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Ah’med el Qalyubi
Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y
echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió:
-Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.
Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se
afligió y le dijo:
-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.
Ella le respondió:
-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.
A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:
-La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos
tomado.
Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.
FIN
Instrucciones:
Investiga el valor de un denario. ¿A cuántos pesos mexicanos equivale?
Este tema puede vincularse con la trata de personas o venta de esclavos ¿Por qué?
¿Cuál sería el valor adecuado para la vida de una persona? ¿Por qué?
Investiga la biografía del autor.
Ve a la tabla de análisis textual y realiza lo que se te pide.
Vidas paralelas
[Minicuento - Texto completo.]
Évariste Huc
Cuando nació Confucio, un unicornio recorrió la comarca. Por la forma y el tamaño parecía
un buey. La madre del Maestro ató en el cuerno del animal una cinta. Setenta y siete años
después el unicornio reapareció y lo mataron; la cinta estaba rota. Confucio dijo:
-El unicornio ha vuelto; han pasado los años; el día de mi muerte está próximo.
FIN
Instrucciones:
Investiga 3 frases de confucio y comenta su significado.
Ve a la tabla de análisis textual y realiza lo que se te pide.
Ernesto el embobado
[Minicuento - Texto completo.]
Instrucciones:
Investiga el significado de las siguientes palabras y escríbelo en la libreta:
efluvios, enervantes, escueto, enardecido, exaltado, exordio, empero.
Ve a la tabla de análisis textual y realiza lo que se te pide.
Redacta una anécdota en la que se dé una situación similar, es decir, alguien se
emboba o enamora mucho de una persona.
A imagen y semejanza
[Cuento - Texto completo.]
Mario Benedetti
Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón
de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le
interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema.
Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando
sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el
sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se
estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido
movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la
hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por
un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el
que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se
detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de
color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea
detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el
terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido
que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella,
y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó
lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto
nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A.
Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga
rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y
emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia
uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo
cargó.
Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura,
y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito
acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó
inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el
palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar
sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo,
no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien
movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo
reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito.
La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso.
Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo
corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de
las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía
hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad,
ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable.
Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora
en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin
desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres,
habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más
lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora
de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo
de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe
aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un
saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el
tablón contiguo.
El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La
hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó
en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado
opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el
palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente
temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga.
El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta
hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro
estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio
casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía
correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de
nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y
concienzudamente aplastó carga y hormiga.
FIN
Instrucciones:
Existe alguna moraleja ¿Cuál? Explica.
Investiga el significado de 5 palabras de este cuento, ponlos en tu libreta.
Ve a la tabla de análisis textual y realiza lo que se te pide.
El teléfono
[Cuento - Texto completo.]
Anton Chejov
Instrucciones:
Investiga el significado de la última frase y relaciona el mismo con el final.
Ve a la tabla de análisis textual y realiza lo que se te pide.
Realiza un diálogo en el que se concluya esta historia.
Dos amigos
[Fábula - Texto completo.]
Jean de La Fontaine
En el mundo en que vivimos la verdadera amistad no es frecuente. Muchas personas
egoístas olvidan que la felicidad está en el amor desinteresado que brindamos a los demás.
Esta historia se refiere a dos amigos verdaderos. Todo lo que era de uno era también del
otro; se apreciaban, se respetaban y vivían en perfecta armonía.
Una noche, uno de los amigos despertó sobresaltado. Saltó de la cama, se vistió
apresuradamente y se dirigió a la casa del otro. Al llegar, golpeó ruidosamente y todos se
despertaron. Los criados le abrieron la puerta, asustados, y él entró en la residencia. El
dueño de la casa, que lo esperaba con una bolsa de dinero en una mano y su espada en la
otra, le dijo:
-Amigo mío: sé que no eres hombre de salir corriendo en plena noche sin ningún motivo. Si
viniste a mi casa es porque algo grave te sucede. Si perdiste dinero en el juego, aquí tienes,
tómalo… y si tuviste un altercado y necesitas ayuda para enfrentar a los que te persiguen,
juntos pelearemos. Ya sabes que puedes contar conmigo para todo.
El visitante respondió:
-Mucho agradezco tus generosos ofrecimientos, pero no estoy aquí por ninguno de esos
motivos. Estaba durmiendo tranquilamente cuando soñé que estabas intranquilo y triste,
que la angustia te dominaba y que me necesitabas a tu lado. La pesadilla me preocupó y por
eso vine a tu casa a estas horas. No podía estar seguro de que te encontrabas bien y tuve que
comprobarlo por mí mismo.
Así actúa un verdadero amigo. No espera que su compañero acuda a él sino que, cuando
supone que algo le sucede, corre a ofrecerle su ayuda.
La amistad es eso: estar atento a las necesidades del otro y tratar de ayudar a
solucionarlas, ser leal y generoso y compartir no solo las alegrías sino también los
pesares.
FIN
Instrucciones:
¿Qué significa la amistad para ti?
¿En qué estás de acuerdo y en qué no sobre el tema este cuento?
Ve a la tabla de análisis textual y realiza lo que se te pide.
La migala
[Cuento - Texto completo.]
Lewis Carroll
Instrucciones:
Parafrasea la historia.
¿Qué entiendes por la historia anterior? Describe.
Ve a la tabla de análisis textual y realiza lo que se te pide.
El almohadón de plumas
[Cuento - Texto completo.]
Horacio Quiroga
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su
marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con
un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una
furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la
amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.
Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva
e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio
silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de
palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas
paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los
pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su
resonancia.
En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por
echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer
pensar en nada hasta que llegaba su marido.
No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró
insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín
apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con
honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos,
echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el
llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó
largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida.
El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso
absolutos.
-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran
debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada… Si mañana se despierta como hoy,
llámeme enseguida.
Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha
agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba
visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en
pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi
en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con
incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y
proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba
en su dirección.
Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que
descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no
hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó
de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se
perlaron de sudor.
-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
-¡Soy yo, Alicia, soy yo!
Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de
estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido,
acariciándola temblando.
Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre
los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa,
desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta
Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca
inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.
-Pst… -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio… poco hay que
hacer…
-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía
siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada
mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la
vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada
en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la
abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que
le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos
que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces
continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de
la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de
los eternos pasos de Jordán.
Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un
rato extrañada el almohadón.
-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de
sangre.
Jordán se acercó rápidamente y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos
lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.
La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y
temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.
-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del
comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la
sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a
los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había
un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le
pronunciaba la boca.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca
-su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi
imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo,
pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en
cinco noches, había vaciado a Alicia.
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas
condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente
favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Instrucciones:
Lee el siguiente artículo y elabora un mapa conceptual
https://articulos.mercola.com/sitios/articulos/archivo/2017/04/19/acaros-y-
retardantes-de-llamas-en-almohadas.aspx
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Un expreso del futuro
Julio Verne
Instrucciones:
Realiza un listado de 10 curiosidades de Julio Verne del siguiente sitio web:
http://www.actuallynotes.com/actually-notes-biografia-julio-verne-htm/
Realiza un mapa conceptual de los videos los códigos secretos de Julio Verne.
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La partida
[Minicuento - Texto completo.]
Leónidas Barletta
El tabú lingüístico
María Ángeles Soler Arechalde
«El miedo sigue desviando la aguja de nuestros compases; en toda mi obra no he sido capaz
de escribir ni una sola vez la palabra concha, que por lo menos en dos ocasiones me hizo
más falta que los cigarrillos.»
Julio Cortázar, Último Round
Al estar vedadas —no legalmente, sino desde un punto de vista social, moral o religioso—,
en su lugar se emplean otras, no tabuizadas, que funcionan como eufemismos, es decir,
como términos «inofensivos» Ahora bien, los eufemismos, en el uso y con el paso del
tiempo, se van contaminando con los valores negativos de las palabras que sustituyen y se
van transformando poco a poco y, a su vez, en palabras tabú, por lo que en un cierto
momento son sustituidas por nuevos, y así sucesivamente.
Stephen Ullmann, autor de importantes textos de semántica de mediados del siglo xx,
señala que hay tres tipos de tabú lingüístico: el relacionado con el miedo, el que se asocia
con la delicadeza y el que tiene que ver con la decencia y el decoro.
El diablo también cuenta con muchos nombres eufemísticos, como ángel malo o el
maligno. Incluso las palabras izquierda en español y gauche en francés —tomadas del
euskera, la primera, y del germánico, la segunda— sustituyen la forma latina sinister, por la
asociación que, ya en latín, había adquirido este término con el diablo y el mal. En español,
algo o alguien siniestro es negativo, malo, perverso, etcétera; solamente en la expresión a
diestra y siniestra —esto es, «a derecha e izquierda»— se conserva el término con su
sentido original.
Por supuesto que lo «correcto» es decir que nos referimos al cuerpo de don Miguel, o,
como en algunos pueblos, al cuerpo mortuorio, término para ellos muy elegante y
respetuoso. Además, es seguro que ningún agente de ventas le ofrecerá un seguro de
muerte, lo que le propone es que adquiera un seguro de vida, aunque sea para que su
familia lo haga efectivo «después de que usted haya cerrado los ojos».
En cuanto a matar, puede expresarse de muchas maneras, como eliminar o asesinar, y
también echarse, tronarse o cargarse a alguien. Pero, si somos políticos, lo mejor es que
digamos neutralizar, pues no es lo mismo que los demás escuchen que se ha matado —
aunque sea accidentalmente— a unos manifestantes, que estos han sido neutralizados.
julio 8, 2018
Hoy admitimos ambas, porque en muchos problemas los números negativos tienen un significado
razonable y corresponden a respuestas físicamente factibles, y porque realmente las matemáticas
se hacen más sencillas si se admiten los números negativos.
El álgebra trata de las propiedades de expresiones simbólicas por sí mismas; trata de estructura y
forma, no sólo de números.
Esta visión más general se desarrolló cuando los matemáticos empezaron a plantear preguntas
generales sobre álgebra de nivel escolar. En lugar de tratar de resolver ecuaciones concretas,
examinaron la estructura más profunda del propio proceso de solución.
El nombre «álgebra» apareció en medio de este proceso, y es de origen árabe. La inicial «al», el
término árabe para «el», lo delata.
¿Cómo surgió el álgebra? Lo que vino primero fueron los problemas y los métodos. Sólo más
adelante fue inventada la notación simbólica, que ahora consideramos como la esencia del tema.
Ecuaciones
Lo que ahora llamamos la «solución de ecuaciones», en la que hay que encontrar una incógnita a
partir de información apropiada, es casi tan vieja como la aritmética. Hay evidencia indirecta de que
los babilonios ya resolvían ecuaciones bastante complicadas en el 2000 a. C., y evidencia directa
de soluciones de problemas más sencillos, en forma de tablillas cuneiformes, que se remonta hasta
alrededor del 1700 a. C.
La porción que sobrevive de la Tablilla ybc 4652 del periodo babilónico antiguo (1800-1600 a. C.),
contiene once problemas para resolver; el texto de la tablilla indica que originalmente había 22
problemas. Una pregunta típica es:
«Encontré una piedra, pero no la pesé. Después pesé 6 veces su peso, añadí 2 gin y añadí un
tercio de un séptimo multiplicado por 24. Lo pesé. El resultado era 1 ma-na.
La tablilla presenta cierta respuesta pero no da una indicación clara de cómo se obtiene. Podemos
estar seguros de que no había sido encontrada utilizando métodos simbólicos como los que ahora
utilizamos, porque tablillas posteriores prescriben métodos de solución en términos de ejemplos
típicos: «tomar la mitad de este número, sumar el producto de estos dos, tomar la raíz
cuadrada….» y así sucesivamente.
Al-jabr
Al-Khwarizmi utilizaba el término al-jabr, que significa «sumar cantidades iguales a ambos
miembros de una ecuación», que es lo que hacemos cuando partimos de
En efecto, hacemos esta deducción sumando 3 a ambos miembros. Al-muqabala tiene dos
significados. Hay un significado especial: «restar cantidades iguales de ambos miembros de una
ecuación», que hacemos para pasar de
La palabra «álgebra» procede del árabe al-jabr, un término empleado por Muhammad ibn Musa al-
Khwarizmi, que floreció alrededor del 820. Su obra Al-kitab al-jbr w’al- mugabala —Libro de
compendio de cálculo por el método de completado y balanceado— explicaba métodos generales
para resolver ecuaciones manipulando cantidades desconocidas.
Al-Khwarizmi da reglas generales para resolver seis tipos de ecuaciones, que pueden ser utilizadas
para resolver todas las ecuaciones lineales y cuadráticas. En su obra encontramos así las ideas del
álgebra elemental, pero no el uso de símbolos.
Símbolos algebraicos
Los matemáticos de la Italia del Renacimiento habían desarrollado muchos métodos algebraicos
pero su notación era todavía rudimentaria.
Los matemáticos árabes del periodo medieval desarrollaron métodos sofisticados para resolver las
ecuaciones, pero los expresaban en palabras, no en símbolos. El paso a la notación simbólica se
aceleró en el periodo renacentista.
El primero de los grandes algebristas en empezar a utilizar símbolos fue François Vieta, que
enunció muchos de sus resultados en forma simbólica, pero su notación difería considerablemente
de la moderna. No obstante, él utilizaba letras del alfabeto para representar cantidades conocidas
tanto como incógnitas.