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En la gestación del folclor chileno han intervenido tres vertientes culturales: la aborigen, la
europea y la africana.
La vertiente aborigen incluye las expresiones de distintos pueblos, entre
ellos: Aymara, atacameño, Mapuche y Rapa-Nui. En la cultura Aymara y atacameña
destacan las danzas individuales y colectivas, caracterizadas por: la expansión en rondas,
los pasacalles, las hileras, las filas, los pendulares y los bloques de avance y retroceso,
todas vinculadas con sus respectivas cosmovisiones, la presencia de dioses tutelares, la
naturaleza y la fertilidad.
La tercera vertiente del folclor chileno es la africana, traída por los esclavos negros llegados
al cono Sur de América (de Bautú y del Congo). Aunque en Chile la herencia africana no
está tan presente como en otros países latinoamericanos, es posible encontrar huellas en
algunas expresiones culturales, como la cueca y el Cachimbo.
Folclor en el exterior
Hacia los años 70, los músicos de la Nueva Canción Chilena comienzan a intensificar su
circulación internacional, cuestión que se ve impulsada decisivamente luego del triunfo de
la Unidad Popular. Más allá de las motivaciones locales, estos viajes se circunscriben en el
contexto global de las interacciones de la Guerra Fría cultural. Así, esta segunda parte del
artículo se ocupa en reconstruir el horizonte artístico e ideológico dentro del cual se
mueven los músicos en el extranjero, intentando identificar las principales problemáticas de
la circulación musical hasta el golpe de Estado de 1973. Si la investigación de músicas
folclóricas y populares fueron el objetivo fundamental de las giras hasta 1970, el nuevo
contexto obliga al movimiento de la Nueva Canción a redefinir su rol político, exhortando a
los músicos a comportarse como agentes culturales y diplomáticos. Más allá de ir en
búsqueda de fuentes musicales de inspiración, de aquí en adelante los músicos parten al
exterior para dar testimonio de su país.
La actividad artística realizada por los músicos en el extranjero considera objetivos
políticos y culturales. Incluso sin un documento oficial que confirme su nominación como
embajadores culturales de Chile, la manera en que los músicos se comportan se ajusta a la
definición de diplomacia cultural propuesta por Anne Dulphy, a saber, un trabajo de
difusión artística que, en articulación con la política exterior del Estado, intenta “defender
objetivos explícitamente nacionales y modificar la representación que el extranjero puede
tener de sus orientaciones”
El cambio