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09/03/2022
¿Por qué llamar “defensas” a un sistema que no nos defiende puesto que no
hay ningún ataque del que defenderse? ¿O por qué utilizar la palabra
“inmunidad” cuando es perfectamente lógico que la vida misma implica que
en algún momento se sufren daños, que no somos máquinas invulnerables
o indestructibles? Una breve síntesis de los descubrimientos más
relevantes en este campo permitirá quizá entender por qué he propuesto
esa denominación.
LA SIMBIOSIS ES LA CLAVE
En nuestro cuerpo hay una media aproximada de 37 billones de células [6],
un uno por ciento de las cuales — es decir, unos 372 mil millones— muere
cada día y deben reponerse. Parte de los restos de las células muertas se
aprovechan y otra parte hay que eliminarla incluyendo los productos de
deshecho del metabolismo celular. Es una operación idéntica a la gestión de
las basuras en un pueblo, y en ambos casos son tareas fundamentales para
la salud medioambiental, ya sea el medio ambiente de una población o el
medio ambiente interno del cuerpo: es indispensable eliminar la basura y
hacerlo diariamente para impedir que se acumule. También en ambos casos
es una tarea que se hace de noche, cuando el resto de trabajadores está
descansando [7].
Tenemos pues una primera labor, quizá la más importante, pero que pasa
desapercibida por llevarse a cabo de modo cotidiano, con enorme eficacia y
en silencio, es decir, sin provocar “síntomas” visibles. A esta tarea hay que
añadir otras más complejas e igualmente necesarias para la supervivencia,
entre ellas, las que garantizan una correcta producción de energía y las que
actúan para garantizar una adecuada relación de convivencia en nuestro
ecosistema interno: población microbiana, células y los microorganismos
integrados en su interior e incluso como parte de su genoma [8].
REFERENCIAS:
https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO0202330537A
http://www.somosbacteriasyvirus.com/sorpresasgenoma.pdf.