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Los

inicios del mundo contemporáneo: cambios políticos, económicos y


sociales en el siglo XIX. Las resistencias y las nuevas ideologías:
liberalismo, socialismos, nacionalismos.
Esquema resumen

En este amplio tema, nos hemos acercado de forma bastante resumida,
al conjunto de transformaciones que se producen desde la crisis del Antiguo
Régimen y durante buena parte del siglo XIX.
Empezamos recordando el significado del término Antiguo Régimen,
traducción del francés Ancien Régime: con él se quería explicar cuál era la sociedad
previa a la etapa de la revolución en Francia y, por ende, en Europa. Las
revoluciones liberales van a acabar con los fundamentos de esa sociedad, para
instaurar nuevos regímenes basados en un nuevo orden político y social: sistema
constitucional frente a absolutismo y sociedad abierta en la que la distinción social
dependa de la riqueza y no del privilegio.
Aunque podemos citar como claros antecedentes la revolución inglesa
de finales del s XVII y la Revolución americana que lleva a la independencia de las
13 colonias respecto a la corona británica, el eje fundamental en lo político es la
Revolución Francesa (1789) y su extensión por Europa, especialmente en la etapa
napoleónica (1799-1815). Posteriormente, los procesos revolucionarios de 1820,
1830 y 1848 acabarán de darle impulso definitivo, sobre todo en la Europa
occidental, no tanto en la oriental.
Las revoluciones políticas sirven también para instaurar un nuevo
orden económico, cuyos ejes serán la libertad económica y la propiedad privada.
Ese orden será necesario para culminar las transformaciones económicas que
también se están produciendo en el mundo occidental y que solemos asociar al
concepto de revolución industrial. Hemos analizado su comienzo en Gran Bretaña
y la extensión de la industrialización por otros países, fundamentalmente (aunque
no exclusivamente) europeos, pero desde una perspectiva que intenta señalar la
complejidad del mismo. Por eso, en el caso de Gran Bretaña, nos hemos fijado no
tanto en su carácter de modelo como en las distintas razones que lo produjeron, en
algún caso, peculiares de Gran Bretaña: cambio demográfico, cambio en el sector
primario, transformaciones comerciales en el interior y el exterior, innovaciones
tecnológicas, situación del marco institucional,…
En el caso de otros países, nos hemos preocupado de resumir los
distintos procesos que tuvieron éxito y nos ocupamos también de marcar sus
diferencias frente al supuesto modelo inglés: el papel impulsor del Estado en el
caso belga, el diferente ritmo en el caso francés, el aprovechamiento de los
enormes recursos en el caso estadounidense, el papel del Estado y el
aprovechamiento de la cuenca del Ruhr en el caso alemán, las diversas
peculiaridades del caso suizo, el proceso de imitación impulsado desde el Estado
en el caso japonés.
Los cambios políticos, unidos al ya visto desarrollo de la economía,
configuran un nuevo escenario social, marcado por la adaptación de distintos
grupos sociales a las nuevas circunstancias políticas, legales y económicas. Hemos
analizado este proceso, prestando atención a cómo los antiguos grupos
privilegiados (nobleza y clero) afrontan la nueva situación, al surgimiento y
consolidación de una nueva élite de poder, en la que la alta burguesía tiene un rol
fundamental, al crecimiento y diversificación de las clases medias, al difícil proceso
de adaptación de las clases populares, urbanas y campesinas, con especial atención
al mundo del trabajo y al de las clases marginadas.
Una vez esquematizados estos cambios, nuestra preocupación ha
estado en ver las formas de respuesta o resistencia a los mismos, protagonizadas
por aquellos sectores afectados negativamente por dichos procesos. En esas
formas de respuesta, hemos fijado la atención no tanto en las más conocidas y que
finalmente darán pie a movimientos alternativos (relacionados con el movimiento
obrero), sino en la lógica subyacente a otro tipo de movilizaciones, a menudo
identificadas como poco racionales y progresivas: las revueltas, los motines, la
constitución de sociedades de resistencia, etc., guiadas buenas parte de ellas por el
concepto de economía moral.
Por último, nos hemos detenido en la irrupción de nuevas ideologías,
singularmente en una de ellas, el nacionalismo.
En este tema, hemos partido de una reflexión acerca del concepto de
nación, para reafirmar la idea de que difícilmente pueden hallarse datos objetivos
que lo sustenten: el idioma, la historia, la tradición, las costumbres, la cultura, la
religión,… solos o en conjunto no establecen con nitidez las fronteras que parecen
sugerir los movimientos nacionalistas. Es la tarea que éstos realizan la que permite
construir esas comunidades imaginadas que son las naciones.
En esa tarea, los llamados instrumentos nacionalizadores ocupan un
lugar fundamental: la educación, con su insistencia en la transmisión oficial de una
lengua y una historia y costumbres supuestamente comunes a los nacionales, el
ejército, con su encuadramiento y su relación con la existencia de enemigos, de
otros, la administración estatal y nacional, los símbolos (de las monarquías, a las
banderas, los himnos, las celebraciones colectivas, etc.).
Desde esa perspectiva, podemos entender los procesos de construcción
desarrollados en Europa, tanto en los casos en que se crean estados nación nuevos,
como en los que se pretende reforzar la identidad de los ya existentes. Una vez
desaparecido el Antiguo Régimen, era necesario reforzar la idea de comunidad
bajo nuevos presupuestos y ahí el nacionalismo y la construcción nacional tienen
un papel fundamental. Podremos entonces comprender cómo la distinción a veces
establecida entre un nacionalismo político (la nación como agrupación de
ciudadanos con derechos) y uno cultural (la nación como expresión de la voluntad
de un pueblo) se resuelve a favor de este último, mucho más útil en los procesos
de construcción nacional.
Una de los consecuencias más interesantes para nosotros será la de
valorar su relación con el auge del movimiento obrero y la pretendida apuesta de
este último por el internacionalismo, apuesta que fracasará finalmente justo
cuando sea puesta a prueba, en el inicio de la Primera Guerra Mundial.


Referencias bibliográficas.

La consulta de los manuales dedicados al periodo resultará de mucho provecho. En
ese sentido, pueden ser muy útiles los capítulos 1 a 7 del libro de ARTOLA, M. y
PEREZ LEDESMA, M.: Contemporánea. La historia desde 1776, Madrid, Alianza,
2005. [FV/98 ART con], o también los capítulos 1 a 3 del manual de BAHAMONDE,
A. Y VILLARES, R.: El mundo contemporáneo, siglos XIX y XX, Madrid, Taurus, 2003.
[Biblioteca Geografía e Historia, H/S94.06 VIL mun]

Para las transformaciones económicas, pueden verse los capítulos
correspondientres de ZAMAGNI, V.: Historia económica de la Europa
contemporánea, Barcelona, Crítica, 2001 cap. 1. [ FV/G 8144 ZAM his] y
CAMERON, R.: Historia económica mundial, Madrid, Alianza, 2000. FV/Y G813
CAM his

Las respuestas diferentes a los cambios por parte de los grupos más
desfavorecidos pueden seguirse en NASH, M. y TAVERA, S.: Experiencias desiguales:
conflictos sociales y respuestas colectivas (siglo XIX), Madrid, Síntesis, 1998.
(Biblioteca Francisco de Vitoria, FV/984 NAS exp, Biblioteca de Geografía e
Historia, H/con HH-7 239)

Para la reflexión sobre el nacionalismo, la obra de HOBSBAWM, E.J.: Naciones y
nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1991. (Biblioteca Francisco de Vitoria,
FV/D 317 HOB nac , Biblioteca de Geografía e Historia, H/con HH-7 208).

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