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LUCIA GARAY: “Algunos conceptos para analizar instituciones educativas” (2000)

Se parte de la afirmación de que las instituciones educativas son: como objeto social,
complejas, como campo de la acción de los sujetos individuales, grupales o colectivos,
sombreados laberintos. Producto y productora de procesos. Inscriptas en la historia social y en
la historización singular.

Educación y escuelas...

La educación es una función humana y social. Está presente en todo grupo o sociedad;
posibilita su continuación y cambio a partir de la socialización. Para el individuo singular, es
la posibilidad de humanización, su transformación en sujeto social, la posibilidad de
formar su identidad y construir su proyecto histórico personal. La educación está asociada,
además, al crecimiento económico, al desarrollo social, de la ciencia y la tecnología y es una
herramienta en la lucha por la preservación del medio ambiente.

Es una función transhistórica: junto con el lenguaje, el parentesco, el trabajo y la


producción, forman parte de los cuatro organizadores fundantes de toda sociedad humana.
La educación es un objeto de estudio e intervención del que se ocupan todas las
ciencias sociales y humanas; también es una cuestión de muchísimos opinantes. Por su
parte, la escuela es una institución, es el modo particular histórico de organizar la educación;
un modelo de formación humana. La escuela es la institución educativa hegemónica de
la modernidad. Absorbió y desplazó otras instituciones educativas anteriores o
contemporáneas a ella, a este proceso se lo denomina institucionalización.

La escolarización como fenómeno se produce cuando la escuela se instituyó de tal modo


que impregnó con su modelo, como si fuera un paradigma, la vida social y cultural, haciendo
difícil reconocer otras formas educativas no escolares. La escuela se hace universal, planetaria.
Conforma sistemas, los sistemas educativos de gran tamaño y complejidad. Escolariza las
sociedades, monopoliza la asignación de acreditaciones educativas, crea rutas escolares
de larga duración, genera profesionales y especialistas, burocracias que las administran, da
origen a su propio mercado y desarrolla subsistemas económicos.

Sin embargo, al final del siglo XX la escuela está conmovida por una profunda crisis
institucional. Hoy es claramente reconocible una pérdida de las tradicionales funciones de los
sistemas educativos (formación ideológica, de recursos humanos para el trabajo, de
dirigentes, entre otros).

La caída de la absoluta hegemonía de lo escolar en la educación de la niñez y los


jóvenes es otro hecho reconocible. Un concepto de institución e institucionalización. En el
discurso acerca de la educación “lo institucional” es presentado como algo diferente de
la educación como proceso y como práctica.

Primero, refieren al término institución a los establecimientos educacionales.


Organizaciones observables en espacios y tiempos concretos. Segundo, a configuraciones
de ideas, valores, significaciones instituidas que, con diferente grado de formalización, se
expresan en leyes, normas, pautas, códigos. Pueden estar escritas pero no necesariamente.
El establecimiento, con su organización, sería el escenario concreto donde la institución
(las instituciones) toma cuerpo. No toda institución tiene un establecimiento como forma
de concretización específica (el noviazgo, por ejemplo). En el ámbito educativo es difícil
encontrarlas, más aún, después del proceso de escolarización ya descripto. El establecimiento,
las prácticas cotidianas y las representaciones mentales de los individuos serían las
instancias más singulares de “concretización” de las instituciones. Metodológicamente, y a
los fines de la investigación diagnóstica, el establecimiento es una unidad de análisis.

Una institución es un producto instituido y ha estado precedida de un proceso de


constitución al que se llama institucionalización. Ha tenido un momento de génesis,
sumamente difícil de establecer con certeza. Este origen, generalmente, es reinventado
desde el presente. Este mito de fundación tiene, esencialmente, un valor simbólico para
los sujetos que lo inventan y reinventan.

Una institución para ser generada supone otras instituciones que le sirven de
plataforma. Necesita de otras instituciones. Desplaza otras; reabsorbe algunas. Nace y se
institucionaliza en oposición a otras instituciones o complementariamente. Sin duda, fue el
anudamiento de dos grandes instituciones, la Escuela y el Estado, el más importante para la
institucionalización de la modernidad; el más fructífero para cada una y para el desarrollo
nacional y educativo. Este anudamiento fue, también, el talón de Aquiles de la
institución educativa. La transformación del papel del Estado, entre la que se cuenta el
abandono de su histórica función de Estado Educador, es un componente esencial, a la vez
que desencadenante de la impactante crisis institucional de la Educación y la Escuela
Argentina.

El proceso de institucionalización tiene tres planos: •Uno con la sociedad y con la etapa
histórica que ha creado las condiciones (objetivas y subjetivas) que posibilitan el surgimiento e
institucionalización. •Otro, en la sociedad con la creación de condiciones y mecanismos
que aseguren su reproducción, en este caso la escolarización. •Por último, la
institucionalización en los individuos, denominado Socialización Institucional. La
institucionalización, en tanto proceso concreto, deja sus marcas, no sólo en los
establecimientos, en su espacio interior, sino, y de modo más profundo, en la mentalidad de la
gente. Ella produce, y es reproducida, por luchas de fuerzas, por movimientos, por mutaciones
y transformaciones de sus características. A estas fuerzas se las llaman INSTITUYENTES,
productoras de nuevas ideas y valores – o podrían ser ideas y valores del pasado que
se restituyen. Son fuerzas productoras de códigos, de símbolos. Generan una nueva
institucionalización. Otras características institucionales, otro instituido. Se trata, también, de
nuevos procesos estructurales; económicos, sociales, políticos, psicosociales,
comunicacionales y científicos. Y por sobre todo, nuevos actores sociales. Ideas, metas, valores
sostenidos por fuerzas instituyentes, imaginarios transformadores, utopías sociales o
educativas, para instituirse deberán plasmarse en PROYECTOS y no de unos pocos sino de
muchos, consensuado; abarcante de y para el conjunto. Tampoco esto sería suficiente.
Tendrán que existir condiciones objetivas que lo hagan posible; condiciones objetivas y
subjetivas al interior de la institución y en la sociedad. La demanda social de educación se
nutre en las “necesidades del individuo humano”. Hay dos tipos de necesidades básicas: las
de subsistencia y las de existencia. Estas últimas tienen que ver con el sujeto como ser social,
como sujeto de saber, como sujeto de poder hacer, con su identidad e individuación. Las
necesidades no se definen sólo como carencia, hay necesidades activas, sostenidas por el
deseo en términos de voluntad, de intención de búsqueda y se las llama DEMANDAS. La
institucionalización originaria, como la institucionalización de las transformaciones, es un
proceso complejo, no lineal, con avances y retrocesos. Desigual en sus avances y en sus
efectos. A veces se esfuman, quedan como utopías deseables, como imaginarios escindidos del
hacer. Intentos fallidos, fracasos, o mutados de tal modo que se constituyen en
remodelaciones, nuevos rostros de lo instituido. La institución es en sí proceso: el
movimiento de las fuerzas históricas que hacen y deshacen las formas. Tiene tres
momentos: •De universalidad de la ideología dado en lo instituido. •De particularidad de la
base social que encarnan las fuerzas instituyentes. •De singularidad de la base material,
constituyente de las “formas y el fuego” que garantizará la legitimidad, la duración de
esas formas (Lourau, R. – 1980). Se trata de la institucionalización. La parte del proceso
que realiza el trasvase de lo instituyente en instituido. En el análisis institucional lo
instituido se describe fácilmente puesto que se corresponde con lo dado, lo organizado, con
los patrones según los cuales se realiza todo en Pro de la institución. Lo instituyente es
buscado y reconocido como la potencia organizante, el reino de los imaginarios sociales e
individuales de lo nuevo, lo diferente deseado. Objeto de una “intención de hacer” en Pro
de la transformación. La institucionalización es una fase activa. El modo en cómo realmente
suceden las cosas. La historia en acción. Es la fase cuyo conocimiento aporta más claves para
comprender e interpretar el escenario institucional. Se parte del supuesto básico de que el
establecimiento como unidad de análisis es un escenario donde los actores, sus papeles, los
guiones y sus productos no se explican por sí mismos. Las fracturas, los conflictos, las
funciones, los estilos conllevan las marcas de la institucionalización. Dar cuenta de la
institucionalización no sólo tiene valor para el análisis, sino para el reconocimiento de
aquellos proyectos, ideas, propuestas, prácticas instituyentes que quedaron en el camino,
que pueden volver a constituirse en el germen de proyectos transformadores. Sirve
tanto para analizar una institución globalmente, como para comprender y explicar los
contenidos y sentidos de una función. Dada la similitud en características institucionales y
pedagógicas con las escuelas europeas, se podría decir que la escuela argentina como
institución, llegó con la historia a cuestas. Este hecho, hizo que buena parte del proceso de
institucionalización escolar de la educación fuera, en realidad, implantación. Quizás, esa
sensación de ajenidad, de transitoriedad que tienen en nuestro país los proyectos de
reformas educativas reconozcan su origen en esta institucionalización fallada.

Posiblemente esta carencia haya hecho perder sentido construir una memoria técnica
singular. Un docente que innova, que crea y proyecta cuando se va de la escuela, se va con las
innovaciones a cuestas. El individualismo profesional y la casi absoluta ausencia de trabajo en
equipos hacen muy difícil la continuidad y el desarrollo de una cultura técnico-pedagógica de
producción colectiva y pertenencia institucional.

La temporalidad institucional.

Si volvemos a la noción de fases presentadas antes, el pasado y el presente cobran


sentido en sí mismos en su articulación al futuro. Es decir, a la prospectiva institucional. Se
trataría aquí, de cómo la institución, los colectivos que la forman o los sujetos,
tomados individualmente, perciben y se ubican en la temporalidad. La historia y la
historización institucional no es independiente del modo en que la institución se ubica en
la temporalidad. La percepción y la ubicación en la temporalidad (pasado, presente y
futuro) de la institución y sus colectivos nos dan una mediada en términos de posibilidad y de
obstáculos al cambio institucional. Dejo planteadas aquí las diferencias entre temporalidad
y tiempo y su articulación a fenómenos diferentes en el funcionamiento institucional.
Uno, el tiempo, ligado más a la producción; el otro, temporalidad, más articulado al
proyecto institucional y las condiciones para formularlo.

La atribución de significados a la historia institucional

Se trata aquí del lugar y la significación que se le atribuye a la historia en la causalidad y


determinación de los acontecimientos del presente y en la posibilidad de existencia de un
futuro. Tomaré prestado una distinción que hace Eugene Enriquez entre instituciones de
“existencia” y organizaciones e instituciones cuya finalidad principal es la producción
material de bienes. “A diferencia de las organizaciones cuyo objetivo es la producción
limitada, cifrada y fechada (por ejemplo, una empresa puede nacer y morir sin que su
nacimiento o su desaparición impliquen consecuencias notables en la dinámica social), las
instituciones, en la medida en que inician una modalidad específica de relación social, en
la medida en que tienden a formar y socializar a los individuos de acuerdo con un patrón
específico y en que tienen la voluntad de prolongar un estado de cosas, desempeñan un papel
esencial en la regulación social global. En efecto, su finalidad primordial es colaborar con
el mantenimiento o renovación de las fuerzas vivas de la comunidad, permitiendo a los seres
humanos ser capaces de vivir, amar, trabajar, cambiar y tal vez, crear el mundo a su imagen. Su
finalidad es de existencia, no de producción; se centra en las relaciones humanas, en la trama
simbólica e imaginaria donde ellas se inscriben y no en las relaciones económicas”.

Las instituciones educativas: instituciones de existencia

Todo conjunto educativo (organización/establecimiento) son entonces, instituciones de


existencia en el sentido sintetizado antes. En primer lugar porque ellas tienen un papel
primordial en la formación social global; papel uno y múltiple; desde la regulación, la
reproducción y transmisión hasta el cambio y la transformación. En segundo lugar, porque
ellas tienen una función esencial para los seres humanos; función psíquica, en tanto
posibilitan el desarrollo de la identidad de cada sujeto singular. Función de socialización, en
tanto posibilitan la constitución de cada sujeto social, en el trabajo y las relaciones sociales.
Funciones aún más básicas como posibilitar, o no, el desarrollo biológico y la
sobrevivencia el que, en la complejidad de las sociedades actuales, no se efectiviza sino en las
tramas de instituciones (familiares, educativas, terapéuticas). Si quisiéramos hablar de las
instituciones educativas en términos de “producción, tendríamos que decir que su
objetivo es “producir” sujetos educados, formados, capacitados, críticos, creativos... Pero lo
más fuerte, y radical, que estas instituciones plantean, son los problemas de la alteridad; esto
es, de la aceptación del otro en tanto sujeto pensante y autónomo por cada uno de los
actores sociales que mantienen con él relaciones afectivas y vínculos intelectuales. No se
trata tan sólo de la aceptación. La alteridad también plantea el conflicto y la rivalidad
entre los miembros, angustias y peligros específicos, sacrificios y renunciamientos de los
propios deseos y las pulsiones. Para resolverlos, o al menos intentarlo, las instituciones
crean valores, emblemas valiosos, normas y reglas que sirven como “ley organizadora” del
espacio, el tiempo y de la vida social y mental de los miembros que la forman.

Podemos así decir que el micromundo institucional no está constituido sólo por
configuraciones de relaciones sociales derivadas de las posiciones y roles instituidos
(directivo, docente de aula, alumnos, administrativos, supervisores) sino también por tramas
de vínculos con sus investimientos de afectos, deseos, seducción, dominio, prejuicios,
fantasmas y atavismos. Los “lugares” que los sujetos ocupan en la institución no se
determinan ni legitiman, solamente a partir de las posiciones y roles prefigurados por
un orden simbólico normatizado, sino por las tramas de vínculos que, a no dudarlo,
pueden confirmar la legitimación funcional, deslegitimarla, negándola o haciéndola causa de
conflictos. Las instituciones educativas son, entonces, instituciones en el sentido neto del
término: compromete la existencia humana de modo sustantivo.

Quiero decir que el sentido y contenido de estos términos, no podrá desconocer la


finalidad primordial de estas instituciones: permitir a los seres humanos que allí se forman y
trabajan, aprenden y enseñan, a ser capaces de vivir, amar, trabajar, cambiar y, tal vez, crear el
mundo a su imagen.

Las instancias en juego

La constitución de una institución (institucionalización) instituye fronteras, más o menos


precisas, más o menos permeables, entre el adentro y el afuera; decide sobre los individuos
que la integran, sobre los extraños; genera proyectos, planes, programas; edifica una
estructura organizativa; favorece u obstaculiza procesos de cambio; genera mecanismos y
modos de regulación de conflictos. En síntesis, produce una cultura institucional.

En un sentido más puntual la cultura institucional se presenta como un sistema de


valores y normas legitimadas por algo sagrado (mítico, religioso, científico o técnico)
que atribuye un sentido preestablecido a las prácticas, cierta manera de pensar y sentir
que oriente la conducta de los sujetos hacia los fines y metas institucionales. Cultura que
tiende a homogeneizar, a borrar la individuación en términos de pensar y actuar por él mismo,
para pensar y conducirse según un modelo común. Individuo e instituciones están unidos
por lazos de necesidad mutua. Es más, las instituciones siempre están presentes en el
interior del sujeto, promoviendo y permitiendo su identificación. Sin embargo, ni la
institución, ni la cultura institucional, a través del proceso de socialización que
constantemente promueve, pueden determinar por completo la conducta de los individuos,
sus posicionamientos dentro y respecto de ella. El sujeto se resiste, busca o defiende su
derecho a la libertad individual contra el reclamo y la voluntad del colectivo institucional. En
resumen, para comprender una dinámica, conflictos, crisis, desarrollos o desaparición de una
institución no es posible obviar el análisis institucional en le “instancia del sujeto”. Es esencial
destacar que tanto las instituciones como los individuos y los grupos se constituyen a
partir y siguiendo demandas y criterios de la sociedad. En efecto, la sociedad define culturas.
Construye representaciones colectivas, simbólicas e imaginarias que orientan tanto el
funcionamiento institucional como la conducta de los hombres. Se trata, entonces, de la
“instancia social” de los institucional. Efectivamente, las instituciones, más allá de sus
fronteras, se apuntalan, encuentran su sentido, en el campo social. Instancia de la institución
en sí; instancia del sujeto; instancia social. Quedaría mencionar una instancia
interinstitucional, campo de articulaciones, oposiciones, inclusiones, etc. En tanto, como lo
señalé antes, toda institución se conforma apoyada en otras, en oposición a otras, absorbiendo
otras.

Matriz Institucional

El concepto (herramienta) más apropiado para dar cuenta de la multiplicidad de


instancias y de dimensiones de los fenómenos institucionales, es el concepto de MATRIZ.
•Matriz si consideramos a las instituciones como sistemas de instancias y dimensiones;
•Matriz si consideramos a las instituciones como formación que mediatiza, y gesta, el
advenimiento del individuo humano a su cultura; •Matriz, si la tomamos como modelo
matrizante, prefigurante, estructurante del sujeto y sus prácticas. Por su parte, en el concepto
de matriz de datos el que podría contener los datos, sus relaciones, sus entrecruzamientos,
de y entre las instancias. Así como una sucesión de matrices nos daría cuenta de los
movimientos de cambio o transformación institucional. Lo más relevante es que sólo una
matriz de datos daría cuenta y respetaría un aspecto fundamental: la lógica tripartita que es
la lógica de los fenómenos institucionales: Efectivamente, todo fenómeno institucional
tiene, en su constitución, una estructura tripartita de base, que puede desagregarse como
estructura cuádruple, quíntuple, etc. Lo que esto significa es que la estructura de
instancias, dimensiones, variables, de cada fenómeno, nunca es binaria, sino ternaria.

Lo institucional y sus registros. Hechos, sucesos, acontecimientos. Lo simbólico.

La naturaleza de lo institucional no es sólo hechos, sucesos, acontecimientos (registro de los


sucederes) observables a través de indicadores empíricos directos. Su forma de ser más
esencial es lo simbólico. En primer lugar encontramos lo simbólico en el Lenguaje, en
segundo lugar en las Instituciones. La acción institucional, como todo comportamiento social,
no es comprensible fuera de la red simbólica que lo genera y del universo imaginario que ella
misma engendra, dentro de un campo determinado de relaciones sociales, en el contexto
determinado de una cultura. Los sucederes, como sucesión de hechos, interacciones,
espacios, tiempo, no tienen significación en sí mismos; no son portadores de significación por
sí mismos. La significación, es producto de una operación de significar, investimiento de
sentido a las acciones, que aparece en las representaciones que los sujetos realizan de ellas.

El orden simbólico

Cada institución se inscribe en un orden simbólico, social y cultural global, a la vez constituye
su propia TRAMA simbólica. Las instituciones educativas socializarán a los individuos en ese
orden contribuyendo a formar su identidad social y cultural. El orden simbólico es un sistema
de símbolos sancionados. Los símbolos no sólo designan objetos sino relaciones. Remiten a la
universalidad. Un símbolo es un signo abstracto que significa, designa objetos, actos,
sentidos. La función “ordenadora” de estos signos es colocar a los objetos y los sujetos
en una red de relaciones articuladas, causales y posibles, regidas por leyes dentro de un
sistema. Posiciones y funciones: son funciones y posiciones prescriptas, desde lo simbólico,
regidas por una legalidad en el marco del sistema educativo. El autoritarismo, por definición,
tiene en el orden simbólico de nuestro sistema educativo, la posición directiva. Una posición
no es neutra, introduce un estilo. Otra función del orden simbólico, es crear sentido. Que
los sujetos, los colectivos, perciban como legítimas estas posiciones y funciones así como las
relaciones que engendran. Esta capacidad de determinar sentido y legalidad se la
denomina EFICACIA SIMBÓLICA DEL ORDEN SIMBÓLICO. ¿En qué se funda esta eficacia
simbólica? En valores, en normas legitimadas. En lograr este carácter conjuntista del
sentido tiene un papel principal la socialización institucional. En el caso de los actores
escolares, la eficacia del orden está asegurada por un largo proceso de permanencia, de
escolarización. Desde este orden simbólico se instituyen identidades (ser escolar, estudiante,
docente). Se significan identidades, relaciones. Para que la relación se actúe no es necesario
recurrir a sanciones. Actúa eficazmente el orden simbólico en que esta docente socializada. El
orden simbólico institucional y el orden simbólico social El orden simbólico escolar es una
construcción, sus contenidos y los sentidos que genera, han ido transformándose. El carácter
simbólico de los tres núcleos que vertebran la formación de maestros – lo moral, el
conocimiento de su materia y el saber pedagógico.

Las sociedades construyen sus órdenes simbólicos. La educación, como sus instituciones,
ocupa un lugar en estos órdenes que inciden, en la formación de las tramas simbólicas
institucionales. La eficacia de estas tramas será más fuerte cuando el orden simbólico social las
confirme y legitime. La transformación de lo simbólico institucional no es independiente
de las transformaciones n lo social. La crisis actual de la educación y de la escuela es una
crisis institucional estructural porque, se ha roto, ha perdido legitimidad, el orden simbólico
unívoco que estructuró las funciones y la vida institucional de la educación y la escuela
argentina por más de un siglo. Al fin del Siglo XX la revolución de la comunicación y la
información que trajo consigo la globalización contactó a los hombres y a las comunidades
con la variedad de las costumbres, con la heterogeneidad cultural y sus transformaciones en el
tiempo. Concedemos a ésta ruptura del orden simbólico escolar – el modelo de la escuela
pública estatal, laica y gratuita – un peso igual, o mayor, que a los factores estructurales de
naturaleza material en la crisis institucional tanto de la educación como de las escuelas.

Los sujetos y el orden simbólico

Los individuos en tanto SUJETOS, no son pasivos. Toman POSICIONAMIENTOS en relación a las
funciones que desempeñan, a las relaciones que los involucran. Intervienen activamente,
posicionándose, a partir de su capacidad singular de producir sentido y de RESIGNIFICAR
introduciendo la SUBJETIVIDAD. Los sujetos pueden posicionarse conflictivamente o de
modo ambiguo, variables y contradictorios; privilegien una instancia: lo social, lo político e
ideológico, lo afectivo, lo profesional y técnico, etc. Puede posicionarse desde su identificación
(más fuerte) con otras instituciones (la familia, la iglesia, el credo). Puede posicionarse
privilegiando la subjetividad intrapsíquica, que lo domine un posicionamiento
conflictivo, circunstancia que incrementará su malestar, e incluso, introducir conflictos
institucionales. Aceptar estos supuestos, implica reconocer que allí donde suponemos
unicidad, homogeneidad, hay heterogeneidad, diferenciación. Hacerse sujeto es una
construcción en la que el proceso de SOCIALIZACIÓN ocupa un lugar central.
Socialización mediatizada por las instituciones (lenguaje, familia) que al ser común a una
sociedad y a una época, al estar atravesada por el orden simbólico social, genera sujetos
que comparten zonas de identidad común, zonas de homogeneidad. Cada unidad institucional,
cada establecimiento, reconstruye y resignifica, produciendo redes simbólicas singulares.
Tramas de vínculos intersubjetivos Hay un “lugar” que cada sujeto tiene anticipadamente
asignado en la institución a partir de posiciones sociales y pedagógicas – legitimadas por
el orden simbólico- : lugar de alumno, lugar directivo, lugar de enseñante. Desde este
concepto podríamos decir que una institución es una trama de posiciones
interconectadas más o menos instituidas. Trama compuesta por múltiples redes desde
donde se asignan lugares y roles. Hay condiciones técnico-pedagógicas y simbólicas para
acceder y permanecer en estos lugares. A estos “lugares” en la institución, derivados de
las posiciones estructurales, los completa un “otro lugar” que a los sujetos y los grupos,
les son otorgados por las tramas de vínculos intersubjetivos. Buena parte de la significación
profunda, de los vínculos que los sujetos entablamos en y con las instituciones, provienen de
las tramas intersubjetivas. Pensarme fuera de esas tramas no sólo es no estar sino no ser;
carecer de indicios en la realidad que indiquen filiación, permanencia, identidad.

El ideario escolar que remite a posiciones pedagógicas y sociales, roles y funciones,


definen simbólica y reglamentariamente lugares igualitarios y homogéneos enunciados y
formalmente garantizados. Sin embargo, los “otros lugares” que se estructuran desde las
tramas intersubjetivas y los marcos que implícitamente las regulan suelen contradecir y
confrontar aquellos lugares, roles y funciones. Negar legitimidad desde lo vincular a lo que está
legalmente establecido crea conflictos y hasta verdaderas paradojas educativas e
institucionales; legitimidad y legalidad formal, deslegitimidad y hasta incitación a la
transgresión a las normas desde las tramas vinculares en la institución. Al registro
privado de los actores, se despliegan e impactan en el espacio público que es el espacio de
las instituciones educativas. La escucha analítica en el ámbito institucional exige un
centramiento sin concesiones en dos postulados: uno, comprender y hacer comprender a
los sujetos el carácter necesario del desentrañamiento de las tramas vinculares
intersubjetivas y la causalidad social e institucional de su constitución y modos de
funcionamiento en las dinámicas escolares para que, a partir de esta comprensión
crítica, puedan simbolizarse, metabolizarse, transformarse; otro, centrarse en las
relaciones, los vínculos y sus efectos y no en las personas que los actúan.

El registro imaginario en la institución

Investimos estas imágenes de sentimientos, deseos, miedos...que movilizan o paralizan a partir


de que ponen en acción la economía libidinal del individuo humano. Las prácticas, la propia
vida institucional, así como está estructurada por el orden simbólico, también están
prisioneras de estas tramas que constituyen el UNIVERSO IMAGINARIO INSTITUCIONAL. Hay
algunos fenómenos que se han privilegiados por su poder organizador de las dinámicas
institucionales. El efecto de los imaginarios depende de sus contenidos, ligados a
procesos primarios, que organizan dinámicas regresivas o progresivas. También las
instituciones construirán estos modos propios: discurso de la institución sobre sí misma. En su
registro imaginario, estos discursos, contienen enunciados acerca de lo que la institución
es, lo que tiene, lo que le falta, lo que anhela, lo que proyecta. Estos enunciados imaginarios
cumplen distintas funciones. Una, son usados por la institución para atraer y atrapar en sus
metas y demandas. Otra, en este caso para los individuos, podemos llamarla función
TRANSACCIONAL, generando representaciones imaginarias que funcionan como
“explicaciones coherentes” a sus modos singulares de pensar y actuar en estos espacios.
Esto que aparece en el texto dramático de los individuos en la institución, aparece en el
discurso de la institución sobre sí misma – cuando se enfrenta a otras instituciones o a la
sociedad. Otra función del imaginario institucional: ser lo que nunca debe realizarse, sueño
imposible, para desde allí proporcionar impulso de búsqueda y elementos creativos
indispensables para las ideas y voluntad transformadora. Este universo imaginario encuentra
límites y topes, de lo contrario aparece la disrupción, amenaza de la disolución; en la
instancia del sujeto, la locura. Estos topes están dispuestos en el “orden simbólico”, sea éste
de naturaleza mítica, sagrada o científica. Cuando la transgresión o ruptura alcanza a la “ley”
como tal y a los “principios de fundamento”, la institución está amenazada de disolución.
Cuando hay transgresión “instituyente”, la ley y los principios del fundamento permanecen
como organizadores institucionales, pero se transforman los contenidos y sentidos de las
tramas simbólicas; aquí hablamos de cambio, de transformación institucional.

Acerca del análisis institucional

Lo que hoy se conoce como Análisis Institucional, Movimiento Institucionalista y otras


denominaciones parecidas, engloba un conjunto heterogéneo y fragmentario de teorías,
técnicas, resultados de investigaciones e intervenciones institucionales. El origen de
conceptos y teorías remiten a una diversidad de campos. La del objeto mismo, por el cual se
va construyendo en la realidad; la de los conceptos con los que se piensan las instituciones y la
del sujeto que las piensa, el lenguaje y las condiciones histórico-sociales y materiales en que
ese conocimiento es producido. Una fuente de dificultad en el conocimiento de las
instituciones, y por ende en la construcción de teoría institucional, provienen de la
naturaleza misma de los procesos institucionales, de las funciones y sentidos que adquiere
para la sociedad, los grupos y los individuos. Otra característica que tienen los procesos
institucionales, es que se hace visible en momentos de crisis interna y/o de sus contextos. En
las instituciones educativas se cuela en el fracaso escolar, en los trastornos del aprendizaje, en
la desadaptación escolar, en la indisciplina, en la apatía y el ausentismo docente, en la pérdida
del sentido del trabajo. Complementariamente, los sujetos viven las crisis institucionales con
sufrimiento. Deberemos reconocer que el Análisis Institucional ocupa una posición
marginal dentro de los enfoques con que hoy se estudian las instituciones o se interviene en
su desarrollo. La hegemonía la tiene el Análisis Organizacional, la psicosociología de los grupos
y el tratamiento de lo institucional en el encuadre de las “relaciones humanas”. Los ejes de
interés institucional se han desplazado del sujeto en el trabajo a la eficiencia y calidad del
producto. El conocimiento valorado es el conocimiento técnico. Lo que se observa es la crisis
en las instituciones públicas, en particular aquellas que satisfacen funciones sociales y
humanas básicas: educación, salud, servicios sociales, justicia. Son precisamente estas
instituciones quienes demandan el análisis institucional; escuelas, hospitales, cooperativas,
organizaciones comunitarias. Al Análisis Institucional, en sus orígenes y primeros
desarrollos, aparece unido a movimientos sociales y políticos de las clases subalternas, en las
décadas del 60 y 70; también a instituciones de servicios de salud (salud y educación); a
organizaciones populares (sindicatos, organizaciones barriales, estudiantiles, campesinas).
Muy pocas empresas u organizaciones productivas fueron analizadas desde la teoría
institucional. Dos órdenes de cuestiones. Una, que los procesos institucionales emergen,
se hacen reconocibles y objetos de diagnóstico y análisis en momentos de crisis y
conflicto. Otra, que la demanda proviene de instituciones y servicios que responden a
necesidades sociales y humanas básicas, educación y salud por ejemplo. Toda investigación
de los fenómenos institucionales, al ingresar al escenario empírico ingresa al escenario del
conflicto y de hecho, aunque trate de mantenerse prescindente y en distancia, quedará
connotado por aquel. Estas “realidades” complejizan el análisis incorporando un fenómeno, la
implicación. En las instituciones educativas el fenómeno de la implicación es múltiple y fuerte,
Será costoso un reconocimiento de la institución educativa desechando la representación
y significación autoreferenciada.

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