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Resumen de la lectura “Comparación y Método Comparado” de Giovanni

Sartori
Dentro del espectro del estudio de las ciencias sociales el método comparado es
comúnmente aceptado como parte de las mismas, pero no tanto como parte
importante. Esto a diferencia de otros métodos más cuantitativos como el
estadístico o el experimental.
Sine embargo vale la pena preguntarse más allá de las perspectivas cambiantes
en torno a este método ¿Por qué, como y en que medida comparar? Así como el
momento en el que se empieza a comparar. Aunque Sartori deja en claro que sus
preguntas personales son ¿Por qué comparar? ¿Qué es comparable? y ¿Cómo
comparar?, estas tres interrogantes se sintetizan en la mencionada anteriormente
debido a que es la principal inquietud de las personas estudiosas de la ciencia
política.
Si bien el método comparado ha carecido de popularidad últimamente, según
Sartori sus frutos son abundantes y para nada redundantes según lo que se ve
entre líneas del texto. Empezando por la primera pregunta, su respuesta y
posterior importancia irrefutable es que la necesidad de comparar es netamente
una necesidad y aptitud científica, quien hace ciencia hace comparaciones, debido
a que el conocimiento adquirido por tal lo adquiere debido a que su objeto de
estudio interactúa con el entorno, para saber si algo es verdadero o falso debe ser
cotejado mirando alrededor, es decir comparar. Aquel estudioso de las Ciencias
Políticas que no compare no es más que un pseudopolitólogo.
Por otro lado, uno no puede comparar cualquier cosa con otra porque sí. Es aquí
donde entra el famoso ejemplo del gato-perro de Sartori, cuya premisa trata en
síntesis que no hay que comparar cualquier cosa porque sí. El error tan recurrente
de caer en ello se debe a varios factores: “(I) El parroquial ismo, (II) el clasificar
incorrectamente, (III) el gradualismo y (IV) el alargamiento de los conceptos” (Pág.
37) Es decir, las ideologías o creencia personales demasiado arraigadas, el
confundir la “taxonomía” de los fenómenos y objetos, el abuso gradual y continuo
de las diferencias de grado y finalmente la generalización es lo que impide a un
investigador darse cuenta de que está creando un producto sin sentido, difuso y
poco coherente o plausible, que a veces resulta tan aberrante como un gato-perro-
pez, mismo que bifurca en la inevitable respuesta de que no tiene ni tendrá sentido
nunca y por tanto carece de existencia.
Es pues que para comparar la respuesta central radica en la interrogante ¿Qué es
comparable y en que aspecto? Es decir, que es comparable en cuanto a que
características si en cuanto a que características no. La respuesta que nos da
Sartori es que lo esencial si se quiere comparar es hacerlo solamente en torno a
los límites, pues no existen dos objetos netamente iguales pues no habría que
comparar pues son el mismo objeto en todo caso y a la inversa, si son dos objetos
que no comparten ninguna característica no hay nada que comparar. “Las
comparaciones que sensatamente nos interesan se llevan a cabo entre entidades
que poseen atributos en parte compartidos (similares) y en parte no compartidos
(y declarados no comparables). (Pág. 35)
Ahora bien, la interrogante sigue siendo la misma; ¿Cómo se compara? Existen
dos vías. La primera es la del ceteris paribus, es decir que se deben de buscar dos
objetos o sistemas con la mayor cantidad de similitudes posibles denotando su
nivel de cercanía. Y la segunda es llevarlo a la inversa, ósea, buscar dos objeto o
sistemas con profundas diferencias con la salvedad de una, es decir, no importa
que en todo lo demás sea diferente siempre y cuando se centre en un único
aspecto que es el fenómeno que se investiga y no desviarse de él.
Por otro lado, existen excepciones a la hora de comparar, es bien sabido que en
las ciencias sociales no imperan la determinación causal, sino la indeterminación
causal. Es decir “cuando decimos que las leyes de las ciencias sociales son
probabilísticas decimos que sólo son leyes de tendencia” (Pág. 41). Para Sartori
una ley en ciencias sociales no lo es en el sentido jurídico del término, sino una
generalización con poder explicativo que a su vez expresa una regularidad. Y si
bien dicha ley es más de naturaleza factual en las ciencias sociales, pues etas no
pueden ser refutadas pues son pocas las objeciones que las debilitan, pero por lo
mismo de que no son deterministas no se puede saber si ello es suficiente para
finalmente hacerlas caer. Al comparar, el investigador debe analizar el fenómeno
bajo la lupa de no aumentar las condiciones para su aplicación y formularla de tal
modo que puedan incorporarse as excepciones a su formulación. Solo así se
puede obtener un estudio comparado de diversos fenómenos u objetos que si bien
no es perfecto por lo menos se encamina a averiguar cuáles son los fenómenos
idóneos para tal efecto de comparar acercando a éste a lo mas cercano a lo
perfectible.
Finalmente, si bien el estudio comparado no es el único, pues además de los dos
mencionados en el inicio existe el hermenéutico también, el método comparado no
necesariamente significa una inferioridad metodológica y epistemológica con
respecto a los demás (en especial los cuantitativos) pues de hecho muchas veces
se ha visto que los mismos bifurcan en la comparación. Al ocurrir esto se retorna a
la interrogante de la utilidad del estudio del fenómeno escogido y posteriormente
en su desarrollo que seguramente tendrá frutos diversos y aprovechables. Pero si
esto no sucede es por el poco o nulo interés de voltear a ver lo que es el método
comparativo real e irrefutablemente: un método para clasificar y ordenar, pero en
un todo un método netamente ligado a la ciencia y en un todo (aunque algunos no
lo quieran creer) un método de control.
José Carlos Pérez Sánchez.

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