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El mito de la inmunidad

09/03/2022

A raíz de la imposición de la falsa Teoría Microbiana de la Enfermedad que


—como vimos en un anterior artículo [1]— considera a los microbios como
invasores, fue conformándose una idea complementaria según la cual
poseíamos ejércitos defensores que se enfrentaban a ellos.

La Enciclopedia Británica explica que se trata concretamente de dos


ejércitos, uno innato y otro adquirido, y añade: “ambos sistemas funcionan
juntos para impedir que organismos penetren y proliferen dentro del
cuerpo” [2]. Es decir, que el supuesto “sistema inmunitario” refuerza dos
ideas que —como ya vimos— nunca se han demostrado: que los microbios
vienen del exterior del cuerpo, y que son causantes de enfermedades; y
añade una tercera: que disponemos de un sistema específicamente
dedicado a neutralizar o destruir a esos peligrosos invasores, y que gracias
a ese sistema conseguimos inmunidad, es decir, nos convertimos en
invulnerables.

Debido a la mirada pasteurizada, los descubrimientos sobre mecanismos


biológicos relacionados de una forma u otra con microorganismos se
interpretaron siempre desde un punto de vista belicista, considerándolos
parte de un supuesto “sistema defensivo” en lo que la medicina moderna
considera una guerra contra los microbios, decretada por Pasteur y sus
adláteres.

Pero surgían preguntas que ponían en entredicho la visión belicista


dominada por una oposición entre lo “propio” y lo “extraño” ya que sí la
misión del “ejército defensivo” es combatir lo extraño para proteger lo
propio, ¿por qué el “sistema inmunitario” no reacciona contra el embrión al
que podríamos considerar un cuerpo extraño? O ¿cómo se explican las
llamadas “enfermedades autoinmunes” en las que el “sistema inmunitario”
se vuelve contra el propio cuerpo? O ¿por qué el “ejército defensivo” no
actúa contra la flora intestinal o contra las células cancerosas? Y ¿cómo es
posible que si el “VIH” destruye las “defensas”, se sigan fabricando
“anticuerpos” con los que se da positivo a los test de VIH?

MICROECOLOGÍA: UNA REVOLUCIÓN


PENDIENTE
Estas y otras muchas preguntas ponen de manifiesto que —con honrosas
excepciones de profesores inquietos [3]— la biología no es como nos la
contaron en el instituto y como se enseña en la mayoría de las
universidades. De esta manera, y partiendo de lo que explicábamos sobre la
verdadera función de los microbios y su papel en el origen y la evolución de
la vida sobre la base de la simbiosis, podemos hacernos una sola pregunta
que lo abarca todo y cuya respuesta no necesita formación especializada
sino puro sentido común. Esa pregunta es: ¿Tendría sentido que la vida
hubiese impulsado la cooperación entre microbios hasta el punto de
convertirlos en parte de nuestro ser y que al mismo tiempo nos dotara de
armas para exterminarlos?

Lo poco o lo mucho que llevo aprendido sobre biología y salud me dice


claramente que no tendría el menor sentido. Pero lo que sí tendría mucho
sentido es que la naturaleza se haya ocupado de dotarnos de herramientas
biológicas que nos sirvan para regular y mantener esa colaboración con los
simbiontes, clave para la vida y la salud. Herramientas que vienen siendo
incorrectamente interpretadas como “sistema defensivo” debido al prejuicio
belicista pasteurizado.

Por el contrario, desde la perspectiva global ecológica que plantea la Nueva


Biología [4] y que observa al ser humano como parte de una comunidad
viviente colectiva, interconectada mediante la simbiosis, las herramientas
biológicas de las que venimos hablando no pueden ser “defensas” puesto
que no hay “ataques”, más bien intervienen en la salud en la medida en que
actúan sobre la simbiosis, y es por eso que he propuesto [5] denominarlo
Sistema de regulación de la Simbiosis, no por el capricho de cambiar un
nombre, sino para que —al igual que otros sistemas del cuerpo— su
nombre aluda a las funciones que cumple.

Llamamos “sistema digestivo” al conjunto de órganos que llevan a cabo la


digestión; llamamos “sistema circulatorio” al conjunto de órganos y
elementos que organizan la circulación; llamamos “sistema respiratorio” al
conjunto de órganos, conductos y otros elementos, que llevan a cabo la
respiración; y así sucesivamente.

¿Por qué llamar “defensas” a un sistema que no nos defiende puesto que no
hay ningún ataque del que defenderse? ¿O por qué utilizar la palabra
“inmunidad” cuando es perfectamente lógico que la vida misma implica que
en algún momento se sufren daños, que no somos máquinas invulnerables
o indestructibles? Una breve síntesis de los descubrimientos más
relevantes en este campo permitirá quizá entender por qué he propuesto
esa denominación.

LA SIMBIOSIS ES LA CLAVE
En nuestro cuerpo hay una media aproximada de 37 billones de células [6],
un uno por ciento de las cuales — es decir, unos 372 mil millones— muere
cada día y deben reponerse. Parte de los restos de las células muertas se
aprovechan y otra parte hay que eliminarla incluyendo los productos de
deshecho del metabolismo celular. Es una operación idéntica a la gestión de
las basuras en un pueblo, y en ambos casos son tareas fundamentales para
la salud medioambiental, ya sea el medio ambiente de una población o el
medio ambiente interno del cuerpo: es indispensable eliminar la basura y
hacerlo diariamente para impedir que se acumule. También en ambos casos
es una tarea que se hace de noche, cuando el resto de trabajadores está
descansando [7].

Tenemos pues una primera labor, quizá la más importante, pero que pasa
desapercibida por llevarse a cabo de modo cotidiano, con enorme eficacia y
en silencio, es decir, sin provocar “síntomas” visibles. A esta tarea hay que
añadir otras más complejas e igualmente necesarias para la supervivencia,
entre ellas, las que garantizan una correcta producción de energía y las que
actúan para garantizar una adecuada relación de convivencia en nuestro
ecosistema interno: población microbiana, células y los microorganismos
integrados en su interior e incluso como parte de su genoma [8].

Todas estas funciones podrían reunirse bajo diferentes denominaciones


mucho más coherentes y que responderían a una realidad biológica:
“sistema de reciclaje”, “sistema de regulación de flujos de energía”, “sistema
de emergencia anti estrés”… o procurando reunirlo todo y simplificar,
podríamos sencillamente llamarlo “Sistema de Regulación de la Simbiosis”,
haciendo referencia a la finalidad última de todas estas tareas que no es
otra que la buena convivencia.

Aunque el funcionamiento de este sistema implica numerosos elementos en


interacción con otros sistemas, como el linfático, el hormonal, el nervioso, el
circulatorio, el respiratorio o el termorregulador; con los ritmos biológicos,
los procesos de crecimiento y desarrollo, el psiquismo y las emociones; todo
ello conectado a través de nuestro mar interior con las células y los
simbiontes, destaco algunos elementos fundamentales para el tema que
nos ocupa, a partir de las investigaciones recogidas y puestas en conexión
por el doctor Heinrich Kremer [9].

Los “operarios” encargados de llevar a cabo los trabajos que he apuntado


son una multitud de células especializadas entre las que destacan dos
tipos:
—Linfocitos T (maduran en el Timo): se encargan principalmente del
reciclaje y eliminación permanente de las células muertas; son los
“basureros”.

—Linfocitos B (producidos en la Médula Ósea: Bone Marrow): actúan de


forma puntual para corregir desequilibrios ecológicos en el medio interno,
eliminando elementos que rompen la armonía de la convivencia que implica
la simbiosis y que pueden resultar tóxicos.

Además de sus funciones como “basureros”, los Linfocitos T están también


implicados en las complejas reacciones metabólicas relacionadas con el
estrés celular interactuando con los simbiontes y un gas denominado Óxido
Nítrico que se produce en todas las células y lleva a cabo importantes
funciones que vienen investigándose desde tiempo [10] y que incluyen la
regulación de reacciones metabólicas, servir de neurotransmisor entre los
sistemas nerviosos, eliminar elementos extraños o tóxicos y modular los
perfiles químicos de los Linfocitos T para que cumplan con sus funciones.

En definitiva, lo que en un primer momento debido a la influencia de la


Teoría Microbiana se interpretó como un sistema defensivo y se impuso
igualmente debido a intereses de poder sin debate alguno, es, a a luz de las
nuevas investigaciones, un sistema de limpieza y reciclaje, de
aprovechamiento de la energía vital y de regulación de convivencia con
nuestros microbios. No hay defensas porque no hay invasores; no hay
inmunidad porque somos seres vivos sometidos a desequilibrios. Y como
consecuencia de todo ello, no hay posibilidad de entrenar a ningún ejército
defensivo, o dicho de otro modo: las vacunas no tienen sentido biológico…
pero eso lo explicaremos en un próximo artículo.

REFERENCIAS:

La salud no es una guerra: https://diario16.com/la-salud-no-es-una-


guerra/
https://www.britannica.com/science/immune-system#ref700720
Blázquez, MJ. El instituto: huellas y semillas. Murcia, Cauac Editorial
Nativa, 2017.
Sandín, M. “Hacia una nueva biología”. Arbor, CLXXII, 677 (mayo), 167-213.

Sandín, M. “Una nueva biología para una nueva sociedad”. Política y


Sociedad, Vol. 39, núm. 3, 2002.

https://revistas.ucm.es/index.php/POSO/article/view/POSO0202330537A

García Blanca, J. La Sanidad contra la Salud: una mirada global para la


autogestión. Madrid, Ediciones i, 2015.
Bianconi, E y equipo. “An estimation of the number of cells in the
human body”. Ann Hum Biol. 2013. Nov-Dec; 40 (6): 463-71.
Hässig, A, Kremer, H, Liang, W-X y Stampfi, K. “Pathogenesis of
inmune suppression in hypercatabolic diseases. AIDS, septicaemia,
toxic schock syndrome and protein calorie malnutrition”. Continuum, 6,
vol. 4, 1997 (http://www.virusmyth.com/aids/hiv/ ahpathogen.htm);
Hässig, A, Kremer, H, Liang, W-X y Stampfi, K. “Stress-induced
suppression of the cellular immune reactions. A contribution on the
neuroendocrine control of the immune system”. Medical Hypothesis
(1996) 46: 551-555 (http://
www.virusmyth.com/aids/hiv/ahstress.htm).
Sandín, M. “Las sorpresas del genoma”. Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. 96
(3-4), 2001, 345-352.

http://www.somosbacteriasyvirus.com/sorpresasgenoma.pdf.

Kremer, H. The Silent Revolution in Cancer and AIDS Medicine. Xlibris


Corporation, 2001.

Kremer, H. “Gaseous nitrogen monoxide as a bioenergetic regulator within


and between living cells —the gas war between humans and microbes”. En
The Silent Revolution in Cancer and AIDS Medicine. Xlibris Corporation

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