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CONTEXTO
Platón vive, pues, una etapa de crisis, del declive de la polis ateniense, y, debido a
su interés por la política y por las facilidades con las que contaba (pues provenía de una
familia aristócrata), trató de tomar partido en la política, por medio de un sistema
filosófico centrado en la ontología. Hay quienes dicen que, en este contexto de devenir
de los valores, de injusticias ejercidas tanto por un bando político como por otro, Platón,
en un intento por aferrarse a algo incorruptible, formuló la Teoría de las Ideas para
alcanzar un Estado que se pudiera organizar justamente.
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que dependen/participan dichos objetos materiales, sensibles. Por tanto, Platón distingue
dos realidades, dos reinos, dos mundos; el mundo inteligible (de las sustancias, de las
entidades que podemos pensar), y el mundo sensible (de la materia, que percibimos por
medio de los sentidos).
Platón se plantea cómo combinar el ser y el cambio. También nos señala una
particularidad de los seres animados en el Banquete; el Ἔρως. En este diálogo, cuyo
tema principal es el eros, participan varios comensales, entre ellos Sócrates, quien
afirma no conocer mucho acerca del tema. Lo que sí sabe es lo que le ha transmitido la
sacerdotisa Diótima de Mantinea. El erotismo no es solamente la atracción y apetito
sexuales, como hemos llegado a presuponer los mortales, sino que es todo aquello que
desea y pueden llegar a desear los seres animados. Y el deseo, según Platón, por
defecto, afecta a los seres que son imperfectos. Diótima de Mantinea también le revelará
a Sócrates el concepto de “cascada del ser”.
El ser humano desea muchas cosas distintas, en muchos momentos distintos, para
fines distintos pero, según Platón, existe una jerarquía en los deseos de los seres
humanos. Hay una especie de ascensión que va de lo particular a lo universal, de lo que
tiene menos ser a lo que tiene más ser.
Debemos matizar aquí la visión de Platón respecto a las cosas que deseamos. La
felicidad no depende solo de conseguir aquello que anhelamos, sino que hay que hacer
un ejercicio de educación de uno mismo para llegar a discernir, de entre todo lo que
queremos, qué es lo realmente bueno y lo que nos va a hacer bien. Esto es crucial, pues
supone hacer una depuración de lo que deseamos y no trae consigo nada bueno, pero
también acoger aquello que no queremos, que en primera instancia rechazamos, porque,
en realidad, podría suponer algo bueno para nosotros. Por ejemplo, de pequeños
rechazamos la verdura, mientras preferimos los bonys, cuando, si discerniéramos bien
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entre lo que es bueno y deseable, y lo que es malo e indeseable, preferiríamos la verdura
porque es más sana que los bonys.
De los bellos cuerpos a las bellas ocupaciones, de las bellas ocupaciones a las
bellas ciencias, hasta que de ciencia en ciencia se llega a la ciencia por
excelencia, que no es otra que la ciencia de lo bello mismo, y se concluye por
conocerla tal como es en sí. (Platón, Banquete, página 350 de la edición de
Patricio de Azcárate, tomo 5, Madrid, 1871, versión PDF)
El que en los misterios del amor se haya elevado hasta el punto en que estamos,
después de haber recorrido en orden conveniente todos los grados de lo bello y
llegado, por último, al término de la iniciación, percibirá como un relámpago una
belleza maravillosa, aquella ¡oh Sócrates!, que era objeto de todos sus trabajos
anteriores. (Platón, Banquete, 349c).
La contemplación de este gran tesoro solo se alcanza por medio de una revelación
divina. Sin esta revelación divina es imposible vislumbrar esto que es lo más bello y lo
bello en sí mismo. El alma humana, que proviene del mundo de las ideas, pretende
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volver a su lugar de origen, y debemos educarnos para llegar por el camino recto al fin;
la contemplación de la Idea de Bien.
Por José Barrancos Mesa (parte escrita) y Diego Jiménez Puchol (parte oral).