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LA EJECUCIÓN DE LA PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD EN MÉXICO

Jhenny Judith Bernal Arellano1

(Artículo publicado en la Revista Humanares de la CEDH Sinaloa, No. 21,


julio-agosto de 2013)

El Sistema Penitenciario Nacional no ha logrado concretizar hasta el momento de


manera uniforme o generalizada el fin de la pena de prisión como lo es la reinserción
social y evitar que la persona vuelva a delinquir, esto, de conformidad con el numeral
18 de la Constitución Política Nacional.

En muchas de las prisiones existentes a lo largo y ancho de la república mexicana se


puede constatar por completo la antítesis de dicho ideal, es decir, el olvido, la
relegación y la nada constante aplicación de un tratamiento individualizado a los
reclusos. Esto lo corroboramos a través de los resultados del Diagnóstico Nacional de
Supervisión Penitenciaria que realiza la Comisión Nacional de los Derechos Humanos,
el cuál es un instrumento de evaluación que permite analizar la situación que impera
en el sistema penitenciario nacional, relacionado con las condiciones de estancia e
internamiento de las personas en reclusión, con perspectiva del respeto de los
derechos humanos, el cual se ha convertido en un indicador importante que refleja la
situación que prevalece en tales lugares.2

En la supervisión del 2011, el promedio nacional para la totalidad de las prisiones del
país fue la nada honrosa calificación de 6.41, de un rango de calificación de 0 a 10
puntos. Aguascalientes fue el Estado que obtuvo la mayor calificación de todos los
Estados, siendo ésta la de 8.47. La menor fue para el Estado de Nayarit, con un
promedio de 4.57. Sinaloa obtuvo una calificación de 6.14.3

Fueron cinco los rubros que se evaluaron en esta supervisión penitenciaria a saber:

1. Aspectos que garantizan la integridad física y moral del interno;


2. Aspectos que garantizan una estancia digna;
3. Condiciones de gobernabilidad;
4. Reinserción social del interno, y
5. Grupos de internos con requerimientos específicos

La apatía, la sobrepoblación, la drogadicción, la mala arquitectura penitenciaria, el


ocio, la ausencia de trabajo generalizado y muchos otros males, son elementos que se
albergan en la mayoría de las prisiones del país, en las que no existe una aplicación
real de la legislación nacional en la materia y mucho menos de la de carácter
internacional.

1 Doctora en Derecho por el Posgrado de la Facultad de Derecho de la UNAM, Investigadora Nacional,


Secretaria Ejecutiva de la CEDH Sinaloa.
2 Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria. Página Oficial de la Comisión Nacional de los

Derechos Humanos, consultada el 12 de agosto de 2013:


http://dnsp.cndh.org.mx/archivos/DNSP_2011.pdf
3 Cfr. Diagnóstico Nacional de Supervisión Penitenciaria. Op cit.
En últimas fechas, ante el fracaso de las prisiones en sus fines, se ha llegado a afirmar
que la reinserción social es un mito, lo que ha traído como consecuencia, sanciones
más elevadas y el descrédito de las autoridades encargadas de administrar la etapa
ejecutiva de la individualización de la pena. La sociedad, ante tal incumplimiento de la
ley, ha determinado en algunos casos, a tomar la justicia por propia mano, lo que nos
regresa inevitablemente a épocas que creíamos superadas.

Sin embargo, el hecho de que la reinserción social sea considerada una falacia, no la
convierte en tal. Pues, si fuese así, ninguna prisión, desde sus orígenes hubiesen
funcionado adecuadamente. Basta reflexionar en la labor realizada por los doctores
Sergio García Ramírez y Antonio Sánchez Galindo, connotados penalistas y
penitenciaristas mexicanos, quienes con su esfuerzo y vocación hicieron posible el
funcionamiento modelo y readaptación social de muchos internos en 1969 con el
Centro Penitenciario del Estado de México, el que fue considerado en su momento
como una institución modelo a nivel América Latina.

Citemos también (actualmente), la administración de dos Instituciones abiertas4 en el


país. La primera en Jaumave, Tamaulipas, de carácter rural, y la segunda en
Monterrey, Nuevo León, de naturaleza urbana que están logrando lo que la mayoría de
las prisiones del país no han podido: la autosuficiencia económica de dichas
instituciones y la reinserción social.

Las instituciones abiertas son centros de ejecución de sanciones que se diferencian de


las prisiones convencionales por no existir muros, guardias armados, ni restricciones
tajantes a la libertad de los internos. Son instituciones que buscan disminuir los
efectos negativos de las prisiones convencionales en las personas que han cometido
delitos de menor impacto o primo delincuentes

Cabe hacer notar que las prisiones o instituciones abiertas hasta ahora
experimentadas en nuestra República Mexicana, han venido a formar parte del
tratamiento en su fase final, en la etapa de preliberación. Creemos oportuno y
viable utilizar este tipo de establecimientos también, para el cumplimiento de
condenas cortas o que por carencia de medios económicos no se pudo cubrir una
multa de una sanción alternativa. Es conocido que las prisiones convencionales en
su mayoría albergan personas de status social pobre, que no tuvieron los medios
económicos para proporcionarse una defensa adecuada o simplemente para cubrir
una multa. Hay delitos también que no representan peligrosidad social, por lo que
este tipo de establecimientos vendría a ser una alternativa viable, menos costosa y
útil para gran parte de la población penitenciaria.5

Este tipo de instituciones han funcionado y a pesar de que en diferentes entidades


federativas se contempla como opción para el cumplimiento de la pena privativa de la
libertad, desafortunadamente no se han implementado de manera generalizada. Esta

5
Bernal Arellano, Jhenny Judith. Instituciones abiertas. Una alternativa ante la crisis de la prisión
convencional. INDEPAC, México, 2013, p. 136.
es una alternativa que considero, debe plantearse, ya que favorecería en mucho una
apropiada clasificación de las personas que están compurgando sus sanciones y
despresurizaría la sobrepoblación penitenciaria que es una constante en gran parte
del Sistema Penitenciario Nacional.

El gran problema, hoy día, no radica en el ordenamiento jurídico, sino en la conducta


de quienes tienen la facultad de aplicar la ley al caso concreto. Se requiere de
personal capacitado, sensibilizado en torno a la finalidad de la pena privativa de la
libertad, así como de la voluntad de los gobernantes para apostar por las diferentes
opciones de sanción que el Código Penal recoge y por supuesto, de un modelo de
aplicación tanto de sanciones como de estímulos para aquellos servidores públicos
encargados de la labor de la ejecución de la pena.

La etapa ejecutiva de la individualización de la pena ha sido la gran mayoría de las


veces, desestimada e ignorada. Podemos encontrar grandes volúmenes escritos sobre
el procedimiento y dogmática penal, puesto que han sido estudiadas y sistematizadas
con mucho afán, lo que en lo personal me parece correcto y muy bueno. Sin embargo,
a la persona que delinque, por ser el agresor social, no se le consideró por mucho
tiempo. Ha existido una posición casi generalizada de que estas personas carecen de
derechos, cuando en realidad sólo deben serle limitados aquellos que expresamente el
juzgador determine por la naturaleza del acto delictivo cometido.

La Escuela Penal Positiva, fue de las primeras en preocuparse por la persona que
delinque. A partir de ahí, han quedado plasmadas en el curso de la historia, brotes
humanistas en torno al trato de las personas declaradas culpables por la comisión de
un delito. Sin embargo, la gran mayoría de esos brotes e intereses, se han sucedido en
el ámbito académico, pero en el medio social en general, la idea de venganza, castigo
y sufrimiento para la persona que delincuente, persiste.

La Constitución Política Nacional y la Constitución del Estado de Sinaloa proclaman


que vivimos en un modelo de “Estado de Derecho”, mismo que ineludiblemente debe
estar caracterizado por dar cabida al respeto, reconocimiento y garantía de los
Derechos Humanos, los cuáles no olvidan a los sentenciados. Se requiere buscar los
medios para hacer efectiva la reinserción social en nuestro sistema penitenciario en
general.

¿Existe en México una efectiva reinserción social, lograda a través de la aplicación de


un tratamiento individualizado de la pena?

La respuesta es no. Tratados y Convenios Internacionales, nuestra Ley Fundamental y


demás legislación secundaria en materia de ejecución de la pena, estipulan
claramente, que la finalidad de esta es el logro de la reinserción social del delincuente.
Dicha finalidad no se ha alcanzado en la gran mayoría de las prisiones del país,
principalmente por la vulneración de los derechos humanos de quienes aplican la ley
en este caso, y por la deficiente aplicación del tratamiento individualizado.
¿Existe la arquitectura penitenciaria adecuada para el éxito del tratamiento
penitenciario?

La reinserción social en México, no se ha logrado de manera generalizada. Si lo que se


busca con la reinserción social es que la persona que delinquió se integre de nueva
cuenta en la sociedad sin problemas, difícilmente se logrará en circunstancias donde
la arquitectura penitenciaria invita a la depresión y al suicidio.

En los últimos años hemos sido testigos del incremento acelerado de prisiones de
mediana y máxima seguridad en el país que guardan características completamente
contrarias a la vida gregaria.

Se debe reflexionar además en lo contraproducente que resulta una institución


de esta naturaleza para el logro de la finalidad de la pena. Se trata de socializar
en un lugar donde se antoja imposible. Dentro de prisión, se enloquece, se
pierde la noción de la realidad. Se puede matar por un cigarro, por una mirada,
por un desdén. Impera la ley del más fuerte y se retrocede en todos los
sentidos.

Son instituciones pensadas realmente para la exclusión y contención, no para


la reinserción social de las personas. Es una circunstancia muy seria que se
debe reflexionar ya que contraviene lo estipulado por el numeral 18 de la
Constitución Política Nacional en el sentido de que el respeto de los derechos
humanos debe constituirse en uno de los pilares en los que se apoye el Estado
para el logro de la finalidad de la pena de prisión.6

No se ha utilizado de manera generalizada por no existir los espacios (y probablemente


la voluntad) para la implementación del trabajo, para la educación en cuatro de sus
aspectos (académica, moral, religiosa y jurídica), la estimulación a la introyección de
valores, el estudio y seguimiento de un tratamiento individualizado sobre la
personalidad del delincuente, la implementación de un tratamiento familiar (no
confundir con pena trascendente), etc.

La reinserción social seguirá siendo un mito en la práctica, siempre y cuando no se


cuente con la arquitectura penitenciaria adecuada para el logro del trabajo, la
educación y la introyección de valores en los reclusos.

El tratamiento individualizado, como medio para el logro de la readaptación social,


prácticamente no se ha aplicado en nuestro medio penitenciario, en muchos casos por
la apatía de la autoridad correspondiente y de su falta de preparación y sensibilización
en torno al tema.

La comunidad, al no ver respuesta positiva en nuestras prisiones (no reincidencia,


introyección de valores en los internos y el cumplimiento con la reparación del daño),
ha perdido visiblemente su confianza a las autoridades encargadas de la difícil labor

6 Op Cit. P. 130.
del logro de cambio de actuar de la persona que delincuente en sociedad. Ello está
generando el aumento de la venganza privada.

Las prisiones o instituciones abiertas, cuya estructura penitenciaria es mucho más


benigna en cuanto a generar posibilidades del desarrollo del trabajo, la educación y el
deporte, constituyen una esperanza en hacer efectivo el tratamiento penitenciario.

La adecuada aplicación de la arquitectura penitenciaria, da margen al


acondicionamiento de instalaciones propicias al desarrollo del trabajo, la educación, y
se hace posible con ello, la reparación del daño.

La Organización de las Naciones Unidas, ha manifestado un constante interés en la


generación de normas internacionales que plasmen los consensos
intergubernamentales generados en relación al trato de la persona que delinque Esto
lo ha logrado a través de la celebración de manera periódica de Congresos
Internacionales en la materia. De ahí, que han resultado diversas normas a saber:

 Reglas Mínimas para el Tratamiento de Reclusos. Se aprobaron en 1955, en el


primer congreso internacional celebrado en Ginebra.

 Declaración para que al planificar el desarrollo se tuviese en cuenta los efectos


de la urbanización, la industrialización y la revolución tecnológica en la calidad
de vida y el medio humano. Esta declaración se aprobó en 1970, en el cuarto
congreso celebrado en Kioto.

 Declaración sobre la Protección de todas las Personas contra la Tortura y otros


Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes. Resultado del quinto
congreso, en 1975, celebrado en Ginebra.

 Declaración de Caracas, que contiene, entre otros temas, las reglas mínimas
uniformes en materia de justicia de menores. Aprobada en Venezuela, a razón
del sexto congreso en 1980.

 Plan de Acción Milán, aprobado en el séptimo congreso celebrado en Italia en el


año de 1985.7

 Principios Rectores en Materia de Prevención del Delito y Justicia Penal en el


Contexto del Desarrollo y un Nuevo Orden Económico Internacional, aprobado
en el séptimo congreso celebrado en Italia en el año de 1985.

 Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura, aprobado en


el séptimo congreso celebrado en Italia en el año de 1985.

 Acuerdo Modelo sobre el Traslado de Reclusos Extranjeros, aprobado en el


séptimo congreso celebrado en Italia en el año de 1985.

7
El Plan de Acción Milán, establece políticas en la lucha contra la delincuencia.
 Recomendaciones sobre el Tratamiento de Reclusos Extranjeros, aprobado en
el séptimo congreso celebrado en Italia en el año de 1985.

 Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de


Delitos y del Abuso del Poder, aprobado en el séptimo congreso celebrado en
Italia en el año de 1985.

 Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de la Justicia de


Menores, aprobado en el séptimo congreso celebrado en Italia en el año de
1985.

 Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las Medidas no Privativas de la


Libertad o Reglas de Tokio, adoptados en 1990, en la Habana, Cuba, en el
octavo congreso.

 Principios Básicos para el Tratamiento de los Reclusos, adoptados en 1990, en


la Habana, Cuba, en el octavo congreso.

 Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia


Juvenil o Directrices de RIAD, adoptados en 1990, en la Habana, Cuba, en el
octavo congreso.

 Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores Privados de


Libertad, adoptados en 1990, en la Habana, Cuba, en el octavo congreso.

Como puede apreciarse, muchos han sido los esfuerzos por unificar a nivel mundial el
trato a la población reclusa, teniendo como principio de actuación el respeto de sus
derechos como personas.

En la normativa internacional del Continente Americano, particularmente la derivada


de la Organización de Estados Americanos, también se ha sentido la preocupación por
otorgar un trato humano a las personas que han cometido ilícitos, como muestra, sólo
algunas de dichas normas:

 Convención Americana sobre Derechos Humanos

 Protocolo de la Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la


abolición de la pena de muerte

 Convención Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o


DegradantesCrueles, Inhumanos o Degradantes

 Protocolo facultativo a la Convención Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas


Crueles, Inhumanos o Degradantes
 Declaración Americana de Derechos del Hombre:

 Protocolo Nº 4 al Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de


las Libertades Fundamentales

 Pacto de San José de Costa Rica

México por su parte, a través de la reforma constitucional de 10 de junio de 2011 de


la que fuera objeto la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, incidió
también en los derechos de la población reclusa, puesto que se recogió las exigencias
convencionales de tener presente los derechos humanos para la aplicación adecuada
de un tratamiento penitenciario, quedando, en lo que interesa, la redacción que sigue:

Artículo 18. Sólo por delito que merezca pena privativa de libertad habrá lugar a
prisión preventiva. El sitio de ésta será distinto del que se destinare para la extinción
de las penas y estarán completamente separados.

El sistema penitenciario se organizará sobre la base del respeto a los derechos


humanos, del trabajo, la capacitación para el mismo, la educación, la salud y el
deporte como medios para lograr la reinserción del sentenciado a la sociedad y
procurar que no vuelva a delinquir, observando los beneficios que para él prevé la ley.
Las mujeres compurgarán sus penas en lugares separados de los destinados a los
hombres para tal efecto.

………………….

Constitucional y convencionalmente, el Estado Mexicano tiene el deber de garantizar que el


respeto de los derechos de la población reclusa sea una realidad en las prisiones del país,
pues de incumplir con estos supuestos, pueden generarse responsabilidades por violaciones a
derechos humanos tanto en el ámbito nacional como de carácter internacional.

Ante esto, es necesario que las autoridades encargadas, hagan lo propio, que no esperen una
sentencia de una Corte Internacional para hacer lo que corresponde.

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