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Carta de Miguel Grau dirigida a su compadre y amigo Carlos Elías

en el mes de setiembre de 1879

Mí querido compadre:
Con gratísima satisfacción he leído tus dos cariñosas  cartitas del 8 y el 13 del
presente y sabido por ellas que tanto tú como Jesús y demás familia se conservan a
Dios gracias sin novedad.
Tú no ignoras querido Carlos, que soy hombre de pocas palabras, pero las que
sencillamente expreso son naturales y nacidas del corazón, así pues, acepta en estas
pocas líneas, mi más profundo agradecimiento por tus sinceras felicitaciones y por
todos los demás servicios que me has prestado con motivo de mi ascenso a
contralmirante.
Que te puedo yo contestar a los términos tan lisonjeros de tus amables cartas, nada que
no sea expresarte la estimación que te tengo.
Creo que no debes darle tanta importancia al combate del 28 librado en
Antofagasta porque pudo hacerse más. Si algo pueden halagar en este mundo los
honores militares, ciertamente yo debería estar muy satisfecho, como en efecto lo estoy
por haber obtenido un ascenso por unanimidad en ambas Cámaras, y sin embargo, de
esto me he visto obligado a renunciar, no al contralmirantazgo, que no puede ser, pero
sí a los goces y uso de la insignia, por muchas razones que reservadamente te voy a
referir
Primera razón.- Mientras el «Huáscar» tremole el simple gallardete de comandante,
nada de particular tendría que yo huyera (conforme a órdenes) a la vista de un
blindado, pero ya con insignia de contralmirante, sería para mí muy vergonzoso tener
que correr con ella izada.
Segunda razón.- Yo abrigo la vanidad de creer que ninguno maneja al «Huáscar»
como yo, y en este concepto no encuentro otro que me reemplace, que conozca las
cualidades y defectos de este buque, circunstancia que influye principalmente en el
éxito en un combate. Como almirante en jefe, no me sería posible que yo dirigiese el
buque y en el caso de tener comandante habría necesidad de estar
le  diciendo, colóquese UD. en tal o cual situación, vaya para atrás o para adelante,
etc, etc. Lo que no es posible mandar en un combate y con un solo buque.
Tercera razón.- Prado con su vanidad, cree saber más de marina que cualquiera de
nuestros jefes y da órdenes y discute asuntos profesionales con un aplomo asombroso.
Aparte del sistema que tiene ya arraigado de entenderse con los inferiores, sin
consultar con los superiores, dando esto lugar a ponerlos en ridículo.
Cuarta razón.- Se me quiere imponer un comandante que a mi no me conviene, porque
no lo creo competente.
Todos estos fundamentos han obrado en mi ánimo (y otros muchos que el apuro no me
permite consignar) para decidirme a solicitar que se me deje como simple comandante
del «Huáscar» y se me excuse el uso de la insignia.
Como tú comprenderás, también he renunciado al sueldo por ser lógico. Todavía no me
ha contestado el director de la Guerra.
Francamente te lo digo, yo no deseo el mando de la escuadra (que entre paréntesis está
reducido a este buque) pero lo natural hubiera sido que al mandarme mis despachos, el
gobierno ha debido mandarme mi nombramiento de comandante general de la
escuadra, en lugar de dejarme de jefe de división como antes.
No dudo que después de la relación que te he hecho, me des tu aprobación, justificando
mi proceder. Espero me lo digas con toda sinceridad.
Saluda a Jesús cariñosamente, lo mismo a Misia Manuela Rosita y a Pedro, sin olvidar
a Marianita, Misia Rosario, Enriqueta y Canaval, y tú recibe un fuerte abrazo de
tu  afectísimo amigo y compadre.

Miguel Grau

P.D. Mi estación aquí se ha prolongado más de lo que yo hubiera deseado por haberse
ignorado el paradero de los buques enemigos. Dales memorias a nuestros amigos de
hoja redonda y diles  que si los héroes son como yo, declaro que no han existido héroes
en el mundo.
Deseo me guardes el secreto respecto a la renuncia. La «Unión» hizo viaje a la China:
llegó al estrecho dos días después de que había pasado el “Glenelg” y dejó el estrecho,
dos días antes que pasara por allí el “Genovese”, ambos con armas.

Grau aprovechó su instancia en Arica para escribir al presidente Prado su


decisión de renunciar al uso de la insignia de almirante en su barco, y seguir
siempre como comandante del «Huáscar», percibiendo siempre su sueldo de
capitán de navío.

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