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MARTÍN EMILIO BELTRÁN QUINTERO

Magistrado ponente

SL3861-2020
Radicación n.° 80597
Acta 37

Estudiado, discutido y aprobado en sala virtual.

Bogotá, D.C., seis (6) de octubre de dos mil veinte


(2020).

Decide la Sala el recurso de casación interpuesto por


MARÍA DEISY GRAJALES GONZÁLEZ contra la sentencia
proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Pereira, el 21 de noviembre de 2017, en
el proceso ordinario laboral que instauró la recurrente contra
la ADMINISTRADORA COLOMBIANA DE PENSIONES
COLPENSIONES, en el cual intervino el MINISTERIO
PÚBLICO.

I. ANTECEDENTES

La citada accionante instauró demanda ordinaria


laboral contra la Administradora Colombiana de Pensiones

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Colpensiones, con el fin de que fuera condenada al


reconocimiento y pago de la «sustitución pensional», por el
fallecimiento de su compañera permanente María Mélida
Santa Piedrahita, a partir del 14 de diciembre de 2013, junto
con los aumentos legales, el retroactivo pensional, mesadas
adicionales, intereses moratorios y las costas del proceso.
Igualmente, solicitó que se condenara a la demandada a
cancelar cuatro salarios mínimos mensuales legales vigentes
por «la obligación de hacer», consistente en proferir resolución
con sujeción a la providencia judicial que dicte y con la
respectiva inclusión en nómina, sin exceder el término de un
mes.

Como fundamento de sus pretensiones, manifestó que


su compañera María Mélida Santa Piedrahita falleció el 14 de
diciembre de 2013, quien tenía reconocida pensión de vejez
desde el año 2012; que, luego del deceso, suplicó ante la
entidad demandada la «sustitución pensional», para lo cual
allegó declaraciones extrajuicio rendidas ante notario
público; que, mediante Resolución GNR 119184 del 27 de
abril de 2015, Colpensiones denegó su solicitud, frente a lo
cual interpuso recurso de apelación; que, a través de
Resolución GNR 220162 del 23 de julio del mismo año, la
accionada confirmó el primer acto administrativo, por no
haberse probado la convivencia con la pensionada durante
los últimos cinco años anteriores a su muerte.

Agregó que «cohabitó» con la causante durante 15 años


hasta la fecha del deceso «en el municipio de Risaralda en la
carrera 7ª No. 8-09», casa materna de la finada; que en la

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investigación administrativa que sirvió de soporte para negar


la pensión de sobrevivientes, muestra lo contrario a lo
argumentado por la demandada, porque según las personas
allí entrevistadas sí existió una convivencia permanente
entre la pareja por más de 14 años, la cual era discreta
porque a ella «le daba pena de los hermanos»; que en la
aludida diligencia también manifestó que «ella [la de cujus]
no tuvo hijos, yo tuve una hija con mi primer pareja pero me
divorcié hace más de 11 o 12 años, cuando nos separamos mi
hija tenía 7 años y luego Mélida me ayudó con la crianza»; que
la vecina Amparo Manzano Borja, también dijo en dicha
oportunidad ante Colpensiones, que «conocí a Mélida desde
que era monjita, luego se retiró y se vino a vivir donde la
mamá, no tuvo hijos, no le conocí esposo, conocí que tuvo una
relación con Deisy pero eran muy discretas»; que la
convivencia también se demostraba por las fotografías
existentes y «la constancia de los gastos de prendas de vestir
y productos de la canasta familiar»; y que ambas
compartieron techo, lecho y mesa.

Al dar contestación a la demanda, la Administradora


Colombiana de Pensiones se opuso a las pretensiones. En
cuanto a los hechos, aceptó la fecha de fallecimiento de la
pensionada, la solicitud de la prestación económica por parte
de la actora y el motivo de la correspondiente denegación.
Frente a los demás supuestos fácticos, dijo que no le
constaban. Como excepciones de fondo, planteó las de
inexistencia de la obligación y prescripción.

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En su defensa, sostuvo que la señora Grajales González


no acreditó el requisito legal de demostrar la convivencia con
la pensionada durante los últimos cinco años, conforme a las
normas vigentes al momento del deceso y, en consecuencia,
no era posible acceder al derecho pretendido.

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

El Juzgado Primero Laboral del Circuito de Pereira,


mediante fallo proferido el 17 de mayo de 2016, decidió:

Primero: DECLARAR NO PROBADAS las excepciones de


inexistencia de la obligación demandada y prescripción,
propuestas por el vocero judicial de Colpensiones, conforme a lo
dicho en la parte motiva.

Segundo: DECLARAR que la señora MARÍA DEISY GRAJALES


GONZÁLEZ tiene la calidad de beneficiaria de la señora María
Mélida Santa Piedrahita, en su calidad de compañera
permanente, por lo cual tiene derecho al reconocimiento y pago
a su favor de la pensión de sobreviviente causada por el
fallecimiento de ésta.

Tercero: ORDENAR a la Administradora Colombiana de


Pensiones – Colpensiones proceder a reconocer y pagar a favor
de la señora MARÍA DEISY GRAJALES GONZÁLEZ la pensión
de sobreviviente de manera retroactiva a partir del 15 de
diciembre de 2013, en cuantía equivalente al 100% de la pensión
de vejez que recibía la señora María Mélida Piedrahita Santa,
que para el año 2013 equivale a la suma de $589.500. Dicha
prestación se pagará a razón de catorce (14) mesadas por año y
deberá ser reajustada anualmente de acuerdo a lo que disponga
el gobierno nacional.

Cuarto: CONDENAR a la Administradora Colombiana de


Pensiones – COLPENSIONES al pago del retroactivo pensional
desde el 15 de diciembre de 2013, lo que a la fecha asciende a la
suma de $25.130.705.

Quinto: CONDENAR a la Administradora Colombiana de


Pensiones – COLPENSIONES a pagarle a la actora los intereses
de mora de que trata el artículo 141 de la Ley 100 de 1993 sobre
cada una de las mesadas causadas, a partir del 11 de abril de
2014 y hasta que el pago se verifique, los que se liquidarán a la

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tasa máxima legal vigente al momento de efectuarse el respectivo


pago.

Sexto: AUTORIZAR a la Administradora Colombiana de


Pensiones – COLPENSIONES para que descuente del retroactivo
pensional a reconocer a favor de la demandante, el porcentaje por
concepto de aportes al S.S.S. en salud le corresponde que
equivale al 12% del ingreso de la respectiva mesada pensional.

Séptimo: Para la expedición del acto administrativo, la inclusión


en nómina de la nueva pensionada y el pago correspondiente de
dicha pensión, cuenta la entidad demandada con el término de
un mes contado a partir de la fecha en que la actora radique en
sus instalaciones la respectiva cuenta de cobro o los documentos
pertinentes, previa ejecutoria de esta decisión.

Octavo: CONDENAR a la entidad demandada a pagarle a la


demandante las costas procesales generadas en primera
instancia a su favor. Para la correspondiente liquidación que
realice la Secretaría del Juzgado en su momento, se debe incluir
la suma de $5.515.632 que corresponde a las agencias en
derecho.

Noveno: SE ORDENA surtir el grado jurisdiccional de consulta,


para lo cual se debe remitir el proceso a la Sala Laboral de
Honorable Tribunal de este Distrito Judicial.

Décimo: En cumplimiento a lo ordenado en el Art. 69 del CST y


de la SS y lo dispuesto en la providencia unificadora de la Sala
de Casación Laboral del órgano de cierre […] se ordena remitir
comunicación de la orden de consulta a los ministerios de trabajo
y hacienda (sic).

Undécimo: La presente sentencia queda notificada a las partes


en estrados y se hace saber que contra la misma procede el
recurso de apelación.

Después de notificada la decisión en estrados, la juez de


conocimiento accedió a la solicitud de aclaración por parte
del Ministerio Público, en el sentido de indicar que la señora
Grajales González tenía derecho al reconocimiento del
retroactivo «a partir del 15 de diciembre de 2013 en el 100%
de la mesada pensional que recibía la causante».

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Para arribar a dicha decisión, la juez de conocimiento,


desde una óptica diferencial de género debido a la relación
homosexual, a la «adultez» de ambas y a la calidad de monja
que tuvo en alguna época la pensionada, procedió a examinar
las pruebas documentales y testimoniales obrantes en el
plenario, de cuyo contenido coligió que, si bien no se tenía
certeza acerca de la fecha exacta de inicio de la relación
sentimental entre la causante y su beneficiaria, lo cierto era
que se encontraba plenamente acreditada una unión afectiva
durante los últimos 10 años anteriores al momento del
fallecimiento de la pensionada, ya que compartieron techo,
lecho y mesa, y se probó una constante ayuda económica y
apoyo espiritual. Finalmente, resaltó que, aunque los
testimonios recepcionados no fueron totalmente precisos, no
existía contradicción alguna entre sus dichos.

III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

En virtud del recurso de apelación interpuesto por


Colpensiones y del grado jurisdiccional de consulta surtido a
su favor, la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Pereira, a través de sentencia dictada el 21 de
noviembre de 2017, revocó la decisión del Juzgado para, en
su lugar, absolver a la sociedad demandada de todas las
pretensiones y declarar probada la excepción de inexistencia
de la obligación. Condenó en costas a la parte actora.

Para comenzar, el Tribunal señaló que los siguientes


supuestos fácticos no se encontraban en discusión dentro del
proceso: que el deceso de la señora María Mélida Santa

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Piedrahita ocurrió el 14 de diciembre de 2013 (f.° 17); que la


fallecida era pensionada, según daba cuenta la Resolución
3078 del 15 de junio del 2012 (f.°142); y que la actora solicitó
el reconocimiento y pago de la pensión de sobrevivientes el
11 de febrero de 2014, la cual le fue denegada (f.° 21).

Estableció como problema jurídico determinar si la


demandante había logrado acreditar la calidad de compañera
permanente de la señora Santa Piedrahita, durante los cinco
años anteriores a la muerte, para ser beneficiaria de la
pensión de sobrevivientes deprecada.

Para tales efectos, indicó que la norma aplicable eran


los artículos 46 y 47 de la Ley 100 de 1993 «modificados por
la Ley 797 de 2003», por ser la vigente al momento del deceso
de la pensionada, lo cual acaeció el 14 de diciembre de 2013.

También resaltó que, según la sentencia CSJ SL5524-


2016, rad. 59750, las parejas del mismo sexo podían
reclamar la pensión de sobrevivientes en los mismos
términos que las uniones maritales de las personas
heterosexuales, para lo cual se contaba con la libertad
probatoria de demostrar la condición de compañera
permanente y el tiempo de convivencia para acceder al
derecho.

Precisado lo anterior, el ad quem se remitió a las


declaraciones de Carmen Leonor Cobo Delgado y Amparo
Manzano Borja, vecinas de la causante y de la actora, así
como a los testimonios de Javier y Gerardo Santa Piedrahita,

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hermanos de la fallecida, los cuales, en su decir, fueron


contestes en afirmar que las señoras María Deisy Grajales
González y María Mélida Santa Piedrahita eran compañeras
permanentes, que convivieron en la casa de esta última, que
compartieron una sola habitación y cama, que la relación
sentimental empezó porque la actora llegó al lugar de
residencia de la finada para ayudar con el cuidado de su
progenitora, pero que con el paso del tiempo se empezaron a
ver muestras de cariño entre las dos, pues «al llegar a la
vivienda, las sorprendieron acariciándose o besándose», y que
la accionante tuvo una hija que estaba pequeña, a la cual
dejaba donde unos familiares para que no se enterara de esa
situación.

Posteriormente, hizo referencia al interrogatorio de


parte de la demandante, la cual había expresado que «la
relación con María Mélida fue muy reservada porque esta
había sido monjita y no quería que nadie se enterara», que ella
tampoco lo quiso así porque le daba pena y «por eso dejó a su
hija donde unos familiares», así como también que
compartieron techo, lecho y mesa, suministrándole la
causante todo lo que ella y su hija necesitaban.

De lo expuesto, el Tribunal sostuvo que «entre ambas


existió una relación de pareja y de convivencia, pues además
de compartir techo y lecho, existieron muestras especiales de
cariño y auxilio económico a la actora y a su hija».

A pesar de la anterior evidencia fáctica, el Tribunal


consideró que, si se analizaba de manera más «detallada» la

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situación, era posible advertir una serie de imprecisiones y


cuestiones «inverosímiles» que impedían admitir el requisito
de la convivencia, en la forma exigida legalmente.

En ese sentido, indicó que no era muy factible que todos


los testigos hubieran sorprendido a la pareja besándose,
como quiera que la actora siempre estaba acompañada por
su hija menor y porque en las noches, tanto ella como la
causante, ingresaban a su habitación a dormir y allí tenían
total privacidad. Asimismo, dio por sentado que, como la
accionante llegó a la casa de la señora María Mélida Santa
Piedrahita para cuidar a su progenitora, su oficio principal y
del cual derivaba su sustento era el de «cuidar ancianos», por
lo que, en su decir, la relación que existió entre ambas fue
«contractual de ayuda» y de amistad.

Agregó que, si en todo caso la actora no fue remunerada


por sus servicios, se debía tener en cuenta que la esencia de
la causante por ser religiosa era la de ayudar a las personas
y que el hecho de que actualmente la accionante
permaneciera en la misma casa y habitación era una
muestra de agradecimiento por parte de los hermanos de la
pensionada por las atenciones y cuidados que tuvo para con
su madre y hermana.

De otro lado, sostuvo que no era posible que, si en


realidad existía una relación sentimental, la pareja tuviera
que contar con la aquiescencia de uno de los hermanos de la
causante para pernoctar en la misma habitación durante los
paseos familiares, tal y como lo había afirmado el testigo

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Javier Santa Piedrahita. De ahí afirmó que las declaraciones


resultaban un poco inverosímiles y pretendían favorecer a la
parte actora.

De todo lo anterior, coligió que, aunque todos los


testigos las «hubieran sorprendido besándose», ello le impedía
a «la mayoría de integrantes de esta Sala» tener certeza de la
convivencia como pareja, ya que de esas muestras de cariño
o afecto no era posible establecer «una relación de esas
características», máxime cuando los hermanos, por tener tal
calidad y residir en la misma dirección, «pudieron ser más
ricos en detalle en la forma en que se desarrolló la pretendida
relación».

Finalmente, sostuvo que, aun si se efectuara el análisis


probatorio bajo la óptica del género, considerando la época
en que supuestamente se desarrolló la relación entre la
pareja, sus edades y la condición de monja de la causante,
ello «no permite obviar las contradicciones e inverosimilitudes
en que incurrieron los declarantes».

IV. RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por la demandante, concedido por el


Tribunal y admitido por la Corte, se procede a resolver.

V. ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretende la recurrente que la Corte case la sentencia del


Tribunal para que, en sede de instancia, confirme en su
integridad la decisión de primer grado.

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Con tal propósito, formula dos cargos que fueron


replicados de manera conjunta, respecto de los cuales, por
razones de método, la Sala abordará el análisis, en primer
lugar, del segundo ataque dirigido por la senda directa, para
luego efectuar el estudio del reproche restante.

VI. CARGO SEGUNDO

Por la vía directa, acusa la infracción directa de los


artículos 13, 15 y 16 de la CN; en relación con los artículos
12 y 13 de la Ley 797 de 2003 «del cual se incurrió en su
interpretación errónea»; 4, 5, 42, 43 y 48 de la CN; 60, 61 y
66A del CPTSS; 74 y 141 de la Ley 100 de 1993; y 165, 167,
176 y 208 del CGP, aplicables por remisión del artículo 145
del CPTSS.

Sostiene la censura que si el Tribunal hubiera aplicado


el contenido de los artículos 13, 15 y 16 de la Constitución
Política de 1991, habría determinado que con el acervo
probatorio analizado era suficiente para dar por demostrada
la convivencia entre la promotora del proceso y la pensionada
fallecida durante más de 10 años, inmediatamente anteriores
al momento de la muerte.

Considera que, aunque la colegiatura adujo que el


análisis del caso se efectuaba «bajo la óptica de la perspectiva
de género», ello no fue así porque no tuvo en cuenta que la
relación de pareja no fue lo suficientemente «notoria» por
razones particulares y personales, tales como que la

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causante fue monja, que la actora tenía una hija menor de


edad, que se trataba de mujeres homosexuales y que ambas
tenían una avanzada edad.

Asevera que en virtud del desarrollo que ha tenido el


artículo 13 de la CN, la ley y la jurisprudencia han reconocido
los derechos que le asiste a la población homosexual. Resalta
que, pese a lo anterior y al surgimiento de un sinnúmero de
movimientos y organizaciones que buscan fomentar el
respeto y reconocimiento hacia esas personas, el ad quem
procedió a examinar el presente asunto «de la misma manera
como lo haría frente a una relación heterosexual» y aduce que
muy probablemente otra hubiera sido la decisión si se tratara
de «una pareja heterosexual», ya que:

[…] en ese sentido no hubiese sido tan “normal” que con ocasión
a la “amistad entrañable” que unía a la pareja, compartieran
lecho y habitación, se acariciaran, durmieran juntos y se
besaran, pues el hecho de ser un hombre aquel que ocupara el
puesto de la señora MARÍA DAISY no podía ser visto desde la
misma “óptica” y tal vez habría adquirido más veracidad.

En síntesis, incurre el Tribunal al haberse abstenido de aplicar


los mandatos constitucionales consagrados en los artículos 13,
15 y 16, pues en virtud de aquellos es que la pareja GRAJALES-
SANTA en pro de resguardas su intimidad personal y familiar,
optaron por menguar ante terceros las muestras que como pareja
tenían, reservándose para momentos privados. Así fue el
desarrollo de su personalidad y así decidieron manejar el tema
de su relación, teniendo protección constitucional en su actuar,
lo que fue desechado de forma tajante por el Juez ad quem.

De otro lado, la recurrente le endilga al fallador de


alzada la interpretación errónea del artículo 47 de la Ley 100
de 1993, en el sentido de que cuando se hace referencia a la
vida marital o al término convivencia, no necesariamente se
requiere la exteriorización de actos íntimos de la pareja, como

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lo pretende el Tribunal al dolerse de que en el sub lite «los


testigos pudieron ser más ricos en detalles de la forma en que
se desarrolló la pretendida relación», no siendo suficiente
haber sorprendido a la pareja besándose o acariciándose en
múltiples oportunidades, con todo lo cual olvida la alzada
que la teleología correcta de convivencia y vida marital «se
circunscribe en determinar si existió una comunidad de vida,
ayuda mutua, afecto entrañable, asistencia solidaria y
acompañamiento espiritual que refleja el propósito de realizar
una vida de pareja estable».

Finaliza con la siguiente aseveración:

Nunca la declaración de una convivencia real y efectiva puede


versar sobre hechos tan subjetivos como las manifestaciones
físicas, como erradamente se pretende en la sentencia recurrida,
más aún cuando cada individuo del ser humano es distinto en
cuanto a su forma de actuar, pensar, expresarse y relacionarse,
aunado a la condición de orientación sexual particular que tenían
aquellas, sin que sea posible por tanto tratar de tomar un
prototipo a nivel general.

VII. LA RÉPLICA

Colpensiones se opone de manera conjunta a los cargos,


bajo el argumento de que en el primero la censura hace
alusión a pruebas no calificadas en casación, como lo son los
testimonios, así como en el segundo ataque mezcla
inadecuadamente aspectos fácticos y jurídicos. En cuanto al
fondo del asunto, sostiene que el Tribunal tomó una decisión
conforme al acervo probatorio y en virtud del principio de la
libre apreciación de la prueba. Asevera que los medios de
convicción obrantes en el plenario son insuficientes para dar
por acreditada una convivencia entre la actora y la causante

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por más de cinco años anteriores a la muerte de la


pensionada.

VIII. CONSIDERACIONES

Con este cargo orientado por la vía directa, la censura


pretende acreditar que el Tribunal se equivocó jurídicamente,
al interpretar erróneamente el término «convivencia»
contenido en el artículo 13 de la Ley 797 de 2003, norma
aplicable al presente asunto por cuanto el fallecimiento de la
pensionada María Mélida Santa Piedrahita tuvo ocurrencia el
14 de diciembre de 2013, además de que no se tuvieron en
cuenta las condiciones especiales que rodearon la situación
en debate, por tratarse de una relación de personas del
mismo sexo, cuando se debió decidir con enfoque diferencial.

Las premisas jurídicas adoptadas por el fallador de


alzada para revocar el fallo condenatorio de primera
instancia, consistieron en que la norma aplicable al caso era
la Ley 100 de 1993, específicamente en sus artículos 46 y 47,
con la modificación introducida por los artículos 12 y 13 de
la citada Ley 797 de 2003, respectivamente, por ser esta
última la vigente al momento del fallecimiento de la causante.
Seguidamente, indicó que las parejas del mismo sexo pueden
reclamar la pensión de sobrevivientes en iguales términos
que las heterosexuales, para lo cual se cuenta con la libertad
probatoria, de cara a demostrar la condición de compañera o
compañero permanente y el tiempo de convivencia requerido
para acceder al derecho.

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Asimismo, del contexto de la decisión se desprende que


el Tribunal adoptó como concepto de convivencia exigida
legalmente para ser beneficiario de la pensión de
sobrevivientes, aquel vínculo mediante el cual una pareja
comparte techo, lecho y mesa, con expresiones de ayuda,
socorro, solidaridad y apoyo económico mutuos; unión que
debía traducirse en una convivencia real y efectiva soportada
con el material probatorio. Y sostuvo que, si se examinara el
caso bajo una perspectiva de género, no era posible obviar o
ignorar las contradicciones e inverosimilitudes en que
incurrieron los testigos.

Por su parte, la censura argumenta que el Tribunal


incurrió en la interpretación errónea endilgada de la ley
sustancial, en razón a que, la «convivencia» no requiere que
los actos íntimos de la pareja sean exteriorizados, como en
su decir lo estableció equivocadamente el Tribunal, por lo que
la teleología correcta de dicha convivencia y la vida marital
comprende sólo una comunidad de vida, ayuda mutua,
afecto entrañable, asistencia solidaria y acompañamiento
espiritual, reflejados en el propósito de realizar una vida de
pareja estable.

Así mismo, la recurrente reprocha el hecho de que el


Tribunal no hubiera tenido en cuenta las condiciones
especiales que rodeaban la situación del sub examine, por
tratarse de una relación entre personas del mismo sexo,
además de otras particularidades, con lo que, en su sentir,
vulneró los derechos fundamentales a la igualdad, la
intimidad y al libre desarrollo de la personalidad de la

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demandante. Sostiene que, contrario a lo afirmado por el


sentenciador, este caso no fue analizado «bajo la perspectiva
de género», puesto que de haber sido así, habría encontrado
plenamente acreditada la convivencia por un término muy
superior a los cinco años previos al deceso de la pensionada,
ello derivado de todos los testimonios rendidos a lo largo del
proceso y de la prueba documental obrante en el expediente.

Pues bien, al adentrarse la Sala en el estudio de fondo


del tema debatido, se debe comenzar por señalar que dada la
orientación del cargo propuesto los siguientes hechos no son
objeto de controversia en la esfera casacional: (i) que las
señoras María Deisy Grajales González y María Mélida Santa
Piedrahita vivieron en la casa materna de la causante; (ii) que
esta última fue monja antes de irse a residir a la casa de su
progenitora y perteneció al Centro de Evangelización y
Catequesis de Manizales (f.° 36); (iii) que a ésta le fue otorgada
una pensión de vejez por parte del Instituto de Seguros
Sociales, hoy Colpensiones, en aplicación del Acuerdo 049 de
1990, aprobado por el Decreto 758 del mismo año, a través
de la Resolución 3078 de 2012, a partir del 1º de marzo de
2010, en cuantía de un salario mínimo legal (f.° 142 y 143);
(iv) que la pensionada falleció el 14 de diciembre de 2013 (f°
17 y 180); (v) que ambas tenían igual domicilio en la ciudad
de Pereira con uno de los hermanos de la finada; (vi) que la
accionante tenía una hija menor de edad, para el momento
en que se fue a vivir a la casa de la madre de la señora María
Mélida y; (vii) que a la muerte de la pensionada, la hoy
promotora del litigio solicitó la pensión de sobrevivientes ante
Colpensiones, la cual le fue denegada por no acreditar un

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tiempo mínimo de cinco años de convivencia con la de cujus


en calidad de compañeras permanentes.

En ese orden de ideas, desde ya debe advertir la Sala


que el Tribunal no incurrió en la comisión de los errores
jurídicos denunciados por la censura, referentes a: (i) la
conceptualización del término de convivencia; (ii) la
transgresión de derechos fundamentales de la actora y; (iii)
la ausencia de análisis del caso con un enfoque diferencial;
conforme pasa a explicarse:

i) Del concepto jurídico de la convivencia

El Tribunal acertó al haber determinado como norma


aplicable al caso el artículo 13 de la Ley 797 de 2003, por
cuanto, en efecto, era la que se encontraba vigente al
momento de la muerte de la pensionada María Mélida Santa
Piedrahita, que acaecido el 14 de diciembre de 2013 (f.° 17),
disposición que modificó los artículos 47 y 74 de la Ley 100
de 1993; la cual consagra lo siguiente:

Beneficiarios de la Pensión de Sobrevivientes. Son beneficiarios


de la pensión de sobrevivientes:

a) En forma vitalicia, el cónyuge o la compañera o compañero


permanente o supérstite, siempre y cuando dicho beneficiario, a
la fecha del fallecimiento del causante, tenga 30 o más años de
edad. En caso de que la pensión de sobrevivencia se cause por
muerte del pensionado, el cónyuge o la compañera o compañero
permanente supérstite, deberá acreditar que estuvo haciendo
vida marital con el causante hasta su muerte y haya convivido
con el fallecido no menos de cinco (5) años continuos con
anterioridad a su muerte. (subraya la Sala)

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En torno al adecuado entendimiento de dicho precepto


legal, esta Corporación ha sostenido, de vieja data, que el
término de convivencia, que en el marco de la seguridad
social permite acceder al derecho a la pensión de
sobrevivientes, en tratándose de cónyuges o compañeros (as)
permanentes, hace referencia a la vida común en pareja,
caracterizada por lazos de amor, solidaridad, afecto,
colaboración y apoyo mutuo, con vocación de formar una
familia, entendida entonces como la «efectiva comunidad de
vida, construida sobre una real convivencia de la pareja,
basada en lazos de afecto y el ánimo de brindarse sostén y
asistencia recíprocos» (sentencia CSJ, SL 29 nov. 2011, rad.
40055; reiterada en la CSJ SL4549-2019, rad. 68689).

Verbigracia, en la sentencia CSJ SL6286-2017, rad.


62413, esta Corporación resaltó que:

En la perspectiva trazada, de tiempo atrás tiene dicho la Sala que


en el caso concreto del cónyuge y los compañeros permanentes el
concepto de convivencia comprende circunstancias que van más
allá del meramente económico, pues implica el acompañamiento
espiritual permanente, proyecto familiar común, apoyo económico,
el compartir la vida de pareja y la cohabitación bajo el mismo techo,
que es la regla.

En la misma línea, en sentencia CSJ SL, 2 mar. 1999,


rad. 11245; reiterada en las sentencias CSJ SL, 14 jun. 2011,
rad. 31605 y CSJ SL1399-2018, rad. 45799, la Corte
adoctrinó que la convivencia significa:

[…] una comunidad de vida, forjada en el crisol del amor


responsable, la ayuda mutua, el afecto entrañable, el apoyo
económico, la asistencia solidaria y el acompañamiento
espiritual, que refleje el propósito de realizar un proyecto de vida

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de pareja responsable y estable, a la par de una convivencia real


efectiva y afectiva- durante los años anteriores al fallecimiento.

En ese sentido, para la Corte, más allá de la situación


formal existente entre la pareja, lo que determina el derecho
a la pensión de sobrevivientes es una convivencia real, bajo
las características anotadas, en tanto adquiere «una
connotación eminentemente material en oposición a los
aspectos meramente formales del vínculo, además de que,
jurídicamente hablando, debe ser estable, permanente y lo
suficientemente sólida para consolidar un grupo familiar, que
es el objeto de protección constitucional y legal» (sentencia CSJ
SL11940-2017, rad. 47913).

Paralelamente, a través de sentencias como la CSJ


SL6519-2017, rad. 57055, se ha establecido la importancia
de analizar la convivencia en cada situación concreta y
aislada, dadas las particularidades que se pueden presentar
en distintos eventos. En dicha oportunidad, la Corte explicó
que, a partir de una correcta interpretación del aludido
artículo 13 de la Ley 797 de 2003, la convivencia:

[…] debe ser examinada y determinada según las


particularidades relevantes de cada caso concreto, por cuanto
esta exigencia puede presentarse y predicarse incluso en eventos
en que los cónyuges o compañeros no puedan estar
permanentemente juntos bajo el mismo techo físico, en razón de
circunstancias especiales de salud, trabajo, fuerza mayor o
similares, pues ello no conduce de manera inexorable a que
desaparezca la comunidad de vida de la pareja, si claramente se
mantienen vigentes los lazos afectivos, sentimentales y de apoyo,
solidaridad, acompañamiento espiritual y ayuda mutua, rasgos
esenciales y distintivos de la convivencia entre una pareja y que
supera su concepción meramente formal relativa a la
cohabitación en el mismo techo.

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Así, pues, en casos especiales, como el que ocupa ahora


la atención de la Sala, la Corte ha examinado el requisito de
la convivencia en atención a ciertas circunstancias o
vicisitudes que pueden surgir en el seno de una familia y que
no por ello generan la pérdida del derecho pensional de
sobrevivientes, y precisamente por las particularidades que
rodean la situación se ha exigido un análisis especial y más
esmerado por parte del juzgador, en atención al contexto en
el que se desarrolla la relación de pareja.

Por ejemplo, en la sentencia CSJ SL2010-2019 se


concedió el derecho a la pensión de sobrevivientes a una
mujer, aunque ya no conviviera con su pareja bajo el mismo
techo, en tanto se evidenció que aquello aconteció por los
malos tratos a los que fue sometida por su esposo. En la
misma línea, a través de la providencia CSJ SL1727-2020,
rad. 53547, la Corte reconoció el ánimo de convivencia de la
demandante para con el fallecido, pese a que existió cesación
de efectos civiles del matrimonio debido a la violencia de
género que se presentaba en el hogar, lo cual requirió de un
especial ejercicio hermenéutico por parte de la Corporación.

De lo expuesto en precedencia, es dable concluir que el


Tribunal no se equivocó jurídicamente en el entendimiento
que le imprimió al término de convivencia, consagrado en el
literal a) del artículo 13 de la Ley 797 de 2003, en tanto siguió
con apego lo adoctrinado por esta Corporación, en razón a
que, como quedó visto, ese presupuesto significa una
comunidad de vida basada en el apoyo mutuo, la
colaboración recíproca, el soporte económico, el

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acompañamiento espiritual, la cohabitación bajo el mismo


techo (no siempre) y el ánimo de brindarse sostén y asistencia
mutua, con vocación de permanencia y ánimo de conformar
una familia o una comunidad de vida; que fue básicamente
lo considerado por el ad quem.

En efecto, se recuerda que la alzada estimó que para


acceder al derecho pretendido se deben acreditar los
anteriores presupuestos, al punto que un aparte de su
decisión, cuando se refirió a las pruebas allegadas al
plenario, expuso que éstas permitirían colegir, en principio y
de manera tangencial, que «existió una relación de pareja y
de convivencia, pues además de compartir techo y lecho,
existieron muestras especiales de cariño y auxilio económico a
la actora y a su hija […] y se acompañaron hasta el final de
los días», de lo que se desprende, desde la órbita de lo
jurídico, que entendió, como parámetro esencial para
determinar a una persona como beneficiaria de la pensión de
sobrevivientes, la existencia real y material de un vínculo de
auxilio mutuo, que comprende un acompañamiento
espiritual permanente, apoyo económico y con un proyecto
de vida en común con vocación de permanencia.

Cuestión diferente es que a partir de un análisis


detallado y a fondo del haz probatorio, esto es, al apreciar,
ponderar y contrastar los medios de convicción allegados al
plenario, a fin de otorgarle mérito probatorio guiado por la
sana critica, encontró el Tribunal que existían serias
contradicciones y lagunas en los testimonios arrimados al
plenario, lo cual impedía dar por acreditada la convivencia

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exigida por el legislador teniendo como soporte probatorio


unas declaraciones «inverosímiles».

Dicho en otras palabras, en un ejercicio de valoración


de los testimonios como medio probatorio, conjuntamente
con las documentales y el interrogatorio de parte absuelto
por la demandante, ese fallador, a partir del estudio de lo
manifestado básicamente por los declarantes, les negó vigor
persuasivo a sus dichos, a efectos de tener por acreditado el
requisito de la convivencia, lo cual daba al traste con las
aspiraciones de la demandante. Es claro que la decisión del
ad quem de revocar el fallo condenatorio de primer grado y,
en su lugar, negar la pensión demandada, no estuvo afincada
en un entendimiento errado del concepto de convivencia que
se exige para el nacimiento del derecho, sino en que no
existía certidumbre respecto a que la actora satisfizo dicho
requisito, en tanto las probanzas allegadas al proceso
carecían de eficacia demostrativa para acreditar esta
exigencia frente a la relación alegada con la pensionada
fallecida.

En este punto, es pertinente acotar que del estudio que


hizo el Tribunal del presente caso no aflora por parte alguna
que, por tratarse de una pareja de igual sexo, la decisión
hubiera adicionado o agregado exigencias como las aludidas
por la censura, esto es, exteriorización de actos íntimos, ello
frente a los ingredientes requeridos para demostrar la
aludida convivencia de una relación heterosexual, en tanto
lo que ocurrió, se itera, fue que la alzada consideró que se
presentaba una insuficiencia probatoria frente a este

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requisito, que daba al traste con las súplicas de la


demandante.

Incluso, lo que emerge de la sentencia confutada es que


esa supuesta condición de ser una pareja del mismo sexo
implicó una ventaja probatoria para la accionante, en tanto
el juez colegiado, según lo dejó expresamente plasmado en
su decisión, le impartió un enfoque de género al análisis de
las pruebas, lo que se traduce, entiende la Corte, en que el
ejercicio valorativo fue más amplio y laxo, en razón a la época
en que supuestamente se desarrolló la relación entre la
pareja, sus edades y la condición de monja de la causante;
no obstante, pese a ese enfoque diferencial para adoptar la
decisión, encontró que existían unas «contradicciones e
inverosimilitudes» en los declarantes imposibles de «obviar»,
que no permitían acceder al derecho pretendido.

En conclusión, el Tribunal no descontextualizó la


conceptualización jurídica del término de convivencia en los
términos antedichos, sino que del estudio del haz probatorio
encontró que aquella no se demostró, de allí que no se
configura el yerro jurídico alegado.

ii) De los derechos fundamentales a la intimidad,


libre desarrollo de la personalidad y la igualdad.

La censura arguye que el juez colegiado vulneró los


derechos fundamentales a la intimidad, al libre desarrollo de
la personalidad y a la igualdad de la promotora del proceso,
al haber extrañado detalles explícitos acerca de la forma en

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que se desarrolló la relación de pareja, pues, en su decir, al


acreditarse la existencia de elementos relativos a los lazos
afectivos, al apoyo recíproco, la ayuda económica, la
cohabitación, los besos, las caricias, el hecho de dormir en la
misma cama «abrazadas»; resultaba inconducente e
innecesario, a la luz de la normativa sobre seguridad social,
exigir pormenores más específicos, ya que para estos efectos
la convivencia solo implica un vínculo afectivo vigente
rodeado de auxilio mutuo, acompañamiento espiritual y
aporte económico, presupuestos que en un principio
encontró acreditados el ad quem.

En el presente asunto, observa la Sala que la recurrente


parte de un supuesto errado para fundar su acusación, en
tanto da por sentado que el Tribunal tuvo por acreditado que
entre la accionante y la pensionada fallecida existió el vínculo
afectivo vigente rodeado de auxilio mutuo, acompañamiento
espiritual y aporte económico, suficiente para dar por
acreditada la convivencia. Sin embargo, tal como se expuso
en el acápite anterior y se dejó sentado al historiar el proceso,
el juez colegiado lo que consideró desde el punto de vista
fáctico fue que no se demostró la convivencia exigida por la
ley al apreciar en detalle y forma ponderada los medios de
convicción y, por esta razón, negó las súplicas de la demanda
inaugural.

Ciertamente, del análisis en contexto de la


determinación aquí confutada emerge que el ad quem dividió
en dos etapas el ejercicio valorativo de los medios de
convicción, así: una primera, que consistió en una etapa

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descriptiva del conjunto probatorio, que le permitió señalar,


de manera preliminar, la existencia de un supuesto vínculo
afectivo y; un segundo momento, necesario e indispensable
en toda decisión judicial, en donde el Tribunal se adentró en
el análisis a fondo de las probanzas allegadas y practicadas,
para fundar su convencimiento y emitir la decisión, fase en
la cual las contrastó y apreció en toda su dimensión a efectos
de otorgarle el sentido que, en su decir, correspondía,
llegando con esa labor de valoración de la prueba a una
conclusión única, definitiva e inescindible, consistente en
que en este asunto no estaba probada la convivencia.

En ese orden de ideas, resulta desacertado el reproche


jurídico que se le endilga al juez colegiado, pues realmente la
negativa del derecho reclamado no estribó en que se le
hubiera exigido a la demandante acreditar unos pormenores
específicos respecto a la forma en cómo se desarrolló la
aparente relación de pareja o que la descartara por no haber
sido pública y notoria, como lo quiere hacer ver la censura
en su ataque; sino en que las pruebas arrimadas al plenario
en sí mismas eran «contradictorias» e «inverosímiles», de allí
que no podía tenerse por demostrada la convivencia
requerida en los términos de ley y la jurisprudencia.

Aquí, juzga conveniente la Sala recordar que la Corte ha


sido respetuosa de las formas en cómo se desarrolla la
relación de pareja, sin establecer reglas o estereotipos que
atenten contra el libre desarrollo de la personalidad, la
libertad individual y de la pareja. Al respecto, en sentencia

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Radicación n.° 80597

CSJ SL11940-2017, rad. 47913, esta Corporación indicó


que:

En ese orden, la Corte ha establecido que la configuración de la


convivencia, para los precisos fines de la seguridad social, no
requiere necesariamente de la demostración de que la pareja
permanezca bajo un mismo techo o que mantenga relaciones
sexuales […], sino que conserve vivos los lazos afectivos, de
solidaridad, acompañamiento y socorro, que informan y
sostienen la idea de un grupo familiar, a pesar de la distancia.
(Lo subrayado es de la Sala).

En la sentencia CSJ SL, 22 en. 2013, rad. 44677, la


Corte también puntualizó:

De lo anterior se deriva que no está presente como exigencia para


que se configure la convivencia a la luz de la normatividad de la
seguridad social, la circunstancia de existir relaciones sexuales
entre la pareja, pues el que ellas se den o no, “pertenece a su
esfera privada, y no merece ser ventilada en un escenario que
desborde ese marco, a riesgo de comprometer derechos
fundamentales de los involucrados”. (Subraya la Sala).

En esa última providencia, se hizo referencia a la


sentencia CSJ SL, 13 jun. 2012, rad. 41464, por medio de la
cual la Sala de Casación Laboral advirtió sobre la
improcedencia de inmiscuirse en la esfera privada de las
personas, toda vez que ello trae consigo la violación de sus
derechos fundamentales, entre ellos, la intimidad,
providencia a la cual considera esta Corporación necesario
remitirse en esta oportunidad. Al respecto, precisó la Sala:

[…] dispensado por el ente de seguridad social al demandante, al


negarle la pensión de sobrevivientes con base en argumentos
deleznables en grado superlativo, y luego de una tortuosa
“investigación” que consistió en la recepción de la declaración del
cónyuge supérstite y otra persona, que se distinguen porque las
preguntas formuladas fueron abiertamente sugestivas, y
repetitivas, en busca de contradicciones de los declarantes, como
puede verse en las actas adosadas entre los folios 88 y 96, a más

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de extraer conclusiones por entero opuestas a las versiones


ofrecidas por el señor OSSA QUIRAMA, y Josefina Mazo de Ríos.

No resiste ninguna crítica, argumentar que por el hecho de que


la extinta pensionada no dormía en el mismo lecho con su
esposo, no se configura el requisito de la convivencia, cuando
está perfectamente demostrado el estado de postración que le
ocasionó la muerte, a más de que, si así no fuera, la decisión de
no compartir la misma cama de una pareja, pertenece a su esfera
privada, y no merece ser ventilada en un escenario que desborde
ese marco, a riesgo de comprometer derechos fundamentales de
los involucrados. Toda la razón acompañó al juzgador de la
instancia inicial, al exponer:

«Es bastante lamentable la posición de la entidad demandada


frente a hechos como el presente, aferrándose a la negativa de
otorgar las prestaciones económicas por motivos baladíes, como
las que se alegan en el presente caso, que el demandante y la
pensionada fallecida no hacían vida conyugal al momento del
fallecimiento de ésta última, cuando del material probatorio
arrimado al proceso se desprende que dicha pensionada padeció
una enfermedad que la postró en cama y que para un mejor vivir
se le consiguió una cama hospitalaria.- Ante esta eventualidad
era imposible que estos cónyuges pudieran tener vida conyugal
por el estado o enfermedad en que se encontraba la pensionada
fallecida.- Son estos comportamientos los que han llevado a la
entidad demandada a la crisis de postración en que se
encuentra(s), posiciones tan radicales por interpretaciones tan
restrictivas, son las causantes de la congestión que en estos
momentos se presenta en la justicia laboral.- […] sale a florecer
esa terquedad de la entidad demandada de negarse a reconocer
las prestaciones económicas sin motivo razonable alguno […] y
no es factible confundir convivencia permanente con falta de
relaciones sexuales en esa convivencia debido a enfermedad de
uno de los cónyuges».

Como órgano de cierre de la jurisdicción ordinaria en la


especialidad laboral, a quien también compete la defensa de los
derechos fundamentales de los ciudadanos, esta Sala de la Corte
llama la atención para que no se repitan sucesos como los que
quedaron registrados.
(subraya la Sala).

No obstante, se itera, en el presente asunto el Tribunal


no exigió que, por tratarse de una pareja del mismo sexo,
fuera necesaria la demostración de elementos íntimos o
personales de la forma en que se desarrolló la relación y como

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equivocadamente lo plantea la censura; pues, su verificación


se contrajo a establecer si se había demostrado la
convivencia en los términos en que lo ha planteado la
jurisprudencia, esto es, la cohabitación bajo el mismo techo,
compartiendo lecho y mesa, brindándose apoyo económico,
afecto mutuo, solidaridad y cariño recíproco; que es lo que
debe acreditar, quien pretenda obtener una pensión de
sobrevivientes, con independencia de su género.

Aflora entonces que el ad quem tampoco incurrió en una


actuación discriminatoria por tratarse de una pareja del
mismo sexo, en la medida que, se itera, lo que ocurrió fue
que ante los vacíos y contradicciones de los deponentes les
negó fuerza persuasiva; recuérdese además que el juez debe
efectuar su análisis probatorio, teniendo en cuenta la
totalidad de las probanzas y bajo la libre formación del
convencimiento (artículos 60 y 61 del CPTSS), además que la
legislación de la seguridad social también «se edifica sobre
realidades y verdades» (sentencia CSJ SL413-2018).

Aunado a lo anterior, en un uso adecuado del principio


de igualdad, el juez plural, al advertir las particularidades del
caso, tuvo en cuenta el ambiente social y cultural que existía
para la época en que supuestamente se desarrolló la relación
entre la pareja e, incluso, la condición de monja de la
pensionada fallecida en algún momento de su vida; de allí
que ante esa situación le impartió a su decisión una
perspectiva de género, como forma de contribuir a superar la
discriminación que históricamente ha existido, enfoque que

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fue insuficiente para colegir que le asistía derecho a la


accionante a la pensión de sobrevivientes.

iii) De la obligación de los jueces de aplicar


perspectiva de género en sus decisiones

Reclama la censura que por tratarse de personas


pertenecientes a la comunidad LGBTI, la cual hace parte de
las categorías protegidas por el artículo 13 de la CN, la
situación debía analizarse en su contexto temporal, espacial,
social e histórico, con el propósito de garantizar y proteger el
derecho a la igualdad en todas sus dimensiones, pues una
actuación discriminatoria basada en la orientación sexual,
entre otros factores diversos, constituye lo que la
jurisprudencia nacional e internacional ha denominado
«clasificación o categoría sospechosa».

Al respecto, sobre la prohibición de trato diferencial a


partir de criterios sospechosos y de la manera para
identificar los mismos en las distintas actuaciones, la Corte
Constitucional, en sentencia CC T-030 de 2017, estableció lo
siguiente:

La Corte ha determinado que la igualdad es un concepto


multidimensional pues es reconocido como un principio, un
derecho fundamental y una garantía. De esta manera, la
igualdad puede entenderse a partir de tres dimensiones: i)
formal, lo que implica que la legalidad debe ser aplicada en
condiciones de igualdad a todos los sujetos contra quienes se
dirige; y, ii) material, en el sentido garantizar la paridad de
oportunidades entre los individuos; y, iii) la prohibición de
discriminación que implica que el Estado y los particulares no
puedan aplicar un trato diferente a partir de criterios
sospechosos construidos con fundamento en razones de sexo,

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raza, origen étnico, identidad de género, religión y opinión


política, entre otras.

De igual forma, esta Corporación ha expresado que este


postulado tiene un contenido que se concreta en el deber público
de ejercer acciones concretas, destinadas a beneficiar a grupos
discriminados o marginados de manera sistemática o histórica,
a través de prestaciones particulares o cambios en el diseño
institucional (acciones afirmativas).

[…]

La prohibición de discriminación por razón de la orientación


sexual diversa:

36. Este Tribunal ha entendido que la discriminación constituye


un acto arbitrario o conducta dirigida a perjudicar o a anular, a
dominar o a ignorar a una persona o colectivo, con fundamento
en estereotipos o prejuicios sociales o individuales, ajenos a la
voluntad del afectado, como son el sexo, la raza, el origen
nacional o familiar, o por razones irrelevantes, que lo hacen
acreedor de un perjuicio o beneficio como la serían, la opinión
política o filosófica.

De igual manera, la discriminación implica un trato desigual e


injustificado, que generalmente se presenta en el lenguaje de las
normas o en las prácticas institucionales y sociales, que afectan
los valores constitucionales de la dignidad humana y la igualdad,
y generan además, una carga que no es exigible jurídica ni
moralmente a la persona.

37. La Corte en la sentencia T-909 de 2011, consagró las


subreglas jurisprudenciales que deben verificarse cuando se
analiza la posible ocurrencia de una discriminación con efectos
negativos o que desmejoran las posiciones jurídicas ius
fundamentales de los individuos implicados. Las medidas objeto
de estudio deben:

i) Estar fundadas en criterios considerados sospechosos como el


sexo, género, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión,
opinión política o filosófica, orientación sexual, entre otros;

ii) No estar justificadas como herramientas que busquen alcanzar


un fin imperioso que imponga la diferenciación;

iii) Deben producir trato desigual en contra de una persona o


colectividad, con efectos nocivos que debilitan las posiciones
jurídicas ius fundamentales de los mismos; y,

iv) Se debe configurar un perjuicio.

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38. La forma de establecer el carácter sospechoso de una


actuación dentro del contexto de la discriminación, atiende a los
siguientes presupuestos: i) se refiere a las categorías prohibidas
contenidas en el numeral 1° del artículo 13 de la Constitución; ii)
se fundan en rasgos permanentes de las personas, los cuales son
irrenunciables, pues afectan directamente la identidad personal;
iii) se dirige contra personas que han estado sometidas,
históricamente, a patrones de valoración cultural que generan
posiciones jurídicas inferiores y configuran condiciones de
debilidad manifiesta por integrar grupos marginados o sujetos
que gozan de especial protección constitucional; iv) desconocen
prima facie un derecho fundamental; y, v) incorporan, sin causa
aparente, un privilegio exclusivo para un sector de la población,
con el correlativo desmedro en el ejercicio de los derechos de las
personas y grupos que fueron excluidos.

39. De otra parte, la discriminación puede revestir diversas


formas. En efecto, es directa cuando se establece frente a un
sujeto determinado un tratamiento diferenciado, injustificado y
desfavorable, basado en criterios como la raza, el sexo, la religión,
opiniones personales, entre otras.

[…]

41. Ahora bien, frente al tema específico de la prohibición de


discriminación en razón de la identidad de género o la orientación
sexual, la Corte ha sido prolija en proscribir cualquier tipo de
conductas que incurran en una desigualdad de este tipo, pues
no existe título jurídico que permita discriminar por la
orientación sexual diversa. Por ejemplo, en la sentencia T-435 de
2002[100], esta Corporación advirtió que la sexualidad aparece
como un elemento consustancial a la persona humana, por lo
que hace parte de su entorno más íntimo, que impide la
intervención del Estado o de terceras personas sin la autorización
de su titular.
(Subraya de la Sala)

Igualmente, en la sentencia CSJ SL5524-2016, esta


Sala advirtió lo siguiente:

[…] siendo de recibo diferenciaciones únicamente cuando estén


justificadas a la luz del ordenamiento superior. No puede
olvidarse que la esencia de la seguridad social y su razón de ser,
es amparar al ser humano frente a las contingencias que lo
afectan para garantizarle una calidad de vida acorde con la
dignidad humana, derecho que no podría verse menoscabado o
desconocido sobre una consideración discriminatoria originada
en la orientación sexual del individuo. La Corte Constitucional en

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sentencia CC C-075/07 precisó que la diferencia de trato


fundada en la orientación sexual de una persona se presume
inconstitucional y se encuentra sometida a un «control
constitucional estricto» y que la categoría «orientación sexual» es
un «criterio sospechoso de diferenciación».
(Subraya la Sala)

Pues bien, siendo clara la existencia en este específico


caso de un criterio sospechoso de diferenciación, en razón a
que la orientación sexual se encuentra dentro de las
categorías prohibidas contenidas en el inciso 1º del artículo
13 de la CN; lo cual hace parte de los rasgos permanentes de
la persona y su identidad; y que la comunidad LGBTI ha sido
un grupo históricamente desventajado, en situación de
vulnerabilidad y de desigualdad, «marginado por el Estado, la
sociedad y la familia, en las distintas facetas y formas, de
manera individual y colectiva, de manera expresa y sutil, en
público y en privado, directa e indirectamente, consciente e
inconscientemente» (sentencia CC T-077 de 2016); le
correspondía al Tribunal efectuar un análisis de contexto y
juzgar el presente caso, efectivamente, con la perspectiva de
género antes explicada, en aras de evitar la perpetuación de
estereotipos y estigmas, tanto en la esfera de lo público como
de lo privado, y así prevenir la discriminación que todavía
sufre la población homosexual y toda la comunidad LGBTI.

En lo que concierne a la obligación de los jueces de


analizar la situación con enfoque diferencial, la Corte
Suprema de Justicia, en su Sala de Casación Civil, mediante
providencia CSJ STC2287-2018, reiterada por esta Sala en
decisión CSJ SL1727-2020, rad. 53547, explicó que juzgar
con perspectiva de género significa:

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[…] recibir la causa y analizar si en ella se vislumbran situaciones


de discriminación entre los sujetos del proceso o asimetrías que
obliguen a dilucidar la prueba y valorarla de forma diferente a
efectos de romper esa desigualdad, aprendiendo a manejar las
categorías sospechosas al momento de repartir el concepto de
carga probatoria, como sería cuando se está frente a mujeres,
ancianos, niño, grupos LGBTI, grupos étnicos, afrocolombianos,
discapacitados, inmigrantes, o cualquier otro; es tener conciencia
de que ante situación diferencial por la especial posición de
debilidad manifiesta, el estándar probatorio no debe ser igual,
ameritando en muchos casos el ejercicio de la facultad-deber del
juez para aplicar la ordenación de prueba de manera oficiosa.
(Subraya la Sala)

En la misma dirección, respecto del deber de los jueces


de incluir enfoque de género en las decisiones judiciales, la
Sala de Casación Laboral, en sentencia CSJ SL648-2018,
rad. 55122, mediante la cual examinó una situación de acoso
sexual a una mujer en el escenario laboral, manifestó que
«cuando un asunto de este talante es puesto en manos de la
justicia, al juez le corresponde continuar con su
intencionalidad de propender por el equilibrio entre los géneros
y el respeto por los grupos poblacionales que históricamente
han sido segregados».

Igualmente, en la sentencia CSJ SL4549-2019, rad.


68689, esta Corporación adujo lo siguiente:

No obstante, el Tribunal tampoco razonó el contexto en el que


pudo haberse emitido la declaración extrajudicial de la
pensionada, pues, tal como lo hace notar la censura, este tipo de
relaciones homosexuales aún padece la estigmatización y el
escarnio social, por lo que la valoración probatoria del juez
colegiado también debió considerar las circunstancias
particulares en las que había sido rendida, pues así se
comprende que la valoración probatoria deba atender «las
circunstancias relevantes del pleito» a que alude la norma citada;

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sin embargo, brilla por su ausencia un análisis entorno a tal


aspecto.
(Subraya de la Sala).

Analizar la situación bajo un enfoque diferencial o


juzgar con perspectiva de género, significa entonces, excluir
o evitar la aplicación de estereotipos de género al momento
de examinar el contexto y, al mismo tiempo, implica adoptar
acciones afirmativas y medidas de protección especiales, so
pena de revictimizar a los afectados por la inoperancia
institucional. Por ello, es sumamente importante considerar
las categorías de género y acudir a los instrumentos
nacionales e internacionales para prevenir, evitar o reparar
lesiones o afectaciones producidas por discriminaciones
surgidas en virtud de la ausencia de un análisis diferenciado,
en aras de alcanzar el derecho fundamental a la igualdad en
todas sus dimensiones.

Volviendo nuevamente al caso en estudio, la censura


afirma que el Tribunal no tuvo en cuenta que la relación de
pareja no fue lo suficientemente notoria por razones
particulares y personales, tales como que la causante fue
monja en una etapa de su vida, que la actora tenía una hija
menor de edad, que se trataba de personas del mismo sexo y
que ambas tenían una avanzada edad.

No obstante, encuentra la Corte que el juez de segundo


grado fue claro y preciso respecto a que al asunto era
necesario imprimirle un análisis «con perspectiva de género»,
de modo que, estudió los medios probatorios en su conjunto
teniendo de presente que se trataba de una pareja

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homosexual, ello con el propósito de evitar la reproducción


de estereotipos discriminatorios, todo lo cual se traduce en
acciones positivas por parte del Estado para hacer real y
efectivo el derecho a la igualdad, a la dignidad humana y al
libre desarrollo de la personalidad.

Sin embargo, un análisis con enfoque de género no


significa necesariamente que el juez colegiado debía pasar
por alto las contradicciones o inexactitudes de los testigos y
lo manifestado por la absolvente en el interrogatorio de parte,
puesto que, independientemente de que se trate de parejas
heterosexuales o del mismo sexo, cuando son compañeros o
compañeras permanentes el requisito de la convivencia para
acceder a la pensión de sobrevivientes debe quedar
suficientemente demostrado en el proceso, para el caso, por
lo menos durante los cinco años inmediatamente anteriores
al fallecimiento del pensionado, conforme a lo previsto en el
artículo 13 de la Ley 797 de 2003, que fue lo que no aconteció
en esta caso en particular.

En síntesis, mirada en contexto la decisión impugnada,


se colige que el Tribunal cumplió con el deber de analizar el
caso con enfoque diferencial, simplemente que no encontró
acreditado el requisito de la convivencia, no porque ésta no
fuera notoria como lo esgrime la censura, sino por las
contradicciones y vacíos de los declarantes, de quienes se
advertía, según lo adujo el ad quem, la intención de favorecer
a la demandante, lo cual tampoco comporta un yerro
jurídico, en la medida que tal enfoque no implica el

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otorgamiento de derechos que no han sido debidamente


demostrados.

Por todas las anteriores consideraciones, el fallador de


alzada no incurrió en los errores de tipo jurídico señalados y,
por consiguiente, el cargo no prospera.

IX. CARGO PRIMERO

Por la vía indirecta, en la modalidad de aplicación


indebida, ataca al Tribunal por haber transgredido los
artículos 12 y 13 de la Ley 797 de 2003, que modificaron los
artículos 46 y 47 de la Ley 100 de 1993; en relación con los
artículos 4, 5, 13, 15, 16, 42, 43 y 48 de la CN; 60, 61 y 66A
del CPTSS; 74 y 141 de la Ley 100 de 1993; 165, 167, 176 y
208 del CGP, aplicables en virtud del artículo 145 del CPTSS.

Dice la censura que la violación de la ley sustancial


obedeció a los siguientes errores de hecho:

1. Dar por demostrado, sin estarlo, que la señora MARÍA


DEYSI GRAJALES GONZÁLEZ no logró demostrar la condición
de beneficiaria de la pensión de sobrevivientes que en vida dejó
causada la señora MARÍA MÉLIDA SANTA PIEDRAHITA
Q.E.P.D., al no haberse acreditado la relación de compañeras
permanentes durante más de 5 años y hasta el momento del
fallecimiento que exige la ley.

2. Dar por demostrado, sin ser ello cierto, “…que si bien no


cabe duda que la demandante y la señora María Mélida Santa
Piedrahita convivieron bajo el mismo techo, no lo hicieron como
compañeras permanentes, sino como una relación de ayuda para
el cuidado de su madre (contractual) y que en virtud del
agradecimiento y compañía que con posterioridad le brindó”.

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Radicación n.° 80597

3. Dar por demostrado, sin ser ello cierto, que los “datos que
suministraron los testigos son muy genéricos, incluso, parecen
instruidos”.

4. No dar por demostrado, siendo ello evidente, que la señora


MARÍA DEISY GRAJALES y la señora MÉLIDA SANTA
PIEDRAHITA Q.E.P.D. sostuvieron una relación de pareja
durante un lapso superior a 10 años con anterioridad a la muerte
de la causante, en calidad de compañeras permanentes,
compartiendo techo, lecho y mesa, brindándose afecto,
acompañamiento espiritual y socorro mutuo, propio de una
comunidad de vida en pareja.

5. No dar por demostrado, siendo evidente, que si bien la


relación de pareja sostenida por las señoras MARÍA DEISY
GRAJALES y MÉLIDA SANTA PIEDRAHITA Q.E.P.D. no fue lo
suficientemente notoria ante la familia y la sociedad, ello se debió
a que la causante dedicó muchos años de su vida a la vocación
religiosa (monja), la actora tenía una hija y por éstas y otras
circunstancias no consideraban pertinente hacer pública su
relación homosexual.

Para la censura, el Tribunal no apreció correctamente


la Resolución 220162 de 2015 (f.° 32 a 34) y «el
consentimiento informado – programa crónico- e historia
clínica de la señora Santa Piedrahita» (f.° 39 a 46).

Igualmente, denuncia la falta de valoración de las


fotografías obrantes a folios 37 y 38; del interrogatorio de
parte de María Deisy Grajales González (f.° 180); y de los
testimonios de Amparo Manzano Borja, Carmen Leonor Cobo
Delgado y Gerardo y Javier Santa Piedrahita (f.° 180).

En la sustentación del cargo, la censura comienza por


manifestar que, si bien los artículos 61 del CPTSS y 167 del
CGP le otorgan libertad al fallador para valorar el material
probatorio y formar así su convencimiento, lo cierto es que
dicha facultad debe ser cuidadosa y equilibrada, de manera

SCLAJPT-10 V.00
37
Radicación n.° 80597

que ninguna de las partes del litigio se vea afectada o


favorecida arbitrariamente.

Se remite al documento obrante a folios 39 a 46, relativo


a la historia clínica de la causante y al «consentimiento
informado», respecto del cual aduce que el Tribunal se
equivocó al haber determinado que entre la finada y la
demandante lo que existía era una relación de ayuda y
agradecimiento, pues, en su decir, es claro que la actora
ostentaba la calidad de compañera permanente de la señora
Santa Piedrahita, puesto que, de no ser así, no habría
acompañado a la pensionada fallecida a las consultas
médicas en la clínica, así como tampoco habría «impartido el
consentimiento informado acerca del programa crónico».

Seguidamente, indica que las fotografías visibles a folios


37 y 38 demuestran que la accionante acompañó a la
causante durante sus últimos días de vida, como «compañera
de vida y pareja», lo que, en su sentir, se puede corroborar
con los testimonios de Amparo Manzano Borja y Gerardo
Santa, y el contenido de la Resolución 220162 de 2015, que
refleja el resultado de la investigación administrativa,
además de lo manifestado por la misma demandante en el
interrogatorio de parte, atinente a que «tuvimos una relación
de entre 14 y 15 años, era muy discreta dicha relación, como
ella había sido monja no quería que nadie supiera de la
relación y le daba pena con los hermanos».

De lo precedente, sostiene que no era posible que el


fallador coligiera que entre la de cujus y la actora solo había

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 80597

una gran amistad, «menos aún de índole contractual», como


quiera que ello no habría conducido a una convivencia,
mucho menos «a compartir el mismo cuarto». También afirma
que, si la señora Grajales González hubiera fungido como
empleada doméstica de la fallecida, existirían en el plenario
algunos recibos y constancias de pago por sus servicios o, al
menos, obraría alguna declaración de un testigo en ese
sentido. Reitera que la pareja optó por conservar un alto
grado de discreción debido a que se trataba de una religiosa
retirada, porque la hija de la accionante era muy pequeña y
por la avanzada edad que tenían ambas al momento de
iniciar el vínculo sentimental, razones por las cuales «esta
relación sería estigmatizada por muchos».

Manifiesta que el juez colegiado incurrió en un error al


haber afirmado que de las declaraciones de los testigos y de
lo aseverado por la promotora del litigio existían
imprecisiones que le restaban credibilidad. Ello por cuanto,
si bien en la investigación administrativa la señora Grajales
González indicó que el único que sabía de la relación era el
hermano de la fallecida, lo cierto es que estaba haciendo
referencia al ámbito familiar, pues respecto de las demás
personas indicó en aquella oportunidad que «vecinos del
sector que les conste la relación, muy pocos», con lo cual
claramente estaba haciendo referencia a las testigos Amparo
Manzano Borja y Carmen Leonor Cobo Delgado.

Arguye que la afirmación de una de las vecinas de la


pareja, referente a que en la casa había dos plantas y seis
habitaciones, no resulta inverosímil ni contradictoria con las

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Radicación n.° 80597

aseveraciones de la demandante, en los términos definidos


por el Tribunal, pues, por el contrario, le dan mayor fuerza a
la convivencia que existía entre la pareja, pues pese a que
sobraban habitaciones en la casa «optaron por dormir en la
misma habitación compartiendo lecho».

Esgrime que también se equivocó el sentenciador de


alzada cuando estableció que la actora derivaba su sustento
de la actividad que ejercía como oficio principal, esto es, la
de «cuidar ancianitos», toda vez que, en primer lugar, la actora
empezó a realizar esta labor luego del fallecimiento de su
compañera y, en segundo término, porque nunca recibió
dinero por cuidar a la señora Santa Piedrahita, pues la ayuda
económica que recibía del extranjero de los familiares de la
causante, era para sufragar los gastos de ambas y de la hija
de la accionante.

Reprocha el hecho de que la colegiatura hubiera


determinado, de un lado, que la ayuda económica de la
causante para con la promotora del proceso lo fue por el
espíritu caritativo de la primera en calidad de monja y, por
otra parte, que la actora continúe viviendo en la casa de los
hermanos de la fallecida por simple agradecimiento, «pues
agradecimiento sí hay, pero no ante una persona ajena a la
familia sino hacia su cuñada, como se refirieron los hermanos
a la demandante al rendir sendas declaraciones».

Adicionalmente, alude que la declaración de la testigo


Cobo Delgado, quien dijo haber visto manifestaciones de
amor y cariño entre la pareja cuando ingresó a la casa de

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Radicación n.° 80597

ellas porque el señor Gerardo les abrió, «deja sin piso el


argumento del Tribunal referente a que al tocar la puerta
debían estar alerta». También aduce que el testigo Gerardo
Santa Piedrahita no se contradijo en su declaración vertida
en este proceso, con lo afirmado en el trámite de la
investigación administrativa, ya que siempre se refirió a una
«relación estrecha» entre la pareja y a que compartían cuarto.

Puntualiza que el Tribunal debió tener en cuenta que la


relación de la causante y la actora no podía desenvolverse
«genuina y normalmente como una pareja heterosexual», en
razón a que ambas tenían razones personales para
abstenerse de exteriorizar la relación, como la edad
avanzada, la hija menor de la demandante y la calidad de
religiosa que tuvo en una época la causante y, en tales
circunstancias, no era dable que el fallador afirmara que «si
las referidas señoras eran pareja no debían ser autorizadas o
contar con la aquiescencia de sus familiares para compartir
lecho».

En el mismo sentido reprocha que el Tribunal hubiera


afirmado que los hermanos de la finada debieron «ser más
ricos en los detalles de la forma en que se desarrolló la
pretendida relación», pues para la censura resulta absurdo,
por cuanto:

[…] para el Tribunal una versión suficientemente sólida para


acreditar la relación de pareja es aquella que exponga un testigo
que haya presenciado actos sexuales o relaciones íntimas […] es
absurdo, no solo por tratarse de una pareja homosexual
particular y especial como esta, sino sería ir más allá de los
postulados que esa H. Sala ha mantenido para efectos de verificar

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Radicación n.° 80597

la existencia de una relación de pareja, es decir, que no existe la


necesidad de tener relaciones sexuales, engendrar e incluso vivir
bajo el mismo techo, si entre ambas existió apoyo, socorro
mutuo, lazos afectivos, acompañamiento espiritual,
manutención y demás aspectos verdaderamente relevantes que
caracterizan una vida marital.

Finalmente, luego de transcribir in extenso los


testimonios de Amparo Manzano Borja, Carmen Leonor Cobo
Delgado, Javier y Gerardo Santa Piedrahita, así como el
interrogatorio de parte de la demandante, sobre los cuales
fundamentó el Tribunal su decisión, la censura expone que,
aunque en la sentencia impugnada se dijo que el acervo
probatorio se analizaba «bajo la óptica de perspectiva de
género», lo cierto es que las circunstancias particulares del
caso no fueron tenidas en cuenta con la relevancia que
ameritaba, dado que la relación no fue lo suficientemente
notoria, precisamente, por ser de carácter homosexual, por
la condición de monja que ostentó la causante durante
algunos años de su vida y por la hija menor de la accionante.
Y agrega que lo anterior es de alta trascendencia si se tiene
en cuenta lo consagrado por el artículo 13 de la Constitución
Política de 1991, pues:

[…] atendiendo a este mandato, actualmente la ley y la


jurisprudencia ha demostrado su laxitud frente a los derechos
que le asiste a la población homosexual en Colombia,
extendiendo a ellos el beneficio de sustitución pensional como el
que aquí se reclama […] no puede pretenderse con tanta facilidad
como intenta hacerlo ver el Tribunal, que dicha relación se haya
desarrollado de la misma manera como lo haría una
heterosexual, más aun teniendo en cuenta las circunstancias
que la rodearon […] ya que es una realidad conocida y
generalizada que una gran parte de la sociedad a la fecha no
acepta ni siquiera la existencia de esta comunidad, pues muchos
de ellos denominados homofóbicos pueden llegar a hacer daño,
no físico necesariamente pero sí sicológico, a través de
comentarios destructivos y mal intencionados, siendo por
razones así que éste género continúa siendo en muchas

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 80597

oportunidades estigmatizado y considerado tabú, pese al fuerte


despliegue de actividades, normas y beneficios que el Estado ha
hecho a su favor. Tan es así que tanto la demandante como los
testigos manifiestan su vergüenza (pena) al referirse a las
muestras de cariño o adentrarse en los detalles, no obstante ser
un hecho ya ventilado la calidad de compañeras permanentes
que tenían mi representada y la de cujus.

X. CONSIDERACIONES

En el sub lite, desde la órbita de lo fáctico, los errores


endilgados por la censura al juez colegiado, se condensan en
que no tuvo por acreditado que María Mélida Santa
Piedrahita convivió con la demandante por un tiempo
superior a los últimos cinco años de su vida; para lo cual
acusó la errónea apreciación de unas pruebas y la falta de
valoración de otras.

Como se recuerda, el ad quem, en lo que concierne a los


argumentos fácticos esgrimidos en la sentencia impugnada,
luego de aludir a los testimonios, documentos y al
interrogatorio de parte de la demandante, dijo que de éstos
se podía desprender, en principio y de manera preliminar,
que entre la actora y la pensionada María Mélida Santa
Piedrahita existió una relación de pareja. Sin embargo, a
renglón seguido, puso de presente que al realizar ya una
valoración «detallada» del haz probatorio, emergían unas
contradicciones entre los testimonios, que le restaban
credibilidad y fuerza persuasiva a sus dichos, lo cual impedía
tener por acreditada la convivencia legalmente exigida para
acceder a la pensión reclamada; de allí que concluyó que
entre la actora y la causante existió una «relación contractual
de ayuda» y una simple «amistad».

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 80597

Al respecto, desde ya, cabe señalar que el Tribunal


desde el punto de vista meramente fáctico no incurrió en
ningún desvío probatorio, o por lo menos no en uno
protuberante y ostensible suficiente para quebrar la
sentencia impugnada.

En efecto, del examen objetivo de las pruebas acusadas,


se obtiene lo que a continuación se pasa a detallar:

- Consentimiento informado.

A folio 39 reposa el documento denominado


«CONSENTIMIENTO INFORMADO PROGRAMA CRÓNICO» de
fecha 11 de diciembre de 2013, expedido por la empresa
Servicios Integrales de Salud Ambulatorios. En dicha
probanza, la señora María Mélida Santa Piedrahita, en
calidad de paciente, y la señora María Deisy Grajales
González, como cuidadora y acudiente de aquella, firman la
autorización para la hospitalización de la causante como
paciente crónica y declaran haber sido informadas sobre
todos los beneficios, riesgos y condiciones de dicho
procedimiento.

Tal probanza, a juicio de la Corte, nada revela sobre la


convivencia efectiva de la accionante y la causante durante
el tiempo que exige la Ley 797 de 2003, habida cuenta que
solo muestra un aspecto puntual y es que la demandante fue
quien signó un documento en donde se pone en conocimiento
respecto a los riesgos y beneficios de un programa de

SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 80597

hospitalización domiciliaria; situación que es insuficiente


para colegir la existencia de una comunidad de vida entre la
pareja o de algún tipo de vínculo afectivo, de comunicación,
solidaridad y ayuda mutua que permitiera considerar que se
satisfizo el tiempo mínimo de una convivencia real y efectiva,
y, por ende, no es dable darle el alcance probatorio que
persigue la censura.

Incluso, la condición bajo la cual la actora rubricó tal


documento fue como cuidadora y/o acudiente, lo que guarda
correspondencia con la conclusión del ad quem respecto a
que la relación existente entre ambas era «contractual de
ayuda».

- Resolución 220162 de 2015 (f.° 33).

El aludido documento corresponde al acto


administrativo mediante el cual la demandada resolvió el
recurso de reposición interpuesto contra la resolución
119184 del 27 de abril de 2005.

En la documental objeto de análisis se deja constancia


de lo siguiente: i) que mediante Resolución 3078 de enero de
2012 el ISS le reconoció la pensión de vejez a la señora María
Mélida Santa Piedrahita; ii) que la aquí accionante solicitó la
prestación de sobrevivientes con ocasión del fallecimiento de
la referida pensionada, la cual le fue negada a través de acto
administrativo 119184 de 2015, por no haber acreditado los
requisitos legales y; iii) que interpuso recurso de reposición
contra dicha decisión.

SCLAJPT-10 V.00
45
Radicación n.° 80597

Se indicó también en la referida prueba, los motivos de


inconformidad esgrimidos por la recurrente, los cuales
consistieron, básicamente, en que, en su decir, del material
probatorio allegado con la solicitud pensional se deprendía
que convivió más de 15 años con la señora Santa Piedrahita
y hasta el momento del deceso.

A partir de lo anterior, y después de aludir a la


normativa aplicable, la AFP demandada transcribió un
pasaje de lo manifestado por la solicitante en una visita que
se le realizó junto con lo dicho por Amparo Manzano Borja en
su condición de vecina y Gerardo Santa Piedrahita como
hermano de la causante; coligiendo que de sus dichos se
infería que no existió convivencia durante los cinco años
anteriores al fallecimiento de la pensionada.

Ahora bien, de la valoración objetiva de ese medio de


convicción no se desprende un error con el carácter de
evidente del Tribunal, en la medida en que, si bien la actora
expuso que la pensionada fallecida era su pareja, tal
manifestación, para los fines que persigue la recurrente, esto
es, demostrar la convivencia efectiva, carece de fuerza
persuasiva, pues ello equivaldría a avalar que la parte
interesada, a partir de su propio dicho, pueda crear la prueba
acorde a sus intereses. Sobre dicho tópico la Sala, en
sentencia CSJ SL, 4 sep. 2002, rad. 16168, indicó que «el
documento en que se expresa por una de las partes la
ocurrencia de un hecho que le favorece, no es prueba de su
existencia, porque ello iría contra el principio según el cual la

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Radicación n.° 80597

parte no puede fabricar su propia prueba», y en decisión CSJ


SL, 15 jul. 2008, rad. 31637, expuso «[…] no se puede
soslayar lo que antaño ha sostenido esta Corporación en torno
a que a ninguna de las partes le es dable producir sus propias
pruebas, es decir, que la parte que hace una declaración de
un hecho que lo favorece, no puede pretender en el proceso
hacerlo valer en su propio beneficio».

Incluso, del aparte trascrito de la declaración rendida


por el señor Gerardo Santa Piedrahita en la investigación
administrativa adelantada, plasmada en la Resolución
220162 de 2015, consistente en que: «aquí fue donde se
conoció con Deisy, ellas empezaron una relación bastante
estrecha, compartían mucho todo el tiempo, salían para todos
lados, inclusive compartían un cuarto en esta casa, siempre
estaban juntas», ni siquiera se dijo expresa o implícitamente
que fueran una pareja sentimental, de modo que no es
posible inferir la existencia de error manifiesto por parte del
Tribunal al analizar este medio de convicción.

- Fotografías (f. 37 y 38)

Las fotografías a que alude la censura en el desarrollo


del cargo y en las que afirma demuestran que la accionante
acompañó a la causante durante sus últimos días de vida,
como «compañera de vida y pareja», solo muestran a dos
personas compartiendo en un determinado momento, pero
de allí no emerge la existencia de una convivencia efectiva,
real y material, de vida en común, con acompañamiento
espiritual permanente, apoyo económico mutuo, con el

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Radicación n.° 80597

ánimo y la intención de constituir y organizar una verdadera


familia como compañeras permanentes. Aquí resulta
oportuno recordar lo dicho por la Sala en sentencia CSJ
SL903-2014 sobre este medio de prueba:

La tenencia de documentos del causante, tales como pasaportes,


carnets, certificados, etc., (folios 153 a 155), a lo sumo que se
pueden ver es como indicios contingentes --para nada
necesarios-- de una relación personal entre su titular y el
tenedor, pero de allí no es dable predicar que constituyen
documentos demostrativos de la reclamada convivencia marital
y de que ésta se cumplió por un determinado tiempo en las
condiciones exigidas por la ley. Luego, aparte de que los datos
probatorios que ello arrojan resulta absolutamente incipiente
frente a la carga probatoria que se requiere para demostrar los
supuestos de hecho de las normas que establecen la pensión de
sobrevivientes, lo cierto es que, por no ser medios de convicción
calificados en la casación del trabajo (artículo 7º, Ley 16 de 1969),
los mencionados indicios contingentes no pueden ser objeto de
control directo como se propone por la recurrente.

Idéntica reflexión puede hacerse sobre las fotografías de los folios


21 a 23 del c.2., pues si bien es cierto son documentos
representativos de una particular situación, no tienen el vigor de
acreditar aisladamente o por sí mismas los socorridos supuestos
de hecho de la pensión de sobrevivientes. De manera que, en tal
sentido, no tienen la fuerza suficiente para desvertebrar las
conclusiones del juzgador sobre la convivencia probada de DEYSI
MARÍA CABEZAS CASTILLO con MARCO AURELIO VÁSQUEZ
IBARRA, o de que si bien ésta se produjo lo fue de manera
compartida con MARÍA LUISA CABEZAS SINISTERRA.
(Negrilla propia del texto y lo subrayado de la Sala)

- Interrogatorio de parte de la demandante.

En el cargo se alude a la falta de valoración del


interrogatorio de parte que rindió la demandante, no
obstante, precisa la Corte, que solo se puede tener como
prueba calificada en la medida que contenga confesión, es
decir, que lo manifestado recaiga sobre hechos que

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Radicación n.° 80597

produzcan consecuencias jurídicas adversas al confesante o


que favorezcan a la parte contraria.

Visto lo anterior, lo manifestado por la actora a su favor


en la diligencia de interrogatorio de parte no puede ser
considerado como una confesión, pues lejos está de contener
aseveraciones que le generen consecuencias jurídicas
adversas y, por el contrario, son afirmaciones en su beneficio,
que están dirigidas a reafirmar su posición en cuanto a que
convivió con la causante hasta el momento de su
fallecimiento, lo cual debió la demandante demostrar por otros
medios de convicción.

De suerte que tales manifestaciones a su favor no son


confesión y, por ende, en casación, no pueden estructurar un
error de hecho, con el carácter de ostensible.

-Historias clínicas de la Nueva EPS y Clínica los Rosales


S.A. de la causante.

Este documento no aporta nada respecto de la


convivencia aquí debatida.

- Finalmente, el artículo 7 de la Ley 16 de 1969, que


modificó el 23 de la Ley 16 de 1960, establece que el error de
hecho será motivo de casación laboral, siempre y cuando
provenga de «falta de apreciación o apreciación errónea de un
documento auténtico, de una confesión judicial o de una
inspección ocular», hoy judicial, es decir, de pruebas que la
jurisprudencia ha denominado como «calificadas».

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Radicación n.° 80597

En ese orden de ideas, para poder analizar los


testimonios de Amparo Manzano Borja, Carmen Leonor Cobo
Delgado y Gerardo y Javier Santa Piedrahita, que en el cargo
se denuncian como no apreciados, era necesario demostrar
que el ad quem incurrió en alguno de los yerros con el
carácter de manifiestos con base en las pruebas calificadas
en casación laboral ya referidas, lo cual, como se vio, no
ocurrió, por lo que no es dable su examen, tal como lo
pretende la recurrente con su ataque.

Cabe agregar que a la luz de lo dispuesto en el artículo


61 del CPTSS, en los juicios del trabajo los jueces gozan de
libertad para apreciar las pruebas, por lo que si bien el artículo
60 ibídem les impone la obligación de analizar todas las
allegadas en tiempo, para fundar su convicción no están
sujetos a tarifa legal alguna y, por ende, cualquier medio
probatorio puede brindarles mayor convicción y fundar su
decisión, salvo cuando la ley exija determinada solemnidad ad
substantiam actus, pues en tal caso no se podrá admitir su
prueba por otro medio, tal y como expresamente lo establece la
primera de las citadas normas.

Al respecto en sentencia CSJ SL18578-2016, se


manifestó que:

[…]
en virtud de lo dispuesto por el artículo 61 del Código Procesal
Laboral, en los juicios del trabajo los jueces gozan de libertad
para apreciar las pruebas, por lo que si bien el artículo 60 ibídem
les impone la obligación de analizar todas las allegadas en
tiempo, están facultados para darle preferencia a cualquiera de

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Radicación n.° 80597

ellas sin sujeción a tarifa legal alguna, salvo cuando la ley exija
determinada solemnidad ad sustantiam actus, pues en tal caso
“no se podrá admitir su prueba por otro medio”, tal y como
expresamente lo establece la primera de las citadas normas.

Al respecto, resulta pertinente traer a colación lo afirmado en


sentencia de 27 de abril de 1977, inédita, que fue ratificado por
la Sala, entre otras, en sentencia de 5 de noviembre de 1998
(Radicación 11.111).

"El artículo 61 del Código de Procedimiento Laboral les concede


a los falladores de instancia la potestad de apreciar libremente
las pruebas aducidas al juicio, para formar su convencimiento
acerca de los hechos debatidos con base en aquellas que los
persuadan mejor sobre cuál es la verdad real y no simplemente
formal que resulte del proceso. Todo ello, claro está, sin dejar de
lado los principios científicos relativos a la crítica de la prueba,
las circunstancias relevantes del litigio y el examen de la
conducta de las partes durante su desarrollo.

"Pueden, pues, los jueces de las instancias al evaluar las pruebas


fundar su decisión en lo que resulte de algunas de ellas en forma
prevalente o excluyente de lo que surja de otras, sin que el simple
hecho de esa escogencia permita predicar en contra de lo resuelto
así la existencia de errores por falta de apreciación probatoria y,
menos aún, con la vehemencia necesaria para que esos errores
tengan eficacia en el recurso extraordinario de casación como
fuente del quebranto indirecto que conduzca a dejar sin efecto la
decisión que así estuviera viciada.

"La eficiencia de tales errores en la evaluación probatoria para


que lleven a la necesidad jurídica de casar un fallo no depende
pues simplemente de que se le haya concedido mayor fuerza de
persuasión a unas pruebas con respecto de otras sino de que,
aun de las mismas pruebas acogidas por el sentenciador o de
otras que no tuvo en cuenta, surja con evidencia incontrastable
que la verdad real del proceso es radicalmente distinta de la que
creyó establecer dicho sentenciador, con extravío en su criterio
acerca del verdadero e inequívoco contenido de las pruebas que
evaluó o dejó de analizar por defectuosa persuasión que sea
configurante de lo que la ley llama el error de hecho".

Corresponde es los juzgadores de instancia la facultad de


establecer el supuesto de hecho al que debe aplicarse la ley, y de
allí que el mentado artículo 61 del Código Procesal Laboral les
haya otorgado la facultad de apreciar libremente las pruebas, lo
que hace que resulte inmodificable la valoración probatoria del
Tribunal mientras ella no lo lleve a decidir contra le evidencia de
los hechos en la forma como fueron probados en la proceso.

Por eso, dada la presunción de acierto y legalidad que ampara la


sentencia acusada, la Corte, en tanto actúa como tribunal de

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casación, tiene el deber legal de considerar que el juez de segunda


instancia, a quien, se repite, compete la función de establecer el
supuesto fáctico al que debe aplicar la norma legal, cumplió con
esa función y, por tanto, acertó en la determinación de los hechos
relevantes del pleito, por no haber desvirtuado el recurrente esa
presunción.

Por consiguiente, del estudio de las probanzas aptas en


casación no emerge un hecho o deducción que sea
contraevidente frente a las inferencias del ad quem,
obtenidas al valorar principalmente los testimonios y demás
medios de convicción, ello de cara a la supuesta convivencia
de la demandante con la pensionada fallecida, por lo que la
doble presunción de legalidad y acierto de la sentencia del
Tribunal se mantiene incólume, máxime si se tiene en cuenta
que se ha dicho que el error de valoración probatoria es aquel
que surge del simple cotejo entre el hecho que se haya dado
por demostrado por el fallador y lo que claramente resulte
establecido de las pruebas, esto es, que sea protuberante y
manifiesto o como se ha señalado por la jurisprudencia, que
«brille al ojo». Sobre el particular en sentencia CSJ SL, 4 jul.
2012, rad. 39112, se dijo:

Para resolver la controversia en preciso recordar que de acuerdo


con lo previsto en los artículos 7º de la Ley 16 de 1969 y 87
numeral 1 inciso 2 del CPTSS, para que sea de recibo el ataque
en casación por la vía indirecta es menester que el error aparezca
de modo manifiesto en los autos, es decir, para decirlo
gráficamente, que salte de bulto y a simple vista la contrariedad
entre el contenido objetivo y material de la prueba y la deducción
que de la misma extrajo el Tribunal, o como ha dicho la Corte en
otras oportunidades “en haber visto en la prueba lo que no
contiene o en no haber hallado en ella lo que con claridad
manifiesta” (sentencia de marzo 29 de 1973).

Precisamente por lo anterior se ha entendido también que no se


configura un error manifiesto o protuberante cuando el juzgador
da a la prueba uno de sus posibles entendimientos, pues en tal
caso el yerro no tiene aquella connotación, ya que no se trata de
una discrepancia entre el contenido objetivo y el deducido, sino

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una contraposición entre diferentes lecturas de un mismo


contenido material, y en este campo debe respetarse la libertad
de que goza el juez de instancia para formar libremente su
convencimiento de conformidad con lo previsto en el artículo 61
del CPTSS, siempre que indique los hechos y circunstancias que
causaron su convencimiento.

Conforme a lo expresado, el Tribunal no cometió ningún


yerro fáctico y, por tanto, el cargo no prospera.

Las costas en el recurso extraordinario serán a cargo de


la recurrente demandante, dado que la acusación no tuvo
éxito y hubo réplica. Se fijan como agencias en derecho la
suma de $4.240.000 a favor de la opositora entidad de
seguridad social, que se incluirán en la liquidación que
realice el juez de primera instancia con arreglo a lo dispuesto
en el artículo 366 del CGP.

XI. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Laboral, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la
sentencia proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Pereira, el 21 de noviembre de 2017,
en el proceso ordinario laboral que instauró MARÍA DEISY
GRAJALES GONZÁLEZ contra la ADMINISTRADORA
COLOMBIANA DE PENSIONES COLPENSIONES, en el cual
intervino el MINISTERIO PÚBLICO.

Costas como se indicó en la parte motiva.

SCLAJPT-10 V.00
53
Radicación n.° 80597

Notifíquese, publíquese, cúmplase y devuélvase el


expediente al tribunal de origen.

SCLAJPT-10 V.00
54

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