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Título del artículo 113

Mirando al patio: 1. Introducción: el patio


el cuerpo y sus habitantes
como imagen social
representado
en la frontera entre
las esferas E ste relato trata de imágenes. De cómo
esas imágenes se construyen social-
mente, y de cómo esas imágenes
de lo privado contribuyen a su vez a determinada construcción
social. También trata de la mirada y del obser-
y lo público vador, así como del observado: sujetos y obje-
tos de tecnologías de poder articuladas a partir
de los mecanismos de la visión humana, y que
se mostrarán aquí habitando alrededor de una
peculiar frontera, la que separa los ámbitos de
lo público y de lo privado.
Entre todas las imágenes que conforman este
relato, vamos a partir, en primer lugar, de la ima-
Gabriel Villota Toyos gen de un patio, concebido como frontera: el
patio es en efecto un extraño lugar liminar pues,
en tanto que espacio compartido por el conjunto
de vecinos, queda definido como una especie de
tierra de nadie, límite entre los territorios priva-
dos de cada uno de los hogares que conforman
la comunidad; siendo sin embargo un lugar que
no termina de constituir por sí mismo lo que
podría calificarse de espacio público, pues se
aparta por otro lado del escrutinio general al que
sin embargo sí que está sometida la calle, de por
sí mucho más sujeta a la regulación y la norma.
Veamos ahora secuencialmente, alrededor
de esa imagen del patio, a dos grupos de per-
sonajes distintos.
El primero de ellos está protagonizado por
Jefferies (personaje que interpreta el actor
James Stewart en la película «Rear Window»
–La ventana indiscreta, Alfred Hitchcock
1954–), un fotógrafo que se encuentra inmovi-
lizado en una silla de ruedas, con una de sus
piernas escayolada. Durante la obligada conva-
lecencia su única diversión consiste en mirar
desde la ventana a los diferentes vecinos que
viven al otro lado del patio (al poco nos dare-
mos cuenta que dicha ocupación va algo más
allá de ser un simple pasatiempo, y oculta real-
mente serios trastornos de su vida afectiva,
sobre los que más adelante volveremos), un
espacio que queda así definido como una suer-
te de locus híbrido en el que confluyen todas
las miradas individuales; una especie de panóp-
tico invertido, donde todos vigilan a nadie (o
cada uno a todos los demás).

Gabriel Villota Toyos. Universidad del País Vasco


Política y Sociedad, 36 (2001), Madrid (pp. 113-128)
114 Gabriel Villota Toyos

El segundo tiene un carácter más coral, y lo de la visión, que determina la representación


componen el conjunto de personajes que con- del cuerpo humano en ambas películas, se pro-
forman el reparto de «Saló o le 120 giornate di duce en esa línea fronteriza de demarcación de
Sodoma» (Saló o los 120 días de Sodoma, Pier los ámbitos público y privado, y que ilustrará la
Paolo Pasolini, 1975). Nos interesará detener- imagen del patio con que comenzábamos el
nos en el último episodio de la película, cuan- texto.
do también un patio cobra especial relevancia:
se trata del último lugar elegido por los cuatro
Señores protagonistas para castigar a sus vícti-
mas, mientras cada uno de ellos, alternativa- 2. La frontera entre las
mente, observa los suplicios desde una venta- esferas pública y privada;
na. Éstos, como sucede en la historia del
Marqués de Sade a la que hace referencia el
el surgimiento de lo social
título, han secuestrado y recluido en una villa a y de lo íntimo
un grupo de jóvenes de ambos sexos que son
sometidos a todo tipo de vejaciones y torturas,
sexuales en su mayor parte. En el episodio refe-
rido vemos por primera y única vez que éstas
tienen lugar en el exterior del palacio, despla-
N o es la primera vez que las esferas
de lo público y lo privado se inter-
pretan metafóricamente en térmi-
zando la mirada por tanto también del interior nos espaciales: Hanna Arendt insistía en la lite-
al exterior (aunque en este caso quizás no sea ralidad del sentido físico que en la ciudad anti-
tan fácil decir que este desplazamiento se gua tenía la frontera entre una casa y otra, con-
corresponda con un movimiento del ámbito vertida en «una especie de tierra de nadie entre
privado al público, pues tan dudosa es aquí, lo público y lo privado», un espacio verdadero
como veremos, la privacidad intramuros, como que en definitiva se identificaría con la ley,
la publicidad de un lugar que, como ya hemos aquello que «protegía ambas esferas y al mismo
advertido, se encuentra fuera de todo escrutinio tiempo, las separaba» (Arendt, 1993: 71).
visual que no sea el de los torturadores). De este modo, y a través de ese ambiguo
Tenemos pues dos historias que coinciden en espacio fronterizo existente entre las casas, se
la elección de un espacio, el patio, y de una estaría refiriendo a algo similar a lo que en
actividad humana, la mirada, que quedan indi- nuestra imagen primera definía el patio: un
solublemente unidos en ambas. Ningún espec- lugar que escapa del estricto dominio privado,
tador no avisado encontraría a priori otros pun- familiar, y que sin embargo tampoco forma
tos de conexión entre películas aparentemente parte de la llamada esfera pública, pues esa
tan distantes como son «Rear Window» y «esfera de la polis» vendría caracterizada por
«Saló», pues no puede concebirse nadie más ser el lugar para la acción y el discurso políti-
alejado de Jefferies, el pudoroso mirón del film co (Arendt, 1993: 39), cosa que evidentemen-
de Hitchcock, que los sádicos protagonistas te no sucede, ni en nuestro patio vecinal, ni en
pasolinianos: mientras el primero pretende, esa «tierra de nadie» por ella descrita 2.
desde la impotencia de su pierna escayolada, Son varios los textos contemporáneos en los
desentrañar un asesinato que ha tenido lugar que esta imagen del patio, adaptada a diferen-
frente a su casa, los segundos se dedican a vio- tes contextos culturales y/o históricos, sirve
lar, torturar y asesinar a sus indefensas vícti- para abundar en este tipo de reflexiones. Es el
mas. La ley y el crimen, el bien y el mal. Y si caso, por ejemplo, de Christina Slade, que refi-
bien es cierto que los personajes protagonistas riéndose obviamente al prototipo de vivienda
de ambas películas son radicalmente diferen- habitual en las culturas anglosajonas, escribía:
tes 1, trataremos de demostrar aquí cómo las
dos películas responden en definitiva a una «la divisoria entre jardín trasero/ jar-
misma y sola lógica de la mirada, aquella que dín delantero es una divisoria entre los
podríamos calificar, siguiendo a Christian terrenos público y privado. De un lado
Metz, de «régimen escópico de la modernidad» está aquello que cuenta como parte del
(citado en Jay, 1988); y trataremos por otro mundo público, abierto a la regulación y
lado de ver cómo la mediación de la tecnología al escrutinio, disponible para el debate.
Mirando al patio: el cuerpo representado en la frontera entre... 115

En oposición a esto, está el reino de lo pri- más aún habida cuenta de que esa nueva esfe-
vado, de la familia, del “lavado”, tanto ra privada, en tanto que íntima, se ha visto sus-
literal como figurado, la región de la vida tancialmente enriquecida por las aportaciones
que no está abierta a la legislación o al del individualismo moderno (Arendt, 1993:
escrutinio gubernamental o internacional» 49). Pero en la misma medida que dicho indi-
(Slade, 1997: 103). vidualismo nutre la «esfera social», pues ésta,
a diferencia de la antigua concepción del cuer-
Sustituyamos jardín trasero por patio y jar- po social en tanto que universitas (un todo en
dín delantero por calle, y tendremos la misma el que los seres humanos no constituyen más
dicotomía que exponíamos al comienzo de que las partes y que los antecede), no es más
nuestro texto. que societas, un «contrato social» o una aso-
Pero nos interesa ahora señalar un hecho ciación pura y simple entre individuos que
que implicará un cambio de paradigma funda- prescinde del carácter comunitario de aquella
mental en nuestras culturas, y que va a consis- (Dumont, 1987: 74, 79).
tir en la emergencia de un novedoso interés Dentro de esa distinción entre las esferas
por lo «íntimo», cuya aparición supondrá la pública y privada, que se refiere a «la diferen-
confusión y la suplantación paulatina de lo pri- cia entre cosas que deben mostrarse y cosas
vado. Esto tiene que ver principalmente, según que han de permanecer ocultas», puede obser-
Arendt, con la aparición de la idea de «socie- varse cómo se da, en el ámbito de lo privado,
dad», es decir, con «el auge de la administra- lo que, como un elemento de interés perma-
ción doméstica, sus actividades, problemas y nente «desde el comienzo de la historia hasta
planes organizativos», que lo que hace es lle- nuestros días», podría calificarse de «parte
var cuestiones propias del interior del hogar «a corporal de la existencia humana», esto es,
la luz de la esfera pública», subvirtiéndola todo aquello que está intrínsecamente ligado al
(Arendt, 1993: 48-49). La sociedad sería, en proceso de la vida (Arendt, 1993: 77-78). Así,
este sentido, una especie de esfera híbrida encontramos que todo ese universo que hace
donde «los intereses privados adquieren signi- referencia al cuerpo corresponderá a lo que ha
ficado público» (Arendt, 1993: 46-47), o en la de permanecer oculto, dándose la circunstan-
que «las actividades y dependencias que hasta cia de que la época moderna se ha mostrado
el momento habían sido proscritas en el marco crecientemente interesada en dicha esfera de lo
de la economía doméstica, aparecen en el oculto, bajo lo que podrían denominarse como
umbral hogareño a la luz de la publicidad» «condiciones de la intimidad».
(Habermas, 1994: 57). En definitiva, después de lo apuntado aquí
Así las cosas, veremos como poco a poco encontraríamos que la casa, convertida ahora
esta idea de «sociedad», en su origen más rela- en hogar individual, será fundamentalmente el
cionada con lo privado, irá sustituyendo a la refugio de lo íntimo, en donde adquiere un
antigua noción de lo público (en tanto que especial protagonismo todo lo que atañe al
«político»), mientras que por otro lado comen- cuerpo, mientras que otros aspectos antigua-
zará a surgir una hasta entonces desconocida mente ligados a la esfera de lo privado (todo lo
«esfera de la intimidad» que transformará por que tiene que ver con la administración, con la
completo la propia esfera privada, ahora pro- gestión de las necesidades, incluido el mismo
yectada fuera de sí. La noción contemporánea trabajo) tienden a salir al exterior, a un domi-
del ámbito privado (concebido como aquel nio público ahora transformado en sociedad,
donde se procura protección a la intimidad) en esfera social: entre esa esfera de lo íntimo
surge por tanto, pese al parentesco atrás seña- representada por el apartamento y la esfera de
lado, en oposición a la esfera social. lo social representada por la calle, justo en
Desde entonces hasta ahora se ha recorrido medio, persiste la imagen del patio.
un largo camino que hace que hoy en día, al Llegados a este punto, volvemos ahora a
hablar de lo «privado», hayamos perdido por nuestra imagen original, el patio, los patios de
completo la idea de «privación» que le corres- ambas películas, sin abandonar del todo esta
pondía en su origen (y según la cual el ser digresión efectuada de la mano de Hanna
humano sólo era verdaderamente humano en Arendt, en cuyos argumentos nos seguiremos
tanto que formaba parte de la esfera pública), apoyando ocasionalmente.
116 Gabriel Villota Toyos

Hemos dicho que el patio sería un espacio Jonathan Crary ha historizado de forma
híbrido, una tierra de nadie entre los ámbitos rigurosa el surgimiento de éste y otros disposi-
privado y público, que se correspondería de tivos de la visión, así como sus diversas impli-
algún modo con la frontera señalada por caciones filosóficas y políticas en algunos tex-
Arendt entre las casas de la ciudad antigua; tos, de entre los cuales nos gustaría traer aquí
pero, ¿cuál es la importancia de un espacio así, algunos argumentos a colación.
cuya principal definición viene dada por su Desde sus comienzos a finales del siglo XVI
carácter de negación, por una práctica invisibi- la figura de la cámara oscura adquiere una
lidad que casi lo convierte en un no-lugar? importancia fundamental a la hora de definir y
Pues efectivamente el patio de vecinos por el delimitar las relaciones entre el observador y
que mira Jefferies en «Rear Window» no tiene el mundo, que se va a traducir principalmente
otro sentido que ser atravesado por la mirada en la aparición de un nuevo modelo de subje-
de éste, y apenas lo vemos, apenas existe, tividad basado en las siguientes características:
fuera de dicha función; del mismo modo, el Individualiza, en tanto que define un tipo de
patio de «Saló» como ya dijimos no aparece en observador aislado, encerrado y autónomo
toda la película hasta esa última secuencia dentro de sus oscuros confines. Descorporaliza
final descrita, y sin que tenga tampoco otra la mirada, pues la experiencia sensorial del
relevancia funcional fuera de la de servir a las observador es suplantada por las relaciones
miradas de los torturadores como lugar de entre un aparato mecánico y un mundo exte-
tránsito hasta los cuerpos de sus víctimas. rior dado, entendido como verdad objetiva
No es poca cosa, no obstante: estamos (Crary, 1990: 38-39). Por otro lado, un aspec-
hablando de un signo vacío de significado, puro to importante a ser subrayado es que la cáma-
significante, material conductor que transmite ra oscura, por su propia configuración, evita
el contenido infundido por aquel que lo utiliza, que el observador pueda ver su propia posición
vacío como lo está el hueco de un tambor hasta como parte de la representación: es decir,
que se llena de la resonancia producida por las constituye un sujeto incapaz de representarse a
vibraciones de quien lo golpea: así, el patio sí mismo en tanto que sujeto y objeto (Crary,
cobra sentido sólo a partir de que, bien Jefferies 1990: 41). Finalmente, advirtamos el hecho de
o los cuatro Señores, deciden mirar al otro lado, que el observador se sitúa en la cámara oscura
es decir, es la mirada, en tanto que acción huma- como un sujeto aislado, privatizado, encerrado
na, la que le otorga carta de existencia. en un espacio cuasi-doméstico que está a su
vez separado del mundo público exterior
(Crary, 1988: 33): ¿no se corresponde esta
definición de algún modo con la que hemos
3. La cámara oscura venido haciendo del patio a lo largo de estas
como no-lugar páginas?
Pese a la importancia que este modelo
representado por la cámara oscura tiene en el

H emos utilizado aquí la idea del tam-


bor, como dispositivo necesitado de
cierto vacío para adquirir senti-
desarrollo de nuestra cultura visual, cuando
suele hacerse la genealogía de la fotografía y
del cine se obvia con demasiada facilidad el
do, pero hay otro dispositivo que quizá se ajus- colapso que a comienzos del siglo XIX sufrió
ta aún más a la acción, visual en definitiva, que dicho paradigma, y que daría pie a diferentes
estamos describiendo alrededor de dicho patio: modelos de la visión humana (Crary, 1988:
se trata de la cámara oscura, artefacto consis- 33). Así pues, habría que tener en considera-
tente precisamente en la creación, hasta en un ción la importancia que, de cara a la genera-
doble sentido, de un vacío interior, pues debe ción de experiencias visuales, se va dando,
estar hueco como el tambor, por un lado, para desde comienzos del XIX (y ahí será funda-
que nada interrumpa el paso de los rayos por el mental Goethe, y su «Teoría de los colores») a
pequeño orificio de entrada, pero además debe aspectos que tienen que ver con la subjetividad
estar completamente oscuro, vacío de luz, para humana y con el papel productivo que juega el
llenarse de un contenido que dará como resul- propio cuerpo del observador, para en definiti-
tado una imagen. va concluir que la visión constituye «una
Mirando al patio: el cuerpo representado en la frontera entre... 117

amalgama irreductible de procesos fisiológi- sí constituyen su base: como el propio Crary


cos y estimulación externa». La propia impor- admite, «paradójicamente la creciente hege-
tancia dada al cuerpo en estos procesos hará monía de estas dos técnicas [fotográfica y
que la antigua distinción entre interior y exte- cinematográfica] ayudaron a recrear los mitos
rior de la que dependía la cámara oscura entre de que la visión era incorpórea, verídica y rea-
en crisis, y que se pase a considerar que la lista», aunque teniendo en cuenta que, «si el
estructura física y anatómica, el funcionamien- cine y la fotografía parecían de este modo
to del propio cuerpo y en particular de los ojos reencarnar la cámara oscura, lo hacían tan sólo
resultan ser un condicionamiento fundamental a partir del espejismo de un conjunto transpa-
en la adquisición del conocimiento (Crary, rente de relaciones que la modernidad ya había
1988: 34-36). Concluye Crary diciendo que revocado» (Crary, 1988: 43).
para comienzos del siglo XIX «la rigidez de la La argumentación de Jonathan Crary hasta
cámara oscura, su sistema óptico lineal, sus aquí esgrimida, por tanto, más que invalidar el
posiciones fijas, su distinción categórica entre modelo de la cámara oscura lo que hace es
dentro y fuera, su identificación de la percep- advertirnos de su insuficiencia, de la necesidad
ción y del objeto» eran todas características de algo más si queremos explicar las comple-
demasiado inflexibles para los nuevos tiem- jas relaciones que alrededor de la mirada se
pos, necesitados de un modelo de observador crean en los sistemas de visión contemporá-
más móvil, versátil y productivo, tanto a nivel neos, de forma muy particular en la experiencia
discursivo como práctico, que fuera adecuado cinematográfica: y ese algo más, recordemos,
a los nuevos usos del cuerpo y a una vasta pro- debe de incluir necesariamente la dimensión de
liferación de signos e imágenes igualmente subjetividad que supone la incorporación del
móviles e intercambiables: una modernización conjunto de la experiencia corporal y psíquica
que en definitiva supondrá «una decodifica- a la visión, a partir de los nuevos paradigmas
ción y una desterritorialización de la visión» y científicos y filosóficos que desde mediado el
que dará lugar a ese nuevo modelo de obser- siglo XIX van teniendo lugar en el contexto de
vador «cuyo inmenso legado será todas las la cultura occidental.
industrias de la imagen y del espectáculo pro-
pias del siglo XX» (Crary, 1988: 42-43).
Es decir, que si bien por un lado hemos visto
que el modelo definido por la cámara oscura se 4. Regímenes escópicos
ajustaba con bastante precisión a esa imagen
del patio como signo vacío, que nos sirve para de la modernidad; el cuerpo
explicar las cuestiones suscitadas por discur- como objeto de la mirada
sos fílmicos como los que se articulan en
«Rear Window» o «Saló», por otro lado tene-
mos que, según Crary, el modelo que repre-
senta la cámara oscura no nos valdría –por sí
solo– para referirnos al tipo de observador que
S in embargo hemos de reconocer que
la asunción de esa dimensión
de subjetividad en la conformación
corresponde al espectáculo cinematográfico. de nuestra mirada tampoco es algo del todo
Sin embargo, como él mismo reconoce, siem- nuevo: dentro de lo que, siguiendo la termino-
pre que se trata de explicar el funcionamiento logía impuesta por Christian Metz, Martin Jay
de los dispositivos fotográfico y cinematográ- define como «regímenes escópicos de la
fico se recurre sistemáticamente al modelo de modernidad», podemos distinguir al menos
la cámara oscura: ¿ha de entenderse que se tres tipos de visión diferentes generadas en
trata por tanto de un error conceptual absoluta- dicho periodo histórico; periodo que en todo
mente generalizado? Quizás más que en térmi- caso, y desde cualquier perspectiva crítica,
nos de error deberíamos pensar que se trata de estaría siempre ligado a la preponderancia del
una explicación insuficiente, extremadamente sentido de la vista como medio de conoci-
limitada, que no explica por sí misma la com- miento (Jay, 1988: 3). Resumiendo al máximo
plejidad de las relaciones de la mirada con- y aún a riesgo de simplificar su argumenta-
temporánea entre observador y observado, ción, digamos que en primer lugar Jay señala
entre sujeto y objeto, pero que de algún modo la que denomina «perspectiva cartesiana» del
118 Gabriel Villota Toyos

Renacimiento (y que privilegia un sujeto ahis- «El autor entra en un parque y descu-
tórico y descorporalizado, situado fuera del bre que está solo: el parque, en su totali-
mundo, y que se conforma con conocerlo desde dad, se encuentra ahí para ser visto desde
la distancia), en segundo lugar la correspon- un centro o foco incontestable del campo
diente a la pintura holandesa de la misma época visual: el sujeto es el soberano indiscuti-
(y que moldea un ojo más atento a lo fragmen- ble, el amo de sus estrategias visuales.
tario, detallado, más narrativo que descriptivo: En esta etapa inicial de autoposesión,
en todo caso ambas se ajustarían al modelo de nada amenaza al sujeto como centro y
la visión que representa la cámara oscura), y punto de irradiación en su reino visual»
finalmente la mirada relacionada con la visión (Bryson, 1988: 88-89).
barroca (que trataría de representar lo irrepre-
sentable, surgiendo de ella tanto la melancolía Hasta aquí, la descripción se ajusta a cual-
por ese fracaso inevitable, como el deseo en sus quiera de los arriba denominados «regímenes
formas erótica y metafísica) (Jay, 1988). escópicos de la modernidad»; obsérvese sin
En un principio, y partiendo de la asunción embargo qué sucede a continuación:
de que las formas de articulación de la visión
presentes en los dos filmes comentados se «(…) en un segundo momento, ese
ajustan al concepto genérico de modernidad, ámbito de pacífica plenitud visual se quie-
podríamos pensar que las escenas descritas se bra abruptamente cuando alguien, otro
aproximan más al tercero de los supuestos sujeto, penetra en los dominios del solita-
citados por Jay, esto es, a la mirada barroca: rio observador rompiendo su paz y fractu-
mirada que él describe, además de con las rando/pulverizando su ilusorio autodomi-
características señaladas arriba, como una nio. El observador es observado; el mirón
mirada más interesada por la «larga tradición se convierte en espectáculo para otra
estética de lo sublime» que por lo bello; como mirada (…)» (Bryson, 1988: 88-89)
un régimen de la visión en el que «el cuerpo
reaparece para destronar la mirada fija, con- De este modo Bryson nos está llevando
templativa, del incorpóreo espectador cartesia- directamente a lo que sucede tanto en «Rear
no»; como una visión en definitiva que «sólo Window» como en «Saló»: la impunidad de la
logra generar alegorías de oscuridad y opaci- mirada de Jefferies y de los cuatro Señores se
dad» (Jay, 1988: 18). articula a partir del primer supuesto descrito,
De este modo, si juntamos la base material cambiando el parque por el consabido patio
que nos da la cámara oscura con una visión de (nótese que en todo caso en el relato de Sartre
tipo barroco como la que describe Jay (y que citado por Bryson el parque en cuestión es
incorpora precisamente, y a través de la pre- igualmente un signo vacío que adquiere senti-
sencia del cuerpo, todo esa dimensión subjeti- do, que se construye tan sólo a partir de la pre-
va que Crary apuntara como aquello de lo que sencia del sujeto, de su mirada), aunque en el
la anterior carecía para poder explicar la trans- caso de «Rear Window» llegará a verse en
formación de la mirada moderna implícita varios momentos seriamente amenazada por la
tanto en el dispositivo fotográfico como cine- irrupción del segundo supuesto: entonces Jeffe-
matográfico), creo que estamos en condiciones ries se nos mostrará consciente de los mecanis-
de comenzar a entender los mecanismos tre- mos de la visión y la observación, cuando vien-
mendamente turbadores que se hallan detrás do a Mr. Thorwald, el sospechoso (imagen aquí
de los patios de «Rear Window» y de «Saló», palpable de ese otro sujeto que irrumpe en
y que son los que dotan precisamente de una nuestro campo visual) vigilando el patio, se
fuerza especial a las imágenes que vemos en retira del campo de visión, hacia atrás, recu-
ellos, o mejor dicho, a través de ellos. rriendo después a los prismáticos y finalmente
Pero sigamos en esta línea de argumenta- al teleobjetivo de su cámara fotográfica (y bus-
ción. Norman Bryson, por su parte 3, se apoya cando así la protección de la distancia, a través
en una anécdota del Sartre de «El Ser y la de una tecnología que nos otorga poder, y que
Nada» (citado en Lacan, 1984: 91), para reali- queda representada por el círculo / máscara del
zar algunas importantes sugerencias en torno a teleobjetivo o de los prismáticos). También
cómo la mirada construye al sujeto: posteriormente cuando se refugie en la oscuri-
Mirando al patio: el cuerpo representado en la frontera entre... 119

dad, apagando la luz, al sentirse observado observado. Esta posición le da un sentido de


desde el otro lado del patio, y así desde la oscu- superioridad. Lisa, su novia, trata de sacarle de
ridad poder seguir vigilando y observando. ese rol de mero espectador encendiendo las
luces y volviendo la silla de ruedas de espaldas
a la ventana. El siguiente estadio en la quiebra
de esta distancia ilusoria tiene lugar cuando
5. El dispositivo Lisa entra en el apartamento de Thorwald, el
sospechoso observado al otro lado del patio; lo
voyeurístico: placer que entonces sucede lo interpretamos como si
y displacer fílmicos ella dejara su asiento en el teatro y saltara a la
pantalla, al espacio del espectáculo (pero tam-
bién, recordemos, el espacio de significación).

Y a habíamos mencionado antes


cómo en la era moderna el interés
por todo lo que atañe al cuerpo
Jefferies reaccionará de una forma primaria,
como el espectador que habla a la imagen que
está en la pantalla: sus reacciones reflejan las
comienza a trascender el estricto ámbito de lo nuestras, articula nuestras respuestas en tanto
íntimo/privado, al que tradicionalmente se que espectadores. Lo que en todo caso queda
había visto relegado en tanto se trataba de lo claro es su falta de poder, la adoración de la
que debía permanecer oculto, para ir apare- distancia pasiva se ha convertido en este caso
ciendo poco a poco en el terreno de lo social, en una maldición. El apartamento, antes un
en cuanto que ahí, y como consecuencia del santuario, y el complejo de apartamentos, su
también comentado desplazamiento de lo pri- panóptico, parece haberse ahora convertido en
vado hacia lo público, se da un interés crecien- su trampa. (Stam y Pearson, 1986: 199, 200).
te e incontenible por todo lo oculto. (volveremos sobre esto más adelante).
Es en ese contexto en el que debemos El progresivo derrumbamiento de la pasivi-
enmarcar la actividad voyeurística desarrolla- dad voyeurística de Jefferies está marcado
da por Jefferey, dedicado en efecto a la obser- particularmente por dos momentos: en el pri-
vación de los cuerpos de sus vecinos como mero resulta tocado indirectamente por la
expresión máxima de su intimidad desde la mirada de Thorwald, y en el segundo es «vio-
ventana de su casa, al otro lado del patio. lado» directamente por las manos de Thor-
En su magnífico análisis de «Rear Win- wald. En el primer momento, en el que Thor-
dow», Robert Stam y Roberta Pearson nos wald mira a Jefferies y por tanto a nosotros,
recuerdan cómo el mecanismo de gratificación se viola la convención dominante que estipu-
del cine se basa precisamente, y siguiendo a la que la película permanece radicalmente
Metz ellos también, en el hecho de que el obje- ignorante de su espectador y que el actor
to que miramos no se sabe mirado. Jefferies en nunca reconoce la cámara ni por tanto al
su profesión (recordemos que trabaja como público. Cuando es descubierto, la primera
fotógrafo) asume esta clase de voyeurismo, y reacción de Jefferies es apagar las luces, tra-
en su casa asumirá lo que Metz califica de tando de regresar a la privilegiada situación
«voyeurismo desautorizado», es decir, aquel cinematográfica. Como el espectador, Jeffe-
en el que incurre quien, mirando desde arriba ries teme la mirada recíproca. Nosotros como
el mundo, desde una posición protegida, dirige él tememos ser «descubiertos» (Stam y Pear-
su deseo tomando a los otros como objetos, son, 1986: 200).
sujetándolos a una mirada curiosa y controla- Al final, Jefferies y Thorwald llegan a cam-
dora (Stam y Pearson, 1986: 197). El voyeu- biar sus puestos: nos referimos a un momento
rismo dirige el deseo a una pura actividad de la acción de la película en la que Thorwald,
visual. En la medida en que el voyeur perma- el sospechoso vigilado, descubre a Jefferies, su
nece oculto, las contradicciones desde su pro- vigilante, al otro lado del patio, y acude a su
pia perspectiva pueden ser ignoradas. Su invi- apartamento para acabar con él: por primera
sibilidad produce la visibilidad de los objetos vez pasamos a ver la acción desde el «otro»
de su mirada. Al comienzo de la película Jef- punto de vista, y es en ese sentido en el que la
feries tiene la posición privilegiada de un seguridad de nuestra posición como especta-
espectador cinematográfico; observa sin ser dores, en tanto que identificados con Jefferies,
120 Gabriel Villota Toyos

se ve igualmente amenazada. Así, Thorwald se cos como tecnología de acercamiento de la


convierte en la personificación del displacer visión, para ver por otro el uso constante del
fílmico. Es como si King Kong fuera desenca- teléfono por parte de Jefferies, que privado
denado y atacara al público. Jefferies se por su accidente de movimiento se apoya en
defiende disparando flashes, tapando sus ojos estas «prótesis» en aras de seguir estando
a cada disparo; trata a Thorwald como si fuera activo. Su impotencia se manifestará también
parte de una película que debiera verse a oscu- a partir del punto donde nuestros sentidos no
ras. Desde otra perspectiva, Jefferies trata de alcanzan, como cuando Jefferies trata inútil-
cegar a Thorwald, su única defensa es privar al mente de escuchar la conversación telefónica
agresor de una mirada que confiere poder que al otro lado del patio mantiene Thorwald.
(Stam y Pearson, 1986: 201). Por otro lado el teléfono será usado precisa-
Volvamos aquí, por un momento, a las imá- mente de forma complementaria al teleobjeti-
genes finales de «Saló», para encontrar un vo y los prismáticos, en el sentido que mien-
paralelo sobre ese desencadenamiento del dis- tras estos servían para «acercar» la imagen de
placer, que en su caso Pasolini articula a través Thorwald, el teléfono será utilizado para
de las imágenes de las torturas vistas por los «alejar» su presencia, para distanciar el peli-
prismáticos: curiosamente, una misma tecnolo- gro.
gía de la visión sirve en ambas películas para, Según Freud, el voyeurismo –como el sadis-
creando efectos de lectura opuestos, obtener mo– establece siempre una separación entre el
finalmente un mismo objetivo. En «Rear Win- objeto mirado y el «órgano generador», es decir,
dow» los prismáticos preservaban la distancia el ojo (Metz, 1979: 59). «El voyeur no se mira el
voyeurística, nos daban seguridad y su pérdida ojo», que dijera Freud, no es ni más ni menos
provoca la llegada del displacer al espectador; que una expresión de lo mismo que líneas más
en «Saló» la distancia de seguridad venía dada arriba ya dijéramos sobre la cámara oscura, en
por un uso del punto de vista objetivo y de una tanto dispositivo que impide al observador verse
composición en perspectiva (como enseguida a sí mismo como parte de la representación.
analizaremos) que se pierde precisamente con Metz, en su descripción del voyeurismo, nos da
la aparición de unos prismáticos que terminan algunas claves para comprender las dos escenas
de enfrentarnos cara a cara con el horror, y a que venimos comentando:
través de los cuales nos llegará definitivamente
ese displacer que contradice la pulsión voyeu- «El voyeur procura sobremanera
rística implícita en ambos filmes. mantener una abertura, un espacio vacío,
entre el objeto y el ojo, el objeto y el
propio cuerpo: su mirada fija el objeto a
la distancia correcta, igual que los espec-
6. El dispositivo voyeurísico: tadores de cine que se cuidan de no estar
ni muy cerca ni muy lejos de la pantalla.
distancia y sadismo El voyeur saca a escena en el espacio la
de la mirada ruptura que le separa para siempre del
objeto (…) Colmar esta distancia supone
el riesgo de colmar además el sujeto, de

C hristian Metz, en relación a esa pul-


sión visual que constituye el voyeu-
rismo, nos recuerda que, desde
llevarlo al consumo del objeto (dado que
el objeto se ha acercado demasiado y
entonces ya no lo ve), de llevarlo al
un punto de vista psicofisiológico, el sentido orgasmo y al placer del propio cuerpo, o
de la vista, junto con el del oído, forma parte sea, al ejercicio de otras pulsiones,
de los llamados «sentidos a distancia», distin- movilizando los sentidos de contacto y
guiéndolos de los llamados «sentidos de con- poniendo fin al dispositivo escópico.
tacto» (tacto, gusto, contacto, cinestesia, etc.). (…) Si bien es cierto que todo deseo
Curiosamente, ambos, oído y vista, juegan un descansa en la búsqueda infinita de su
rol complementario en «Rear Window», donde objeto ausente, el deseo voyeurista, con
se pasa de mostrarnos por un lado el papel el sadismo en algunas de sus formas, es
desarrollado por el teleobjetivo y los prismáti- el único que, por su principio de distan-
Mirando al patio: el cuerpo representado en la frontera entre... 121

cia, procede a una evocación simbólica testa haciendo una alusión irónica al hecho de
y espacial de ese desgarrón fundamen- que no tiene la distancia suficiente para poder
tal» (Metz, 1979: 59, 60). apreciarlo).
En tercer lugar, veamos qué pasa con la
Está, en primer lugar, la explicación en tér- referencia al sadismo, como una pulsión próxi-
minos psicoanalíticos de ese mismo no-lugar ma a la voyeurística y cuyo parentesco tan
que antes hemos definido con las imágenes del bien reflejado queda en la película de Pasolini
patio, el tambor o la cámara oscura: una «aber- por medio de una suerte de deslizamiento con-
tura», un «espacio vacío», que es el que per- ceptual magistral, que trataremos de explicar a
mitirá al voyeur realizarse como tal, es decir, continuación.
generar un significado a través de su mirada En realidad se trata de un juego visual que
(el mismo espacio, como veremos después y alterna dos de los regímenes escópicos que
como el propio Metz ya sugiere, del que se definiéramos antes siguiendo a Martin Jay, y
sirve el espectador cinematográfico frente a la busca así extraer de cada uno de ellos las
película como objeto de deseo). implicaciones perceptivas e ideológicas
En segundo lugar tenemos la pulsión voyeu- correspondientes. Porque si a lo largo de toda
rística de Jefferies explicada en relación a su la película hemos ido viendo las violaciones,
frustrante experiencia amorosa y erótica (a la torturas y atrocidades varias a las que los cua-
que muy al comienzo hiciéramos somera refe- tro Señores someten a sus víctimas con una
rencia), pues como voyeur nada le produce fría distancia de plano general estático, punto
más desazón que la pérdida de distancia entre de vista objetivo y perfecta composición simé-
sí mismo y el objeto del deseo, una pérdida de trica ritualizada (es decir, desde una distancia
distancia también interpretable en términos de espectatorial voyeurística que nos preserva del
pérdida de la visión: esto hace que cuando contacto directo con el horror y que construye
Lisa, su prometida, se acerca, Jefferies se sien- dichas imágenes a partir de la «perspectiva
ta inseguro, y que busque refugio en la con- cartesiana» del primero de los «regímenes
templación del patio que se extiende más allá escópicos modernos»: o sea, aquel que creaba
de su ventana, al alcance de sus ojos. En varias un «sujeto ahistórico y descorporalizado,
escenas de la película contemplamos cómo situado fuera del mundo»), en esta secuencia
Jefferies está más pendiente de lo que ve por la final todo adquiere un giro inesperado al
noche a través de la ventana que de besarse hacernos Pasolini mirar por los prismáticos
con Lisa: ella llega incluso a reprocharle que con los que los cuatro torturadores van
encuentra algo enfermizo en su mirada obsesi- siguiendo, por turnos, los sufrimientos de sus
va a través de los prismáticos, como si hubiera víctimas. Estamos en este caso ante unas de
realmente un salto cualitativo en el uso de una esas imágenes que Jay definiera como barro-
tecnología de mediación, más allá de la mira- cas (en tanto que en ellas «el cuerpo reaparece
da de los propios ojos. Incluso en los breves para destronar la mirada fija, contemplativa,
momentos de mayor intimidad que viven, Jef- del incorpóreo espectador cartesiano»; cosa
feries no puede prescindir de lo que sucede en que evidentemente sucede pues la implicación
el patio, el mundo exterior. Es más, llegará al a la que llegamos a través de la mirada del
punto de dar la impresión que el único ele- villano es inmediata), y con las que Pasolini
mento de unión entre ambos, lo único que les demuestra conocer a la perfección los meca-
permite encontrarse, es la compartida activi- nismos de identificación implícitos detrás del
dad voyeurística, y en particular el observar la dispositivo cinematográfico, para darles la
vida amorosa y los desamores ajenos. Lisa, vuelta y provocar de ese modo nuestro recha-
cuando se cansa de esta situación («se acabó el zo. Así, hemos pasado de contemplar las mis-
espectáculo», le dice cerrando las cortinas), mas imágenes horribles con un tipo de mirada
insinúa a Jefferies que la única forma posible a hacerlo con otra, y esto va a provocar un
de que éste le haga caso pasa por la distancia: cambio inevitable en nuestra situación espec-
debería irse a vivir enfrente para que él la tatorial. Tal y como afirma Alberto Moravia al
mirara (algo parecido dice él, con un doble respecto, «Pasolini nos implica porque está
sentido, en cierta ocasión que ella, besándole, implicado él mismo; y está implicado porque
le pregunta si le parece bonita, y Jefferies con- finalmente se ha metido en la piel de los ver-
122 Gabriel Villota Toyos

dugos». No deja de ser igualmente interesante rial», es decir, aquella en la que se encuentra el
el testimonio de Cesare Musatti, quien comen- espectador, sentado a solas en la sala oscura y
ta la secuencia en unos términos que bien nos con la proyección viniendo desde detrás, para
permiten tener en la cabeza, a su vez, algunas ir a configurar la imagen en la pantalla delante
escenas de «Rear Window»: «Como el mirón de los ojos. Situación en la que, por otro lado,
sentado ante la ventana, también el espectador se desencadenarán los dos procesos que carac-
en la sala ve estas escenas como si le fueran terizan el consumo cinematográfico, a saber:
ofrecidas a través de unos prismáticos (…). Y el proceso de identificación y el proceso de
con el fin de que aumente la separación y la proyección. Como señala Michel Chion, en
distancia, sin que se pierda el espectáculo, con «Rear Window» el espacio asume toda la
su carácter excitante, los prismáticos de golpe, forma imaginaria de un cono, cuyo vértice lo
no se sabe si por casualidad o intencionada- constituye la habitación de Jefferies, mientras
mente, son utilizados al revés de como lo hace que se abre hacia el exterior al patio, y más
el mirón» (citado en Maresca, 1993). allá, al mundo. Sólo hay prácticamente un
Desde luego que, analizada la película a la momento en el que abandonamos este «cono
luz de los instrumentos que hemos ido comen- de visión», para situarnos desde el otro punto
tando, es difícil creer que fuera simplemente el de vista, al final, cuando Jefferies es arrojado
azar el que asistiera aquí a Pasolini, del mismo por la ventana (pero en la que la acción está tan
modo que es inverosímil pensar algo así de fragmentada y es tan intensa que apenas tene-
una maquinaria audiovisual tan perfecta como mos tiempo de ser conscientes de lo que esta
la que hace funcionar Hitchcock. En ella Jeffe- implica) (Chion, 1992: 157). Se trata evidente-
ries es nuestro reflejo especular, nuestro doble. mente del mismo espacio cónico que constru-
Realizamos la misma acción que él realiza: ye genéricamente la «situación espectatorial»,
mirar. Pero al mismo tiempo que Hitchcock y que, de algún modo, volvemos a encontrar
nos lleva a participar de forma vicarial del en «Saló», aunque de una forma distinta, en
voyeurismo de Jefferies, nos lo frustra y recha- tanto que el cono se construye allí por medio
za satisfacerlo en varios momentos de la cinta, de la representación en perspectiva en que
haciéndonos de algún modo conscientes de la transcurre buena parte de la película, y cuyo
situación en la que nos encontramos. (Stam y vértice es evidentemente la cabeza del espec-
Pearson, 1986: 198). La invitación a participar tador. También en este caso habrá un momen-
vicariamente del voyeurismo de los cuatro to de ruptura, de abandono de dicha forma de
Señores en «Saló» resulta igualmente frustra- representación espacial a la que ya nos hemos
toria, en tanto que sufriremos un rechazo referido, cuando en la comentada última
moral de la posible identificación que el dis- secuencia los cuatro Señores pasen a contem-
positivo cinematográfico allí nos brinda, como plar las torturas desde los prismáticos, y así,
decíamos pocas líneas más arriba. con ellos, también nosotros.
No en vano ciertos análisis de «Rear Win-
dow», y en particular el texto aquí menciona-
do de Stam y Pearson, se han centrado en exa-
7. Movilidad e inmovilidad: minar el contenido de la película como
metáfora del intertexto en el que opera el cine
el cuerpo en el régimen de ficción: el mundo del patio es presentado
escópico cinematográfico como una serie de pantomimas de género
encuadradas o enmarcadas en las que la músi-
ca de acompañamiento sustituye la banda de

E n ambos casos los dos realizadores


ponen en marcha los recursos especí-
ficos de eso que, y volvemos aquí a
diálogos. Así, Jefferies funciona como una
especie de sustituto del director, cuya narrativa
consiste finalmente en persuadir a un número
Metz, podríamos calificar de «régimen escópi- de personajes, llamémosles espectadores, para
co del cine». Y, en ambos casos, también es mirar allí donde él miraba antes. Él canaliza y
fundamental el componente metacinematográ- dirige su mirada, encuadra y fragmenta su
fico que relaciona lo que está sucediendo en la visión e impone su interpretación. Jefferies y
pantalla con la llamada «situación espectato- el complejo de apartamentos en su conjunto
Mirando al patio: el cuerpo representado en la frontera entre... 123

constituyen lo que Baudry ha llamado el «apa- caso», dice Lisa. «No estás al otro lado de la
rato cinematográfico», es decir, tanto la base habitación», contesta Jefferies (Stam y Pear-
instrumental formada por la cámara, el proyec- son, 1986: 197, 198).
tor y la pantalla, como el espectador en tanto
que sujeto deseante de quien toda la institución
cinematográfica depende (Stam y Pearson,
1986: 195, 196). 8. Dispositivo
Dicho «aparato cinematográfico» combina cinematográfico y panóptico
la hiperpercepción visual con la mínima movi-
lidad física. Los prismáticos y el teleobjetivo
garantizan a Jefferies el ilusorio poder semi-
divino del «espectador que todo lo percibe».
Hitchcock así sugiere una congruencia entre la
Y a antes nos referimos someramen-
te a la relación entre la situación
visual del patio y los apartamen-
situación del protagonista, que experimenta su tos en «Rear Window» y la descripción que
realidad dentro de la ficción como si estuviera Foucault hace de las celdas del panóptico bent -
viendo una película, y nuestra propia situación hamiano, controlables desde la torre central y
como espectadores mirando al protagonista convertidas en «tantos pequeños teatros como
ver su película (Stam y Pearson, 1986: 196). celdas, en los que cada actor está sólo, perfec-
No hará falta por tanto insistir aquí en la tamente individualizado y constantemente
oportunidad de que se nos muestre a Jefferies visible» (Foucault, 1992: 203). Junto a esta
inmovilizado, con la pierna escayolada y sobre idea del panóptico aparece otro asunto insosla-
una silla de ruedas: desde el primer momento yable, y que se refiere a las relaciones de poder
una suerte de «inacción» será la característica surgidas de las relaciones entre los cuerpos, y
más destacable de su situación y de su perso- muy específicamente surgidas de la articula-
naje, que por otro lado está intrínsecamente ción de la mirada entre (cuerpos) observadores
ligada a la «inacción» necesaria por parte del y (cuerpos) observados. Entre Jefferies y sus
espectador para que pueda darse la «situación vecinos, entre los cuatro Señores y sus secues-
cinematográfica» descrita; y en otro sentido trados, se despliega una determinada relación
también a la «inacción» propia de la conducta de poder, claramente jerárquica, cuyo compo-
voyeurística como forma de vivencia sexual nente visual trata de ser subrayado en ambos
pasiva, que en el personaje de Jefferies, y res- casos por sus realizadores correspondientes. Y
pecto a la relación que mantiene con Lisa, en ese sentido la referencia al panoptismo,
llega a adquirir en diversos momentos tintes de como tecnología específica de la visión, no
aquella disfunción sexual que conocemos con puede ser más oportuna.
el nombre de impotencia. Foucault explica la ubicación de los internos
El espectador cinematográfico se encuentra (presos, en un primer momento, aunque serán
atrapado en un juego entre regresión y progre- después igualmente enfermos, estudiantes o
sión, en la medida en que las imágenes que trabajadores), viviendo en una situación de
recibe vienen desde fuera, y en ese sentido el aislamiento pero siempre expuestos a la mira-
movimiento es progresivo y dirigido hacia la da del vigilante, de tal modo que ellos no ven
realidad exterior; sin embargo, debido a la pero pueden ser vistos: «objeto de una infor-
inmovilidad y al proceso de identificación mación, jamás sujeto en una comunicación»
tanto con la cámara como con el protagonista, (Foucault, 1992: 204). Situación de evidente
la energía física normalmente encauzada hacia coincidencia con la de los vecinos expuestos a
la actividad aquí se canaliza por otras vías de la mirada vigilante de Jefferies, así como con
salida. No es de extrañar por tanto que el com- la de los jóvenes torturados por los cuatro
plemento del voyeurismo de Jefferies sea una Señores pasolinianos. Hay ahí un poder, en
cierta pasividad. Él evita las relaciones tanto efecto, y es un poder que se articula desde la
con amigos como con su amante, mientras mirada de un sujeto que, a través de la distan-
sigue apasionado el espectáculo de la vida de cia (recordemos aquí la función del patio como
sus vecinos. Su preocupación por la gente es «cámara obscura», como caja de resonancia) y
inversamente proporcional a su distancia con de una determinada tecnología (la utilización
ellos, ese es su código de perspectiva: «Hazme de todo un dispositivo que ve sus posibilidades
124 Gabriel Villota Toyos

ampliadas a partir de recursos técnicos como Window», es en el hecho de que en ambos


los prismáticos o el teleobjetivo), cosifica al casos se logra «desencerrar» en cierto sentido
otro, lo objetualiza. Sin embargo a priori una disciplina, para que pase a «funcionar de
podríamos anotar aquí una diferencia sustan- manera difusa, múltiple, polivalente en el
cial con el dispositivo descrito por Foucault, y cuerpo social entero» (Foucault, 1992: 212).
es que en éste una de las piezas que resultan El sistema de control disciplinario de este
fundamentales para que todo el engranaje fun- modo pasa a ser interiorizado por los miem-
cione es la conciencia de los internos de sen- bros de la comunidad, de forma que a través de
tirse vigilados, aunque no vean a su vigilante: esa pérdida de centralidad en el ejercicio del
la presencia constante de la torre central del poder, muy al contrario de lo que pudiera pare-
panóptico, claramente a la vista de todos persi- cer, se gana en intensidad y control, pues todo
gue, entre otros, ese objetivo. (Foucault, 1992: el mundo se convierte en vigilante del otro:
204, 205). La efectividad de la vigilancia del eso es a lo que al comienzo nos referíamos al
voyeur, ejemplificada por Jefferies en «Rear hablar de «panóptico invertido» (en tanto que
Window», parecería basarse por el contrario la figura del vigilante central desaparece y es
en la ignorancia de quien es objeto de su mira- sustituida en nuestra imagen del patio por un
da; y el placer perverso obtenido por los cua- vacío, significante hueco) y que otros han defi-
tro Señores de la contemplación de las torturas nido como «panóptico participatorio» (Whita-
de sus secuestrados se muestra indiferente al ker, 1999: 171); un modelo que, en opinión de
hecho de que éstos se sepan o no observados, Foucault, se apartaría de lo que habitualmente
quizás porque el grado de objetualización sádi- suele entenderse como «sociedad del espectá-
ca al que se les ha sometido es tal que los ha culo», hasta el punto de constituir exactamen-
deshumanizado por completo. te su inverso: «no estamos ni sobre las gradas
Sin embargo si retomamos aquí la explica- ni sobre la escena, sino en la máquina panópti-
ción de Christian Metz en relación a la pulsión ca, dominados por sus efectos de poder que
voyeurista, podríamos comenzar a pensar que prolongamos nosotros mismos, ya que somos
«Rear Window» se ajusta a dicha imagen del uno de sus engranajes» (Foucault, 1992: 220).
panóptico de una forma casi completa, en
tanto que a su juicio el voyeurismo (que nunca
está del todo libre de un cierto componente de
sadismo) se apoya casi siempre en la ficción 9. Panóptico
(institucionalizada en el teatro o el streap- y transformación del hogar
tease) de que el objeto está «de acuerdo» en
mayor o menor grado, y por tanto es en cierta
burgués en la vivienda
forma exhibicionista a su vez (Metz, 1979: contemporánea
62). En el caso de «Saló», por el contrario,
habríamos de pensar más bien en otra clase de
ejemplo que el mismo Metz nos ofrece como
si tuviera en mente precisamente esta película,
al referirse a aquellas ocasiones en que en el
E n esa descripción de engranajes sigue
Foucault desgranando algunos de los
que intervienen en la constitución
objeto visto no acepta en absoluto dicha con- del panóptico, refiriéndose a algo que igual-
dición, convirtiéndose así en objeto en el sen- mente nos lleva a la imagen del patio y del blo-
tido más literal de la palabra, «como cuando que de viviendas moderno, en tanto que resul-
alguna milicia fascista desnuda a sus presos: tado de «procedimientos de tabicamiento y
las características típicas del dispositivo escó- verticalidad», y que tendrán como objetivo
pico quedan falseadas en tal caso por la inter- lograr «unas separaciones tan estancas como
vención fortísima de otro elemento, el sadis- sea posible» (Foucault, 1992: 222): lo mismo
mo» (Metz, 1979: 61, 62). podemos pensar en las celdas de cada uno de
En lo que sí hay una conexión clara y abso- los reclusos como en los apartamentos de los
luta, más allá de toda duda, entre el sistema vecinos de Jefferies, alrededor el patio.
desarrollado en el panóptico de Bentham, tal y Un patio, el propio de los bloques de vivien-
como lo describe Foucault, y el sistema visual das de las ciudades contemporáneas, que como
de índole voyeurística dominante en «Rear ya se dijo puede ser entendido como espacio
Mirando al patio: el cuerpo representado en la frontera entre... 125

híbrido entre lo privado y público; William H. En efecto, en la medida en que el patio de


Whyte (citado en Habermas, 1994: 187) se ha «Rear Window» pueda funcionar como epíto-
referido también a esta imagen vinculando «la me del patio comunitario contemporáneo,
instalación de patios comunes para una serie podemos ver en él esa pérdida de conexión
de fincas», con la de una vida cuartelera clara- entre las esferas pública y privada, tal y como
mente inspirada en el modelo panóptico. La se ha venido comentando aquí, debido a una
transformación del hogar burgués (el espacio creciente falta de definición de ambas; en tanto
propio para el desarrollo de la esfera de lo ínti- que, si como ya dijimos, bien puede entender-
mo) se muestra así como un signo claramente se el patio como un locus eminentemente fron-
indicativo de la transformación de la propia terizo, es, precisamente la frontera, el espacio
esfera privada, y un ejemplo ilustrativo de ello (no-lugar) en el que las certezas dejan de ser
sería el hecho de que «la imagen que aparece válidas y entran en el cenagoso terreno de lo
ante el ventanal del cuarto de estar es la ima- ambiguo. En el patio, nuestra esfera de lo pri-
gen de lo que ocurre en la habitación o la de lo vado –ahora devenida íntima– comienza a res-
que ocurre en los cuartos de estar de otras per- quebrajarse ante la penetración de la mirada
sonas» (ibídem). ajena, que cruza en un sentido y otro la «cáma-
De algún modo es como si estuviéramos lle- ra oscura», en todas las direcciones; por otro
gando a la conclusión de que lo que Hitchcock lado el espacio de lo público –ahora devenido
nos muestra en su película a través de Jeffe- social– que en el patio hubiera, como lugar
ries, más que el caso particular o patológico de colectivo de la comunidad de vecinos, reduce
un personaje determinado, sería una suerte de su potencial para convertirse en un sumidero
metáfora sobre la inevitabilidad de la condi- de restos procedentes de las esferas privadas
ción voyeurística de nuestra vida cotidiana, de cada uno de los individuos que agregados la
predeterminada, como decíamos, arquitectóni- constituyen, lugar de intimidades compartidas
camente, a través de un modelo de control que, como Habermas señalara, nos retrotrae a
visual que no es más que una variante del estadios civilizatorios preburgueses y semifeu-
panóptico benthamiano. En este contexto de dales: los terrenos de jardín, terraza o huerta
transformación arquitectónica del hogar bur- que surgen irregularmente entre las casas (y
gués tradicional, Habermas subraya el hecho que tienen un reflejo no poco importante en
de que «la privacidad no es ya el medio natu- «Rear Window»), y las actividades que en
ral de la vivienda», sino más bien algo que ellos se desarrollan ante la mirada ajena, o
«tiene que conquistarse» a través de, entre incluso cooperativamente en determinados
otras cosas, la explicitación de gestos que casos, serían la máxima manifestación de esta
muestren dicha voluntad de intimidad a los tendencia.
demás, quienes se da por supuesto que están
ahí para mirarnos.
Dentro de esa ambigüedad fronteriza que
caracteriza al espacio híbrido del patio vecinal, 10. Negación del espacio
encontraremos por otro lado cómo se crean dual en el «Palazzo»
nuevas formas de «intimidad compartida», por
así decirlo, que reconducirían a la comunidad pasoliniano
surgida del patio de vecinos a formas familia-

M
res preburguesas, o incluso a una clase de
refeudalización propiciada, insistimos aquí, por uy distinto sería aquí el caso de
la propia arquitectura, en tanto que, en palabras «Saló», en el que la arquitectura
del propio Habermas, «la edificación no garan- en la que transcurre la acción
tiza actualmente una esfera privada espacial- y la vida de los personajes durante esas «120
mente protegida, ni crea espacios libres para jornadas» infernales no es ni más ni menos que
contactos y comunicaciones públicos, capaces la de un aristocrático palazzo italiano, que de
de conjuntar a las personas privadas en público inmediato nos aleja del sentido burgués que en
(…). La interrelación entre esfera pública y este análisis puedan tener los conceptos mis-
esfera privada ha sido destruida» (Habermas, mos de esfera pública y esfera privada: no hay
1994: 187, 188). dualidad en «Saló» en este sentido, y pese a
126 Gabriel Villota Toyos

situarse en una época reciente (la década de los una determinada disposición arquitectónica,
cuarenta, al final de la segunda guerra mun- de cómo la convivencia entre las personas es
dial) las imágenes más bien nos llevan a una planteada a partir de dicha estructuración espa-
esfera feudal de amos y siervos en la que la cial, y que en último término nos es transmiti-
vida de estos está permanentemente al servicio da, como aquí se ha tratado de demostrar, por
(y por supuesto de igual modo disponible al medio de lo que se ha conceptualizado como
escrutinio) de los cuatro Señores sadeanos. No «tecnologías de la visión», en sus diferentes
es inocente esta elección por parte de Pasolini, usos y aplicaciones.
ni su conexión con un momento histórico (el Quizás, recapitulando algunas de las cues-
del fascismo) que él veía prolongado y exten- tiones a lo largo del texto aparecidas, podría-
dido hasta el presente: «Il Palazzo» era habi- mos concluir diciendo que la articulación de
tualmente el nombre metafórico que él utiliza- las esferas pública y privada, como ya exami-
ba en su textos para referirse a la degradada naran en su día textos seminales como los de
esfera pública italiana contemporánea, y de Hanna Arendt y Jürgen Habermas, es un pro-
forma muy específica a la clase política, o blema de orden social que está inextricable-
mejor dicho aún, al «poder político tal y como mente unido a una determinada disposición del
éste viene representado en la ideología liberal espacio urbano y/o arquitectónico, y que las
(o sea, con el Estado y sus instituciones)» variaciones que puedan darse a este nivel nos
(Maresca, 1993: 33). plantearán soluciones diversas y articulaciones
Pero no nos equivoquemos pensando que de lo público y lo privado diferentes: así, las
Pasolini pudiera ser tan ingenuo como para dos películas elegidas no sólo nos muestran
creer que ese «palazzo» era un acotado lugar dos ejemplos en este sentido, sino que además
del mal, respecto al cual pudiera por tanto nos invitan a reflexionar sobre cómo dichas
existir un «afuera»: bien al contrario, Pasolini disposiciones espaciales son a su vez indisolu-
insistiría en el hecho de que «‘Il Palazzo’ está bles de la forma en que cada una de ellas arti-
en nosotros mismos y (…) en cualquier parte» cula la mirada, es decir, la relación entre obser-
(ibídem). Hemos visto precisamente cómo el vador y observado (entre sujeto y objeto), que
espacio que define la arquitectura visual de de esta forma nos enseña también cómo las
«Saló» transcurre, bien en interiores de pers- cuestiones mismas de identidad son insepara-
pectiva renacentista, bien en un patio que no bles de la manera que tenemos de entender
existe fuera del contorno de los prismáticos a dicha dicotomía público / privado.
través de los que miramos las torturas: como
bien lo explica Mariano Maresca, «el espacio
cerrado en que se desarrolla ‘Saló’ no ha sido
presentado de manera tan claustrofóbica sólo 11. Consideración final
para que nos recuerde la imagen de un campo
de concentración, sino sobre todo para indicar y adenda: el particularísimo
la imposibilidad de estar fuera de él, de esca- caso de «Gran Hermano»
par al dominio de su lógica, aunque se crea
estar libre y a salvo» (ibídem).
De este modo en ambas películas estaríamos
enfrentados a modelos de poder difusos, a tec-
nologías de poder «desencerradas», en el sen-
T enía pensado haber terminado este
texto aquí, pero un recentísimo acon-
tecimiento audiovisual me obliga
tido foucaultiano antes explicado, las cuales a hacer una breve recesión del mismo, pues no
provocan que en los dos textos cinematográfi- puede estar más directamente conectado con las
cos descritos se acabe dando una interioriza- diversas problemáticas que a lo largo de este
ción de las relaciones de poder por parte del texto hemos tratado de plantear. Me refiero al
conjunto de quienes participan de ellas, bien a programa televisivo «Gran Hermano».4
través de ese modelo de «panóptico participa- Al margen de otras consideraciones que
tivo» que describíamos en relación a «Rear pudieran hacerse (pues son múltiples los
Window», bien por medio de la metáfora del aspectos de la contemporaneidad que se entre-
«Palazzo» en «Saló»: proceso que, en ambos cruzan en dicho producto), quisiera detenerme
casos, resulta imposible de verse disociado de brevemente en dos de ellas, que son precisa-
Mirando al patio: el cuerpo representado en la frontera entre... 127

mente las que a lo largo de este texto han sido manifiesto en varias ocasiones, algunas ya
motivo de nuestra atención, a saber: la disposi- señaladas anteriormente), por el contrario
ción espacial/arquitectónica del apartamento nosotros, en tanto que espectadores, nos halla-
en el que transcurren los días y las noches del mos en un espacio conceptual y epistemológi-
grupo de elegidos, y el hecho de la vigilancia camente distinto del de los personajes objeto
permanente (de la que ellos son conscientes), de nuestra curiosa mirada, de los que nos sen-
que a través de la referencia orwelliana motiva timos total y absolutamente preservados. Ya
el nombre del programa en cuestión. vimos como de hecho Hitchcock nos plantea-
La disposición arquitectónica nos devuelve ba en su película una reflexión posible sobre la
en este programa al espacio de la vivienda bur- heterogeneidad de ambas miradas (la de Jeffe-
guesa, que se ha visto transformada respecto a ries y la nuestra), a través de los juegos cine-
la de «Rear Window» en varios sentidos. En matográficos de identificación y punto de
primer lugar, ya no estamos en el centro de la vista, para que al menos tomáramos conscien-
ciudad, en un bloque de apartamentos, sino en cia de nuestra situación como espectadores, e
un pequeño chalet de la sierra madrileña: per- incluso de las implicaciones éticas que se
fectamente situado dentro del modelo que ha pudieran desprender de nuestra situación, pese
seguido la lógica expansiva de la industria a no hacernos renunciar del todo a dicha posi-
inmobiliaria norteamericana a partir de su ción privilegiada: «Así como es cierto que
modelo de suburbia, adaptado al contexto local Rear Window cortocircuita la actividad voyeu-
(no vamos a insistir aquí, pues es bien conoci- rística haciendo al público consciente de sí
do y hay abundante literatura publicada al res- mismo como público y de la película como
pecto, en la radicalmente opuesta articulación artificio, también es cierto que nuestra relación
del espacio comunitario, vecinal de conviven- con el espectáculo se mantiene voyeurística en
cia que se da en un tipo de barrio residencial o el sentido que nos identificamos fuertemente
en el otro). No hay patio, y los habitantes de la con los personajes en la ficción y nos identifi-
casa no ven otra realidad que la contenida por camos incluso más en la medida que nosotros,
las paredes de la misma y por la valla que aísla como el protagonista, somos voyeurs» (Stam y
el jardín del mundo exterior. Parecemos estar Pearson, 1986: 205). El caso que plantea Paso-
en este aspecto aquí más próximos al modelo lini en «Saló», como también hemos dicho, es
de encierro que plantea la imagen del palazzo en este sentido más radical, pues su explora-
pasoliniano que al patio de Hitchcock. ción del «displacer visual» y la obligada iden-
No hay por tanto (para los que viven dentro) tificación final con la mirada de los torturado-
la posibilidad de establecer una mirada que res a través de los planos de los prismáticos no
construya un recorrido significante, pues el nos deja mucha salida, obligándonos, pese al
espacio en este caso, al contrario que en nues- desagrado (o precisamente gracias al mismo) a
tro ejemplo de la cámara oscura, se convierte responsabilizarnos de lo que vemos.
en una suerte de signo autorreferencial, cerra- Así pues, en «Gran Hermano» es como si
do sobre sí mismo, incapaz de proyectar nada. diéramos un paso más, dentro de la lógica que
Sin embargo es evidente que sí que hay otra nos llevaba desde «Rear Window» hasta
mirada que entra en juego, y de forma rotunda: «Saló», en la política de desarticulación de las
se trata de la mirada omnipresente del «gran tradicionales esferas pública y privada burgue-
hermano», alter ego, bien del propio realiza- sas; paso que de hecho se convierte a su vez en
dor televisivo, o también del espectador que síntoma de la vertiginosa transformación de
contempla en su propia casa la intimidad ambos conceptos en la sociedad contemporá-
ajena. En este caso volvemos pues a encon- nea. Porque en «Gran Hermano» lo público ha
trarnos con la mirada voyeurista de «Rear dejado de existir, al menos dentro del espacio
Window», pero siendo ésta una mirada que se de representación: todo allí se ha convertido en
construye en otro campo referencial: así como privado, o mejor dicho, es lo «íntimo» lo que
Jefferies compartía un mismo espacio de ha terminado de invadir la esfera privada,
representación con sus vecinos, objetos de su haciendo que ésta haya expulsado definitiva-
mirada «indiscreta», y en esa medida su activi- mente a la pública; esa antigua «diferencia
dad visual suponía una implicación e incluso entre cosas que deben mostrarse y cosas que
un riesgo evidente (que Hitchcock pone de han de permanecer ocultas» deja así de tener
128 Gabriel Villota Toyos

sentido, como pone de manifiesto el hecho de publicado por la Dia Art Foundation, y en el que tanto
que de la llamada «parte corporal de la exis- Martin Jay como Jonathan Crary presentaran algunos de
los textos precedentes.
tencia humana», esto es, «todo aquello que 4
Este programa ha sido estrenado durante estos días
está intrínsecamente ligado al proceso de la de abril de 2000 en los que termino de escribir el texto,
vida» (Arendt, 1993: 77-78), se haya converti- tras haber sido objeto de controversia y llegar al número
do en el elemento clave para entender la uno del ranking de audiencias en diversos países euro-
expectación causada por «Gran Hermano». peos. Éste, como se sabe, consiste en la estancia y convi-
vencia voluntaria de diez personas (cinco hombres, cinco
Más allá del espacio de representación del pro- mujeres) durante tres meses en un apartamento aislado
grama (definido por el apartamento: como el por completo del mundo exterior (no hay teléfono, ni
palazzo de «Saló», nada parece existir fuera de radio, ni televisión, ni internet…), del que sucesivamente
él), podríamos considerar que sí que existe un algunos de ellos irán resultando eliminados/expulsados, y
espacio público, pero que está absolutamente que tiene como especial particularidad el que todas y cada
una de las estancias de la vivienda y el jardín se encuen-
escindido del anterior: de hecho estamos ante tran bajo el campo de visión de alguna de las múltiples
un programa que no transcurre en un plató (el cámaras televisivas (ocultas o no) que cubren durante las
plató, como «espacio de representación», y la veinticuatro horas del día la vida de los protagonistas.
vivienda «real» se confunden, son lo mismo) y
que de hecho ni siquiera tiene un «público»
visible (aunque sí, como decíamos, en ese otro REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
espacio escindido que es el que conforman los
hogares donde los receptores contemplan el ARENDT, H. (1993): La condición humana, Barcelona,
programa: las viviendas «privadas», de nuevo, Paidós.
BRYSON, N. (1988): «The Gaze in the Expanded Field»,
pese a que sólo de forma muy relativa pode- en Hal Foster (ed.), Vision and Visuality, Bay Press,
mos seguir considerando «público» a quienes Seattle (Hay versión resumida en castellano, con el
sólo tienen en común encontrarse, al mismo título «La pintura Ch´an: mirando un campo que se
tiempo, dando un uso semejante a sus respec- dilata», 1998, en Archipiélago 34-35, Madrid).
tivos espacios «privados»), señal más que CRARY, J. (1988): «Modernizing Vision», en Vision and
Visuality, op. cit.
definitiva de la transformación de dicha esfera CRARY, J. (1990): Techniques of the Observer, Cambrid-
de la experiencia humana. ge, Massachusetts, MIT Press.
En «Gran Hermano» la frontera ha desapare- CHION, M. (1992): «The Fourth Side», en Slavoj Zizek
cido, se ha borrado definitivamente, y la explo- (ed.), Everything you always wanted to know about
Lacan… (but were afraid to ask Hitchcock), Londres,
sión de la intimidad como monotema obsesivo, Verso.
a la par que su correspondiente destrucción DUMONT, L. (1987): Ensayos sobre el individualismo,
misma, nos muestra quizás el momento de Madrid, Alianza Universidad.
máximo paroxismo del individuo, antes (tam- FOUCAULT, M. (1992): Vigilar y castigar, Madrid, Siglo
bién de éste) de su desaparición definitiva. XXI.
HABERMAS, J. (1994): Historia y crítica de la opinión
pública, Barcelona, Gustavo Gili.
JAY, M. (1988): «Scopic Regimes of Modernity», en
Vision and Visuality, op. cit.
NOTAS LACAN, J (1984): El seminario, libro 11. los cuatro con -
ceptos fundamentales del psicoanálisis, Barcelona,
1
Aunque, como veremos, tras la aparente inocencia Paidós.
de Jefferies haya un claro caso de voyeurismo, éste en MARESCA, M. (1993): «Vida después de la vida», en
tanto que perversión no tiene nada que ver con la violen- Mariano Maresca y Juan Ignacio Mendiguchía (Eds.),
cia ejercida por el grupo de seguidores sadeanos de la Saló. El infierno según Pasolini, Córdoba, Filmoteca
República de Saló. de Andalucía.
2
De hecho la ley del la ciudad-estado no era más que, METZ, C. (1979): Psicoanálisis y cine: el significante
literalmente, una muralla que contenía un conjunto de imaginario, Barcelona, Gustavo Gili.
casas; y que podía ser incluso entendida como ciudad SLADE, C. (1997): «The Public/Private Divide: Regula-
(asty), pero nunca como comunidad política (polis), pues ting the Media», en Media International Australia 84,
la acción política, en tanto que actividad fundamental- Sidney.
mente legisladora, no aparecerá hasta la época moderna; STAM, R. y Pearson, R. (1986): «Hitchcock´s Rear Win-
época en la que alcanzará su máxima expresión con la dow: Reflexivity and the Critique of Voyeurism», en
filosofía política de Kant (Arendt, 1993: 71). Marshall Deultelbaum y Leland Poague (Eds.), A
3
Es importante señalar que estos argumentos se Hitchcock Reader, Iowa State University Press.
encuentran dentro del mismo conjunto de conferencias WHITAKER, R. (1999): El fin de la privacidad, Barcelona,
que dieron lugar al volumen «Vision and Visuality», Paidós.

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