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As, actualmente
es estudiante de Antropología Social en la UBA.. Su cuento Alondra y su Pena de Nieve obtuvo una mención de
honor por su contenido en el Certamen Internacional Jorge Amado y una distinción de honor por su creatividad los
relatos El Vestido y Carta a Una Princesa en el certamen Internacional José Martí, ambos en el año 2002. Además es
autora de varias poesías.
La autora donó ejemplares a las Bibliotecas Nacional, del Congreso de la Nación, y varias populares
del paìs.
Prólogo
El sol bañaba de plata las alturas de las montañas y las aguas gélidas del lago, que permanecían
en calma con su suave ondular . Amanecía. Las aves emergían del follaje cantando la alegría de
una nueva mañana en la tierra del Ngünechen
Un hombre delgado, vestido con una campera verde oscura, se acercaba con paso lento a la
playa. Llevaba algo como una pequeña urna en sus manos, la sostenía cual a una copa de cristal
que fuera a romperse al primer contacto con el frío punzante del alba.
Del otro lado, sentado en una piedra, ya lisa por la costumbre, como todos los días a esa hora
temprana, el anciano, apoyándose en su bastón ,trataba de aguzar la vista mirando quien sabe qué
misterioso objeto, lejos , hacia la otra costa del lago :quizás queriendo seguir el vuelo de algún
pájaro hasta la pequeña isla habitada por duendes nocturnos.
En realidad no buscaba nada en particular, sólo el hábito de ver siempre más allá. Con la mano
que le dejaba libre su bastón de caña lustrada, se acariciaba distraído la espesa y casi totalmente
blanca barba, que enmarcaba un rostro de líneas afiladas y labios carnosos. Su abundante pelo
plateado por el tiempo era juguete del viento y caía sobre sus ojos negros, sus ojos brujos,
todavía vivaces , como rebelándose a sus ochenta y pico de inviernos. Sus pies ,abrigados por
unas botas de gamuza y piel, apisonaban la arena y las pequeñas piedras que brillaban con sus
distintos colores a la luz del sol. Todo lo demás, en el paisaje ,era verde ,en sus diversos tonos;
menos el cielo azul y el lago plateado en su mitad ;y ahora, ya alto el sol, de un incomparable
azul-verdoso, en su otra mitad.
El hombre más viejo al divisar la pequeña lancha amarrada al muelle, fue atraído por la
presencia de aquel extraño que se subía a la embarcación sin dejar de proteger entre sus manos
esa misteriosa urna. _ Claro_ , pensó el profesor _ es una urna con restos humanos,
seguramente_ . La curiosidad lo hizo incorporarse trabajosamente, erguido parecía un rey moro,
alto, con su metro ochenta y nueve, enhiesto como el mástil de un viejo barco pirata. Sin
despegar la vista de la lancha, se acercó ,con paso de león, de antílope . Así mantenía todavía el
estilo en su andar.
En realidad, a su edad, tan cerca de su propia muerte ,era morboso interesarse en observar
aquella ceremonia fúnebre tan peculiar.
Pero el profesor siempre se había caracterizado por su ávida curiosidad, y los años no lo iban a
distraer de ella.
_Buenos Días_, dijo el anciano sin dar a entender que había comprendido bien lo que pasaba_
Buenas .._ contestó el hombre. Su pelo era castaño, sus facciones suaves y varoniles, pero en sus
ojos había tristeza. Sin embargo le sonrió con cordialidad de persona educada.
Sin esperar ser interrogado Abel, que así se llamaba el más joven, le explicó al anciano que en
esa urna estaban las cenizas de su madre. Según su último deseo, él iba a arrojarlas al lago, justo
en el sitio que ella le había señalado.
Debía ser a la altura de esa playa, y en la mitad de camino entre ésta y la isla de enfrente, distante
a 1,5 Km. aproximadamente.
El anciano quedó aún más intrigado y se animó a preguntarle a Abel, porqué tanta precisión y si
tanto ella como él eran de la zona.
Más desconcertante fue la respuesta negativa, ambos eran de Buenos Aires, su madre sólo un par
de veces en su vida había estado en ese lugar.
_Es largo de contar _, le dijo el hombre al anciano biólogo, como para desalentarlo en su
ansiedad por saber más.
Lejos de resignar su curiosidad, el viejo se acaricio la barba con su mano arrugada, y le pidió a
Abel que le contara.
_Es una vieja y triste historia de amor. No le va a interesar, seguramente _, agregó Abel.
_Bueno, yo ya soy un viejo aburrido, pero puedo todavía escuchar su historia ,joven _ dijo
curioso el anciano, con ese sarcasmo que le era propio.
_Suba a la lancha abuelo, acompáñeme al medio del lago y mientras le cuento _, le pidió Abel .
Ambos hombres fueron alejándose del muelle mientras el ruidoso motor de la lancha quebraba el
silencio de la fría mañana otoñal.
_ Sucedió hace muchos años _ , comenzó el relato con cierta tristeza en el tono de su voz, _mi
madre conoció por carta, en un correo de lectores, a un hombre; se enamoró locamente, y hasta
llegaron a conocerse en persona.... Pero el amor no prosperó, él se mostraba muy hosco y
desconsiderado con mi querida madre, que lo adoraba. Ella nunca dejó de escribirle, al
principio lo abarrotaba de cartas, luego se fueron espaciando, y más tarde ella escribía las
cartas pero no se animaba a enviarlas. Así fue pasando el tiempo. Transcurrieron muchos años.
Ella no volvió a verlo nunca más. Pero no lo olvidó._ siguió Abel _ En sus ojos siempre se
podía ver un brillo especial, que lucía desde que comenzó a amar a ese desalmado_. Abel
respiró profundo antes de seguir el relato -.Y al fin, cuando en su último aliento se despidió de
mi, y de sus nietos, que éramos lo que ella más quería , fue que me pidió tímida pero
resueltamente su última voluntad _ terminó diciendo Abel, con cierta amargura en su voz.
Mientras transcurría el relato, el viejo y rústico biólogo no sólo seguía cada palabra con avidez
sino que sus ojos comenzaron a enrojecerse en lo blanco, sin perder su misterio y embrujo. Su
mirada , otrora seductora y pícara, se tornó distante y hasta algo triste.
_ Continúe, hijo _ dijo el anciano , como acariciando con su mirada el rostro del hombre.
. Su voz era mas bien apagada, y a Abel le pareció vacilante, por una comprensible emoción,
pues seguramente, por su avanzada edad era pasible de caer en cierta melancolía .
Abel miró a los ojos a su interlocutor y terminó su relato visiblemente embargado por su dolor , _
Mi madre me pidió que sus restos fueran cremados y sus cenizas puestas en una urna de
cerámica. Luego yo debería venir aquí y arrojar la urna en este sitio exacto.
Era su voluntad reposar cerca de su amado, y en medio de las aguas donde alguna vez él la tuvo
en su pensamiento, hace más de tres décadas . Eso es todo _,concluyó el hombre, algo atribulado
.
Ya estaban llegando al lugar indicado. El motor acalló su ruido, algunas gaviotas se acercaron a
la embarcación batiendo sus alas y el sonido típico de sus gritos rompieron el silencio respetuoso
de la naturaleza. El anciano rozó las manos de Abel que sostenía la urna con las cenizas de su
madre, y lo miró suplicante. Abel vio sus ojos húmedos y enrojecidos, y escuchó su temblorosa
voz pidiéndole que le deje arrojar las cenizas de la
mujer a las aguas del lago, él mismo. No entendió, pero le entregó al anciano las cenizas de su
madre para que las dejara caer en la profundidad del lago.
De pronto el anciano preguntó, emocionado, sosteniendo con un cuidado amoroso los restos de
la mujer: _ Su mamá se llamaba Amelia?._ Sí _ ,respondió Abel sorprendido de que el anciano
supiera su nombre. _ Yo soy José Eduardo_ continuó el biólogo , _ Yo soy el mismo que tu
madre amó_ Estas últimas palabras se perdieron en el aire , porque su voz se apagaba más y
más...
Repentinamente, José Eduardo besó la pequeña urna de cerámica que contenían las cenizas entre
lágrimas que no se preocupó en contener. Esas cenizas habían sido antes los labios que una vez
besara, el cuerpo que nunca tocó, los ojos que aquella tarde lo miraron avorazados. Arrojó la
urna al agua .
Abel creyó escuchar un _¡ perdón, mi amor!_, en un suspiro agonizante de su garganta. El le
dijo eso ahora...él..., que no sabia pedir perdón, él... que no le había dicho nunca más amor, él...
que desviaba la vista cuando la espantaba con palabras crueles, que la habían lastimado
tanto...Sin embargo, ella nunca había dejado de quererlo.
El profesor sintió de pronto una congoja inexplicable, dados su carácter fuerte y su dureza de
espíritu.
Ella ya estaba para siempre ahí, cerca suyo, donde seguramente él pronto reposaría también.
José Eduardo pensó con alivio, que al final estarían juntos, como su “avecilla” le había dicho
alguna vez.
Regresaron en silencio a la costa,.Abel no supo qué decir, ni cómo tratar a aquel hombre que le
había dado a su madre lo mejor y lo peor de su alma. Pero ya ambos se habrían reconciliado.
Todo estaba bien. Amelia estaba en paz, donde quería y cerca de quien amaba, aún mas allá de la
muerte.
No hicieron falta despedidas, ni palabras agradables, sólo una mirada del viejo, en cuyo interior
Abel vio reflejada la imagen de su madre; como aquella mañana de febrero, cuando José
Eduardo la buscó en la playa, inútilmente.
En el rostro gastado del viejo se dibujó una casi dulce sonrisa. Se fue alejando con su andar de
león, de antílope , de cóndor evidente, calle arriba, al tiempo que fijaba sus todavía bellos ojos
pardos ...sus ojos brujos...en aquella gaviota que cruzaba el cielo, con sus alas de alondra.
Murmuró, entonces , muy bajo, casi imperceptible:
_“alondra gris, tu dolor me conmueve, tu pena es de nieve”._ . _Serían esos versos de Homero
Manzi?_ , pensó él; mientras revoloteaban en su frágil memoria de viejo vencido, aquellas rimas
que le escribiera una tarde de mayo a su “pajarita” :
Desde entonces, yo siempre lo veo llegar, a mi amor, bajando su calle de tierra , casi oculto bajo
los cipreses añosos, y él sabe que lo estoy esperando. Siempre ansioso por acercarse a las aguas
heladas del lago y ver mi sonrisa reflejada en su azul. Tiene la egoísta certeza que esa sonrisa es
sólo para él, sólo él me puede ver y oír mi canto de alondra,..su alondra...
FIN
A mi amor L. A.
Pero aquella tarde algo extraño me sucedió. Pasaba por la Av. Alvear y sin darme cuenta, casi
distraídamente, me detuve en una lujosa vidriera.
Debo confesar que me tentó....quizás solo pronunció las palabras que yo estaba
esperando...Entré al negocio y sobre el mostrador pude ver de cerca el vestido que extendía con
sumo cuidado la joven, sonriéndome complaciente.
Yo no podía creer que fuera a ser mío ..,en sus ondas azules veía lagos transparentes, en sus
rojizos el sol atardecido, en su verde...bosques aromáticos, en sus naranjas...flores silvestres, en
su fondo blanco..vuelos de gaviotas...
Encandilada lo rocé apenas con los dedos... Abrí mi bolso negro, hurgué dentro de él...y
aparecieron arrugados billetes,,,Todo lo que tenía, que era bien poco, se lo entregué
resueltamente a la empleada, que ya estaba escribiendo sobre un recibo de reserva mi
nombre...mencionando el número de articulo del vestido y destacando su exclusividad de diseño.
Era el último que quedaba en stock...
Me despidió aclarándome que el vestido ya era mío, y que solo debería retirarlo al día siguiente y
luego resolveríamos el modo de pago.
Salí del negocio con una sonrisa dibujada en mi cara y un brillo como de estrellas en los
ojos...caminé apresurada hacia la parada del 50. Solo unas horas me separaban del vestido....y
comencé a imaginármelo puesto, su suave tela acariciando mis muslos, su costura torneándome
el cuerpo, sus colores iluminando mi rostro....como si una brisa fresca me rejuveneciera, me
embelleciera como por arte de magia. Sí, era magia, definitivamente.
Esa noche soñé que lo lucia con la frente alta como una reina, sabiéndome merecedora de
sentirme majestuosa, envuelta en mi vestido; como si fuera un manto que me cobijara y
protegiera contra todo lo malo del mundo.
En las primeras horas de la tarde del día siguiente, estaba yo entrando entusiasmada a la boutique
con la boleta de reserva en mi mano.
Ah, el vestido, bueno.... tengo que decirle que desgraciadamente ha sido vendido, ya no lo
tenemos...ya fue.._ las palabras de la vendedora sonaron huecas en mi oído. No podía ser posible,
si había un compromiso de entrega, una seña pagada... Me dijo la muchacha que no me
preocupara , que el dinero me sería devuelto y me harían una atención...tal vez un pañuelo para
el cuello o... __
_ No!_ le dije con énfasis. Yo no quería ni una atención...ni el dinero de la seña....yo quería mi
vestido.
Periódicamente pasaba por la boutique...miraba la vidriera con la esperanza de volver a verlo ahí
esperándome...de vez en cuando entraba y preguntaba si no lo habían enviado de vuelta...Al poco
tiempo ya la empleada se mostraba poco amable conmigo, me decía que no insistiera que no
había tal vestido...que buscara otros... Yo tomé conciencia de mi obsesión..miraba de reojo otras
vidrieras sin acercarme....no me atraían esos brillosos y fastuosos vestidos que mostraban en
otros negocios..._Qué busca?_ me preguntaban algunas vendedoras....yo no buscaba nada
especial,,,buscaba lo que era mío, mi vestido.
Una tarde conversando con algunas vecinas, les comenté la historia del vestido...Una de ellas me
interrumpió diciéndome_ Te referís al vestido de la boutique de la Av. Alvear?_ y agregó sin
esperar mi respuesta:_ Yo lo lucí hace dos meses en una fiesta....lo alquilé por esa noche, aunque
luego me arrepentí por el alto costo del alquiler y ni siquiera salí en alguna foto con él_.
Yo la miré sin entender....pero cuando entendí lo que me estaba diciendo...la odié con todas mis
fuerzas y se lo dije, sin importarme lo que pudieran pensar ella y las otras mujeres. Ella se había
puesto MI vestido! Había sentido la suavidad de la seda en su piel, ajustándose a su cuerpo;
había lucido sus bellos colores...y no merecía más que yo haberlo tenido.
Quizás esa descarada se impuso ante la vendedora y le ofreció una propina para que se lo
alquilara. Y por qué esa empleada no me había propuesto a mí rentarlo al menos...? Pienso que
sería porque al ver mi entusiasmo temió que no quisiera devolverlo después....seguro que fue
eso...y prefirió alquilarlo a una mujer a la que le diera lo mismo un vestido que otro, y sólo lo
quisiera por una noche...
Fin
Te felicito por haber alcanzado tu sueño de ser Princesa,,,y que te ame así tu Príncipe Azul. Es
azul !!, vestido con su uniforme de aviador.
Cuando saliste al balcón del Palacio a saludar al pueblo que te aceptó como su princesa...y
besaste a tu esposo Guillermo, se cumplió tu sueño. Es el sueño de todas las niñas....encontrar su
príncipe azul,,. Casarse con un vestido de una cola de cinco metros, lucir las joyas de la reina,
pasear en una carroza bañada en oro...Qué maravilla! Pero no te envidio,,,porque si tuviera lo
que tenés aún me faltaría él...y si lo tuviera a él,,,no me faltaría nada más...
Es que donde encontraste tu sueño, ahí mismo, en ese balcón....se quedó atrapado mi sueño...una
mañana de verano,,,hace tiempo.; después de que él paseara por los Jardines de la Reina...y
seguramente fuera atraído por ese balcón de Palacio.
En el último e-mail que me envió desde Ámsterdam me decía que apenas llegara ese sábado me
llamaría por teléfono ...pero nunca hubo un llamado...y no quiso verme más. No se qué pasó allá,
qué embrujo le torció su voluntad..
Mi sueño es muy pequeñito al lado del tuyo, sin embargo no pudo ser...
El no es un príncipe rubio y joven,,,más bien es un profesor barbudo y hosco... cincuentón....pero
es a quien amo. Quizás lo hayas visto bajando la montaña algún invierno, o cruzando el Centro
Cívico apurado, como es su costumbre. Seguramente llamó tu atención su altivez y arrogancia.
El es así y así lo quiero.
Te pido, princesa, que la próxima vez que salgas al balcón busques en algún rincón acurrucado, o
en un hueco atascado o quizás escondido debajo de una baldosa...a mi sueño que quedó ahí. Y
cuando lo encuentres...lo liberes!!! Princesa, para que él y yo nos encontremos de nuevo como
me prometió una vez.
Te pido que busques mi sueño....con esmero y paciencia,,,hasta encontrarlo,,,porque mi pena
es grande ...y si acaso lo hallas, mi alegría será más grande que la tuya
ahora...Princesa....Gracias
Cordialmente,
Alondra
Vivir soñándote
dentro de mí,
yo húmeda y caliente
apretándote...
año 2000
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“Envidia al mar”
Agitará tu pecho
y te quitará el aliento
Envidio al mar
Cómo lo envidio!
“Llao Llao”
Se seca mi savia
mi flor se marchita
mi fruto se pasa
por favor,
no te vayas...
del todo.
enero 2001
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. enero 2001
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Mi amor
El Muro
“En vos”
Pienso en vos
Y vivo
Pienso en vos
Y sueño
Pienso en vos
Me duele...
Pienso en vos
Y espero
Y mientras espero
Pienso en vos..
....Estoy viva!
Cuando no te piense
Cuando no te sueñe
Cuando no me duelas
Cuando no te espere
No te habré olvidado
Es que entonces...
Ya estaré muerta.
20 marzo de 2002
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“Mi corazón”
30.01.02
publicado en www.palavreiros.com , homenaje a Pablo Neruda en el aniversario de su nacimiento, secciòn
Argentina, autora Enriqueta Ciarlo
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“Olvidarnos”
Cuando me olvides
Será como un viento frío
Que se lleve las últimas
Hojas del otoño
3 de junio de 2002
publicado en www.palavreiros.com , homenaje a Pablo Neruda en el aniversario de su nacimiento, secciòn
Argentina, autora Enriqueta Ciarlo
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Sin miedo.
23 de junio 2002, a la 1 y pico de la mañana del día que mi mamá (fallecida en 1973) cumpliría
80 años
publicado en www.palavreiros.com , homenaje a Pablo Neruda en el aniversario de su nacimiento, secciòn
Argentina, autora Enriqueta Ciarlo
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abrazarte
Soy tuya!
A veces...
Últimamente...
Intuyo que ya no sos
El hombre de carne
Que habitaba mis desvelos
Sino sólo un personaje,
Del mundo de las ideas,
Así plasmado en mis versos,
Cosquilleándome los sueños...
Yerma
Agosto 2002
Vestida de lluvia
agosto 2002
publicado en la revista barrial de Lugano VECINOS en marzo 2003
Mis primaveras
Y fui deshilándome
Poco a poco, perdiendo
Todas mis primaveras.
Sin permiso
5.9.2002
FIN
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no incluidos en el libro
INTI
Te vi llegando hasta mí
Mas no terminaste de llegarme
Y yo me quedé mirándote
Mis brazos extendidos
El corazón abierto en llamas
Mis labios húmedos, ardidos
De alborozado desconcierto.
Oh, desolación!
OH, desolación!
09/06/2003
Desde el alma
Te sueño imaginando
Con el corazón te toco
Te escribo mil poemas
Para oler tu viento
Y persigo tu huella
Dibujando senderos
Te reflejas en mis ojos
en el fondo de mi espejo
Te siento, te toco, te pienso
Y te amo , desde el alma.
Julio2003
Cumpleaños
3/7/03
Si no sabes más de mí
Lilinquen 7.7.2003
La Revelación
Alondra se había convertido en una dulce anciana, Los años fueron generosos con ella.
Ese no era su nombre real, era un seudónimo que usó durante años; y tanto se identificaba con él
que decidió adoptarlo para siempre. Sobre todo porque algunas amigas gustaban llamarla así, y
por alguna otra razón misteriosa que ella no revelaría a cualquiera.. Ya había casi olvidado su
verdadero nombre. Después de todo, pensaba, el nombre es identidad y una tiene todo el
derecho a elegir cómo quiere ser llamada y recordada. Detrás de su carácter dócil la anciana
poseía una manera de ser independiente y de fuertes convicciones. Infundía respeto, ocultando
su vulnerabilidad No iba a declinar su manera de pensar porque la tildaran de loca, rara, tonta o
tozuda..
Aún conservaba sus facciones suaves y sus ojos tristes, de tan soñadores. Usaba el pelo
corto. Era todo de nieve, tan blanco y brillante, que se podían ver estrellitas mientras lo peinaba
cada mañana.
Sus manos, algo regordetas, que heredó de su madre, eran bellas, a juzgar por la opinión
que de ellas tuvieron algunos hombres que pasaron por su vida.
Alondra vivía desde hacia algún tiempo en una tranquila residencia para ancianos que le
había encontrado su amado hijo. El viajaba mucho y quería para su madre un lugar donde
pudiera sentirse cómoda y encontrarse con personas de su edad.
Además, allí estaba rodeada de frondosos árboles, flores perfumadas y el canto de los
pájaros, que le daban marco al amplio parque.
Ella era casi feliz. Su cara reflejaba la paz que reinaba en su alma. Lo que atesoraba de lo
vivido, era el amor de su hijo y algunas amigas y familiares que aún frecuentaba; sus libros y
poemas: y el recuerdo de los animalitos que la habían acompañado a lo largo de su vida. Más
que suficiente para ella. Su última compañera había sido una gatita, que fue su consuelo durante
veinte años.
Por las mañanas Alondra solía leer recostada en una reposera en el jardín. Por las tardes,
en la sala de la residencia, mantenía largas conversaciones con las gentes más cultas y amistosas
. Había hecho un puñado de amigos, con quiénes compartía agradables momentos.
Pero muchas veces prefería quedarse sola escuchando música, o poemas e historias, que
leían en la radio locutores de voz impostada, mientras ella tejía al crochet, como hace
muchísimos años había visto hacerlo a su abuelita Vicentina. A cada lazo que entrecruzaba le
parecía entretejer estrellas, al tiempo que imaginaba historias, fruto de su temperamento
romántico y su gusto por escribir.
Sin embargo, rara vez escribía. Desde hacía tiempo había dejado de fabular cuentos y
de llorar poemas de amor.
El tejido, al que le dedicaba gran parte de la vigilia, se hacia interminable, pues solía
destejerlo de tanto en tanto, para luego volver a recomenzar.
Parecía ser una bufanda, de un intenso color rojo.
Esa tarde, mientras estaba tejiendo en la sala principal, la dueña de la residencia se
acercó a todos para presentarles a un nuevo huésped. El era un viejito muy alto, de abundantes
cabellos blancos y enrulados, que llevaba descuidadamente largos. Sus ojos eran muy negros y
de mirada intensa, enmarcados en tupidas cejas. Su rostro se adivinaba de líneas afiladas, debajo
de su abundante barba, completamente cana.
Caminaba con dificultad, ayudado por un elegante bastón de fina caña.
El viejo recorrió los rostros de todos y fijó la vista en ella. Alondra lo miró. Por un
instante, le pareció reconocer esa mirada. Pero no.
Ya no buscaba más en miradas de extraños, la que había perdido hacía tanto tiempo.
Ese hombre, del que no alcanzó a escuchar su nombre, tan distraída con su tejido, lucía
muy callado y con una expresión distante en sus ojos , como si hubiera “caído “ allí por un
lamentable error.
Aquella noche, en la cena, sirvieron ravioles de ricota con tuco. Era domingo. Y las
pastas “reinaban” en aquel sitio tranquilo, cada domingo.
Alondra se fue a dormir temprano después de cenar. Normalmente se quedaba de
sobremesa charlando con los demás, pero esa noche se sentía especialmente cansada.
Su habitación era pequeña , luminosa y muy cálida. En las paredes colgaban cuadros de
su madre, una otrora talentosa pintora. Representaban bucólicos paisajes cordobeses.
La cama de Alondra estaba cubierta por una colcha de lana, que ella misma había tejido el
año anterior. Era multicolor, azul, roja, amarilla y verde. Le gustaban los colores alegres y
juveniles. Ella siempre decía que era una joven atrapada en el cuerpo de una anciana.
En la mesita de noche, la foto de su hijo, sonriéndole, la contemplaba. Se puso el
camisón rosado , y se acostó. Apagó la luz, y pronto una luminosidad incomparable asomó por la
ventana. Era la luna. Alondra la contempló un momento. Iba a cerrar el cortinado de voile
blanco, cuando algo la detuvo. Creyó sentir un extraño llamado. Podía ser ella, la
luna, que quería decirle algo? Se estremeció. El corazón comenzó a palpitarle aceleradamente.
Miró fijamente la blanca y redonda luna rodeada de brillantes estrellas pequeñitas.
Era una noche magnífica. Entonces, se sintió transportada a lo más alto del cielo, como
antes, cuando “volaba” soñando imposibles. La luna le estaba revelando algo, importante y
definitivo. Le estaba diciendo que “él” estaba ahí, muy cerca de ella; y que el destino los iba a
reunir para siempre. Pronto, gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas, sin control. La congoja la
hizo suspirar. Podía acaso llegar la felicidad en el final del camino? La oscuridad y el silencio
envolvieron sus ansias. Intentó dormir.
La mañana la encontró con los ojos bien abiertos y el corazón trémulo como una hoja a
merced del viento. Se vistió torpemente. Fue al comedor. Si no lo hacía, pensó, iban a notar su
ausencia. Entonces, iba a ser peor para ella tener que explicar aquella revelación de la luna.
Se sentó y tomó una tostada con mermelada de frambuesa La única que quedaba en el
plato.. No era muy temprano, y la mayoría de los viejitos ya habían desayunado y, seguramente,
estarían disfrutando de un paseo por el parque o conversando sentados en la sala.
Afuera había estallado la primavera. Alondra salió a la galería. Se sentó en un sillón de
mimbre. Sus manos temblaban, y todo su ser, como si acabara de cumplir los quince y ... El, ya
la había visto antes que ella lo reconociera, detrás de las glicinas. Era él, sin duda. Ella no podía
contener su emoción. Pensó, cómo sería poder abrazarlo por primera vez. O tomar su mano .
Apenas si había sentido la fugacidad de su beso en los labios, aquella mágica tarde de otoño de
principios de siglo. Sus manos apretaron el tejido, desesperadamente.
El le sonrió. Se acercó a ella , inclinando levemente su cabeza, como hace tantos años al
entrar a la confitería de Córdoba y Callao. Clavó sus negras pupilas en las suyas, y exclamó: _
Alondra?_
Ella no pudo hablar, los ojos se le llenaron de lágrimas; y sus labios, como un pimpollo
encarnado y bañado de rocío, se entreabrieron en una sonrisa. Sólo balbuceó:
_ Hola, Luis Alberto_.
Luego, se incorporó y rodeó su cuello con la bufanda roja que acababa de terminar.
Le sentaba tan bien el rojo ...
FIN
Lilinquen
Publicado en el diario digital Rio Negro, sección “cuéntanos tu historia”
Lilinquen
“...nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sin su futuro
y sin su cielo
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
quizá tuviera un alma triste
como mi alma...
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena