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LA FIGURA DEL FILÓSOFO EN EL ESTADO

La intención pedagógica de Platón es uno de los análisis más extraordinarios hasta


ahora vistos en la humanidad, partiendo desde la formación espiritual de cada individuo
hasta culminar en un conocimiento distinto y absoluto por medio del arte y la ciencia. La
figura del filósofo es elogiada por su capacidad intelectual y espiritual, siendo capaz de
conducir al Estado por el camino más justo, por lo cual es propicio que las leyes sean
establecidas por los más sabios, aquellos quienes han sido educados adecuadamente desde
la infancia para ser en la madurez mentes capacitadas para la dialéctica.

El filósofo-gobernante como idea original de Platón, tiene como estructura la


formación del alma mediante un esfuerzo aplicado por parte de los educadores, enfundando
en cada uno el principio del cálculo, la aritmética y la astronomía, puesto que los hombres
perfeccionados por la educación y la experiencia son los más aptos para gobernar. (Rep.,
487a)

Sócrates es el protagonista para determinar cuáles son los rasgos que debe tener el
filósofo, lo cual es para sus interlocutores una figura socialmente inaceptable, y sus
preguntas ponen en crisis a sus conciudadanos quienes se olvidan del significado de los
valores y virtudes que debe tener un hombre sabio.

En el Estado aristócrata de la época era propicio realizar unas cuantas modificaciones


para que tuviera semejanza con el Estado ideal. Para empezar, la autoridad pública y la
filosófica debían encontrarse juntas en el mismo sujeto sin excluir una de la otra ya que,
mientras haya tal exclusión, no habrá un medio efectivo que se encargue de los males que
se presentan en un gobierno. (Rep., 473d-474a)

La selección tendrá una base extensa, por lo pronto me dedicaré a describir las
características que debe tener el hombre sabio.

El verdadero filósofo es amante de la sabiduría y es a su vez capaz de alcanzar lo que


existe de una manera inmutable cuya tendencia natural apunta a la contemplación de las
cosas (Rep., 479e- 486e) mientras que, el que cree ser filósofo es amante de las opiniones
porque es incapaz de conocer la esencia misma de las cosas; ve la belleza y lo justo pero no
distingue lo que es la justicia ni lo bello en sí, por lo tanto sus juicios no son más que
opiniones. El sabio reconoce la esencia de la belleza misma y se une a ella para elevarse
hasta lo bello (Rep., 476b). No tiene su principio en necesidades subjetivas de quien conoce
sino en lo que trata de conocer.

La idea de que un filósofo gobernara no era concebida por parte de los griegos. Gran
parte de la comunidad creía que el filósofo no era más que una figura inútil que se
corrompía con facilidad; Platón aclara que aquel que tiene la necesidad de ser gobernado
debe ir en busca de quien pueda gobernarle, sin esperar que estos supliquen que dejen en
sus manos la dirección del Estado. Su carácter tiende a pasar por inútil a raíz de su alma
contemplativa y al no ser partícipe de las injusticias que otros no pueden identificar como
injustas, pero no por esto debe atacársele diciéndolo cuán inútil es sino que, aquellos que no
se dignan a emplearlos son los verdaderamente inútiles. (Rep., 489c)

Por otro lado aclara que existen otra clase de individuos que se dedican a imitar la
naturaleza del verdadero filósofo (Rep., 491a) e influyen en ellos llevándolos a futuros
fracasos, pues estos se pervierten con las mismas cualidades que alguna vez tuvieron y los
bienes tales como la belleza, las riquezas, la fuerza del cuerpo y todo aquello que les brindó
poder político. Estas almas que en su momento fueron nobles son llamados sofistas,
quienes son duramente criticados por corromper a los jóvenes con lecciones opuestas a las
que dicta el Estado, sin la capacidad de discernir entre lo bueno y malo, llamando bien a
todo lo que causa placer, como ya lo había dicho anteriormente. Se refiere a ellos como
“maestros de lo ridículo” (Rep., 493a) intrusos que irrumpen inadecuadamente en la
filosofía y no tratan más que conductas impropias de un verdadero filósofo.

El verdadero filósofo debe recibir de la naturaleza la facilidad de aprender y memorizar,


cultivando el valor y la grandeza del alma con el motivo de que en la edad madura sus
conciudadanos puedan confiarle sus intereses. Es aquí donde se desata uno de los
problemas que acometen al filósofo. Si a causa de su buena índole, se deja convencer por la
filosofía puede ser conducido a los tribunales por todos aquellos que se persuadieron de los
favores que prometía, (Rep., 493a-494e). De este modo, las cualidades que constituyen al
filósofo estarán pervertidas y lo separarán de su destino natural, perdiendo así la virtud que
le es propia.

Luego, no será posible que haya un Estado perfecto a menos que un número de filósofos
gobiernen, con o sin voluntad de ello; surge una pregunta, ¿por qué debe gobernar el
filósofo? Evidentemente, debe gobernar para impedir que el ignorante dirija al Estado, pero
no lo hace por plena voluntad sino por necesidad y justicia. Un hombre avezado debe
hacerse cargo de la república evitando a toda costa que los ignorantes establezcan las leyes
a las que deben ser sumisos. El carácter firme que se exige para el gobernante debe estar a
la par con sus dotes espirituales y el control de sus conocimientos, (Jaeger, 2001) éste no
deberá sentir temor ante las dificultades que se presentan en un gobierno.

Además de los legisladores ordinarios los filósofos no querrán dictar leyes en un Estado
que no se ha recibido como puro o si ellos mismos no lo han hecho así, dirigirán sus
miradas únicamente sobre lo bello, lo justo y lo temperante; junto con las instituciones y la
ciencia serán capaces de conservar la integridad de la constitución política del Estado y la
formación de un hombre conforme a los modelos establecidos, (Rep., 499a-502a). Las
veces que sea necesario corregir dicho modelo se hará con el fin de que el alma de cada
hombre pueda aproximarse a la perfección.

Serán diligentes con el bien público, y esto podrá ser probado en medio del placer y el
dolor, teniendo en cuenta la máxima que desecha a aquel que ha sucumbido de estas
pruebas y toma como magistrado al que logra salir colmado de honores. Ejercitando sus
cualidades (Rep., 484a -505e) sobre las ciencias alcanzará un conocimiento más sublime
que el de la justicia, superior a todas los demás virtudes y esto no es más que la idea del
Bien, siendo el objeto más excelso del conocimiento.

Comúnmente se llega al error de definir el Bien en relación con los placeres, sin admitir
también que existen placeres malos. Es preciso que se reconozcan las relaciones con el
Bien como uno de los principios del filósofo, dado que lo justo y lo bello no se alcanzarán
si previamente no se conoce el Bien. (Rep., 506a)

Para tal explicación se afirma desde el comienzo la existencia del Bien en sí, empezando
por la percepción de los objetos mediante la vista y todas las demás cosas sensibles
percibidas mediante los sentidos. La vista, a diferencia de los demás sentidos, requiere de
un medio semejante para cumplir respectivamente su función, asignando un valor especial a
la luz proveniente del sol y a su vez el que más tiene semejanza con el ojo. La facultad de
ver procede del sol, (Rep., 507c- 508d) y a través del ser ve los objetos, los conoce y
muestra que está dotado de inteligencia pero al volver la mirada sobre las tinieblas, lo visto
recae en la oscuridad y no tiene más que opiniones completamente privadas de
conocimiento. Cabe considerar que en el momento en que Sócrates realiza la relación entre
el oído y la voz, del si no requieren de una tercera cosa para oír y ser oída, la nota aclara
que Platón pasó por alto la función del aire en la transmisión del sonido.

Los ojos miran las cosas iluminadas por el sol, y el alma fija su mirada en objetos
iluminados por la verdad. Así, toda fuente que se halla en los objetos del conocimiento no
puede ser más que la luz de la verdad conducida por la idea del Bien como principio de la
ciencia que permiten al individuo conocer. Todo lo que emana de ella superior al
conocimiento y la verdad en belleza. (Rep., 509b)

La discusión tiene un alto nivel epistemológico al abordar el tema del conocimiento, es


aquí donde Plantón realiza el paradigma de la línea que divide al mundo visible (dóxa) del
mundo inteligible (episteme) donde se encuentran las diferentes esferas del intelecto y
métodos para acceder a él con el único fin de alcanzar la idea del Bien.
En uno de los segmentos del mundo visible están las imágenes y las sombras, En el
segundo segmento se encuentran los objetos que representan dichas imágenes, (Rep., 510a)
y todo lo que dimana de la naturaleza. En otras palabras abarca la imaginación y la
creencia.

Los segmentos del mundo inteligible se dividen en dos partes: el pensamiento discursivo
y el conocimiento dialéctico. Siendo el alma la primera clase de las cosas inteligibles, parte
de diversas hipótesis para conocerlas sin la intención de llegar a un primer principio,
empleando como imágenes los objetos terrestres y los sensibles. Suponiendo previamente
que son claros y evidentes. Del mismo modo en que los geómetras emplean imágenes para
conocer las verdaderas figuras que evidentemente sólo pueden conocer mediante en
pensamiento. (Rep., 511a)

En el segundo segmento de lo inteligible está lo que el alma comprende por medio del
poder dialéctico, haciendo hipótesis que no considera como principios pero que le sirven de
apoyo para elevarse a ese primer principio liberado de hipótesis. Partiendo de una de estas
hipótesis se desprende una serie interrumpida de proposiciones que son utilizadas como
peldaños para alcanzar el conocimiento mismo del objeto, no específicamente para llegar a
un primer principio ya que no puede obtenerse por medio de simples suposiciones.

A modo de conclusión las operaciones del alma se dividen en cuatro secciones: las dos
primeras bajo el nombre de inteligencia, y las dos últimas comprendidas como opiniones
(Rep., 534a). La primera siendo la más perfecta manera de conocer le es propio el nombre
de ciencia.

La alegoría de la caverna es el ejemplo que clarifica la distinción entre estos dos


mundos. Se imagina un subterráneo en el que hay hombres encadenados desde la infancia
que no pueden girar la cabeza a causa de las cadenas y solamente pueden ver los objetos
que tienen enfrente. A cierta altura hay fuego; gracias a él y a la luz que entra por la
apertura, se proyecta en la pared la sombra de objetos, animales y figuras humanas.
Supóngase que liberan a uno de los prisioneros obligándole a ver la luz de frente por la que
se verán afectados sus ojos. Posteriormente, tendrá que distinguir los objetos que veía antes
como sombras, y pensará que todo lo que ve ahora es menos real de lo que observaba en la
caverna. Por último, al regresar a la estancia subterránea trata de discutir con los demás
prisioneros sobre dichas sombras pero éstos se rehúsan a creer lo que ha visto y lo tratan de
demente, dejando claro que si alguno intenta desatarlos, será necesario matarlo. (Rep.,
514a-517a)

Basándose en la alegoría, se dice que el fuego de aquel subterráneo es la misma luz del
sol, y el prisionero que ha logrado salir a la superficie para contemplarla es en efecto el
alma que logra elevarse hasta lo inteligible y la idea del Bien, (Rep., 517c) de donde
proviene la luz del mundo visible cuya claridad dirigirá a la verdad. Platón mismo nos dice
que los que se encuentran allí en la caverna son en el mundo real los que no han recibido
educación (Guthrie, 1998). Y el momento en que deciden darse la vuelta se da comienzo a
las fases instauradas por él mismo.

Este conocimiento verdadero es la representación del paso de lo temporal a la eternidad


y lo último aprendido por el alma es la relación que existe del conocimiento puro y la idea
del Bien, (Jaeger, 2001) al llegar a ella se toma como primera causa de todo lo que hay en
el mundo de justo y bello, y aquel que quiera llevar una vida privada o pública debe haberla
contemplado.

Para Platón cada cual tiene en su alma la facultad de aprender con un órgano destinado a
este fin, evitando que sea dirigido por una dirección que le impida ver la claridad. Por lo
tanto, si el alma filosófica es cultivada de manera idónea alcanzará la virtud. Del mismo
modo ocurre con la facultad del sabio que siendo de naturaleza divina sólo perderá su
potencia, por así decirlo, según la dirección que se le dé. (Rep., 519a)

Continuando con el proceso educativo, daré una breve descripción de la enseñanza que
debe recibir y las ciencias de las que proviene el movimiento de su alma.

Es preciso que desde la infancia se aplaquen todas las tendencias naturales que emergen
del alma y encaminan a los placeres, luego de ello adquirirá sagacidad para emprender el
camino correcto. Ahora bien, la ciencia que permite al alma ascender hacia a la verdad es
aquella ciencia que se aplique a todas, (Rep., 521d- 523b) incitando al entendimiento y a la
razón dado que los sentidos no son los más adecuados para dictar juicios.

Se tiene como máxima inculcarles materias que sean perfectas y conduzcan al intelecto.
En primer lugar es necesario que sea un verdadero calculador para que así conozca la
esencia de los números y las aplique en las necesidades que se presentan en la guerra, por lo
tanto, debe tener conocimiento sobre la Aritmética que tiene como objeto el número y este
a su vez, la unidad, que no se distingue por medio de los sentidos. En segundo lugar, debe
tener conocimiento sobre el estudio de las superficies, es decir, sobre Geometría y
relacionarla con las operaciones de la guerra. Tiene en sí el conocimiento de lo que existe
siempre y no de lo que perece. En tercer lugar, es necesario que conozca el movimiento en
cuando a la profundidad, admirando la belleza de los astros en el cielo y fijándose en la
comunicación que tienen los mismos. En cuarto y último lugar, debe tener conocimientos
sobre la Armonía, (Rep., 524a-531a) indagando los números de los acordes que se acercan
al oído, descubriendo en ella lo bueno y lo bello.

Finalmente se llega a la interpretación de la dialéctica, renunciando de manera absoluta


al uso de los sentidos, dejando que sea la razón y el pensamiento los únicos mediadores
para ascender a lo inteligible. Por consiguiente, aquel que renuncie a los sentidos
enardecerá su razón hasta culminar en la realidad trascendental del mundo inteligible
indagando lo que es cada cosa en sí. Esto como único método por el que se conoce la
esencia misma.

Desde la infancia debe ser destinado al estudio de la ciencias para su preparación en la


dialéctica, (Rep., 536d -539a) Se hace manifiesto el rechazo a la educación empleando la
coacción. Una de las claves de aprendizaje de Platón es enseñar a partir de juegos para que
la manera de aprender sea más didáctica para los niños.

Cuando hayan concluido sus estudios en la gimnasia, verán por sí mismos la guerra a
caballo con la intención de que se familiaricen con los peligros de la misma. A partir de los
veinte años conocerán la naturaleza del ser, y desde un punto de vista general la relación
que guardan las disciplinas entre sí. Luego de esta relación, distinguirá la naturaleza de la
dialéctica, y al llegar a los treinta años se dedicarán a ésta sin la cooperación de los
sentidos, sólo mediante la fuerza y la verdad se accederá al conocimiento del ser. Se
tendrán precauciones con la dialéctica durante la juventud dado que frecuentemente se
verán en disputas sirviéndose de sus primeros argumentos todavía sin la experiencia
requerida (Rep., 537a-539c). Por lo que es pertinente que lleven una conducta contraria y se
dediquen a la filosofía en la edad madura, generando en los demás grados de estima
superior. Al pasar cinco años en su estudio se darán a las funciones militares para el
aumento de práctica, durando en ello quince años consecutivos.

Pocos son vistos con la naturaleza de filósofos y reunir en sí cualidades que sólo a estos
pertenecen, sin embargo todas sus propuestas de índole educativa tienen el mismo fin de
llevar a la práctica las iniciativas del legislador.

La ley no debe proponerse por objeto la felicidad de una determinada clase de


ciudadanos sino que será su deber velar por la felicidad del Estado entero con el propósito
de unificar los lazos, (Rep., 519c). Por su parte, la filosofía obliga a que se encarguen de la
dirección de la república ya que fomenta los intereses de una educación privilegiada.

Hasta este punto La República ofrece el panorama de una comunidad guiada por el
conocimiento con enfoques culturales bastante amplios, tema del que decidí ocuparme en
relación al sabio. Platón se encarga de inculcar esta idea del filósofo-gobernante de la
manera más sensata a decir verdad, pues su precisión es digna de admiración y el lector sin
duda entenderá específicamente con lujo de detalles cada teoría que se presenta,
considerando desde un comienzo que la idea de un Estado ideal es un proyecto en sumo
grado difícil pero no por esto es irrealizable dadas las ventajas que presentaba con los
modelos establecidos, sentando por base la educación como principal problema.

MATERIAL BIBLIOGRÁFICO
Platón. (2011) La República o el Estado. Trad. De Azcárate Patricio. Madrid: Espasa
Libros.
Guthrie, William Keith Chambers (1998). Historia de la filosofía griega. Volumen IV:
Platón, el hombre y sus diálogos, primera época. Trad. Vallejo Álvaro & Medina Alberto.
Madrid: Gredos.

Jaeger, Werner (2001). Paideia: Los ideales de la cultura griega. Trad. Xiral Joaquín.
México: Fondo de Cultura Económica.

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