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Al nacer vivimos como primera experiencia una imposición genérica con respecto a
nuestra genitalidad, una dicotomía que en occidente conocemos como
mujer-hombre. Nos leen como una u otra, con respecto a la expresión que
proyectamos y la forma en que somos leídxs, toda nuestra vida. Esto claro es una
perspectiva sumamente biologicista, dejando de lado lo que Aguado Vázquez (2011)
nos menciona como la dimensión social y psíquica, está dimensión que es
inconsciente del cuerpo, pero a su vez consciente para aquellxs que no somos parte
de esta dualidad de género.
El ballroom, nace en los barrios negros y latinos de Harlem en Nueva York en los
años setentas: las mujeres trans, homosexuales y distintas disidencias se
apropiaron no solo de los espacios y horarios de esparcimiento para las personas
heterosexuales, sino que también se fueron apropiando de sus propias
corporalidades en formas que corrompían con la cis-norma. En estos salones de
baile se comenzó un baile que emulaba las poses de la revista de moda: Vogue, y
así es como se llamó este baile hecho por y para lxs marikonxs, uno que se apropia
de aquello que siempre se nos ha negado, combinado; movimientos, miradas y
erotismo que el cisheteropatriarcado nos ha negado.
“El ballroom salvó mi vida” es una frase que al menos escucho una vez en cada
encuentro con voguerxs nuevxs, y es que al menos para nosotrxs es este el lugar
que hemos construido para estar segurxs, para usar, vernos y performar nuestras
corporalidades como deseamos mediante bailes, caminatas, vestuarios y erotismo,
haciendo el escenario, la noche y nuestras corporalidades al fin nuestras, sintiendo
lo que Foschi (2013) describe como un punto de unión entre la persona y el mundo,
donde se hace visible ante quien especta y al mundo mismo.
Hay una personas muy importante para mi en el ballroom llamadx Gary quien
siempre nos dice a nosotrxs sus hijxs voguerxs “los espacios seguros no se crean
por sí mismos, nosotrxs los construimos y los manteamos segurxs” el ballroom es
seguro para nosotrxs quienes lo habitamos y lo vivimos, para las disidencias que
solo en estos espacios, espacios que usamos de resistencia en contra del
cisheteropatriarcado, porque nuestra venganza es ser felices.
Referencias
● Aguado Vázquez. (2011). Identidad, corporeidad y cultura. Una propuesta
conceptual desde la Antropología. pp 163,
● Leenhardt Maurice. (1971). Do Kamo. La persona y el mito en el mundo
melanesio. Paidós. pp 36-44.