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EL PÁNICO

Adaptación de la versión de Rafael Spregelburd

ESCENA 1
MIAMI

Una casa de familia. La que hacen Lourdes, Jessica y Guido.


En escena, Lourdes grabando un cassette, Jessica con una mochilita al hombro, lista para
irse. Guido busca algo –ya veremos que es una llave-.

GUIDO:
¡Me parece que acá la encontré! No, no es esto.
LOURDES:
Deprimente. El martes creí morir yo también. Sin Emilio, yo... nada encaja. Ayer me vi de
pronto manipulando un florerito que me había comprado él, una artesanía wichi. Y me tuve
que decir “calma”.
GUIDO:
¿Buscaste bien en tu pieza?
Jessica asiente.
LOURDES:
Me lo digo una vez.
GUIDO:
Entonces no está.
LOURDES :
Me lo digo dos veces.
GUIDO:
No está por ningún lado.
LOURDES :
Me lo digo y funciona. La palabra “calma” convoca a la calma. Esta mañana desperté
sosegada, como si me hubieran rociado de arriba abajo con una profunda quietud... y me
hubieran tirado un fósforo. ¿Ven? Pedí calma y ahora la tengo. ¡Yo soy una tarada!
Golpes a la puerta. Entra Betiana.
BETIANA:
Hola, Jessica. ¿Estás lista?
LOURDES:
Hubiera pedido “llave”, y ahora tendría la llave, y no esta pachorra espantosa...
JESSICA:
Hola. Vamos.
BETIANA:
¿Qué hace?
GUIDO:
Tiene unos parientes en... Miami... Y les graba cassettes, les manda cartas grabadas.
Las chicas saludan salen.
LOURDES:
Es un problema de plata. Ustedes saben que Emilio era el titular de la cuenta en el
Tornquist.
GUIDO:
Explicale qué es eso, ¿qué van a entender, allá?
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LOURDES:
El Tornquist, un banco de acá. Un banco muy conocido... de acá, Tony. Teníamos toda la
plata allí, en una caja de seguridad. Y ahora que está muerto no nos la dejan abrir. Dicen
que tiene que ir a sucesión. Ahora yo voy al banco, ¿y qué digo? ¿Cómo hago? No sé qué
decir. Yo no soy nadie. Para el banco. A lo que Emilio y yo... es decir, para la ley no
estábamos casados... Estamos buscando la llave de la caja como locos. Tiene que estar en
casa, pero no la podemos encontrar, Tony. Besos a Glenda. Y a Bob. (Intenta en vano
hacer que Guido salude.) Y los chicos también. Los quiere, Lourdes.
Apagón.

ESCENA 2
BAILARINAS

Un escenario de ensayo. Tres chicas con ropas normales: Betiana, Jessica y Anabel.
Pronto habremos de notar que son bailarinas. Contemporáneas.
La coreografía es un misterio.
Nada de esto es muy precisable, ni en tiempos, ni en ritmo, ni en valor.
La música culmina.
Elyse Bernard aparece. Es la coreógrafa. Está muy despeinada. Siempre. Pero tiene
talento. Dicen. Jamás levanta la voz. Si pudiera, de hecho, no diría nada. Las tres la
respetan y le temen de un modo del que no se puede hablar.

ELYSE:
Mal. No. (A Betiana.) Tarde tu momento del padre, te atrasaste.
BETIANA:
(Aterrada y respetuosa en partes iguales.) ¿Qué momento del padre?
ELYSE:
No llegaste a “tu” momento del padre.
BETIANA:
¿Qué momento?
ELYSE:
El momento del padre.
BETIANA:
No entiendo qué momento es el del padre
ELYSE:
Revisalo. (A Jessica.) Tu postura, revisala.
JESSICA:
Sí, es cierto.
BETIANA:
Si yo no hago el momento del padre, ¿de dónde parte ella? O sea, si yo soy el padre...
ELYSE:
Vos no sos el padre
BETIANA:
Eso lo entiendo.
ELYSE:
Al padre hay que evocarlo...
JESSICA:
Claro. Eso es un poquito responsabilidad de todas.
ELYSE:
Ella se atrasa y ustedes se adelantan.
BETIANA:
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¿Con respecto a qué? Es que no entiendo cuál es el tiempo...


ELYSE:
No, perdónenme, pero antes de hablar de “tempo” empiecen por hacer lo que tienen que
hacer.
ANABEL:
Elyse, yo vine acá porque vi otros trabajos tuyos... Y yo me atraí... bueno, me sentí
atraída... O sea... Nadie está donde está por casualidad o por astros. Yo creo en el tesón. Y
nada más. Elyse, yo prácticamente decidí embocarme a la danza y transpirar cilindros, de
ser necesario, cuando vi lo que un puñado de cuerpos bien orientados en el escenario eran
capaces de hacer. Yo estoy a la caza de espacios personales intensos, bárbaros. Y ahora
audicioné con vos porque...
ELYSE:
¿Cuál es la pregunta?
ANABEL:
¿Qué pregunta? ¿Te hago una pregunta?
ELYSE:
(A las otras.) No la entiendo. (A Anabel.) No te entiendo.
ANABEL:
Yo fui, vi “Bongos y canillas” y me dije: ¡Zas, Cunningham! Yo sé hacer Cunningham.
ELYSE:
Hacelo, mostrame.
ANABEL:
¿Qué querés? ¿Torso o corrida?
ELYSE:
¿Mh? Torso.
ANABEL:
OK, te hago torso. (Lo hace. Se detiene. Luego se engolosina y hace Corrida. Todas están
excitadísimas, sin mucha razón. Tanto torso como corrida son la misma mierda.)
ELYSE:
¿A ustedes les parece que esto tiene cabida en lo que estamos haciendo? Acá hay dos
posibilidades: o hacemos lo que se hace siempre, o damos un giro de ciento ochenta grados
y hacemos lo que se va a hacer. Y yo quiero ver lo que se va a hacer. (A Jessica.) Quiero
ver la postura, y proyectada. (A Anabel.) Quiero ver tomas de partido. (A Betiana.) Quiero
ver el momento del padre.
BETIANA:
Pero somos bailarinas...
ELYSE:
¡Y yo no estoy pidiendo que laves la ropa sino que hagas lo que tenés que hacer! ¿Qué
creen ustedes del baile? ¿Me muevo como una idiota mientras alguien pone un disco?
¿Ustedes no tienen intuiciones de ningún tipo? ¿No les pasa nada?
BETIANA:
Es que en los videos de Berlín que yo vi tuyos...
ANABEL:
La toma de partido... ¿es de cada una, o es grupal? (Ninguna confirma.) ¿Grupal?
JESSICA:
No, Anabel, no le preguntes así que no se te entiende.
ANABEL:
¿Qué no se me entiende? ¿Es grupal?
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ESCENA 3
BANCO TORNQUIST

La oficina de Cecilio Roviro, gerente del banco Tornquist. Ya están allí Lourdes, Guido y
Jessica.

CECILIO ROVIRO:
Así que ustedes querían verme.
LOURDES:
Sí. Ya le explicamos a su secretaria...
CECILIO ROVIRO:
¿Una chica como de esta altura, rubia, muy poco iluminada...? ¿Y ustedes para qué quieren
verme? Porque ustedes son muchísimos. A ver, esperen: ustedes son una familia.
GUIDO:
Somos... tres.
CECILIO ROVIRO:
Sí. Cecilio Roviro, encantado, mi tiempo de punta en blanco para recibirlos. (Los invita a
sentarse con un simple gesto de la mano. Pero hay una sola silla, lo cual es decisivo para
que Lourdes estalle en un llanto que venía reprimiendo desde la muerte de Emilio).
JESSICA:
Sentate vos, mamá.
LOURDES:
Bueno, a ver... Nosotros tenemos un problema terrible, ya se lo explicamos a la señorita.
Hace unos días se nos murió mi marido y él tenía la llave de la caja de seguridad, y ustedes
deben tener una copia.
CECILIO ROVIRO:
Entonces, su marido murió. ¿Cuándo?
JESSICA:
Perdimos la llave.
CECILIO ROVIRO:
¿Qué profesión tenía... su marido?
JESSICA:
A nosotros se nos...
CECILIO ROVIRO:
Sí, la llave. A ver, un momentito. ¡Rox! ¿Podés venir un minuto? (Aparece Rox, una
secretaria rubia y lánguida, en un diminuto uniforme de oficina que deja al descubierto
mucho más de lo estrictamente necesario. De hecho, tanto ella como Cecilio visten saco y
ropa interior.)
Tenemos copias. O llaves. Tenemos.
ROX:
No, perdón, yo les expliqué... tenemos una llave que le damos al cliente y otra que tenemos
nosotros y las dos juntas, en combinación, abren esa caja.
CECILIO ROVIRO:
¿Ustedes tienen la llave?
GUIDO:
No, nosotros la buscamos.
CECILIO ROVIRO:
¡Ah! ¿Su nombre?
LOURDES:
Lourdes Grynberg.
CECILIO ROVIRO:
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¿Ustedes, chicos? ¿Cuántos años tenés?


JESSICA:
Jessica, 23.
CECILIO ROVIRO:
Rox, sacame el año.
ROX:
¿Qué?
CECILIO ROVIRO:
Sacame en qué año nació, así hacés algo.
GUIDO:
Yo soy Guido, 19.
CECILIO ROVIRO:
19, Rox. (Suena el teléfono.) Perdón. (Atiende.) ¿Pájaro? ¿Qué hacés? (...) Ah, ¿te contó
Mili? ¿Viste qué raro? (...) No sé qué hacer. (...) Es que ya los vi en las heladerías y en los
locales de Gucci, los de Alto Palermo. (...). Son unos corazones negros, con ribetitos, los
diseñé yo, tienen mi firma, dicen “Cecilio Roviro”, y los están usando en los papeles con
los que envuelven los helados, y los productos Gucci. (...) No, no, si yo no diseño nada.
Fue eso sólo. (...) Bueno, te dejo que estoy super estresado. (...) Bacio! (Corta). Bueno, a
ver... ¡Ah, va a tener que ir a sucesión!
JESSICA:
No, pero eso tarda mucho.
GUIDO:
Eh, la cuenta está a nombre de Emilio...
CECILIO ROVIRO:
Emilio... Grynberg.
JESSICA:
No. Emilio Sebrjakovich.
CECILIO ROVIRO:
(A los chicos.) ¿Ustedes son Grünbergs, también, con dos puntitos como “ungüento“?
JESSICA:
No, nosotros somos Sosa.
CECILIO ROVIRO:
Pero ustedes son una familia. ¿Cómo son familia?
ROX:
La señora es la mujer del titular de la llave, y ellos son los hijos de la señora.
LOURDES:
Tenemos que abrir la caja.
CECILIO ROVIRO:
¿Pero por qué quieren sacar sus cosas? ¿Tienen humedad, las cajas? (A Rox.) ¿Dónde está
esta caja?
LOURDES:
Necesitamos la llave.
ROX:
Teóricamente no se puede dar la llave.
GUIDO:
Nosotros queremos ver si prácticamente se puede abrir porque necesitamos cosas que hay
adentro de la caja.
LOURDES:
Mire, estamos acá sentados, estuvimos como media hora afuera... Mi marido se murió. ¿A
usted le parece que es grato hacer estos trámites con la casa tan vacía?
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CECILIO ROVIRO:
Mire, acá con mi asistente, Rox, todos, con ustedes, conmigo, vamos a hacer la VISTA
GORDA. ¿No, Rox? Ustedes van como si nada, van con la llave y la abren, aunque no
sean los titulares, nosotros vamos a estar mirando para otro lado, ¿no, Rox?
ROX:
Podemos hacer que leemos unas revistas, o que ordenamos los folletos de créditos
hipotecarios, que hablamos con el vigilancia...
JESICA:
Es que nosotros no encontramos la llave de la caja de seguridad.
CECILIO ROVIRO:
Ah. Nosotros no tenemos copia. Hagamos una nota de pedido. La nota va dirigida a mí,
señor Cecilio Roviro… (A Rox.) ¿Soy zurdo yo?
ROX:
Sí.
LOURDES:
¡No! ¡La llave!
CECILIO ROVIRO:
Yo les voy a dar un número. Es el número de Susana Lastri, una psíquica que encuentra
cosas.
LOURDES:
¿Y es de confianza suya?
CECILIO ROVIRO:
Mh. Hoy en día.
Apagón.
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ESCENA 4
TENEDOR

El living de los Grynberg-Sosa-Sebrjakovich.


Susana Lastri, la psíquica, está sentada tratando de doblar un tenedor con la mente. El
tenedor es la improvisada antena al Más Allá.
Lourdes y Guido siguen con inusitada atención el curso del experimento.
Jessica, en cambio, pasa un par de veces sin prestarles ninguna atención, buscando sus
cosas: campera, carterita, sus cosas de bailar, en fin, sus cosas.
Susana Lastri, pese a sus esfuerzos denodados, no consigue doblar el tenedor.
Súbitamente, interrumpe su intentona, y baja la cabeza.

SUSANA LASTRI:
No puedo doblarlo, no sé qué pasa. No quiere venir. El muerto no quiere venir.
JESSICA:
No traigan esta gente a casa. Después pasan cosas raras. Se volvió a tapar el depósito del
baño.
GUIDO:
¿Y qué tiene que ver?
JESSICA:
Eso. Se volvió a tapar, y antes nunca se había tapado.
GUIDO:
¿Y qué? Si ella ni siquiera fue al baño.
JESSICA:
Y bueno, pero estas cosas pasan.
LOURDES:
(A Susana.) Yo creo que podemos probar mañana. Valió la pena igual. A lo mejor él se
tiene que acostumbrar a la idea de que está muerto... y ahí te contesta, ¿no?
SUSANA LASTRI:
No se va a acostumbrar.
LOURDES:
Ah... Mirá... No te podés quedar acá, yo me tengo que ir, porque si me quedo me deprimo.
Ya arreglé y voy a ir al cine a ver una. Nos vemos.
Lourdes se va. Entra Emilio.
EMILIO:
¿Salís, Lourdes? ¿Vos me llamabas? ¿Me podés comprar un cassette Super VHS?
(Lourdes, obviamente, no lo oye y sale.) ¿Sabés cuáles son? Los del tamaño igual que los
VHS pero que tienen una cajita... OK. (A Susana.) ¿Te atendieron?
SUSANA LASTRI:
(Que merced a sus incontables habilidades sí puede verlo, pero no reconoce que es el
convocado.) No, ya me iba. A lo mejor mañana... hoy me fue imposible, imposible. Estoy
agotada.
EMILIO:
¿Qué hacían?
SUSANA LASTRI:
Tratando de hablar con un muerto...
EMILIO:
¿En serio?
SUSANA LASTRI:
¿Podés creer? Yo, que apenas me entiendo con los vivos. Perdoná, no te quiero enrollar,
pero yo no pedí este don, ¿sabés? ¿Vos vivís acá, también?
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EMILIO:
(Mira la casa, como reconociéndola por vez primera.) ¿Eh? Sí... ¿Querés un café?
SUSANA LASTRI:
Sí. Un cafecito y me voy. Tengo trabajo, cuido una nena.
Entra Guido.
EMILIO:
Claro, con un trabajo solo no alcanza, ahora. ¿Querés azúcar?
SUSANA LASTRI:
Sí.
Guido mira el lugar para dónde habla Susana. Emilio sale a buscar el azúcar.
GUIDO:
¿Salimos a tomar un café... fuera de casa?
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
¿Me das tu teléfono? Uy, ya lo tengo en el... acá, el directorio. ¿El viernes que tenés que
hacer? Porque mi hermana Jessy hace una fiesta y no sé si te cabe, hacen esas fiestas... de
ácido. Se prueban cosas que... Bueno, no sé si te gusta ir a fiestas, igual, no sé si querés
venir a la fiesta del viernes.
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
Sí. Hace un rato me hice pis encima. Con tanto lío... acá en casa...
SUSANA LASTRI:
Sí.
GUIDO:
Igual, ya me lavé, me cambié el pantalón... me voy a poner un pantalón... de corderoy.
¿Vos… o sea… quién sos? Quiero decir… estos poderes... ¿hace cuánto que los tenés?
SUSANA LASTRI:
No sé. Bah. Ojalá no supiera.
GUIDO:
Yo de chico creía que tenía poderes. A veces me ponía a mirar una maceta con mucha
bronca, con odio por alguna cosa, y casi siempre después la planta se moría. A lo mejor no
la regaba nadie. Tampoco quiero decir que tenía poderes, pero… ¡Qué odio! Yo era un
chico que sentía mucho odio, ¿sabés?
Ella se para, lo besa en la boca, le da una tarjeta y sale hacia la puerta de calle.
Bueno, te llamo, Susana. ¿Es tu número? Ah, no.
SUSANA LASTRI:
No. Es un psicólogo. Barato. Hagan terapia. Tienen bloqueo. Ustedes saben dónde está la
llave en un estadío inconsciente. Hagan terapia. Vuelvan a saber. (Sale. Apagón.)
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ESCENA 5
TERAPIA FAMILIAR

La familia en pleno (Lourdes, Jessica y Guido) hace terapia en casa. Incluso han
contratado a un Terapeuta, un individuo de aspecto informal pero contrito. Tal como se
ven las cosas, hace rato que están en eso. Todos están extrañamente enredados en un
cable, uno de cuyos extremos sostiene el Terapeuta.
GUIDO:
(Terminado su turno, pasa el otro extremo del cable a Jessica.) Yo... ya está.
JESSICA:
(Recibe el cable.) ¿Qué, tengo que hablar de mí?
TERAPEUTA:
¿A usted qué le parece?
JESSICA:
¿Si quiero hablar tengo que agarrar el hilo?
TERAPEUTA:
No sé, es la primera vez que lo pruebo.
JESSICA:
Lo que pasa es que como mamá estuvo media hora seguida hablando no sé cuál es el
asunto, en esto del hilo, del cable...
LOURDES:
¿A vos te molesta que yo hable? ¿Es eso? ¿Te parece que no lo pasé? Mirá. (Muestra el
recorrido del cable, que los ha enredado varias vueltas a todos.) Hay pruebas de que lo
estuve pasando. Acá hay prueba de sobra de cómo funciona esta familia.
GUIDO:
Ah, por eso el recorrido del cable... Es como... Es como, pone de manifiesto lo que pasa...
Ella se pone nerviosa y nos tironea, sin querer... Es decir, nos involucra...
TERAPEUTA:
¿Qué querés decir con que te tironea?
JESSICA:
Tironea. Es física, es un tirón físico. Una cuestión física.
TERAPEUTA:
No. Toda enfermedad es psicosomática. Y acá yo veo enfermedad donde ustedes ven tirón.
¿Qué más querés recordar?
JESSICA:
Como querer, no quiero. ¿Qué? ¿Tengo que volver a lo de Emilio?
LOURDES:
¡“Lo de” Emilio! ¡“Lo de” Emilio! Nos quieren hacer quedar como unos monstruos,
doctor. ¡No cuestionen todo, todo lo que hago! ¿No ven que estoy desesperada? Ya les
expliqué, ya nos explicó la psíquica: tenemos un bloqueo, toda la información que
teníamos en el consciente se fue al inconsciente, y entre esa información a lo mejor uno de
nosotros recuerda dónde puso Emilio la llave... (A Jessica) A vos no te interesa entender
nada, no me entienden, nunca me entendieron.
TERAPEUTA:
Saque todo, señora.
Lourdes sale a por un trago.
JESSICA:
¿Cómo es esto? ¿El que quiere se puede ir?
TERAPEUTA:
Técnicamente, no. (Bajando la voz, e invitándolos a cierta confidencia.) Ey, chicos... ¿Por
qué se puso así? ¿Fue algo que yo dije?
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JESSICA:
No sé. Mamá es así.
LOURDES:
Ya estoy mejor. Ahora que me relajé un poco y fui a buscar un trago me acordé de algo:
mañana tenemos el cumpleaños de Gachi. ¿Puede servir como asociación?
JESSICA:
¿Quién es Gati?
GUIDO:
Yo no lo conozco.
TERAPEUTA:
Ahá. A ver. ¿Cómo funciona esta familia? Ustedes creen que todos tienen la misma
información y no es así. Esto puede ser clave para encontrar esa llavecita.
GUIDO:
¡Ah, Gachi! Sí lo conozco.
TERAPEUTA:
Entonces volvamos mejor sobre Emilio. (Tira del cable.)
LOURDES:
¿Qué tiene de malo adoptar a un chico? Nosotros les consultamos, tu padre y yo lo
hablamos con los dos, y ustedes estuvieron de acuerdo...
JESSICA:
¡Vos te casaste con tu hijo, mamá! ¡Con tu hijastro! Murió papá y te casaste con él.
Nosotros... Guido y yo... tuvimos que vivir con eso, pasar por las noches y ver a Emilio en
tu cama, oírlos hacer la lista de compras para ir al Coto, todo, todo eso, ¿entendés?
LOURDES:
¿Eso me querías decir, todos estos años? (A los dos.) ¿Era eso? Nada de esto viene al caso.
Esto no es un tema inconsciente, y nosotros estamos tratando de sacar del inconsciente
algo que nos importa a todos...
JESSICA:
¡Claro, la llave!¡Lo único que nos importa a todos? ¿No, mamá?
TERAPEUTA:
Aquí hay problemas disfuncionales. (A Jessica.) Vos tenés problemas. (Los señala uno por
uno.) Y vos. Y vos. Son distintos... y son todos problemas.
LOURDES:
Paguemos.
TERAPEUTA:
Sí, son 10 pesos.
LOURDES:
Dáselo, yo después te lo doy.
JESSICA:
Es el reino del revés.
GUIDO:
Nunca nos apoyó en nada, ella si puede te boicotea.
JESSICA:
Y ni lo registra. (al Terapeuta) ¿No tiene dos de cinco?
TERAPEUTA:
No, yo no tengo un peso. Yo hago esto porque me gusta y me recibí y todo, pero la plata la
saco de otro lado. Estuve trabajando acá, en una escuela, levantándoles números a las
maestras, y ahora no me pagaron, me tuve que pelear... Parece que adoctrinan a los chicos
para que no jueguen a la clandestina. Y eso te arruina. Esos chicos lo aprenden así, de
chicos, y nunca van a ir a ponerle un cinco pesos a ningún número. Si se lo dice la
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maestra... “No le juegues a la clandestina, no le juegues a la clandestina”... “Lo dice la


seño, lo dice la seño, lo dice la seño...” Te funden.
LOURDES:
Doctor, tiene la farmacia abierta.
JESSICA:
Me voy a un ensayo.
LOURDES:
¿De qué? ¿Qué estás ensayando?
JESSICA:
Lo de Elyse.
LOURDES:
¿Qué Elyse?
JESSICA:
La coreógrafa, la que vino de Berlín. (Se va.)
LOURDES:
¡Qué barbaridad, no me cuentan nada! Yo no sé si es abogada, dónde duerme, cómo gana
la plata… ¿Y vos, Guido? ¿Qué pasó con lo que habías empezado?
GUIDO:
No... Se complicó, en un momento empezaron a querer tomar parciales... y finales, a mí me
gustaba lo de los cables, lo técnico... Se me complicó, ma. (Se quiebra emocionalmente.)
Se complicó todo.
Apagón.
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ESCENA 6
CÁRCEL

En la cárcel. Sala de visitas.


El Terapeuta atiende a Regina, una señora elegante, bastante alterada. Le muestra una
lámina, a la distancia.
REGINA:
¿Usted cree que yo estoy loca, doctor? Yo lo que tengo es tristeza, porque estoy presa, y
porque estoy medicada, y porque ya tenía tristeza antes de estar presa, y yo no maté a
nadie.
TERAPEUTA:
Mataron a tu amigo… Emilio...
REGINA:
Mi amante, ¿o tener un amante es motivo para ir presa?
TERAPEUTA:
Y también encontraron muerto a un señor que cuidabas en el hospital...
REGINA:
Ya hace una semana de eso, sin pruebas, sin nada, y yo todavía acá, interrogada.
TERAPEUTA:
¿Qué pasó?
REGINA:
¿Con Emilio? Habíamos discutido. ¿De qué? Lo mismo de siempre. Yo me tomé el
antidepresivo, tomé alcohol, ¿cuánto?: medio jarrito, me dormí. ¿Qué pasó? Parece que en
ese tiempo Emilio rodó por la escalera, ¿yo lo sabía?, yo no lo sabía. ¿Cómo podía saberlo
si estaba dormida, medicada, triste?
TERAPEUTA:
Usted no está loca.
REGINA:
Eso ya lo sé, doctor.
TERAPEUTA:
Por mí, el trabajo está terminado. ¿Quién me paga mis ocho pesos, acá?
REGINA:
¿Qué? ¿Así funciona la psicología? ¿Eso piensa usted? Ah. Me quieren ver violenta.
TERAPEUTA:
A los efectos de convencer de la inocencia de uno, a uno le conviene mostrarse pío...
Piadoso... Católico... o cristiano, no sé. Uno tiene que...
REGINA:
¿Por qué decís “uno”? ¿Te referís a mí? ¿Sos tonto? (Pausa, en la que se verifica que la
respuesta a esa pregunta es afirmativa.) Ay, sos tonto. El hombre del hospital. El Señor
Roviro. La semana pasada. ¿Qué pasó? También había discutido con Emilio. ¿Qué hice?
Salí a caminar. ¿Llevaba alguna cosa en especial? Sí, llevaba al perro. Seguí caminando,
yo andaba medio boleada y casi me pisa un micro. ¿Qué micro? Un micro lleno de
egresados que volvían de Bariloche. ¿Qué hacen los chicos? Me empiezan a gritar por las
ventanas: “¡Conchuda, conchuda!” El perro se alteró mal, se me soltó de la correa, ¿y qué
hizo?, mordió al primer tipo que pasaba. Era un vie... un señor mayor. Le mordió la pierna.
¿Qué hice? Lo llevé a la guardia, quedó en terapia intensiva, no por la mordida, que era
algo superficial que se cosió enseguida, sino por otras cosas. La gente muere de muchas
cosas y lo del perro fue un accidente que puede pasar.
TERAPEUTA:
Regina... Sumamos dos más dos... Muere el señor que cuidás en el hospital... Muere tu
amigo en tu casa...
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REGINA:
Mi amante. Yo le quería pedir, doctor, si no puede hacerme una receta para las pastillas
antidepresivas.
TERAPEUTA:
Yo te las consigo. ¿Cuáles son?
Entran Lourdes, Jessica y Guido.
LOURDES:
¿Vos lo mataste?
JESSICA:
Queremos la llave. Nosotros no tenemos rencores pero sabemos que usted era la amante de
mi papá, de mi hermano, Emilio, y él está muerto.
REGINA:
¡Yo no lo maté!
LOURDES:
¿Y por qué estás presa?
JESSICA:
Nosotros necesitamos la llave de la caja que está en el banco Tornquist.
REGINA:
¿Ves? A vos no te importa nada Emilio, lo único que querés es la plata.
LOURDES:
¿Cómo no me va a importar? ¿Vos pensás que yo soy una idiota? ¿Que no veía cómo lo iba
perdiendo, día a día? ¿Que no olía tu Anaïs-Anaïs en su saco? ¡Criar un hijo para amarlo
como a un esposo, y perderlo todo así!
REGINA:
Él llegó a mí como un hombre libre, Lourdes.
LOURDES:
Vos tenés que entender que te vas a pudrir acá y mientras vos te pudrís acá yo quiero
rehacer mi vida, soy joven todavía.
GUIDO:
Mamá, no podés pasarte la vida tratando de empezar otra vez... quedate con algo... en
algo... Doctor, dígale que se comporte como... como la madre que nunca fue.
JESSICA:
Nosotros queremos saber si sabés algo de una llave y nada más.
REGINA:
¿Y cómo no lo voy a saber? Emilio no hacía más que hablar de la llave. “La llave que abre
el mundo de los muertos”, decía. “La llave que reconcilia a los vivos con los muertos.”
LOURDES:
No, ¿qué mundos? Yo te hablo de la llave de la caja de seguridad del Tornquist.
REGINA:
No se decidía a dejarte, Lourdes. Tenía miedo de que pudieras cometer una locura. Él decía
que si te dejaba y se venía a vivir conmigo vos ibas a suicidarte. Que vos lo habías
amenazado con eso un par de veces. Que una vez tomaste Kaotrina.
GUIDO:
¿Mamá?
Lourdes llora.
JESSICA:
Vení, mamá, vamos a casa.
Guido y Jessica sacan a Lourdes de la celda y se van.
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ESCENA 7
FIESTA

En un lado de la escena, Anabel instala un grabador. Lo manipula, parece que Jessica y


Anabel de vez en cuando trabajan desgrabando clases de la facultad para vender los
apuntes a los estudiantes.
Anabel traduce y le dicta a Jessica, que trata de pasar el apunte en limpio, mientras se
termina de pintar y de vestir para la fiesta.
Del otro, Guido, acomodando el sonido para la fiesta.
Emilio acomoda sus VHS.

ANABEL (OFF):
… pará, Jessy. ¿Por qué no terminamos con esto de la desgrabación y usamos el cable del
grabadorcito?
JESSICA (OFF):
¿Qué pin tiene?
ANABEL (OFF):
Es estandar. Multi-pin.
JESSICA:
¿Cuánto falta?
ANABEL:
Nada, la conferencia de Mayenburg, está en alemán, te dicto y lo liquidamos, mañana las
paso en limpio y la vendemos en la puerta de la Facultad.

Suena el timbre. Guido atiende.

GUIDO:
Hola.
SUSANA LASTRI:
Hola. Perdón. Llegué temprano. Traje un Cinzano.
GUIDO:
Todo bien, no te preocupes. Pasá, pasá que todavía no terminamos, me voy poniendo una
camisa.

ANABEL:
“¿Qué es un paradigma?”
(Jesica anota.)
ANABEL:
Ponelo como título. “Y en todo caso, ¿es ello algo bueno?”
JESSICA:
¿Lo anoto o lo decís vos?
ANABEL:
Como subtítulo. “Qué es un paradigma / algo bueno / algo malo”. Sigo. “Imaginemos que
la idea, que es informal, tuviera forma de torbellino. Esto ayuda.”
JESSICA:
...de torbellino... ayuda...
ANABEL:
Torbellino como... O sea, “Strudel”, no se refiere al viento en sí, sino a la generalidad,
como remolino, como caos... Pero no es “Wirbel”, dice “Strudel”. Ponele torbellino.
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JESSICA:
Ya lo puse. ¿Pero Strudel no es eso que se come...? Bueno, dale.
ANABEL:
“Imaginemos ahora, sólo por un momento, un perro”... una perra, poné, “al medio del
torbellino”.
JESSICA:
...En medio del torbellino...
ANABEL:
“Imaginemos que este perro/perra pudiera ladrar...” "...En el mundo de las ideas...” “...de
ese universo en miniatura y en crisis...”
JESSICA:
Pará, más despacio... ¿La idea es propia del perro?
ANABEL:
Esperá que acá le hacen una pregunta.

(Guido y Susana consumiendo éxtasis)


SUSANA LASTRI:
No me hagas caer, me siento bastante rara, ya.
GUIDO:
No, y esperá un ratito a ver cómo te pega... Jessy, vamos a poner música acá.
SUSANA LASTRI:
¿Tenés una música que te haga olvidar de todo? ¿Qué tenés? ¿Tenés Santana?

ANABEL:
No grabé las preguntas.
JESSICA:
Está bien, pero ¿no podés reconstruir la pregunta?
ANABEL:
La deducimos del contexto.

SUSANA LASTRI:
No... Es que vos, como todos los hombres pensás la concha como una totalidad en bruto.
No es un pack. Tenés que pensarla en partecitas. Si manoteás como si fuera un monedero
no voy a acabar nunca. Te aclaro –porque parece que no te lo dijo nadie- que sólo un 5%
de las mujeres realmente tienen orgasmos vaginales, el 95% somos clitóricas. Así que no
manotees a lo bestia. Sos de sagitario, ¿no?
GUIDO:
¿Qué, te vas a ir?
SUSANA LASTRI:
Al baño, voy al baño. ¿Me hacés otro Cinzano con eso que le pusiste? (Sale.)
GUIDO:
Claro. (Queda en su sitio, muy confundido.)
LOURDES:
… por eso Tony… lo que yo te digo es que vendo todo y me las tomo.
EMILIO:
Acá está lo que les quería mostrar. Es una fábula egipcia, viejísima, pero la quiero
presentar en un ámbito urbano, contemporáneo, sin la boludez de la pirámide y todo eso.
¿Ya te vas? Claro, está a full, la fiesta. (Por el video.) ¿Lo vemos?
LOURDES:
… esto no es así siempre, es hoy porque resulta que hay una fiesta, si no el edificio es
super tranquilo, se va a vender rápido...
16

Sale. Emilio intenta seguirla, pero por algún motivo descubre que no puede.
EMILIO:
(A Guido.) Está a full, la fiesta... bueno, un libro buenísimo, egipcio, antiguo, y de ahí
saqué la idea base... la llamamos a Jessy y se los muestro... Te pregunto si no la viste a
Jessy. ¿No me oís? (Guido y Emilio salen y se cruzan con Jessica, que reaparece
corriendo.) Ah, Jessy, dale, venite que les muestro unas escenas piloto.
Jessica baja a abrir la puerta a una eufórica Betiana.

JESSICA:
¡Betiana! ¡Hola!
BETIANA:
¡No me vas a creer lo que te traje! ¡Abrilo! ¡Abrilo! ¡Me lo hice traer de Berlín! ¡Te vas a
morir!
ANABEL:
¿Terminamos con lo de Mayenburg, Jessy, o lo hago yo sola? Mirá que no me importa...
JESSICA:
Pará que se lo damos a leer a Betiana, para que veas que yo no te lo digo de jodida que soy,
pero no se te entiende nada...

SUSANA LASTRI:
Bebo de tu vaso, veo tus secretos. Cuidado, varón.
GUIDO:
¿Eh? Yo te escucho y vos me estás dando opiniones sobre los hombres en general, y eso
me parece una locura.
SUSANA LASTRI:
¿Por qué?
GUIDO:
Porque sí, porque sí, porque yo te invité a vos como una mujer en particular, no te dije
“vamos a una fiesta, me da lo mismo ir con vos o con cualquier hembra”.
SUSANA LASTRI:
Claro. Hace una semana ni me conocías, y hoy me querés coger. Si eso no es lo mismo que
decir que cualquier concha más o menos bien apretada te da lo mismo...
GUIDO:
No, pará... Es lo mismo. ¿Cómo sé que no me querés como un prototipo de macho,
también, y que te da lo mismo, lo que yo tenga además de... de eso...?
SUSANA LASTRI:
No seas imbécil. Yo sé. Yo tengo percepciones.
GUIDO:
(Completamente convencido.) Ah.
Vuelve Emilio con un video.
EMILIO:
Acá está.
SUSANA LASTRI:
(Susana es la única que puede verlo.) Todas las voces, todos los rituales.
(Ahora le habla al muerto, o a varios fantasmas, invisibles.) ¡Tomé de más! ¡No quiero
hablarles! ¡Ustedes están muertos! ¿Qué quieren de mí? (A Emilio.) Vos te moriste hace
una semana...
EMILIO:
No.
SUSANA LASTRI:
¡Basta! ¡Déjenme en paz! ¡Basta!
17

EMILIO:
¿Te sentís mal?
SUSANA LASTRI:
Ahora llega siempre el momento de la prueba. ¿Querés la prueba? ¿Cuánto hace que no
abrís una canilla?
EMILIO:
Recién, eso es una tontera, hace unos minutos me lavé las manos en el baño de acá.
SUSANA LASTRI:
¡Hacé memoria, si es que podés! ¿Hace cuánto que no ponés la mano y la canilla cede?
Emilio sonríe, incrédulo. Luego se mira la mano. Descubre que tiene razón. Sale
corriendo a verificar la cuestión en el baño.
SUSANA LASTRI:
(Volviendo a Guido.) No me preguntes mucho de eso, no me gusta hablar. Es una
maldición... El mundo de los muertos cansa. Ahora me los saqué de encima un rato, pero
van a volver. Parece que estar muerto es horrible. Los muertos lo pueden soportan porque
tienen un acuerdo que se firma en el más allá.

BETIANA:
Jessy, voy al baño.

SUSANA LASTRI:
Les quitan la memoria. Y el deseo. No quiero hablar.
GUIDO:
¿Vos podés mover cosas? ¿Vos me podés leer el pensamiento?
SUSANA LASTRI:
¿Querés que te diga lo que pensás? Me la querés poner a toda costa, es algo físico y ni te
das cuenta, y además tenés miedo a la comparación que yo pueda hacer de tu pene con
otros penes que yo ya vi.
GUIDO:
No, yo no estoy pensando en eso...
SUSANA LASTRI:
Sí. Pero no te das cuenta. Pensá un número.
GUIDO:
¿De cuánto a cuánto?
SUSANA LASTRI:
No importa, ya pensaste el veintiuno.
GUIDO:
¿Cómo... cómo lo hacés?
SUSANA LASTRI:
Mirá, no me gusta hacer esto, me estoy aburriendo. ¿Vos querés que tengamos sexo, vos
querés algo más serio, más ocasional? (Ni llega a responder, ella lee su pensamiento.) OK,
no lo sabés, pero querés probar.
GUIDO:
No, no simplifiques... No, yo pensé el veintiuno, pero todo esto que vos decís...
SUSANA LASTRI:
¿Cómo? ¿En serio pensás eso?
GUIDO:
No. ¿Qué pensé?
SUSANA LASTRI:
“¿Pensará ella que soy puto?” Ay, sos lo mismo que todos los hombres.
GUIDO:
18

¿Cómo voy a pensar eso?


SUSANA LASTRI:
¿Vos sabés quiénes son los mejores clientes de los travestis? ¿Eh? Los milicos, los canas,
¡supermachos! ¿Sabés por qué?
GUIDO:
No, no, eso es un mito.
SUSANA LASTRI:
Se creen tan machos que lo que quieren es cogerse a un macho, ¿entendés? ¡Soy un macho,
y entonces los machos más machos quieren que se las ponga, yo y sólo yo! Pero hete aquí
que después descubren la reversibilidad de este razonamiento silogístico, y si se pueden
hacer garchar también, bueno, mucho mejor, ¿no? ¿Me vas a decir que no estás pensando
en eso? Dame un beso, dame un beso.
GUIDO:
No estoy pensando en eso. Es horrible, lo que me decís.
SUSANA LASTRI:
El miedo del puto que hay en vos. Y es típicamente masculino. Todo bien. Yo en otras
vidas fui cosas peores.
GUIDO:
Estás simplificando todo de una manera que...
SUSANA LASTRI:
Ay, mirá, me cansé. Todo lo negás, todo, sin fundamento. ¡Yo necesito un hombre, no un
proyecto de inseguridades! (Se va, Guido la sigue.)
GUIDO:
¡Susana! ¡Vení, hablemos! (Sale tras ella.) ¡Me preguntás y te contestás vos sola! (Sale.)

JESSICA:
Escuchame una cosa, Anabel. ¿Vos entendés bien el alemán? Porque no se te entiende.
BETIANA:
(Volviendo del baño.) Perdoná, Jessy... El baño no... La... El... no dispensa, así que tuve
que usar un...
JESSICA:
Sí, un balde que está al lado, llenalo en la bañadera, todo bien. (A Anabel.) No se te
entiende nada.
ANABEL:
No seas así. ¿Qué no se me entiende?
JESSICA:
Nada. A ver, dale.
ANABEL:
“Mario, Mario, Mario, cambia la risa de ambos, y los ojos de huevo, los ojos saltones...”
JESSICA:
¿No ves? ¿Qué Mario? ¿Dónde dice “Mario”? ¿Cómo querés que anote esto? ¿Vos
escuchás lo que me estás dictando?
ANABEL:
No, yo interpreto, no puedo pensar en lo que digo.
BETIANA:
No se te entiende nada. (Anabel sale) A mí me parece que a lo mejor no sabe alemán y no
se animó a decírtelo.
JESSICA:
No sabe alemán, pero eso es aparte, no le entiendo. Yo no sé si esto se medica, nadie dice
nada, nadie pregunta... No le entiendo yo, no le entiende nadie. ¿O vos le entendés?
ANABEL:
19

(Volviendo del baño.) Jessy, ¿sabés qué raro, lo del baño? Estaba trabado, por eso no
cargaba, metí la mano y lo destrabé, estaba trabado con una llave.
JESSICA:
Escuchame una cosa, Anabel. Para que no perdamos más tiempo, con esto. ¿Vos hablás
alemán?
ANABEL:
Sí, pero lo que te digo es que metí la mano en la mochileta, saqué esta llave que trababa la
báscula, y ahora carga bien.
JESSICA:
A ver, ¿cómo decís “metí la mano en la mochileta”?
ANABEL:
“Ich habe die Hand in die, in den, in das...” Bueno, la mochileta, no sé cómo se dice, o sea
si es muy técnico no sé decirlo, pero si lo dice otro en alemán yo lo traduzco, lo que no sé
lo deduzco, lo completo...
JESSICA:
Pero ahí está el problema, ¿ves? ¡Te lo inventás y me decís que lo deducís! No se te
entiende lo que deducís.
ANABEL:
¿Pero no se me entiende cuando hablo en alemán o ahora, en castellano?
JESSICA:
¡Nunca! ¡Nunca se te entiende! ¡Nadie te entiende!
BETIANA:
Sorry. No se te entiende... ¿Nos tomamos otra? Yo la traigo. (Salen Betiana y Anabel)
LOURDES:
(A Jessica.) Tenemos que hablar.
EMILIO:
Sí.
JESSICA:
¿Ahora?
LOURDES:
No. No tiene por qué ser ahora.
EMILIO:
Estoy muy confundido. Es como si escuchara voces, todo el tiempo.
LOURDES:
No me querés hablar.
EMILIO:
Ya pasó, Lourdes. Ya pasó... Déjenme que haga memoria... Yo... no deseo las cosas...
Quiero agua fresca y no puedo abrir la canilla, tenía razón.
LOURDES:
(A Jessica.) Si no me querés hablar está bien.
EMILIO:
¡Está bien! ¡Está bien! (Voltea sin querer un vaso, Lourdes y Jessica lo registran.) Fui yo.
Sí. Tengo una amante.
LOURDES:
Está bien. Pero yo no me olvido.
JESSICA:
OK.
EMILIO:
¿Yo les dije que me olvidé?
LOURDES:
De todo. Todo lo que me dijiste, lo que me hiciste sufrir.
20

EMILIO:
¿Quieren tomar algo?
JESSICA:
(A LOURDES.) Ahora no.
EMILIO:
No. ¿Y yo? ¿No quiero nada? No. Me voy a encerrar en mi cuartito. Algo pasa. (Se va.)
Lourdes corre a su cuarto, Jessica sale detrás de ella, sin muchas ganas de consolarla)
Reaparecen Susana y Guido, discutiendo de lo mismo.

GUIDO:
Me resultaría muy problemático si me pedís que me coja a un travesti.
SUSANA LASTRI:
Para nada. Y si te das cuenta que no había nada que probar, que sos un hombre, bien
hombre, con el culo bien cerrado, me llamás y lo hacemos.
GUIDO:
¿Cómo me voy a coger a un travesti? Son horribles los travestis.
SUSANA LASTRI:
¿Ése es todo el asunto? Yo te puedo mandar a uno que no está mal. Se acabó esta
discusión.
Lourdes, en deshabillé, trata de ordenar algún mueble. Pero se cansa enseguida. Va al
cuartito, y sale de allí con una caja de veneno Kaotrina. Sacude la cabeza, como para
acabar con un mal sueño, y la música cesa. Es la mañana, y comprende que ha
amanecido. Escucha venir a Jessica, Anabel y Betiana, que se ha quedado a dormir en
casa luego de la fiesta. Trata de esconderse, caja en mano. La esconde dentro del
deshabillé, y sale sin mirar siquiera a las chicas, transfigurada. Las chicas tienen
evidentes signos de resaca, las ropas desordenadas, los pelos hechos un lío.
JESSICA:
Mamá, ¿estás bien?
Lourdes sale, escaleras arriba, escondiendo el veneno. Escondiéndolo mal.
ANABEL:
Jessy, me parece que tu mamá...
BETIANA:
¿Queremos hablar o queremos tomar tranquilamente el desayuno?
ANABEL:
No, claro. Ya lo tengo todo arreglado. Si alguien te pregunta les decimos: Mirá, hay dos
precios. Uno con las preguntas de la clase, y otro con las respuestas. Las dos están bien
encuadradas, en las dos se entiende todo el tema de la capitalización de paradigmas.
BETIANA:
¿Para qué dos precios?
ANABEL:
Mirá: tenés “Conferencia con Preguntas Omitidas”, son ochenta centavos. O la otra. Más
barato.
BETIANA:
Ah, vos decís lo de la facultad. ¿Y esa versión trae las preguntas?
ANABEL:
Las trae omitidas.
BETIANA:
No entiendo. ¿Las trae?
ANABEL:
¿A qué te referís vos con “las trae”?
21

BETIANA:
Ay, no te entiendo. ¿Tiene o no tiene las preguntas? ¿Por qué me decís “las trae omitidas”?
¿Están pero no se pueden leer, o no están?
ANABEL:
¿Qué?
BETIANA:
Dejá. ¿Por qué no sacás la basura, Anabel?
ANABEL:
Bueno. ¿Es esta bolsa del Coto? Dejá que yo la cierro.
BETIANA:
Y andá y comprá facturas. Tenés plata, ¿no?
ANABEL:
Sí, creo que tengo como setenta y cinco centavos. Monedas... ¡Chicas, chicas! (Saca la
mano del bolsillo, y tiene la llave en ella.) ¿Y esta llave? ¡Ey, chicas!... Bah, yo la tiro a la
mierda. (La tira a la basura.) ¿Vieron que ahora hay unas bolsas verdes para tirar la basura
que les puede ser útiles a los pobres? ¿Alguien entiende cómo funciona eso?
JESSICA y BETIANA:
No.
ANABEL:
Yo... a veces me gustaría dedicarme a la cuestión de la ecología, pero acá eso es un lujo, y
además la danza, que es mi pasión, no me deja espacios personales.
JESSICA:
¿Qué espacios personales?
ANABEL:
Espacios... personales.
Apagón.
22

ESCENA 8
TERMOTANQUE

ELYSE:
Estaba apurada, me tomé un taxi antiguo, un 404, creo, salía de un ensayo, las bailarinas
me hacían planteos tontos, yo llegaba tarde a mi propia retrospectiva, ( es evidente que
Emilio le gusta) ...la armaron en la loma del culo, en Mataderos…
EMILIO:
¡No! No... No te estoy escuchando.
ELYSE:
...De pronto siento un impacto y veo que estamos arrollando a una tropilla. ¿Qué hacía un
grupo tan compacto de percherones y tordillos en medio de la avenida Juan Bautista
Alberdi?
EMILIO:
Eh...
ELYSE:
No, yo te lo voy a decir.
EMILIO:
Ah, qué bien.
ELYSE:
¡La feria de Mataderos! La Feria del Gaucho, gritos de doma, fuerza, color, por donde
quieras ver... ¡La pampa, que no respeta semáforos! Por suerte no me hice nada. Ni un
rasguño. ¿Dónde estamos, es tu casa?
EMILIO:
Ah, claro... No sé. Si te digo te miento. (Entra en la cocina.)
ELYSE:
Yo lo que no quería era tener que caer en el hospital Posadas… La última vez me habían
llevado para una operación muy sencilla, una cosa... bueno… una cosa vaginal, y cuando
me desperté me doy cuenta que los graciosos habían aprovechado la anestesia para
hacerme un tatuaje de fidelidad al Partido Radical.
EMLIO:
¿A ver el tatuaje?
Emilio se acerca a Elyse y le toca el cuello, ella cree que se trata de un juego mimoso, y
acepta a medias. Pero no.
Uy, ¿qué tenés ahí?
ELYSE:
¿Qué? Un lunar.
(Elyse gira la cabeza y por primera vez vemos su perfil, que está completamente
destrozado por el accidente.
Emilio la ayuda a sacarse el sweater y ver hasta dónde llega la herida, salen a buscar más
luz para ver el estado de su cuerpo.)
Con el choque pensaba... sentía dos pelotitas rojas en la garganta, pensé: “han de ser mis
aretes, creo que me los tragué”.
EMILIO:
¿Vos qué sos?
ELYSE:
¿Qué soy? Yo… trabajé en… Berlín. Yo soy… (No se acuerda.)
ELYSE:
No me sale la palabra.
EMILIO:
23

¿Ves? Qué momento. Entonces a vos también te pasa. ¡A ella también le pasa! Viene y va,
¿no? La lucidez… Un deseo enorme de comprender, y al mismo tiempo una fiaca…

ESCENA 9
CHUCKY

GUIDO:
¿Ustedes no ven cómo estoy yo? ¿A ustedes no se les ocurre preguntarse si yo quiero verla
o no a Susana? (Suena el timbre.)
SUSANA LASTRI:
Hola. Creo que hoy vamos a tener suerte. Cuando venía para acá conté siete Fititos, y ya no
se están haciendo más.
GUIDO:
Hola, Susana.
SUSANA LASTRI:
Hola.
GUIDO:
No... no te llamé.
SUSANA LASTRI:
No.
GUIDO:
Te iba a llamar, pero como vos...
SUSANA LASTRI:
Shh. (Señala) ¿Cómo le dicen a esto?
GUIDO:
(Creyendo que se refiere a él). Guido.
JESSICA:
Cuartito.
LOURDES:
Cuartito.
SUSANA LASTRI:
Mh. ¿Todos le dicen cuartito?
LOURDES:
Sí, cuartito.
SUSANA LASTRI:
(A Guido.) ¿Vos también? (Guido asiente.) ¿Y a esto?
LOURDES:
Bajoescalera.
SUSANA LASTRI:
¿Todos le dicen “bajoescalera” a esto?
GUIDO:
No. Yo le digo... No sé, “ahí, debajo de la escalera”.
SUSANA LASTRI:
Ahá. Y en el baño. ¿Cómo le dicen a donde se guarda el rollo del papel higiénico?
LOURDES:
Gaveta.
JESSICA:
Portarrollos.
LOURDES:
Sí, portarrollos.
24

SUSANA LASTRI:
No. Sigamos en el baño. Donde va el jabón, ¿cómo le dicen?
JESSICA:
Jabonera.
SUSANA LASTRI:
¿Y donde está el agua, que después se lleva los... lo que está en el inodoro?
JESSICA:
La... el... Era algo con “ch”.
GUIDO:
Ah, es el... la...
LOURDES:
La... ¿cómo es? La... Lo tengo en la punta de la lengua...
JESSICA:
Basta, Susana, por favor. ¿Qué es esto?
SUSANA LASTRI:
¿Y se tapó el baño?
JESSICA:
Sí, hace unos días.
SUSANA LASTRI:
Es ahí. ¡Cómo no me di cuenta antes! “La llave está en el lugar que no tiene nombre”.
¿Entienden? El lugar que no se ha nombrado nunca. Emilio escondió la llave en el... en la...
ahí.
Corre a buscarla. Tras ella salen Jessica y Lourdes. Guido no se anima. Se los escucha
revolver en el baño, vandalizarlo todo. Y susurrar cosas.
Guido está asustado, retrocede hasta un rincón. Afuera empieza un griterío. Las luces
tiemblan. El mundo conocido se derrumba. Pero es sólo es un momento y todo vuelve a la
normalidad. Salen Lourdes y Jessica.
GUIDO:
¿Qué vieron?... ¿Qué hay ahí?...
JESSICA:
¡Nada!
LOURDES:
¿Vos tenés una idea del tiempo, y el dinero que nos has hecho perder, chiruza? ¡Te metés
en mi casa, venís a llenarme de promesa, de esperanza, y yo te creo, te creo porque estoy
hecha mierda, porque me encuentro la caja de Kaotrina en cada lugar de la casa. ¡Y nos
mentís! ¡Meta mentir y facturar diez pesos!
SUSANA LASTRI:
¡Yo qué culpa vengo a tener! Los muertos no saben mentir. El mensaje es claro, el muerto
dice que dejó la llave en el... en la...
JESSICA:
¿No escuchás, malparida, sos insensible al dolor ajeno? ¿No podés decir simplemente: “No
hay tal llave”, “Olvídense de la llave”, “Entierren a sus muertos”? ¡Hasta cuándo nos
querés desgarrar! ¡Uno por uno! ¡Y mirá lo que le hiciste a Guido, puta!
SUSANA LASTRI:
¡Perdón! ¡Perdón! ¡Estoy tan sola! ¿Sabés lo que esperé que me llamaras, Guido? ¿Por qué
no me llamaste? ¿Te doy tanto asco? ¿Te doy asco porque estoy sola, porque soy sola, las
dos una sola cosa mi tristeza y yo? Yo pensé que vos... ¡Nosotros nos entendíamos, Guido!
¡Vos me entendías, sabías lo que yo quería, podrías habérmelo dado! ¡Podía funcionar!
GUIDO:
Yo... estoy confundido, Susana. Lleno de dudas. Vos me... vos a mí me hiciste mucho
daño...
25

SUSANA LASTRI:
¡Como a todos!, ¿no? Decilo. ¡Como a todos! Claro: una es demasiado mujer... los hace
hombres y después me dejan. (Agarra sus cosas y sale corriendo, para nunca más volver.
LOURDES:
Mis chiquitos, mis pobrecitos. Cuánto han tenido que sufrir. Yo ahora les voy a hacer la
leche. ¿Quieren? ¿Quieren que mamá les haga la leche? ¿Quieren? ¡Hay tantos caminos,
tantos... que no conducen a ninguna parte! Ahora mamá se va a parar, va a entrar en esa
cocina, y les va a hacer la leche. Ahora mamá lo va a hacer. Ahora sí.
Apagón.

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