente a perturbaciones o despojos de otro. Pero la posesión no
será apta para la usucapión, que aquel poseedor puede comenzar, hasta el transcurso del
año» (Díez-Picazo y Gullón, 2016).
© FUOC • PID_00286499 31 La posesión

7. Recuperación de la posesión

Se contempla en el art. 466 CC, al establecer que «el que recupera, conforme a
derecho, la posesión indebidamente perdida, se entiende para todos los efectos
que puedan redundar en su beneficio que la ha disfrutado sin interrupción».
Son requisitos, por lo tanto, para su aplicación:

1) Una posesión indebidamente perdida, que es la situación del despojado.

2) Una recuperación conforme a derecho, es decir, que se lleve a cabo mediante


el ejercicio de las acciones judiciales pertinentes.

Con fundamento en dicho precepto, se debe distinguir entre una recuperación


justa de la posesión del art. 466 CC y otra injusta del art. 441 CC, a los que
nos remitimos.
© FUOC • PID_00286499 32 La posesión

8. Presunciones posesorias

La existencia de la posesión provoca unos efectos que pudiéramos llamar de


favorecimiento de su continuidad. A esto obedecen las presunciones, como de-
ducciones legalmente impuestas sobre la base de unos hechos. Como afirma
Lasarte Álvarez (2018):

«Nuestro Código hace gala de una generosa utilización de concretas y específicas presun-
ciones en favor del poseedor, con las miras puestas en facilitar su posición y en garantizar
el significado propio de tenencia del derecho a poseer que, en principio, ha de atribuirse a
la posesión. Mas como semejante apariencia tampoco tiene por qué excluir la existencia
de un mejor derecho a poseer en favor de otra persona, la mayor parte de las presunciones
posesorias tienen carácter iuris tantum».

El legislador contempla las siguientes presunciones posesorias:

1) Presunción de buena fe.


2) Presunción de continuidad del concepto posesorio.
3) Presunción de legitimación posesoria.
4) Presunción de continuidad en la posesión.
5) Presunción de posesión de los muebles dentro del inmueble que se posee.

8.1. Presunción de buena fe

«La buena fe se presume siempre, y al que afirma la mala fe de un poseedor corresponde


la prueba» (art. 434 CC).

Se trata de una presunción iuris tantum y corresponde la carga de la prueba al


que sostenga la mala fe.

Sobre la presunción de buena fe subrayan Díez-Picazo y Gullón (2016) que:

[La trascendencia de la presunción de buena fe] «va más allá de un interés práctico, como
sería el de evitar al poseedor la prueba –siempre difícil– de la buena fe. E incluso de la
aplicación de un criterio ético, considerándose el obrar honestamente como norma ge-
neral. La trascendencia es más profunda, porque afecta a la misma doctrina general de la
posesión. Efectivamente, toda la doctrina parte en materia posesoria de una separación
entre el poder de hecho que se ejerce sobre una cosa y el título o derecho de donde emana
aquel poder. La posesión adquiere relevancia en aquella fase, prescindiendo del segundo
aspecto. Pero si tenemos en cuenta que la posesión de buena fe es siempre posesión que
se ejerce sobre una cosa en virtud de un título que tenemos, y de donde deriva aquella
posibilidad de ejercicio, es lógico proclamar que con la presunción de buena fe el legis-
lador presume también implícitamente que todo poseedor tiene un título para poseer».

Por último, debe indicarse, como señala Lasarte Álvarez (2018), que:

[La prueba de la mala fe del poseedor] «requiere que se demuestre por el contradictor la
existencia de “actos que acrediten que el poseedor no ignora que posee la cosa indebi-
damente” (art. 435 in fine) o bien de hechos o datos que evidencien inequívocamente
que, en el momento de adquisición de la posesión, el poseedor actual conocía la falta de
legitimación de su título posesorio».
© FUOC • PID_00286499 33 La posesión

8.2. Presunción de continuidad del concepto posesorio. La


inversión o interversión del concepto posesorio

«Se presume que la posesión se sigue disfrutando en el mismo concepto en que se adqui-
rió, mientras no se pruebe lo contrario» (art. 436 CC).

Dicha presunción de continuidad del concepto posesorio se sitúa en la forma


en la que se refleja externamente, ante la sociedad, la relación que tiene el
poseedor con la cosa; y como afirma Lasarte Álvarez (2018):

[La presunción de continuidad del concepto posesorio] «requiere remontarse a la adqui-


sición de la posesión, al “concepto en que se adquirió” la posesión o, como doctrinal-
mente se ha impuesto, al concepto posesorio en cuya virtud se comenzó a poseer».

Quien en virtud de un contrato de depósito adquiere la posesión de una cosa, se


presume que en la actualidad continúa siendo poseedor de esta en concepto de de-
positario.

El poseedor puede modificar o cambiar el concepto en el que posee, y a esto


se le denomina «inversión» o «interversión del concepto posesorio».

«El poseedor intervertirá su título originario cuando con posterioridad a la adquisición


de una posesión conforme al mismo posee en concepto distinto al que adquirió [...] La
interversión de la posesión requiere, pues, un animus. Pero ese animus no debe quedar
reducido al interior del poseedor, sino que tiene que aflorar al exterior mediante un com-
portamiento revelador de que está poseyendo en un concepto distinto. Gráficamente
dice Ihering (1926) que mientras el colono no haga actos de propietario, por ejemplo,
construcciones, o “no me impida hacer los actos que yo mismo quiera hacer, me tendrá
tan sin cuidado como si cualquiera se acercara a decirme que mi casa le pertenece”» (Díez-
Picazo y Gullón, 2016).

En nuestro Código Civil no existe ningún precepto que regule la interversión


de la posesión ni sus requisitos, por lo que han sido la doctrina y la jurispru-
dencia las que han delimitado sus contornos.

«Los Códigos francés e italiano conocen dos medios de interversión posesoria, que la
doctrina desarrolla. Uno, el de la interversión por causa proveniente de tercero. Otro, el de
la contradicción al derecho del propietario. La interversión por causa proveniente de un
tercero supone que el arrendatario o usufructuario, por ejemplo, adquieren el dominio
de la cosa que poseen de un tercero, con quien celebran una compraventa o una dona-
ción, por estimar de buena fe que ese tercero es propietario verdadero de la cosa, y no el
que la arrendó o constituyó el usufructo. Si hay mala fe, entonces estamos ante la causa
siguiente. La segunda causa de interversión es la contradicción u oposición al derecho
del propietario. El arrendatario o usufructuario le niegan esa cualidad en un momento
determinado, y empiezan a poseer como propietarios de la cosa que tenían como arren-
datario o usufructuario» (Díez-Picazo y Gullón, 2016).

(16)
La sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Civil), de 28 de noviembre de ECLI:ES:TS:2008:6657.
16
2008, fija los requisitos que debe cumplir la contradictio:

1) Reflejar de manera inequívoca la voluntad de poseer en concepto de dueño


por parte de quien poseía en otro concepto, ya que no se puede presumir.
© FUOC • PID_00286499 34 La posesión

2) Debe tener un carácter público, pues no es suficiente la mera intención,


aunque no se exija una forma determinada.

3) Ha de tener carácter obstativo, de modo que no son suficientes los actos


de mero incumplimiento de sus obligaciones como poseedor; por ejemplo, no
pagar la renta. Es preciso la afirmación de la titularidad dominical mediante
actos expresos o tácitos y de excluir, en adelante, al anterior poseedor.

(17)
4) Suele exigir que la contradictio dure más de un año, porque entonces el Art. 460.4 CC.
17
anterior poseedor en concepto de dueño ha perdido la posesión.

Carmen, después de unos años de noviazgo en la distancia con Michael, militar del
ejército norteamericano que conoció un verano en Rota (Cádiz), acaba de dar un
paso muy importante en su vida y se ha ido a vivir con él a los Estados Unidos,
concretamente a la base militar Ford Hood. Antes de realizar la mudanza hacia su
nuevo destino, le deja en depósito a una buena amiga suya, Marta, una pequeña
colección de enseres de arte sacro, de escaso valor patrimonial, a los que tiene un
gran apego emocional y que no quiere que se puedan dañar o perder en su viaje a
Estados Unidos. Transcurridos tres años, el presidente del Consejo de Hermandades
y Cofradías de Sevilla le ofrece a Marta una determinada cantidad de dinero a cambio
de que le permita exponer durante un año la colección de enseres de arte sacro. Marta
no ve nada malo en esto, y, sin hablar previamente con Carmen, acepta la oferta.
La exposición resulta ser un éxito, y otros Consejos de Hermandades y Cofradías
se interesan por la colección, por lo que Marta opta por seguir cediéndola, a título
oneroso, a lo largo de los siguientes años. Finalmente, un día, mientras Carmen leía
la prensa española en internet, descubre que hay una exposición en Valladolid de
enseres de arte sacro en la que se exponen los suyos. Con un gran enfado y sin mayor
dilación, decide demandar a Marta con el fin de que le haga entrega inmediata de
su colección. Marta está convencida de que se ha convertido en poseedora a título
de dueña de los enseres.

¿En�qué�se�basa�para�realizar�tal�afirmación?

Se basa en la teoría de la «interversión�del�concepto�posesorio». En un principio, en


el ámbito posesorio se aplica la presunción de la continuidad en el concepto poseso-
rio, por lo que se presume que siempre se posee en la misma condición que aquella
con la que se inició la posesión (art. 436 CC). No obstante, la citada norma estable-
ce una excepción: «mientras no se pruebe lo contrario». Pues bien, el cambio en el
concepto posesorio se conoce como interversión, y uno de los posibles supuestos en
los que concurre es cuando el poseedor lleva a cabo un acto unilateral denominado
contradictio, en virtud del cual exterioriza, sin lugar a dudas, su voluntad de atribuirse
la posesión en concepto de dueño. Esto es lo que podría –se trata de una cuestión
probatoria que habría que resolver en sede judicial– acaecer en este caso, ya que Mar-
ta, al disponer de la colección de enseres de arte sacro a título oneroso, se está com-
portando de cara a terceros como una verdadera poseedora a título de dueña, esto es,
como su propietaria, ya que una depositaria nunca podría llegar a hacer tal cosa.

8.3. Presunción de legitimación posesoria

El poseedor en concepto de dueño goza de una presunción de titularidad o de


legitimidad posesoria, puesto que según el art. 448 CC:

«El poseedor en concepto de dueño tiene a su favor la presunción legal de que posee con
justo título, y no se le puede obligar a exhibirlo».
© FUOC • PID_00286499 35 La posesión

Dicho precepto se corresponde con el aforismo qui possedit dominus ese prae-
sumitur, es decir, que poseyendo como dueño existe la presunción de que se
tiene justo título para ello.

«La doctrina, al interpretar el artículo 448, ve su fundamento en que es natural que el que
ejerce el contenido de un derecho, tenga el derecho mismo que aparentemente ejercita,
correspondiendo la prueba al que afirma lo contrario (S. de 12 de diciembre de 1966).
El artículo 448 viene así a aseverar que la posesión es la apariencia o la imagen de un
derecho. En él, este derecho es el de propiedad, pero puede ser también otro derecho real.
Piénsese en el usufructuario, que posee la cosa en tal concepto. No hay ninguna razón
para negarle la presunción de que tiene título de donde deriva su derecho a poseer en el
concepto que lo hace. No hay que olvidar, además, que es poseedor civil de su derecho
de usufructo, que lo posee con animus domini, es decir, como titular (art. 430)» (Díez-
Picazo y Gullón, 2016).

8.4. Presunción de continuidad en la posesión

«El poseedor actual que demuestre su posesión en época anterior, se presume que ha
poseído también durante el tiempo intermedio, mientras no se pruebe lo contrario» (art.
459 CC).

Dicho precepto, como indica Serrano-Fernández (2019):

«[...] parte de la existencia de tres etapas posesorias: la actual, la anterior o remota, y


la intermedia. La carga de la prueba de las dos primeras corresponde a quien invoca es-
ta norma. Se trata de una presunción iuris tantum, que funciona en relación con todos
los efectos que la posesión pueda producir, con especial importancia en relación con la
usucapión. La posesión presumida lo es tanto para lo que beneficie como para lo que
eventualmente pueda perjudicar al poseedor; si la posesión es de mala fe puede produ-
cirle efectos desfavorables. Para destruir la presunción es preciso acreditar que esta se in-
terrumpió, siempre que dicha interrupción haya durado más de un año (art. 460.4 CC)».

También debe tenerse en cuenta lo previsto por el art. 466 CC:

«El que recupera, conforme a derecho, la posesión indebidamente perdida, se entiende


para todos los efectos que puedan redundar en su beneficio que la ha disfrutado sin
interrupción».

Como afirman Díez-Picazo y Gullón (2016), «la base para la aplicación de am-
bas presunciones es una posesión actual».

8.5. Presunción de posesión de los muebles dentro del inmueble


que se posee

«La posesión de una cosa raíz supone la de los muebles y objetos que se hallen dentro de
ella, mientras no conste o se acredite que deben ser excluidos» (art. 449 CC).

Nos encontramos ante una presunción relacionada con el principio�de�acce-


soriedad.

Dicho precepto ha sido ácidamente criticado por Díez-Picazo y Gullón (2016)


al considerarlo «verdaderamente oscuro, pese a su simplicidad aparente. En
efecto, ni dice qué clase de posesión se ha de tener en la cosa inmueble (siendo
© FUOC • PID_00286499 36 La posesión

así que, en los preceptos anteriores, arts. 447 y 448, se refiere a la posesión en
concepto de dueño), ni señala qué clase de posesión se tiene sobre los mue-
bles».
© FUOC • PID_00286499 37 La posesión

9. La adquisición a non domino del art. 464 del Código


Civil

En materia de bienes muebles, sería prácticamente imposible que de manera


continua y permanente se tuviera que acreditar su propiedad. En atención a
esto, se ha acuñado en el derecho un trato singular a la posesión de bienes
muebles. Es aquí donde surge la figura de la denominada «adquisición�a�non
domino», es decir, de la que se recibe por título y modo, pero de persona que
no tiene poder de disposición. Se trata de una excepción al principio general
nemo dat quod non habet (‘nadie puede dar lo que no tiene’).

En el tráfico mercantil el problema es resuelto por el art. 85 del Código de


Comercio, en cuanto que:

«La compra de mercaderías en almacenes o tiendas abiertas al público causará prescrip-


ción de derechos a favor del comprador respecto de las mercaderías adquiridas, quedan-
do a salvo, en su caso, los derechos del propietario de los objetos vendidos para ejercitar
las acciones civiles o criminales que puedan corresponderle contra el que los vendiere
indebidamente».

En el Código Civil, sin embargo, el art. 464.1 establece que:

«La posesión de los bienes muebles, adquirida de buena fe, equivale al título. Sin embargo,
el que hubiese perdido una cosa mueble o hubiese sido privado de ella ilegalmente, podrá
reivindicarla de quien la posea».

En relación con dicho precepto, la doctrina se encuentra enfrentada respecto


a la interpretación del término «título». Una de las posiciones o tesis es la que
afirma el origen romanista del precepto, mientras que otras propugnan su base
germanista.

La tesis�romanista considera que el título al que hace referencia el precepto


aludido solo puede ser entendido como título hábil para la usucapión en favor
del adquirente, pues la mera posesión de los bienes muebles no puede privar
al verdadero propietario de las facultades de reivindación consagradas en el
derecho romano y en nuestra propia tradición.

Por el contrario, otros autores mantienen que el art. 464 CC no procede de la


tradición romana, sino del derecho�germánico y, en particular, de la posibili-
dad de consagrar la adquisición del poseedor de buena fe, aunque su transmi-
tente no sea realmente el dueño del bien transmitido, salvo en los supuestos
de pérdida, hurto o robo.
© FUOC • PID_00286499 38 La posesión

Supuesto de que Carlos presta su teléfono móvil a Juan, que lo vende a Manuela.

• Solución�según�la�tesis�romanista: Juan ha privado ilegalmente a Carlos de la


cosa porque como prestatario no puede vender la cosa prestada, por lo que Ma-
nuela no podrá oponer nada a la reivindicación de Carlos, salvo que la hubiera
podido usucapir.

• Solución�según�la�tesis�germanista: Juan no ha cometido ningún robo o hurto,


aunque ha frustrado el fin contractual del contrato de préstamo, pero Manuela
consolida su adquisición porque es un tercero que adquiere a título oneroso y de
buena fe. A Carlos le quedaría la posibilidad de reclamar daños y perjuicios a Juan.

La exclusión de la firmeza de la adquisición a non domino solo encuentra moti-


vación en caso de pérdida o sustracción; por lo demás se exige la concurrencia
de los siguientes requisitos:

1) Que el adquirente posea efectivamente la cosa mueble.

2) Que el adquirente sea de buena fe; esto es, que ignore la inexistencia o
deficiencia de facultad de disposición en el transmitente.

3) Que la transmisión del bien mueble se asiente en un negocio que, general y


abstractamente considerado, sea válido para justificar la adquisición derivativa
del derecho real de propiedad.

(18)
La sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Civil), de 25 de febrero de 1992,18 ECLI:ES:TS:1992:1502.

ha orientado jurisprudencialmente la cuestión en sentido claramente germa-


nista; y sienta la regla de la irreivindicabilidad de la cosa mueble por su ante-
rior titular.

Por su parte, cuando la adquisición del bien mueble se lleve a cabo en venta
pública, de acuerdo con el párrafo 2 del art. 464 CC, ya sea en subasta judi-
cial, administrativa o notarial, el poseedor obtiene un derecho al reembolso
del precio, a modo de un derecho de retención, de modo que el propietario
no puede reivindicarla sin satisfacer el precio que se hubiera pagado por el
bien, sin perjuicio de poder dirigirse contra el vendedor que realizó la indebi-
da transmisión.

El párrafo 3 del art. 464 CC regula el régimen aplicable a las cosas empeña-
das en los montes� de� piedad y dispone que «tampoco podrá el dueño de
cosas empeñadas en los Montes de Piedad establecidos con autorización del
Gobierno obtener la restitución, cualquiera que sea la persona que la hubiese
empeñado, sin reintegrar antes al Establecimiento la cantidad del empeño y
los intereses vencidos».
© FUOC • PID_00286499 39 La posesión

Y, por último, el párrafo 4, respecto a las adquiridas en bolsa,�feria�o�merca-


do,�o�de�un�comerciante�legalmente�establecido y dedicado habitualmen-
te al tráfico de objetos análogos, se remite a las disposiciones del Código de
Comercio.
© FUOC • PID_00286499 40 La posesión

10. Tutela de la posesión

Comprende todos los medios que el ordenamiento jurídico ofrece para la pro-
tección de la posesión, además de todos los instrumentos legales respecto a los
derechos reales sobre toda clase de bienes. De igual modo, también se podrán
ejercitar las acciones personales derivadas de los derechos de esta naturaleza
que concedan a su titular facultades posesorias.

«Todo poseedor tiene derecho a ser respetado en su posesión; y, si fuere inquietado en


ella, deberá ser amparado o restituido en dicha posesión por los medios que las leyes de
procedimiento establecen» (art. 446 CC).

Descartada la autodefensa o violencia, tanto para adquirir como para recupe-


rar la posesión, la protección judicial venía siendo regulada en la Ley de En-
juiciamiento Civil de 1881 por unos procedimientos sumarios llamados «in-
terdictos» que tenían por objeto bien el cese de la perturbación que sufría el
poseedor (interdicto� de� retener), bien la recuperación de la posesión de la
que había sido despojado (interdicto�de�recobrar). La vigente Ley 1/2000 de 7
de enero de Enjuiciamiento Civil ha prescindido de la denominación de «in-
terdictos», aunque las cuestiones consideradas sigan estando igual. Así, el art.
250.1.4º incluye entre las demandas que han de sustanciarse a través de un
juicio verbal «las que pretendan la tutela sumaria de la tenencia o posesión
de una cosa o derecho por quien haya sido despojado de ellas o perturbado
de su disfrute». Por su parte, el art. 439.1 LEC, refiriéndose exclusivamente al
plazo de ejercicio de dichas pretensiones posesorias, señala que no se admiti-
rán las demandas que pretendan recobrar o retener la posesión si se interpo-
nen transcurrido el plazo de un año a contar desde el acto de perturbación o
despojo. Se pretende con las acciones interdictales hacer cesar la situación de
perturbación o despojo, volviendo a la situación anterior, pero sin determinar
si el sujeto tiene derecho a poseer.

(19)
1)�Legitimación�activa. Es muy amplia, las acciones pueden ser ejercitadas por Art. 441 CC.
cualquier poseedor perturbado o despojado, tal y como se deriva de los arts.
446 CC y 250.1.4º LEC, incluso el poseedor que sea clandestino o violento.19
De mera forma enunciativa, puede indicarse que estarían legitimados:

• tanto el poseedor de buena como de mala fe;


• el poseedor inmediato (usufructuario, usuario, arrendatario, precarista, de-
positario, comodatario), como el mediato (arrendador, comodante, depo-
sitante);
• el poseedor en concepto de dueño y en concepto distinto;
• el heredero del poseedor; e
• incluso el poseedor que ha despojado a otro de la posesión.
© FUOC • PID_00286499 41 La posesión

En la doctrina, generalmente, se admite la legitimación de los coposeedores,


tanto entre ellos mismos como contra terceros; por el contrario, dicha legiti-
mación se le niega al servidor de la posesión.

2)�Legitimación�pasiva. Las acciones posesorias pueden dirigirse contra cual-


quiera que haya ejecutado, o por orden del que se haya ejecutado la perturba-
ción o despojo.

(20)
3)�Plazo. Las acciones posesorias deben interponerse en el plazo de un año Arts. 1968.1 CC y 439.1 LEC.
20
desde que tuvo lugar la perturbación o despojo.

4)�Efectos. En virtud de lo previsto en el art. 447.2 LEC, la sentencia que pone


fin al procedimiento posesorio no tiene efectos de cosa juzgada. Se pronuncia
exclusivamente sobre qué litigante debe poseer la cosa (ius possessionis), pero
no se pronuncia sobre quién es acreedor del derecho a poseer (ius possidendi),
cuestión que será enjuiciada en el juicio plenario correspondiente.

Planteamos el mismo supuesto reseñado en relación con la posesión natural, en el que


Alejandra y su marido Alberto viven de okupas. Los nuevos propietarios, aconsejados
por un amigo, piensan que lo mejor para recuperar su piso es cambiarle la cerradura
cuando ambos salgan a la calle.

¿Pueden�llevar�a�cabo�tal�actuación?

La respuesta a esta cuestión es categóricamente negativa. El art. 441 CC establece de


forma clara lo siguiente: «En ningún caso puede adquirirse violentamente la posesión
mientras exista un poseedor que se oponga a ello. El que se crea con acción o derecho
para privar a otro de la tenencia de una cosa, siempre que el tenedor resista la entre-
ga, deberá solicitar el auxilio de la Autoridad competente». Como puede verse, esta
norma prohíbe lo que se denomina como «autotutela» del poseedor, que consiste en
la posibilidad de que este recupere su posesión por sí mismo y sin intervención judi-
cial. Pues bien, esto es precisamente lo que ocurre en este caso, puesto que el acto de
cambiar la cerradura es un medio de adquisición violenta de la posesión frente a los
poseedores actuales del piso. En el fondo, el art. 441 CC es una norma que introduce
la «civilización» en el ordenamiento jurídico, al impedir que una persona, por mucha
razón que pueda tener, lleve a cabo actos unilaterales y sin respaldo judicial frente a
una persona que está ejerciendo la posesión de manera pública y pacífica.
© FUOC • PID_00286499 42 La posesión

La madre de Carlos, doña Laura, falleció hace unos días. Carlos es hijo único y, en
consecuencia, heredero universal de todo su patrimonio. Carlos quiere tomar cuanto
antes posesión de los bienes que componen el caudal hereditario, ya que sabe que
hay un bien, concretamente un cuadro muy valioso, que su tío Gabriel (hermano
de doña Laura) siempre ha considerado como suyo (dice que su madre se lo regaló
antes de morir, aunque carece de pruebas sólidas), y teme que intente llevárselo. Si
Gabriel se adelantara a Carlos, y se llevara sin su permiso el cuadro, ¿qué�acción�civil
debería�ejercitar�Carlos�para�recuperarlo?

La vía más rápida y expeditiva es la interposición de una acción sumaria de recupe-


ración de la posesión (antiguo interdicto de recuperar). Para interponer esta acción,
regulada en el art. 250.1.4º LEC, es necesario que concurran los siguientes requisitos:

1) El hecho real de la posesión: gracias al mecanismo de la posesión civilísima, Carlos


es poseedor.
2) La existencia del despojo: acto de llevarse el cuadro.
3) El objeto del acto en el que consiste el despojo: el cuadro.
4) El sujeto activo del despojo: Gabriel.
5) Finalmente, que se ejerza dentro del plazo de un año desde el despojo, lo que
también ocurriría en este caso.

Lucas acaba de lograr un importante éxito profesional: ha sido nombrado profesor


de arqueología de una prestigiosa universidad norteamericana. Antes de partir hacia
su nuevo destino le deja en depósito a un buen amigo suyo, Óscar, una pequeña co-
lección de estatuillas de origen maya, ya que sabe que tendrá problemas si pretende
llevársela a Estados Unidos. Transcurridos tres años, el conservador de un museo le
ofrece a Óscar una determinada cantidad de dinero a cambio de que le permita expo-
ner durante un año la colección de estatuillas. Óscar no ve nada malo en ello, y, sin
hablar previamente con Lucas, acepta la oferta. La exposición resulta ser un éxito, y
otros museos se interesan por la colección, por lo que Óscar opta por seguir cediendo
la colección, a título oneroso, a lo largo de los siguientes cinco años. Finalmente, un
día, mientras Lucas leía la prensa española, descubre que hay una exposición en Cór-
doba de arte maya en la que se exponen sus estatuillas. Una vez superado el estado
de sorpresa inicial, decide sin mayor dilación demandar a Óscar con el fin de que le
haga entrega inmediata de su colección.

El abogado de Lucas, una vez escuchado el relato de los hechos, descarta interponer
una acción de tutela sumaria de la posesión, ¿por�qué?

La razón reside fundamentalmente en el trascurso del tiempo. O dicho con otras pa-
labras, en que la acción sumaria de tutela de la posesión –caso de que sus presupuestos
fácticos concurrieran, como la perturbación o el despojo ex art. 250.1.4º LEC– debe
interponerse en el plazo de un año desde que se produjo la vulneración (art. 1968.1º
CC y 439.1 LEC), y en este caso Óscar goza de manera pacífica e ininterrumpida de
la posesión de las estatuillas desde hace muchos años.
© FUOC • PID_00286499 43 La posesión

11. Suspensión de obra nueva

El tradicionalmente denominado «interdicto de obra nueva», hoy acción para


la paralización o suspensión de una obra que perturba o altera el estado pose-
sorio del actor, carece de una normativa sustantiva en nuestro ordenamiento
jurídico. Los arts. 250.1.5º, 441.2 y 447.2 LEC únicamente regulan sus efectos
procesales.

La demanda que puede ser presentada por cualquiera que se considere perju-
dicado con la obra tiene como efecto inmediato que el tribunal ordene la sus-
pensión de la obra iniciada, si bien se podrá continuar previo ofrecimiento de
caución por parte del ejecutante. La sentencia carece de efecto de cosa juzgada.
© FUOC • PID_00286499 44 La posesión

12. Liquidación del estado posesorio

Hablar de liquidación de estado posesorio significa estudiar las normas o re-


glas regidoras de la situación que supone todo cambio de poseedor, esto es,
el tratamiento que ha de tener la buena o mala fe de quien haya estado pose-
yendo, el régimen que ha de aplicarse a los frutos que se hayan podido perci-
bir, así como los gastos y las mejoras que, igualmente, hayan podido conllevar
la utilización de la cosa. Dicha regulación se encuentra contenida en los arts.
451 a 458 CC.

12.1. Adquisición de los frutos por el poseedor de buena fe

(21)
El poseedor de buena fe hace suyo los frutos percibidos hasta el momento de Art. 451 CC.
21
la interrupción de la posesión. El tema, a partir de ahí, hay que referirlo al
momento de la percepción, a los frutos pendientes y a la interrupción de la
percepción.

(22)
Los frutos�naturales�e�industriales se entienden percibidos desde que se se- Art. 455 CC.
paran o cortan de la cosa madre. Desde ese momento pasan a ser propiedad
del poseedor de buena fe (siendo indiferente que los haya consumido o no), y
no tiene obligación de restituirlos ni de pagar su importe. En lo que respecta a
los frutos�civiles consistentes en una renta o contraprestación, se entienden
percibidos por días y pertenecen al poseedor de buena fe en esa proporción. 22

(23)
En cuanto a los frutos�pendientes (naturales o industriales), el poseedor de Art. 452 CC.
buena fe tendrá derecho a los gastos que hubiere hecho para su producción y
además a la parte del producto líquido de la cosecha proporcional al tiempo
de su posesión.23

(24)
No obstante, se permite que el propietario de la cosa, si lo desea, conceda al Art. 452.3 CC.
poseedor de buena fe la facultad de concluir el cultivo y la recolección de los
frutos pendientes, como indemnización de la parte de gastos de cultivo y la
parte del producto líquido que le pertenecen. Si dicho poseedor por cualquier
motivo no quiere aceptar esta concesión, pierde el derecho a ser indemnizado
de otro modo.24

(25)
El derecho del poseedor de buena fe a los frutos termina (además de por la Art. 1945 CC.
pérdida de la posesión, y pérdida de la buena fe) por la interrupción�de�la
posesión. Esto último nos lleva a la interrupción de la posesión para usucapir
por citación judicial hecha al poseedor.25 En cuanto al momento concreto en
© FUOC • PID_00286499 45 La posesión

el que tiene lugar la interrupción, si es en la fecha de la presentación de la de-


manda o la contestación a esta, existe división en la doctrina, pero la primera
opción es la que goza de mayor apoyo.

12.2. Adquisición de los frutos por el poseedor de mala fe

El art. 455 CC dispone, en relación con el poseedor de mala fe, que:

«[...] abonará los frutos percibidos y los que el poseedor legítimo hubiera podido percibir,
y sólo tendrá derecho a ser reintegrado de los gastos necesarios hechos para la conserva-
ción de la cosa. Los gastos hechos en mejoras de lujo y recreo no se abonarán al poseedor
de mala fe; pero podrá éste llevarse los objetos en que esos gastos se hayan invertido,
siempre que la cosa no sufra deterioro, y el poseedor legítimo no prefiera quedarse con
ellos abonando el valor que tengan en el momento de entrar en la posesión».

El art. 455 CC impone un deber de restitución en especie si tales frutos se en-


cuentran todavía en su poder. Si no existen por haberlos consumido o enaje-
nado, su obligación se transforma en una deuda indemnizatoria.

«El fundamento de la obligación de restitución es la conducta del poseedor de mala fe


que le ha causado un daño al poseedor legítimo del cual debe ser resarcido» (Serrano
Fenández, 2019).

De la literalidad del art. 455 CC «los que el poseedor legítimo hubiera podido
percibir», subrayan Díez-Picazo y Gullón (2016) que:

«[...] es tan amplia que admite la interpretación de que deben restituirse tanto los que la
cosa hubiera producido en manos de su poseedor legítimo si no hubiese sido privado de
la posesión, como los que hubiera producido si el poseedor de mala fe no hubiese sido
doloso o negligente en la explotación (v. gr., como la cosa no es suya vende los frutos a
precio irrisorio). En todo caso basta con la restitución de los frutos que un gestor prudente
hubiera obtenido».

12.3. Régimen jurídico de los gastos

Los art. 453 a 456 CC contienen una serie de criterios o reglas para la solución
de los conflictos entre ambos poseedores (vencedor y vencido en la posesión).
Distingue entre gastos necesarios, útiles y de puro lujo o recreo y establece un
tratamiento distinto según se esté ante un poseedor de buena o mala fe.

(26)
Los gastos�necesarios son aquellos indispensables para la conservación de la Art. 453.1 CC.
cosa. Si bien estos gastos se abonan a todo poseedor, solo el de buena fe podrá
retener la cosa hasta que se les satisfagan.26

(27)
Los gastos�útiles a los que se denominan también «mejoras» son aquellos que Art. 453.2 CC.
mejoran la rentabilidad o producción de la cosa (por ejemplo, calefacción,
(28)
obras de riego, etc.). Existen también mejoras útiles de naturaleza civil, enten- Art. 456 CC.

diendo por tales las que mejoran el estatus jurídico del bien, liberándolo de
(29)
gravámenes o cargas. Solo se abonan al poseedor de buena fe con el mismo Art. 458 CC.

derecho de retención,27 pero el vencedor en la posesión puede optar entre sa-


tisfacer el importe de los gastos o abonar el aumento de valor que gracias a
estos ha adquirido la cosa. Dicho aumento se determinará, según Díez-Picazo
© FUOC • PID_00286499 46 La posesión

y Gullón (2016), «mediante la diferencia entre el valor que tendría la cosa sin
la mejora (gastos útiles) y el que tiene por la misma, apreciados ambos en el
momento de la restitución». Las mejoras derivadas de la naturaleza o del tiem-
28
po quedarán siempre en beneficio de quien haya vencido en la posesión.
El vencedor en la posesión no está obligado a abonar las mejoras que hayan
dejado de existir en el momento de la liquidación del estado posesorio.29

Los gastos� de� puro� lujo� o� recreo se encuentran regulados en los arts. 454
y 455 CC, y son aquellos que sirven únicamente para el embellecimiento y
ornato de la cosa sin que aumenten su rendimiento económico. No se abonan
ni al poseedor de buena fe ni al de mala fe, si bien se les concede a ambos el
ius tollendi, es decir, el derecho a retirar los objetos y adornos en los que esos
gastos se hayan invertido, siempre que la cosa no sufra deterioros y el que ha
vencido en la posesión no ejercite la facultad de adquisición de estos.

Antonio ha cultivado una finca de naranjos en la creencia de que la había adquirido


legalmente de Luis. Sin embargo, Blas ha ejercitado la acción reivindicatoria acredi-
tando que el verdadero propietario de la finca era él, no Luis. Una vez firme la sen-
tencia, Antonio se ve obligado a devolver dicha finca en junio del año 2018. En tal
momento, han de ajustarse cuentas. Antonio acredita que en el año 2018 tuvo unos
gastos por valor de 10.000 euros para producir los frutos de la finca, la cual solo ha
poseído durante medio año (de enero a junio). Por otra parte, una vez que Blas vende
la cosecha del año 2018 obtiene unas ganancias por valor de 50.000 euros.

¿Tiene�Antonio�derecho�sobre�los�gastos�realizados?

El Código Civil dispone en el art. 452.1 CC que «si al tiempo en que cesare la buena
fe se hallaren pendientes algunos frutos naturales o industriales, tendrá el poseedor
derecho a los gastos que hubiese hecho para su producción, y además a la parte del
producto líquido de la cosecha proporcional al tiempo de su producción». Por lo tan-
to, Antonio tendrá derecho a que le sea reembolsado el importe de 10.000 euros en
concepto de gastos. A mayor abundamiento, debe indicarse que también tendría de-
recho al importe líquido de las ganancias obtenidas por Blas, en proporción al tiem-
po que poseyó Antonio, es decir, de enero a junio de 2018. Otro argumento a favor
de Antonio sería, en virtud del art. 453 CC, que al poseer la finca en la creencia de
que era legítimo propietario, debe ser calificado como un poseedor de buena fe, y los
gastos realizados para el cultivo son necesarios e indispensables para la conservación
de la finca, de los naranjos. Por tanto, el gasto de 10.000 euros serán abonados a
Antonio y podrá retener la finca hasta que se le satisfaga.

Antonio, para evitar que ante la falta de lluvias los naranjos se secaran, abrió de forma
legal un pozo. ¿Tendría� derecho� al� reembolso� de� los� gastos� que� le� ocasionó� el
pozo?

Dado que la construcción del pozo se realizó para evitar que los naranjos se secaran,
debe calificarse dicho gasto como necesario. Es decir, gasto indispensable para la con-
servación de los naranjos de la finca. En virtud del art. 453.1, «los gastos necesarios
se abonan a todo poseedor, pero sólo el de buena fe podrá retener la cosa hasta que
se le satisfagan». Por lo tanto, Antonio no solo tiene derecho al reembolso del coste
del pozo, sino también a retener la finca hasta que le sea pagado. En el caso de que el
pozo no hubiera sido necesario para «salvar a los naranjos», sería calificado de gasto
útil, es decir, de mejora introducida en la finca por la acción del hombre que mejora
su rentabilidad o productividad. Tales gastos útiles en virtud del art. 453.2 CC «se
abonan al poseedor de buena fe con el mismo derecho de retención, pudiendo optar
el que le hubiese vencido en su posesión por satisfacer el importe de los gastos, o por
abonar el aumento de valor que por ellos haya adquirido la cosa».

Aunque Antonio tuvo poco tiempo la posesión de la finca, pudo construir una piscina
para que sus hijos disfrutaran en verano. ¿Tendrá�derecho�a�que�Blas�le�pague�el
coste�de�la�piscina?
© FUOC • PID_00286499 47 La posesión

Según dispone el art. 454 CC, el poseedor carece del derecho al abono de los gastos
de puro lujo o mero recreo, como debe ser calificada la construcción de una piscina.
No obstante, también dispone el mismo precepto que el poseedor podrá llevarse (ius
tollendi) los adornos con los que hubiera embellecido la cosa principal, si esta no
sufriere deterioro, y si el sucesor en la posesión no opta por abonar su importe. Por
lo tanto, parece poco probable que Antonio pueda llevarse la piscina sin deteriorar
la finca, pero si tal daño no se produjere, sí podría retirarla.

12.4. Responsabilidad por deterioros o pérdidas

«El poseedor de buena fe no responde del deterioro o pérdida de la cosa po-


seída, fuera de los casos en que se justifique haber procedido con dolo. El po-
seedor de mala fe responde del deterioro o pérdida en todo caso, y aun de
los ocasionados por fuerza mayor cuando maliciosamente haya retrasado la
entrega de la cosa a su poseedor legítimo» (art. 457 CC).

La responsabilidad del poseedor por el deterioro o pérdida de la cosa poseída se


basa también en la cualidad�posesoria. El poseedor de buena fe no responde
del deterioro o pérdida de la cosa poseída salvo que se justifique que ha proce-
dido con dolo. El poseedor de mala fe responde, por el contrario, del deterioro
o pérdida en todo caso, y aun de los ocasionados por fuerza mayor cuando
maliciosamente haya retrasado la entrega de la cosa a su poseedor legítimo.
© FUOC • PID_00286499 48 La posesión

Resumen

En este módulo sobre la institución posesoria nos hemos aproximado al con-


cepto, fundamento y naturaleza jurídica de la posesión, al tiempo que hemos
apuntado los elementos más significativos de las diferentes concepciones de
esta que la historia nos ofrece. Esas pinceladas son necesarias para comprender
el significado de la posesión en nuestro derecho.

Tras ubicarnos en la amplia realidad regulada por medio de la figura de la po-


sesión, nos hemos ido refiriendo a cada uno de los diferentes grados, clases
o conceptos posesorios que se reconocen en esta, situándolos en el derecho
positivo. Para ello, hemos tenido que comentar algunas presunciones poseso-
rias, aunque este punto se ubica sistemáticamente dentro del estudio de los
efectos de la posesión.

El estudio de la estructura de la posesión nos ha seguido mostrando las situa-


ciones tan diferentes y heterogéneas que la materia posesoria incluye, al po-
der ir captando la diversidad subjetiva y objetiva que en la relación posesoria
encuentra cabida.

Los comentarios sobre la adquisición, conservación, modificación, pérdida y


recuperación de la posesión nos han llevado a conocer la regulación de esta
materia y a captar la relevancia de la posesión de buena fe, pilar de la liquida-
ción del estado posesorio.

El estudio del ámbito de la tutela posesoria ha puesto de manifiesto la necesi-


dad de conectar e interpretar conjuntamente diferentes preceptos del Código
Civil entre sí, y estos con algunas normas de la reciente Ley de Enjuiciamiento
Civil, de 7 de enero de 2000.
© FUOC • PID_00286499 49 La posesión

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