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Especificidad de
las Ciencias Sociales
Texto original Prof. Lisel Silvestri “CIENCIAS SOCIALES. RESEÑA DE CONCEPTOS Y GLOSARIO
PARA ESTUDIANTES DE INTRODUCCIÓN A LAS CIENCIAS SOCIALES” – Trabajo final de
adscripción, 2010.
Para evidenciar la relevancia de la ciencia y de sus aplicaciones en el mundo que vivimos hoy, Díaz
y Heler (2001) nos proponen imaginar cómo sería la vida sin contar con la amplísima diversidad de
componentes científicos que caracteriza la era contemporánea: transplantes de órganos, televisión,
medios de transporte, rayo Láser, agua potable, gas, electricidad, computadoras, telefonía, energía
nuclear… Ciertamente como lo señalan los autores, sin la ciencia todo eso sería impensable, y
entonces la distancia que nos separa de los hombres de la caverna disminuiría considerablemente.
Los autores nos ayudan a pensar posibles consecuencias de un mundo sin ciencia, y en este
sentido, destacan las modificaciones tanto en nuestra vida material como en nuestra concepción del
mundo y de nosotros mismos; en las formas de vida contemporáneas, en nuestros ideales, valores y
costumbres. De igual modo, los cambios en el lenguaje serían también inevitables.
Independientemente de las numerosas cuestiones y consecuencias que podríamos mencionar
considerando la reflexión sugerida por Díaz y Heler, lo más importante es percatarse de cómo el
desarrollo científico compromete nuestra vida, es decir, cuánto de nuestras condiciones de vida
actuales se halla estrechamente condicionado por el avance de la ciencia.
¿Cuándo nace la Ciencia como tal y cómo la concebimos en nuestros días? ¿Cuáles son las
implicancias y consecuencias del desarrollo científico?
En lo que respecta a los orígenes de la ciencia, si bien su período de gestación fue muy prolongado -
desde el siglo VI. a. C. en Grecia- suele considerarse que la actual concepción de ciencia surge en el
siglo XVII, a principios de la llamada Modernidad. Fueron los griegos quienes más se esforzaron por
lograr explicaciones racionales y la ciencia pretende ser la heredera de tal esfuerzo, depurando sus
teorías de elementos míticos, religiosos y metafísicos.
Por su estructura misma, la ciencia fue capaz de ofrecer explicaciones y procedimientos que
contribuyeron a provocar los grandes cambios acontecidos desde la modernidad. En otras palabras,
la ciencia es eficaz para proveer un tipo de respuestas con consecuencias prácticas, y en este
sentido, la historia de la ciencia no puede separarse de su aplicación, la tecnología.
Además, las explicaciones científicas dan cuenta de la realidad de modo tal que posibilitan saber
cómo es la realidad, y qué condiciones y relaciones se deben generar o modificar para provocar o
evitar un determinado fenómeno.
Otro rasgo importante de la ciencia refiere a que posibilita el dominio de los fenómenos, y en este
sentido “la ciencia es poder”, como lo expresaba Bacon (1561 – 1626).
En virtud de lo expresado, los autores reconocen a nuestro momento histórico actual como un
período de crisis, colmado de contradicciones.
Por su parte, también Morin (1984) enfatiza las contradicciones del progreso de la ciencia. Entre
algunas de sus potencialidades, señala que la ciencia en tanto conocimiento:
ha probado ampliamente sus virtudes de verificación y descubrimiento, en comparación con otros
modos de conocimiento;
permite una precisión extrema en todos los dominios de la acción;
ha determinado progresos técnicos impensados, tales como la domesticación de la energía
nuclear y los inicios de la ingeniería genética.
es elucidante, enriquecedora, conquistadora y triunfante: la ciencia resuelve enigmas y disipa
misterios, y al satisfacer necesidades sociales permite el desarrollo de la civilización.
Como contrapartida, Morin expresa que esta misma ciencia nos plantea problemas cada vez más
delicados relativos al conocimiento que produce, a la acción que determina y a la sociedad que
transforma. Explica que esta ciencia al tiempo que nos “libera”, aporta terroríficas posibilidades de
sojuzgamiento; y es este conocimiento tan vivo el que ha originado la amenaza de aniquilación de la
humanidad.
¿Qué es la ciencia en tanto conocimiento científico y cuáles son los rasgos que lo definen
como tal?
En opinión de Sabino (1996), la ciencia es una vasta empresa que ha ocupado y ocupa una enorme
cantidad de esfuerzos humanos en búsqueda de conocimientos sólidos sobre la realidad. En otras
palabras, el autor destaca a la ciencia como una de las actividades que el hombre realiza, como un
conjunto de acciones encaminadas y dirigidas a obtener un conocimiento verificable acerca de los
hechos que lo rodean.
Asimismo, el autor destaca que como toda actividad humana, la labor de los científicos e
investigadores está naturalmente enmarcada por las necesidades y las ideas de su tiempo y de su
sociedad. Afirma que es preciso definir a la ciencia como una actividad social, y no solamente
individual para no correr el riesgo de “imaginar al científico como un ente abstracto”, como un ser que
no vive en el mundo cotidiano, con lo cual se pasarían por alto las inevitables limitaciones históricas
que tiene todo conocimiento científico.
Ahora examinaremos más detalladamente cada una de las características de la ciencia mencionadas
anteriormente, de manera de favorecer una mayor comprensión acerca de qué implican estos rasgos
propios de este tipo de conocimiento, el científico.
Finalmente, resulta interesante mencionar una característica que si bien no fue detallada en el
cuadro, es considerada un atributo o condición esencial de la ciencia por muchos autores como
Popper, Sabino, Bunge, sólo por mencionar algunos. La falibilidad del conocimiento científico refiere
a que la ciencia es uno de los pocos sistemas elaborados por el hombre donde se reconoce
explícitamente la propia posibilidad de equivocación, de cometer errores. En esta consciencia de sus
limitaciones es donde reside su verdadera capacidad para auto corregirse y superarse, para
desprenderse de todas las elaboraciones aceptadas cuando se comprueba su falsedad. En otras
palabras, toda teoría, ley o afirmación está sujeta, en todo momento, a la revisión, discusión y
reformulación lo cual permite a la ciencia perfeccionarlas y modificarlas para lograr conocimientos
cada vez más objetivos, racionales, sistemáticos y universales. Esta característica de la ciencia como
conocimiento, se relaciona con la contradicción que señala Morin (1984), respecto de que el
progreso de las certidumbres científicas es un progreso de las incertidumbres.
Sabino (1996) considera que al reconocerse falible, todo científico abandona la pretensión de haber
alcanzado verdades absolutas y perdurables indefinidamente, y por el contrario, sólo se plantea que
sus conclusiones son “provisoriamente definitivas”. Este carácter abierto y dinámico de la ciencia la
aleja considerablemente de cualquier dogmao verdad con aspiraciones de infalibilidad, y es la que
proporciona, en opinión del autor, una clara ventaja para explicar hechos que esos dogmas no
interpretan o explican adecuadamente.
EL ACTO DE CONOCER.
EL SUJETO Y EL OBJETO EN LA RELACIÓN DE CONOCIMIENTO
Para caracterizar las condiciones generales que comparten los distintos tipos de saberes o formas de
conocimiento, Díaz y Heler (2001) realizan un comentario libre sobre la base de la descripción
clásica del acto de conocer desarrollada por Nicolai Hartmann (1882 -1950).
Siguiendo a los autores, deberíamos empezar por precisar cuáles son los elementos indispensables
para que se genere conocimiento:
Sujeto cognoscente: alguien que conoce (la terminación “ente”/ “ante” alude al que efectúa
la acción: así, el amante es “el que ama”, y el cognoscente es “el que conoce”).
Por otra parte, en la fabricación de un mueble -por ejemplo una mesa-, también existe una relación
entre un sujeto y un objeto. Sin embargo, ésta no sería una relación de conocimiento. Para que
podamos referir a una relación cognoscitiva se requieren ciertas condiciones:
Al aprehender el objeto el sujeto debe obtener una “imagen”, “noción” o “idea” constituida con
las características captadas en el objeto. La imagen expresada en el lenguaje es una
proposición.
Esa imagen debe ser “verdadera” y para ello deberá repetir (no materialmente, claro está) las
propiedades del objeto. En otras palabras, es necesaria la adecuación o coincidencia entre la
imagen y el objeto conocido. Sólo entonces habrá conocimiento.
Entonces, ¿Cómo sería la relación cognoscitiva? ¿Qué otros rasgos, además de las condiciones
mencionadas anteriormente, definen a la relación de conocimiento?
Distanciamiento entre sujeto y objeto: de acuerdo con Hartmann, el sujeto y el objeto están
enfrentados; pertenecen a esferas distintas. Aún cuando el objeto cognoscible sean nuestros
propios sentimientos o pensamientos, es necesaria la distancia entre ambos elementos.
Vínculo de correlación irreversible: mientras que la función del sujeto consiste en conocer el
objeto; la de éste, es ser conocido. Entre ellos se da un vínculo de correlación, es decir, uno es
sujeto para el objeto y el otro es objeto para el sujeto. No obstante, la naturaleza de este
vínculo es de irreversibilidad, en tanto que el sujeto no se convierte en objeto, ni a la inversa.
En la aprehensión de otro sujeto humano, éste puede también conocer (esto es, ser sujeto
para) quien lo conoce. En este caso se trata, en realidad, de dos relaciones cognoscitivas
paralelas y simultáneas.
Enfrentamiento de los dos elementos constitutivos de la relación cognoscitiva, los cuales son
independientes o trascendentes (están uno más allá del otro). En el acto de conocer el sujeto
(S) debe trascender, es decir, ir más allá de sí mismo. Para conseguirlo sale, llega hasta el
objeto (O) y regresa, y es este movimiento lo que le posibilita “aprehender” las características
del objeto. Al volver, el sujeto se ha modificado, pues posee ahora una imagen.
El sujeto es receptivo y es modificado en el acto de conocer. Esta cualidad del sujeto lo
describe como capaz de recibir las propiedades del objeto. En este sentido, su trascender es
sólo, su acomodarse al objeto para poder aprehenderlo, recibirlo. Así, cuando conoce, el sujeto
se atiene al objeto y obtiene una imagen del mismo, que lo refleja tal cual es. Como resultado
Considerando los aspectos precedentes, los autores ofrecen a modo de ilustración una
esquematización muy sencilla de la relación cognoscitiva, de sus diferentes elementos y relaciones.
SALE
S o
vuelve
Ahora bien, los autores plantean algunos interrogantes en torno a esta concepción del acto de
conocer. Examinemos su postura frente a cada una de ellos.
En relación con la primera cuestión, Díaz y Heler (2001) proponen una ejemplificación a través de
la cual muestran que al conocer, la receptividad por parte del sujeto no necesariamente implicaría, la
pasividad del mismo. Concretamente, el ejemplo señala: “Un historiador, si se atuviera a los datos
que posee (imagen) se encontraría con una serie de hechos, algunos sucesivos y otros simultáneos,
entre los cuales pueden estar la forma en que hizo sus empanadas la negra María el 22 de Mayo de
1810 junto con el Cabildo Abierto de ese día. Sólo si el historiador selecciona esos hechos, los
organiza, interpreta y relaciona (estableciendo qué es causa, qué es antecedente, etc.) podrá
aprehender lo que denominará “Revolución de Mayo” (2001:42)
En lo que respecta a la pregunta señalada en segundo término, los autores afirman que por
ejemplo en la física clásica puede determinarse la trayectoria y velocidad de cualquier móvil. Pero,
cuando se pretende observar un neutrón, al querer establecer la trayectoria se modifica la velocidad,
y lo mismo ocurre a la inversa. En este caso entonces, la presencia del observador modifica al
objeto. Igualmente, un test psicológico es una manera de conocer ciertos aspectos de la
personalidad de una persona (objeto). No obstante, al reiterar el mismo test a un mismo individuo, los
hallazgos o resultados variarán.
Consideran que por lo tanto, no existiría la separación entre sujeto y objeto a la que refiere la
posición de Hartmann.
Por su parte, Sabino (1996) destaca que el conocimiento es siempre conocimiento para alguien,
pensado por alguien o en la conciencia de alguien. De igual manera, el conocimiento es siempre
conocimiento de algo, de alguna cosa; ya sea se trate de un ente abstracto – ideal como los números
o proposiciones lógicas, o de fenómenos materiales.
Sabino, que por sus consideraciones pareciera coincidir en buena medida con la posición clásica
de Hartmann, no alude a la noción de “imagen” y refiere al acto de conocer en términos de un acto
de investigación por parte de quien conoce, es decir, alude al sujeto cognoscente como un sujeto
que en su pretensión de conocer, investiga.
Díaz y Heler (2000) destacan que estas ciencias han obtenido logros y se han desarrollado
considerablemente, independientemente de que se les conceda o no jerarquía científica. Entienden
que aunque estas ciencias no son exactas sí son rigurosas; y, que si bien, es poco factible
agruparlas bajo un mismo método, todas comparten un mismo objeto de estudio: los seres humanos
en sus múltiples manifestaciones.
Sabino (1996) señala que las ciencias que tratan de los seres humanos, de su conducta y de sus
creaciones, en principio, son también fácticas. Sin embargo, como cuando estudiamos las
manifestaciones sociales y culturales necesitamos utilizar una conceptualización y unas técnicas de
Para Díaz y Heler (Op. cit.) las Ciencias Sociales comprenden todas aquellas disciplinas
científicas que delimitan su ámbito de estudio en torno al hombre como individuo poseedor de
libertad, de lenguaje y de cultura. Entre algunas de ellas destacan: la Historia, la Psicología, la
Antropología, la Sociología, la Economía, la Lingüística, el Derecho, etc.
Resulta interesante sintetizar aquí, la propuesta de Foucault (1977, citado por Díaz y Heler, 2000)
quien señala que las Ciencias Sociales se dirigen al hombre en la medida en que éste vive, produce
y habla.
En primer término, Díaz y Heler (2000) describen al hombre como un ser capaz de tomar
decisiones dentro de los condicionamientos y de las circunstancias individuales y sociales. Los
hombres, en su condición de seres humanos, crean y eligen y su espíritu no está gobernado por las
leyes del mundo natural.
La particularidad del ser humano como objeto de estudio de las Ciencias Sociales puede
examinarse a partir de la consideración de tres atributos fundamentales del hombre, ya mencionados
precedentemente: la libertad, el lenguaje y la cultura. Veamos más detenidamente las implicancias
de cada uno de estos aspectos siguiendo el análisis de Díaz y Heler. Ellos consideran a estos
aspectos, como las principales características que diferencian al hombre de otros objetos de estudio
de las ciencias.
Algunos sociólogos cuestionan el hecho de que se defina al hombre como “poseedor de libertad”,
argumentando por ejemplo que los obreros explotados o aquellas familias que viven en villas de
emergencia, no pueden salir de su condición ni son libres para cambiar esa realidad. Sin embargo,
como lo afirman los autores: “…nadie puede asegurar que esas personas decidan seguir como
están, o promover movimientos de fuerza, o tratar de cambiar su condición delinquiendo, o enrolarse
en un movimiento revolucionario, o suicidarse, o tomar resoluciones que ni siquiera imaginamos”
(2000:158)
Los autores explican que no es posible predecir los fenómenos y situaciones sociales con la
misma capacidad que en el campo de la física (por ejemplo, en cuanto al comportamiento de
determinados metales expuestos al calor). Los fenómenos físicos, a diferencia de los primeros, no
poseen creatividad ni disponen de voluntad, sino que responden a las leyes de la naturaleza.
Por lo hasta aquí expuesto, la pretensión de elaborar explicaciones causales que apoyándose en
la lógica de causalidad se expresen a través de leyes universales, inmutables a través del tiempo y
estables entre las diversas culturas, representa un difícil requisito que deben satisfacer las Ciencias
Sociales. Cuestiones como el hecho de que el hombre atribuye significado a sus acciones y
pensamientos según los patrones de su cultura, y que en tanto actor social puede sobreponerse a las
leyes naturales y sociales mediante el uso de su libre albedrío, se contraponen con la posibilidad de
definir leyes causales que den cuenta o expliquen el funcionamiento social y humano, al margen de
las culturas y de los procesos históricos (Yuni y Urbano, 2005)
El lenguaje, es también un rasgo privativo del hombre que le brinda una peculiaridad indiscutible
con relación a otros objetos científicos. Sólo él es capaz de expresarse en un lenguaje simbólico,
algo completamente ajeno a los problemas de un científico de la naturaleza. Los seres humanos
manifiestan lo que desean y lo que no.
Para Díaz y Heler (2000) este rasgo exclusivo de la especie humana es parte del núcleo de interés
de la ciencia social y su investigación plantea dificultades tanto como otorga beneficios. Por ejemplo,
uno de los inconvenientes para las ciencias sociales puede ser la “ambigüedad de la palabra
estudiada”. Los autores resaltan sus complicaciones, pero además el valor de su potencial para la
investigación: “La palabra puede manifestar la verdad, pero también puede ocultar o mentir. Se
complica aún más el panorama, en cuanto lo veraz o lo falaz puede ser consciente o inconsciente.
Pero también tiene su beneficio. La palabra emitida por el ser que se estudia puede arrojar luz sobre
las teorías. Puede servir de fuente de información. Puede utilizarse para contrastar hipótesis en
psicología, sociología, antropología, etc. Puede ayudar a refutar o a verificar. La palabra no sólo es
factible de ser analizada en lo que dice –informante en antropología- sino también en lo que oculta –
interpretación en psicoanálisis” (2000:159).
La condición del ser humano como poseedor de una cultura, constituida por las creaciones
humanas, plantea que en Ciencias Sociales el objeto de estudio tiene la misma índole que quien lo
estudia. Dicho de otro modo, quien crea la cultura es también quien la estudia.
El hombre es el único ser capaz de crear símbolos, lo cual a su vez posibilitó la producción y
desarrollo del lenguaje, el mito, la religión, el arte y la ciencia. En este marco, las Ciencias Sociales
se interesan por el estudio de un ser cultural que va constituyendo sus condiciones de vida, es decir,
inventa costumbres, mantiene tradiciones, implanta normas y leyes, trabaja. Todo ese bagaje va
siendo modificado, alterado y recreado en la historia; al tiempo que da lugar a ciertas regularidades.
Por otra parte, el planteo de Foucault (1977, citado por Díaz y Heler, Op. cit.) sostiene que en su
condición de ser vivo, el hombre crece, tiene funciones y necesidades; su existencia corporal lo
relaciona con lo vivo en general. Además produce objetos y útiles; al consumir y canjear se involucra
con otras existencias. Debido a que posee un lenguaje, construye un universo simbólico que lo
Define al hombre como un ser vivo que tiene la singular capacidad de construir
representaciones; por ejemplo, posee representaciones de su uso del lenguaje, incluso puede,
desde el interior del lenguaje, representarse el lenguaje mismo.
Precisamente su teoría propone que el ámbito o espacio propio de las Ciencias Sociales se
delinea en la vecindad o proximidad de los conocimientos sobre la vida, el trabajo y el lenguaje;
cuyas ciencias respectivas son la Biología, la Economía y la Lingüística
En primer término, el desarrollo teórico de Díaz y Heler (2000) en torno al objeto de estudio de las
Ciencias Sociales o Humanas, pone de manifiesto la falta de consenso o unanimidad en cuanto al
método y en lo que refiere a su estatus epistemológico.
Las Ciencias Sociales no son ciencia: Posición influenciada por el ideal de unificación del
conocimiento (herencia del positivismo decimonónico). Las Ciencias Naturales son el ámbito
apropiado, en tanto sólo se conoce cuando se unifica lo formal y la experiencia. Este modelo
proviene de la físico – matemática, entronizada en nuestra cultura desde el s. XVII. No parece
posible conciliar las exigencias de las Ciencias Naturales y las Sociales. Si las últimas no
cumplen con los requerimientos de las primeras no hay ciencia.
Las Ciencias Sociales son ciencia, pero deben adecuar su método al de las Ciencias
físico–naturales: se lo concibe como el método verdaderamente válido. No se atreven a
negar la existencia de las ciencias sociales como una realidad de nuestros tiempos, por lo
que se les concederá un lugar en la ciencia siempre y cuando se ajusten al mandato del modelo.
Cada una de estas perspectivas ofrece presupuestos diferentes. En tanto las dos primeras
suponen un único método (el propio de las ciencias naturales) válido para explicar cualquier
objeto de estudio; la última postura enfatiza las diferencias entre lo humano y lo natural por
considerar que la metodología debe adecuarse al objeto de estudio y no lo contrario. Dicho de
otro modo: “Cada ámbito de objetos requiere, de acuerdo con sus peculiaridades, adecuadas
exigencias metódicas de cientificidad” (Díaz y Heler, 2001:103).
En este sentido, Díaz y Heler destacan que algunas interpretaciones defienden la idea de que
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las Ciencias Sociales no han logrado aún el desarrollo necesario para poder explicar, como en
INTRODUCCION A LAS CIENCIAS SOCIALES Página 11
las naturales, toda la actividad humana mediante leyes tan indispensables como las de la
naturaleza. Para una segunda posición, sostienen los autores, todo se explica en términos
biológicos. Esta última postura propone que la complejidad de la estructura cerebral le permite al
hombre disponer de varias alternativas de respuesta, y precisamente este amplio espectro de
respuestas cerebrales explica lo que se ha denominado “libertad”; aspecto que como resaltara
precedentemente resulta esencial en el marco de las Ciencias Humanas.
No obstante, hay quienes entienden que no existe avance científico capaz de explicar la
conducta humana, ni el sistema cerebral puede dar cuenta de las vicisitudes que el hombre debe
afrontar en los dilemas que indefectiblemente se le plantean a lo largo de su vida. Añaden los
autores, que aún si pudiera entenderse física y biológicamente la vida humana, dicha
comprensión no agotaría la problemática del hombre en todas sus manifestaciones (históricas,
políticas, sociales, culturales, religiosas y personales).
Posturas Reduccionistas.
Suponen un único método válido para explicar cualquier objeto: el hipotético deductivo de las
ciencias físico – naturales.
• Nagel: Plantea el método nomológico – deductivo (nomos: ley) como el propio de las ciencias
físico – naturales y postula el mismo para las ciencias sociales. Dicho método es
semejante al hipotético – deductivo. Su crítica y sus objeciones a las ciencias sociales giran
en torno a cuatro aspectos o tópicos fundamentales:
d) Capacidad de predicción
Para Popper una teoría científica es científica, no porque haya probado su verdad, sino porque
ofrece a los experimentadores u observadores la posibilidad de poder probar su falsedad. Es
biodegradable y no “inatacable” por la experiencia como sí lo es el dogma.
Así, la ciencia se construye a través de hipótesis que se refutan o verifican por medio de la
observación o la contrastación empírica.
Según Pardo (1997) la propuesta de Popper enfoca la cuestión metodológica desde la única
perspectiva que puede asegurar necesidad lógica: la refutación. Según el Falsacionismo, en la
investigación científica ya no se tratará de buscar arduamente la confirmación de una
hipótesis sino de procurar mostrar su falsedad, en tal sentido, las hipótesis y teorías científicas
resultan válidas en tanto y en cuanto no logren ser refutadas, y su validez es provisoria dado que
las mismas pueden ser refutadas en algún momento.
• Bunge: En su condición de epistemólogo positivista, asume una posición todavía más dura
que los autores anteriormente mencionados. Descalifica por ejemplo, la teoría psicoanalítica,
argumentando que confirma sus hipótesis confundiendo fantasía y realidad y que salva su
ausencia de evidencia empírica con la idea de “represión”. Sostiene que el psicoanálisis: “No
tiene contenido de base, puesto que prescinde de la física y de la biología, no emplea
estadísticas ni modelos formales y crece a la sombra del principio de autoridad (“Freud lo dijo”)”
(citado por Díaz y Heler, 2000:165). Destaca que el principal problema del psicoanálisis radica
en el apego a la conjetura de que la mente es inmaterial.
POSTURAS NO REDUCCIONISTAS:
Otra postura no reduccionista corresponde a la propuesta de Morin (1984). Él explica que los
principios de la disyunción/ reducción que han alumbrado a la investigación en la ciencia clásica,
son los mismos que nos ciegan ante la naturaleza técnica, social y política de la ciencia; como
así también, ante la naturaleza física, biológica, cultural, social e histórica de todo lo humano.
Considera que estos son los principios que han establecido y mantienen la gran disyunción
naturaleza/ cultura, objeto/ sujeto, y que no perciben más que apariencias ingenuas en la compleja
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http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/secret/schuster/CapituloII.rtf