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Cultura alimentaria,
cocinas y patrimonio
SECRETARÍA DE CULTURA DIARIO DE CAMPO
María Cristina García Cepeda Cuarta época, año 2, núm. 4
SECRETARIA Enero-abril de 2018
ASISTENCIA EDITORIAL
Marco Antonio Campos Zapata
IMAGEN DE PORTADA
Frijoles
Fotografía © Coordinación Naciona de Antropología
Diario de Campo, cuarta época, año 2, núm. 4, enero-abril de 2018, es una publicación cuatrimestral editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, Secretaría de
Cultura, Córdoba 45, col. Roma, deleg. Cuauhtémoc, CP 06700, Ciudad de México. Editor responsable: Benigno Casas de la Torre. Reservas de derechos al uso exclusivo: 04-
2014-063012421300-102; ISSN: 2007-6851, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Licitud de título y contenido: en trámite, otorgada por la Comisión
Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Domicilio de la publicación: Hamburgo 135, Mezzanine, col. Juárez, deleg. Cuauhtémoc,
CP 06600, Ciudad de México. Imprenta: Taller de impresión del INAH. Av. Tláhuac 3428, col. Culhuacán, deleg. Iztapalapa, CP 09840, Ciudad de México. Distribuidor: Coordina-
ción Nacional de Difusión del INAH: Hamburgo 135, Mezzanine, col. Juárez, deleg. Cuauhtémoc, CP 06600, Ciudad de México. Este número se terminó de imprimir el 16 de
noviembre de 2018, con un tiraje de 1 500 ejemplares.
Índice
Introducción 4
Enfoques
Cocina, gastronomía y modernidad:
hacia una definición de lo gastronómico 6
Steffan Igor Ayora Diaz
Entrevista
Tradiciones culinarias del noreste. Entrevista a Jaime Gutiérrez,
el Conde de Agualeguas, cronista del municipio de Agualeguas, Nuevo León 86
Iris Sabdi Hernández Manrique
En imágenes
Todo lo que camina, corre y vuela… pa’ la cazuela. Ra n’go de ga hñuni ma hai 96
Lilia Hernández Albarrán
Diversa
Cuando el sentido acontece. Una mirada metodológica sobre la narrativa
y la cosmología desde una comunidad nahua de la Sierra Norte de Puebla 113
Eliana Acosta Márquez
Peritajes antropológicos
Relevancia del peritaje antropológico en un caso por portación de armas
dentro del sistema acusatorio adversarial 126
Xóchitl Zolueta Juan
Proyectos inah
Proyecto Estrategias de Supervivencia Doméstica y sus Consecuencias
en la Salud y Nutrición en México 131
Mónica Paola Zúñiga Escobar
Reseñas analíticas
Utopística agroecológica
Reseña crítica del libro: Miguel Ángel Huato y Víctor M. Toledo (2016). Utopística
agroecológica. Innovaciones campesinas y seguridad alimentaria en maíz. Puebla: buap 135
Benito Ramírez Valverde
issn: 2007-6851
p. 6-p. 14
Fecha de recepción del artículo: febrero de 2017
Fecha de publicación: abril de 2018
Título del artículo en inglés: Cuisine, gastronomy and modernity: toward a definition of
gastronomy
Resumen
En este artículo se sostiene que es necesario distinguir conceptualmente entre los térmi-
nos cocina, alta cocina y gastronomía. Esta distinción es necesaria en un contexto global en
que: 1) la confusión entre los términos cocina y gastronomía impone formas “modernas” a
lo que se afirma como “tradicional”; 2) las cocinas se inscriben en el mercado turístico culinario
global; y 3) los Estados-nación producen formas hegemónicas que borran las diferencias
culturales, manifestadas en las formas de cocinar y significar la propia cocina.
Abstract
This article presents the argument that in anthropology it is necessary to differentiate between the
concepts: cooking, haute cuisine, and gastronomy. This is a necessary distinction in a global con-
text in which 1) the confusion between cooking and gastronomy imposes “modern” structures on
a practice regarded as “traditional”; 2) different cuisines are inscribed into the global market of cu-
linary tourism; and 3) nation-states produce hegemonic forms that erase cultural differences ex-
pressed through cooking and its multiple meanings.
En un libro reciente, el historiador José Iturriaga declara con respecto a la gastronomía que “[…] den-
tro de dicho término debe entenderse […] a todas las expresiones culinarias de las diversas regiones
y de los distintos estratos sociales; destacadamente la cocina indígena” (Iturriaga, 2015: 15). Me pa-
rece necesario entender esta declaración en el contexto del trabajo de ese autor para integrar el
dosier de la cocina mexicana en la lista del patrimonio cultural intangible de la unesco, dentro de la
que ésta fue incluida en 2010. Por ello, considero importante distinguir desde la antropología en-
tre distintos términos que utilizamos al referirnos a las prácticas, valores y objetos culturales sig-
nificativos para distintos grupos de personas. En particular, me interesa distinguir en este artículo
los sentidos de cocina y gastronomía, ya que su uso como sinónimos o equivalentes puede conducir
a confusiones conceptuales, con consecuencias para el análisis crítico de las prácticas sociales, có-
digos de significado y valores que acompañan a las prácticas culinarias de distintos grupos étnicos,
locales y regionales.
Argumento que gastronomía es un término que nació y se hizo significativo en el contexto del
surgimiento de la modernidad y de ideas decimonónicas que lo acompañaban y promovían distin-
tas estrategias, creando y sosteniendo mecanismos sociopolíticos que, por una parte, separaban y,
por la otra, legitimaban la separación entre distintas clases sociales y distintas naciones. También
señalo que cocina es un término útil para referirnos a conjuntos de prácticas culinarias que pue-
den tener una larga historia o ser recientes, pero que son de carácter distinto a aquéllas relacio-
nadas con la gastronomía. Sostengo que la designación de cualquier cocina regional (en este caso la
indígena michoacana) como paradigma de una cocina nacional se manifiesta mediante un conjunto
de acciones sociopolíticas y culturales que promueven la homogeneización ideológica de prácticas
culinarias diversas y, por lo tanto, el desdibujamiento de las diferencias culturales que sustentan
distintas formas de identidad étnica, regional y nacional. En consecuencia, este proceso de homo-
geneización, aunque ventajoso para convertir y promover la comida cotidiana en un bien de consu-
mo turístico global, puede coartar potencialmente el dinamismo y creatividad que caracterizan a
las cocinas locales, regionales y étnicas.
Gastronomía y modernidad
Existe una amplia discusión en las ciencias sociales y las humanidades sobre qué es lo que carac-
teriza a la modernidad. Aunque Latour (1991) ha argumentado que nunca hemos sido modernos,
distintos autores clásicos —incluyendo a Durkheim y Weber— imaginaron la modernidad como el
resultado del desencanto del mundo y la consolidación de instituciones que regulan, legislan y orga-
nizan la vida social (Wagner, 2001). En este sentido, la modernidad se caracteriza por la secularización
o desencanto del mundo y por un proceso de creciente racionalización. Esta última característica
nos conduce cada vez a una mayor diferenciación y autonomía de las distintas esferas que constitu-
yen la vida social —religión, política, economía, cultura, ciencia, tecnología, etcétera— (Lash, 1997).
Parte de esta autoconciencia moderna ha sido el desarrollo y enaltecimiento del papel que
juega el conocimiento científico en este proceso de secularización y racionalización, que justifica
la universalización de los principios de la ciencia y aquello que Habermas (1984) llama la “coloni-
zación de la vida cotidiana”; esto es, la diseminación y apropiación gradual de los principios de ra-
cionalidad en todas las esferas de actividad humana. Para ilustrar esto, pensemos, por ejemplo, en
cómo desde finales del siglo xviii la medicalización de la infancia contribuyó a normar y organizar
racionalmente las prácticas privadas de la familia, incluyendo la distribución de los espacios do-
mésticos (Donzelot, 1979).
Es en el periodo inmediatamente posterior a la Revolución francesa donde podemos en-
contrar las fuentes de la emergencia de un acercamiento racional, “científico”, al acto de comer.
Francia fue la cuna de la gastronomía, en parte como efecto de este proceso de racionalización
y de celebración del conocimiento científico. Remitiéndonos a los textos fundadores de la gas-
tronomía, encontramos que en 1825 Jean Anthelme Brillat-Savarin publicó su libro Fisiología del
gusto. Este texto fundacional se encuentra aliñado con abundantes aforismos —entre los que des-
taca el célebre “dime qué comes y te diré quién eres”, repetido posteriormente por autores como
Balzac, en Francia, y Feuerbach, en Alemania— e integra discusiones eruditas acerca de lo que
constituye el “buen comer”. En efecto, en la sección del libro titulada “Definición de gastronomía”,
Brillat-Savarin pretende fundar la gastronomía como una ciencia y escribe:
En las postrimerías del siglo xx fue posible descartar de manera anacrónica las propuestas de Bri-
llat-Savarin como “pseudociencia” (Flandrin, 1996/1999: 432). Es importante destacar que, en
su momento, este autor contribuyó a generar la comprensión moderna del término gastronomía
como un conjunto de leyes que permiten establecer qué es lo que constituye el “buen comer” y
Estado-nación “moderno” (Anderson, 1983). En distintos lugares los textos fundadores de la na-
ción han debido legislar las formas de cocinar y comer. Algunos ejemplos: en España, recetarios
de los siglos xix y xx buscaron sistematizar y reglamentar la cocina nacional (Anderson, 2010);
el texto de 1891 escrito por Pellegrino Artusi contribuyó a imaginar la nación culinaria italiana
(Camporesi, 1970), y distintos chefs —incluyendo a Carême, Escoffier y otros— contribuyeron
a ligar la nación francesa con su gastronomía (Ferguson, 2004). Un proceso similar puede en-
contrarse en México, donde la cocina del Altiplano se convirtió gradualmente en la de la nación
(Bak-Geller, 2011; Pilcher, 1998).
En su análisis de la emergencia del “campo gastronómico” en Francia, Ferguson distingue
entre la cocina regular, dirigida a satisfacer las necesidades de los comensales, y la alta cocina, pro-
pia de la aristocracia y las clases altas, caracterizada por una mayor complejidad y sofisticación
(en la alta cocina, la sofisticación es un valor significativo). Para Ferguson, el campo gastronómico
se constituye mediante la hipercodificación de las reglas para cocinar, pero también, y de mane-
ra importante, por la existencia de todo un conjunto de textos: recetarios, crítica culinaria, ensa-
yos sobre el significado de la cocina y la comida, y en Francia los textos exploraron los lazos entre
la cocina y una región o entre la cocina y la nación (Ferguson, 2004: 103-109).
En mi trabajo distingo entre lo que llamo ensamblaje culinario y ensamblaje gastronómico. Al
menos en el caso de la gastronomía yucateca he hallado que tanto la cocina como la gastronomía se
han acompañado de la proliferación de textos que buscan definir sus contornos. Al igual que Fergu-
son, en un inicio los llamé “campos” (Ayora, 2010, 2012), pero ahora encuentro que el concepto de
campo sugiere una cierta autonomía e impermeabilidad, así como un carácter estático que repre-
senta indebidamente el proceso de cambio continuo en la cocina y gastronomías de la región.
En consecuencia, ahora prefiero el término ensamblaje, de inspiración deleuziana (Lan-
da, 2006), ya que reintroduce las dimensiones de permeabilidad y cambio en lo culinario y lo
gastronómico (Ayora, 2014, 2017). Así, el ensamblaje culinario es el conjunto de ingredientes, re-
cetas, técnicas y tecnologías requeridas para la producción y el consumo de los alimentos, además
de la etiqueta necesaria para su consumo. Este ensamblaje es dinámico, lúdico, abierto a la experi-
mentación e innovación proveniente de otras cocinas y puede ser rápidamente cambiante. En con-
traste, el ensamblaje gastronómico es el conjunto de ingredientes, recetas, técnicas y tecnologías
requeridos para la producción y consumo de los alimentos, así como la etiqueta necesaria para su
consumo. Sin embargo, este ensamblaje es aparentemente más cerrado a otras influencias culina-
rias, resistente a la experimentación e innovación, además de estático; no obstante las apariencias,
cambia, aunque más lentamente que el ensamblaje culinario. Ambos ensamblajes se acompañan
de una proliferación textual acrecentada por las nuevas tecnologías de información y comunica-
ción. Adicionalmente, estos dos ensamblajes se encuentran estrechamente ligados, aunque el gas-
tronómico se ha derivado del culinario y los cambios en uno conducen a cambios —más o menos
rápidos, según el caso— en el otro.
repetir que la cocina yucateca es “mexicana” sólo en virtud de haber quedado históricamente si-
tuada dentro de los límites políticos, históricos y arbitrarios que definen los confines del moder-
no Estado-nación mexicano. Por razones que he explicado con abundancia en otros textos (por
ejemplo, Ayora, 2010, 2012), la cocina yucateca ha sido creada como distinta y en oposición a la
mexicana. Más aún, históricamente, los lazos culturales, comerciales y políticos de la sociedad
yucateca tienen una fuerte raigambre con áreas de la región del Gran Caribe, por lo que la cocina yu-
cateca es más caribeña que mexicana, y se le atribuye localmente una disposición cosmopolita (Ayo-
ra, 2013). En consecuencia, en 2012, en una respuesta velada a la inclusión de la cocina mexicana
en la lista de la unesco, el Gobierno del Estado de Yucatán emitió dos declaratorias: 1) la cocina yu-
cateca se considera parte del patrimonio cultural intangible de la población del estado, y 2) Vallado-
lid, ciudad en el oriente del estado, fue declarada “cuna de la cocina criolla yucateca”. Esta última, en
particular, subraya la disposición cosmopolita de la cocina yucateca, la cual integra elementos diver-
sos de tradiciones europeas y de la maya peninsular, así como de los numerosos migrantes sirio-
libaneses radicados en el estado. Por su parte, la primera declaratoria subraya de modo tácito que
la sociedad yucateca posee una cocina distinta de la mexicana, ya incluida por la unesco como pa-
trimonio inmaterial de la humanidad.
En conclusión, cuando se habla, por ejemplo, de “gastronomía maya” —u otra gastronomía pre-
hispánica o indígena—, se realizan procedimientos conceptuales mediante los cuales se inserta a
esa cocina en las reglas globales de la cocina. En segundo lugar, se inscribe a esta cocina en el camino
de la “modernidad”, en vez de la “tradición” que supuestamente afirma, ya que como gastronomía es
un constructo de la modernidad. En tercer lugar, esta progresiva homogeneización culinaria
se encuentra en armonía con el proyecto hegemónico de la construcción del moderno Estado-
nación, en el que una cultura es coextensiva con el territorio que lo delimita; por último, marca
comercialmente como un bien de consumo a las cocinas locales, al colocarlas en el mercado culina-
rio turístico global, en competencia con otras “gastronomías”. Por eso me parece de particular im-
portancia usar de manera crítica y diferenciada los conceptos de cocina, cocina popular, alta cocina y
gastronomía. Sus distintos usos apuntan hacia la existencia de una diversidad nacional y regional de
prácticas culinarias culturales, y señalan que no es necesariamente una diferencia celebratoria, sino
una en que se encuentran inscritas relaciones desiguales entre los distintos grupos que habitan el
territorio nacional y el mercado global de “tradiciones” culinarias.
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