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El documento resume el período de la post-independencia de El Salvador entre 1824 y 1871. En este tiempo, El Salvador formó parte de la República Federal de Centroamérica, la cual fracasó debido a las rivalidades entre las provincias y la falta de unidad. Esto llevó a décadas de conflictos e inestabilidad política dominada por caudillos locales. A pesar de los esfuerzos de consolidación de instituciones durante este tiempo, el país permaneció políticamente dividido y sin estabilidad hasta 1871.
El documento resume el período de la post-independencia de El Salvador entre 1824 y 1871. En este tiempo, El Salvador formó parte de la República Federal de Centroamérica, la cual fracasó debido a las rivalidades entre las provincias y la falta de unidad. Esto llevó a décadas de conflictos e inestabilidad política dominada por caudillos locales. A pesar de los esfuerzos de consolidación de instituciones durante este tiempo, el país permaneció políticamente dividido y sin estabilidad hasta 1871.
El documento resume el período de la post-independencia de El Salvador entre 1824 y 1871. En este tiempo, El Salvador formó parte de la República Federal de Centroamérica, la cual fracasó debido a las rivalidades entre las provincias y la falta de unidad. Esto llevó a décadas de conflictos e inestabilidad política dominada por caudillos locales. A pesar de los esfuerzos de consolidación de instituciones durante este tiempo, el país permaneció políticamente dividido y sin estabilidad hasta 1871.
Más que una fecha, la independencia de Centroamérica fue un proceso de
aproximadamente dos años de duración, primero los centroamericanos se independizaron de la monarquía española. Un par de años más tarde, con la caída del Imperio de Iturbide en 1823, los centroamericanos ratificaron su soberanía con respecto de España, México y cualquier otra potencia extranjera. La primera Constitución Salvadoreña de 1824 , hizo la misma ratificación. A partir de allí, las antiguas provincias del Reino de Guatemala, exceptuando Chiapas, conformaron una República Federal. Sin embargo, los recelos y las rivalidades históricas entre las provincias y la capital del antiguo reino así, como la larga tradición de autonomía de las provincias contribuyeron en la puesta en práctica de una confederación y no de una federación. Es decir, cada estado miembro de la República Centroamericana (Guatemala, San Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica) se sintió soberano con respecto a la unidad. Ello ya preanunciaba la serie de conflictos, guerras e inestabilidades que marcaron los años federales entre 1824 y 1839. Los beneficios que supuestamente traería la vida independiente no se hicieron sentir de inmediato. El primer efecto de la independencia fue la fragmentación del poder acompañada de frecuentes batallas y cambios de gobierno. A pesar de los esfuerzos de Francisco Morazán, resultó imposible restaurar la unidad de Centroamérica. Las luchas de la Federación dejaron como herencia una generación de caudillos, como Rafael Carrera y los seguidores de Morazán, quienes tuvieron influencia en la política salvadoreña hasta 1871. Al mismo tiempo, el fin de los monopolios coloniales y los nuevos vínculos comerciales con el exterior colocaron al país en la posición de aprovechar las oportunidades comerciales que se abrieron a mediados de siglo. EN RESUMEN
El Período de la Federación Centroamericana ha sido tradicionalmente
entendido como una época dualista, es decir, de lucha entre dos facciones: liberales contra conservadores. Sin embargo, en la realidad se trató de una lucha entre federales y centralistas. Dicho de otra forma, la lucha verbal y armada era entre unos liberales moderados y otros radicales que quisieron apostar por una República que centralizara el poder en la ciudad de Guatemala, propiciando el continuismo del monopolio de las poderosas familias guatemaltecas como los Aycinena, o por una República que fuera una y diversa a la vez. Una República en la que, aunque tuviese la sede de los poderes nacionales en la ciudad de Guatemala, los estados miembros tuviesen cierta autonomía política-económica en sus gobiernos regionales Por supuesto que el fracaso de la República Federal en 1839 no llevó a los centroamericanos a sepultar para siempre este ideal. Los antiguos estados miembros continuaron a lo largo del siglo XIX repensando la unidad. Pero los intentos no tuvieron éxitos. La Federación nació con graves dificultades y contradicciones que llevaría a constantes guerras civiles y al fracaso del intento de que el antiguo Reino de Guatemala permaneciera unificado en una república federal. Ciertamente, los conflictos internos y la disolución de la entidad política también dieron lugar al debate y a la conformación de un “discurso unionista” que asoció al nombre de Centroamérica a la idea de unidad y solidaridad regional. Ese discurso unionista contribuiría a la transformación del concepto estatal de Centroamérica en un proyecto político alternativo y en una utopía de alcance regional. Entre 1840 y 1871 La política y la sociedad entre las décadas de 1840 a 1871 no se transformaron de un solo golpe. La vida política se caracterizó, entre otros, por facciones en pugna que tradicionalmente llevaron sus diferencias a la escena electoral; caudillos que, gracias a su liderazgo carismático, atrajeron a amplios sectores populares; unas instituciones gubernamentales débiles y la existencia de un ejército no profesional compuesto por trabajadores reclutados a la fuerza, en muchos casos. La política no era del todo moderna a pesar de practicarse elecciones populares directas, es decir, en donde los ciudadanos elegían a sus gobernantes sin mediaciones de segundos o terceros. Era una mezcla de factores antiguos y modernos, por lo que hemos visto. Ello se explica a partir de que los cambios históricos no suceden de improviso, sino, más bien, son resultados de largos y, muchas veces, penosos esfuerzos. El período entre 1840 y 1871 se caracterizó por la influencia de caudillos en la vida política. Las rivalidades entre dichos caudillos llevaron a gran inestabilidad, pero , en esta época se empezaron a crear las instituciones del nuevo país. Aunque el proceso de consolidación de instituciones y de estabilización del sistema político fue lento, algunas de las cargas más onerosas del régimen colonial desaparecieron y la vieja vida de los salvadoreños cambiaba, aunque tenían que trabajar muy duro para lograr poco. A pesar de la lenta separación entre la vida rural y la urbana, la cultura de la mayoría de los salvadoreños continuaba siendo rural, es decir, ceñida a los ritmos de tiempo del campo. Con todo, la construcción de un centro superior de enseñanza —la universidad— en la ciudad o las políticas para frenar la insalubridad urbana fueron parte de los pequeños logros efectuados en las décadas en cuestión. Con respecto a los sectores populares habría que decir que estuvieron sometidos a un régimen laboral de obras públicas El gobierno central demandaba de la construcción de cierta infraestructura que permitiera achicar las distancias; no obstante, el precio que pagaron los trabajadores y, en general los sectores populares fue alto, pues para ello fueron sometidos a un régimen de control al estilo colonial. El Salvador durante estos años no se puede considerar como baluarte de la modernización ni objeto de comparaciones favorables. De acuerdo con los parámetros y ritmos de la economía, la política y la idea de desarrollo y modernización, Centroamérica estaba lejos de ser considerada candidata a la modernidad. En el aspecto político, el país al igual que el resto de Centroamérica se encontraba en una situación de suma inestabilidad por varios elementos que tenían que ver con su posición estratégica y su vida política interna. Su ubicación geográfica era uno de los elementos centrales de la lucha imperialista por el dominio marítimo y comercial En su realidad interna, la lucha por la definición de su rumbo político como estados-naciones fluctuaba entre las posiciones de liberales y conservadores. Por otra parte, la pretensión de organizarse como una unidad política era una constante perseguida por gobiernos de intención hegemonista que tuvo como bandera a Guatemala, quizá por ser éste el país más grande y ser la antigua cuna de la Capitanía General durante la época colonial. Las tentativas integracionistas de Centroamérica como una sola entidad política se expresaron en el unionismo, que siguió una trayectoria desde que los países centroamericanos surgieron a la vida independiente. Para la segunda mitad del siglo XIX, las razones de la búsqueda de la unión en una sola entidad política respondieron a la defensa colectiva contra las agresiones externas, un pretexto legitimador de intervencionismo de un Estado en los asuntos de los otros y los sueños utópicos de grupos intelectuales. Sin embargo, cada intento de unión chocaba contra elementos físicos, económicos y sociales que hacían cada vez más inviable la pretensión de ser una sola nación. El panorama político, económico y social de la región reflejaba la situación de atraso con respecto de otras regiones y aún más, la colocaba en un status de zona conquistable o de enclave necesario para la consecución de metas imperialistas. A mediados del siglo XIX, la incorporación de California a Estados Unidos y la fiebre del oro contribuyeron a que aumentara el comercio a lo largo de la costa del Pacífico. Los cambios económicos que siguieron permitieron la mejora del sistema de transportes y el aumento de las exportaciones. En este contexto se comprende la adopción del café como principal producto de exportación. El aumento de las exportaciones mejoró la capacidad del estado para cobrar impuestos y financiar sus actividades. Las características específicas del cultivo de café impulsaron el cambio en las instituciones de tenencia de la tierra, dándosele facilidades a la propiedad privada. Al mismo tiempo empezó a desarrollarse el sistema bancario. Sin lugar a dudas, el país estaba entrando en el mercado mundial. Ya lo habían hecho en la en la época colonial las provincias de San Salvador y Sonsonate con la producción de añil. Ahora se trataba de una inserción con mecanismos más modernos, nuevas tecnologías y formas de conocimiento más científicas. Estos acontecimientos y procesos sentaron las bases de la economía moderna de El Salvador, donde un fuerte sector que produce para la exportación coexiste con otro cuya producción se orienta a alimentar a la población del país. Toda vez que la producción para la exportación genera ganancias más grandes, tienden a profundizarse las desigualdades sociales y políticas entre la población. Ello, efectivamente, sucedió en el país. La presión de estos efectos no habría que buscarlos nada más en la bien conocida rebelión de 1932. A lo largo del siglo XIX, los pueblos y los ciudadanos resistieron a los progresos de una economía moderna, pues ellos no veían traducidos los beneficios a sus realidades cotidianas. Los cambios que ocurrieron entre 1840 y 1871 parecen lentos desde el punto de vista de finales del siglo XX: se promulgaban leyes que no siempre se obedecían, se fundaban escuelas que estaban a la merced de las dificultades de financiamiento y la vida política parecía distraerse en discusiones estériles con la jerarquía eclesiástica. Pero hay que recordar que en 1821 se había rechazado todo un sistema de gobierno y que el período colonial había dejado muy pocos recursos para hacerle frente a la nueva situación. Esto era parte natural de la construcción de un poder central efectivo sobre un territorio determinado. Lo anteriormente visto muestra las vicisitudes en la formación de aquel poder. No fue nada fácil. De hecho, las décadas siguientes mostrarán la continuidad en la construcción del mismo, aunque, claro está, se irán consolidando factores que acelerarán la formación del Estado como la profesionalización de los aparatos de seguridad, la formación de una burocracia, entre otros. Otro elemento fundamental en la construcción del poder central fue la Iglesia. Su peso a nivel local y nacional no debía obviarse. Con el correr de los años se pudo notar que existían relaciones ambiguas entre el gobierno central con la Iglesia. Por una parte se constaron que existían estrechas colaboraciones entre las autoridades civiles y eclesiásticas, sobre todo con el interés de erigir el obispado durante la época federal o durante la administración de Francisco Dueñas. No obstante, hubo momentos de tensiones y enfriamiento en las relaciones como ocurrió durante el régimen de Gerardo Barrios. En cualquier caso, la Iglesia fue otro vehículo que los sucesivos gobiernos utilizaron para legitimar su poder político. Lo que manifiesta la articulación de un proyecto político-cultural de dominación. FIN