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El futuro de las organizaciones: el mundo tras el Covid-19

Mucho se está hablando sobre cómo la crisis sanitaria, económica y social en la que nos
encontramos inmersos va a cambiar la manera en la que vivimos y nos relacionamos con
el entorno. Sin duda, esta nueva concepción del mundo también va a transformar el papel
que tienen las empresas, su gestión y su relación con los grupos de interés.
Surgirán nuevos estilos de liderazgo, maneras ágiles de trabajar y, por supuesto,
transformaciones en todo lo referente a la tecnología. Y es que el mundo del mañana
deberá estar preparado para enfrentarse a un escenario muy distinto al que estábamos
acostumbrados. Por ello, me gustaría aproximarme desde aquí a ciertos cambios que, en
mi opinión, perfilarán el contexto en el que operarán las organizaciones. Empezar a
pensar en ellos es clave para adelantarse al futuro y ser parte de la solución.
Un cambio en la sociedad
En primer lugar, nos encontraremos ante una sociedad más reflexiva. Byung-Chul Han
afirmaba hace escasos años que nuestra sociedad se caracterizaba por estar enfocada a
los resultados y a la búsqueda del máximo rendimiento.
Sin embargo, creo que este será uno de los grandes cambios de la nueva normalidad. Si
algo nos está enseñando esta crisis sanitaria es la necesidad de fortalecer la dimensión
relacional y aumentar una identidad colectiva cimentada en la confianza. La emergencia
sanitaria global está desvelando cómo las sociedades donde prima el bien común tienen
mayor éxito ante las amenazas y adversidades que aquellas donde prima la dimensión
individual. Ya lo decía Noah Yuval Harari cuando afirmaba que aquello que realmente nos
hace humanos es nuestra capacidad para cooperar de forma consciente a gran escala.
Creo que el Covid-19 nos está impulsando a tomar una mayor conciencia de nuestra
dimensión social; esto nos convierte en una comunidad más unida cuya piedra angular es
la confianza, que hace viable nuestra red de relaciones personales, familiares,
comerciales e institucionales.
Los que me conocen saben que siempre hago hincapié en la clara necesidad que tienen
las organizaciones de contar con profesionales y mecanismos que les permitan leer el
contexto social para anticiparse a las tendencias, necesidades y expectativas de los
ciudadanos e impulsar una gestión eficaz que genere innovación, transformación y
creación sostenible y equilibrada de riqueza para todos los grupos de interés. Esto
requiere un nuevo estilo de liderazgo basado en la confianza y en estructuras horizontales
y estrategias de comunicación transparentes y responsables.
El liderazgo ya no se basará en la autoridad, sino en la ejemplaridad sobre la base de un
propósito y unos valores compartidos por todos, y en especial por los empleados y
clientes, generando así actitudes y comportamientos alineados con la nueva cultura y con
los objetivos de negocio. También requiere de indicadores y modelos de medición que
nos permitan conocer en tiempo real el pulso de nuestros grupos de interés. De ahí que
considere, que, en el nuevo mundo, que ya está aquí, la inteligencia y el análisis
avanzado de los datos será determinante para generar y proteger todo el valor que
encierran las organizaciones.
Transformación cultural y digital
Observo, además, que la situación en la que nos encontramos está acelerando la
digitalización y la implantación de una transformación cultural profunda con la adopción
rápida de nuevos modelos y formas de relacionarnos y de trabajar. La llegada del Covid-
19 ha acelerado de forma disruptiva esta transformación, implantando medidas de
conciliación y procesos de trabajo ágiles.
Hoy más que nunca, las organizaciones han descubierto el poder de la confianza
recíproca entre los empleados y las organizaciones en las que trabajan. El ámbito del
trabajo dejará de ser un lugar (la oficina) para ser una actividad que se realiza cada día.
Esto llevará a las organizaciones a reforzar sus sistemas de ciberseguridad, reformular los
procesos de toma de decisiones, flujos de información, y a rediseñar la experiencia digital
de empleados conectados desde distintas ubicaciones y husos horarios. Un ecosistema,
por tanto, en el que el propósito y los valores compartidos son la mejor garantía para
asegurar el comportamiento ético y la integridad de todos los colaboradores.
El coronavirus, como vemos, está acelerando la transformación cultural y la digitalización
de las empresas. La tecnología está siendo una gran aliada, posibilitando la comunicación
y conectividad en el ámbito personal y profesional. Se ha demostrado su eficacia para
combatir el virus a través de la geolocalización, el estudio de la movilidad ciudadana, el
control de la temperatura corporal o la creación de aplicaciones de monitorización de
datos en tiempo real, como se ha hecho en Corea del Sur.
El futuro requiere una lógica predictiva y será la tecnología la que nos permita obtener
datos, hacer análisis y prever escenarios y comportamientos para tomar mejores
decisiones. El poder será de quien tenga los mejores datos y sepa utilizarlos con
inteligencia e integridad. A su vez, se abre el debate sobre sus limitaciones en la
necesaria garantía de la privacidad y propiedad de los datos, el posible impacto negativo
en la desigualdad —la mitad de la población no tiene acceso a Internet— o las malas
prácticas de comunicación y manipulación a gran escala.
Una vez volvamos a la normalidad, las cosas habrán cambiado. Las empresas que se
adaptarán mejor y más rápidamente serán las que ya empezaron antes de la crisis a
hacerse las preguntas sobre cuál es su propósito en el mundo, cuáles son sus
capacidades y fortalezas competitivas y qué es lo que esperan de ellas sus principales
grupos de interés. Estas serán capaces de dar una respuesta auténtica con acciones
concretas que generen credibilidad, confianza y buena reputación. Habrá muchos casos
en los que se tengan que reformular y redefinir la jerarquía de valores y los modelos de
negocio ante la nueva normalidad en la que también habrán cambiado los valores, las
actitudes, los comportamientos y los hábitos sociales y de consumo. Las que lo hagan
correctamente saldrán adelante y habrán fortalecido su resiliencia.
Creo que esta crisis, sin precedentes en nuestra historia reciente, nos permite aprender y
aceptar que somos vulnerables como individuos y que no podemos controlar la
naturaleza. Pero también hemos descubierto la fuerza que tenemos cuando sentimos y
actuamos como integrantes de una comunidad global. Gracias a este instinto de
cooperación, grabado en nuestros genes, podremos superar las crisis que vendrán en el
futuro.

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