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Economía Política

1º Grado en Relaciones Laborales y Recursos Humanos

Facultad de Ciencias del Trabajo


Universidad de Sevilla

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
ECONOMÍA POLÍTICA TEMA 1: LA ECONOMÍA POLÍTICA Y LA ACTIVIDAD

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
ECONÓMICA.

1. LA ECONOMÍA.
Hay una gran diversidad de corrientes o formas de abordar el estudio de las cuestiones
económicas. Las diferentes corrientes del pensamiento económico han surgido de la
diversa sensibilidad de los economistas hacia los problemas sociales. Unos han tratado
de predecir, otros han sido más realistas, otros se han orientado a proporcionar las
claves que permiten resolver problemas relativos al “debe ser” etc. En definitiva, unos
tratan de resolver los problemas sociales y otros en descifrar la coherencia interna de
los que ellos consideran irrealistas.

1.1. ¿A qué nos referimos al hablar de economía?

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Pues la economía tiene que ver con un campo muy amplio de actividades orientadas a
satisfacer nuestras necesidades materiales y a proporcionarnos un sustento diario. En
conclusión, la economía tiene que ver con tres grandes campos: un determinado tipo de
actividades, unos problemas sociales específicos y un modo singular de
comportamiento humano.
A. La actividad económica.
La actividad económica tiene que ver con la satisfacción de nuestras necesidades. Se
encarga de satisfacer nuestras necesidades materiales individuales o colectivas de los
individuos, a procurar el uso de los recursos los cuales son necesarios para ello y a
conseguir el patrimonio o riqueza que, individual y colectivamente, es preciso acumular
para vivir en sociedad y obtener bienes o servicios que son resultan necesarios.
B. Los problemas económicos.
Cuando cualquier tipo de cuestión sociales se plantea como un problema originado por
la escasez de recursos decimos que nos encontramos ante un problema económico. En
sentido estricto, no son actividades económicas pero se resuelven como tal, evaluando
costes y beneficios que llevan consigo.
C. El comportamiento económico.
La Economía tiene que ver también con el comportamiento humano que se lleva a cabo
evaluando los costes y beneficios que implica cualquier tipo de actividad.
El comportamiento humano se manifiesta en la elección a partir de un cierto cálculo,
mas o menos complicado, de los costes y de los beneficios que conlleva la decisión que
se adopte. Para lograr esos objetivos a través de la actividad económica, los seres
humanos se enfrentan a una dotación determinada de recursos que deben utilizar de
forma que obtengan el mayor rendimiento posible desde el punto de vista de las
necesidades que se desean satisfacer. Y eso implica normalmente que deban realizar
una constante evaluación de los costes y de los beneficios.
La Economía no sólo tiene que ver con una amplia gama de actividades sociales a las
que consideramos actividades económicas, sino también con aspectos singulares de
actividades no económicas cuando éstas comportan decisiones realizadas tras el
cálculo de costes y beneficios.

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2. LAS GRANDES RAMAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO.

A. La economía en la antigüedad y en la escolástica.


En la Grecia clásica se hacía referencia a los problemas de la administración de los
bienes (arte de administrar la casa: Oikos → casa; nemó → administrador). El objeto de
estudio era el estudio de los problemas de la vida cotidiana, como la división del trabajo,
la producción etc. Principalmente de preceptos morales y reglas prácticas de conducta.
Más adelante, los teólogos y moralistas de la edad moderna reflexionaron sobre el

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interés del dinero, la pobreza, la población etc. Se empezaron a establecer juicios
morales sobre estos asuntos adquiriendo naturaleza de auténticos problemas sociales.
En la segunda mitad del siglo XVII fue cuando aparecieron los primeros rasgos e
instituciones de lo que sería el capitalismo y cuando se consolidó un cambio de enfoque
respecto a aquellas primeras ideas económicas.
B. El nacimiento de la Economía Política.
El mercado capitalista que estaba naciendo comenzó a ser el objeto de análisis de los
primeros economistas.
En 1615 Montchétien utilizó por primera vez el término de economía política. Con ella
expresaba las relaciones económicas que se producen en una sociedad organizada

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políticamente donde debemos tener en cuenta a las relaciones de poder existentes y
que la esfera económica y la decisión política se condicionan mutuamente.
El mercantilismo fue la primera gran corriente de pensamiento económico que se
desarrolló a lo largo de los siglos XVI, XVII y principios de XVIII. Lo impulsaron
pensadores que tenían en común la promoción de la industria y el comercio, para lo cual
reclamaban la intervención estatal y el control de las monedas, la unificación de los
mercados y la protección de los negocios nacionales. Desarrollaron estas ideas con una
gran carga moralizante y sin conformar un sistema de pensamiento articulado y riguroso.
La fisiocracia concibió el sistema económico como un todo, tomando conciencia del
carácter interdependiente de todos sus componentes. La aparición de una nueva clase
dirigente, responsable directa de la producción y distribución, con intereses económicos
propios y bien definidos, y poco creyente en el orden sobrenatural de las cosas sociales,
llevó a los filósofos y moralistas a considerar que lo económico constituía efectivamente
una esfera autónoma del orden social.
Destaca Quesnay que en su obra en 1758 estudiaba la economía en su conjunto y como
un sistema de actividades y funciones interrelacionadas.
C. La economía clásica.
Los moralistas y filósofos sociales comenzaron a pensar que algo parecido podía
ocurrir con el universo social: que podía ser conocido como un todo y que sus leyes de
comportamiento podían descubrirse, al igual que ocurría con las leyes físicas.
El primer gran economista clásico fue Adam Smith, que en 1776 publicó Una
investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, que se
considera el inicio de la economía científica y la referencia principal del liberalismo
económico. Smith fue un moralista que descubrió magistralmente el papel del
intercambio y de la división del trabajo para fomentar la creación de riqueza. Estableció

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su famosa idea de que la actividad económica se mueve organizada por una «mano
invisible».
Más adelante, David Ricardo desarrollaría las ideas de Smith e intervendría
activamente en política debatiendo, sobre todo, con Robert Malthus. También destaca
Karl Marx y John Stuart Mill. Se dedicaron a tratar de descubrir las leyes que regulaban
la distribución de la riqueza entre ellas y el comportamiento de la economía y los
mercados a largo plazo.
D. La economía neoclásica.

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A finales del siglo XIX se produjo una gran ruptura con estas preocupaciones teóricas.
Se sustituye Economía Política por Economía ya que se quería poner de manifiesto que
para los asuntos económicos carece de relevancia el orden político y social, por el
contrario, tenía realidad propia e independiente.
Lionel Robbins definió a la Economía es la ciencia que estudia “la conducta humana
como una relación entre fines y medios escasos susceptibles de usos alternativos”.
Nacio entonces la economía neoclásica o marginalismo que se basaba en establecerse
en el principio económico básico de la escasez y que allí reside nuestra necesaria
elección. Los procedimientos y formas que esta se lleva a cabo constituyen el objeto de
estudio de la economía.

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Cualquier sujeto económico busca es la utilidad o beneficio, y lo que iban a investigar
eran las condiciones en que un individuo aislado o una empresa hacen frente a
problemas de elección tratando de alcanzar el máximo beneficio o utilidad individual.
De esta forma, la ciencia económica pasaba a ser la clave para comprender las reglas
de cualquier tipo de conducta humana siempre que ésta se exprese en términos de
elección. Economistas más radicales decían que la Economía proporcionaba una
especie de lenguaje común a todas las ciencias sociales. Jack Hirshleifer decía que la
Economía es «la gramática de las ciencias sociales».
Los economistas neoclásicos consideraron que para alcanzar la máxima utilidad había
un mecanismo perfecto, el mercado, así que el análisis de su funcionamiento y el de
las condiciones para que funcionara correctamente se convirtieron en su principal objeto
de estudio.
Y puesto que lo que les preocupaba era cómo alcanzar la máxima utilidad, se
concentraban en las condiciones del corto plazo, y no en la búsqueda de leyes a largo
plazo, como hicieron antes los economistas clásicos.

En lugar de vincular los problemas económicos a los distintos colectivos sociales, se


identificó el problema económico con el comportamiento individual.
Una proposición fundamental de la Economía neoclásica es que el mercado es un
mecanismo perfecto y sus desequilibrios deben ser tratados como fricciones
coyunturales. Por ello, el pleno empleo fue un supuesto esencial de la ortodoxia neo-
clásica. Pensaban que si los mercados funcionaban perfectamente nunca habría
cantidad sobrante y, por lo tanto, nunca habría paro permanente: todos los trabajadores
que quisieran estarían siempre ocupados. Política de no intervención (laisser faire).

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E. El Keynesianismo.

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Las crisis de los primeros años del siglo XX y en especial la gran crisis de 1929
mostraron la inoperancia de las ideas liberales. Se decidió intervenir cuando los
mercados se mostraban incapaces de resolver por sí solos el desempleo masivo y la
crisis. Lo que hicieron generalmente fue realizar gastos en obras públicas o en cualquier
tipo de actividad para crear empleos.
Ese gasto era el que permitía aumentar el consumo de las familias que, a su vez, hacía
que las empresas pudieran vender sus mercancías, y así, gracias a la intervención esta
tal, se logró crear empleo y hacer que se recuperase la actividad productiva.
John Maynard Keynes, fue quien tuvo la habilidad y el ingenio de teorizar sobre estas
prácticas tan pragmáticas de los gobiernos → cómo lograr el pleno empleo y evitar las
fluctuaciones económicas.
Su doctrina económica permitiría al Estado corregir los desequilibrios y compensar las

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insuficiencias del gasto privado.
Al amparo del crecimiento económico de la postguerra y de la consolidación de lo que
se llamó el Estado del Bienestar (caracterizado por la amplia gama de necesidades
sociales cubiertas por el gasto público), los seguidores del economista británico
ampliaron el alcance analítico de su obra abordando problemas que Keynes no
contempló. Se aplicaron mejores instrumentos de verificación (estadística,
econometría...) y se formularon nuevas formas de intervención estatal.
La llamada Economía del Bienestar se encargó de reformular el modelo neoclásico a la
luz de los postulados keynesianos teniendo en cuenta las imperfecciones y los nuevos
mecanismos de intervención que se hacían necesarios.
F. Monetarismo y neoliberalismo.
En la llamada Escuela de Chicago se desarrolló una importante corriente que criticó
duramente el peso del Estado en la Economía, así como la utilización de los
mecanismos fiscales como fórmula principal de enfrentarse a los desequilibrios
económicos.
Encabezada por Milton Friedman, allí se consolidó el monetarismo, una corriente anti
intervencionista que propugnaba una forma distinta de concebir y abordar los problemas
económicos. Reivindicaban la lógica autónoma del mercado, se preocupaban por los
efectos desequilibradores de la política económica y proponían un acercamiento más
microscópico a la realidad de los agentes económicos.
Las limitaciones del keynesianismo para darle respuesta y lo apropiado que resultaba
ese nuevo liberalismo para recuperar el beneficio privado las convirtieron en el nuevo
pensamiento económico dominante. Bajo la forma inicial de una «revolución
conservadora» y después como «políticas de ajuste estructural» dieron cuerpo al
neoliberalismo.
G. Las corrientes críticas.
—La economía poskeynesiana, que ha desarrollado el análisis inicial de Keynes dando
más fuerza a tres nuevos elementos, la distribución de la renta, las instituciones
financieras y los sindicatos y empresas multinacionales, que conforman un sistema
industrial muy diferente del que describen los análisis más ortodoxos.

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— Los diversos enfoques de la economía institucionalista, que critican el irrealismo
del modelo neoclásico y fundamentan su análisis en el estudio de las instituciones
sociales y políticas en las que se desenvuelven los individuos y que consideran
determinantes de los hechos económicos.
— Diversas ramas de la economía marxista dedicadas a analizar las crisis, la
desigualdad que afecta al crecimiento capitalista, el desarrollo y subdesarrollo o la
naturaleza de los mecanismos reales de acumulación en las economías capitalistas
modernas.

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— La economía ecológica, que incorpora las variables ambientales y materiales, y no
sólo monetarias, al análisis de la actividad económica.
— La economía feminista, que desarrolla el análisis económico tomando como eje
central la desigualdad de género y el desarrollo de los valores asociados al ámbito no
monetario (doméstico, de cuidados...) de la vida social.
H. No hay que dejarse engañar.
Las preocupaciones y las respuestas a los problemas económicos difieren según las
escuelas de pensamiento y, naturalmente, según la posición o el interés que explícita o
implícitamente asumen los investigadores.
Lo que más bien ocurre es que la Economía, como conocimiento que pretende ser

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científico, ha estado y sigue estando muy influida por el conflicto social que originan los
propios problemas económicos.
La Economía es un conocimiento «estratégico» que proporciona claves para resolver
de una u otra forma la satisfacción de los distintos grupos sociales. Por esa razón es
especialmente sensible a la presión de los poderes y de intereses cuyo norte no siempre
es el descubrimiento de la verdad.

3. LAS NECESIDADES HUMANAS.

3.1. El concepto de necesidad.


Cuando utilizamos el concepto en Economía sólo nos interesa aquella clase de
necesidades cuya satisfacción requiera un determinado esfuerzo, es decir, las que no
podemos satisfacer gratuitamente.
Desde el punto de vista económico es indiferente que se trate de necesidades
estrictamente materiales o inmateriales.
A. Diferntes clases de necesidades.
Actualmente se tiende a considerar que son necesidades primarias todas aquellas que
hay que satisfacer para poder ejercer plenamente como personas y ciudadanos, de
acuerdo con el modo de vida medio imperante en la sociedad en un momento dado.
Por eso, no basta con considerar que la satisfacción se basa exclusivamente en la
disposición de bienes.
Según Manfred Max-Neef, las necesidades humanas fundamentales son pocas,
delimitadas y clasificables y se pueden dividir en dos grupos. Por un lado, las de ser,

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tener, hacer y estar. Y, por otro, las de subsistencia, protección, afecto, entendimiento,
participación, ocio, creación, identidad y libertad.
Si aceptamos este criterio podemos deducir que el bienestar humano (entendido como
satisfacción de las necesidades fundamentales de las personas) de los individuos, es
decir, el ejercicio de todas y cada una de nuestras capacidades como seres humanos.
Como sostiene Max-Neef, las necesidades humanas fundamentales son las mismas en
todas las culturas y en todos los períodos históricos. Lo que cambia a través del tiempo
y de las culturas son los llamados satisfactores, es decir, todo aquello que las satisface

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y que, según cuáles sean y cómo se utilicen, implican una manera o una intensidad
diferente de satisfacción o bienestar.
Los satisfactores cambian en función de diversos factores: la tecnología imperante, la
cultura, los gustos o modas etc.
B. Necesidad y contexto social.
El entorno determina también qué tipo de necesidades van a poder ser satisfechas y
qué individuos van a disfrutar de mejores condiciones para satisfacerlas.
La satisfacción de nuestras necesidades deriva de un doble problema: en unas
ocasiones, de que el ser humano dispone de medios o recursos escasos y, en otras, de
que no se reparte lo que de hecho es abundante.

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La satisfacción depende de los sistemas de decisión más o menos explícitos que
determinan cuáles van a satisfacerse prioritariamente y de qué modo.
C. Necisidad y sistema económico.
La producción de todo aquello que deseamos requiere una inversión previa de recursos,
y que esto implica determinados costes.
En nuestras economías, los propietarios de los recursos productivos tienen la capacidad
de apropiarse de las ganancias resultantes de aplicar recursos a la producción. Eso da
lugar → objetivo de la actividad productiva sea la obtención de ganancias.
Eso significa que no se produce lo que necesita el ser humano, sino aquello que es
rentable. Y eso es precisamente lo que origina que en nuestras sociedades predominen
lo que llamamos deseos inducidos por la oferta, es decir, necesidades que no son
imprescindibles para ningún aspecto de nuestra vida social pero cuya satisfacción por
el consumo es fuente de importantes beneficios y que por eso se impulsan o fomentan.

4. LOS BIENES ECONÓMICOS.


Podemos definir un bien como toda cosa disponible que los seres humanos juzgan útil
para satisfacer sus necesidades, y un servicio es todo aquello que satisface una
necesidad pero a través de alguien.
A. Clases de bienes.
Los bienes económicos o mercancías son aquellos que no se encuentran a
disposición de los seres humanos de forma libre y gratuita y cuya adquisición requiere
aplicar esfuerzo o recursos para conseguirlo. Son bienes escasos, de obtención
costosa, y por ello se les diferencia de los bienes no económicos, a los que precisamente

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se les suele denominar bienes libres o gratuitos. Un bien puede ser económico o no

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dependiendo de las circunstancias geográficas, históricas o sociales.
Existen diferentes clases de bienes económicos. Se suele distinguir entre bienes de
consumo y de inversión (según su destino sea la satisfacción inmediata del deseo o
contribuir a la obtención de otros bienes), o entre bienes de lujo y de primera
necesidad, y entre duraderos y perecederos, según se conserven o no a lo largo del
tiempo.

4.1. El valor de los bienes.


Un bien es todo aquello que tiene utilidad, entendida ésta como capacidad de
satisfacción.
Las corrientes económicas subjetivistas dirían que algo se considera un bien cuando
tiene utilidad, y que la medida de esa utilidad es la medida de su valor.

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Lo relevante para que podamos hablar de bien económico o de mercancías es que su
adquisición se realice por medio del intercambio. Cuando los bienes se intercambian,
ya no sólo tienen utilidad, sino que además tienen valor de cambio, entendido éste como
la relación cuantitativa que tiene un bien con los demás a la hora del cambio y que nos
indica la cantidad de alguna otra cosa que es preciso dar para obtenerlo, o recibir para
entregarlo.
Para que exista un bien económico en sentido estricto debe haber sido introducido en
la órbita del cambio, y para ello es preciso que sea apropiable y susceptible de ser
intercambiado.
A. El valor y los precios.
El valor económico de las mercancías procede del trabajo humano que se acumula para
su obtención.
En la situación más simple posible, las mercancías se intercambiarían unas por otras en
cantidades equivalentes al trabajo que ha «costado» obtenerlas o producirlas. A este
coste lo llamamos coste de producción, y a su expresión monetaria la llamamos
precio.
Los precios (los valores de cambio) no siempre son iguales a los costes de producción
(al valor de los bienes y servicios).
— Aunque la mercancía X sea muy costosa de producir, si no es deseada por nadie
será difícil que su productor obtenga el precio que corresponde a su alto coste de
producción. Luego una condición para que los precios equivalgan a los costes de
producción es que haya correspondencia entre lo que se produce y lo que se demanda
por los individuos.
— Si una mercancía Y que es menos costosa la produce alguien que dispone de
privilegio en el intercambio (por ejemplo, si puede decidir si la vende o no, provocando
en este caso escasez), podrá conseguir precios por encima del coste de producción.
— En las economías modernas, los Estados establecen impuestos que obligan a elevar
el precio en relación con el valor, o conceden subvenciones que permiten fijar precios
por debajo de éste.
Lo que ocurre, por lo tanto, es que el valor y los precios no siempre coinciden. Así lo
reconoce el saber popular: «todo necio confunde valor y precio».

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