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DONACION ENTRE CONYUGUEZ

La donación es una institución que presenta una naturaleza híbrida, a caballo entre
distintas instituciones jurídicas. Por una parte, y principalmente, tiene naturaleza
contractual, con independencia de que surjan de ella obligaciones para ambas partes
o para una sola, ya que existe un acuerdo entre las partes. Además, implica el cambio
en la propiedad de un bien, por lo que también tiene eficacia jurídico-real, con
tratamiento especial si se trata de un bien inmueble. Por otra parte, la calificación
contractual de la donación también puede descartarse para las donaciones efectuadas
en un contexto familiar, especialmente en este supuesto que nos ocupa de las
donaciones entre esposos, usuales para la planificación patrimonial de la pareja (por
ejemplo, en caso de una donación en razón de matrimonio) y, también, entre otros
supuestos posibles, cuando la donación está íntimamente relacionada con una
sucesión o ley sucesoria, entre otras cosas, porque no son pocos los ordenamientos
que, para proteger la masa hereditaria, prevén limitaciones a los actos de disposición
del patrimonio del (cónyuge) donante.
Hay que señalar que, en una misma donación podemos encontrar elementos
contractuales típicos (interpretación de los términos de la donación, consentimiento
o plazo de prescripción de las obligaciones nacidas de la misma) y otros vinculados
al Derecho de familia (como la admisibilidad o no de la donación entre esposos, la
posibilidad de revocación por, por ejemplo, el nacimiento de un hijo del donante ex
artículo 644 Cc), que pueden llevar al fraccionamiento de la ley rectora de la
donación o dépeçage, como veremos más adelante. Si la donación no es inter vivos
sino mortis causa (art. 620 Cc), normalmente irrevocable, se encontrará íntimamente
vinculada a la sucesión del causante y esto determinará la aplicación del régimen
regulador de la sucesión, no sin controversia, como veremos más adelante. Además,
podemos encontrar donaciones inter vivos que también se verán relacionadas con la
sucesión en determinadas cuestiones, como en el régimen particular de protección
de ciertos herederos que es aplicable a la donación en el marco de la sucesión del
donante. Todo ello, además, teniendo en cuenta que puede que la ley o leyes rectoras
de la donación entre cónyuges en cuestión, simplemente complementen o sirvan para
interpretar las estipulaciones que libremente se han dado las partes, o para
determinar su suficiencia y validez.
Por otra parte, para que la donación entre cónyuges sea objeto de disciplina por los
instrumentos normativos supraestatales y de producción interna que hemos
mencionado, es preciso que se verifique su repercusión transfronteriza. Sin que
encontremos en los textos normativos cuándo una donación entre cónyuges produce
tal repercusión, podemos afirmar que la naturaleza transfronteriza de una donación
entre cónyuges se verifica cuando está vinculada con dos o más ordenamientos
jurídicos nacionales de tal manera que surge la duda de cuál de ellos es el que debe
regularlas.
En nuestro supuesto de estudio, esto es, las donaciones entre cónyuges, cada
instrumento supraestatal con vocación de ser aplicado al caso contiene conceptos
autónomos que deberán examinarse, siempre que sea posible, a la luz de la
jurisprudencia para calificar el supuesto y determinar, en función de sus respectivos
ámbitos de aplicación, si debe aplicarse uno u otro. La elección del instrumento
aplicable dependerá de una cuestión previa fundamental, que es la de calificar la
donación, algo que se realizará, en primer lugar, siguiendo el método unilateral
europeo de “Reglamento por Reglamento” y, en defecto de instrumento supraestatal
aplicable, en base a las normas de producción interna para determinar la norma
interna aplicable.
CONCLUSION
Nos parece que es esta la fundamentación que explicaría la solución legislativa y que
haría improcedente un recurso de inaplicabilidad por inconstitucionalidad fundado
en nuestro artículo 19.2 de la constitución, al contrario de la experiencia habría una
discriminación pero que no puede considerarse arbitraria, sino que justificada y
razonable.
La opinión que ve la explicación de la prohibición en la necesidad de precaver a los
terceros acreedores. Se debilita si se considera que ello difícilmente sucederá si los
cónyuges están separados de bienes. La norma del artículo 1739.3 se aplica solo para
los casos de sociedad conyugal. De allí que esta razón puede concurrir con la que
acabamos de exponer, pero no parece tener autonomía suficiente como para justificar
por sí sola la norma.
No obstante, si se pensara equivocado, lo que sostenemos tal vez debiera poderse
llegar a una solución intermedia, admitir las donaciones irrevocables entre cónyuges
totalmente separados de bienes y mantener la situación actual sobre los casados en
sociedad conyugal.
En todo caso, se trata de un problema que debiera discutirse en un marco más el cuál
es el de los regímenes económicos matrimoniales y, en particular el de la ya clásica
cuestión de la contratación entre cónyuges. Un estudio global de estas materias
posibilitará un análisis más equilibrado sobre la mantención de la antigua regla del
Derecho que no por capricho ha logrado sobrevivir tanto tiempo. Es posible, pues,
que reformulada y perfeccionada pueda llegar en nuestro sistema de derecho privado
a conocer los albores del siglo XXI.

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