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Transexualidades

Otras miradas posibles

Miguel Missé

BARCl•].ON.\ -1\L\DRII)
Segunda edición, 2014

© Miguel Missé, 2013

© Editorial EGALES, S.L. 2013


Cervantes, 2. 08002 Barcelona. Tel.: 93 412 52 61
Hortaleza, 62. 28004 Madrid. Tel.: 91 522_1 55 99
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ISBN: 978-84-15899-13-6
Depósito legal: M-16415-2013

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© Diseño de portada: Nieves Guerra

Maquetación: Cristihan González

Imprime: Safekat. Lagu na del Man1uesado, 32 - Naves K y L.


Complejo Ncural. 28021 - Madrid

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formación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titu­
lares, salvo excepción prevista por la ky. Diríjase a CEDRO (Centro español
de derechos reprográficos, WW\v.cedro.org) si necesita fotocopiar o ese-anear
algí111 fragmento de esta ohrn.
A aquellas personas que me enseñan a querer mi cuerpo.
ÍNDICE

lN'lllODUCCIÓN ·································································9

E,, PARADl(iMA MÉDICO ................................................. 25

EL IMPACIU DE LA PATOLOGIZACIÓN EN LA CONS'IllUCCIÓN


DE LA SUBJETIVIDAD DE LAS PERSONAS TRANS.............. 47

MoDEJ.OS AJ:mRNATl\'OS DE REPRESENTACIÓN 'f1lANS .. 105

(�ONCLUSIONES ............................................................ 119

BIHIJO(;RAFÍ,\/FII,MO<;R,\FÍA/F<H<)C;fli\1 .- ÍA .............. 127


INTRODUCCIÓN 1

LAs PALABRAS

He pasado muchos años de mi vida definiendo mi


identidad con palabras: palabras que leía, que escribía,
que pronunciaba. Pero, al fin y al cabo, palabras que
no conocía. Mrger, hombre, transexua/, tran{género, trans.
Tampoco sé si ahora las conozco mejor, pero sí sé que
en la aventura de buscar sus raíces me conozco mejor
a mí mismo. Las palabras son importantes: están car­
gadas de historia y de significados.
Ahora bien, en la lucha contra la violencia, contra
las opresiones -sean cuales sean-, las palabras son,
en efecto, importantes, pero más lo somos las perso-

L l •:ste libro nace en el marco del proyecto Corpografías, del grupo de


_investigación Cos i Tex/110/itat. Quiero agradecer muy especialmente a Meri
lc,rras y Mireia Calafdl haberme brindado la posibilidad de desarrollar este
lthro en un marco tan cuidado y sugerente. También quiero dar las gracias
ª Javier Sáez por los estimulantes comentarios que ha hecho a la versi(,n en
castdlano del libro.

r91
Transexualidades

nas. Las palabras son herramientas para comunicar­


nos, para pensarnos, para dar sentido a nuestra vida.
Aun así, hace falta recordar siempre que nosotros no
somos las palabras.
Concretamente, la palabra en torno a la cual gira
este libro fy que tanto me obsesiona) es transexualidad.
Un concepto apasionante, con una historia llena de
conquistas, paradojas, mitos y frustraciones.
En mi opinión, a la vez que apasionante, el con­
cepto de transexualidad es bastante complejo porque
en el significante hay condensados diversos sign ifica­
dos, valores, ideas, emociones. La misma palabra se
interpreta y se utiliza según diversos paradigmas.
Este libro habla de los significados de la transexua­
lidad y de sus implicaciones partiendo del hecho de
que detrás de ellos están las trayectorias vitales de tan­
tas y tantas personas que se han identificado con este
concepto, personas a quienes la palabra ha dado sen­
tido a su vida, y al revés: personas que con su vida han
dado sentido a la palabra.

1101
Introducción

TRANSEXUAL, TRANSGÉNERO, TRAVESTI


LA CUESTIÓN TRANS

1 �n el vocabulario que utilizamos para hablar de las per­


sonas que cambiamos de género y/ o de sexo, se utilizan
generalmente tres términos: transexual, transgénero y
travesti. A menudo, se utilizan como sinónimos pero,
de hecho, hacen referencia a procesos diferentes.
Antes de adentrarnos en el tema, es importante
realizar una pequeña aclaración sobre los términos
que utilizaremos y especificar a qué nos referiremos
concretamente cuando los utilicemos en este libro. Se
trata de una precisión provisional porque a lo largo del
texto iremos ampliando, matizando y cuestionando
este glosario.
Transvestido -o travesti- hace referencia a aquellas
personas que esporádicamente se visten y actúan con
los códigos del género opuesto, aunque en su vida
social y cotidiana se identifiquen con el género que les
fue atribuido al nacer. Este es el primer concepto que
la medicina utiliza a principios del siglo xx para hacer
referencia a quienes no se identifican completamente
con su género asignado, incluyendo a hombres afemi­
nados y a mujeres masculinas.
Transexual es aquella persona que quiere someterse
a un a reasignación genital y modificar su cuerpo para

[ 11 ]
Transexualidades

vivir en el género que siente como propio. Como bien


dice la palabra, es una transición en el sexo biológico.
Este concepto nace en la década de los cincuenta de
la mano de los primeros médicos que intervienen a
personas trans para diferenciarlas de las personas que
practican el travestismo.
Transgénero hace referencia a aquella persona que
vive en el género opuesto al que le asignaron al nacer,
pero sin modificar necesariamente su cuerpo. Es
un tránsito en el género. Este concepto emerge de
los movimientos trans norteamericanos de los años
ochenta en oposición a la categoría médica transexual,
y a menudo está relacionada con una crítica al sistema
binario hombre-mujer.
Estas definiciones básicas tienen que ver con la
manera en la que entendemos estas identidades en el
contexto español, pero hay que tener en cuenta que
varían según el contexto geográfico e histórico. Por
ejemplo, cuando en América Latina se habla del movi­
miento travesti, se está mencionando algo distinto que
dificilmente podríamos traducir. Los debates termino­
lógicos sobre las fronteras y los límites de estas palabras
son constantes. Incluso, algunas veces, entre las propias
personas que viven estas identidades hay conflictos
sobre quién tiene derecho a definirse como transexual
y quién no. Es, en efecto, una discusión muy compleja.

r 12 1
Introducción

En el año 1992, el activista norteamericano Leslie


Fcinberg publicó Transgender Liberation: A Movement
U?hose 1ime Has Come, un trabajo en el que proponía
utilizar un término más inclusivo para referirse al con­
junto de personas que viven en un género diferente
al asignado al nacer. Imagina un concepto que pueda
representar a la comunidad de personas que viven
identidades de género que no son las mayoritarias y
socialmente aceptadas, como lo son las identidades
de hombre y de mujer (Stryker y Whittle, 2006: 4).
Su propuesta es seguida por muchxs investigadorxs
norteamericanxs y activistas que empiezan a utilizar
transgénero como término paraguas para englobar a
todas aquellas identidades de género no normativas,
es decir, identidades de personas que no se identifican
con el género asignado al nacer.
Posteriormente, durante la década de los noventa,
emergen en Estados Unidos los llamados tran�gender
studies, un área de investigación en las ciencias socia­
les dentro de los estudios de género. En este marco,
desde hace años se utiliza el término transgénero en los
discursos de los y las activistas, pero también en las
instituciones públicas, leyes, etc.
J ,a idea de utilizar un término que englobe esta diver­
sidad de identidad también llega con fuerza a Europa a
principios de los dos mil. Actualmente, las principales

[ 13]
Transexualidades

organizaciones de defensa de derechos del colectivo han


incorporado la palabra transgénero; el ejemplo más evi­
dente es el de la federación que agrupa buena parte de los
colectivos europeos: TransGender Europe (fGEU). En
el contexto español, pero también en Francia o en Por­
tugal entre otros países de habla no inglesa, el término
paraguas que se utiliza es trans, en la misma lógica que se
utiliza transgénero en el contexto anglófono.
De este modo, trans es el término que utilizaré para
referirme a las trayectorias vitales de las personas que
viven en un género que no es el que les ha sido asig­
nado al nacer, independientemente de si se han some­
tido o no a modificaciones corporales.
Hablar de personas trans es una elección hecha a
conciencia porque lo que me interesa es la cuestión del
odio que genera, la violencia que impacta contra estas
personas: la transfobia. Y esta no entiende de límites
ni de fronteras terminológicas.

¿DE QUÉ HABLAREMOS?

Históricamente, la transexualidad ha despertado un


gran interés en el campo de las ciencias de la salud
-y en el de las ciencias sociales- entorno a sus cau-

r 14 1
Introducción

sas, sus motivos y porqués. Durante mucho tiempo,


v todavía ahora, hemos presenciado la emergencia de
teorías que casi de manera obsesiva buscan la forma
de explicar por qué las personas trans existimos. Hasta
el día de hoy, aún no se ha obtenido ninguna respuesta
científica inequívoca que explique la causa, aunque
prosiguen las investigaciones para encontrarla.
¿ Pero qué pasaría si girásemos el periscopio y nos
preguntásemos cuáles son las causas de la transfobia?
¿Cómo y por qué existe la violencia -estructural,
simbólica, física, verbal, psicológica, etc.- hacia las
personas que viven identidades de género que rehúyen
el binomio hombre-mujer? ¿Y hasta qué punto esta
violencia no se ejerce hacia la sociedad en general para
c.¡ue no se desmonte este modelo?
Si invirtiésemos una décima parte de lo que inver­
timos en estas investigaciones científicas en buscar las
causas de la transfobia, seguramente ya las habríamos
encontrado y quién sabe si habríamos conseguido dis­
m inuirla. Con la misma obsesión que algunxs inten­
tan dar sentido a nuestras trayectorias trans, otrxs nos
ocupamos del funcionamiento de la transfobia.
En este libro de formato breve no se realiza un
trabajo exhaustivo sobre la cuestión, pero sí que se
plantean algunos argumentos en torno a los orígenes
Y los mecanismos de funcionamiento de esta discri-

r 1s 1
Transexualidades

minación y, sobre todo, se analiza cómo en nuestra


sociedad la fomentamos constantemente.
La transfobia, igual que muchas otras discrimi­
naciones, funciona en diversos sentidos: como una
opresión que sufre toda la sociedad y que se traduce
en la presión para que los hombres sean masculinos
y las mujeres femeninas, como una discriminación de
la sociedad en general hacia las personas trans, como
el rechazo entre las personas trans mismas y, final­
mente, también de la persona trans a sí misma, lo
que podríamos denominar el auto-odio. Este último
sentido es, desde mi punto de vista, el más urgente
ya que tiene que ver con el impacto de esta discrimi­
nación en la manera en cómo las personas trans se
piensan a sí mismas, es decir, con la construcción de
su subjetividad.
El punto de partida de este trabajo es una inquietud
en torno a la transfobia en nuestra sociedad, y la con­
vicción de que es posible erradicarla.
Desde 1980, la transexualidad está catalogada como
un trastorno mental en el Dia,_gnostic Statistics Manual qf
Mental Disorders (DSM), el manual de referencia a nivel
internacional de enfermedades mentales, publicado
por la American Psychiatric Association (APA). En
1990, año en que la homosexualidad se descataloga de
la Internacional Classification of Diseases (ICD) de la

116 ]
Introducción

World Health Organization (WHO), la transexualidad


entra también en este manual.
Por otro lado, en los últimos años, el modelo patolo­
gizador está siendo cuestionado desde diversos ámbitos.
1 •'.n el campo del activismo social, diversas organizacio­
nes como la Internacional Gay and Lesbian Associa­
tion (ILGA) o Transgender Europe se han posicio­
nado contra estos procesos médicos y, desde el año
2009 , una campaña impulsada por activistas de todo
el mundo, llamada Stop Trans Pathologization-2012
(STP-2012), reivindica alternativas al modelo vigente.
1 �n el ámbito de la salud, diversos psicólogos, psi­
coanalistas y psiquiatras han hecho oír sus voces críti­
cas (Missé y Coll-Planas, 201O: 115-19 6). Finalmente,
en el ámbito de la política, diversos gobiernos euro­
peos han hecho declaraciones cuestionando el modelo
de la patologización. Es el caso de países como Suecia
y l•'.spaña.
El 15 de marzo de 201O, durante la legislatura
gobernada por el PSOE, el Congreso de los Dipu­
tados español respondía a la pregunta realizada por
el diputado Joan Herrera del Grupo Parlamentario
de ERC-IU-ICV relativa a la opinión del Gobierno
en relación con la catalogación de la transexuali­
dad co mo trastorno mental. A pesar de que la res­
pu esta fue contundente -«El Gobierno comparte

[ 17]
Transexualidades

la necesidad de descatalogar la transexualidad


como trastorno mental»-, no se ha rectificado
aún la lesgi�lación patologizante que más adelante
abordaremos.
Paralelamente, diversas instituciones políticas han
realizado documentos sobre el reconocimiento de los
derechos de las personas trans problematizando el
modelo médico de la transexualidad (Suess, 2010: 29).
Entre los más importantes se encuentran Los Principios
de Yogyakarta (2007) o el Informe sobre Derechos Humanos
e Identidad de Género (2009) de T homas Hammarberg,
comisario de Derechos Humanos en el Consejo de
Europa. Por último, en septiembre del 2011, el Par­
lamento Europeo aprobaba una resolución en la que
instaba a la Organización Mundial de la Salrid a dejar
de considerar a las personas trans como personas con
un trastorno mental.
Una de las principales críticas que ha recibido
el modelo médico es que la patologización de la
transexualidad fomenta el estigm a hacia estas perso­
nas y atenta contra los derechos fundamentales del
individuo (el derecho a la libre expresión de género,
principalmente). Las ideas que aquí desarrollaré están
inspiradas en algunas de estas críticas y tienen que ver
con la construcción de la subjetividad de las personas
trans.

l 1s J
Introducción

En este sentido, el siguiente trabajo trata de dar


respuesta a tres preguntas concretas que definen su
estructura:
• ¿Cuál es el origen de la patologización de la
transexualidad?
• ¿Qué impacto tiene la patologización en la
construcción de la subjetividad de las perso­
nas trans?
• ¿De qué manera podemos combatir el estigma
que produce la patologización de estas identi­
dades en la población trans misma?

Los dos primeros apartados se centran en la rela­


ción entre patologización y transfobia. El tercero, en
cambio, trata de contestar a la pregunta sobre cómo
combatirla. Las cuestiones que se plantean siguen esta
organización lineal, pero cabe decir que las principales
ideas del libro giran en torno a una gran espiral que
-espero- nos lleve a algún lugar concreto.
En primer lugar, nos adentraremos en la historia
del concepto de transexualidad: su origen, su contexto,
su evolución y su interpretación actual. El objetivo de
este apartado es entender cómo se ha construido la
Patologización de la transexualidad y de qué manera se
ha instaurado el paradigma médico. En el imaginario
colectivo actual, la forma de entender la transexuali-

[ 19 ]
Transexualidades

dad tiene mucho que ver con el contexto médico en el


que ha emergido este concepto.
Desde las civilizaciones más antiguas y en todo
el mundo, existen personas que viven en un género
que no es el que se les ha asign ado al nacer. Como
ya hemos visto, a partir de mediadosdel siglo xx, este
fenómeno está catalogado por la medicina occidental
con el término transexual. Antes de que existiera esta
palabra, no se habían desarrollado completamente las
técnicas para realizar cirugías de reasignación genital
y, por tanto, la manera de entender este fenómeno era
otra. Con la emergencia de la literatura médica y su
impacto en los medios de comunicación de la época,
se establece una regulación médica y, más adelante,
también legal de los criterios que hay que cumplir para
poder modificar el nombre y la mención de sexo en la
documentación oficial o el propio cuerpo.
El segundo apartado abordará críticamente las con­
secuencias del modelo patologizador en la realidad de
las personas trans. Trataré de explicar por qué la pato­
logización de la transexualidad tiene un fuerte impacto
en la manera en la que pensamos la transexualida d
y en la forma en la que las personas trans n o s pensa­
mos a nosotras mismas.
Desde que el modelo médico emp ieza a dar sus
primeros pasos, emergen de' las comunidades trans

f 20 l
Introducción

d is c ursos muy críticos con la lectura de su realidad.


J : I diálogo entre la comunidad médica y la comunidad

rra ns es tan interesante como complejo. Para empezar,


se ha producido -y se sigue produciendo- en un
contexto de absoluta desigualdad, en donde todavía es
difícil salir del esquema médico-paciente. Pero, segu ­
ramente, la mayor complejidad en este debate yace en
el hecho de que estos avances médicos han favorecido
a muchas personas trans que deseaban -y desean­
modificar su cuerpo y, más allá de eso, han facilitado
que muchas personas dieran sentido a aquello que les
estaba pasando.
Finalmente, en un tercer apartado, se reflexionará
sobre los retos de futuro de los movimientos trans a
cor to y largo plazo, con el objetivo de plantear algu nas
alternativas posibles a la hora de combatir la patologi­
zación de la transexualidad y el estigma social que pro­
duce este modelo. Como decía al inicio, estos deba­
t e s tienen mucho que ver con el lugar que ocupan las
pal abras en la construcción de nuestra subjetividad,
nuestros itinerarios y nuestros cuerpos.
Por último, aclarar que cuando hablo de identida­
des trans en este texto me estoy refiriendo a las identi­
d ades trans que se han desarrollado en la cultura occi­
d c n tal, a no ser que se especifique lo contrario.

r 21 1
Tram;exualidades

PARA TODOS LOS PÚBLICOS

Este libro pretende visibilizar, dialogar y debatir diver­


sos temas relacionados con la cuestión trans y, por lo
tanto, quiere ser accesible a todas aquellas personas
interesadas por las cuestiones sociales y, por qué no,
por la transformación social. Hay que tener presente
que la transexualidad está considerada todavía hoy, y en
nuestro contexto, como un hecho sumamente marginal
aunque, de hecho, esté mucho más presente de lo que
parece. No solo en el plano poblacional, sino también
político, social, jurídico, sanitario, económico, etc.
El fenómeno de la transexualidad funciona casi
como un paradigma en el que se materializan algunos
de los principales retos de nuestro modelo social. Es
un ejemplo transversal para hablar de diversos siste­
mas que atraviesan nuestra cultura occidental: el sis­
tema médico-psiquiátrico, el sistema sexo-género, el
sistema capitalista, entre otros.
Siendo sincero, creo que este tipo de trabajos no
tienen demasiado sentido si solo los leen personas que
ya conocen estos debates y/ o trabajan este tema. Aun­
que asumo que la mayoría de los que leéis estas líneas
sois de este ámbito, precisamente por eso entenderéis·
la urgente necesidad de extender estas ideas más allá
de nuestros círculos.

[ 22 ]
Introducción

r\ aquellos y aquellas que empecéis ahora a aden­


tr aros en las cuestiones trans, os invito a dejar de lado
l a i dea que tenéis en mente de la transexualidad,
c¡ue la pongáis en stand-�y y os atreváis a haceros
algunas preguntas más allá de las definiciones clási­
cas. Hablando claro: abandonad por un momento lo
c¡uc hemos visto en la televisión (Gran Hermano y sus
particulares fichajes trans), en el cine Qos interesantes
retratos de las trans almodovarianas) y lo que nos han
explicado en la carrera Qas definiciones de manual de
las facultades de Psicología, Biología, Medicina, entre
o tras). La cuestión trans tiene que ver con eso, pero
también con muchas otras cosas.
El interés por las cuestiones trans no ha de impli­
car solo a las personas trans. Por ello, este libro está
pensado para despertar el interés de todas las perso­
nas, especialmente el de las mismas personas trans,
sabiendo que es evidente que leerlo siendo una per­
s ona trans o no siéndolo puede resultar bastante dife­
ren te. O no. Sea cual sea la identidad de género del que
e stá leyendo, sería interesante que lo pudiera leer sin
pe ns ar constantemente que estamos hablando de los
otros por qué el otro eres tú.

1 23 ]
Transexualidades

¿ DESDE DÓNDE HABLO?

La reflexión que aquí os presento está atravesada por


tres hechos que condicionan mi mirada sobre las cues­
tiones trans. El primero: mi propia vivencia y expe­
riencia de ser una persona trans en nuestra sociedad.
El segundo: el activismo trans y el hecho de haber tra­
bajado en el movimiento social y, específicamente, en
la lucha por la despatologización de la transexualidad.
Finalmente, la sociología y las investigaciones sobre
la realidad de las personas gays, lesbianas, bisexuales
y trans en las que he participado en los últimos años.
Algunos de los argumentos que quisiera explicar
son solo ideas sobre cuáles son los conflictos y a la
vez los retos de los movimientos trans. No son nece­
sariamente compartidas por todas las personas trans
(ni tan solo por la mayoría de ellas). En todo caso,
están aquí para ser compartidas, discutidas y revisadas.

f 24 ]
EL PARADIGMA MÉDICO

BREVE HISTORIA DEL CONCEPTO DE TRANSEXUALIDAD

Hace unos meses, me invitaron a hablar sobre


transexualidad y patologización en la Facultad de
l\lcdicina de la Universidad de Barcelona, con sede
en el Hospital Clínic de la ciudad. Aunque al princi­
pi o me sorprendió la llamada, el grupo de estudiantes
o rganizadores me convenció para que fuera. Cuando
llegué, la sala de actos estaba llena de punta a punta
(entendí rápidamente que estar allí daba créditos para
a lguna asignatura). En la mesa redonda, había cuatro
p ersonas transexuales más que también habían sido
i nvitadas al mismo debate. El acto empezó y yo fui
e l ú ltimo en intervenir. Mis compañeros y compañe­
ra s de mesa hablaron desde diversos puntos de vista
s ob re su historia, su recorrido y su relación con el
p roceso médico, que generalmente relataban como
P o s i tivo. Cuando llegó mi turno, expliqué los riesgos

[ 25 ]
Transexualidades

del modelo patologizador, puse ejemplos de mi pro­


pio proceso e intenté hacer la crítica más constructiva
posible al modelo médico vigente, sin deslegitimar las
experiencias y trayectorias vitales de mis compañeros
y compañeras de debate. El tiempo pasaba muy pero
que muy lento, y yo estaba algo nervioso. Sentía que,
a medida que avanzaba, mi postura se alejaba tanto de
mis compañeros de mesa como de la audiencia. A pesar
de ello, me reconfortaba pensar que los pocos con­
gresos médicos a los cuales había ido como ponente
habían funcionado muy bien. Cuando acabé, se inició
el turno de preguntas hasta que los moderadores deci­
dieron ponerle punto y final. Una última persona, al
fondo de la sala, levantó su mano para pedir la pala­
bra. La reconocí al instante y, de hecho, no me podía
creer que fuera a intervenir en aquel contexto. Cogió
el micrófono inalámbrico y, con voz muy pausada,
empezó a hablar. El silencio de la sala era absoluto,
el mío también. Aquella persona era la psiquiatra que
me siguió durante años; fue ella quien me diagnosticó
un trastorno de la identidad de género. No solo era la
mía, imagino que también la de los otros miembros
de la mesa y la de la mayoría de transexuales que han
pasado por el Hospital Clínic, la clínica de referencia
para cuestiones de transexualidad en toda Cataluña.
Lo primero que hizo fue presentarse como directora

[ 26 l
El paradigma médico

d e la Unidad de Trastornos de la Identidad de Género,


s eñalando que era la unidad en la que trabajaba desde
h acía años diagnosticando a personas con un trastorno
de la identidad de género. Dijo muchas cosas, utilizaba
e xpresiones como «nuestros pacientes», «solucionar su
problema» y otras ideas que he ido depurando con el
tiempo. Invitó a los alumnos de la sala a ir a su despa­
cho para consultar o aclarar en qué consiste el diagnós­
tico de la transexualidad y, finalmente, insistió en que
el discurso de la despatologización no tenía demasiado
sentido pot:que su función era ayudar a la gente ttansexual,
no oprimirla, y que la mayoría de pacientes estaban
muy satisfechxs. Por ello, dijo, habían empezado a tra­
t ar a menores de edad en su unidad. Cuando acabó,
se hizo un corto silencio hasta que el auditorio estalló
en un grandísimo aplauso a las palabras de la doctora.
Incluso algunos miembros de la mesa aplaudieron. Yo
no podía dar crédito a su discurso, a la violencia simbó­
lica que aquella intervención implicaba, a cómo me
sentía. Aunque en mi discurso había intentado situar el
debate en otro lugar, sus palabras instauraron el orden
de nuevo: yo había dejado de ser un activista para pasar
a ser un paciente y ella la especialista en transexualidad.
Más adelante, supe que la doctora había sido invitada
a p articipar en la mesa, pero había desestimado la pro­
p ue sta. Ella no necesitaba sentarse en una mesa con los

[ 27 ]
Transexualidades

pacientes: podía hablar desde el público porque era una


autoridad y nosotros el ejemplo de su tratamiento.
Esta anécdota no es en ningún caso una situación
aislada sino que tiene todo que ver con la historia del
concepto de transexualidad, y es un ejemplo muy inte­
resante de lo que implica la patologización de nues­
tras experiencias. En este apartado, lo abordaré basán­
dome en los trabajos de historia de la transexualidad
de Califia (1997), Fierster (2006) y Stryker (2008).
Tal y como señalábamos, la noción de transexuali­
dad está estrechamente vinculada a la de homosexua­
lidad. De hecho, durante décadas se entendía la homo­
sexualidad, la transexualidad y el travestismo como
una misma cosa. A finales del siglo x,x, se desarrollan
en el centro de Europa diversas teorías médicas que
tratan de explicar y abordar estas diversas realidades.
Todo empieza con la Teoría del tercer sexo de Karl
Heinrich Ulrichs, que en los años sesenta de ese siglo
afirma que la sociedad se puede dividir en tres sexos:
hombres, mujeres y uranistas. Según Ulrichs, los ura­
nistas son las personas con cuerpo de hombre y alma
de mujer. Y, en este sentido, entiende que un hombre
que hoy definiríamos como gay tiene, de hecho, alma
de mujer y que una mujer que hoy definiríamos como
lesbiana tiene alma de hombre. Siguiendo esta misma
lógica, Karl-Maria Kertbeny, escritor y poeta húngaro,

1 28 ]
El paradigm a médico

u tiliza por primera vez el término homosexual en el año


1 869. No será hasta principios del siglo xx cuando
cmergirán nuevos términos para diferenciar la orien­
tac ión del deseo de la identidad de género.
El encargado de hacer esta distinción es Magnus Hirsch­
fcld. Este médico y sexólogo judío alemán juega un papel
crucial en la historia de la transexualidad, pero también en
la historia del movimiento social en defensa de este colec­
tivo. La historiadora y activista Susan Stryker, en su trabajo
Transgender History señala: «Hirschfeld fue un defensor pio­
nero de las personas trans» (Stryker, 2008: 3 9).2
Hirschfeld osa entender aquellas prácticas y viven­
cias que escapan al orden tradicional de la sexuali­
dad. Por ello desarrolla La teoria de los estadios interme­
dios, presentada en el año 191O, que distingue cuatro
categorías. La primera el estadio intermedio de los ó,;ganos
sexuales hace referencia a las personas hermafroditas
(o lo que hoy denominamos intersexuales, personas que
nacen con genitales ambiguos). La segunda es el estadio
intermedio de otros caracteres corporales, y clasificaría a las
pe rsonas con características sexuales atípicas: mujeres
con barba, hombres con pecho, etc. La tercera es el
estadio intermedio de los impulsos sexuales que compren­
d ería a las personas con tendencias sexuales horno-

2 : , ' f < ,da s las citas t¡uc no existían en castellano (como original o como traduc­
, '"n) han sido traducidas p or el autor,

[ 29]
Transcxualidades

sexuales, pero también a sadomasoquistas, fetichistas,


etc. Y finalmente, la cuarta categoría es el estadio inter­
medio de otros caracteres psíquicos que hace referencia al
que hoy entendemos como personas transexualcs.
Pero, en ese momento, este término no existe toda­
vía y Hirschfeld habla de travestidos. Este colectivo le
interesará especialmente, motivo por el cual publica,
también en 1910, un ensayo llamado Die Transvetiten
(Los travestidos, 1991).
En su entorno, se encuentran figuras clave en la
historia de la endocrinología, como Eugen Steinach o
Harry Benjamin. Steinach descubre en 1910 los efectos
morfológicos de las hormonas sexuales (testosterona
y estrógenos). Se dedica a investigar con conejillos de
Indias el transplante de gónadas masculinas en hem­
bras y de gónadas femeninas en machos. Siguiendo
estos descubrimientos, Hirschfeld decide ir más lejos y
se plantea el cambio de sexo en humanos.
La aportación del alemán va mucho más allá de
distinguir a los transvestidos de los homosexuales y
de los hermafroditas. En el año 1919 crea el Instituto 1
para el Estudio de la Sexualidad de Berlín, donde se!
producen las primeras operaciones de cambio de sexoj
a lo largo de los años veinte. El historiador Maxime
Foerster así lo constata en su libro 1 -firtoire des tran.r.rexuels
en France (20 06) :

1 30 1
El paradigm a médico

Forjado conceptualmente por la sexología y


prácticamente posible a través de la endocrino­
logía naciente, el transexualismo se convierte en
una realidad histórica en la Alemania de los años
1 920 cuando se realizan las primeras operacio­
nes de cambio de sexo en el Instituto de Sexo­
logía fundado en Berlín por Magnus Hirschfeld
(Foerster, 2006: 17- 1 8).

Como decía, aparte de su investigación científica,


H irschfeld practica un activismo en defensa de estas
personas a las que quiere ayudar en su necesidad de
cambio corporal. Trabaja con la policía de Berlín para
e rradicar el acoso hacia las personas que se definen
como travestidas y que, de hecho, forman parte de
su entorno más cercano, ya que Hirschfeld establece
amistad con ellas a lo largo de su investigación e,
i n cluso, incorpora en su equipo de trabajo en el Insti­
t uto a algunas de ellas. En estos círculos es donde se
c rean los primeros vínculos entre personas travestidas,
h echo q ue podría entenderse como el inicio de lo que
hoy llamamos movimiento trans.
I ,a trayectoria de Hirschfeld se ve truncada por el
n a7, ismo. Adolf Hitler llega al poder en el año 1933 y
é l mi smo da la orden de destruir todos los archivos del
I n stituto de Estudios de la Sexualidad ese mismo año.

[ 31 ]
Transexualidades

El médico acaba exiliándose en Francia después de


algunos años realizando conferencias por el mundo.
Aun así, a pesar de que su carrera quede interrumpida,
las principales líneas de investigación que empezó
continúan, principalmente, de la mano de Harry Ben­
jamin, también médico y sexólogo alemán que, en el
año 1913, se exilia a los Estados Unidos, desde donde
sigue trabajando en el ámbito de la endocrinología.
En el año 1948, Benjamin recibe la consulta del
conocido sexólogo Alfred Kinsey, quien le habla del caso
de un joven que «quiere ser una mujer». El alemán,
que estaba muy influenciado por las investigaciones de
Hirschfeld y Steinach, se interesa por el caso y decide
recetarle un tratamiento de hormonas feminizantes.
Desde entonces, Benjamin sigue trabajando en ese
ámbito, a pesar de ser muy criticado por sus compa­
ñeros de profesión más conservadores --entre ellos,
el propio Kinsey- por realizar esos tratamientos
hormonales. Benjamin es quien populariza el término
transexual en el año 1954, y lo utiliza para distinguir a
las personas que quieren una cirugía de reasign ación
genital de las que no, consideradas travestidas.
Hay que aceptar que, aunque personalmente no
comparta las explicaciones de la transexualidad de.·
Benjamin, fue, así como Magnus Hirschfeld, un médico1
muy cercano a las personas transexuales con las que·;
!

r 32 1
El paradigma médico

I
tenía vínculos de ámistad y a las que, en muchos casos,
trataba gratuitamente. En un contexto en el que el inte­
rés de un médico por la transexualidad y sobre todo
por las personas que la encarnan despertaba fuertes
críticas y un cierto estigma dentro del gremio, Ben­
jamin demostró estar realmente implicado en encon­
trar herramientas para resolver sus preocupaciones y
angustias, y hacía lo posible por adecuar su sentir con
su físico.
En el trabajo Le mo11vement transgenre. Changer de sexe
(2003), Pat Califia explica en relación con Benjamin:

Aparentemente, médicos, psiquiatras y psicó­


logos de todo el mundo le derivaban pacientes
para que los examinase, les recetase hormonas
si era necesario y les ayudara a encontrar a un
cirujano (Califia, 2003: 78).

Seguramente, lo más interesante del trabajo de


Bc n jamin es que no solo introduce el término sino
q u e define los primeros criterios para el diagnóstico de
l a transexualidad en su obra principal: The Transsexual
f )henomenon, publicada en el año 1966.
En las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta,
<:tnp iezan a funcionar las primeras unidades médicas
d e cambio de sexo en el marco de programas universi-

[ 33 ]
Transexualidades

tarios norteamericanos que combinan por primera vez


las perspectivas biológicas y psicológicas a la hora de
abordar la identidad de género. Más adelante, se con­
vierten en programas médicos y es donde se realizan
los tratamientos hormonales y quirúrgicos a personas
transexuales. Los principales programas se establecen
en la Universidad de California de Los Ángeles, en el
año 1962, y en la Universidad John Hopkins de Balti­
more, en el año 1966. Es entonces cuando la cirugía
de reasignación sexual empieza a extenderse por los
Estados Unidos de América.
En esos años, empiezan a emerger diversas figu­
ras en el mundo de la medicina que desarrollan las
principales ideas que justifican la patologización de la
homosexualidad, la transexualidad y la intersexuali­
dad. Entre ellas se encuentran Robert Stoller, Richard
Green y John Money. Sus aportaciones juegan un papel
muy importante en el debate sobre qué criterios tiene
que cumplir una persona para ser diagnosticada como
transexual y considerada apta para la modificación
corporal. Por ejemplo, la propuesta de Stoller es la de
diferenciar entre verdadero y falso transexual, distinción
que, más adelante, Person y Ovesey traducen en las
categorías de transexual primario y secundario. Para ellos,
el transexual primario es aquel que, entre otras cosas,
siente una fuerte aversión hacia su propio cuerpo, se

l 34 J
El paradigma médico

si ente del otro género desde la infancia y experimenta


atracción hacia personas de su mismo sexo anatómico
(Coll-Planas, 2010: 1 1). De hecho, y aunque hoy en
día nuestros médicos ya no utilicen estas categorías,
entienden que unos son más legítimos y auténticos
que otros, la división entre transexuales primarios y
secundarios ha impregnado y sigu e influenciando la
mirada de los psiquiatras a la hora de hacer el diag­
nóstico.
Benjamin se asocia con alguno de estos y otros
profesionales médicos que trabajan en el ámbito de
l a transexualidad para crear la Harry Benjamin Inter­
nacional Gender Dysphoria Association (HBIGDA),
de sde la que en el año 1979 se publica el primer pro­
tocolo oficial para el tratamiento de la reasignación de
género: los Standards of Care Gender Identity Disor­
ders (SOC). Este protocolo plantea que la transexuali­
dad ha de ser diagnosticada por un psiquiatra en tanto
c.¡u e se trata de un trastorno mental. Siguiendo las
pautas de identificación y los criterios de diagn óstico
fi rmados por Benjamin en el año 1 966 para decidir
el acceso a la reasignación, este documento indica de
fo rma detallada cómo debe ser el tratamiento psiquiá­
t rico, endocrinológico y quirúrgico de las personas
t ran sex uales. Hay que tener en cuenta que, actual­
m ente, el SOC está en su séptima edición y que la

[ 35 ]
Transexualidades

HBIGDA se ha transformado en la World Professio­


nal Association of Transgender Health, WPATH, en
parte por las fuertes críticas que en el contexto con­
temporáneo suscitan el modelo médico y la utilización
del término disfona de género para hacer referencia a las
personas transexuales.
La transexualidad es clasificada por primera vez en
el DSM de la APA en el año 1980 bajo la etiqueta de
trastorno de transexualidad. Una década más tarde, entra
en la International Classification of Diseases (ICD), la
clasificación internacional de enfermedades de la Orga­
nización Mundial de la Salud. En efecto: a lo largo de
los años, las etiquetas para clasificar la transexualidad
en los manuales de enfermedades han ido evolucio­
nando. La última versión del DSM (DSM-IV-R), en
el año 1994, señala que los trastornos de la identzdad de
género son los trastornos que engloban la transexualidad
y también el travestismo. Es decir, no solo se considera
que tienen un trastorno mental las personas que quie­
ren modificar su cuerpo, sino todas aquellas personas
que viven en un género diferente al asignado al nacer,
quieran o no modificar su cuerpo. Este es el motivo que
explica por qué generalmente se habla de patologiza­
ción de las identidades trans y no tanto de patologización
de la transexualidad, dado que el abanico de trayectorias 1
patologi,rndas es mucho más amplio.

[ 36 ]
El paradigma médico

E L TRATAMIENTO MÉDICO DE LA TRANSEXUALIDAD


EN EL ESTADO ESPAÑOL

. \ lo largo de los años setenta y ochenta, muchos paí­


ses europeos importan el modelo norteamericano, de
tal manera que se desarrollan y perfeccionan unidades
en los departamentos de psiquiatría de los hospitales
especializados en el diagnóstico de la transexualidad.
l •'.se es el caso de España, donde en los años ochenta
algunos psiquiatras y endocrinólogos empiezan a
interesarse por la cuestión. Debemos tener en cuenta
que en el año 1 983 se despenalizan las operaciones
<le cambio de sexo en el Estado español mediante la
reforma del Código Penal. Hasta entonces, la reasig­
n ación estaba prohibida porque chocaba con el delito
de lesiones (de castración, en este caso) .
Muchos de los profesionales españoles que a fina­
l e s de los años ochenta, en un momento de gran des­
conocimiento respecto a la transexualidad, aplican los
pro tocolos norteamericanos, siguen todavía hoy aten­
die n do a personas transexuales y publicando hasta
h aberse convertido en médicos de referencia sobre el
t erna. Algunos publican en el año 2006 Ser transexual,
u na recopilación de artículos que, desde diversos ámbi­
tos de la salud, define en qué consiste la transcxualidad
Y exp lica cómo tratarla. Así es que, en España, como

[ 37 ]
Transexualidades

en los Estados U nidos, los primeros en definir y poner


palabras a la cuestión trans son médicos.
En cuanto al tratamiento médico de las personas
trans, hasta finales de la primera década del dos mil,
se basa en seguimientos psiquiátricos y en la receta
de hormonas en algunos -muy pocos- hospitales
públicos. Las cirugías de reasignación de sexo quedan
relegadas, en la mayoría de comunidades autónomas,
al sector privado. Estos protocolos (seguimiento psi­
quiátrico, tratamiento hormonal y, en algunos centros,
un número limitado de cirugías al año) se instituciona­
lizan a pattir del 2008, cuando el Ministerio de Sani­
dad y Consumo decide incorporarlos a la cartera de
servicios de la sanidad pública. Prevee también que
se lleven a cabo en seis centros de referencia estatales
acreditados y conocidos como Unidades de Trastor­
nos de la Identidad de Género (UTIG). Los centros
no son designados, sino que han de ser las Unidades
Médicas las que se tienen que presentar como candi­
datas. Las UTIG están en Cataluña, Asturias, Madrid,
Extremadura y Baleares Oas de Canarias y Galicia se
están tramitando). Entre estas, las más importantes
-y antiguas- son las del Hospital Clínic de Barce­
lona (centro de referencia en Cataluña) y la del Hos­
pital Carlos Haya de Málaga (centro de referencia en :
Andalucía). En estas unidades trabaja un equipo inter-

[ 38 ]
El paradigma médico

d i s ciplinar constituido por profesionales de la psiquia­


tría , psicología, endocrinología, ginecología y cirugía
yuc hacen un seguimiento transversal de lxs paáentes
y de los tratamientos a los cuales se someten. Aquí es
donde se realizan los diagnósticos del trastorno de la
identidad de género, se recetan hormonas y se reali­
zan operaciones. Hace falta decir que la lista de espera
p ara las operaciones es a menudo larga y que, además,
en el contexto actual de crisis, están en riesgo a causa
de los recortes en el ámbito de la salud.

LA REGULACIÓN DE LA TRANSEXUALIDAD
EN EL ESTADO ESPAÑOL

l ,a s ituación legal de las personas trans en la mayoría


de p aíses está regulada en relación con la perspectiva
médica y se rige según las clasificaciones internaciona­
l es de enfermedades. Este hecho es significativo por­
lJuc implica que los Estados regulan los derechos del
co le ctivo trans partiendo del paradigma psiquiátrico
e n cuestiones que no tienen que ver estrictamente con
l a s alud, como es, por ejemplo, el cambio del nombre.
D esde los años 70 se han ido aprobando leyes en
muchos países del mundo para regular los cambios de

[ 39 ]
Transexualidades

nombre y de la mención de sexo en la documentación


oficial. En Europa, lo han hecho Suecia, Reino Unido,
Alemania, Italia, Austria, Finlandia, Holanda, Bélgica
y, recientemente, Portugal. En el Estado español, en
el mes de marzo del 2007, el Congreso de los Dipu­
tados aprobó la ley para regular estos tránsitos: la Ley
3 /2007 «reguladora de la rectificación registral de la
mención relativa al sexo de las personas».
Esta ley así como la legalización del matrimonio
homosexual son el resultado de una serie de refor­
mas sociales que el Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) había prometido en su campaña electoral del
2004 . A pesar de ello, cuando en el año 2007 su legisla­
tura estaba a punto de agotarse, la ley para el colectivo
transexual todavía no existía. Por ello algunos activis­
tas trans decidieron movilizarse y, después de diver­
sas reuniones con partidos políticos con representa­
ción parlamentaria, tuvieron la iniciativa de presentar
un anteproyecto de ley al Parlamento español. Ese
mismo borrador es el que inspiró a los legisladores y
es el que define el carácter de la Ley 3 /2007. Hasta e l
momento, el cambio de nombre y de la mención de
sexo en España era un trámite que se realizaba por
vía judicial a partir de la demanda de la persona inte�
resada. La decisión estaba entonces en manos de ufl
jue;,; que dictaba sentencia después de que un médico

[ 40 ]
El paradigma médico

fo rense evaluara si el cuerpo de esa persona podía


c o nsiderarse de hombre o de mujer según el caso. Eso
im p licaba que, en la mayoría de los casos, fuera nece­
s ario haberse sometido a una reasignación genital para
poder cambiarse el nombre. El cambio que introduce
l a ley en este proceso es que ya no se trata de un trá­
mite judicial sino administrativo, es decir, se simplifica
porque se realiza a través del Registro Civil.
J ,a ley establece dos requisitos obligatorios para que
un individuo pueda cambiar la mención de sexo de sus
documentos oficiales. En primer lugar, debe presentar
un certificado psiquiátrico de disforia de género,' es decir,
ayuello que las clasificaciones de enfermedades men­
tales denominan trastorno de la identidad de género. En
segundo lugar, ha de demostrar que se ha sometido
como mínimo a dos años de tratamiento médico.
Alguien podría preguntarse si no es posible cambiar
nuestro nombre por cualquier otro sin modificar la
mención de sexo de la documentación oficial. De
hecho, en países como Alemania, esta modificación es
p osible sin una tramitación tan compleja. En España
s o lo podemos tener nombres que concuerden con

'\. ,\u n l1ue en el m o mento en d que se aprueba la ley hace más de 1 0 añ os


'I U c l a tra nscxualidad no está catalogada como un trast orn o de disforia de
g,•nero sino com o un trastorno de la identidad de géner o, la ley continua
ll t i i ,� an
do este tér mino.

[ 41]
Transexualidades

nuestro sexo de nacimiento. Este detalle, que complica


la cuestión, está regulado por la Ley de Registro Civil
con relación a la libre elección del nombre de los hijos
e hijas. Tal y como establece el artículo 5 4, las familias
no pueden poner cualquier nombre a sus hijos o hijas:

Quedan prohibidos los nombres que objetiva­


mente perjudiquen a la persona, así como los
diminutivos o variantes familiares y coloquiales
que no hayan alcanzado sustantividad, los que
hagan confusa la identificación y los que induz­
can en su conjunto a error en cuanto al sexo.

N o puede imponerse al nacido el mismo


nombre que ostente uno de sus hermanos a no
ser que hubiera fallecido, así como tampoco su
traducción usual a otra lengua.

Como vemos, entre otros criterios, no se puede


escoger un nombre que induzca «a confusión o error
sobre su sexo». Este es el motivo por el cual a la hora
de cambiar el nombre se exige en primer lugar la modi­
ficación de la mención de sexo. Es decir: legalmente,
Juan puede cambiar su nombre a Luis en su carné de
identidad, pero Juan no puede cambiarse el nombre a
Clara porque induciría a confusión sobre su sexo.

[ 42 ]
El paradigma médico

Este artículo no solo afecta a las personas trans en


su proceso de cambio de nombre. También a todas
a quellas personas que escogen nombres que en nues­
t ra cultura se consideran masculinos y en la suya no,
y al revés. Como podemos imaginar, los funcionarios
del Registro Civil no pueden conocer el sexo de todos
los nombres (si es que los nombres tienen un sexo). Y
para acabar de complicarlo, algunos nombres son con­
siderados ambiguos legalmente, es decir, que pueden
ser interpretados tanto masculinos como femeninos,
por ejemplo, Trinidad, Montserrat, Pau, Reyes, Car­
men, Andrea, Ares, Rosario, etc.
Respecto a la Ley de Registro Civil, es posible valo­
rar hasta qué punto el artículo 5 4 podría ser de hecho
anticonstitucional, ya que la Constitución española
e stablece, en su artículo 1 4 , que todos los ciudadanos
so n iguales ante la ley y que está prohibida la discrimi­
nación por razón de sexo. ¿Y si Juan no puede llamarse
< Jara por razón de su sexo, no se trataría entonces de
u n a discriminación a causa precisamente de su sexo?
I ,a aprobación de esta ley ha puesto encima de la
tn esa el interesante debate sobre cuáles son los requi­
s i t os que el Estado puede exigir a los ciudadanos que
de seen modificar la mención de sexo en su documen­
t ac i ó n pública. ¿A la vez, más allá de eso, de qué habla­
'11o s realmente cuando decimos mención de sexo? ¿ Qué

r 43 1
Transexualidades

interés tienen los gobiernos en regularla y qué validez


tiene esa categoría?
La última novedad en este debate es la reforma de
la ley de Registro Civil del 201 1. Finalmente, el con­
tenido del artículo 5 4 ha desaparecido. En cambio, en
el artículo 5 1 (Prinápio de libre elecdón del nombre propio),
se han establecido los límites legales a la hora de esco­
ger los nombres. Son tres: no se puede utilizar más
de un nombre compuesto o dos nombres simples; no
es posible imponer nombres que sean contrarios a la
dign idad de la persona ni que hagan confusa su identi­
ficación; y no se puede poner el nombre que ya tenga
alguno de los hermanos con idénticos apellidos, a no
ser que este haya muerto.
Este nuevo artículo desmonta todos los argumentos
de la ley del 2007 porque parece que lo que tenemos
entre las piernas ya no ha de tener demasiado que ver
con nuestro nombre. Si eso fuera así realmente, yo solo
me hago una pregunta: ¿si mañana voy a las oficinas del
Registro Civil y pido que me pongan Miguel en el DNI
recordándoles que es un nombre simple, que no es con­
trario a mi dignidad, que no hace confusa mi identifica­
ción y que mi hermana se llama Blanca, pensáis que me
reconocerán el nombre de Miguel como propio?
Así pues, comprobamos que la interpretación
médica de la transexualidad ha tenido un impacto muY¡

[ 44 ] j
El paradigma médico

cl aro en la manera en la que los Estados (y por lo tanto


sus sistemas judiciales, legislativos y ejecutivos) han
pen s ado y regulado este fenómeno.

CONSECUENCIAS

,\hora que ya conocemos el origen del concepto


transexualidad y del proceso de legislación y patolo­
gización de las personas trans, me interesan las con­
secuencias de este modelo. La patologización de las
identidades trans es duramente criticada desde hace
anos. Como hemos dicho, inicialmente son las perso­
nas trans las que denunciaron este tipo de procesos,
pero rápidamente se sumaron a esta crítica profesio­
nales de la salud e investigadores sociales. A finales de
lo s años dos mil, emergía una plataforma con inten­
c i ón de aglutinar todas estas voces críticas: la campaña
i n te rnacional Stop Trans Pathologization, que además
de ha cer de lob�y frente a las principales instituciones
mé dicas que regulan la transexualidad como la OMS,
l a A PA y la WPATH, ha establecido una jornada mun­
d i al de acción cada mes de octubre.
D esde la campaña, se han desarrollado diversos
r
a g um entos críticos acerca de las consecuencias de la

[ 45 l
Transexualidades

patologización. En un intento de acercarlos a nuestro


contexto y con la intención de aumentar la poquísima
literatura existente en castellano sobre esta cuestión,
el pasado 2010 edité, conjuntamente con Gerard Coll­
Planas, El género desordenado: Críticas en torno a la patolo­
gización de la transexualidad, una recopilación de textos
sobre la despatologización trans. Por ese motivo, ahora
no abordaré de nuevo todas las críticas al modelo de
la patologización, sino que me centraré en un aspecto
concreto de este debate: cuál ha sido el impacto que ha
tenido -y sigue teniendo- sobre las personas trans
el hecho de considerar su manera de vivir el cuerpo
y el género como un trastorno mental.
La reflexión personal que presento en el siguiente
apartado está sin duda influenciada por el hecho de que
yo mismo he vivido durante años las terapias de las
que hablo y, por lo tanto, mi visión de estos procesos
está atravesada por esta experiencia, así como por otras
muchas. A menudo, oímos que las voces de los que
hemos vivido estas terapias estaban demasiado condicio�
nadas por la propia vivencia como para jugar un papel
decisivo en este debate. Por eso, aprovecho para recordar
que los psiquiatras que hasta ahora han decidido sobre
nuestros futuros están atravesados por su perspectiv�
médica, y eso no les ha deslegitimado nunca; al contrario,
han jugado y juegan todavía el papel de expertos.

l 46 l
EL IMPACTO DE LA PATOLOGIZACIÓN
EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA
SUBJETMDAD DE LAS PERSONAS TRANS

SI MAGNUS HIRSCHFELD LEVANTARA LA CABEZA . . .

l ,os primeros médicos que se interesaron por la


transexualidad lo hicieron porque estaban preocupa­
<los por la situación de estas personas. Dudo mucho
LJue su intención fuera patologizar o estigmatizar al
colectivo; al contrario, demostraron con su práctica
que hacía falta luchar contra los prejuicios, sobre todo
los <l e los médicos, a la hora de abordar estas situa­
c ion es. Como veíamos, en el Instituto de Estudios de
l a Sexualidad fundado por Hirschfeld a principios del
s iglo xx, las personas trans jugaban un papel clave.
1 ·'. n otros casos, eran estas las que habían financiado
l as primeras investigaciones realizadas por médicos,
c o mo es el caso del doctor Harry Benjamin y su mece­
na s Reed Erickson, uno de los primeros hombres
ttansexuales visibles de los Estados Unidos.

[ 47 ]
Transexualidades

En un contexto en el que estas identidades y


sexualidades eran consideradas perversiones, y era
impensable que los profesionales de la salud pudie­
ran interesarse por esta cuestión, el modelo médico
tuvo un efecto indiscutiblemente positivo en la vida
de las personas trans de la época. Como explican
algu nas activistas trans veteranas, la patologización de
la transexualidad les dio una cierta legitimidad en su
entorno. Segu ramente es también gracias a que algu­
nos pioneros abrieran estas fisuras en el mundo de
la medicina por lo que se desarrolló la tecnología
con la que hoy en día yo mismo modifico mi propio
cuerpo.
Aunque la técnica ha evolucionado mucho, las
inquietudes de los médicos lo han hecho en otros sen­
tidos. Como bien explica Susan Stryker:

Por otro lado, tal y como las personas trans


que buscaban la cirugía y las hormonas pronto
descubrieron, los nuevos programas de inves­
tig ación científica universitaria estaban mucho
más interesados en el restablecimiento del sis­
tema de genero, que parecía estar mutando a su
alrededor en extrañas y amenazadoras direccio­
nes, que en ayudar a la revolución cultural que
podía hacer explotar los mandatos obligatorios

[ 48 ]
l ·: I impacto de la patologización en la construcción . . .

d e los cuerpos sexuados, la identidad d e género


psicológica y el rol social de género (Stryker,
2008: 93-94) .

I ,as personas trans se fueron dando cuenta de que


l os intereses de los médicos tenían mucho más que ver
con mantener el orden tradicional del género que con
l as necesidades de la población trans. Las líneas de
investigación sobre transexualidad de los primeros
programas universitarios médicos de los Estados Uni­
dos dieron un giro hacia posturas conservadoras, ela­
borando criterios muy estrictos para que una persona
pudiera modificar su cuerpo. Los médicos dejaban de
ser médicos y pasaban a convertirse en guardianes del
sistema binario hombre-mujer.
El día en que las personas trans quisieron tener
alg o que decir sobre sus tratamientos, los criterios
para decidir quién es transexual y quién no lo es; el día
lJ Ue quisieron explicar con sus propias palabras qué
sentían, cómo vivían; aquel día descubrieron que se
h a b ían convertido en pacientes. Sin voz ni voto. Solo
P acientes.
Posiblemente porque la relación entre las personas
t rans y los médicos nunca ha sido una relación entre
•guales, cuando los activistas trans queremos ser sujetos
act ivos en el debate sobre cómo regular la transexuali-

[ 49 ]
Transexualidades

dad (médicamente, pero también social y legalmente)


no tenemos el espacio para hacerlo. La manera en que
se ha construido la relación entre médicos y personas
trans es, en efecto, compleja. Mientras que unos inven­
taron el diagnóstico de la transexualidad pensando en
una caja de herramientas para asegurar el acceso de las
personas trans a sus tratamientos hormonales y opera­
ciones, sus discípulos solo entendieron el concepto de
caja. De caja cerrada. De caja por la que introducir a
las personas con identidades de género no normativas
al sistema hombre-mujer. En definitiva, de caja con
la que normalizar a las personas trans. De aquí viene la
idea de una transexualidad normativa: no es transexual
quien quiere sino quien puede.
Seguramente, hay quien pensará que la entrega de
Magnus Hirschfeld estaba también impregnada de un
cierto sentimiento de superioridad hacia sus pacientes,
pero quiero pensar que si levantara la cabeza se indig­
naría. Sí, quizás tengo una visión demasiado román­
tica de los orígenes de la transexualidad. En cualquier
caso, podemos decir que el movimiento por la despa­
tologización trans emerge cuando el activismo es la
única manera de reivindicar que, más allá de los cri­
terios diagnósticos de la transexualidad, las personas
trans tienen algo que decir -y decidir- sobre quié­
nes son y qué quieren.

l so l
¡ ,J impacto de la patologización en la construcción . . .

Como dice Karine Espineira (201 O: 4), investiga­


d ora y activista trans francesa, lo único que pedimos
a los médicos es que vuelvan a ser médicos, que si se
preocupan por nosotros que sea por nuestros niveles
hormonales o la evolución de nuestras cicatrices, pero
que no sea por si somos lo suficientemente hombres o
mujeres, o por lo que pueda pasar si decidimos no ser
cualquiera de las dos cosas.
I ,a idea de transexualidad normativa está relacio­
nada con la crítica al modelo de la patologización.
l ,a perspectiva médica ha puesto sobre la mesa una
determinada manera de ser transexual que se presenta
como correcta. Para obtener el diagnóstico de tras­
torno de la identidad de género hace falta presentar
unas características muy particulares fijadas en los
manuales internacionales de enfermedades. Entre las
m ás importantes, se encuentran la de haber expresado
e l deseo de vivir en el otro género desde la infancia, el
s entir rechazo hacia las características sexuales secun­
d a rias del propio cuerpo (el pecho, el pelo), hacia los
g en itales e, incluso, rechazo a tener relaciones sexua­
l e s . Estos criterios han establecido una forma de ser
t ransexual aceptable y legítima, una transexualidad
n or mativa y, a la vez, han dejado fuera a mucha gente
1..¡ ue, a pesar de identificarse como trans, nunca obten­
d rá el diagnóstico favorable.

[ 51 ]
Transexualidades

Lo que planteo, por tanto, es que este modelo


médico de la transexualidad normativa condiciona
a las personas trans en su manera de vivir su vida y
su cuerpo, y que el hecho de pensar la transexualidad
como un trastorno mental ubica a la gente trans en el
lugar de enfermos, de pacientes. Es decir, les condena
a leerse desde ahí.

NARRATIVAS TRANS

Hay muy poca biografía sobre transexualidad que no


sea médica y que hable desde algún otro lugar. Todavía
menos, como apuntaba antes, publicada en castellano.
Cuando las personas trans empezamos nuestro
proceso, pasamos por una primera etapa en la que nos
hacemos miles de preguntas: queremos saber qué
nos pasará, y queremos saberlo ya. Es, para algunos
y algunas, un proceso muy angustiante. Lo que gene ­
ralmente suele pasar, haciendo una caricatura, es que
cuando abrimos la puerta a las respuestas se nos caen
encima toneladas de literatura médica y, sobre todo,
psiquiátrica. Como es la única que encontramos y
vamos muy necesitados de explicaciones, nos traga­
mos todo el discurso patologi:rndor de golpe, cientos

l 52J
El impacto de la patologización en la construcción . . .

d e referencias a estudios médicos y biológicos que nos


explican qué nos pasa y, lo más importante, qué tene­
mos que hacer. Es cierto que, en un momento de deses­
p eración, todas estas explicaciones te pueden quitar
un gran peso de encima (o desesperarte aún más) . Lo
que nos pasa tiene cura y hay profesionales dispues­
tos a ayudarnos. Aquello que se supone que tenemos
que hacer es lo que ha sido llamado tratamiento triádico.
l •'.ste tratamiento consiste en que la persona vaya al
psiquiatra, obtenga un diagnóstico de trastorno de la
i d entidad de género, se hormone, se opere y después
apriete el RESET de su cerebro para olvidar toda esa
a,·cntura y pasar a ser un hombre o una mujer normal.
Como decía antes, mi argumento es que las perso­
nas trans se construyen en relación con aquello que
conocen, exactamente como el resto de la gente. En
este sentido, lo hacemos en función de ciertas ideas
corporales sobre lo que se supone que ha de ser una
p ersona transexual. Para obtener el diagnóstico de
trastorno de la identidad de género, hay que presentar
un relato de vida pasada muy concreto y tener un estilo
d e vida definido. Para descubrirlo, los psiquiatras y
ps i cólogos someten al paciente a lo que ha sido deno­
m i nado Experienáa de la vida real. Esto simplemente
yu ie re decir que los profesionales observan nuestra
1
•ida real y constatan si vivimos o no en el género en

r s3 1
Transexualidades

el que decimos identificarnos y si lo hacemos de un


modo adecuado. Curiosamente, a lo largo de los años la
vida de mucha gente que se define como transexual s e
parece sospechosamente a los criterios de diagnóstico
de la transexualidad.
Podríamos pensar que es porque los criterios han
captado muy bien la realidad transexual y e fectiva­
mente sirven para identificar el perfil de la persona
con un trastorno de la identidad de género. Pero lo que
también podría estar pasando es que, como la gente
sabe que hay unos criterio s que hay que cumplir,
cuando van a la consulta del psiquiatra explican el
relato de vida que el otro quiere escuchar para obte­
ner el certificado que les permitirá acceder a los tra­
tamientos hormonales. Esto no parecería tan ilógico.
De hecho, numerosos estudios señalan que a menudo
las personas trans falsean su relato de vida y adaptan el
discurso a lo que los médicos quieren oír (Coll-Planas,
20 1 0; Billings i Urban, 2008; Garaizabal, 2006). Si para
obtener el diagnóstico hay que decir que desde muy
pequeños nos vestíamos con ropa del otro género,
o que nos sentábamos para hacer pipí en el lavabo, o
cualquier otra anécdota, lo diremos. De hecho, Inter­
net está lleno de foros de personas trans en los que
la gente explica y aconseja sobre qué decirle y qué no
decirle al médico para que nos diagnostiquen. En uno

[ 54 l
1 ,: 1 impacto de la patologización en la construcción . . .

d e ellos, una vez leí: «no hay nada más sospechoso


c¡ue el relato de infancia de una persona trans en una
consulta psiquiátrica». Y, en cierto modo, no se aleja
t anto de la realidad. Si para acceder a la modificación
corporal tenemos que pasar por esto, diremos lo que
haga falta. Es lo que haría cualquiera.
Como comprenderéis, es muy difícil que un pro­
ceso terapéutico funcione si la persona tiene que ir
obligada y si, además, sabe que tendrá que mentir para
conseguir el diagnóstico que desea porque está siendo
evaluada más que acompañada.
También se podría estar produciendo otro fenómeno
en paralelo: a base de repetir una y mil veces cómo tiene
y no tiene que ser una persona transexual, muchas de
ellas, sobre todo las más jóvenes, han incorporado los
discursos médicos para definirse y explicarse a sí mis­
mas. Por lo tanto, cuando decimos que el relato de
i nfancia es sospechoso, no solo puede querer decir que
l a gente está mintiendo a conciencia (que también), sino
que quizás hay gente que explica este relato porque se
lo cree, porque ha reconstruido su infancia y sus recuer­
dos de manera que encajen con el manual del médico,
y a que es lo único que conoce. Esto no sería un acto
c o nsciente, sino más bien un acto de supervivencia.
Os pondré un ejemplo. Hace unos años, llegó a
l o s medios de comunicación la historia de una niña

[ 55 l
Transexualidades

transexual de 7 años. La prensa, que con estas cosas


es bastante previsible, la rebautizó como /a transexuai
másjoven de/ mundo, y se le hicieron algunas entrevistas.
En una de ellas, se le preguntó por qué antes era un
chico y ahora era una chica, y ella contestó: «porque
tengo un cerebro de niña en un cuerpo de niño». Y yo
me pregunto: ¿no es extraordinario que una niña de
7 años pueda explicar esta idea tan abstracta y, sobre
todo, tan idéntica a la de los manuales médicos con
tanta naturalidad? ¿Cuántas veces había escuchado
esta explicación en su entorno hasta hacérsela propia?
¿Cómo consiguió el modelo médico integrarse en el
relato de una niña de 7 años? A mí me sigue pare­
ciendo fascinante y, para qué negarlo, también inquie­
tante.
La cuestión es que al final no queda demasiado
claro qué fue primero, si la experiencia transexual o
los criterios de diagnóstico, si el discurso médico o el
del paciente, si el huevo o la gallina. Aunque, en defi­
nitiva, fuera lo que fuera, lo importante es que este
discurso existe.

«Una es más auténtica cuanto más se parece a lo


q ue ha soñado de sí misma», La Agrado en Todo
sobre mi madre (Pedro Almodóvar, 1 999) .

[ 56 ]
¡ •: l impacto de la patologización en la construcción . . .

Durante mucho tiempo, lo que ha sorprendido, e


in cluso asustado a la opinión pública sobre el tema
rrans, es el hecho de que estas personas modifiquen
partes de su cuerpo. Es como si fuera algo muy alejado
de su realidad cotidiana, como si el cuerpo hubiera
sido siempre un elemento aceptado por naturaleza, tal
c omo es.
En la actualidad y en mayor o menor medida, cada
vez más personas (trans y no-trans) lo transforman a lo
largo de su vida. Las cirugías, los tratamientos hormo­
nales y muchas otras técnicas de modificación corporal
no son prácticas específicas del colectivo trans. J ,o que
pasa es que algunas de ellas las teníamos mucho más
normalizadas que otras. Para empezar, todas las ciru­
gías reparadoras tienen una gran aceptación social, es
decir, todo el mundo entiende que después de un acci­
dente o de una enfermedad en la que se ha tenido que
ex ti rpar órganos es lógico reconstruir estas partes del
cuerpo. Los pimings o los tatuajes ya no nos quitan el
s u eño, ni tampoco las dilataciones, las escarificaciones
Y o tras modificaciones estéticas de la piel. Tampoco
n os sorprenden los retoques corporales que se hacen
a lgunas mujeres para feminizarse (aumento mamario)
o algunos hombres para masculinizarse (implantes de
P elo), ni todos los tratamientos para evitar el envejeci­
m ie nto. Finalmente, entre todas estas intervenciones,

[ 57 l
Transexualidades

están las operaciones de la gente trans, que tienen ca d a


vez mayor aceptación social.
Es innegable que la modificación corporal forma
parte de nuestra vida cotidiana. Sin ir más lejos, España
es el cuarto país del mundo en número de cirugías esté­
ticas y el primero de Europa. Estos datos nos señalan
que, cada vez más, en nuestra cultura vivimos el cuerpo
como un objeto de consumo, como una mercadería y,
finalmente, también como una obsesión. Eso de que
la belleza está en el interior es un discurso que poco
tiene que ver con cómo entendemos la belleza y la
importancia que le damos socialmente a la apariencia
externa. De hecho, en una sociedad como la nuestra
es esperable que muchas personas no quieran vivir en
su cuerpo porque la discriminación que viven es muy
grave y la presión social para tener un cuerpo perfecto
es constante.
El hecho de ser trans se basa en gran parte en vivir
en un cuerpo diferente al de los demás o, más bien, en
tener un cuerpo con características sexuales distintas a
los demás (ser un hombre y tener pecho, ser una muj e r
y tener pene, etc.); una diferencia con un impac to
negativo clarísimo en el desarrollo de la persona que
genera múltiples discriminaciones en la vida cotidiana.
En un contexto como el que hemos descrito, no debe­
ría extrañarnos que la gente trans quisiera modificar sil

1 58 J
E l impacto de la patologización en la construcción...

cuerpo para vivir mejor. Con el tiempo, las cirugías de


l as personas trans han dejado de ser chocantes y han
pasado a ser la solución del problema. Incluso ahora
pensamos que se trata de un progreso social que la
gente trans se pueda operar y pueda vivir como quiere
Yivir.
Un ejemplo muy interesante sobre la vivencia del
c uerpo por parte de la gente trans se puede encontrar
en la película de Pedro Almodóvar Todo sobre mi madre,
del año 1999.
Entre los personajes principales del film se encuen­
tra una mujer trans, La Agrado, que en un momento
dado realiza un monólogo sobre las modificaciones
co rporales a las cuales se ha sometido. Aunque habla
desde su propia experiencia como mujer trans, lo que
di ce refleja bastante bien la vivencia del cuerpo en nues­
tra sociedad, y es de absoluta vigencia. Rescatemos la
primera y la última frase de este brillante monólogo. Se
presenta diciendo «me llaman La Agrado porque toda
tni vida he intentado agradar a los demás». Podríamos
pensar que eso lo dice porque es una mujer trans o
po rque es trabajadora sexual, o por las dos cosas. Pero
la cuestión es que, aunque así fuera, su necesidad de
ag radar a los demás y las presiones que la han llevado
a modificar su cuerpo no son muy distintas a las del
te� to de la gente. Es decir que, en menor o mayor

1 59 l
Transexualidades

medida, todos estamos preocupados por agradar a los


demás. Finalmente, se despide diciendo, en relación
con las operaciones: «una es más auténtica cuanto más
se parece a lo que ha soñado de sí misma». Esta frase
revela que el éxito se encuentra en la consecución del
cuerpo que uno desea. Pero el cuerpo que uno desea
tiene todo que ver con aquellos cuerpos que social­
mente son considerados deseables y que se basan en
estrictos modelos de belleza. El cuerpo que uno desea
tiene también que ver con las representaciones corpo­
rales que vemos a nuestro alrededor y el significado
que tienen. El cuerpo que uno desea no será nunca
gordo, feo, deformado o transexual. La pregunta sería:
¿uno es más auténtico cuanto más se parece al cuerpo
que ha soñado de uno mismo o uno es más auténtico
cuando consigue dejar de soñar en que querría tenet
otro cuerpo? ¿ Dónde yace la autenticidad, dónde se
encuentra el éxito? ¿Quién sale ganando en cada caso
si escogemos estas opciones diferentes? Y, sobre todo,
qué quiere decir realmente ser auténtico?
Hace bastantes años, una de mis tías que no enten ­
día demasiado todo esto de la transexualidad me
regaló una pequeña postal en la que estaba escrito:
«La sabiduría de la vida es aceptar sus límites». Me
enfadé mucho, sentí que era una manera de decirme
que mi problema era que no me aceptaba como muj er,

[ 60 ]
f •'. I impacto de la patologización en la construcción...

que aceptar los límites implicaba no poder vivir como


quería hacerlo. Pero hace pocos meses encontré de
nue vo la postal, perdida en un cajón, y de golpe pensé
en La Agrado y en la autenticidad que proclamaba, y
entendí mejor la frase que tanto me había dolido en
su momento. Ahora, a mi tía, le diría que la sabiduría
de la vida es también aceptar que los límites son cons­
trucciones sociales, pero que seguramente tenía buena
p arte de razón: lo que nos hace auténticos y auténticas
no tiene nada que ver con saltarlos, sino con saber
dc'>nde están y al servicio de quién.

«Prefieren morir en un quirófano antes que vivir


en una cárcel», Luz Sánchez-Mellado en E/ País
Semanal

En nuestra sociedad, se saben muy pocas cosas


s obre la transexualidad, pero hay una que todo el
rnundo conoce y es que se trata de personas que quie­
ren operarse para cambiar de sexo. Es casi el leitmotiv
<l e l a transexualidad. En el imaginario colectivo, muy
i n fl uenciado por los discursos científicos, está completa­
tnente vinculada a la cirugía. Esta idea tiene un peso
m uy importante en las personas trans. De hecho,
Podríamos afirmar que es un estereotipo en el sentido
de que, aunque hay una parte de la población trans

[ 61 ]
Transexualidades

que siente rechazo hacia su propio cuerpo y se opera,


también hay quien a pesar de sentir un rechazo hacia
su cuerpo decide no operarse o incluso hay quien no
siente ese rechazo. La vivencia del propio cuerpo en
las personas trans está llena de matices.
En esta línea, conviene preguntarse qué hacía la
gente que ahora llamaríamos trans durante siglos y siglos
antes de que existiera la cirugía. ¿Cómo sobrevivían sin
ningún tratamiento? La poca información que tenemos
dice que muchas personas trans vivieron hasta el final
de su vida en el otro género sin modificar su cuerpo y,
en muchos casos, sin que nadie de su entorno supiera
nada de su identidad trans. Buscad sobre la vida de Billy
Tipton, por ejemplo, un músico de jazz nacido a princi­
pios del siglo xx en Oklahoma del que nadie supo nada
de su identidad hasta el día de su muerte. Pero fijaos,
volviendo a aquello que decíamos de cómo se asocia
la transexualidad con las operaciones: incluso la Wiki­
pedia, en su entrada sobre Billy Tipton, señala que el
hombre se vendaba los pechos y utilizaba prótesis fáli­
cas porque todavía no había técnicas para operarse. No
creo que nadie de Wikipedia haya hablado nunca con el
Sr. Tipton, pero quien introdujo esta información en la
enciclopedia virtual dedujo que, si hubiera podido, se
habría operado porque todo el mundo sabe que la gente
trans quiere operarse, cueste lo que cueste.

[ 62 ]
¡ ,:I impacto de la patologización en la construcción . . .

Como decía, esta idea d e las operaciones está muy


pre sente en el imaginario colectivo. Cuando uno
dec ide vivir en el otro género, una de las primeras pre­
guntas que se hace y que le hacen los demás -si no la
primera- es si tendrá que operarse o, directamente,
cuándo se operará. Podríamos afirmar que, cuando
empezamos a vivir como hombres o mujeres trans,
sabemos que en un momento u otro nos tocará pasar
por el quirófano. Es tan difícil disociar la transexua­
l idad de la operación que realmente cuesta mucho
pensarse como transexual sin partir de la idea de que
nos acabaremos operando. Lo sabemos porque todo
el mundo lo sabe, porque lo hemos visto alguna vez en
la televisión o en un titular de un periódico, o porque
es lo que nos han preguntado los amigos y familiares
cuando les hemos explicado cómo nos sentimos.
Ahora bien, es innegable que la asociación entre
t ra n sexualidad y cirugía se explica principalmente por­
l] Ue somos las personas trans las que hemos pedido y
re ivindicado estas operaciones. Aun así, hay que decir
ta mbién que los discursos médicos y los medios de
comunicación han jugado un rol muy importante en
esta asociación. Los criterios de diagnóstico, a la vez
l]Ue definen esta vivencia como un trastorno mental,
señ al an que la en fermedad no se puede curar y que su
ú nic o tratamiento es la cirugía de reasignación sexual.

r 63 1
Transcxualidades

Según la medicina, la solución a nuestro problema


reside en la mesa del quirófano. Por este motivo digo
que la necesidad de modificar nuestro cuerpo está
reforzada y, en algunos casos, fomentada por el dis­
curso médico. De hecho, la transexualidad es el único
trastorno mental que se mm mediante intervenciones
quirúrgicas.
Con todo, no quiero decir que los y las trans nos
operemos porque es lo que hemos aprendido de la
transexualidad y lo reproducimos ciegamen te. Lo que
planteo es que el discurso sobre las operaciones como
solución al probkma de la transexualidad tiene un
peso muy importante en el imaginario colcctiYo de hs
personas trans. El hecho de c1ue para ser diagnosticado
como transe xuai haya que expresar un rechazo hacia
los genitales desde la infancia, así como la idea de que
la transexualidad no se cura, pero se puede tratar con
operaciones, puede estar fomentando esta demanda.
Por descontado, no hay un solo factor que explique
por qué modificar el propio cuerpo. La situación de
Irán es un buen ejemplo del hecho de que el signifi­
cado de la reasignación genital no es la misma para
todo el mundo ni en cualquier contexto. Aunque la
homosexualidad sigue siendo ilegal, en el at1o 1 963 el
ayatollah Khomeini legalizó las operaciones de rea­
signación genital. En este contexto, algunos hrn nbres

[ 64 ]
f •: I impacto de la patologización en la construcción ...

g a ys empezaron a someterse a cirugías de cambio de


sexo para poder vivir con mayor libertad sus relacio­
nes. S obre esta cuestión se realizó un documental muy
re co mendable que refleja la situación del colectivo: Be
/ik.e others (franssexuals in Iran) (2008). Podríamos pen­
s a r que el factor que mueve a estas personas a ope­
rarse es poder desarrollarse como las demás parejas
heterosexuales sin tener que renunciar a sus afectos.
U o acto de supervivencia más que de recha7.o al pro­
pio cuerpo.
Sean cuales sean las causas, la cuestión corporal es
muy importante en la trayectoria de muchas personas
t rans. De hecho, es este deseo de modificar el cue1:po
el que hace de la cuestión trans un tema tan complejo
) Jiferente a otras vivencias. Efectivamente, aunque
las identidades trans no sean ningún trastorno men­
tal, es verdad que buena parte de la población trans
necesita de un cierto acompañamiento médico y rei­
\·i ndica un financiamiento público para acceder a los
t r a tamientos hormonales y a las cirugías.
I �l deseo de modificación corporal de las personas
tra ns es, sin duda, un derecho que hay que reivindicar.
l •'. s realmente muy duro vivir en un cuerpo diferente
al d el resto de la gente que te rodea, por eso hay que
a segurar que este se pueda modificar con tratamientos
de l a mejor calidad posible. Dicho esto, es importante

[ 65]
Transexualidades

reflexionar sobre esta necesidad. No se trata de hablar


sobre qué nos parece que, individualmente, la gen te
trans se hormone o se opere ya que en ningún caso
se cuestiona el derecho a hacerlo. Se trata, en cambio,
de entender en qué contexto las personas trans han
sentido la necesidad de modificar su cuerpo.
«Cuando se operó, volvió a nacer», «Soy un hombre
atrapado en el cuerpo de una mujer», «Este no es mi
cuerpo», «La cirugía ha de construirme mi cuerpo
real»: el cuerpo de las personas trans se presenta
constantemente ubicado en el paradigma del error.
Como si realmente hubiera habido un problema en
algún momento y, por error, hubiéramos nacido en un
cuerpo que no es el nuestro, pero que, afortunada­
mente, podemos recuperar.
Creo que la metáfora del cuerpo equivocado
nos ha hecho más mal que bien. Básicamente, por­
que como no sentimos que ese cuerpo que tene­
mos sea verdaderamente nuestro, a veces hemos
decidido maltratarlo, mutilarlo, abandonarlo. Y a s í
nos hemos ido haciendo daño a nosotros mismo s .
Nuestro cuerpo, nuestra carne, nuestros ojos, nue s ­
tra boca, nuestras costillas, nuestros genitales. . . todo
eso forma parte de quien somos. Pensar que es e
cuerpo no es el nuestro y que necesitamos cambiarlo
comporta sus riesgos.

[ 66 l
1 ,J impacto de la patologización en la construcción...

No puedo hablar por el resto, pero sí de mi expe­


riencia. Yo he llegado a pensar que mi cuerpo era
un error de la naturaleza, he sentidos muchas veces
q ue ni esos órganos ni esa piel podían ser míos y, de
h echo, sigo pensando que mi vida sería más fácil si me
operase. Sin embargo, a la vez, no dejo de pensar que
mi cuerpo no es ni mejor ni peor que cualquier otro
-también carne y huesos- y que el error no puede
estar en mi cuerpo. En todo caso, está en la mirada,
e n la mirada de los demás. Ser consciente de eso me
hace sentir culpable porque, aunque racionalmente
sé que mi cuerpo está sano, no puedo combatir el
odio que siento. Me hubiera gustado que en algunas
sesiones de terapia psiquiátrica, de grupo, familiar, de
pareja, etc., me hubiesen enseñado a mirar mi cuerpo,
me hubiesen dado herramientas para quererlo y, sobre
to do, que no lo hubiesen convertido en el responsable
<le mi malestar ni en el motor de mi odio. El problema,
en e fecto, no yace realmente en operarnos, sino en
cuál es el origen del odio hacia nuestro cuerpo que nos
h a llevado al quirófano y cuál es la respuesta que la
med icina ha dado a este malestar.
Me gustaría explicaros una anécdota en torno a esta
c uestión. El 24 de enero del 2010, la revista E/ País
Semanal publicó un reportaje muy interesante sobre
ad ol escentes transexuales llamado «Quiero mi sexo».

1 67]
Transexualidades

El reportaje planteaba, a partir de las historias de esos


adolescentes, que las nuevas generaciones viven su
identidad con orgullo y con felicidad. Como imagi­
náis, devoré el artículo con muchas ganas de conocer
el punto de vista de la autora, Luz Sánchez-Mellado.
Los jóvenes explicaban su vivencia, las reacciones de
su entorno, la manera de enfrentarse a la situación.
Todo eso era realmente positivo, pero había una cosa
en su relato que no había cambiado nada con relación
a los centenares de reportajes que había leído: el odio
al propio cuerpo. Continuaba siendo el mismo. Uno
de los titulares del artículo era el siguiente: «Son cria­
turas en desarrollo que asisten con horror a la eclosión
de sus atributos sexuales y ansían librarse de ellos».
Más adelante: «Prefieren morir en un quirófano antes
que vivir en una cárceb>. Y, en relación con la sexuali­
dad de uno de los chicos, explicaba: «Tiene tal asco a
sus genitales femeninos que sólo la palabra citología le
da arcadas. No quiere oír hablar de ellos. Muchísimo
menos tocarlos. Lucas, nacido Laura, dice no habe r
tenido un orgasmo en su vida».
Este artículo puede ser muy empoderador si par­
timos de la idea de que ni el cuerpo ni la sexualidad
de estos jóvenes vale nada hasta que se operen. Si es
así, ciertamente son unos héroes en la batalla hasta e l
quirófano. A pesar de ello, yo seguí preguntándome

[ 68 J
¡ ,:J impacto de la patologización en la construcción . . .

sobre e l porqué d e ese odio y, sobre todo, por qué


odiar nuestro cuerpo nos hace más transexuales en la
esc ala psiquiátrica. Decidí escribir una carta al diario
q ue finalmente no fue publicada, pero que qutstera
compartir con vosotros.

¿ QUIERO MI SEXO?

Me llamo Miguel, tengo 23 años, soy soció­


logo y activista trans de Barcelona, así que soy
también parte de lo que Luz Sánchez-Mellado
llama los nuevos transexuales en su artículo
«Quiero mi sexo». Es interesante que un diario
como El País presente la realidad de jóvenes
trans lejos de victimismos. El reportaje retrata
algunas formas de ser trans, pero seria intere­
sante plantear que existen también otras. El artí­
culo aborda dos temas que en este momento se
encuentran en un intenso debate. Por un lado,
la definición de la transexualidad como un tras­
torno mental que Sánchez-Mellado asume sin
nunca cuestionarla y da a entender que la psi­
quiatrización del colectivo es síntoma de un pro­
greso médico que mejora la calidad de vida de

r 69 1
Transexualidades

las personas trans. La psiquiatrización de las per­


sonas trans es un procedimiento estigmatizador,
violento, profundamente sexista y es una de las
principales luchas del activismo trans. En este
sentido, en España ha emergido en los últimos
años un activismo trans muy crítico con esta
interpretación de la transexualidad. Prueba de
ello es que el pasado 1 7 de octubre del 2009 se
movilizaron 1 5 ciudades españoles (40 en todo
el mundo) contra el llamado tra.rtorno de identidad
de género. Como crítica constructiva, es esencial
que los medios de comunicación dejen de hablar
de pacientes, de cirujanos y de clínicas privadas
(que sin duda sacan partido de cada uno de los
reportajes sobre el colectivo) . Describiendo una
realidad concreta, este artículo genera referen­
tes para los jóvenes trans que se buscan en él.
Creo que debemos trabajar para que encuentren
también referentes trans lejos del marco de la
enfermedad.
Por otro lado, está el tema del odio al propio
cuerpo y la negación de la sexualidad. Podría­
mos preguntarnos si queremos construir una
sociedad en la que las personas transexuales pue­
dan modificar cuanto antes su cuerpo, y seguir
inventando fármacos para bloquear el desarrollo

r 70 1
1 .:I impacto de la patologización en la construcción...

hormonal. Si alguien me hubiera hecho esta pre­


gunta con 1 8 años y tras años de terapia psiquiá­
trica, hubiera dicho que sí sin ninguna duda. Si
hoy me preguntan, yo contesto que quiero mi
sexo, el mío, el que me ha acompañado siempre,
el cuerpo que he ido conquistando y alejando
del quirófano. Sin cuestionar los recorridos de
estos jóvenes trans, creo que lo revolucionario
no es que la gente se opere con 1 6 años, lo revo­
lucionario es que nunca nadie más necesite una
operación para seguir con su vida. Pienso que
los medios tienen la responsabilidad de visibi­
lizar nuevos modelos, y normalizar lo que queda
fuera de la norma.

Todo esto no es ninguna apología contra las ope­


raciones, es una reflexión crítica con el discurso que,
durante años, se nos ha presentado a la gente trans y
a l co njunto de la sociedad, según el cual el problema
e stá en nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo no tiene nin­
gún problema. El problema lo tiene el sistema, que no
sabe en qué cajón ordenarlo, clasificarlo, leerlo. Pero
c l aro, el quirófano es mucho más económico y menos
cu cstionador que el cambio social.
J\ menudo, mantener una postura crítica hacia el
111odelo médico de la transexualidad y la apología que

[ 71 ]
Transexualidades

se hace de las cirugías me ha costado un precio muy


alto entre las personas transexuales. Se interpreta que
cuestionar el modelo es, de alguna manera, cuestionar
que la gente se opere a título individual. Y, como ya he
explicado, no se trata en ningún caso de eso. Al con­
trario, lo que hay detrás de esta reflexión es una preo­
cupación constante por la salud de las personas trans
y el convencimiento de que viviendo mejor nuestro
cuerpo podemos vivir mejor. Pero para ello hace falta
estar dispuesto a observar críticamente los modelos
médicos, y también nuestra propia vida.
Una vez más, querría aclarar que estas reflexiones
no las hago desde la distancia. Respeto sin duda la
voluntad de las personas trans a someterse a cirugías.
De hecho yo mismo, durante muchos años, pensé que
la única cosa que podría convertirme en mí mismo era
pasar por un quirófano.
Para desdramat:izar, que no frivolizar, me gustaría
puntualizar un hecho curioso. La inmensa mayoría de la
gente trans que conozco no se ha hecho ninguna ciru­
gía de reasignación sexual (y no tienen ninguna intención
de hacérsela). Os aseguro que ninguno de ellxs se ha
muerto de transexualidad, ni tan solo est'Ín un poco enfer­
mxs de transexualidad. No deja de ser curioso porque
en sus diagnósticos --eso sí, todxs tienen un diagnós­
tico de un trastorno de la identidad de género- dicen

f 72 l
1 •: l impacto de la patologización en la construcción . . .

b i en claro que tienen un trastorno mental y que su


tr atamiento es la operación. Muy bien. Pero, y si no
nos operamos, ¿qué pasa, doctor? Pues nada. Nada de
na da. Pasa que de esta gente no se habla nunca, aun­
que sean la mayoría. Y todxs seguimos funcionando
con el esquema estereotipado que asegura que la gente
rrans se opera. Cueste lo que cueste.
Si cambiásemos de óptica, podríamos preguntarnos
cuál es el conflicto real en el fenómeno trans: ¿es el
conflicto individual de haber nacido en este cuerpo o
es el conflicto social de cómo abordar este fenómeno?
Por un momento, podríamos cambiar la óptica y pen­
sar que la disputa que genera el hecho trans en nuestra
cultura es la transfobia, es decir, que no se trata de
la existencia de personas trans sino del rechazo que
generan. Visto así, la solución estaría completamente
fuera de nuestros cuerpos; estaría en la transforma­
c ión de nuestros referentes culturales y, sobre todo, en
el hecho de asumir que la masculinidad y la feminidad,
los hombres y las mujeres, tienen mucho más que ver
con la cultura que con la naturaleza.
Y yo me pregunto: ¿podría ser que hubiera algo
d e trás de todo este modelo de tratamiento de la
t ransexualidad? ¿Podría ser que hubiera intereses eco­
nómicos (hay personas que viven de nuestra necesidad
d e cambio corporal)? ¿Podría ser que existiera algún

[ 73 ]
Transexualidades

interés en encasillarnos como a hombres o mujeres,


con sus respectivos cuerpos?

MERCEDES Mu.A Y EL DSM

En el año 2007, la novena edición del programa de


Telecinco Gran Hermano tuvo por segunda vez un par­
ticipante trans. Amor, una chica transexual, concursó
durante semanas en la casa sin visibilizarse como tal.
Mientras que sus compañeros de concurso no sabían
nada de su transexualidad, la audiencia del programa
tenía esta información y comentaba la actuación de la
joven. Cada vez que un participante era expulsado del
concurso y llegaba al plató de Telecinco, se le explicaba
quién era realmente Amor. En una de estas situaciones,
Piero, un participante, era entrevistado por Mercedes
Mila, la presentadora del concurso. Al cabo de un rato,
y ante las preguntas de la presentadora, Piero empezó a
interrogarse sobre cuál era el problema de su compañera
de concurso. Finalmente, le acabó preguntando: «¿ Pero
es una chica, no?» Y Mila contestó:

No, no es una chica. A ver, Piero, vamos a


hacerlo con todo el cariño del mundo p orque así

l 74 l
1 .J impacto de la patologización en la construcción . . .

h a sido como s e ha tratado este tema e n España.


Nació chico, está esperando poder operarse,
pero Amor tiene pene.

Entre las carcajadas del público y de la propia presen­


tadora, sentí que la señora Mila y yo teníamos formas muy
distintas de entender el cariño. Y, más seriamente, pensé
yue, aunque ella no lo supiera, era una gran embajadora
<le la transexualidad médica y normativa. Mila anunciaba
en prime time que Amor no era una mujer porque tenía
pene. ¿Qué estarían pensando las jóvenes trans que en
ayuel momento miraban el programa sobre su cuerpo
y sobre su feminidad? ¿Cuál era el afectuoso mensaje de
Mercedes Mila? Pues el del DSM.
En este apartado abordaré un elemento clave en
la transmisión de las ideas y los referentes sobre la
transexualidad: los medios de comunicación. La radio,
l a prensa, la televisión, la publicidad o el cinc, entre
otros, son agente s socializadores que juegan un papel
fundamental en la construcción de nuestro imagina­
ri o colectivo. En el caso de las minorías sociales, el
impacto del discurso mediático en la opinión pública
es todavía más importante a la hora de configurar sus
representaciones sociales.
Respecto a la transexualidad, la gran mayoría de refe­
rentes que se tienen en nuestra sociedad son referentes

[ 75 ]
Transexualidades

televisivos o cinematográficos (es decir, personas que


se han dado a conocer a través de estas plataformas 0
personajes de ficción). Podéis hacer la prueba. Hace
más o menos diez años, si preguntábamos a alguien el
nombre de una persona trans conocida, lo más posi­
ble es que nos contestara: Carmen de Mairena, Bibiana
Fernández, La Agrado o cualquier otra personas trans
procedente del mundo del espectáculo.
En los últimos años, en nuestro país, han empe­
zado a realizarse muchos documentales y reporta­
jes sobre la transexualidad, los concursos televisivos
más importantes, como por ejemplo Gran Hermano,
tienen participantes trans e, incluso, en algunas ter­
tulias de programas del corazón podemos encontrar
también comentaristas trans. Hoy en día, una buena
parte de la sociedad ha visto alguna vez a una persona
trans aunque haya sido en la televisión o en el cine.
¿ Pero cómo son estas personas que vemos a través
de nuestras pantallas? Si nos fijamos en la representa­
ción que hacen de ellas los mass media, veremos cómo
el enfoque utilizado sigue encasillando la experiencia
de la transexualidad en el lugar de l a enfermedad, del
error de la naturaleza; en definitiva, en el lugar del pro ­
blema individual.
En el año 2005 se estrenó en nuestro país la pelí­
cula norteamericana Tran.rAmerica. El film, muy b uco

r 76 1
1 ,: t impacto de la patologización en la construcción . . .

a cogido por la crítica y por la opinión pública en gene­


ral, narra la historia de Bree, una mujer transexual que
yuiere someterse a la cirugía de reasignación genital.
P ero antes, y obligada por su terapeuta, deberá reen­
contrarse con su hijo de 1 7 años con quien no ha
tenido nunca relación. Curiosamente, el retrato que
se hace de esta mujer transexual se adecua comple­
tamente al perfil de una persona con un trastorno de
identidad de género. El guión retoma todos los crite­
rios de diagnóstico de la transexualidad para mostrar
c.1uc se trata de una auténtica persona trans: el rechazo
al propio cuerpo, la negativa a tener relaciones sexua­
les, la necesidad vital de someterse a la reasignación
genital, la obsesión por que nadie la identifique como
transexual, y la relación con su terapeuta. Esta última
e s bastante paternalista: ¿por qué debería Bree cono­
c er a su hijo obligatoriamente antes de hacerse una
,·aginoplastia?
Si hubiera muchos otros personajes principales
trans en el cine, la historia de TransAmen"ca no sería tan
i mp ortante, pero la cuestión es que esta película es una
de l as pocas historias que hablan del tema y lo hace
re tomando todos los estereotipos del modelo médico
P ara desarrollar su guion.
U na cosa parecida pasa con Bqys don 't cry ( 1999 ),
u na película casi de culto para muchos hombres trans

[ 77 ]
Transexualidades

(yo mismo) que, basándose en un hecho real, explic a


la historia de Brandon, un chico trans que murió asesi­
nado cuando se descubrió que tenía cuerpo de mujer.
Aunque el guion tiene cosas muy interesantes, es
cierto que recupera muchas de las ideas médicas sobre
la transexualidad en torno al cuerpo, la sexualidad y la s
operaciones. En la película, Brandon explica que tiene
un trastorno de identidad de género (literalmente) y,
durante todo el largometraje, vemos que desea inten­
samente la operación, aunque será asesinado antes de
poder someterse a ella.
Más allá del cine norteamericano, se han hecho
interesantísimas ficciones sobre la cuestión trans que
nos llegan con dificultad a través de festivales de temá­
tica gay, lésbica, bisexual y trans, o a través de la red.
Una de ellas, muy reciente y sin duda muy recomen­
dable, es la alemana Romeos (2011 ), la historia de un
joven trans gay.
La investigadora trans Karine Espineira ha desa­
rrollado argumentos muy interesantes sobre el vín ­
culo entre la televisión y la representación social de la
transexualidad. En su libro, !.A transidentité. De /'espace
médiatique a l'espace public (2008), se interroga sobre
la dificultad de visibilizar referentes trans fuera de la
norma hombre-mujer en el medio televisivo. Espi­
neira plantea una pregunta clave:

[ 78 1
1 ·: I impacto de la patologización en la construcción...

¿La sociedad binaria estaría privilegiando a tra­


vés de los medios de comunicación la identidad
trans más tranquilizadora, aquella que emerge
de las consultas psiquiátricas e incluso una iden­
tidad trans que enriquece el sistema simbólico
mayoritario, validando quizás ilusoriamente la
idea de una sociedad homogénea y generosa?
(Espineira, 2008: 44) .

Cuando se habla del tema de la representación de


las minorías en los medios de comunicación, muchos
comunicadores, publicistas o cineastas se defienden
diciendo que no se puede responsabilizar a los mass
media de visibilizar referentes positivos de todos los
colectivos estigmatizados. Lo que es cierto es que, de
alguna manera, los referentes que se difunden repro­
ducen y alimentan el estigma del colectivo. Quizás
más que de responsabilidad deberíamos hablar de una
cie rta ética o conciencia social de los medios de comu­
ni c ación.
Volviendo al eje principal de este trabajo, el ima­
g i n ario social sobre la cuestión trans tiene un espe­
ci a l impacto en la manera en la que las personas trans
s e perciben a sí mismas y se proyectan en el futuro.
l •'. stas representaciones nos dan sentido en tanto que
no s señalan que la identidad trans existe, que es vivible

[ 79 l
Transexualidades

porque hay gente viviéndola. Pero como se nos hab la


de un determinado tipo de persona trans, nos aca­
bamos construyendo en función de este perfil con­
creto porque no sabemos que existen otros. Por esto
es extremadamente compleja esta cuestión. El debate
que a menudo se plantea es si, cuando una minoría
_
social es invisible, hace falta que los medios de comu­
nicación muestren referentes aunque sean negativos,
o si el hecho de generar referentes negativos tiene un
coste demasiado elevado, ya sea a nivel de estigm a
como en la construcción de la subjetividad de los
miembros de este colectivo. En otras palabras, ¿para
hablar de según qué manera es mejor no hablar? ¿Qué
es peor la invisibilidad o el estigma?
De hecho, este debate es falso. El hecho trans no
es nada invisible, al contrario, es un fenómeno del
cual se habla mucho y cada vez más. Por lo tanto, lo
que deberíamos preguntarnos es: ¿ hace falta que los
mass media sigan mostrando siempre la misma cara de
la transexualidad o deberían visibilizar otras maneras
de vivir el cuerpo y el género? Personajes histriónicos
y documentales lacrimógenos ya tenemos muchos y
podría ser interesante diversificar la representación de
las trayectorias trans.

1 80 ]
f •: I im pacto de la patologización en la construcción . . .

TRANSFEMINISMOS

H a blemos ahora del lugar que ocupa la expresión de


l a masculinidad y de la feminidad en el tratamiento
médico. El protocolo de tratamiento de la transexua­
liJad es un operativo encargado de comprobar y vali­
dar el género de la persona. La función de los psiquia­
tras y psicólogos es la de decidir si aquella persona es
realmente un hombre o una mujer, pero sobre todo
si puede vivir como un hombre o una mujer. Y os
preguntaréis: ¿cómo se evalúa el género de alguien?
¡ Buena pregunta! Para hacerlo, se realizan test, visi­
tas semanales, terapias de grupo, visitas con familia­
res, parejas, hijos. Y, al final, cuando el médico está
r ealmente convencido de que somos hombres o
m ujeres, solo entonces, se realiza el diagnóstico de
t rastorno de la identidad de género. Hay personas
y ue lo consiguen en dos meses, otras lo consiguen
en dos años y otras que no lo consiguen nunca.
1 •: n definitiva, es como si los médicos se convir­
ti e sen en una especie de SGA E del género, prote­
g i e ndo y asegurándose de que aquello masculino
se mantiene masculino y de que aquello femenino se
tnantiene femenino, y de que todo aquel que quiere
t ransitar de un lugar a otro tiene que demostrar unas
d eterminadas características.

r s1 1
Transexualidades

Así pues, cuando una persona trans llega a la con­


sulta, el seguimiento médico consiste en acompañarla
durante el proceso de adaptación al rol de género sen­
tido. Por ejemplo, si una mujer trans que llega a la con­
sulta no es, según los profesionales médicos, apta para
empezar el tratamiento hormonal, se la acompañará
hasta que esté lo suficientemente preparada para vivir
como una mujer, según el criterio de los profesionales
médicos.

¿ Te gustan las revistas de mecánica?


¿ Te gustaría serflorista?
¿ Te gustan las novelas de amor?
¿ Te gustan los deportes bruscos?

Estas son algunas de las preguntas del test Minnesota


Multiphasic Personality Inventory (MMPI) a las que la
mayoría de personas trans que hemos pasado por el
proceso psiquiátrico hemos tenido que contestar. Un
test que, por cierto, ha sido fuertemente cuestionado
desde el ámbito mismo de la psicología por los sesgos
metodológicos que presenta (Eysensk, 1976). La res ­
puesta a estas preguntas y a muchas otras es lo que no s
hace aptos o no aptos para el diagnóstico. Imagin o
que vais entendiendo por qué tanta gente miente en
la consulta ...

[ 82 ]
¡ ,:J impacto de la patologización en la construcción...

Lo que realmente nos tiene que inquietar es por qué


s e h acen unas preguntas tan extremadamente sexistas
para decidir sobre el futuro de las personas que quie­
ren modificar su documentación o su cuerpo; y, sobre
todo, qué hay detrás de estas preguntas.
Hace años que se critican los estereotipos de
género que reproducen los protocolos de tratamiento
a personas trans y los profesionales que los ponen
en práctica. Al margen de los protocolos que gwan
su práctica, la realidad es que el diagnóstico es clara­
mente subjetivo ya que la manera como el profesional
entiende el género es clave a la hora de decidir si aque­
lla persona encarna o no suficientemente bien el rol de
género en el que quiere vivir.
A las personas trans se les exige una pureza de
género que día a día es menos realista. Por suerte, en
nuestra sociedad, hay cada vez más hombres y mujeres
l] U e no viven en su género de una manera tradicional:
hay mujeres que leen revistas de mecánica o que hacen
d e portes de aventura, y hay hombres que son floristas
o que leen novelas de amor. ¿ Por qué exigimos a las
personas trans que reproduzcan los roles de género
t radicionales? ¿Qué modelos de masculinidad o femi­
nidad consideramos válidos? ¿Las mujeres que juegan
al r ugby son menos mujeres? ¿Los hombres floristas
so n menos hombres?

[ 83 ]
Transexualidades

Actualmente, las principales campañas de preven­


ción de violencia de género sostienen que hay que
romper con los modelos de masculinidad y feminidad
clásicos porque son los que alimentan la desigualdad y
la violencia. Pero, al mismo tiempo, a la gente trans
se la estimula para que reproduzca los modelos de
género tradicionales. Todo el discurso sobre la libera­
ción de la mujer, las nuevas masculinidades, la igualdad
o la importancia de los referentes positivos desaparece
en los tratamientos de las personas trans.
Hace poco, una amiga trans me explicaba que,
siguiendo la lógica de la experienáa de la vida real, su
psiquiatra le había propuesto que empezara a salir a
la calle vestida y maquillada como una mujer para ir
adaptándose al rol de género femenino. Si un profe­
sor de un instituto público le dijera a una alumna que
empezara a vestirse y maquillarse como una mujer,
nos parecería escandaloso. Ahora bien, en el contexto
del tratamiento a personas trans no nos indigna nada,
al contrario, nos parece normal. Mi amiga llegó con
una camiseta y unos vaqueros (como muchas otras
mujeres) , entró en el hospital y se vistió y maquilló e n
los lavabos de la planta de Psiquiatría.
Volviendo a la pregunta sobre el impacto del
modelo patologizador en la construcción de la identi­
dad trans, la expresión de género de las personas tran s

[ 84 ]
t •: 1 impacto de la patologización en la construcción ...

q u e han pasado por estos procesos médicos está a


menudo atravesada por esta lectura sexista de los roles
J e género. A menudo, la gente critica que las muje­
res transexuales sean hipe,jemeninas y que los hombres
rransexuales se muestren hipermasculinos. Me pregunto
c ómo se supone que deberían ser teniendo en cuenta
l o que el sistema médico y legal de nuestro país les
exige para ser reconocidxs como hombres o mujeres.
l •'.stas personas sienten su identidad de género cuestio­
nada durante todas las horas del día. Constantemente
s e les recuerda que son una ficción, una mala copia del
género en el que viven. ¿ Por qué nos sorprende tanto
su voluntad de reafirmarse?
Más allá de los efectos del proceso médico, hay que
e ntender que este tiene también una función en nuestro
sistema social. Desde mi punto de vista, la patologización
de la transexualidad es solo una pieza de un gran engra­
naje más importante, de una maquinaria que ha sido defi­
nida como sistema heteropatriarcal. Este sistema se basa
m la división binómica de las personas en dos únicos
s e xos (exclusivos y excluyentes), la superioridad de los
hombres sobre las mujeres que naturaliza en los hombres
u n as determinadas características Qa masculinidad tradi­
c ional) y en las mujeres otras Qa feminidad tradicional),
Y la atracción de los hombres por las mujeres y al revés
Para garantizar la reproducción de la especie.

[ 85 ]
Transexualidades

La regu lación de la transexualidad es sin duda una


metáfora de nuestro sistema social. Como decía el acti­
vista trans Moisés Martíncz, las personas trans somo s
la punta del iceberg. Aunque desde algu nos sectores
se promuevan discursos igualitarios o incluso la des­
trucción de los roles de género, en nuestra sociedad
hay todavía fortísimas presiones para que los hombres
sigan reproduciendo una masculinidad tradicional y
las mujeres una feminidad tradicional. Todo lo que
escapa a ese modelo es todavía hoy muy cuestionado
y criticado. Los estereotipos de género no están supe­
rados; de hecho, buena parte de la sociedad cntiend_c
que las diferencias de género son biológicas y que las
identidades de género fuera de este marco son absolu-·
tamente antinaturales. La teoría transgénero y la teoría
feminista han ido desarrollando en los últimos años
un discurso crítico sobre el sexismo que se reproduce
por parte de la medicina en el tratamiento a las perso­
nas trans. Es lo que ha sido denominado tran{(eminismo
(Ramos, 2009).
La existencia de personas trans en nuestro entorno
nos recuerda constantemente que vivimos en este sis­
tema dicotómico con dos únicas identidades de género
consideradas válidas y legítimas: hombre y mujer. La
pregunta que podríamos hacernos es si, el día en que
ser hombre o mujer no tenga ninguna implicación

1 86 ]
i ,: J impacto de la patologización en la construcción...

d i ferente, las personas trans dejaremos de existir. El


t rá n sito de un género al otro se hace porque hay gran­
d ís imas diferencias entre uno y otro. ¿Sin diferencias,
h ab ría necesidad de tránsito?

«Ni hombres ni mujeres, el binarismo nos


enferma», eslogan de la campaña internacional
por la despatologización trans, octubre 2008.

Como cualquier otra población, el colectivo de per­


sonas trans es muy heterogéneo. Y con ello no solo
quiero decir que hay diferencias a nivel económico,
ideológico, cultural o social, sino que estas diferencias
s< >ciodemográficas también generan formas muy dis­
tintas de entender y definir la propia identidad y, por
extensión, la transexualidad. Hay personas que validan
completamente el modelo médico, otras que hacen un
u s o de este exclusivamente estratégico para conseguir
l o que quieren, otras que ni tan siquiera saben que
ex is te este modelo, otras que lo cuestionan de raíz, etc.
De hecho, la idea misma de comunidad trans es bas­
tan te difícil de justificar porque realmente no queda
de masiado claro que exista dicha comunidad. Muchas
personas trans no mantienen ninguna relación con
< > tras personas trans ya que, una vez han realizado el
t rá nsito al otro género, se desvinculan del concepto

l 87 1
Transexualidades

mismo de transexualidad pasando a ser simplem ente


hombres o mujeres. Esta desvinculación por parte
de buena parte de la población trans, que es del todo
legítima, explicaría en parte las dificultades del movi­
miento social trans para articularse.
Una anécdota ilustra esta cuestión. En el mes de
octubre del 2008, en el marco de las campañas por la
despatologización trans, se realizaron manifestacio­
nes en las calles de diversas ciudades europeas bajo
el lema «Ni hombres, ni mujeres, el binarismo nos
enferma» (entre ellas, La Coruña, Barcelona, Bilbao,
Bruselas, Donostia, Vitoria, Lisboa, Madrid, París y
Zaragoza). Este lema quería expresar que, de hecho,
lo que es problemático no es la persona transexual
sino la sociedad en la cual vive; una sociedad que
no puede encajar esta identidad y que solo valida el
rol de género masculino en personas nacidas con
cuerpo de hombre y el rol de género femenino en
personas nacidas con cuerpo de mujer. Como decía
el manifiesto de la movilización: «Para legitimar el
binomio hace falta invisibilizar y patologizar todas
las otras opciones que existen». Finalmente, lo q ue
planteaba el lema era que, si dejamos de pen sar
exclusivamente en hombres y mujeres, podríam os
superar esta lógica binaria que acaba por excluir a
las personas trans.

[ 88 l
¡ ,:I impacto de la patologización en la construcción ...

Curiosamente, este manifiesto fue muy criticado


por un sector del movimiento transexual que sentía
que el lema en sí mismo negaba las identidades de
hombres y mujeres transexuales y que, por tanto, esta
lucha no tenía nada que ver con la transexualidad. En
este contexto, Mar Cambrollé, presidenta de ATA
(,\sociación de Transexuales de Andalucía), publicó
una carta titulada «La transexualidad no es queer» que
acababa diciendo lo siguiente:

Todo lo expuesto me lleva a denunciar la mani­


pulación de que somos objeto las personas
transexuales desde distintas y opuestas corrien­
tes políticas e ideológicas: los que en el uso de
sus libertades interpretan todo desde la teoría
queer. Estamos de acuerdo en temas de salud,
de integración, de despatologización, pero seño­
res, no nos cuelguen el lema: NI HOMBRES,
NI MUJ ERES. Porque si algo tenemos claro
las personas transexuales es que deseamos ser
mujeres y hombres, según el caso, y con todos
los matices que nos diferencia como individu @ s.

Mientras que una parte del movimiento trans seña­


laba al binarismo de género como la principal causa de
la transfobia, algunxs activistas transexuales entendían

[ 89 l
Transexualidades

esta postura como un acto de transfobia perpetrado


por personas que de ningún modo podían ser transexua­
les. Y, a la vez, lxs activistas trans que defendían el
lema sentían no entender que existir más allá del bino­
mio hombre-mujer implicara reproducir la transfobia
y que, además, de esta forma no se reconocían su s
trayectorias como experiencias trans legítimas. Como
veis, un debate muy complejo y a la vez fascinante.
Sería poco honesto por mi parte fingir que yo
mismo no participé de ese debate, defendiendo la crí­
tica al binomio. Pero también sería poco honesto si
negara que ese debate, como otros que se produjeron
más tarde, modificaron mi manera de leer el activismo
trans. Aquella propuesta que algunos entendíamos
como liberadora y progresista se encontró (y se sigue
encontrando) con la fuerte resistencia de algunas per­
sonas transexuales. Descifrar el porqué de esos deba­
tes internos se ha convertido en uno de los principales
retos del propio movimiento.
Existe una gran diversidad de experiencias entre
personas trans, diferencias en torno a lo que pued e
significar para un individuo pasar de vivir del género
asignado al género sentido. Esta cuestión, que para
muchxs es sin duda síntoma de una gran riqueza de
perspectivas, a menudo genera también conflictos. Por
eso, cuando hablamos del colectivo trans, es impor-

r 90 1
J •:l impacto de la patologización en la construcción...

tante que tengamos claro desde dónde hablamos,


ya que solo con el lenguaje que utilizamos estamos
tomando posición con relación a cómo entendemos
este fenómeno. Sin ir más lejos, hablar de personas
trans y no de personas transexuales tiene fuertes
implicaciones en el propio colectivo: algunas personas
se sentirán incluidas, y otras sentirán que el término
trans las asocia a personas que no tienen nada que ver
con la transexualidad.
Por todo esto, cuando hablamos de cuestiones
trans es importante que tengamos presente que hay
muchas perspectivas más allá de la nuestra (biologicis­
tas, construccionistas, etc. ) y que ninguna explicación
es más válida que otra. Cuando digo esto, seguramente
alguien podría estar pensando que cualquier explica­
ción es válida excepto aquella que falta al respeto, que
n iega, que invisibiliza otras realidades. Estamos de
acuerdo. ¿ Pero dónde fijamos el límite cuando diver­
so s sectores se sienten discriminados? ¿Qué hacemos
cuando algunas personas transexuales se sienten cues­
tio nadas por el discurso trans, y cuando algunas per­
sonas trans se sienten excluidas o invisibilizadas por el
dis curso transexual?
Esta pregunta no es nada fácil. Para abordarla es
indispensable partir del reconocimiento de todas las
experiencias de las personas trans y entender que, sea

[ 91 ]
Transexualidades

cual sea su posición, pueden tener sus razones para


sentirse desplazadas, y que ninguna exclusión es más
justificable que otra. Ahora bien, pienso que, una vez
reconocemos la diversidad de posturas, se debe poder
h ablar y debatir sobre este conflicto sin miedo. El
hecho de que haya diversas lecturas de la realidad trans
no ha de ser ningún tabú, y la voluntad de cuestionar­
las no tiene que interpretarse como una provocación.
Precisamente, de la voluntad de entender estos
conflictos internos nace la pregunta sobre el porqué
de las escisiones entre personas trans. Siguiendo con
lo que hemos ido diciendo en este libro, un argumento
que planteo es que otro de los impactos que ha tenido
el modelo de la patologización en la manera que tie­
nen las personas de pensarse a sí mismas es la jerar­
quización de las experiencias que establece el discurso
psiquiátrico.
Desde los primeros tratamientos médicos, empieza
a establecerse una profunda división entre las perso­
nas que quieren modificar su cuerpo y las que no. De
hecho, la misma palabra transexual emerge para distan ­
ciarse del travestismo. Con el tiempo, la idea de que el
diagnóstico es el reconocimiento oficial y válido de la
propia transexualidad ha ido calando en el imaginario
del colectivo hasta el punto de que muchas personas
transexuales no reconocen a otra persona como tal si

r 92 1
Fl impacto de la patologización en la construcción...

esta no ha conseguido el diagnóstico. La palabra del


médico prevalece sobre la autodefinición de la per­
sona. Y, en diversas situaciones, es el propio colectivo
rransexual el que ejerce presiones a las personas trans
que empiezan su itinerario como trans para que modi­
fiquen su cuerpo. Se han interiorizado tanto las pautas
d el diagnóstico que incluso antes que los médicos a
menudo son las personas transexuales las que patru­
llan las fronteras del sexo y del género de lxs demás.
J ,o mismo ha pasado con las operaciones. Parecería
que las personas verdaderamente transexuales son las que
s e han sometido a una reasignación sexual (también
llamados post-op) . Esta idea en torno a una verdadera
transexualidad llega a las comunidades trans directa­
mente del modelo médico. Una vez más, vemos cómo
la perspectiva médica ha conseguido introducirse en el
lenguaje de muchas personas trans y en su manera de
entender la transexualidad y entenderse a sí mismas. Y
es que una buena parte del colectivo trans comparte
esta idea de que la transexualidad es un problema bio­
l ógico que ha de ser diagnosticado y tratado médica­
rnente.
Yo no creo que el trastorno de identidad de género
ex ista realmente, lo que sí creo es que la idea del tras­
t orno le sirve a alguna gente y a otra no, que puede ser
t an liberadora como opresiva. Y que quien no se iden-

r 93 1
Transexualidades

tifica con el modelo médico tiene derecho a buscar y


construir su propio modelo explicativo.
A diferencia de otros discursos trans, el médico se
presenta como el discurso oficial y hegemónico sobre
la transexualidad negando así otras posibilidades.
Desde el modelo patologizador no se puede reconocer
ningún otro modelo, ninguna otra manera de ser trans,
porque justamente se basa en que únicamente existen
dos identidades naturales -hombre y mujer- y al
margen hay personas con problemas biológicos que,
por alguna razón que todavía no sabemos, nacen con
cuerpos equivocados. Por tanto, este modelo no puede
reconocer que, de hecho, el género y el sexo son lectu­
ras culturales del cuerpo y que hay diversas maneras de
vivir la masculinidad y la feminidad. Si lo reconociera,
la teoría patologizadora se invalidaría a sí misma.
En torno a esta cuestión, uno de los interrogantes
más sugerentes que se abren tiene que ver con por qué
algunas personas transexuales acaban defendiendo el
discurso médico y biologicista que a la vez los pato­
logiza. En este sentido, es muy recomendable el tra­
bajo del sociólogo Gerard Coll-Planas La voluntady el
deseo (2010) en el cual aborda este debate. Plantea que,
de algún modo, el modelo patologizador es percibido
como liberador para muchas personas por diversas
razones. De un lado, porque les ofrece una explicación

f 94 l
E l impacto de la patologización en la construcción...

científica de lo que les pasa y un tratamiento posible


y, por otro lado, porque les desculpabiliza, es decir, les
dice que esta circunstancia que tanto les hace sufrir
no la han elegido sino que está determinada biológi­
camente. Coll-Planas se interroga sobre de qué modo
este discurso que nos despoja de la culpa también nos
ha quitado la agencia sobre nuestras propias vidas.
Como decíamos, problematizar la perspectiva
médica implica de algún modo cuestionar un modelo
tiue muchas personas trans validan, pero eso no tiene que
implicar cuestionar las decisiones y las vidas de estas
personas.

IMPERIALISMO TRANSEXUAL

Tal y como han señalado desde hace años diversxs


investigadorxs y activistas, la categoría de transexuali­
dad, así como las de hombre, mujer y homosexual entre
otras, es una construcción social y médica. A veces
p arece que cuando decimos esto estamos diciendo
algo negativo de la transexualidad, que le quita impor­
tancia o validez. Es una construcción médica porque
l a categoría y la forma de regularla son una invención
d e los médicos, y social porque, más allá de los médi-

[ 95 ]
Transexualidades

cos, las personas trans y el conjunto de la sociedad han


ido dando sentido a esta palabra. Sobre esta idea s e
han escrito trabajos muy interesantes, por ejemplo lo s
de Billings y Urban (1998), Stefan Hirschauer (199 9) 0
Bernice L. Hausman (2006).
Antes de que existiera la palabra transexual ya había,
desde hacía siglos, personas con una identidad de
género fuera de la norma hombre-mujer. Pero, enton­
ces, las personas no eran transcxuales básicamente
porque no existía la palabra para que estas se pensasen
y se definiesen como tales. Cuando emerge el término,
no solo nos sirve de herramienta para ponerle nombre
a una determinada vivencia sino que, a la vez, esta­
blece una forma muy concreta de interpretar la rea­
lidad trans: la de entender las identidades de género
trans como trastornos mentales. En torno a esta cues­
tión, como señala en su trabajo Gerard Coll-Planas
(201O: 92), las reflexiones de Michel Foucault (2005 ) y
de Jeffrey Wceks (1993) sobre la creación de la catego­
ría de homosexual son bastante aplicables a la categoría
de transexual. Lo que plantean estos teóricos es que la
categoría fabrica en cierta manera la identidad.
Transexual es una categoría moderna que define la
realidad y a la vez la reifica, transformándola en una
identidad estática y homogénea. Hay que tener en
cuenta que este término emerge en un momento m uy

[ 96 ]
f : l impacto de la patologización en la construcción...

determinado de la historia (mediados del siglo xx), de


l a mano de unos investigadores concretos (médicos),
en un contexto particular (Europa y Estados Unidos,
o lo que llamamos Occidente). Por lo tanto, esto hace
que la transexualidad sea un concepto que refleje un
momento histórico, una cultura y una forma de cono­
cimiento (el científico) concretos.
Desde hace algunos años, se trabaja para retomar
l a idea de que, mucho antes de que existieran catego­
rías médicas para explicar la cuestión trans, había ya,
en otras culturas, identidades muy parecidas a las que
a quí llamamos transexuales sin que estas fueran consi­
deradas un problema; en algunos casos, se entienden
como un tercer género y en algunas culturas incluso
se les atribuyen características positivas. Entre algu­
nas de ellas, se encuentran las hir:fas de India, las muxes
zapotecas, las two-.rpirits entre los nativos americanos,
l as katho�ys tailandesas, las fa 'q(ajines de Polinesia o las
takatapuis maoris. A menudo hacemos un uso de la
palabra transexual de manera completamente anacró­
n ica y descontextualizada, como si la transexualidad
médica hubiera existido siempre y en cualquier sitio:
cu ando hablamos de las hiryas de India decimos que
s on transexuales, cuando hablamos de las katho�y de
Tailandia decimos que son transexuales, como si con
es ta palabra pudiéramos describir su realidad. Pero la

[ 97 ]
Transexualidades

verdad es que no; lo que hacemos es una mala traduc­


ción de su realidad con una palabra de nuestro con­
texto que se nos ha quedado pequeña y que hace falta
repensar.
La exportación de este modelo hegemónico de la
transexualidad ha tenido fuertes implicaciones en las
comunidades trans de esos territorios. En esta línea,
es muy interesante el trabajo de Carsten Balzer (2011)
que, desde la antropología, estudia cuál ha sido el
impacto de los discursos médicos norteamericanos
en las subculturas trans brasileñas en Río de Janeiro,
Berlín y Nueva York. Antes de los años 90, en Bra­
sil, los referentes, las imágenes y las representaciones
trans del territorio procedían de la cultura travesti. En
relación con la proliferación o la importación de los
discursos médicos, Balzer dice:

Este hecho implica un fracaso de la internacio­


nalización de la medicalización de las identidades
trans y pone claramente de manifiesto la proble­
mática del constructo cultural transexualidad en el
contexto internacional (Balzer, 2010: 83) .

La patologización ha funcionado también como un


mecanismo de colonización que transmite el mensa je
de que en Occidente se han desarrollado los mec a -

r 98 1
El impacto de la patologización en la construcción ...

nismos para tratar a las personas trans e incluso algu­


nos Estados se hacen cargo de su tratamiento médico
hormonal y/ o quirúrgico. Esta idea que se pretende
progresista demuestra el poco conocimiento que se
ti ene en Occidente de estas otras culturas y de estas
otras maneras de entender la cuestión trans. Con todo
esto, no negamos que, en muchos países, las personas
trans viven una fortísima violencia, pero rescatamos
t ambién aquello de lo que no se habla: esos lugares
que sobreviven y resisten al modelo patologizante y de
los cuales tenemos mucho que aprender.
Diversxs activistas e investigadorxs trans de Esta­
dos Unidos han publicado trabajos críticos sobre esta
cuestión, entre los que destacaría el libro Gqy �y the
hqy de Susan Stryker y Jim Van Buskirk (1996), donde
en su primer capítulo explica que, cuando los españo­
les bajaron de los barcos en California, combatieron
y erradicaron todas las tradiciones two-spirit. En esta
línea, también es muy interesante el trabajo Transgender
Ll:1/am·ors de Leslie Feinberg (1996), donde aborda la
cultura trans de esos indios nativos norteamericanos.
En muchos de estos territorios fuera de Occidente,
el activismo trans sigue reivindicando la legitimidad de
sus trayectorias y su resistencia al modelo médico de
la transexualidad. A continuación, cito un fragmento
del «Manifiesto Ecuatoriano Octubre Trans» del año

[ 99 l
Transexualidades

2009, redactado por el Proyetco Transgénero de Ecua­


dor, un ejemplo emocionante de esta resistencia:

Denunciamos [ . . . ] que, en sociedades del


norte que, a diferencia de la nuestra, han apro­
bado legislaciones y servicios de salud específi­
cos «en beneficio» de la población trans, la tutela
patriarcal también permanece incuestionada,
sólo que se expresa, más sofisticadamente, en el
diagnóstico psiquiátrico de «dis foria de identi­
dad de género» que reedita aquella antigua cone­
xión entre enfermedad mental e incapacidad
que históricamente ha pesado sobre las mujeres
y otr@s femenin@s.
Que el aparataje psiquiátrico y médico que en
esas sociedades se pone al servicio de una reasig­
nación binaria de sexos-géneros también borra
lo trans, pues condena a las personas trans a
existir únicamente en dos planos, a saber: como
anhelos fallidos de «mujen> u «hombre» en tanto
dis fóric@s diagnosticad@s, o, como «hombres»
o «mujeres» postransexuales en tanto dis fóric@s
tratad@s.
Que la reasignación binaria de sexos-géneros,
además de trans fóbica, es una práctica racista
y colonial, que corrige, reasign a y construye a

[ 100 ]
r �l impacto de la patologización en la construcción . . .

est@s hombres y mujeres postransexuales con


base en cánones eurocéntricos de masculinidad
y feminidad.

[ . . . ] CELEBRAMOS:

Que sumarnos a esta Campaña Internacional


de Pare a la Patologización de la Transexualidad
nos involucra a tod@s en un diálogo intercul­
tural y solidario que matiza nuestras respectivas
comprensiones de la causa trans en el mundo,
porque nos permite desenmascarar formas de
transfobia con las que acaso convivimos sin dar­
nos cuenta; y prevenir que otras podrían intro­
ducirse en nuestro entorno, o hasta «importarse»
deliberadamente.
Que la diversidad trans existe a pesar de los
intentos institucionales por borrarla y a pesar
de las marginaciones históricas de nuestra expe­
riencia; y que es una diversidad que se manifiesta
en una multiplicidad de expresiones culturales,
instituciones propias, lenguajes propios e iden­
tidades colectivas que no dependen del canon
civilizatorio oficial, ni del sistema jurídico for­
mal, ni de las instituciones oficiales para existir.
Por eso tenemos nombres culturales, y apellidos

[ 101 J
Transexualidades

culturales, y familias culturales y géneros reales,


más allá de los nombres y apellidos, y el paren­
tesco y el sexo legal. Y por eso, ni la androginia
de la costa, ni el travestismo de la sierra, ni el
fenómeno extendido de la maternidad trans­
masculina en Ecuador pasan por el bisturí, por
la tecnología, por el dictamen estético o por el
diagnóstico psiquiátrico de la cultura dominante.

En el proceso de colonización, se importa un deter­


minado sistema político, social, cultural y religioso a
estos territorios. Uno de los objetivos de instaurarlo
es borrar los valores y las prácticas anteriores. Y, en
este sentido, no solo se importa un modelo de género
determinado sino también el rechazo hacia la diferen­
cia. Sin querer establecer una lógica maniquea entre el
norte y el sur global, en la que Occidente sería siempre
el malo y el resto de territorios un paraíso, como fan­
tasía de los propios occidentales, se trata de entender
cuál es el vínculo entre la transfobia y la homofobia
en determinados territorios no-occidentales y la colo­
nización europea. O, dicho de otra forma, cuál es la
historia de estas discriminaciones.
Hoy podemos plantear que, en relación con la
sexualidad y el género, el modelo científico hegemó ­
nico que exporta Occidente al resto del mundo h a

l 102 l
El impacto de la patologización en la construcción . . .

b orrado y sigue destruyendo l a diversidad sexual y d e


género de muchas culturas.
Por otro lado, las consecuencias de esta lógica colo­
nizadora del trastorno de identidad de género no se
encuentran únicamente en estos territorios fuera de
Occidente sino aquí también. El hecho de invisibilizar
todas estas otras culturas trans ha hecho que las perso­
nas trans de nuestro contexto no tuviéramos re feren­
tes fuera del esquema hombre-mujer en los que ima­
ginarnos y proyectarnos. Nuestra cultura de género e s
mucho m á s pobre sin toda e s a diversidad.

SALIR DE LA HEGEMONÍA

, \ lo largo de este apartado, he querido desarrollar la idea


del impacto de la patologización trans en la realidad del
colectivo y hasta qué punto este modelo está estrecha­
mente vinculado con el estigma que viven las personas
tra ns y con la transfobia. La voluntad de exponer estos
argumentos yace en reflexionar sobre la importancia de
superar el paradigma médico. Superar no quiere decir eli­
minar, pero sí relativizar y también transformar porque
no podemos negar que algunos médicos han jugado un
P a pel muy positivo a la hora de dar respuestas a las necc-

[ 1 03 ]
Transexualidades

sidades médicas de algunas personas trans. El problema


del modelo de la transexualidad normativa es que es un
modelo hegemónico que no permite la existencia de
otros discursos sobre la realidad trans. Los modelos o, en
definitiva, las palabras no son buenas o malas, son instru­
mentos, herramientas que tienen sentido en un determi­
nado contexto. El modelo de la patologización ha apor­
tado tecnologías que les han servido a muchas personas
trans para desarrollarse. Este progreso debe reconocerse.
Pero, a la vez, hay que saber asumir las limitaciones y los
efectos colaterales de este modelo y las consecuencias de
la regulación médica de la transexualidad. Las personas
trans de las generaciones actuales hablan desde el dis­
curso médico, pero quizás porque es el único que cono­
cen, que validan. Si existiesen otros referentes en torno a
la vivencia trans, quizás la construcción de la subjetividad
de estas personas sería diferente.
¿ Quién sabe si menos médica, menos rígida o, qui­
zás, incluso más libre?
Siguiendo esta idea, en el último apartado abor­
daremos el tercer argumento que planteaba al inicio
de este escrito sobre cómo combatir el estigma que
produce la patologización trans. La principal idea que
desarrollaré es que una de las maneras de combatir
la estigmatización podría ser la emergencia de nuevos
paradigmas a la hora de entender la cuestión trans.

[ 1 04 1
MODELOS ALTERNATIVOS
DE REPRESENTACIÓN TRANS

«PROUD OF MY VAGINA»

En el año 200 6 viajé al Forum Social Europeo de


París. En esos momentos, estaba haciendo el proceso
médico para llegar a mi diagnóstico y tenía una idea de
la transexualidad bastante normativa. Conocí a diver­
sos activistas trans de la ciudad que me generaron
muchas preguntas sobre mi propio proceso, especial­
mente uno de ellos, un chico trans del ya desaparecido
G AT (Groupe Activiste Trans). Cuando me lo presen­
taron llevaba una camiseta negra en la que, en letras
b lancas y gigantes, estaba escrito: «PROUD OF MY
VAGINA» (Orgulloso de mi vagina). No recuerdo
nada de nuestra conversación, solo la camiseta, el
recuerdo de la cual me persiguió durante muchos
años. Lo que me impactó fue que yo no sabía que exis­
tían hombres trans que viviesen toda su vida con sus
genitales, y todavía menos que estuvieran orgullosos

[ 105 ]
Transexualidades

de ellos. No formaba parte de lo posible en mi imagi­


nario. Estaba fuera de mi marco, tal como desarrollaré
más adelante.
Las reflexiones que vinieron detrás de esa camiseta
y de muchas otras anécdotas explican en gran parte
por qué todavía no he pasado nunca por un quirófano.
También explican mi convencimiento de que los refe­
rentes trans son fundamentales: el hecho de conocer
una amplia gama de posibilidades identitarias y corpo­
rales hace que se amplíen los límites de nuestro ima­
ginario y vivamos nuestro cuerpo de una forma más
libre. En este sentido, cualquier modesto proyecto
que represente otra forma de ser trans ya será un gran
avance.

«El cambio de marco es cambio social», G.


Lakoff.

Al principio de este trabajo decíamos que noso­


tros no somos las palabras. Pero, como hemos visto,
el lenguaje juega un papel muy importante en nues­
tra identidad porque nos definimos, pensamos, actua­
mos y, de hecho, existimos a través de este. En su tra­
bajo No pienses en un el�fante (2004), el sociolingüista
George Lakoff define los marcos conceptuales como
«aquellas estructuras mentales que conforman nues-

[ 1 06 ]
Modelos alternativos de representación trans

tra manera de ver el mundo» (2004: 17). Estos mar­


cos están muy relacionados con lo que, en este libro,
hemos llamado paradigmas o modelos. En el caso de la
transexualidad, nuestro marco sería médico, que nos
ha llevado a entenderla, tratarla y legislada de una
determinada manera. Aplicando la idea de Lakoff al
tema que nos ocupa, si modificásemos este marco, y
como consecuencia esta estructura mental, entonces
cambiarían también nuestras maneras de entender la
transexualidad.
¿Cómo se construye la alternativa al paradigma
médico? La respuesta, que puede parecer evidente,
podría ser visibilizando todo aquello que -el trastorno
de identidad de género niega, todo aquello que se
supone que una persona transexual no ha de ser ni
h acer.
El concepto de referente positivo hace alusión a
aquellas personas o situaciones que visibilizan la cues­
tión trans o la diversidad de género de manera empo­
deradora.
Aprovecho para decir que no hace falta ser trans
para ser un referente positivo de la diversidad de
género. El simple hecho de que un hombre afeminado
o una chica masculina tenga un cierto reconocimiento
social ya es muy rompedor para buena parte de la
opinión pública. Por ejemplo, el caso del cantante de

[ 1 07 1
Transexualidades

copla Falete, un músico con una estética socialmente


identificada como femenina y a la vez con un impor­
tante reconocimiento social en su ámbito. Sin abando­
nar el terreno musical, T he Cure, David Bowie, Lou
Reed, Eurythmics, Freddie Mercury, Anthony Hegarty
o, incluso, Lady Gaga y su personaje drag King Joe
Calderone han sido identificados algunas veces como
referentes positivos por la diversidad de género. Más
allá de estos personajes, podemos encontrar algunos
ejemplos de proyectos artísticos que nos enseñan la
importancia de romper el silencio sobre las formas
alternativas de vivir el cuerpo siendo trans.
En relación con la cirugía de reasignación geni­
tal, se han llevado a cabo interesantes proyectos para
visibilizar cuerpos trans no-operados (y sin ninguna
intención de operarse). Hay que decir que una de las
primeras veces que aparecía una fotografía en positivo
de un hombre trans no operado era en el año 20 03
con los famosos autorretratos de Loren Cameron. E l
fotógrafo se retrata desnudo visibilizando su cuerpo
masculinizado por la testosterona y la extirpación del
pecho, y a la vez con sus genitales de origen.
Otra de las iniciativas que se crearon en nuestro
contexto fue la exposición itinerante «Falo-sin-plas­
tia», que realizó el activ ista Moises Martínez a travé s
también de autorretratos. Jugando con el térm in o

1 1 08 ]
Modelos alternativos de representación trans

/afopfastia, nombre por el que se conocen las recons­


trucciones genitales que se realizan algunos hombres
trans, Martinez propone otros genitales posibles en el
cuerpo trans que no pasan por la operación.
Otra de las ideas que más refuerzan el discurso pato­
logizador es el hecho de que, cuando unx decide vivir en
el otro género, es para toda la vida. Una auténtica per­
sona transexual nunca se arrepentiría de haber dado ese
paso porque básicamente es un hombre en el cuerpo de
una mujer o al revés. Es una cuestión biológica. En rela­
ción con esta cuestión, hace poco tiempo se estrenaba
en Suecia The Re.._P,retters (201 O), un documental brillante
<le Marcus Lindeen sobre la historia de dos hombres
que, de jóvenes, habían transitado a mujeres y que, lle­
gados a la vejez, habían decidido que querían vivir de
nuevo como hombres. En un contexto en el que hablar
del arrepentimiento o tan solo de las dudas que giran en
torno a la decisión de vivir como trans son todavía un
tabú, este es un grandísimo ejercicio de valentía.
Con relación a las críticas al modelo patologizador,
s e han realizado documentales muy interesantes que
dan voz a las personas trans. Entre ellos se encuen­
tran Test de fa vida real (2009), de Florencia P. Marano;
l� 'o rdre des motr (2007), de Cynthia Arra y Melissa Arra;
o el reciente trabajo DiagnosinJ!. dif.ference (201 1), de
1\nnalise Ophelian.

[ 1 09 J
Transexualidades

En cuanto a la sexualidad trans, un tema especial­


mente invisible, se han hecho también proyectos que
circulan por Internet y por espacios de encuen­
tro trans. Se han producido muy pocos materiales que
visibilicen relaciones sexuales de personas trans fuera
de la clásica imagen de la pornografía heterosexual
mainstream de la mujer transexual no-operada. La prác­
tica de nuestras relaciones sexuales está estrechamente
vinculada con los referentes y las imágenes que tene­
mos, mayoritariamente procedentes de la pornogra­
fía comercial. ¿ Pero qué pasa con los otros cuerpos y
sexualidades? O, dicho de otro modo, qué referentes
de prácticas sexuales tiene la gente trans.
Según el discurso oficial, las relaciones sexuales
deberían venir después de las operaciones; por lo
tanto, no hace falta pensar en ello demasiado. La
gente no debería tener relaciones hasta haberse rea­
lizado la cirugía genital, momento en que solo tendrá
que inspirarse en los modelos heterosexuales nor­
mativos (el discurso hegemónico de la transexuali­
dad no contempla demasiado la posibilidad de se r
gay o lesbiana siendo trans). En este contexto, son
los hombres trans los que menos referentes sex ua ­
les tienen ya que en el imaginario sexual de la socie ­
dad existe la figura de mujer trans, pero no la de
hombre trans.

[ 1 10 1
Modelos alternativos de representación trans

Para algunos de ellos, los personajes trans dentro


Je la pornografía han significado un referente clave
para construir su propia sexualidad. Es el caso, por
ejemplo, de Buck Angel, un actor porno trans que no
se ha sometido a la cirugía genital y que es el perso­
naje principal de diversas películas. Se han puesto en
marcha también diversos proyectos de pornografía
alternativa como el canal de porno on-line FtM-Tube;
las películas de Morty Diamond, director trans nortea­
mericano de películas pornográficas; o la película One
N{P,ht Stand, de la francesa Emily Jouvet (2006).
Muy vinculada a la cuestión de la sexualidad, la
prevención de infecciones de transmisión sexual
suele estar vacía también de referentes trans. Por eso
algunos grupos activistas empezaron hace hace años
a generar guías de prevención especialmente dirigidas a
personas trans teniendo en cuenta sus diversidades
corporales. El colectivo francés OUTrans publicaba
hace poco tiempo Dicklit et T Claques (2009), una guía
específicamente dirigida a chicos trans que se relacio­
nan sexualmente con otros hombres. Otra iniciativa
reciente muy interesante fue el vídeo que difundió el
actor Buck Angel aconsejando a los chicos trans
no-operados que visiten a sus ginecólogos y que cui­
den su cuerpo (201 O), un mensaje sobre el cuidado del
cuerpo bastante rompedor en el contexto trans.

[ 111 ]
Transexualidades

En relación con la reproducción, en estos años han


empezado a emerger historias de hombres trans que se
quedan embarazados haciendo uso de su propio apa­
rato reproductivo. El más famoso, Thomas Beattie,
un hombre trans que parió dos hijos y decidió expli­
car esta realidad a los medios de comunicación. Cabe
decir que, más allá de lo que cada uno piense sobre el
hecho de vender la vida privada a la prensa, es cierto
que Beattie hizo visible una realidad trans de la cual
nunca se había hablado antes. En el 2005, se estrenó el
documental Tran.rParent, de Jules Rosskam, un trabajo
excelente que explica las historias de 19 hombres trans
que han sido padres.
En cuanto a la etnia, desde hace años se viene haciendo
una crítica transversal a la falta de referentes no-blancos
en las representaciones de personas trans, ya sea en los
discursos oficiales o en los más alternativos.
Encontramos también sugerentes proyectos dedi­
cados a visibilizar que la cuestión trans no esté úni­
camente vinculada a las personas blancas y que, de
hecho, el cruce del género con la etnia y también la
clase social genera diferentes experiencias a la hora de
vivir el hecho de ser trans y a la vez topa con diversa s
discriminaciones.
El más reciente, el magazine norteamericano Ori­
ginal PlumbinJ!, (2009- 20 11), una iniciativa que b usca

r 112 1
Modelos alternativos de representación trans

reflejar las diversas vivencias de las personas trans


procedentes de las subculturas de Nueva York a tra­
vés de la fotografía, el ensayo, las narrativas indivi­
duales y las entrevistas. Del mismo contexto geográ­
fico, tenemos el documental Sti// B/ack (2008), una
película muy interesante que gira en torno a la expe­
riencia de ser un hombre trans y negro en la sociedad
norteamericana.
Más allá de Occidente, es también muy inspirador
el trabajo fotográfico de Rebecca Swan de la vivencia
trans en el contexto del Pacífico. Recientemente, su
exposición itinerante Assume Nothin,g visitaba la ciu­
dad de Barcelona conjuntamente con el trabajo de la
documentalista Kirsty MacDonald, un proyecto que
busca recuperar las raíces de las experiencias trans
no occidentales y presenta cómo los herederos de
estas tradiciones las viven en el contexto actual. En el
campo de la fotografía son también recomendables las
imágenes de Ana Belén Jarrín sobre el contexto trans
ecuatoriano, o las de Diana Block sobre la realidad
trans de Turquía. En un plan más artístico, hay que
citar también la exposición itinerante Proudjy "'1/rican
and Transgender de retratos de hombres trans africanos
de la surafricana Gabrielle LeRoux. Como ya hemos
dicho, es muy urgente escuchar y aprender de las cul­
turas trans de los territorios no occidentales.

r 113 1
Transexualidades

Por suerte, cada vez son más los trabajos audio­


visuales que buscan visibilizar identidades trans fuera
del marco de la enfermedad. Aquí solo hemos hecho
referencia a una pequeña parte de ellos. Como habéis
visto, los campos del cine documental y la fotografía
son los espacios desde donde emergen la mayoría de
estas iniciativas para las que Internet está jugando un
papel clave en su difusión. Ahora bien, el problema es
siempre el mismo: ¿quién accede a estos proyectos?,
¿quién se interesa por estos materiales? Pues, general­
mente, los encuentra quien los busca, pero raramente
trascienden esta esfera y se difunden en entornos que
no tengan nada que ver con el activismo o la investi­
gación sobre género y sexualidad.

«Hasta que los leones tengan sus propios his-­


toriadores, las historias de caza seguirán glorifi­
cando al cazador», proverbio africano.

Hace poco visitaba una exposición de imágene s


de la Barcelona de los años setenta en el Palau de la
Virreina de Barcelona. De pronto, encontré una foto­
grafía de la primera manifestación por la liberación
sexual y de género del Estado español en el año 197 7 •
En medio de Las Ramblas, una mujer trans desafiaba
el objetivo de la cámara entre contenedores rotos en la

1 114 l
Modelos alternativos de representación trans

calle desierta. En un primer momento, me sentí muy


ignorante e incluso avergonzado por el hecho de saber
qué pasaba el 28 de junio de 1969 en el bar Stonewall
de Nueva York, pero no tener ni idea de lo que lucha­
ron las mujeres trans de mi país, aquellas que lucharon,
en parte, para que yo hoy salga a la calle.
No quisiera acabar este apartado sin hacer una
breve reflexión en torno a nuestra propia cultura y
nuestra propia historia. Como habréis percibido, la
gran mayoría de referentes y ejemplos de los cua­
les he hablado en este libro son norteamericanos.
I ncluso el día en el que celebramos la liberación
sexual y de género en todo el mundo es la fecha, como
decía, de una revuelta en Nueva York en el año 1969.
Conocemos mucho más la historia del movimiento gay,
lésbico y trans de los Estados Unidos que la nuestra.
De hecho, aunque algunos de los principales fundado­
res del movimiento LGTB de nuestro territorio sigan
todavía vivos y hayan explicado su propia historia, el
impacto de la cultura LGTB norteamericana hace que
en nuestro imaginario y en nuestra memoria colectiva
tengan más presencia las anécdotas de su territorio
que las de aquí. Hace años escuché en una conferencia
a un activista gay que explicaba que la memoria colec­
tiva era fundamental para la construcción de la pro­
pia identidad. Explicaba que, cuando un niño negro

r 1 1s 1
Transexualidades

nace, lo más posible es que tenga una comunidad


negra detrás, su familia y el entorno de su familia, al
fin y al cabo, una comunidad de referencia. Entonces,
a pesar de que quizás viva en un entorno racista, tiene
una serie de referentes sobre su historia para ubicarse
y construirse. Añadía que, en el caso de las personas
LGTB, además de la discriminación social, había un
problema de comunidad, de memoria, de referentes
sobre los cuales basarse o pensarse. Esa reflexión me
hizo pensar mucho sobre la poca información que yo
tenía (y sigo teniendo) sobre el colectivo trans de mi
territorio. El activismo gay y lésbico, que con los años
ha ido consolidando estructuras y redes de trabajo,
hace tiempo que trabaja para dejar rastro de su his­
toria, de su movimiento, de su memoria (con más o
menos éxito). Pero no podemos decir lo mismo del
movimiento trans. De nuestra historia tenemos muy
pocas referencias y, a menudo, las que tenemos no
parten de nuestras comunidades. Esta tarea de escribir
y construir nuestra memoria colectiva es muy urgente,
sobre todo porque buena parte de las activistas de la
época están desapareciendo sin transmitir todo lo que
vivieron y su testimonio es un legado muy importan te.
Estoy convencido de que el rescate de nuestra historia
y, de hecho, de la de las minorías sociales en general,
es muy importante para recordar que no existe ningú n

r 1 16 1
Modelos alternativos de representación trans

antídoto contra las discriminaciones y la violencia, y


que debemos estar siempre despiertos y cultivar esta
consciencia. No nos podemos permitir olvidar lo que
tuvieron que vivir en nuestro país las personas LGTB
hace menos de 5 0 años. Y, sin duda, en esta cuestión,
somos las nuevas generaciones de trans, gays, lesbia­
nas, bisexuales y otros aquellos y aquellas las que tene­
mos que movilizarnos para recuperar nuestra propia
historia. Es nuestra responsabilidad. Construir mode­
los alternativos al modelo patologizador pasa también
por escribir esta historia, la que han estado escribiendo
otros durante muchos años.

1 111 l
CONCLUSIONES

POR UNA CULTURA TRANS

Actualmente, la discriminación que viven las personas


trans es fortísima y combatirla es cada vez más urgente.
Me refiero a derechos fundamentales básicos como
el acceso en condiciones de igu aldad al trabajo, a la
vivienda, a la salud, al ocio, a la educación . . . cuestiones
que necesitan ser resueltas a corto plazo. Lo que pasa
es que, si cuando aplicamos estas medidas no tenemos
perspectiva de futuro, es muy probable que las resol­
vamos, pero que nos pasemos la vida intentando solu­
cionar sus efectos colaterales. Con esto quiero decir
que a menudo atajamos los problemas más urgentes
sin tener la mirada puesta en aquello que queremos en
un futuro y, finalmente, la solución que aplicamos es
a la vez la reproducción del modelo que genera la
desigualdad. Todo lo que hacemos a corto plazo tiene
un gran impacto a largo plazo. Por eso son importan-

[ 119 ]
Transexualidades

tes las utopías, aunque solo nos sirvan de horizonte,


de faro, de guía a la hora de construir pequeños pro­
yectos en nuestra sociedad presente.
En la cuestión trans -y en la discriminación de las
minorías sociales en general-, suele pasar que quere­
mos resolver con prisa las situaciones de desigualdad
de los colectivos estigmatizados y trabajamos a contra­
rreloj para integrar a estas personas en el sistema. Muy
rara vez nos paramos a pensar que quizás la violencia
hacia este colectivo nos está diciendo cosas de nuestro
modelo social, nos está mostrando las imperfecciones
del sistema. En este sentido, la existencia de personas
trans y la forma en la que son tratadas por el sistema
legal, médico y también social nos está diciendo que
la manera como entendemos los conceptos hombre­
mujer o masculino-femenino ya no funciona, y posi­
blemente nunca haya funcionado.
La información que circula sobre transexualidad en
nuestro entorno está constantemente enmarcada en el
discurso científico y médico del tratamiento y de la
cura y, por tanto, también de la enfermedad y del sufri­
miento. Estas ideas entienden la transexualidad como
un trastorno mental y de esta manera alimentan un
imaginario colectivo que construye la transexualidad
y las identidades trans en general como un problema
individual, situándola en el paradigm a del error. Pero

[ 1 20 ]
Conclusiones

el problema no es que haya personas que quieran vivir


en un género distinto al que se les asignó al nacer, sino
que esta vivencia está considerada como un trastorno
mental por el sistema médico y legal, y está estigmati­
zada socialmente. Como decían los eslóganes: El pro­
blema no es la transexualidad sino la tran{/obia.
A veces, para hablar de los orígenes del odio, en
este caso de la discriminación hacia las personas trans,
hace falta revisar la historia, la cultura, los sistemas
sociales, jurídicos y médicos que nos rodean, las pala­
bras y los silencios. Hay que saber leer el pasado para
mirar hacia adelante y construir a largo plazo.
Al principio de este libro planteaba que en reali­
dad hay que hacerse preguntas sobre cómo funciona
la transfobia, sobre todo la que tenemos interiori­
zada las personas trans. Para entender esta violencia
no basta con hacer estadísticas de asesinatos, suici­
dios, despidos improcedentes o abandono escolar
(que ni tan siquiera se hacen. . . ) . Como hemos visto,
se trata de una violencia que no siempre deja cica­
trices visibles, que consiste en invisibilizar y presen­
tar un mundo en el que lo normal y lo mejor es ser
un hombre si has nacido con genitales masculinos
y ser una mujer si han sido femeninos; creando un
marco en el que la identidad trans no es pensable,
un mundo en el que se nos quiere convencer de que

[ 121 ]
Transexualidades

no somos normales. Y si existimos, es por un error


de la naturaleza.
Aunque es innegable que el avance médico ha mejo­
rado la realidad de las personas trans, hay que decir
que no se ha hecho nada más que crear la tecnología
para que algunas personas modifiquen su cuerpo y se
integren como mujeres y hombres corrientes en nuestra
sociedad. Detrás de los tratamientos médicos no está
la voluntad de combatir la transfobia sino la de curar
y tratar la transexualidad. La transfobia no se combate
en los quirófanos haciendo leíbles los cuerpos de las
personas trans sino educando la mirada del otro ante
la diversidad de cuerpos y géneros existentes. Desde
mi punto de vista, a pesar del discurso oficial, la solu­
ción a esta situación de discriminación está fuera de
nuestro cuerpo.
En este libro he tratado de explicar que quien acaba
pagando el precio de estos discursos patologizantes
que individualizan el problema son las propias perso­
nas trans, que acaban pensándose desde el marco de la
enfermedad. Estas ideas han tenido y siguen teniendo
un peso muy importante en cómo las personas trans
construimos nuestra propia subjetividad y nuestro
propio cuerpo.
El objetivo de este trabajo era visibilizar que, si
hacemos circular otras historias de la transexualidad ,

1 1 22 1
Conclusiones

con otros enfoques y otros referentes, se ampliará y se


enriquecerá el imaginario colectivo sobre la transexua­
lidad y sobre la cuestión trans en general. Este hecho
es muy importante para que las personas trans ten­
gamos nuevos referentes más positivos desde los que
pensarnos, y a la vez para dar a entender al conjunto
de la sociedad que, más allá de hombres y mujeres,
existen otras identidades de género posibles (que no
tienen nada que ver con la enfermedad).
Lo más interesante de esta idea es que estos referen­
tes no hace falta que nos los inventemos. En efecto, la
diversidad de género no hay que inventarla, ya existe.
De hecho, lo único que tenemos que hacer es dejarla
existir de verdad y combatir todas las actitudes que
la invaliden, la patologicen o la nieguen. Por suerte,
existen en nuestra sociedad y a través del mundo expe­
riencias muy diversas de cómo vivir la masculinidad,
la feminidad y el propio cuerpo. Ahora bien, lo que
sí que tenemos que inventar es cómo hacer de alta­
voz de todas estas experiencias diversas en un mundo
en el que el discurso médico y científico ha tenido, y
sigue teniendo, un impacto tan fuerte en el imaginario
social.
Todo esto supone un reto importante. Explicar
que la diversidad de género es una gran riqueza que
tenemos en nuestra sociedad implica muchísima peda-

[ 12 3 l
Transexualidades

gogía. Sobre todo porque hay a quien esta diversidad


le asusta, ya sea porque no la entiende, porque no la
conoce o porque le supone hacerse demasiadas pre­
guntas sobre cómo funciona el mundo. La cuestión
es que es un tema muy complejo que tenemos que
aprender a simplificar sin paternalismos ni acusacio­
nes. Sencillamente, explicando que hay otras maneras
de ser y de hacer.
Como veis, es complejo porque al mismo tiempo
que tenemos que reivindicar nuestro derecho como
personas trans a vivir en este sistema, hay que atreverse
a cuestionar este sistema con coherencia. Es decir que,
por ejemplo, de la misma manera que reivindicamos
tener derecho a acceder a tratamientos médicos de
calidad, tenemos que poder decir que los tratamientos
médicos mejoran nuestra calidad de vida pero no solu­
cionan el problema que genera la transexualidad en
nuestra sociedad. Pensar que lo que nos pasa se solu­
ciona médicamente es negar que la discriminación y
la violencia son una parte muy importante de nuestro
malestar. Que se sepa, la transfobia no desaparecerá
por mucho que nos hormonemos y operemos. Lo
máximo que puede pasar es que algunos y algunas de
nosotrxs pasemos más o menos desapercibidxs y, por
lo tanto, suframos menos esa transfobia latente (digo
algunos y a(�unas porque todxs sabemos que hay perso-

[ 1 24 ]
Conclusiones

nas que, por mucho que quieran modificar su cuerpo,


siguen siendo visibles). Por lo tanto, el problema con­
tinúa existiendo.
Lo que me ha llevado a escribir este trabajo es el
absoluto convencimiento de que podemos cambiar
el marco desde el que pensamos la cuestión trans.
Podemos construir y difundir referentes positivos del
hecho trans. Podemos hacerlo. Pero por eso pienso
que hace falta seguir trabajando por una cultura basada
no en la enfermedad sino en la diversidad, en el res­
peto a la diversidad de trayectorias, en la lucha contra
las presiones de género y los estereotipos sexistas. Hay
que seguir apostando por una cultura trans.

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