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Los rituales de duelo son una de las formas más antiguas de experiencia religiosa.
Muchos de nuestros ancestros no creían que la muerte era necesariamente el final de la
vida. Era una transición. Algunos creían que los difuntos y otros espíritus podían ver lo
que pasaba en este mundo y hasta tenían cierta influencia en los eventos que ocurrían.
Esa es una noción verdaderamente poderosa. La idea de que los muertos o hasta los
dioses están con nosotros y pueden intervenir en nuestras vidas es reconfortante, pero
también nos lleva a ser muy cuidadosos con lo que hacemos.
Los humanos somos esencialmente seres sociales y por ello vivimos en grupos; como
grupos sociales tendemos a la jerarquía, y la religión no es una excepción. Cuando hay un
sistema jerárquico, hay un sistema de poder, y en un grupo social religioso, esa jerarquía
localiza a su miembro más poderoso en la cima: la deidad - Dios.
Es frente a Dios que tenemos que rendir cuentas.
Hoy en día, la religión y el poder siguen conectados.
Estudios recientes muestran que recordar a Dios nos hace más obedientes.
Hasta en sociedades que han tratado de reprimir la fe, surgieron cosas que tomaron su
lugar, como el culto a un líder o al Estado. Entre menos estable política y
económicamente sea un país, más probable es que la gente busque refugio en la religión.
Los grupos religiosos a menudo pueden ofrecer el apoyo que los Estados no proveen a
quienes se siente marginalizados.
Así que factores sociales ayudan a desarrollar y reforzar la fe religiosa, así como lo hace
la manera en la que nos relacionamos con el mundo y con los demás.
En todas las culturas, los dioses son esencialmente personas, hasta cuando tienen otras
formas o carecen de forma física.
En la actualidad, muchos psicólogos piensan que creer en dioses es una extensión de
nuestro reconocimiento, como animales sociales, de la existencia de otros, y de nuestra
tendencia a ver el mundo en términos humanos.
Proyectamos pensamientos y sentimientos humanos en otros animales y en objetos, e
incluso en fuerzas naturales, y esta tendencia es una piedra fundamental de la religión.
Es una idea antigua, que se remonta al filósofo griego Jenófanes, a quien se le cita
argumentando que si los animales pudieran pintar, representarían a los dioses con formas
animales.
De manera que la creencia religiosa puede estar fundada en nuestros patrones de
pensamiento y cultura humana. Algunos científicos, sin embargo, han ido un paso más
allá y han escaneado nuestros cerebros en busca del legendario "punto Dios".
A menudo se habla del cerebro como una máquina de significado. En la medida en la que
estamos constantemente buscando patrones, estructuras y relaciones de causa-efecto, la
religión puede proveer una variedad de estrategias para dar significado.
Las creencias religiosas le ayudan a los humanos a ordenar y encontrarle el sentido a sus
vidas. Y los rituales en particular pueden "darle puntuación" a nuestras vidas, marcando
los eventos más cruciales.
Y los rituales son comunes en todos los grupos sociales humanos, incluidos los de ateos.
Aunque ni la neurociencia, ni la antropología y ni siquiera la filosofía tienen la respuesta
definitiva a la pregunta "¿Existe Dios?", todas esas disciplinas dan pistas sobre cómo
respondemos a nuestras más profundas necesidades humanas.
Quizás no estemos programados para creer en Dios o en un poder sobrenatural, pero
somos animales sociales con la necesidad evolutiva de estar conectados con el mundo y
con otros.
De pronto las religiones son sencillamente canales para posibilitar tan significativas
conexiones.