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SERIE: “BIENAVENTURADOS”

MENSAJE: ¡LOS QUE LLORAN!


PASTOR SAULO ZÚÑIGA SOSA
31/07/2022
IDEA CENTRAL
El sermón del monte va dirigido a dos grupos. Los discípulos, que necesitan saber la clase de vivencia que se les exige como
ciudadanos del reino. Y la multitud, que necesita saber cuáles son las implicaciones de comprometerse como discípulos.
PROPÓSITO
Que la iglesia comprenda que el lloro del que habla Cristo es señal de desolación, miseria, desconsuelo y profunda tristeza, no
de gozo. Entendemos, pues, que Cristo está diciendo que los que lloran deben ser considerados afortunados, no a causa de su
presente aflicción, sino a causa de la consolación que un día recibirán.
INTRODUCCIÓN
Sin embargo, es igualmente cierto que hay muchas formas de lloro y que no todas ellas recibirán la consolación de Dios. El niño
llora de rabia cuando sus padres no le compran lo que pide. Igualmente, algunos adultos «lloran» al ver frustradas sus
ambiciones. Detrás de muchas lágrimas hay sentimientos de envidia, odio, orgullo herido o egocentrismo. Cristo no está
diciendo que todos estos lloros serán compensados o satisfechos. Al contrario, algunos de ellos muy claramente no recibirán
consolación. 2 Corintios 7:10.
DESARROLLO
I. LLORAN SU PROPIO PECADO Y MISERIA MORAL.
a) La pobreza en espíritu se manifiesta en una sincera humillación delante de Dios y en la aceptación del diagnóstico divino de
la condición humana.
b) Cuando nos damos cuenta de la gravedad de nuestra situación y culpabilidad ante Dios, esto provoca en nosotros el lloro.
c) Es la manifestación interior de un corazón abatido por la vergüenza y por la conciencia de haber ofendido al Creador,
agraviado al prójimo y estropeado la vida hermosa que Dios nos ha dado.
d) La persona cuya pobreza de espíritu le lleva a aceptar el diagnóstico de Dios en cuanto a su vida no puede menos que
lamentar su pecado, su miseria moral y llorar el daño que su pecado ha causado.
e) El camino del discipulado comienza cuando la proclamación del evangelio vence nuestra soberbia humana y nos revela lo que
somos: pecadores culpables y merecedores del juicio de Dios.
f) Pero esta revelación no puede dejar de producir llanto en el corazón contrito y humillado. El llanto del cual Jesús está
hablando es el del publicano (Lucas 18:13); o el del hijo pródigo (Lucas 15:18).

II. EL LLORO DEL VERDADERO DISCÍPULO NO SE AGOTA CON EL ARREPENTIMIENTO.


a) El que ha sido recibido como hijo por Dios empieza a tener la mente de su Padre y, por lo tanto, a sentir los mismos
sentimientos que el Padre siente.
b) Entonces empieza a llorar el pecado y la perdición ajenos. La condición moral, espiritual y física de su prójimo despierta en él
una compasión como la que vemos en Jesús.
c) Llora por los estragos que el pecado humano ha obrado en la creación de Dios le causan una gran tristeza.
d) El sufrimiento de la gente le conmueve profundamente. No puede leer las noticias en la prensa o verlas en televisión sin
sufrir el sobresalto de quien ama el mundo y lamenta su terrible condición.
e) Quien se ha quebrantado ante Dios en fe y arrepentimiento, ha sido inundado por el Espíritu de Dios y conoce el
derramamiento del amor de Dios en su corazón (Romanos 5:5; Efesios 3:18–19), por lo cual no puede contemplar ya el mundo
con fría indiferencia.
f) El Espíritu de Dios le ha sensibilizado. Ahora, palabras como simpatía o compasión adquieren para él un nuevo significado. Ya
no recibe un perverso placer morboso al ver el sufrimiento ajeno, sino que lo llora.

III. MÁS EXPLÍCITAMENTE, LLORA LA REBELDÍA E INCREDULIDAD DE SUS CONTEMPORÁNEOS Y SU NEGACIÓN


A ACATAR LA VOLUNTAD DE DIOS Y CREER EL EVANGELIO.
a) Y lo llora por al menos dos razones: por lo que significa para el propio incrédulo (su confirmación en los terribles caminos de
la perdición); y por lo que significa para Dios (un atentado contra sus derechos soberanos y contra la generosidad de su amor, y
el desprestigio de su honor).
b) Llora porque ve cómo Dios extiende sus manos amorosas a un pueblo rebelde y contradictor (Romanos 10:21; cf. Isaías
65:2), y cómo el pueblo responde con soberbia y autosuficiencia, y le duele que su amado Salvador y Señor sea deshonrado y
despreciado.
c) Además de lamentar profundamente su propia condición y la de su prójimo, su lloro se centra en Dios. Llora cuando el amor
de Dios es rechazado. Llora cuando el nombre de Dios es blasfemado. Llora a causa de la impiedad de la gente 10. Y, como el
salmista, llora cuando la Palabra de Dios es despreciada (Salmo 119:136; cf. Esdras 10:6).

IV. INEVITABLEMENTE, EL DISCÍPULO FIEL TAMBIÉN CONOCERÁ EL LLANTO A CAUSA DE LAS DIVERSAS
FORMAS DE OPOSICIÓN Y PERSECUCIÓN QUE SU DISCIPULADO PROVOCARÁ EN LOS INCRÉDULOS.
a) Desde que el ser humano cayó en pecado, el impío asedia al justo (Habacuc 1:4); (Juan 16:33); (Juan 15:20); (2 Timoteo
3:12).
b) Es evidente por el contexto que la referencia primaria de la bienaventuranza es a la persona que, habiendo sido quebrantada
por la llamada de Dios a la conversión y al arrepentimiento ( bienaventurados los pobres en espíritu ), llora sus pecados y su
miseria moral y espiritual.
c) El lloro se hace extensivo a todo sentimiento de tristeza que refleja fielmente el corazón de Dios.
d) Hablando del corazón de Dios, antes de dejar esta frase, no nos olvidemos de que el Cristo que la pronunció fue el varón de
dolores, experimentado en aflicción (Isaías 53:3). El que dijo: Bienaventurados los que lloran , conoció él mismo las lágrimas. En
la medida en que esta bienaventuranza sugiere que los que siguen a Jesús deben prepararse para conocer la aflicción,
recordemos que él la conoció aún más.
CONCLUSIÓN
1. Los que lloran así recibirán consolación por parte de Dios: (Apocalipsis 21:4).
2. En parte, esta promesa se cumple en la experiencia actual del discípulo, pues en Cristo conoce, después de la angustia del
arrepentimiento, la sublime felicidad de ser aceptado por Dios, el conocimiento de la misericordia de Dios y su amplio perdón:
(Isaías 55:7); (Miqueas 7:18–19).
3. El gozo de la salvación es una experiencia actual, como lo es también la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento
(Filipenses 4:7). El discípulo disfruta cada día de la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
(2 Corintios 13:14). Por muchas que sean las aflicciones que tenga que soportar, sabe que Dios está a su lado para darle fuerza
y paciencia. Esto, de por sí, es motivo de gran consuelo.
3. Asimismo, muchas situaciones de dolor y aflicción llegan a su término aun dentro de esta vida: (Salmo 30:4); (Salmo 34:18–
19); (Salmo 50:15).
4. Y aun las aflicciones que no remiten en esta vida son más llevaderas a causa de la gracia de Cristo: (Mateo 11:28–29); (2
Corintios 12:9–10).
5. Además, el discípulo sabe que nunca sufre en vano, sino que el Señor sabe traer fruto de sus aflicciones, tanto en su propia
vida como en beneficio de los demás, lo cual también le proporciona consuelo: (2 Corintios 4:15, 17); (Romanos 5:3).
6. En todos estos sentidos, la consolación divina es la experiencia real y actual del discípulo. Por lo tanto, aquí y ahora puede
exclamar con el apóstol Pablo: (2 Corintios 1:3–4).
7. Pero, con todo, el pleno cumplimiento de esta consolación no es para esta vida, sino para la plena manifestación del reino en
el día de Cristo: (Apocalipsis 21:4).
8. Entonces, el discípulo mirará hacia atrás y considerará qué pequeño fue su llanto en comparación con la consolación eterna
(2 Corintios 4:17).
9. Entonces, el llanto cederá ante una plenitud de gozo que nunca se desvanecerá y el discípulo conocerá deleites a la diestra
de su Señor para siempre (Salmo 16:11).
10. Entonces, contemplará en justicia el rostro de Dios (Salmo 17:15; Mateo 5:8; Apocalipsis 22:4) y estará satisfecho —
¡plenamente consolado! — cuando contemple la imagen de Dios.

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