Está en la página 1de 18

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs.

11-28

Variaciones sobre el
concepto de traumatismo:
traumatismo, lo traumático, trauma

*Thierry Bokanowski (París)

Como sucede con casi todas las ideas psicoanalíticas básicas, en el concepto de trauma-
tismo confluyen varias modalidades psicológicas y metapsicológicas, cuyas consecuen-
cias para la constitución del individuo y su funcionamiento psíquico pueden ser notable-
mente diferentes. En general, el término “traumatismo” se emplea para designar los efec-
tos psicológicos de cierto suceso (separación, pérdida, accidente, enfermedad, etcétera),
que constituyen una experiencia afligente para el sujeto que lo padece.
Pero si bien el término señala patrones psicológicos que pueden dar origen a resulta-
dos clínicos muy distintos, cuyos efectos son definibles por vía de la metapsicología, debe
recordarse que, en sí mismo, el traumatismo no existe: lo que hay es un corpus de teorías,
conceptos y herramientas conceptuales que nos permiten describir las modalidades clíni-
cas vinculadas con hechos traumáticos internos y externos, junto con los procesos psíqui-
cos asociados a tales hechos.
La noción de “traumatismo” tiene por lo menos dos significados. Puede referirse a la
potencialidad traumática que está en la raíz de todo funcionamiento psíquico y que, como
consecuencia, participa en la génesis y organización de los aspectos, pulsiones y deseos
infantiles del self. También puede referirse a las deficiencias o fallas en el modo en que se
estructuran los estados psíquicos del individuo cuando éste se enfrenta con una experien-
cia potencialmente disociadora. Como el carácter de esta disociación puede variar, si usa-
mos el término “traumático” de una manera genérica no siempre nos será fácil discernir en
qué nivel opera el efecto traumático sobre la psique. Por ejemplo, habrá una diferencia
cualitativa entre un traumatismo que desorganiza la investidura de las relaciones de obje-
to y otro que ejerce su impacto disociador en el establecimiento del narcisismo, ya que en
el segundo caso la desorganización pone en tela de juicio el sentimiento de identidad y ge-
nera trastornos de la subjetividad.

*Miembro de la Asociación Psicoanalítica de París. Dirección: 48 Rue des Francs-Bourgeois, 75003 París,
Francia.
tbokanov@aol.fr
12 THIERRY BOKANOWSKI

Sugiero que se utilice la palabra “traumatismo” [traumatism] sólo para referirse a un


nivel de desorganización más bien vinculado con los procesos secundarios, vale decir, un
nivel en el que no se perturban las relaciones de objeto ni la ligazón de las mociones pul-
sionales. Este uso estaría próximo al del “traumatismo sexual” tal como fue desarrollado
por Freud en su teoría de la seducción. La palabra “trauma” [trauma], en cambio, parece
más apta para designar un fenómeno que actúa en una etapa más primitiva, menos evo-
lucionada; en este caso los efectos adversos pueden poner en peligro las investiduras
narcisistas y, por consiguiente, la propia organización del yo. En francés la distinción
semántica que estoy proponiendo no presenta dificultades; tal vez no sea tan significativa
en otras lenguas. Quisiera sugerir, además, que usemos “lo traumático” [traumatic (in the
substantive sense)] para designar un patrón de funcionamiento psíquico común a estas
dos variantes, vinculado con el aspecto del impacto traumático relativo a la compulsión de
repetición (Bokanowski, 2002).
Estos tres términos –traumatismo, lo traumático y trauma– están íntimamente relacio-
nados con los tres “puntos de inflexión” en el desarrollo de las teorías de Freud (1895,
1897, 1920 y 1938), decisivos todos ellos para la elaboración de la metapsicología psico-
analítica.
El concepto de traumatismo es fundamental en el psicoanálisis, y su historia y evolu-
ción, que recorre todas las teorizaciones de Freud –desde los Estudios sobre la histeria
(1895) y el “Proyecto de psicología” (1897) hasta el Esquema del psicoanálisis (1940
[1938])–, reviste particular importancia, lo mismo que la relación que se establezca entre
dicho concepto y los de “lo traumático” y “trauma”. El desarrollo gradual del pensamien-
to de Freud sobre este tema lo llevó a proponer un “panorama general” de sus teorías en
la obra que se considera su último legado: Moisés y la religión monoteísta (1939 [1937-
39]). Las nuevas ideas que Freud expuso en esta obra fundamental fueron, hasta cierto
punto, una reelaboración implícita de ciertas hipótesis formuladas por Ferenczi unos
años atrás (entre 1928 y 1933). Ellas podrían ayudarnos a encontrar solución a muchas
de las cuestiones que hoy se plantea el llamado “psicoanálisis contemporáneo”; pero
antes de examinarlas con más detalle, resumiré el desarrollo de la idea de traumatismo
en los escritos de Freud.

El traumatismo como concepto clave: resumen de


su evolución en las teorizaciones de Freud

La teoría de la seducción está en los orígenes mismos del psicoanálisis; por esa época, re-
mitía exclusivamente al traumatismo sexual que implica el acto efectivo de seducción por
parte del objeto. Dentro de este marco hay un suceso externo identificable y localizable en
el tiempo, que se vuelve parte de la constitución del núcleo del yo debido a los afectos que
suscita. Una vez establecida esa hipótesis, Freud fue modificando –a veces en grado con-
siderable– algunas de sus ideas sobre la naturaleza, características e irrevocabilidad del
traumatismo en lo concerniente al funcionamiento psíquico. Con suma frecuencia, estas
modificaciones derivaban directamente de su creciente experiencia clínica psicoanalítica y
la consecuente reelaboración teórica que aquélla demandaba. Es posible discernir en el

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 13

desarrollo de las teorías de Freud tres etapas:

A. Etapa 1: de 1895 a 1920


En esta etapa, el traumatismo implica un acto de seducción sexual por parte de un obje-
to externo, de efectos decisivos para la neurosis posterior.
Este período inicial puede subdividirse en dos subetapas. En la primera (desde 1895
hasta 1900 o 1905), la seducción traumática efectiva es un proceso que sucede en dos
momentos diferentes –el modelo de la “posterioridad” que Freud expuso en el “Proyecto”
y en Estudios sobre la histeria–. Pero esta teoría de la seducción externa efectiva fue
hecha a un lado en 1897, cuando Freud abandonó su “neurótica”, y a partir de entonces
pasó a predominar la idea de una “seducción interna”, producto de la fantasía. Esta se-
gunda subetapa (desde 1905 hasta 1920) corresponde al descubrimiento de las teorías
sexuales infantiles y los avances a que éste dio lugar. Cada traumatismo y cada conflicto
psíquico entrañan fantasías inconscientes, fantasías primordiales con su angustia conco-
mitante; todo esto compone la realidad psíquica interna.

B. Etapa 2: A partir de 1920


Aquí el traumatismo se relaciona más bien con las aporiae económicas o las insolubles
contradicciones internas del aparato psíquico. Esto llevó a Freud a modificar su paradigma
inicial; la hipótesis del impacto avasallador de la seducción (externa o interna) que preva-
leció en la primera etapa fue dejada de lado, y desde entonces se vinculó el traumatismo
a una deficiencia de la “protección antiestímulo” (Freud, 1920). En este nuevo paradigma,
la angustia de castración –señal de angustia destinada a proteger al self– fue reemplaza-
da por el desvalimiento (Hilflosigkeit): la angustia paralizante del bebé cuando es invadido
por una perturbación cuantitativa, ya sea de origen externo o interno, que le provoca es-
panto o terror. Las “neurosis traumáticas” son la expresión clínica de esto, y la compulsión
de repetición, su fuerza impulsora.
En los años que siguieron, Freud expuso una nueva teoría de la angustia en Inhibición,
síntoma y angustia (1926 [1925]), poniendo de relieve la relación entre el traumatismo y
la pérdida del objeto. Al hacerlo, introdujo un tema, el de las relaciones objetales, que a
partir de entonces pasaría a ser un concepto teórico esencial. Desde 1920, utilizó el tér-
mino “traumático/a” (adjetivo) o “lo traumático” (sustantivo) en forma paralela a la idea de
traumatismo.

C. Tercera etapa
En una de sus últimas obras, Moisés y la religión monoteísta (1939 [1937-39]), Freud exa-
mina la relación entre traumatismo y narcisismo, y establece que una herida narcisista ori-
gina un “trauma”.
Leemos allí: “Llamamos traumas a esas impresiones de temprana vivencia, olvidadas
luego, a las cuales atribuimos tan grande significatividad para la etiología de las neuro-
sis” (pág. 72). Destaca que las experiencias traumáticas, que cumplen un papel promi-
nente en la creación del aparato psíquico, su funcionamiento y su organización, pueden
dañar al yo primitivo y dar origen a heridas narcisistas. Ocurren en la etapa de la amne-
14 THIERRY BOKANOWSKI

sia infantil, y “se refieren a impresiones de naturaleza sexual y agresiva, y por cierto tam-
bién a daños tempranos del yo (mortificaciones narcisistas)” (ibíd., pág. 74). Según
Freud, un traumatismo puede tener dos desenlaces. Si es positivo, contribuye a organi-
zar, a los tropezones, los procesos del “recordar, repetir y reelaborar”; si tiene efectos ne-
gativos, desorganiza la mente y crea un enclave –“un Estado dentro del Estado” (ibíd.,
pág. 76), son sus palabras– , una escisión que impide cualquier transformación por vía
de la reelaboración. En esta segunda situación, el traumatismo da rienda suelta a la des-
tructividad.
Todos los elementos que Freud describe en estas elucidaciones (daños tempranos al
yo, heridas narcisistas, escisión, etcétera) constituyen, en su conjunto, una definición ope-
rativa de lo que entiendo por “trauma”.

Desarrollo del concepto de trauma: Ferenczi

No hay duda alguna de que Freud estableció el concepto de traumatismo y de que lo ex-
ploró con mucho detalle, pero fue Ferenczi quien estudió las implicaciones teóricas y clí-
nicas del concepto de trauma (que, como había señalado Freud en Moisés y la religión
monoteísta, genera el daño narcisista y la escisión del yo).
Para Ferenczi, el trauma no se vincula exclusivamente con las consecuencias de una
fantasía de seducción, sino que deriva de un cierto tipo de metamorfosis de la libido que
tiene lugar en un momento muy temprano de la vida (a veces, antes de que el niño haya
empezado a hablar) y hace que el niño la vivencie como una forma precoz de excitación
sexual. Más que una seducción sexual efectiva practicada por un adulto, el trauma es una
invasión de la psique incipiente del niño que pone en peligro su desarrollo futuro. Sea que
el objeto esté “demasiado presente” o “demasiado ausente”, en todo caso siempre hay
una “demasía” que deja su impronta cuantitativa en el establecimiento del objeto interno
primario.
Dentro del marco de estos acontecimientos, las necesidades del adulto prevalecen
sobre las del niño y en consecuencia este último es ignorado o incluso descalificado como
ser vivenciante. Esta negación o descalificación está dirigida, sobre todo, a la experiencia
emocional y los procesos de pensamiento del niño. La descalificación del objeto (que
puede ser la madre o alguna otra figura próxima a la criatura) equivale a una violación psí-
quica y provoca la parálisis del yo o una lenta muerte psíquica.
Como dice Ferenczi, el trauma se vincula con una “confusión de lenguas” (la “seduc-
ción” del adulto, ya que el “lenguaje de la ternura” es confundido aquí con el “lenguaje de
la pasión” [Ferenczi, 1934]); esto implica que tanto tiene que ver con la reacción inapro-
piada del objeto frente a la angustia del niño, como con la conducta efectiva del adulto ten-
diente a satisfacer su propio deseo. Por lo tanto, el trauma es el resultado de la ausencia
de una reacción apropiada del objeto en una situación afligente, que origina una mutila-
ción permanente en el yo del niño. Esto da lugar a un estado traumático constante y al
sentimiento de desvalimiento (Hilflosigkeit), que puede reactivarse en cualquier momento
futuro ante la menor provocación (incluida la inherente a la situación analítica).

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 15

El trauma cambia, pues, su vértice: aunque es de naturaleza aparentemente sexual,


tiene más que ver con algo que no pasó en la relación del niño con el objeto (o sea, con
la ausencia de una respuesta apropiada); es una experiencia penosa negativa en sus
efectos, que conduce a un “desgarramiento” autoinfligido o escisión. A partir de ese mo-
mento las relaciones de objeto se tornan imposibles y se convierten brutalmente en nar-
cisistas (Ferenczi, 1934). Una de las manifestaciones clínicas de este paradigma es el
“niño sabio”, extremadamente precoz en el plano intelectual pero emocionalmente inma-
duro. Cuando sus defensas son rebasadas, se retrae de la esfera psíquica y se transfor-
ma, gracias a la autoescisión narcisista, en un observador sagaz del suceso traumático
(Bokanowski, 2001). Esta escisión da origen a una evacuación/expulsión/extrayección de
una parte del yo; el vacío resultante se llena mediante la identificación con el agresor, con
algunos aspectos del “terrorismo del sufrimiento”; la parte expelida o extrayectada del yo
se vuelve entonces omnisciente y omnipotente, y pierde toda su potencialidad emocional.
La escisión narcisista, que está en la raíz de los efectos negativos del trauma men-
cionados por Freud en Moisés y la religión monoteísta, trae consigo varias consecuencias:

– Obstaculiza la ligazón de las mociones pulsionales, entorpece el establecimiento del


narcisismo y da origen a grandes fallas en la representación (perjudicando así el de-
sarrollo futuro del yo).
– Genera una “parálisis psíquica” (todo llega a un punto muerto) a la vez que mantiene el
“terrorismo del sufrimiento” y un dolor rayano en la desesperación, lo cual se vincula
con la internalización de un objeto primario fallido.
– Provoca un sentimiento de desazón o desvalimiento primario que será reactivado en
cualesquiera circunstancias a lo largo de la vida del individuo. A su vez, esto engen-
dra apasionados sentimientos transferenciales, depresión transferencial, reacción te-
rapéutica negativa, etcétera, dando testimonio de que la fuerza predominante en la
psique es la destructividad.

La labor realizada en este campo por Ferenczi, un auténtico pionero en el estudio de los
casos “fronterizos”, lo llevó a destacar la importancia del trauma como consecuencia
traumática de un traumatismo primario. Otros psicoanalistas (en particular Winnicott)1
avanzaron en el desarrollo de esta línea de pensamiento.

Tres variaciones metapsicológicas sobre el tema del traumatismo

Partiendo del desarrollo de la idea de traumatismo en Freud y de las hipótesis de Ferenczi


sobre el trauma, quisiera sugerir que estos tres conceptos (traumatismo, lo traumático y
trauma) deben diferenciarse, asignándoles distintas valencias en lo tocante a la organiza-
ción psíquica y los parámetros de la vida psíquica que debemos tener en cuenta en un
tratamiento psicoanalítico.
1) Traumatismo es el concepto genérico para designar este tipo de sucesos, y remite a la
teoría de la seducción y sus implicaciones sexuales.
16 THIERRY BOKANOWSKI

Lo fundamental en este caso es la fuerza de atracción de la moción pulsional que or-


ganiza la vida de fantasía del self y que, como resultado de ello, establece un nexo entre
la representación del hecho traumático y la estructuración de las fantasías primordiales de
seducción, de castración y de la escena primaria. En ese sentido, constituye un organi-
zador básico del objeto interno, la fantasía inconsciente y la formación de símbolo.
La dimensión disociadora del traumatismo deriva del choque súbito y brutal entre una
fantasía inconsciente y la realidad externa (el hecho traumático). La abolición de las ba-
rreras entre el adentro y el afuera genera un “colapso topográfico” (Janin, 1996): quedan
anulados el examen de realidad, la función de la censura (represión) y la “condición tran-
sicional”.
Este colapso se relaciona con la colisión entre el cumplimiento interno de una fantasía
inconsciente y el cumplimiento externo de un deseo: la acción disociadora del traumatis-
mo no participa de la primacía del principio de placer-displacer sino de la moción pulsio-
nal, con lo cual se limita su libertad de trasladarse hacia los sistemas preconsciente y
consciente. Esta obstrucción es lo que a la postre resultará potencialmente traumático.
Esta clase de traumatismo rige la organización del funcionamiento psiconeurótico, ba-
sado en su mayor parte en la “posterioridad”. En el curso de un análisis, este núcleo
traumático de la neurosis infantil pasa a ser la fuerza motora del conflicto psíquico y del
despliegue de la neurosis de transferencia.

2) Lo traumático se refiere, más específicamente, al aspecto económico del traumatismo,


su relación con la falta de apronte y con defectos de la protección antiestímulo. Esta di-
mensión económica –introducida por Freud en Más allá del principio de placer (1920), en
el contexto de su segunda teoría de las mociones pulsionales (o segunda teoría estructu-
ral)– conlleva un tipo de funcionamiento psíquico del cual tal vez podría decirse que posee
una impronta traumática o ramificaciones traumáticas; así sucede, particularmente, en la
neurosis traumática, entidad clínica que es el paradigma del Hilflosigkeit.
Esta dimensión traumática se encuentra en toda una serie de dolencias, desde las
“neurosis de guerra” hasta la clase de patologías provocadas por catástrofes naturales o
sociales, ya sea que hayan ocurrido en la propia vida del individuo o en la de sus ante-
pasados.
El funcionamiento psíquico con “ramificaciones traumáticas” se caracteriza por el in-
tento de repudiar la situación traumática a la vez que se reproduce el traumatismo: se
lucha contra el terror (Schreck) repitiendo la situación terrorífica. La psique siempre con-
serva un residuo de este terror que no ha podido ser abreaccionado y que nunca es del
todo procesado, por más que la psique del sujeto posea gran capacidad de ligazón y de
representabilidad.

1. Klein, quien puso el acento en los efectos de la reacción materna, se centró más bien en las fuentes
endógenas de la vida psíquica.

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 17

3) Trauma es, en esencia, la acción negativa y disociadora de la operación traumática.


Ella ataca el proceso de ligazón de las pulsiones y, por ende, sus efectos negativos se
hacen sentir en todos los fenómenos psíquicos. Como dijo Freud, el trauma es una tem-
prana lesión infligida al yo, una herida narcisista que puede crear regiones inaccesibles
dentro de la mente, un “Estado dentro del Estado”. Envuelve al objeto (o al entorno) de un
modo particularmente cruel desde muy temprana edad, a veces desde antes de que el
niño haya adquirido el habla; puede estar relacionado con situaciones angustiantes o con
la agonía de la vida psíquica. Debido a la reacción inapropiada y descalificadora del ob-
jeto, incapaz de contener, metabolizar o ligar la descarga pulsional a través de la fantasía,
el infans no puede introyectar el impulso y, en consecuencia, es avasallado por el terror y
el espanto.
Por su intensidad, el trauma elude el mecanismo de la represión pero refuerza la des-
mentida, la escisión, la identificación proyectiva patológica, la fragmentación (escisión en
partes minúsculas), etcétera.
Por lo tanto, el término “trauma” tiene que ver con la identificación primaria y las vici-
situdes de las relaciones pre-objetales, y todas sus conexiones con las diversas cate-
gorías de organización edípica. Por las distintas modalidades, contradicciones y fallas que
surgen en esta red, el concepto de trauma se halla en el corazón mismo de diversos pro-
blemas clínicos importantes del psicoanálisis contemporáneo.

El “trauma” en el psicoanálisis clínico contemporáneo

Desde que Fairbairn planteara, hace más de medio siglo, si la libido “busca el placer” o
“busca el objeto” (Fairbairn, 1944), los psicoanalistas han tratado de explorar el tema de
la destructividad por referencia a la tensión constante que existe entre la “moción pulsio-
nal” y el “objeto”, tensión que encuentra su paralelo en la de otras parejas de conceptos,
como “pulsión erótica/pulsión destructiva” o “investidura de objeto/investidura narcisista”.
De este modo, una mejor comprensión de ciertas estructuras psíquicas clínicas (casos
“fronterizos”, pacientes “no neuróticos”, etcétera) y un cambio en nuestro enfoque analíti-
co de las mismas han llevado a dirigir más la atención al papel que cumple el objeto en la
formación del yo, así como a los aspectos disfuncionales de este último.
Tras los avances de Ferenczi, Klein y Winnicott, la labor clínica psicoanalítica comenzó
a centrarse más y más en los efectos del trauma primario ocasionado por la imposibilidad
de establecer vínculos apropiados con el objeto materno, o por las deficiencias de dichos
vínculos. La ausencia de toda respuesta del objeto, o su respuesta inapropiada, impide al
infans tomar contacto con sus pulsiones libidinales o destructivas, y construir un espacio
psíquico en el que pudiera imaginarlas y transformarlas. Esta “falla básica” en el estable-
cimiento de las relaciones primarias (Balint, 1968) implica la descalificación de las expe-
riencias psíquicas, en particular de los afectos.
Incapaz de introyectar un objeto interno confiable y contenedor, el self es avasallado
por impulsos persecutorios; las únicas alternativas que le quedan son volver dichos im-
pulsos contra sí mismo, proyectarlos, o evacuarlos reiteradamente en el exterior, de una
18 THIERRY BOKANOWSKI

manera que es, por ende, traumática. Si el bebé debe tratar con un objeto materno masi-
vamente patogénico (insania materna), la única solución posible para su supervivencia
narcisista es cortar los lazos con todas las introyecciones pulsionales que esté procesan-
do en ese momento y replegarse con respecto a toda experiencia subjetiva. En otras pa-
labras, el self debe escindirse, a fin de separar la parte dañada por el traumatismo de la
parte que sobrevive. Esta escisión pasiva –que Bion (1963) llamó “estática”– interfiere con
la escisión dinámica que estructura a la psique; además, mantiene la confusión libidinal y
no contribuye en absoluto a consolidar el sentido de identidad personal.
Estos tempranos daños al yo incipiente y a la psique en su conjunto son una fuente de
“desazón” cuyos ejemplos más extremos permanecen inconscientes. Se expresan a
través de una experiencia psíquica destructiva que ha sido denominada de distintas ma-
neras por otros tantos autores: “agonía primitiva” (Ferenczi), “temor al derrumbe” o a la
“catástrofe psíquica” (Winnicott), “catástrofe interna” (Bion). Se trata de un ataque des-
tructivo dirigido contra el objeto (externo o interno) y contra el aparato psíquico del sujeto
(Bion, 1962), que genera trastornos de pensamiento: mente en blanco, sensación de nu-
lidad o inexistencia, angustia por una muerte inminente, etcétera.
Como manifestó Winnicott en “El temor al derrumbe” (1974), dentro del self quedan
huellas de la situación traumática y son reiteradas, no por los afectos dolorosos experi-
mentados originalmente, sino por lo que el self no pudo procesar en el momento del hecho
traumático real. A diferencia del traumatismo, el trauma se singulariza porque una expe-
riencia potencialmente representable y simbolizable no se integra a la esfera psíquica.
Dado que estas huellas se preservan pero no son investidas como una experiencia psí-
quica del pasado, cualquier investidura de nuevos objetos tendrá que enfrentar la com-
pulsión a borrar o negar todas las relaciones. En el curso del análisis, este “apego a lo ne-
gativo” (Anzieu, 1990) ligado al odio reactiva un dolor mortal y letales fijaciones maso-
quistas, convirtiéndose en una influencia fundamental en la transferencia negativista, lle-
gando a veces a situaciones que lindan con lo no analizable; todo lo cual somete a dura
prueba la labor del analista y la contratransferencia.

Ejemplo clínico

A fin de ilustrar lo dicho, expondré fragmentos del tratamiento de una paciente con la cual
la labor analítica se volvió especialmente complicada y ardua a raíz de la importancia de
su patología traumática.
Delphine tiene algo más de treinta años y es médica. Estuvo en análisis con un cole-
ga en otra ciudad de Francia a raíz de su grave anorexia nerviosa. A los pocos años de
terminar su primer análisis se mudó de esa ciudad a París por motivos de trabajo y vino
a consultarme para continuar conmigo el trabajo iniciado.
Casi desde el comienzo mismo, las sesiones fueron muy arduas –para ambos– por-
que Delphine revivenciaba con frecuencia una pesadilla recurrente a lo largo de los años,
y que en un principio ocupó gran parte de nuestro trabajo: Está en una habitación cerra-
da; trata de salir, pero no hay absolutamente ninguna abertura. Al sentirse encerrada

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 19

como en el sueño, ponía fin repentinamente a muchas sesiones y se iba sin decir nada;
el único aviso de que esto podía suceder era que manos y pies comenzaban a temblarle;
a veces se restregaba las manos o mostraba su inquietud por los movimientos de sus pier-
nas. Esta situación duró varios meses; dijera lo que dijese, yo no podía, al parecer, modi-
ficar dicho estado de cosas.
Después de un tiempo, empezamos a entender que estas súbitas interrupciones (su
necesidad de “dejar libre el lugar”) tenía que ver con su temor a “vaciarse” en mi presen-
cia. De hecho, de tanto en tanto tenía una experiencia alucinatoria en la cual toda la san-
gre del cuerpo se le escapaba por las manos, como si también su sangre estuviera “de-
jando libre el lugar”.
Sus manos parecían atraer una poderosa investidura corporal, tanto más cuanto que
la sola palabra “manos” le hacía evocar a su madre y la imagen que Delphine quería que
yo tuviese de ella. Al hablar de su madre, se centraba en recuerdos traumáticos (y exci-
tantes): cuando Delphine era niña, su madre de vez en cuando se ponía “blanca de furia”
contra ella, la abofeteaba sin ninguna razón aparente y hasta le pegaba puñetazos en el
pecho cuando Delphine estaba en la cama... El final de estos incidentes era siempre el
mismo: la madre estallaba en lágrimas, se ponía de rodillas al pie de la cama de Delphine
y le pedía perdón. La “paradoja”, desde luego, era que entonces la hija debía consolar a
la madre.
Durante estos episodios, el padre de Delphine (que era en gran medida una “rata de
biblioteca”) se mantenía apartado, simulando no oír nada ni darse cuenta de lo que su-
cedía, y no hacía intento alguno de proteger a su hija. Esto significaba que, para Delphine,
su padre era un cobarde, lo cual, a su vez, la angustiaba mucho.
De todo esto concluimos que Delphine imaginaba a su madre como una persona
“loca”, “aterradora”, “impredecible” y que –como coronación de todo lo anterior– tenía una
fobia al contacto físico: una “fobia de contacto”, que incluía el contacto con el cuerpo. Esto
era particularmente válido respecto de Delphine, a quien nunca tocaba si no era para abo-
fetearla y pegarle como hemos comentado.
Además, Delphine la describía como una mujer hiperactiva, que constantemente se
ocupaba de alguien y era incapaz de quedarse quieta un momento. Según Delphine, es-
taba “siempre en movimiento”.
Es interesante señalar que la descripción que hizo Delphine de su madre recordaba
mucho su propio comportamiento repetitivo y traumático en las sesiones: cuando de re-
pente interrumpía una sesión, se conducía hacia mí de la misma manera “traumática”, “im-
previsible”, “hiperactiva”, “agitada” y “brutal” que atribuía a la madre según la imagen que
transmitía de ésta, y evitaba el contacto psíquico así como la madre evitaba todo contac-
to físico. En el análisis, pude conectar también las puestas en acto de Delphine con el
hecho de que ella “no toleraba la idea de ser psíquicamente rodeada por mis brazos, sos-
tenida y abrazada”, porque dicha idea habría sido demasiado excitante y la hubiese hecho
pensar en los brazos y manos de su madre.
Su fobia al contacto mental reforzaba su recurrente apelación a mecanismos de identi-
ficación proyectiva como protección contra cualquier tentativa de ligazón, ya que ésta
habría sido vivida por ella como una invasión similar a las de su madre. Una parte de ella
20 THIERRY BOKANOWSKI

(la que funcionaba en la modalidad neurótica) buscaba realmente ayuda, pero al mismo
tiempo la otra (la parte destructiva, escindida y proyectada) “abofeteaba”, “golpeaba”, “des-
garraba”, “mordía” y “destruía” a cualquiera en quien ella pudiera buscar, o de quien pu-
diera esperar, cuidado y protección.
Relataré ahora una sesión que muestra las dificultades que teníamos Delphine y yo
para seguir adelante con el proceso analítico.
Comienza la sesión mencionando a una paciente de ella que es “melancólica” y que
esa misma tarde intentó suicidarse hundiendo la cara en una bolsa de plástico. Una en-
fermera le había dicho a Delphine que la paciente había manifestado que quería estar sola
en su cuarto; que estaba en cama y tenía una bolsa de plástico a su lado. Cuando
Delphine escuchó eso, corrió hacia la habitación de la paciente y, según cuenta, “la salvé
justo a tiempo”, en el preciso momento en que estaba por concretar su intento de suici-
dio.
En este punto me abstuve de vincular su relato al hecho de que, al contarme esa “ope-
ración de rescate”, tal vez intentaba pedirme que yo la rescatase de su encierro en la pe-
sadilla recurrente. Simplemente dije, en tono neutral:

–Usted salvó la vida de esa paciente...

Me responde que no es su propósito hablar de sus pacientes en la sesión. Le sugiero que


tal vez los problemas y la conducta de sus pacientes despiertan en ella sentimientos po-
derosos y violentos. Coincide, y agrega que también tiene que ver con el hecho de sen-
tirse “juzgada” por mí, lo cual le recuerda la actitud enjuiciadora de sus padres, en cuya
presencia ella nunca fuma ni bebe...
Luego permanece en silencio un largo rato. Durante esta pausa (pausas de esta índo-
le eran frecuentes en ella) suena el teléfono y se quiebra el silencio; yo atiendo y digo a
quien telefoneó que lo llamaré más tarde. Apunto algo en un anotador; sin duda, Delphine
me escucha que escribo.
Tras un largo silencio, me doy cuenta de que está llorando sin manifestarlo. Le pre-
gunto si su llanto tiene alguna relación con que yo hubiera atendido esa llamada; me res-
ponde que no. Le digo que tal vez tiene algo que ver con que ella me oyera escribir.

–Sí –responde–, eso me recuerda mi análisis anterior, cuando yo me replegaba en mi silencio


y después no sabía cómo salir de él... era una experiencia angustiante: no podía seguir pen-
sando. Igual que ahora, exactamente igual: no podía pensar.
–Tal vez cuando me escuchó atender el teléfono y después escribir algo –le comento– pensó
que yo estaba aprovechando la oportunidad de comunicarme con alguien para escapar del cruel
silencio que nos rodeaba.

Delphine concuerda. Otra pausa. La interrumpo diciendo:

–Sucedió en el momento en que usted me contaba que nunca fuma ni bebe delante de sus pa-
dres.

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 21

Me pregunta qué quiero decir con eso. Prosigo:

–Justo cuando usted me estaba contando lo difícil que le resulta aflojarse en presencia de sus
padres, pensó que yo, a quien atribuye una actitud enjuiciadora (en cuyo caso, soy para usted
el equivalente de sus padres), me permitía aflojarme... respondía el teléfono, apuntaba algo en
un anotador. Tal vez usted estaba furiosa conmigo por eso, pero no pudo decírmelo.
Coincide. Otra pausa.
En ese momento me vienen a la mente dos cosas: la madre que la golpeaba cruel-
mente y la fantasía de hemorragia a través de las manos. Le digo:

–Puede ser que a usted le resulte difícil contarme cosas que siente crueles, ya que no sabe
cómo voy a reaccionar o qué haré con eso. Estaba pensando en lo que usted me contó al prin-
cipio de la sesión, sobre esa paciente suya que planeaba suicidarse por asfixia con una bolsa
de plástico.
–Y yo estaba pensando que debería hacer lo mismo –responde–. De ese modo, nosotros [sic]
nos desembarazaríamos de mí.

Le manifiesto:

–Al hablar así, dice cosas crueles. Es una crueldad similar a la de su paciente hacia ella misma
y hacia usted al tratar de suicidarse.

Después de ese comentario, Delphine parece relajarse, y asocia lo siguiente:

–Pienso en mi amigo y en estas últimas semanas que pasé con él. [Hace unos meses que está
saliendo con un hombre que parece quererla mucho.] Las cosas andan bien, muy bien en ver-
dad. No estoy acostumbrada a eso. Eso es lo que me aterra: ser feliz. Nunca supe qué era la
felicidad. Con mi amigo somos inseparables, pero todo es demasiado lindo para ser verdad.
Tengo miedo de que un día se termine. –Se queda un momento en silencio y luego añade:
–Estoy espantada de que esta felicidad pueda acabarse.

Pensando en la pesadilla de encierro, le digo:

–Es como si tuviera miedo de despertar de un sueño muy placentero y decir: “¡Ah, entonces era
sólo un sueño!”.
–No estoy acostumbrada a ser feliz –prosigue– y siento el temor que eso me da. Estos días lo
estoy viendo menos, porque su madre está en París y él se ocupa de ella. Aunque eso no sig-
nifica que nos estemos apartando... por el contrario, ¡nos une más todavía!

Comentarios

En el despliegue de esta sesión podemos ver de qué manera el traumatismo y el trauma


están estrechamente entrelazados. El traumatismo es evocado en el contenido manifies-
to de la secuencia inicial. El hecho de narrarme el intento de suicidio de su paciente re-
activó en Delphine el recuerdo de una escena de su infancia, en la que se sintió en peli-
22 THIERRY BOKANOWSKI

gro de ser brutalmente maltratada por su madre. Al identificarse con su paciente suicida,
se convirtió en la “salvadora” de esa mujer –la salvadora que la propia Delphine tanto
había esperado, que la apartase de las “manos” de su madre–.
Podemos suponer que, en algún trasfondo, había un escenario fantaseado en el que
Delphine se identificaba con una figura paterna muy esperada, el tercer elemento del
triángulo, que la liberaría de la pesadilla de estar encerrada en una relación apasionada
con su madre. La llamada telefónica que yo atendí, súbita aparición de una tercera per-
sona en la sesión, junto con el hecho de que al apuntar algo en un anotador yo debía de
estar pensando en alguien más, le recordaron a Delphine la decepción que experimenta-
ba al aguardar en vano a su padre, que se mantenía concentrado en sus propios pensa-
mientos, lejos de su hija, ignorante de la angustia de ésta.
Así es que Delphine también se replegó en el silencio, se refugió en él, podríamos
decir. Esto podía ser un indicio de su identificación con la postura anterior de su padre.
Sin embargo, esa identificación paterna no era estructurante ni estaba organizada en fun-
ción de un superyó protector. Se limitaba a una actitud de docilidad y sumisión, que en
cierto aspecto recordaba la “parálisis” de Delphine de niña frente a la “locura” de su
madre.
El trauma apareció cuando le fue necesario cortar toda conexión conmigo en la sesión
y poner fin al proceso de asociación libre; y esto ocurrió precisamente cuando ella hubie-
ra debido expresar sus sentimientos y afectos, cualquiera fuera su naturaleza, y acercar-
se al objeto (en este caso, el objeto transferencial).
Cuando le señalé que ella sospechaba de mi capacidad para tolerar su “crueldad”,
Delphine se refirió explícitamente a su propia fantasía de suicidio: si se suicidaba, “no-
sotros” nos desembarazaríamos de ella de una vez por todas. Esta fantasía anulaba su
identificación con el padre “salvador” y traía a la palestra su deseo de desembarazarse
de la parte suya identificada con la crueldad de la madre, que era su modo de escapar
del contacto asfixiante que tenía con ésta. Para ello, tenía que escindirse en dos: una
parte representaba la niña angustiada que solicitaba ayuda, y había otra identificada con
el agresor, que le recordaba constantemente la “crueldad” de cualquier relación que ella
pudiera establecer.
Cabe sostener que, por debajo de esta escisión, estaba su obligación de consolar a la
madre, y aun de hacerse cargo de ella, en lugar de ocuparse de su propia vida psíquica
cuando era niña, con lo cual se ponía en peligro toda posibilidad de triangulación.
Delphine quería “desembarazarse” de su madre para estar a solas con su padre, pero al
mismo tiempo hacía todo lo posible para evitar que esto sucediera. Y la razón era que no
se trataba de una relación objetal con una madre edípica, sino de una identificación nar-
cisista traumática con un objeto primario basada en el odio, con el resultado de que “de-
sembarazarse” del objeto materno era imposible. Lo mismo se advierte al final de la se-
sión, cuando Delphine se refirió a la madre de su amigo: no la describió como una posi-
ble rival, sino como alguien que separa y une al mismo tiempo y que, como tal, es un fac-
tor esencial para mantener el nexo entre los dos miembros de la pareja.

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 23

Conclusiones

En la actualidad, con frecuencia debemos tratar pacientes cuyo estado psíquico com-
prende una dimensión traumática vinculada con traumatismos primarios o con un trauma.
Estos casos presentan dolorosos problemas de identidad personal relacionados con
zonas psíquicas de gran fragilidad estructural y sumamente angustiantes, que hacen que
el funcionamiento psíquico del individuo esté sometido a poderosos mecanismos de esci-
sión.
En estos pacientes, la situación analítica genera una regresión que socava toda su or-
ganización mental, con la consecuencia de provocarles angustia por su posible muerte
psíquica. Esta angustia puede ser tan fuerte que resulte profundamente afectada la pro-
pia simbolización. La regresión del sujeto atestigua que ha sido dañado su sentido bási-
co de identidad personal; el contenido vivencial de la psique desaparece por completo, y
con él, todos los nexos significativos.
El analista se halla así ante una expresión particularmente intensa del aspecto des-
tructivo de lo que Green (1993) denominó “el trabajo de lo negativo”; en las sesiones, pre-
valecen modalidades relacionales que van desde la persecución hasta la desesperación.
En tales circunstancias, la intensidad de la pulsión destructiva crea en los pacientes un
dolor tan insoportable, referido a su propia existencia o su relación con los demás, que se
altera toda la economía del equilibrio pulsional. El objeto (a raíz de su propia otredad) y el
vínculo con el objeto (a raíz de los sentimientos de dependencia) se vuelven posibles
amenazas para el narcisismo del paciente.
Ante esta situación, el proceso de la interpretación ya no puede centrarse en los con-
tenidos significativos de la fantasía y su capacidad para evocar asociaciones libres; su ob-
jetivo primario debe ser restablecer –o quizá establecer por vez primera– un objeto que
sea contenedor y, a la vez, una protección antiestímulo contra la excitación.
Por lo tanto, el analista debe centrarse exclusivamente en la dimensión narcisista de
la transferencia y sus vicisitudes. Al trabajar sobre su propia contratransferencia, deberá
poner especial empeño en mantener cierta continuidad psíquica, ya que esto garantiza
esa contención cuya ausencia demostró ser tan afligente para el paciente en el pasado.

(Traducción de Leandro Wolfson)

Resumen

El autor esboza las hipótesis básicas de Freud sobre el concepto de traumatismo y a continuación
diferencia las nociones de traumatismo, lo traumático y trauma (diferencia que en la lengua fran-
cesa, según afirma, no presenta dificultades). Estos tres términos corresponden a tres puntos de
inflexión de la teoría freudiana respecto del concepto de traumatismo (1895, 1897, 1920 y 1938).
Menciona los desarrollos debidos a Ferenczi, en particular los de sus últimos escritos, donde defi-
nió y examinó el tema del trauma en la práctica clínica contemporánea. En el presente trabajo se
exploran las “variantes” de dicho tema en lo que atañe al funcionamiento psíquico. El autor define
metapsicológicamente las diferencias entre los traumatismos elaborados mediante procesos se-
24 THIERRY BOKANOWSKI

cundarios, y que están organizados y regidos por el principio de placer-displacer (los “traumatis-
mos” propiamente dichos), y los traumatismos tempranos o primarios (los “traumas”), que obsta-
culizan la ligazón de las mociones pulsionales; se considera que los estados anímicos en los que
prevalece una impronta traumática (“lo traumático”) pertenecen a la categoría de los traumatismos
más desarrollados de ambas variantes. Las hipótesis del autor son ejemplificadas mediante un
caso clínico.

DESCRIPTORES: TRAUMA / SITUACIÓN ANALÍTICA / ESCISIÓN DEL YO / LIGAZÓN / PUNTO DE VISTA ECONÓMICO / OBJE-
TO / TRAUMA PSÍQUICO TEMPRANO / INDEFENSIÓN

Summary
VARIATIONS ON THE CONCEPT OF TRAUMATISM: TRAUMATISM, TRAUMATIC, TRAUMA

In this paper, the author outlines Freud’s fundamental hypotheses concerning the concept of trau-
matism, then goes on to differentiate three notions (French being a particularly apposite language
for such a venture): traumatism, traumatic (in a substantive sense) and trauma. These three terms
correspond to the three turning points in Freud’s theory with respect to the concept of traumatism
(1895, 1897, 1920 and 1938). The author evokes also the developments that are due to Ferenczi,
particularly in his later writings, where he defined and discussed the question of trauma in contem-
porary clinical practice; the paper goes on to explore the different “variations” on this theme as re-
gards mental functioning. The author then defines, from a metapsychological point of view, the dif-
ferences between traumatisms that have been worked over by secondary processes, organized
and governed by the pleasure-unpleasure principle (“traumatism”) and early or primary trauma-
tisms, which interfere with the process of binding the instinctual drives (“trauma”); states of mind in-
fluenced by a traumatic imprint (“traumatic”) are looked upon as belonging to both categories of
more developed traumatisms. A clinical example illustrates the author’s hypotheses.

KEYWORDS: TRAUMA / ANALYTIC SITUATION / SPLITTING OF THE EGO / BOND / ECONOMIC POINT OF VIEW / OBJECT /
EARLY PSYCHIC TRAUMA / DEFENSELESSNESS

Bibliografía

Anzieu, D. (1990): “L’attachement au négatif”, en Créer, détruire, París, Dunod, 1996.


Balint, M. (1968): The Basic Fault: Therapeutic Aspects of Regression, Londres, Routledge, 1979.
Bion, W. R. (1962): “A theory of thinking”, en Second Thoughts, Londres, Karnac (Maresfield
Reprints). [Ed. cast.: “Una teoría del pensamiento”, REV. DE PSICOANÁLISIS, XXII, 1/2, 1965,
págs. 1-9.]
—(1963): Elements of Psycho-Analysis, Londres, William Heinemann. Reimpreso en Londres,
Karnac Books. Reproducido en Bion, W. R. (1977), Seven Servants, Nueva York, Jason
Aronson. [Ed. cast.: Elementos de psicoanálisis, Buenos Aires, Hormé, 1988.]
Bokanowski, T. (2001): “Le concept de ‘nourrisson savant’”, en D. Arnoux y T. Bokanowski (eds.),
Le nourrisson savant. Une figure de l’infantile, Colección de la SEPEA, París, Éditions in
Press, págs. 13-32.
—(2002): “Traumatisme, traumatique, trauma”, Revue Française de Psychanalyse, vol. 66, n” 3,
págs. 743-755.

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 25

Fairbairn, W. R. D. (1944): “Endopsychic structure considered in terms of object-relationships”,


International Journal of Psychoanalysis, vol. 25, págs. 70-93.
Ferenczi, S. (1934): “Some thoughts on trauma”, en Final Contributions to the Problems and
Methods of Psycho-Analysis, Londres, Maresfield Reprints, 1980, págs. 276-279.
— (1949): “Confusion of tongues between adult and child”, International Journal of Psychoanalysis,
vol. 30, págs. 225-230.
Freud, S. y Breuer, J. (1895): Studies on Hysteria, S. E., vol. 2, págs. 1-309. [Ed. cast.: Estudios
sobre la histeria, A. E., vol. II.]
Freud, S. (1897): “A project for a scientific psychology”, S. E., vol. 1, pág. 175. [Ed. cast.: “Proyecto
de psicología”, A. E., vol. I.]
— (1920): Beyond the Pleasure Principle, S. E., vol. 18, pág. 7. [Ed. cast.: Más allá del principio de
placer, A. E., vol. XVIII.]
— (1926 [1925]): Inhibitions, Symptoms and Anxiety, S. E., vol. 20, págs. 75-174. [Ed. cast.:
Inhibición, síntoma y angustia, A. E., vol. XX.]
— (1939 [1937-39]): Moses and Monotheism, S. E., vol. 23, págs. 3-140. [Ed. cast.: Moisés y la re-
ligión monoteísta, A. E., vol. XXIII.]
— (1940 [1938]): An Outline of Psycho-Analysis, S. E., vol. 23, págs. 139-207. [Ed. cast.: Esquema
del psicoanálisis, A. E., vol. XXIII.]
Green, A. (1993): Le travail du négatif, París, Minuit. Trad. al inglés por A. Weller, The Work of the
Negative, Londres y Nueva York, Free Association Books, 1999. [Ed. cast.: El trabajo de lo
negativo, Buenos Aires, Amorrortu, 1995.]
Janin, C. (1996): Figures et destins du traumatisme, París, Presses Universitaires de France (serie
Le fait psychanalytique).
Winnicott, D. W. (1974): “Fear of breakdown”, International Review of Psychoanalysis, vol. 1, pág.
103. Reimpreso en Winnicott, D. W. (1989), Psycho-Analytic Explorations, Cambridge, Mass.,
Harvard University Press.
26 THIERRY BOKANOWSKI

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28


VARIACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE TRAUMATISMO [...] 27
28 THIERRY BOKANOWSKI

REV. DE PSICOANÁLISIS, LXII, 1, 2005, págs. 11-28

También podría gustarte