Está en la página 1de 3

Ballroom: corporalidades marikxs y travas en resistencia

Arath Aguilar Guzmán

Al nacer vivimos como primera experiencia una imposición genérica con respecto a
nuestra genitalidad, una dicotomía que en occidente conocemos como
mujer-hombre. Nos leen como una u otra, con respecto a la expresión que
proyectamos y la forma en que somos leídxs, toda nuestra vida. Esto claro es una
perspectiva sumamente biologicista, dejando de lado lo que Aguado Vázquez (2011)
nos menciona como la dimensión social y psíquica, está dimensión que es
inconsciente del cuerpo, pero a su vez consciente para aquellxs que no somos parte
de esta dualidad de género.

El ballroom, nace en los barrios negros y latinos de Harlem en Nueva York en los
años setentas: las mujeres trans, homosexuales y distintas disidencias se
apropiaron no solo de los espacios y horarios de esparcimiento para las personas
heterosexuales, sino que también se fueron apropiando de sus propias
corporalidades en formas que corrompían con la cis-norma. En estos salones de
baile se comenzó un baile que emulaba las poses de la revista de moda: Vogue, y
así es como se llamó este baile hecho por y para lxs marikonxs, uno que se apropia
de aquello que siempre se nos ha negado, combinado; movimientos, miradas y
erotismo que el cisheteropatriarcado nos ha negado.

El contexto del ballroom mexicano no es distante a sus orígenes, pues en él


convivimos personas de la disidencia, personas que hacemos familia, familias que
competimos entre nosotrxs en las distintas categorías que existen; siendo la
principal el baile que nació de la “exageración” de la feminidad de las mujeres trans
bailando: Vogue femme. Y es que en este principalmente es que por medio de
nuestrxs corporalidades expresamos nuestros sentires, pero no nos limitamos solo a
la nuestra sino que también a las de otros, en interacciones que pueden ser
violentas a los ojos de alguien no familiarizadx, en un contexto real de batalla, y es
que como lo expone Do Kamo (1971) con las poblaciones melanesias que perciben
sus corporalidades más allá de lo que en occidente percibimos como propia, o como
es que sus órganos y extremidades se conforman-complementan con elementos de
la naturaleza. Algo que lxs voguerxs, como nos hacemos llamar, mientras que
batallamos usamos objetos y extremidades de lxs otros para complementar nuestro
performance, bailar, gozar y así ganar.

Soy una persona trans-nobinarix, androginx, pansexual, poligamx, periféricx,


voguerx; todas estas categorías identitarias son una construcción que he
conformado en los últimos cinco años, de igual manera categoría que cáselo de
manera desesperada he tratado de hacerlo ver desde mi cuerpx: modificaciones
corporales, mi forma de vestir, hablar e incluso de oler, algo que de nuevo Aguado
(2011) menciona como procesos bioculturales, pues está capacidad de mimetismo a
con otras corporalidades permite que muchos de las personas del ballroom
tengamos características bastantes similares, como nuestra pela, los piercings e
incluso el maquillarnos y la forma de hacerlo. Conformando así corporalidades
colectivas que al fraternizar y mimetizar, recreamos y creamos una estructura a
través de la cultura.

“El ballroom salvó mi vida” es una frase que al menos escucho una vez en cada
encuentro con voguerxs nuevxs, y es que al menos para nosotrxs es este el lugar
que hemos construido para estar segurxs, para usar, vernos y performar nuestras
corporalidades como deseamos mediante bailes, caminatas, vestuarios y erotismo,
haciendo el escenario, la noche y nuestras corporalidades al fin nuestras, sintiendo
lo que Foschi (2013) describe como un punto de unión entre la persona y el mundo,
donde se hace visible ante quien especta y al mundo mismo.

Hay una personas muy importante para mi en el ballroom llamadx Gary quien
siempre nos dice a nosotrxs sus hijxs voguerxs “los espacios seguros no se crean
por sí mismos, nosotrxs los construimos y los manteamos segurxs” el ballroom es
seguro para nosotrxs quienes lo habitamos y lo vivimos, para las disidencias que
solo en estos espacios, espacios que usamos de resistencia en contra del
cisheteropatriarcado, porque nuestra venganza es ser felices.
Referencias
● Aguado Vázquez. (2011). Identidad, corporeidad y cultura. Una propuesta
conceptual desde la Antropología. pp 163,
● Leenhardt Maurice. (1971). Do Kamo. La persona y el mito en el mundo
melanesio. Paidós. pp 36-44.

También podría gustarte