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Ficha de cátedra N°2: Ciencia y Conocimiento Científico.

Especificidad de
las Ciencias Sociales
Texto original Prof. Lisel Silvestri “CIENCIAS SOCIALES. RESEÑA DE CONCEPTOS Y GLOSARIO
PARA ESTUDIANTES DE INTRODUCCIÓN A LAS CIENCIAS SOCIALES” – Trabajo final de
adscripción, 2010.

Selección Lic. Gabriela Barrios, 2013

CIENCIA Y CONOCIMIENTO CIENTIFICO

Para evidenciar la relevancia de la ciencia y de sus aplicaciones en el mundo que vivimos hoy, Díaz
y Heler (2001) nos proponen imaginar cómo sería la vida sin contar con la amplísima diversidad de
componentes científicos que caracteriza la era contemporánea: transplantes de órganos, televisión,
medios de transporte, rayo Láser, agua potable, gas, electricidad, computadoras, telefonía, energía
nuclear… Ciertamente como lo señalan los autores, sin la ciencia todo eso sería impensable, y
entonces la distancia que nos separa de los hombres de la caverna disminuiría considerablemente.

Los autores nos ayudan a pensar posibles consecuencias de un mundo sin ciencia, y en este
sentido, destacan las modificaciones tanto en nuestra vida material como en nuestra concepción del
mundo y de nosotros mismos; en las formas de vida contemporáneas, en nuestros ideales, valores y
costumbres. De igual modo, los cambios en el lenguaje serían también inevitables.
Independientemente de las numerosas cuestiones y consecuencias que podríamos mencionar
considerando la reflexión sugerida por Díaz y Heler, lo más importante es percatarse de cómo el
desarrollo científico compromete nuestra vida, es decir, cuánto de nuestras condiciones de vida
actuales se halla estrechamente condicionado por el avance de la ciencia.

¿Cuándo nace la Ciencia como tal y cómo la concebimos en nuestros días? ¿Cuáles son las
implicancias y consecuencias del desarrollo científico?

En lo que respecta a los orígenes de la ciencia, si bien su período de gestación fue muy prolongado -
desde el siglo VI. a. C. en Grecia- suele considerarse que la actual concepción de ciencia surge en el
siglo XVII, a principios de la llamada Modernidad. Fueron los griegos quienes más se esforzaron por
lograr explicaciones racionales y la ciencia pretende ser la heredera de tal esfuerzo, depurando sus
teorías de elementos míticos, religiosos y metafísicos.

Por su estructura misma, la ciencia fue capaz de ofrecer explicaciones y procedimientos que
contribuyeron a provocar los grandes cambios acontecidos desde la modernidad. En otras palabras,
la ciencia es eficaz para proveer un tipo de respuestas con consecuencias prácticas, y en este
sentido, la historia de la ciencia no puede separarse de su aplicación, la tecnología.

Además, las explicaciones científicas dan cuenta de la realidad de modo tal que posibilitan saber
cómo es la realidad, y qué condiciones y relaciones se deben generar o modificar para provocar o
evitar un determinado fenómeno.

Otro rasgo importante de la ciencia refiere a que posibilita el dominio de los fenómenos, y en este
sentido “la ciencia es poder”, como lo expresaba Bacon (1561 – 1626).

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Díaz y Heler (Op. cit.) sostienen que la conjunción de dicho poder con ciertas formas de organización
social, política y económica permiten ayudan a comprender la historia de la humanidad en los últimos
300 años. Según los autores, esta historia revela: “… por un lado, enormes avances y, por el otro
lado, presenta sectores que gozan de los beneficios de la sociedad de consumo frente a una mayoría
que vive en condiciones infrahumanas, grandes posibilidades de desarrollo y creatividad junto con
estructuras opresoras y alienantes, uniendo la promesa de nuevos e inimaginables progresos a la
alternativa de la destrucción atómica” (2001:10)

En virtud de lo expresado, los autores reconocen a nuestro momento histórico actual como un
período de crisis, colmado de contradicciones.

Por su parte, también Morin (1984) enfatiza las contradicciones del progreso de la ciencia. Entre
algunas de sus potencialidades, señala que la ciencia en tanto conocimiento:
 ha probado ampliamente sus virtudes de verificación y descubrimiento, en comparación con otros
modos de conocimiento;
 permite una precisión extrema en todos los dominios de la acción;
 ha determinado progresos técnicos impensados, tales como la domesticación de la energía
nuclear y los inicios de la ingeniería genética.
 es elucidante, enriquecedora, conquistadora y triunfante: la ciencia resuelve enigmas y disipa
misterios, y al satisfacer necesidades sociales permite el desarrollo de la civilización.

Como contrapartida, Morin expresa que esta misma ciencia nos plantea problemas cada vez más
delicados relativos al conocimiento que produce, a la acción que determina y a la sociedad que
transforma. Explica que esta ciencia al tiempo que nos “libera”, aporta terroríficas posibilidades de
sojuzgamiento; y es este conocimiento tan vivo el que ha originado la amenaza de aniquilación de la
humanidad.

¿Qué es la ciencia en tanto conocimiento científico y cuáles son los rasgos que lo definen
como tal?

En opinión de Sabino (1996), la ciencia es una vasta empresa que ha ocupado y ocupa una enorme
cantidad de esfuerzos humanos en búsqueda de conocimientos sólidos sobre la realidad. En otras
palabras, el autor destaca a la ciencia como una de las actividades que el hombre realiza, como un
conjunto de acciones encaminadas y dirigidas a obtener un conocimiento verificable acerca de los
hechos que lo rodean.

Asimismo, el autor destaca que como toda actividad humana, la labor de los científicos e
investigadores está naturalmente enmarcada por las necesidades y las ideas de su tiempo y de su
sociedad. Afirma que es preciso definir a la ciencia como una actividad social, y no solamente
individual para no correr el riesgo de “imaginar al científico como un ente abstracto”, como un ser que
no vive en el mundo cotidiano, con lo cual se pasarían por alto las inevitables limitaciones históricas
que tiene todo conocimiento científico.

Sintetizamos el análisis de Díaz y Heler, quienes describen a la ciencia como: “… un conocimiento


sistemático, verificable y metódico que resulta así fundamentado. Sus resultados son provisorios; por
ende la investigación puede llegar a reformularlos o reemplazarlos por otros nuevos. El conocimiento
científico logra así ser objetivo (…) La objetividad del conocimiento científico exige como requisitos
un lenguaje preciso y unívoco, comunicable a cualquier sujeto capacitado, quien podrá disponer así
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de los elementos necesarios para corroborar la validez de las teorías en sus aspectos lógicos y
verificables. La ciencia busca explicar la realidad mediante leyes, las cuales posibilitan además
predicciones y aplicaciones prácticas (la tecnología)” (2001:75). Se trata de un conocimiento objetivo
que se organiza en sistemas verificables, obtenidos bajo la orientación de un método y comunicados
en un lenguaje construido con reglas precisas y explícitas donde se evita la ambigüedad y los
sinsentidos de las expresiones.

Ahora examinaremos más detalladamente cada una de las características de la ciencia mencionadas
anteriormente, de manera de favorecer una mayor comprensión acerca de qué implican estos rasgos
propios de este tipo de conocimiento, el científico.

Características de la Ciencia como Conocimiento


Es un tipo de saber que justifica sus conocimientos, ofrece pruebas de su verdad.
Ya Aristóteles (384/ 322 a. C.) concebía a la ciencia como un “conocimiento por
causas”, la búsqueda de las causas era la tarea científica. Fue él quien sistematizó
Crítico o la concepción del saber crítico.
fundamentado Pueden mencionarse dos dimensiones en la fundamentación científica. Por una
parte, una dimensión “lógica” que es requisito de la fundamentación de toda
ciencia: las relaciones lógicas entre las proposiciones, dentro del sistema que
integran, establecen que unas son la justificación de otras, y dan coherencia al
conjunto de enunciados. Por sus características el lenguaje científico contribuye a
cumplir con esta dimensión.
La confrontación empírica es la otra dimensión de la fundamentación de la ciencia,
específicamente de las llamadas “ciencias fácticas”. La explicaremos con relación al
rasgo del conocimiento como “verificable”.
La actual concepción de la ciencia no se interesa especialmente por la explicación
Explicativo y causal, o por lo menos, ya no entiende las causas a la manera tradicional
predictivo (desarrollo filosófico de la época griega). En nuestros días, la ciencia se preocupa
por describir la realidad para comprenderla en sus relaciones invariantes, y
descubrir las conexiones constantes que se plantean entre los fenómenos para la
formulación de leyes.
Las leyes y teorías científicas son “hipótesis de explicación”, cuya verdad podrá ser
confirmada y considerarse leyes, pero únicamente si no son refutadas o se plantean
nuevas hipótesis que las superen.
Pretende explicar la realidad mediante leyes. Las leyes científicas expresan las
relaciones constantes y generales entre los fenómenos en estudio o entre ciertos
elementos de los mismos. Son proposiciones universales que definen bajo qué
circunstancias sucede determinado hecho y permiten así la comprensión de hechos
particulares.
Para dar cuenta de un campo de estudio la ciencia formula leyes que se vinculan
Legal entre sí; tanto porque hay leyes más generales que abarcan a otras, como por
complementarse.
Un ejemplo es la “Ley de dilatación de los gases”: Define las condiciones
(temperatura) en que se produce cierto fenómeno (dilatación); en una situación
particular (bajo los efectos del calor, se dilató una cantidad de oxígeno en un
cilindro), la ley permite hallar, de todos los datos observables, los elementos y la
relación que explican dicha situación (gas+ calor= dilatación).
Además las leyes científicas permiten “predecir”, es decir, adelantarse a los sucesos
o fenómenos. Si se observa que se cumplen en determinada situación las
condiciones enunciadas en la ley, se puede conocer anticipadamente qué ocurrirá
(por ej. las leyes de movimiento de proyectiles permiten predecir cuál será su
recorrido). De igual modo las leyes posibilitan la comprensión de hechos ya
ocurridos, lo que Hempel denomina “retrodicción” y que consiste en: “determinar

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datos del pasado en términos de observaciones dadas” (2001:73).
Esto último es importante para entender las aplicaciones de la ciencia puesto que al
conocer las relaciones entre los hechos, produciendo ciertos fenómenos o
impidiendo que se generen se provocan o evitan otros.
Las leyes constituyen “teorías científicas”, las cuales se hallan conformadas por un
conjunto de proposiciones entre las que existen relaciones lógicas. Estas relaciones
Sistemático ordenan al conjunto de enunciados concediéndoles unidad, y a través de ellas, se
establece la fundamentación de unas proposiciones por otras.
El conocimiento científico es un cuerpo de proposiciones interrelacionadas que se
desarrolla mediante la investigación científica. Es sistemático y ello supone que
constituye una unidad ordenada, en la que los nuevos conocimientos se integran
relacionándose con los ya establecidos.
Como lo expresan Díaz y Heler el ideal de toda ciencia consiste en formular una
teoría que explique todos los fenómenos de su ámbito, integrando las teorías más
restringidas elaboradas en su desarrollo histórico. Coincidentemente, Sabino (1996)
sostiene que la ciencia es sistemática y organizada en sus búsquedas y resultados.
La validez de las teorías de las ciencias fácticas, aquellas que estudian los hechos,
exige la confrontación de sus proposiciones con la realidad; es decir, sus
proposiciones serán verdaderas o falsas según se adecuen o no con el estado de
cosas al que refiere o explican.
Verificable La verificación o confrontación empírica de proposiciones científicas se relaciona
con dos procedimientos: la observación y experimentación. La primera consiste en
el registro “atento y objetivo” de los datos de un fenómeno (por ej. los fenómenos de
la Astronomía como los eclipses, que en su mayoría son sólo observables). En la
experimentación se provoca una situación bajo condiciones controladas (por ej. la
aleación de metales).
La experimentación hace posible la verificación en dos sentidos: por un lado,
pueden generarse las condiciones que estipula un experimento y, provocado el
fenómeno, controlar si los hechos confirman o refutan lo enunciado; por otro, se
pueden repetir los experimentos que llevaron a la formulación de un nuevo
conocimiento y corroborar, al reproducir las condiciones de la experimentación, los
resultados.
Este tipo de conocimiento no se obtiene azarosamente. Por el contrario, el
Metódico investigador desarrolla su tarea en base a un plan previo, sigue procedimientos. El
conocimiento científico se logra por la aplicación de métodos científicos.
Por su parte, Sabino (1996) afirma que la objetividad se deriva del objeto, de aquello
que se estudia, de la cosa o problema sobre la cual se desea conocer y explicar.
Implica por tanto, que la ciencia procura obtener un conocimiento que concuerde
con la realidad del objeto, que describa o explique tal cual es. El conocimiento
Objetivo científico procura encontrar la realidad del objeto o fenómeno estudiado, elaborando
proposiciones que reflejen sus cualidades.
De igual modo, Díaz y Heler (2001) sostienen que lo objetivo puede comprenderse
como lo que corresponde a los objetos, pero como noción opuesta a subjetividad,
significa aquello que no varía con cada sujeto, sino que se presenta de la misma
manera para todo individuo.
Para estos autores, el concepto de objetividad se relaciona con el de
“intersubjetividad”, entendida como el acuerdo o coincidencia entre todos los
sujetos, o mejor aún, con “cualquier” sujeto.
La característica precedente, exige un lenguaje científico preciso y unívoco,
comunicable a cualquier sujeto capacitado de comprenderlo.
Comunicable El conocimiento científico no es inefable sino expresable, no es privado sino es
público. Comunica información a quienquiera haya sido “adiestrado” para
entenderlo, y esto es posible gracias a la precisión; y es a su vez una condición
necesaria para la verificación de los datos empíricos y de las hipótesis científicas.
Advierte que la política del secreto científico es el más eficaz originador del

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estancamiento en la cultura, en la tecnología y la economía, como así también una
fuente de corrupción moral.
El avance la investigación científica modifica y reemplaza teorías, las leyes no son
Provisorio formuladas de una vez y para siempre. Este conocimiento es provisorio y sus leyes no
son absolutas. Se trata de un conocimiento provisorio porque la tarea de la ciencia no
se detiene, prosigue sus indagaciones a fin de progresar en la comprensión de la
realidad. En consecuencia, la búsqueda de la verdad en la ciencia constituye una
tarea abierta.

Finalmente, resulta interesante mencionar una característica que si bien no fue detallada en el
cuadro, es considerada un atributo o condición esencial de la ciencia por muchos autores como
Popper, Sabino, Bunge, sólo por mencionar algunos. La falibilidad del conocimiento científico refiere
a que la ciencia es uno de los pocos sistemas elaborados por el hombre donde se reconoce
explícitamente la propia posibilidad de equivocación, de cometer errores. En esta consciencia de sus
limitaciones es donde reside su verdadera capacidad para auto corregirse y superarse, para
desprenderse de todas las elaboraciones aceptadas cuando se comprueba su falsedad. En otras
palabras, toda teoría, ley o afirmación está sujeta, en todo momento, a la revisión, discusión y
reformulación lo cual permite a la ciencia perfeccionarlas y modificarlas para lograr conocimientos
cada vez más objetivos, racionales, sistemáticos y universales. Esta característica de la ciencia como
conocimiento, se relaciona con la contradicción que señala Morin (1984), respecto de que el
progreso de las certidumbres científicas es un progreso de las incertidumbres.

Sabino (1996) considera que al reconocerse falible, todo científico abandona la pretensión de haber
alcanzado verdades absolutas y perdurables indefinidamente, y por el contrario, sólo se plantea que
sus conclusiones son “provisoriamente definitivas”. Este carácter abierto y dinámico de la ciencia la
aleja considerablemente de cualquier dogmao verdad con aspiraciones de infalibilidad, y es la que
proporciona, en opinión del autor, una clara ventaja para explicar hechos que esos dogmas no
interpretan o explican adecuadamente.

EL ACTO DE CONOCER.
EL SUJETO Y EL OBJETO EN LA RELACIÓN DE CONOCIMIENTO

Para caracterizar las condiciones generales que comparten los distintos tipos de saberes o formas de
conocimiento, Díaz y Heler (2001) realizan un comentario libre sobre la base de la descripción
clásica del acto de conocer desarrollada por Nicolai Hartmann (1882 -1950).
Siguiendo a los autores, deberíamos empezar por precisar cuáles son los elementos indispensables
para que se genere conocimiento:

 Sujeto cognoscente: alguien que conoce (la terminación “ente”/ “ante” alude al que efectúa
la acción: así, el amante es “el que ama”, y el cognoscente es “el que conoce”).

 Objeto cognoscible: es aquello que se conoce (como en el caso anterior, la terminación


“ible”/ “able” indica posibilidad: cognoscible es “lo que puede conocerse”).

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¿Quién conoce? ¿Qué se conoce?
- El sujeto, en principio, es un hombre: “el - Se conocen objetos. El objeto es aquello
sujeto psicológico”. Éste sería un ser que se presenta, se enfrenta al sujeto
humano particular, con determinados ¿Qué tipos de objetos podemos conocer?
conocimientos e ideas previas, con un - Objetos reales: aquellos que ocupan un
estado afectivo y con una estructura de lugar en el tiempo y en el espacio.
personalidad, atravesando ciertas - Objetos psíquicos: los propios estados
circunstancias. mentales tales como los afectos,
- Quien conoce puede ser también un grupo pensamientos, deseos, etc. Parecen más
humano, por ej.: la comunidad esquimal, difíciles de conocer que los objetos externos
los hombres de la Edad Media, etc. que rodean al individuo. Por ejemplo, las
- Un sujeto general; hay conocimientos que ideas si bien no tienen existencia espacio –
son adquiridos de la misma manera y con temporal, son aprehensibles. Pensemos en
idéntico resultado por “cualquier sujeto”. los números y las figuras geométricas que
- El científico; cuando alguien decide se aplican a la realidad, pero no se
dedicarse seriamente a una ciencia, no presentan a nuestra experiencia.
creará sus propios conceptos ni organizará - Relaciones y procesos: son los vínculos
arbitrariamente sus experiencias, entre objetos que al mismo tiempo pueden
procedimientos e ideas generales. En esta ser motivo de conocimiento.
circunstancia, deberá atenerse a los
conceptos, ideas, experiencias y
procedimientos que definen la disciplina de
su interés.

Por otra parte, en la fabricación de un mueble -por ejemplo una mesa-, también existe una relación
entre un sujeto y un objeto. Sin embargo, ésta no sería una relación de conocimiento. Para que
podamos referir a una relación cognoscitiva se requieren ciertas condiciones:
 Al aprehender el objeto el sujeto debe obtener una “imagen”, “noción” o “idea” constituida con
las características captadas en el objeto. La imagen expresada en el lenguaje es una
proposición.
 Esa imagen debe ser “verdadera” y para ello deberá repetir (no materialmente, claro está) las
propiedades del objeto. En otras palabras, es necesaria la adecuación o coincidencia entre la
imagen y el objeto conocido. Sólo entonces habrá conocimiento.
Entonces, ¿Cómo sería la relación cognoscitiva? ¿Qué otros rasgos, además de las condiciones
mencionadas anteriormente, definen a la relación de conocimiento?
 Distanciamiento entre sujeto y objeto: de acuerdo con Hartmann, el sujeto y el objeto están
enfrentados; pertenecen a esferas distintas. Aún cuando el objeto cognoscible sean nuestros
propios sentimientos o pensamientos, es necesaria la distancia entre ambos elementos.
 Vínculo de correlación irreversible: mientras que la función del sujeto consiste en conocer el
objeto; la de éste, es ser conocido. Entre ellos se da un vínculo de correlación, es decir, uno es
sujeto para el objeto y el otro es objeto para el sujeto. No obstante, la naturaleza de este
vínculo es de irreversibilidad, en tanto que el sujeto no se convierte en objeto, ni a la inversa.
En la aprehensión de otro sujeto humano, éste puede también conocer (esto es, ser sujeto
para) quien lo conoce. En este caso se trata, en realidad, de dos relaciones cognoscitivas
paralelas y simultáneas.
 Enfrentamiento de los dos elementos constitutivos de la relación cognoscitiva, los cuales son
independientes o trascendentes (están uno más allá del otro). En el acto de conocer el sujeto
(S) debe trascender, es decir, ir más allá de sí mismo. Para conseguirlo sale, llega hasta el
objeto (O) y regresa, y es este movimiento lo que le posibilita “aprehender” las características
del objeto. Al volver, el sujeto se ha modificado, pues posee ahora una imagen.
 El sujeto es receptivo y es modificado en el acto de conocer. Esta cualidad del sujeto lo
describe como capaz de recibir las propiedades del objeto. En este sentido, su trascender es
sólo, su acomodarse al objeto para poder aprehenderlo, recibirlo. Así, cuando conoce, el sujeto
se atiene al objeto y obtiene una imagen del mismo, que lo refleja tal cual es. Como resultado

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de la relación cognoscitiva, es modificado por el objeto, mientras que este último permanece
idéntico. Por consiguiente;
 El sujeto es “determinado” y el objeto “determinante” en la relación; El objeto modifica al sujeto
quien, como resultado del vínculo, posee una “imagen” que antes no tenía. Como ya se ha
señalado, tal imagen reúne las características del objeto.

Considerando los aspectos precedentes, los autores ofrecen a modo de ilustración una
esquematización muy sencilla de la relación cognoscitiva, de sus diferentes elementos y relaciones.

SALE

S o
vuelve

Ahora bien, los autores plantean algunos interrogantes en torno a esta concepción del acto de
conocer. Examinemos su postura frente a cada una de ellos.

a) El sujeto ¿sólo es receptivo y por lo tanto, pasivo?

b) El objeto ¿no sufre modificaciones en la relación de conocimiento?

c) El sujeto y el objeto ¿son realmente independientes, se hallan enfrentados?

En relación con la primera cuestión, Díaz y Heler (2001) proponen una ejemplificación a través de
la cual muestran que al conocer, la receptividad por parte del sujeto no necesariamente implicaría, la
pasividad del mismo. Concretamente, el ejemplo señala: “Un historiador, si se atuviera a los datos
que posee (imagen) se encontraría con una serie de hechos, algunos sucesivos y otros simultáneos,
entre los cuales pueden estar la forma en que hizo sus empanadas la negra María el 22 de Mayo de
1810 junto con el Cabildo Abierto de ese día. Sólo si el historiador selecciona esos hechos, los
organiza, interpreta y relaciona (estableciendo qué es causa, qué es antecedente, etc.) podrá
aprehender lo que denominará “Revolución de Mayo” (2001:42)

En lo que respecta a la pregunta señalada en segundo término, los autores afirman que por
ejemplo en la física clásica puede determinarse la trayectoria y velocidad de cualquier móvil. Pero,
cuando se pretende observar un neutrón, al querer establecer la trayectoria se modifica la velocidad,
y lo mismo ocurre a la inversa. En este caso entonces, la presencia del observador modifica al
objeto. Igualmente, un test psicológico es una manera de conocer ciertos aspectos de la
personalidad de una persona (objeto). No obstante, al reiterar el mismo test a un mismo individuo, los
hallazgos o resultados variarán.

Finalmente, en lo atinente al interrogante acerca de la efectiva independencia o enfrentamiento


entre el sujeto y el objeto, Díaz y Heler (Op. cit.) plantean que poseemos ciertos “saberes” como
consecuencia de nuestro trato cotidiano con las cosas, aún cuando nunca nos hayamos enfrentado a
tales cosas como objetos susceptibles de ser conocidos. Mencionan, por ejemplo: “…manejamos el
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picaporte de la puerta con eficacia (“sabemos” como hacerlo”), aunque no nos hayamos enfrentado
nunca al picaporte como objeto cognoscible. Si el picaporte se rompe, nos llama la atención y,
entonces, nuestra mirada se dirige a él y lo aprehende ahora como un objeto con determinadas
características” (2001:42). Con base a este tipo de ejemplos, los autores destacan que si una
descripción semejante resulta cierta, puede pensarse que existe una relación familiar entre el sujeto
y las cosas, que puede en algún momento transformarse en conocimiento.

Consideran que por lo tanto, no existiría la separación entre sujeto y objeto a la que refiere la
posición de Hartmann.

Si sólo se produce conocimiento cuando la imagen es verdadera y lo es si coincide con el objeto,


¿cómo se determina la verdad de un conocimiento? ¿Qué grado de adecuación debe existir entre la
imagen y el objeto para considerar la verdad del conocimiento? y ¿cómo puede conocerse tal grado
de adecuación?... son otras de las cuestiones que plantean Díaz y Heler para la reflexión.

Entienden que no resulta sencillo responder unívocamente a la pregunta acerca de qué es el


conocimiento, y que si bien disponemos de algunos datos claros, no hay una solución total. No
obstante, destacan que la historia de la filosofía da cuenta de numerosos esfuerzos para hallar la
respuesta, y que se atraviesan obstáculos semejantes cuando se reflexiona sobre el conocimiento
científico.

Por su parte, Sabino (1996) destaca que el conocimiento es siempre conocimiento para alguien,
pensado por alguien o en la conciencia de alguien. De igual manera, el conocimiento es siempre
conocimiento de algo, de alguna cosa; ya sea se trate de un ente abstracto – ideal como los números
o proposiciones lógicas, o de fenómenos materiales.

En su análisis caracteriza la relación de conocimiento en términos de “dinámica y variable”. Lo


primero, porque no se establece de una vez y para siempre, sino mediante sucesivas
aproximaciones; y lo segundo, en razón de que resulta diferente según la actitud del sujeto que
conoce y el objeto estudiado.

Sabino, que por sus consideraciones pareciera coincidir en buena medida con la posición clásica
de Hartmann, no alude a la noción de “imagen” y refiere al acto de conocer en términos de un acto
de investigación por parte de quien conoce, es decir, alude al sujeto cognoscente como un sujeto
que en su pretensión de conocer, investiga.

¿A QUÉ LLAMAMOS CIENCIAS SOCIALES?

Díaz y Heler (2000) destacan que estas ciencias han obtenido logros y se han desarrollado
considerablemente, independientemente de que se les conceda o no jerarquía científica. Entienden
que aunque estas ciencias no son exactas sí son rigurosas; y, que si bien, es poco factible
agruparlas bajo un mismo método, todas comparten un mismo objeto de estudio: los seres humanos
en sus múltiples manifestaciones.

Sabino (1996) señala que las ciencias que tratan de los seres humanos, de su conducta y de sus
creaciones, en principio, son también fácticas. Sin embargo, como cuando estudiamos las
manifestaciones sociales y culturales necesitamos utilizar una conceptualización y unas técnicas de

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investigación en parte diferentes a las empleadas por las Ciencias físico –naturales, se hace
conveniente abrir una nueva categoría que se refiera particularmente a tales objetos de estudio. Se
habla por tanto de las Ciencias sociales, refiriendo a ellas con diversas denominaciones: “Ciencias
del Hombre”, “Ciencias Humanas” o “Ciencias de la Cultura”, como una forma de reconocer lo
específico de tales ámbitos de estudio y distinguirlas de las Ciencias Naturales.

Para Díaz y Heler (Op. cit.) las Ciencias Sociales comprenden todas aquellas disciplinas
científicas que delimitan su ámbito de estudio en torno al hombre como individuo poseedor de
libertad, de lenguaje y de cultura. Entre algunas de ellas destacan: la Historia, la Psicología, la
Antropología, la Sociología, la Economía, la Lingüística, el Derecho, etc.

Resulta interesante sintetizar aquí, la propuesta de Foucault (1977, citado por Díaz y Heler, 2000)
quien señala que las Ciencias Sociales se dirigen al hombre en la medida en que éste vive, produce
y habla.

EL SER HUMANO COMO OBJETO DE ESTUDIO

En primer término, Díaz y Heler (2000) describen al hombre como un ser capaz de tomar
decisiones dentro de los condicionamientos y de las circunstancias individuales y sociales. Los
hombres, en su condición de seres humanos, crean y eligen y su espíritu no está gobernado por las
leyes del mundo natural.

La particularidad del ser humano como objeto de estudio de las Ciencias Sociales puede
examinarse a partir de la consideración de tres atributos fundamentales del hombre, ya mencionados
precedentemente: la libertad, el lenguaje y la cultura. Veamos más detenidamente las implicancias
de cada uno de estos aspectos siguiendo el análisis de Díaz y Heler. Ellos consideran a estos
aspectos, como las principales características que diferencian al hombre de otros objetos de estudio
de las ciencias.

 El hombre como poseedor de Libertad

Algunos sociólogos cuestionan el hecho de que se defina al hombre como “poseedor de libertad”,
argumentando por ejemplo que los obreros explotados o aquellas familias que viven en villas de
emergencia, no pueden salir de su condición ni son libres para cambiar esa realidad. Sin embargo,
como lo afirman los autores: “…nadie puede asegurar que esas personas decidan seguir como
están, o promover movimientos de fuerza, o tratar de cambiar su condición delinquiendo, o enrolarse
en un movimiento revolucionario, o suicidarse, o tomar resoluciones que ni siquiera imaginamos”
(2000:158)

Los autores explican que no es posible predecir los fenómenos y situaciones sociales con la
misma capacidad que en el campo de la física (por ejemplo, en cuanto al comportamiento de
determinados metales expuestos al calor). Los fenómenos físicos, a diferencia de los primeros, no
poseen creatividad ni disponen de voluntad, sino que responden a las leyes de la naturaleza.

El hombre, objeto de estudio propio de las ciencias sociales, no se encuentra rígidamente


determinado como sí lo están los objetos de las demás ciencias. A diferencia del comportamiento de
una piedra que se deja caer al vacío, cuya predicción es segura; no es posible conocer con la misma
certeza cómo actuará un hombre frente una situación conflictiva. En este sentido, es posible
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establecer ciertas legalidades acerca de las conductas de los hombres, de las sociedades y de las
culturas; pero las mismas nunca tendrán la inflexibilidad de las leyes naturales.

Por lo hasta aquí expuesto, la pretensión de elaborar explicaciones causales que apoyándose en
la lógica de causalidad se expresen a través de leyes universales, inmutables a través del tiempo y
estables entre las diversas culturas, representa un difícil requisito que deben satisfacer las Ciencias
Sociales. Cuestiones como el hecho de que el hombre atribuye significado a sus acciones y
pensamientos según los patrones de su cultura, y que en tanto actor social puede sobreponerse a las
leyes naturales y sociales mediante el uso de su libre albedrío, se contraponen con la posibilidad de
definir leyes causales que den cuenta o expliquen el funcionamiento social y humano, al margen de
las culturas y de los procesos históricos (Yuni y Urbano, 2005)

 El hombre como poseedor de Lenguaje

El lenguaje, es también un rasgo privativo del hombre que le brinda una peculiaridad indiscutible
con relación a otros objetos científicos. Sólo él es capaz de expresarse en un lenguaje simbólico,
algo completamente ajeno a los problemas de un científico de la naturaleza. Los seres humanos
manifiestan lo que desean y lo que no.

Para Díaz y Heler (2000) este rasgo exclusivo de la especie humana es parte del núcleo de interés
de la ciencia social y su investigación plantea dificultades tanto como otorga beneficios. Por ejemplo,
uno de los inconvenientes para las ciencias sociales puede ser la “ambigüedad de la palabra
estudiada”. Los autores resaltan sus complicaciones, pero además el valor de su potencial para la
investigación: “La palabra puede manifestar la verdad, pero también puede ocultar o mentir. Se
complica aún más el panorama, en cuanto lo veraz o lo falaz puede ser consciente o inconsciente.
Pero también tiene su beneficio. La palabra emitida por el ser que se estudia puede arrojar luz sobre
las teorías. Puede servir de fuente de información. Puede utilizarse para contrastar hipótesis en
psicología, sociología, antropología, etc. Puede ayudar a refutar o a verificar. La palabra no sólo es
factible de ser analizada en lo que dice –informante en antropología- sino también en lo que oculta –
interpretación en psicoanálisis” (2000:159).

 El hombre como poseedor de cultura

La condición del ser humano como poseedor de una cultura, constituida por las creaciones
humanas, plantea que en Ciencias Sociales el objeto de estudio tiene la misma índole que quien lo
estudia. Dicho de otro modo, quien crea la cultura es también quien la estudia.

El hombre es el único ser capaz de crear símbolos, lo cual a su vez posibilitó la producción y
desarrollo del lenguaje, el mito, la religión, el arte y la ciencia. En este marco, las Ciencias Sociales
se interesan por el estudio de un ser cultural que va constituyendo sus condiciones de vida, es decir,
inventa costumbres, mantiene tradiciones, implanta normas y leyes, trabaja. Todo ese bagaje va
siendo modificado, alterado y recreado en la historia; al tiempo que da lugar a ciertas regularidades.

Por otra parte, el planteo de Foucault (1977, citado por Díaz y Heler, Op. cit.) sostiene que en su
condición de ser vivo, el hombre crece, tiene funciones y necesidades; su existencia corporal lo
relaciona con lo vivo en general. Además produce objetos y útiles; al consumir y canjear se involucra
con otras existencias. Debido a que posee un lenguaje, construye un universo simbólico que lo

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vincula con el pasado, con las cosas y con otros hombres; todo lo cual conduce a la conformación de
un saber.

Define al hombre como un ser vivo que tiene la singular capacidad de construir
representaciones; por ejemplo, posee representaciones de su uso del lenguaje, incluso puede,
desde el interior del lenguaje, representarse el lenguaje mismo.

Precisamente su teoría propone que el ámbito o espacio propio de las Ciencias Sociales se
delinea en la vecindad o proximidad de los conocimientos sobre la vida, el trabajo y el lenguaje;
cuyas ciencias respectivas son la Biología, la Economía y la Lingüística

POSTURAS ACERCA DE LA CIENTIFICIDAD DE LAS CIENCIAS SOCIALES

En primer término, el desarrollo teórico de Díaz y Heler (2000) en torno al objeto de estudio de las
Ciencias Sociales o Humanas, pone de manifiesto la falta de consenso o unanimidad en cuanto al
método y en lo que refiere a su estatus epistemológico.

Señalan que si bien la discusión acerca de las Ciencias Sociales es multifacética o


multidimensional, es posible diferenciar tres posiciones o líneas epistemológicas divergentes en
torno a su “rango de ciencia”:

 Las Ciencias Sociales no son ciencia: Posición influenciada por el ideal de unificación del
conocimiento (herencia del positivismo decimonónico). Las Ciencias Naturales son el ámbito
apropiado, en tanto sólo se conoce cuando se unifica lo formal y la experiencia. Este modelo
proviene de la físico – matemática, entronizada en nuestra cultura desde el s. XVII. No parece
posible conciliar las exigencias de las Ciencias Naturales y las Sociales. Si las últimas no
cumplen con los requerimientos de las primeras no hay ciencia.

 Las Ciencias Sociales son ciencia, pero deben adecuar su método al de las Ciencias
físico–naturales: se lo concibe como el método verdaderamente válido. No se atreven a
negar la existencia de las ciencias sociales como una realidad de nuestros tiempos, por lo
que se les concederá un lugar en la ciencia siempre y cuando se ajusten al mandato del modelo.

 Las Ciencias Sociales son ciencia. Se considera su problemática específica o no se


participa de la discusión: Al interior de esta postura existen variedad de planteos que van
desde otorgar obstinadamente el estatus de ciencia a las disciplinas sociales, hasta el
desinterés por el asunto y la aceptación de que probablemente no sean ciencia (por ej. Lacan
define que al psicoanálisis como una práctica).

Cada una de estas perspectivas ofrece presupuestos diferentes. En tanto las dos primeras
suponen un único método (el propio de las ciencias naturales) válido para explicar cualquier
objeto de estudio; la última postura enfatiza las diferencias entre lo humano y lo natural por
considerar que la metodología debe adecuarse al objeto de estudio y no lo contrario. Dicho de
otro modo: “Cada ámbito de objetos requiere, de acuerdo con sus peculiaridades, adecuadas
exigencias metódicas de cientificidad” (Díaz y Heler, 2001:103).

En este sentido, Díaz y Heler destacan que algunas interpretaciones defienden la idea de que
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las Ciencias Sociales no han logrado aún el desarrollo necesario para poder explicar, como en
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las naturales, toda la actividad humana mediante leyes tan indispensables como las de la
naturaleza. Para una segunda posición, sostienen los autores, todo se explica en términos
biológicos. Esta última postura propone que la complejidad de la estructura cerebral le permite al
hombre disponer de varias alternativas de respuesta, y precisamente este amplio espectro de
respuestas cerebrales explica lo que se ha denominado “libertad”; aspecto que como resaltara
precedentemente resulta esencial en el marco de las Ciencias Humanas.

No obstante, hay quienes entienden que no existe avance científico capaz de explicar la
conducta humana, ni el sistema cerebral puede dar cuenta de las vicisitudes que el hombre debe
afrontar en los dilemas que indefectiblemente se le plantean a lo largo de su vida. Añaden los
autores, que aún si pudiera entenderse física y biológicamente la vida humana, dicha
comprensión no agotaría la problemática del hombre en todas sus manifestaciones (históricas,
políticas, sociales, culturales, religiosas y personales).

Posturas Reduccionistas.

Es posible identificar concepciones claramente reduccionistas que enaltecen a las Ciencias


Físico – Naturales como el ideal o modelo de ciencia a seguir. Recuperando el análisis de Díaz y
Heler (2000), se sintetizan a continuación los principales argumentos de algunas de estas
posiciones.

Suponen un único método válido para explicar cualquier objeto: el hipotético deductivo de las
ciencias físico – naturales.

• Nagel: Plantea el método nomológico – deductivo (nomos: ley) como el propio de las ciencias
físico – naturales y postula el mismo para las ciencias sociales. Dicho método es
semejante al hipotético – deductivo. Su crítica y sus objeciones a las ciencias sociales giran
en torno a cuatro aspectos o tópicos fundamentales:

a) Metodología; analiza la falta de unanimidad en cuanto a métodos empleados, teorías,


leyes generales, predicciones y objetivos de estudio.

b) Capacidad de experimentación; refiere a la limitada posibilidad de manipulación de


las variables y de replicabilidad de las condiciones para realizar los experimentos.

c) Universalidad de las leyes sociales; cuestiona la existencia de estructuras


relacionales invariantes para todas las culturas.

d) Capacidad de predicción

Además, Nagel descalifica a la comprensión como método del conocimiento social, no la


considera conocimiento. Entiende que la capacidad de proyectarse al objeto de estudio
estableciendo una relación empática con él, concierne al origen de las hipótesis, pero no a su
validez. Concibe a la comprensión como irrelevante para el contexto de justificación.

• Popper: Postula y defiende como único método científico a lo que denomina el


“Falsacionismo”. Entiende que si una investigación social pretende lograr nivel o carácter
científico deberá ajustarse a las pautas y lineamientos de dicho método, en caso contrario la

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concibe en términos de “dogmatismo”.

Para Popper una teoría científica es científica, no porque haya probado su verdad, sino porque
ofrece a los experimentadores u observadores la posibilidad de poder probar su falsedad. Es
biodegradable y no “inatacable” por la experiencia como sí lo es el dogma.

Así, la ciencia se construye a través de hipótesis que se refutan o verifican por medio de la
observación o la contrastación empírica.

Según Pardo (1997) la propuesta de Popper enfoca la cuestión metodológica desde la única
perspectiva que puede asegurar necesidad lógica: la refutación. Según el Falsacionismo, en la
investigación científica ya no se tratará de buscar arduamente la confirmación de una
hipótesis sino de procurar mostrar su falsedad, en tal sentido, las hipótesis y teorías científicas
resultan válidas en tanto y en cuanto no logren ser refutadas, y su validez es provisoria dado que
las mismas pueden ser refutadas en algún momento.

• Bunge: En su condición de epistemólogo positivista, asume una posición todavía más dura
que los autores anteriormente mencionados. Descalifica por ejemplo, la teoría psicoanalítica,
argumentando que confirma sus hipótesis confundiendo fantasía y realidad y que salva su
ausencia de evidencia empírica con la idea de “represión”. Sostiene que el psicoanálisis: “No
tiene contenido de base, puesto que prescinde de la física y de la biología, no emplea
estadísticas ni modelos formales y crece a la sombra del principio de autoridad (“Freud lo dijo”)”
(citado por Díaz y Heler, 2000:165). Destaca que el principal problema del psicoanálisis radica
en el apego a la conjetura de que la mente es inmaterial.

POSTURAS NO REDUCCIONISTAS:

En oposición a las posturas reduccionistas caracterizadas precedentemente, Díaz y Heler


(2000) asumen un posicionamiento no reduccionista frente a la controvertida cientificidad de las
Ciencias Sociales. Consideran que lo humano aún no está cabalmente conformado como objeto
de estudio científico, y que ello plantea la necesidad de “pensarlo” y de “terminar de constituirlo”.

Además, denotando la “frescura y la inmadurez” propias de la juventud de estas ciencias, nos


invitan a reflexionar acerca de si realmente tiene algún sentido el hecho de que las ciencias
sociales “compitan” con las Ciencias Naturales. Su perspectiva en este sentido entiende que las
primeras no pueden ni deben competir con las últimas en virtud de que su temática, y por tanto,
sus métodos, son diferentes. También sus objetivos de estudio son otros. Señalan que en la
actualidad, tanto las Ciencias Sociales como las Naturales comparten el campo del saber, y
que tal vecindad o posibilidad de convivencia no tiene por qué exigir uniformidad metodológica.
Conforme lo expuesto, estos autores apoyan una metodología que varíe en función del tipo de
objeto, y de acuerdo con las circunstancias en que se lo examine.

Otra postura no reduccionista corresponde a la propuesta de Morin (1984). Él explica que los
principios de la disyunción/ reducción que han alumbrado a la investigación en la ciencia clásica,
son los mismos que nos ciegan ante la naturaleza técnica, social y política de la ciencia; como
así también, ante la naturaleza física, biológica, cultural, social e histórica de todo lo humano.
Considera que estos son los principios que han establecido y mantienen la gran disyunción
naturaleza/ cultura, objeto/ sujeto, y que no perciben más que apariencias ingenuas en la compleja

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realidad de los seres y del universo. En este contexto, parte de su planteo reclama: “Se trata
de buscar, en lo sucesivo, la comunicación entre la esfera de los objetos y la esfera de los
sujetos que conciben estos objetos. Se trata de establecer la relación entre ciencias naturales y
ciencias humanas, sin reducir las unas a las otras (pues ni lo humano se reduce a lo biofísico ni la
ciencia biofísica se reduce a sus condiciones antroposociales de elaboración” (1984:48).

Finalmente, rescatamos en este grupo de perspectivas las consideraciones de Schuster


(2005) que reivindican la autonomía de las Ciencias Sociales. Sostiene que debe exigirse a estas
ciencias claridad, rigor, generalidad y precisión en sus enunciados, y posibilidad de una
adecuada confrontación empírica. Esto es, de ningún modo se trata de abandonar esas pautas
de trabajo científico. Lo que sí debe evitarse, entiende el autor, es la pretensión de reducirlas
al campo exclusivo de las Ciencias Naturales y sus características distintivas, para que sólo en
ese caso puedan ser consideradas ciencias. Para Schuster el caso de la objetividad es un buen
ejemplo de ello, pues se ve allí, que las Ciencias Naturales quedan incluidas en una
problemática propia de las Ciencias Sociales o Humanas, las cuales dispondrían de medios
más adecuados para la comprensión del problema al plantear la cuestión de la objetividad en un
contexto más amplio que una experiencia de laboratorio, contexto del que incluso dependerían
estas mismas experiencias. Así, en perspectiva de Schuster, no hay dudas de que las Ciencias
Sociales son también ciencias que se ocupan de hechos y, en este sentido, son ciencias
fácticas o empíricas, aún con sus características propias, sus objetos y enunciados
correspondientes.

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA
BUNGE, M. (1972) “La Ciencia, su Método y su Filosofía”. Bs. As: Siglo Veinte. (págs. 9-36)
DE LUQUE, S. (1997) La Problemática Valorativo – Metodológica en las Ciencias Sociales. En:
Díaz, E. (Ed.) “Metodología de las Ciencias Sociales”. Bs. As.: Ed. Biblos. (159 -179)
DÍAZ, E. Y HELER, M. (2000) “El Conocimiento Científico. Hacia una Visión Crítica de la Ciencia”,
Vol. 2., Cap. IV. págs.: 157 – 175. Bs. As.: Eudeba.
DÍAZ, E. Y HELER, M. (2001) “El Conocimiento Científico. Hacia una Visión Crítica de la Ciencia”,
Vol. 1., Cap. 10. Bs. As.: Eudeba.
MORIN, E. (1984) “Ciencia con Consciencia”. Primera parte; Cap. 1: Por la Ciencia
(pp.31 -55) Barcelona: Antropos.
PARDO, R. H. (1997) La Problemática del Método en Ciencias Naturales y Sociales. En: Díaz,
E. (Ed). “Metodología de las Ciencias Sociales”. Bs. As.: Biblos. Págs.67-97.
SABINO, C. (1996) “El Proceso de Investigación”. Bs. As.: LUMEN /HVMANITAS. (Capítulos I y II: 11-25
y 27 - 30).
SCHUSTER, F. (2005) Capítulo II: Un problema específico: la explicación. En libro: Explicación y
Predicción. La validez del conocimiento en ciencias sociales. Félix Gustavo Schuster. Colección
Biblioteca de Ciencias Sociales, CLACSO, Ciudad Autónoma de Bs. As., Argentina. Enero de
2005. pp. 31-34. Disponible en la Web:
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/secret/schuster/CapituloII.rtf

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